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escala vital los hombres fi guraban por debajo de los perros y los
caballos, y sólo levemente por encima de las cucarachas —replicó
su tía con voz afable—. Sí que, por supuesto, veneraba la
sangre Renfrew, y eso equilibraba las cosas un poco.
Nash se encogió de hombros.
—Lo que quiero decir es que ellos no han visto lo destructivos
que son los matrimonios por amor. Mi matrimonio será una
alianza cuidadosamente planifi cada, y basada en ambiciones personales,
no en los turbios vericuetos de la pasión.
Ella dio un resoplido de nuevo
—Un arreglo sin sentimientos de por medio.
—Eso me irá perfectamente.
—Pero pasar por la vida sin amor ni pasión...
—¿Pasión? —la interrumpió Nash—. Ya tuve bastante con la
de mis padres. Y cuando no estaban destrozándose... y destrozando
nuestra familia con sus peleas de celos, estaban dando
vueltas uno alrededor del otro como perros libidinosos —Nash
contuvo un estremecimiento—. Preferiría vivir en... en una tundra
de hielo a vivir así.
—Te equivocas, querido muchacho, pero no intentaré hacerte
cambiar de opinión. Después de todo, tienes la legendaria testarudez
de los Renfrew. Te buscaré ese dechado de virtudes, pero
no me eches la culpa si al cabo de seis meses te mueres de aburrimiento.
Él se encogió de hombros con gesto indiferente.
—El matrimonio no tiene por qué ser divertido.
Ella lo miró consternada.
—Pero, querido niño, sí que lo es... El matrimonio debería
ser una continua aventura.
—Mi trabajo me proporciona toda la aventura que deseo.
Aunque, según tú, quizá lo que quiero sea un mal matrimonio.
Tía Maude se estremeció.
—No bromees con esas cosas —le ordenó—. ¡Nunca!
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