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1. Llegando - Fieras, alimañas y sabandijas

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inmensas. En una de las principales colonias de gaviota reidora del norte de<br />

Inglaterra, los investigadores llegaron a la conclusión de que un año era bueno si el<br />

quince por ciento de los huevos puestos daban lugar a jóvenes volanderos.<br />

Las gaviotas recorren muchos kilómetros de territorio y de costa recogiendo<br />

comida: llenan el buche y regresan desde grandes distancias a alimentar a sus crías.<br />

Pero otros animales, sobre todo los que tienen muchos hijos a la vez, consideran<br />

más práctico llevar a sus vástagos con ellos mientras buscan alimento.<br />

Las musarañas tienen camadas de una media docena de crías. Son unos<br />

animalitos muy activos y al cabo de unos quince días, en cuanto les ha crecido el<br />

pelo y han abierto los ojos, empiezan a completar la leche de su madre con insectos<br />

y otros invertebrados que cazan por sí mismos. Su madre tiene suficiente trabajo<br />

con seguir a todos sus hijos. Si el nido sufre una amenaza y ella decide que la<br />

familia tiene que marcharse, actúan de forma muy disciplinada. Uno agarra con los<br />

dientes la piel de la base de la cola de la madre, no ha acabado de hacerlo cuando<br />

otro se une por detrás de la misma manera, y al cabo de unos segundos toda la<br />

camada ha formado una caravana tras su progenitora. Aunque van deprisa, todos<br />

siguen el paso, de forma que el grupo más parece una serpiente deslizándose entre<br />

la hojarasca que una familia de jóvenes mamíferos. Tan dispuestos están a<br />

mantenerse sujetos que aun si se coge a la madre, las crías cuelgan tras ella cual<br />

una cinta peluda que se retorciera. En cuanto se ponen a buscar alimento se<br />

separan, pero a la menor señal de peligro se reúnen y marchan deprisa como una<br />

línea de bailarines que hiciera su salida.<br />

Los ansarinos, en una etapa comparable de su desarrollo, también siguen a su<br />

madre mientras los guía en excursiones en busca de comida. En realidad poseen un<br />

mecanismo psicológico en el cerebro que les impulsa a seguir el primer objeto<br />

grande que se mueva ante ellos después de salir del huevo, aunque no sea su<br />

madre. Esta reacción fue observada y explicada por primera vez por el gran<br />

naturalista austriaco Konrad Lorenz. La llamó «impronta».<br />

En el ánade real el período en que tiene lugar este proceso es limitado y<br />

preciso. Es entre las trece y las dieciséis horas de vida. Si durante ese tiempo los<br />

pollos no ven junto a ellos otra cosa que unas botas de goma verdes, entonces unas<br />

botas de goma verdes será lo que intentarán seguir en adelante, como puede<br />

atestiguar cualquiera que haya criado patos o gansos.<br />

Este señuelo «grabado en la memoria» no siempre es visual.<br />

Los patos arbóreos nidifican en agujeros de los árboles. Allí, en la oscuridad,<br />

los anadinos apenas ven a sus padres, pero los oyen, y seguirán, mientras sean<br />

pollos, el primer sonido que oigan durante esos momentos cruciales de impronta.<br />

Los patos no son las únicas aves que reciben la impronta de los padres de esa<br />

manera. Lorenz realizó sus trabajos pioneros con ánsares comunes, y también los<br />

rascones, pollas de agua y gallinas responden de la misma forma. Al parecer este<br />

proceso se da en todos los pollos de aves que abandonan el nido en una etapa muy<br />

temprana de su vida y tienen que seguir a sus padres.<br />

Esto ocurre con los pollos de avestruz. El macho es polígamo; tiene una<br />

esposa principal que pone el primer huevo en un trozo de tierra que él despeja y en<br />

el que llegará a poner hasta una docena. Pero el macho también se aparea con<br />

varias hembras más jóvenes, que se acercan por turno al nido y añaden su propia<br />

contribución a la puesta que él está incubando. Al final el macho puede encontrarse

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