Untitled - El avisador malagueño

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PERFILES PERFILES FLAMENCOS FLAMENCOS manifestación del cante flamenco y que, en mucho casos, nunca más lo harían. Como lo han sido siempre todos los genios, Camarón también fue cuestionado por todos aquellos que no podían (o no querían) admitir la introducción de ciertas innovaciones estilísticas que rompieran los moldes fundidos en los crisoles inamovibles de la tradición. Pero tuvieron que aceptar que lo que hacía Camarón, las innovaciones que se permitió hacer iban acuñadas con un sello especial, personalísimo y, sobre todo, con el buen gusto de un artista consumado, conocedor de lo que se podía cambiar en el cante sin llegar a dañar la esencia del mismo. Camarón fue un ídolo, sobre todo, para la juventud. Y dentro de esa juventud, para muchos que quisieron emprender la dura y espinosa carrera del flamenco y que trataron, con una disposición exagerada, de imitarle no sólo en su cante y en su voz (ambas cosas difíciles de imitar), sino que abrazaron un mimetismo que los llevaba a copiar su indumentaria, su corte de pelo, y hasta su forma de andar y comportarse en el escenario. Su temprana desaparición, las circunstancias que provocaron su muerte, junto al indudable genio creativo de éste irrepetible artista gitano que ya era mito antes de morir, hicieron que, traspasando las puertas de la fama, el nombre de Camarón de La Isla se grabara con imborrables letras de oro en las páginas doradas de la leyenda. EL AVISADOR MALAGUEÑO – GUÍA CULTURAL CAMARÓN CAMARÓN DE DE LA LA ISLA ISLA ÍDOLO ÍDOLO GITANO GITANO GITANO ¡Qué pérfida, qué horrenda y fría mano osó apagar la estrella de tu suerte! ¡Cómo marcó la estampa de la muerte en tu perfil de faraón gitano! ¡Con qué arteras mañas y qué temprano aniquiló tu cuerpo bello y fuerte! Quebrada tu garganta, quedó inerte la esencia de tu estilo soberano. Cuando el cante, encendido con tu lumbre brillaba en lo más alto de su cumbre tu vida se quebraba en plena gloria. Y al par que España entera te lloraba, tu nombre idolatrado traspasaba la puerta reservada de la Historia. 32
Por Por Juan Juan Manuel Manuel Díaz Díaz Romero Romero Subíamos por el camino hacia la casita con huerto, yo correteaba a unos pasos de mi madre, con mi sonrisa siempre puesta de niña traviesa, formando en mi cara expresiones de asombro por cualquier cosa, agachándome al filo del camino para coger alguna flor, o por perseguir alguna mariposa; orgullosa por venir del pueblo y llevar mi lazo azul en el pelo y mi falda nueva. Mi madre siempre vigilante, con sus incansables advertencias, no toques eso, cuidado con esa hierba… que son ortigas, etc. Y a mí, con mis seis años, todo mi entorno me parecía una hermosa fiesta. En mitad del camino me llega el espectacular sonido de un trueno; me quedé paralizada, titubeante, y retrocediendo muy rápida y sin decir nada me cogí de la mano de mi buena madre, con tal temor, que enseguida ella intuyó, que yo con esa acción, sin abrir la boca le estaba haciendo mil preguntas. De inmediato empezaron a caer unas gruesas gotas, sobre el polvo del camino, haciendo unos pequeños hoyos; percibí el característico olor a tierra mojada, pronto se embarraron mis pisadas y los zapatos cada vez aumentaban mas de peso. Mi madre muy cariñosamente me dice: María no te preocupes, mira al frente, que ya llegamos a casa. Aunque la cortina de lluvia dificultaba la vista, la visión de ésta efectivamente aparecía desdibujada. Mi madre para tranquilizarme siguió hablándome: Hija es que arriba en el cielo, san Pedro cuando se enfada, por observar lo que aquí en la tierra pasa, le da por echar agua, a ver si no nos miramos tanto los humanos el ombligo, y nos da por mirar al cielo, donde está la verdadera belleza del alma. Llegamos a nuestro porche, al fin dejó de caernos agua. Con mucho cariño mi madre me quitó los zapatos y cogiéndome en brazos, me puso encima de la cama y con agua en un barreño y toalla, me limpió las salpicaduras de barro, me secó con mucho amor, el pelo y la cara, me cambió de ropita y me puso mis alpargatas de andar por casa. Hoy amanece y anochece, los años pasan volando, las estaciones siguen unas tras otras, trayendo alegrías y llantos. En estos momentos me llegan estas nostalgias con toda claridad, de aquellas anécdotas de mi infancia; vienen a mi memoria hoy, aún con mis muchos años, los recuerdos frescos como el alba; siendo para mí el asidero de muchos momentos, ya que en mi sendero estrecho actual, donde la vida parece que se me escapa, cojo con vehemencia estos recuerdos de las cosas bonitas de mi infancia, y como si fuera un bálsamo milagroso, cierros mis ojos y me lo restriego con fuerza en mi memoria, para así paliar los muchos dolores y achaques de mi edad. EL AVISADOR MALAGUEÑO – GUÍA CULTURAL 33
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