14.05.2013 Views

los temas - Universidad Complutense - Universidad Complutense ...

los temas - Universidad Complutense - Universidad Complutense ...

los temas - Universidad Complutense - Universidad Complutense ...

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Joaquín Milán Jiménez<br />

EL CUEWfO LITERARIO ESP~$~OL


A Carmen.<br />

También a mis hijos.


Agradezco a Santos Sanz Villanueva<br />

sus consejos, siempre oportunos, que<br />

guiaron mi investigación para llevar<br />

a cabo el presente trabajo.


Introducción .<br />

1. ESTUDIO<br />

(TEORÍ A<br />

1,1,<br />

1.2.<br />

SUMARIO<br />

PRELIMINAR. EL ESTADO DEL CUENTO DE 1939 A 1949<br />

Y PRÁCTICA DE UN GÉNERO LITERARIO)<br />

Confusión en la terminología<br />

Definición y límites<br />

2. CARACTERISTICAS, CIRCUNSTANCIAS Y CONDICIONES (UNA<br />

UBICACIÓN CONCRETA)<br />

2.1. Publicación<br />

2,1.1. Periódicos y revistas<br />

2.1.2. Libros<br />

2.2, Autores<br />

• Concursos<br />

Frecuencia<br />

3. ASPECTOS Y RECURSOS NARRATIVOS<br />

3,1, Los <strong>temas</strong><br />

3.1.1. La guerra<br />

3,1.2. El amor<br />

3.1.3. El humor<br />

• Presentación e<br />

ilustración<br />

VI<br />

2<br />

46<br />

85<br />

85<br />

106<br />

111<br />

119<br />

134<br />

147<br />

186<br />

194<br />

232<br />

297


3.2.<br />

3.3,<br />

Conclusiones<br />

Bibliografía<br />

Apéndice<br />

3.1.4. Otros <strong>temas</strong><br />

Los personajes<br />

• La religión<br />

• La historia<br />

• La fantasía<br />

• El tema policí aco<br />

Estructuración de <strong>los</strong> cuentos<br />

3.3.1. Principio, medio y fin<br />

3.3.2. Acción, tiempo y espacio<br />

3,4. Técnicas narrativas<br />

3.4.1. El narrador<br />

366<br />

366<br />

379<br />

391<br />

406<br />

420<br />

510<br />

510<br />

544<br />

571<br />

571<br />

593<br />

615<br />

637


VI<br />

INTRODUCCIÓN<br />

Nuestro trabajo tiene como objeto el cuento literario espaflol desde 1939<br />

a 1949. Una investigación como la presente halla en sus primeros pasos muchos<br />

obstácu<strong>los</strong>, que luego se han visto acentuados en el proceso de su realización.<br />

De entrada, y fundamentalmente> nos hemos encontrado con un casi total desco-<br />

nocimiento del género dentro del panorama de estudios de nuestra literatura<br />

actual lo que se refleja en una bibliografía escasa Sin embargo> ante esta<br />

circunstancia, sorprende el número cuantiosísimo de cuentos que hemos podido<br />

recopilar, sin ser estos abs cuarenta, como veremos, una etapa de especial<br />

prosperidad para el género.<br />

Hn general, el estudio de un género literario a través de un decenio<br />

bace que la diversidad de autores y obras, la amplitud de matices recogidos en<br />

el campo temático y formal, y la variedad de medios de divulgación —libros,<br />

periódicos y revistas—, sean también otros impedimentos no menos serios. Así,<br />

en el desarrollo de este trabajo sobre el cuento espafiol, que en cierta manera<br />

pretende situar al género en el lugar que le corresponde dentro del panorama<br />

de la narrativa de la inmediata posguerra, hemos tropezado con todos estos<br />

inconvenientes Esto nos lleva a resaltar el extremado rastreo de ejemplares y<br />

la laboriosa recopilación en hemerotecas, con la posterior lectura y selección<br />

de <strong>los</strong> relatos que considerábamos más significativos y expresivos, para poder<br />

ejemplificar e ilustrar <strong>los</strong> diferentes aspectos de nuestro estudio. No obstan-<br />

te, esta investigación, aunque exhaustiva, nunca puede considerarse definitiva<br />

ya que el material obtenido, por razones obvias, queda superado por una reali-<br />

dad física y pese a nuestro empello en mostrar el análisis de un género litera-<br />

río a través de narradores y obras de diferente calidad y reconocimiento,


VII<br />

siempre se podrá alladir aquel<strong>los</strong> relatos perdidos o de difícil localización.<br />

O, simplemente> <strong>los</strong> recogidos en prensa no consultada, si bien estimamos que<br />

la selección de publicaciones periódicas ha sido no sólo representativa sino<br />

suficientemente amplia. Su enumeración servirá para probarlo: ABQ ~Á¿Ai~rnas<br />

Hispanoamericanos, ~e.s±JJxQ, Datng~, E~.dfl~> La Estafeta Literaria, Eantftz<br />

>I~iin~> kledInuBapfl, Ld.er, si., 3Jtrtka e Y?. Además, también se ha tenida en<br />

cuenta un amplio número de publicaciones unitarias de las que queda constancia<br />

en la bibliografía final de este estudio.<br />

El cuento literario, tal como aparece desde 1939 a 1949, ofrece un esta-<br />

do de confusión e indeterminación, semejante al concepto que coniporta el<br />

término “cuento”, que, entre otras connotaciones, supone lejanía y proximidad<br />

en la evolución del “simple” acto de contar de narrar. Aunque sabemos que<br />

surge con identidad e independencia literaria en el siglo XIX —de ahí la<br />

proximidad—, antes ha ido designando diferentes formas de narración> lo que le<br />

ayuda a configurar un caracter híbrido y difuso, que tiene hondas raíces en la<br />

tradición literaria —de ahí la lejanía-, Antecedentes remotos y corta perspec-<br />

tiva construyen la realidad de un género que> en nuestro estudio, se matiza<br />

por un especial contexto, no sólo literario sino sociopolítico, que caracteri-<br />

za a <strong>los</strong> primeros af<strong>los</strong> de la postguerra.<br />

En esta década de <strong>los</strong> cuarenta, cualquier manifestación social se en-<br />

vuelve en un acusado dirigismo. Los acontecimientos históricos por <strong>los</strong> que<br />

había tenido que pasar Espalla convierten a estos afios de postguerra> de<br />

inmediata postguerra> en una época en la que el recelo, la desconfianza y el<br />

dolor, por un lado, y el ánimo de continuidad, el espíritu de reconstrucción,<br />

por otro, se mezclan en una política absorbente y partidista, que impone la<br />

fuerza ideológica de <strong>los</strong> vencedores e impide con un sistema de significativa


viii:<br />

censura cualquier atisbo de la Espaifa que representaban <strong>los</strong> vencidos. Y bajo<br />

esta mentalidad, el cuento literario, entre otras manifestaciones de nuestras<br />

letras, aparece con una serie de condicionantes, a <strong>los</strong> que siempre debemos<br />

afladir aquel<strong>los</strong> que el propio género lleva implícitos.<br />

nuestro estudio> por todo esto, tendrá siempre presente la doble<br />

perspectiva que supone la valoración de un género literario en un momento<br />

determinado, sin olvidar sus raíces y su trayectoria evolutiva; y aunque pre-<br />

domine el interés de lo sincrónico sobre lo diacrónico, este último aspecto<br />

será un punto de referencia más> que nos ayudará a profundizar en el verdadero<br />

objeto de este trabajo, el cuento literario en unos abs muy particulares para<br />

la vida en Espafla. No obstante, este género decimonónico que alargó sus monten—<br />

tos de esplendor hasta <strong>los</strong> primeros af<strong>los</strong> de nuestro siglo> se encuentra de<br />

nuevo con que es merecedor de una especial atención por parte de <strong>los</strong> escrito-<br />

res espaboles en <strong>los</strong> abs cincuenta —pensemos en Ignacio Aldecoa, Jesús<br />

Fernández Santos, Carmen Martín Gaite, Juan García Hortelano> Juan Benet, Ile—<br />

dardo Fraile, Ana María Matute, Francisco García Pavón, etc.-> lo que autoniá-<br />

ticamente sitúa al periodo que hemos elegido, 1939 a 1949, en el preámbulo de<br />

esta próspera etapa; aunque bien es cierto, como veremos, que nunca ha<br />

desaparecido del panorama de la narrativa contemporánea. En estos abs que<br />

inmediatamente suceden a la contienda, pese a la crítica experiencia vivida><br />

hay que resaltar la voluntad de escribir cuentos de nuestros autores; voluntad<br />

y entusiasmo cuando el género seguía sin alcanzar la consideración y estima-<br />

ción que su valor artístico requiere.<br />

Desde que el cuento literario adquirió en el pasado siglo su personali-<br />

dad e independencia no ha suscitado> en general y de una forma unánime, el en-<br />

tusiasmo de estudiosos y críticos de nuestra literatura, aunque ha sido y si-<br />

gue siendo cultivado por narradores de la máxima calidad, Muchas páginas se


Ix<br />

han escrito sobre la poesía> sobre el drama o sobre la prosa narrativa, pero<br />

cuando nos centramos en esta última manifestación se observa rápidamente que<br />

es la novela el género más discutido, más atendido> el que ha sido tema<br />

central de numerosos ensayos y estudios —circunstancia que justifica nuestraE<br />

abundantes referencias a la novela, a lo largo de este trabajo, para el<br />

análisis de determinados aspectos narrativos—; mientras que el cuento o ha<br />

permanecido en el más injusto de <strong>los</strong> olvidos, o ha sido encasillado en un<br />

plano situado a la sombra de la novela> considerada por no pocos preceptistas<br />

—o por simples y ocasionales comentaristas— como género mayor. El cuento,<br />

entonces, arrastra una inmerecida desatención, en gran parte debido a este<br />

gran error que distribuye en diferentes escalas jerárquicas a la novela y al<br />

cuento, cuando se debe considerar a este último —como defendemos en nuestro<br />

estudio— con una autonomía propia y no conceptuarlo como ensayo, esbozo o<br />

embrión de aventuras mayores, ya que en sus reducidas dimensiones guarda no<br />

sólo la complejidad de todo lo que en principio aparenta sencillez, sino tanta<br />

o más belleza que en las dilatadas proporciones de una novela.<br />

El presente trabajo está dividido en tres grandes apartados> a <strong>los</strong> que<br />

afladimos una bibliografía y un apéndice que recoge todo el material reunido><br />

procedente tanto de libros como de revistas y periódicos. Presentamos un aná-<br />

lisis de esta prosa de creación de <strong>los</strong> af<strong>los</strong> cuarenta, que tratará en principio<br />

aspectos generales y externos a la propia obra, para luego centrarnos en cues-<br />

tiones internas que nos darán la clave de sus verdaderas sellas de identidad.<br />

En <strong>los</strong> capítu<strong>los</strong> iniciales, la teoría y práctica del género estudiado se unen<br />

a las características, circunstancias y condiciones en las que se desenvuelve<br />

y desarrolla el relato corto. Y así comenzamos por desentraflar <strong>los</strong> problemas<br />

terminológicos que plantean la palabra “cuento” y las que se relacionan con<br />

ella; estudio éste complicado> por la variedad de soluciones y la dificultad


de justificarlas y defenderlas. También hemos perseguido el uso del término<br />

‘cuento” y de <strong>los</strong> que junto a él aparecen o lo sustituyen> a lo largo de este<br />

decenio de la inmediata postguerra, sin olvidar <strong>los</strong> conceptos que se barajan<br />

en otras lenguas o <strong>los</strong> que se le han ido agregando a lo largo de su evolución,<br />

Todo ello nos conduce a la búsqueda de definiciones, directamente relacionadas<br />

con las dimensiones de <strong>los</strong> relatos y con <strong>los</strong> límites que diferencian a cuantas<br />

manifestaciones literarias han estado y están próximas al cuento.<br />

Luego, siempre en el camino hacia lo concreto, hacia el estudio final de<br />

la obra en sí con un carácter más descriptivo y crítico, nos centramos en<br />

todas aquellas circunstancias que nos ayudan a ubicar mejor a este género,<br />

tanto por lo que respecta a las condiciones de publicación —en periódicos y<br />

revistas o recopilados en volúmenes—, como a <strong>los</strong> asuntos concernientes a las<br />

características de <strong>los</strong> autores que publican por entonces cuentos. Respecto a<br />

estos últimos, no pretendemos hacer un estudio del autor y su obra, sino una<br />

visión panorámica a través de la que se pueda captar lo más significativo del<br />

escritor que, por aquel<strong>los</strong> abs, contribuye con su trabajo a mantener y> en lo<br />

posible, a evolucionar en el ámbito de la narrativa este género de escasas<br />

dimensiones, De todas formas, sería compleja y poco fructuosa la presentación<br />

de la semblanza de <strong>los</strong> diferentes cuentistas, debido a su elevado número y a<br />

la valoración de su propia obra, no siempre dispuesta a recibir elogios por<br />

cualesquiera de sus aspectos.<br />

Tras la descripción de <strong>los</strong> autores> pasamos al análisis de las obras. De<br />

<strong>los</strong> miles de ejemplares localizados se intenta presentar un común denominador<br />

de todos el<strong>los</strong>> que nos perfile con más exactitud el tipo de cuento predomi-<br />

nante, Diversos aspectos y recursos narrativos son tratados en este apartado<br />

final de nuestro trabajo. Esta sección resulta de excepcional interés, no<br />

sólo por revelar <strong>los</strong> <strong>temas</strong> que definen las inquietudes típicas y dominantes de


XI<br />

la mentalidad de la época, sino por mostrar la peculiaridad técnica de <strong>los</strong><br />

cuentos de <strong>los</strong> cuarenta. Sin embargo> por la antes referida falta de atención<br />

al género, no siempre, a la hora de profundizar en las formas, técnicas,<br />

elementos estructurales,.. . de <strong>los</strong> relatos en cuestión, podemos ignorar cómo<br />

son tratados estos determinados aspectos narrativos en otras formas más<br />

extensas, como la novela fundamentalmente. Por ello, al tener en cuenta todo<br />

esto> se emplea, en ocasiones> un procedimiento de contraste y se mencionan<br />

por afinidad manifestaciones literarias próximas al cuento, para llegar así al<br />

análisis y estudio de <strong>los</strong> personajes, de la estructura y de la figura del<br />

narrador, lo que proporciona, a la vez> un intento de fijación de lo que es y<br />

representa el cuento como género literario en <strong>los</strong> Mies cuarenta,<br />

La bibliografía consultada también la presentamos distribuida en varios<br />

grupos: bibliografía aparecida en <strong>los</strong> atlas cuarenta y bibliografía posterior a<br />

la década de <strong>los</strong> cuarenta a su vez> contienen no sólo las<br />

publicaciones de interés general, sobre autores> teoría y técnica narrativas,<br />

contexto,...; sino aquel<strong>los</strong> trabajos que de una manera más específica hacen<br />

referencia al cuento literario).<br />

Por lo que respecta al apéndice, aquí hemos reunido, a modo de inventa-<br />

rio, todo el material recopilado que nos ha permitido profundizar en el cuento<br />

literario de <strong>los</strong> cuarenta. Con él resaltamos el interés que la revista, y la<br />

prensa en general> posee como material indispensable de investigación, ya que<br />

sin lugar a dudas podemos proclamarla cono verdadero medio no ya divulgador<br />

sino sustentador del género, porque sin su apoyo el cuento literario no<br />

gozaría —entre otros resultados negativos— del contacto continuo con el gran<br />

público y perdería popularidad, una de sus notas básicas. Este material acumu-<br />

lado se distribuye de la siguiente forma: libros, por un lado, y prensa, por<br />

otro. Los primeros> <strong>los</strong> diversos cuentos reunidos y publicados en volúmenes


XII<br />

están ordenados conforme a dos criterios, por autores y por abs; y las<br />

narraciones recogidas en la prensa de la época, además de <strong>los</strong> listados por <strong>los</strong><br />

que aparecen ordenadas según autores y abs, se aflade otro tercero en el que<br />

el punto de referencia es el nombre de la revista o el periódico que acoge en<br />

sus páginas uno o varios de estos relatos.<br />

Por último> recordaremos algunas cuestiones meramente formales> de<br />

presentación, por las que hemos optado. Dada la numerosa y constante presencia<br />

de títu<strong>los</strong> de narraciones breves que ofrecemos, todos están subrayados —al<br />

igual que <strong>los</strong> títu<strong>los</strong> de <strong>los</strong> libros y <strong>los</strong> nombres de las revistas y de <strong>los</strong><br />

periódicos- con la finalidad de conseguir un mayor énfasis que el alcanzado<br />

por medio de las comillas -éstas, además, como resaltan textos y frases podían<br />

inducir a confusión-, pues muchos de estos títu<strong>los</strong> han sido seleccionados por<br />

lo significativo de su forma o contenido. En relación con las notas y las re-<br />

ferencias bibliográficas> se ofrecen al final de cada apartado.<br />

Para cerrar esta introducción> presentamos este trabajo como una aporta-<br />

ción más en el contexto investigador que hoy en día parece mostrar un inci-<br />

piente entusiasmo y decidido propósito de reivindicar, a través de su cultivo<br />

y estudio> <strong>los</strong> valores literarios que reúne el cuento,


ESTUDIO PRELIMINAR.<br />

EL ESTADO DEL CUENTO DE ígsg A 1949 (TEORíA Y<br />

PRÁCTICA DE UN GÉNERO LITERARIO)


2<br />

CONFUSIÓN EN LA TERMINOLOGÍA<br />

Precisamente una de las características que siempre ha acompaflado a la<br />

palabra> al concepto “cuento” desde su origen es la falta de concreción. Nunca<br />

se La tenido muy claro a qué se hacía referencia cuando se empleaba este tér-<br />

mino antes del siglo XIX y a pesar de que cada vez era más utilizado no llegó<br />

a tener una designación única. Ya en nuestro entorno, José María Merino, entre<br />

otros escritores y críticos que acuden durante el verano de 198? a la “Casona<br />

de Vermes” <br />

propició la proliferación de textos literarios en que, bajo el nombre<br />

de r&lj¿U, se ofrecieron algunas de las historias más aburridas<br />

que he tenido ocasión de leer en mi vida> escritas por autores que<br />

pensaban que la brevedad, unida a la falta de interés dramático, <strong>los</strong><br />

paisajes irrelevantes y<br />

mente significativo del<br />

<strong>los</strong> personajes insulsos eran lo<br />

género. En definitiva> escribir<br />

verdadera-<br />

un ral.ata<br />

era algo fácil y de poca monta. Cualquier cosa valía. Del mismo modo,<br />

pero por la parte contraria, numerosos concursos de QUanlna vinieron<br />

a fomentar un tipo de escritura que, promovida por un ejército<br />

de autores menos ‘intelectuales’ que <strong>los</strong> escritores de relatos<br />

concentraban> en las escasas páginas exigidas por la entidad convo—<br />

cante, una gruesa cantidad de cursilería y tópicos moralizadores.<br />

También escribir cuentos era bastante sencillo,<br />

Para empezar, creo que la actual tendencia a denominar indistintamente<br />

~¿~n±Qao ralÉaa a las historias cortas destinadas al público<br />

adulto> indica claramente un cambio de actitud hacia la estructura<br />

(1n~n.la,<br />

ro 1988,<br />

y el contenido de <strong>los</strong> productos del género.”<br />

EL.cuen±a.J. en “El estado de la cuestión”, n<br />

2<br />

página 21)<br />

495 febre


a<br />

Aunque> como sabemos> el cambio más decisivo es a partir de <strong>los</strong> últimos af<strong>los</strong><br />

decimonónicos cuando se perfila como género con prestigio literario y adquiere<br />

algunas sellas de identidad que lo van a diferenciar de todas aquellas formas<br />

que han estado próximas a él -leyenda, artículo de costumbres, poema en prosa,<br />

novela corta, ... -, Sin embargo> algo ha debido fallar en todos estos atlas para<br />

que aún hoy -también en <strong>los</strong> cuarenta, como demostraremos en las próximas pági-<br />

nas- siga cierta confusión> y el cuento sea esa manifestación literaria difusa<br />

—que no ambigua-> de límites imprecisos> ensalzada unas veces, desprestigiada<br />

otras, y en general poco conocida. “Relato breve, narracián o cuento —dirá Va—<br />

lentí Puig (lxaxlia, u<br />

2 495, p.24)—: las denominaciones y limites son materia<br />

de reiterada disquisición y tampoco podríamos fijar la extensión sustancial<br />

que debe tener un cuento o un relato corto”. Cuestiones que todavía se plan-<br />

tean sin soluciones definitivas y que encuentran, muchas veces> respuestas y<br />

definiciones excesivamente subjetivas, como observamos en las palabras de Juan<br />

Fedro Aparicio:<br />

A la luz de estas palabras> ¿qué seria , pues, el cuento? ¿Sirve<br />

cuanto aquí hemos dicho también para él? ¿Es asimismo el cuento el<br />

intento de encerrar el mundo en una botella? ¿O acaso, por su volumen<br />

más pequefio, el de encerrar el mundo en un botellín?<br />

El cuento no es réplica diminuta de la novela. En cambio,el botellín<br />

sí lo es de la botella. Pero ¿lo es también el barquito que se<br />

mete dentro? ¿Es la Luna una réplica de la Tierra?<br />

El cuento y la novela están sujetos a distinta ley. pues? ¿Una novela pequellita? Todos sabemos que<br />

no. ¿Qué es entonces? Me atrevo a intentarlo: ‘Una narración que<br />

empieza pronto y que acaba en seguida.<br />

como resalta Car<strong>los</strong> Casares (Inzifla,nQ 496,p.24),<br />

“el cuento espaflol es absolutamente caótico y refleja la falta de interés que<br />

hasta ahora existía por este género”; y si bien ha tenido momentos de auge -el<br />

siglo XIX fue una etapa gloriosa, reconocida por muchos críticos—, y desaparí—


4<br />

alón, el cuento literario ha evolucionado> porque la narrativa se ha enrique-<br />

cido<br />

Los conceptos cambian, evolucionan, se enriquecen y se amplían:<br />

el significado del realismo no es, ni mucho menos, semejante en <strong>los</strong><br />

sig<strong>los</strong> XIX y XX> y esto lo están entendiendo muy bien <strong>los</strong> jóvenes<br />

narradores actuales, y no deben esperares <strong>los</strong> mismos fines y <strong>los</strong><br />

mismos resultados en ambos casos. Nadie puede exigir que la narrativa,<br />

novela y cuento, esté obligada a explicar la realidad,tal como<br />

se hacía en el siglo XIX> o se constrifla a <strong>los</strong> referentes que<br />

están enfrente del escritor. La realidad es eso, pero también lo que<br />

está dentro de cada uno, en su memoria, en su imaginación e incluso<br />

en su fantasía~ es decir, pensamientos, suef<strong>los</strong>, fantasmas> deseos,<br />

obsesiones, etc. , una realidad mucho más compleja que se inicia en<br />

el interior antes de ajustarse o no con lo visible y J.c invisible,<br />

un concierto, inexplicable siempre en sus desconciertos,entre lo i—<br />

maginado y lo vivido, que discurre entre lo abstracto y lo concreto<br />

y viceversa.”<br />

(Santos Alonso, “Contar, crear libremente”> Las Nuevas I.etras, n 98,<br />

1988, página 69><br />

sin embargo el término ‘cuento” sigue confuso. Quizá el desconocimiento, antes<br />

aludido, ha contribuido a la confusión> aunque no siempre debemos buscar causas<br />

externas para justificar el desconcierto, Tendríamos que profundizar en las<br />

propias raíces ontológicas del género para darnos cuenta de que el motivo bá-<br />

sico se halla en su propia esencia que hace que el cuento resulte una creación<br />

literaria difícil. Entraríamos entonces en un curioso círculo de causas y e—<br />

fectos del que nos costará trabajo salir: si no se entiende bien, nc se puede<br />

definir bien y en consecuencia se nombra mal; y a la inversa, se nombra mal<br />

porque se desconoce el propio alcance del género> que ha venido arrastrando u—<br />

na carga híbrida por la que se aproxinia y llega a entremezclar sus matices con<br />

<strong>los</strong> de otros géneros.<br />

No es ésta la ocasión ni es nuestro propósito hacer un estudio de pre-<br />

ceptiva literaria, aunque no podemos evitar ciertas referencias que nos ayuda—<br />

rán a comprender algo más el estado del cuento literario en la década de <strong>los</strong><br />

cuarenta, objeto de nuestro trabaja.


6<br />

Como veremos más tarde, durante estos af<strong>los</strong> en Espafla se sigue utilizando<br />

una amplia gama de términos construidos con diferentes criterios para designar<br />

al género, lo que demuestra que todavía no se tienen <strong>los</strong> conceptos lo sufi-<br />

cientemente claros como para que un significado sea nombrado con un invariable<br />

significante —de todas formas, debemos tener presente que varias de esas deno-<br />

minaciones son muestra de la riqueza léxica de nuestro idioma que se presentan<br />

como sustitutos o sinónimos, aunque bien es verdad que el sinónimo perfecto no<br />

existe y en esas pequefias diferencias de matices puede aparecer el confusio-<br />

nismo> máxime cuando puedan venir apoyadas y respaldadas por una tradición<br />

1 iteraría—.<br />

En una interesante investigación de crítica literaria realizada al final<br />

de esta décadas en 1949> sobre el material bibliográfico proporcionado por una<br />

época en la que este género tuvo intenso cultivo> Mariano Baquero Goyanes, uno<br />

de <strong>los</strong> más lúcidos estudiosos del cuento literario, entre otros aspectos enh—<br />

prende la historia y el significado del término “cuento” hasta llegar al siglo<br />

XIX y establece las siguientes conclusiones:<br />

“12) En la literatura medieval existe el género literario ‘cuento<br />

aunque no suele emplearse este término para designarlo> utilizándose<br />

en su lugar <strong>los</strong> de “apólogot”enxiemplo”. ‘proverbio”, “fábula”><br />

“fasafla”> etc. más adecuados al carácter y contenido de tales narraciones.<br />

22) Al nacer en el Renacimiento un género nuevo, la “novela”> esta<br />

palabra se utiliza no sólo para las narraciones extensas> sino tanbién<br />

para aquellas más breves que en nuestros días llamamos novelas<br />

cortas” y “cuentos”.<br />

32) El término “cuento” es empleado preferentemente por <strong>los</strong> renacentistas<br />

para designar chistes> anécdotas,refranes explicados, curiosidades,<br />

etc. , y también —caso de Cervantes— para narraciones<br />

orales y populares. Cuando se trata de relatos algo más literarios<br />

y extensos se prefiere la voz “novela”.<br />

42) En el Romanticismo,”cuento” se emplea para las narraciones versificadas<br />

o para las en prosa, de carácter popular, legendario o<br />

fantástico —tipo Hoffmann—, aun cuando para estas últimas se utilicen<br />

también <strong>los</strong> términos “leyenda”, “balada”> etc.<br />

52) Los escritores de transición que componen relatos breves —“ nou—<br />

velles”— evitan el término “cuento”, empleando en lugar suyo “reía—


e<br />

clon”, “cuadro de costumbres”> “cuadro social”, “novela%etc.’Cuetto”<br />

sólo es utilizado para las narraciones tradicionales, fantásticas<br />

o infantiles. Por reunir estas características las de Trueba, su<br />

autor aceptó sin escrúpu<strong>los</strong> la voz “cuento”, aunque en algún caso<br />

advirtiendo que sus relatos eran, por su realidad o verosimilitud,<br />

más “historias” que “cuentos”.<br />

62) Según avanza el siglo XIX> el término “cuento” va triunfando,<br />

empleándose para narraciones de todo tipo, aun cuando la imprecisión<br />

y <strong>los</strong> prejuicios tarden en desaparecer. La variedad terminológica<br />

que a fines de siglo se observa, debe atribuirse al ingenio<br />

u originalidad de <strong>los</strong> autores más que a confusionismo. Las narraciones<br />

de dofia Emilia Fardo Bazán representan rotundamente la conpleta<br />

aceptación de la voz “cuento” para un género característico<br />

de la segunda mitad —casi de <strong>los</strong> últimos af<strong>los</strong>— del siglo XIX.” lo cual permite que salga a flote la confusión y sea ne-<br />

cesario recordar, estudiar, matizar las cualidades del género y lo que puede o<br />

no puede ser considerado cuento literario, de tal manera que la historia de


‘7<br />

esta forma narrativa se va a convertir en la repetida búsqueda de unas sellas<br />

de identidad que ayuden a perfilar lo que quizá no puede perfilarse más, salvo<br />

que cortemos las alas de la espontaneidad.<br />

No obstante advertiremos antes de continuar que esta denominación tan ge-<br />

neral y con un significado tan amplio sólo existe en castellano~ pues en otras<br />

lenguas literarias aparece una terminología más específica por la que cual-<br />

quier manifestación narrativa puede ser localizada. El mismo Mariano Baquero<br />

en el estudio antes aludido nos muestra las equivalencias en la expresión a<br />

través de un cuadro efectuado de un modo algo convencional o forzado (2):<br />

NOVELA NOVELA CORTA CUENTO<br />

_____________ CUENTO LITERARIO CUENTO POPULAR<br />

Inglés... Roman o Novel Short story Tale<br />

Francés. , Roznan Nauvelle Conte<br />

Italiano. Romanzo Novelle Racconto<br />

Alemán... Roznán Fovelle y Erzáhlung Marchen<br />

Espaifol. Novela Novela corta Cuento<br />

Más tarde Enrique Andersen Imbert lo amplía a sabiendas que no es tarea<br />

fácil encasillar lo que no es estable (3):<br />

“Los términos referidos a la narrativa varian según las lenguas, <strong>los</strong><br />

períodos históricos> las tendencias culturales dominantes. Tampoco<br />

sus definiciones son estables. El cuadro siguiente —resultado de<br />

una combinación de diferentes criterios clasificatorios parece estar<br />

encasillando términos pero la verdad es que, en la fluidez de<br />

la historia, <strong>los</strong> términos se deslizan como peces por debajo de las<br />

casillas y uno nunca sabe por donde van a aparecer.


a<br />

Narración Narración Narración Narración)<br />

corta de corta de mediana larga<br />

tradición tradición<br />

oral literaria<br />

Castellano Cuento Cuento Novela Novela<br />

Historia Nov. corta<br />

Lnglés Tale Short story Short novel Novel<br />

Story Long story Romance<br />

“Novel la”<br />

Francés Histoire Conte Nouvelle Roman<br />

Nouvelle Novelette Sotie<br />

Eécit<br />

Italiano Stoira Novella Racconto Romanzo<br />

Fiaba <br />

Alemán Marchen Geschichte Novelle Roznan<br />

Erzáhlung Kurzgeschichte<br />

Ruso Istoriya Easskag PovesU Roznan<br />

Skazka Novella<br />

(?ovest) (Povest’)<br />

Al cuadro anterior podríamos afladir unas palabras de Ema Brandenberger<br />

que nos demuestran una vez más como en castellano las formas narrativas están<br />

denominadas de una manera más global que en otras lenguas literarias> en donde<br />

<strong>los</strong> términos propuestos> aunque también de difícil definición, están más per-<br />

filados y son aceptados y utilizados por una gran mayoría:<br />

En el ámbito literario ang<strong>los</strong>ajón, el término “short story” es ya<br />

desde hace algún tiempo una denominación muy extendida con la que<br />

se designa un nuevo tipo de narrativa. SI. bien resulta difícil establecer<br />

unas características más o menos satisfactorias o incluso<br />

una definición, tanto el lector como el critico literario saben lo<br />

que pueden esperar cuando abren un libro de “short-stories”.<br />

En el ambito literario alemán la traducción “ICurzgeschichte” se<br />

ha impuesto a partir de la segunda guerra mundial y la emplean tanto<br />

<strong>los</strong> autores y lectores como <strong>los</strong> críticos literarios.<br />

En Espaifa no es este el caso. Se emplean indistintamente varios<br />

términos (incluso un mismo autot puede emplear varios) para designar<br />

el mismo género literario,<br />

(. . .> “Cuento”, a diferencia del término inglés “short story”,sin


embargo es un amplio concepto de significaciones muy diversas(,..)<br />

Novela corta y novela son dos conceptos que se emplean desde hace<br />

tiempo> si bien sus fronteras no están tan bien definidas como las<br />

de sus equivalentes alemanes “Novelle” y “Roman”. No debe> pues,extraflar<br />

que el término novela corta se aplique también al cuento” (4)<br />

Todo este punto de vista diacrónico y comparativo deja patente como al<br />

perseguir en castellano una menor complejidad en la terminología se ha conse-<br />

guido un efecto contrario: aparecen unos términos generales que no ayudan a<br />

resolver muchas cuestiones cuando nos centramos en casos concretos. Algunos<br />

—Ema Brandenberger entre el<strong>los</strong>— han llegado a afirmar ante tan desconcertante<br />

realidad que esta terminología “demuestra lo poco que se preocupa la literatu-<br />

ra espaflola por delimitar <strong>los</strong> géneros épicos (en contraste con la precisa<br />

acotación de que gozan desde hace sig<strong>los</strong> las distintas formas del género lírí-<br />

co)”(5). Sin embargo, no consideramos que haya que buscar la causa en la au-<br />

sencia de estudios sobre las formas narrativas —pues siempre ha preocupado al<br />

escritor y al crítico—> tanto como en la dificultad que desde sus orígenes han<br />

ido presentando estos géneros Y esta dificultad es la que hace que el escri-<br />

tor y el crítico espaflol no se pongan de acuerdo a la hora de denominar<strong>los</strong> y<br />

entre todas las ofertas elijan cualquiera de ellas.”Los llamo relatos por lla-<br />

mar<strong>los</strong> de algún modo”, le decía Ignacio Aldecoa a Ema Brandenherger al rete—<br />

rirse a sus cuentos quizá, el más antiguo del mundo y el más tardío<br />

en adquirir forma literaria” (7); pero una vez que la ha adquirido, no se ha<br />

perfilado lo suficiente y el enredo y la confusión terminológica han permane-<br />

cido. .<br />

Los si<strong>los</strong> cuarenta no es una excepción en todo esto y en <strong>los</strong> miles de<br />

cuentos localizados hemos tropezado con la confusión en la denominación. Asun-


lo<br />

to que no nos asombra porque en repetidas ocasiones observamos que se tiene la<br />

firme conciencia de enfrentarse con un problema de ardua solución y que ante<br />

tan inmensa marafla son muchos <strong>los</strong> que, como Camilo José Cela, apelaban la sen-<br />

da del buen sentido del que se sintiera con fuerzas para desbrozaría, confia-<br />

dos en un final suficientemente aceptable: “En cuanto tengamos un clavo ar-<br />

diendo al que asimos, todo lo demás se nos dará por afiadidura.” (8>, Sin em-<br />

bargo, les preocupa más el género en sí que cómo llamarlo. El<strong>los</strong> han heredado<br />

un género con una rica variedad de matices. Esto sí les deslumbra, pero asumen<br />

con plena naturalidad el amplio muestrario de términos como una consecuencia<br />

más del intrincado mundo del cuento literario. Hablan de la forma, de sus con-<br />

flictivos limites, de sus <strong>temas</strong>> de sus argumentos, de sus personajes> de sus<br />

técnicas,,.. sin abrumarles el uso indistinto de un nombre u otro, lo que su-<br />

pone un mayor desconcierto en el receptor del escrito, pues en principio se es-<br />

pera que el escritor, por lo menos, tenga pleno conocimento de lo que ha pro-<br />

ducido, ya que “el género nace con la obra”, según Mariano Baquero Goyanes:<br />

“El problema de <strong>los</strong> géneros literarios viene a ser uno de esos misteriosos<br />

fenómenos culturales que, a la manera de ríos Cuadianas,<br />

desaparecen para surgir de nuevo a la superficie revelando su vitalidad.<br />

(. .3<br />

Si sólo de clasificación se tratase, y de cuestión estrictamente<br />

nietodológica, pero artificial y ajena al proceso mismo de la creación<br />

literaria, el problema carecería de la importancia que realmente<br />

tiene. Pero es que el género literario no es norma impuesta<br />

desde fuera al escritor, molde inflexible en que verter su creación<br />

literaria. El género nace con la obra y es, en última instancia, un<br />

procedimiento expresivo que se apoya en una tradición, en un hábito<br />

histórico.” (9)<br />

En nuestro caso, como hemos podido apreciar> el “hábito histórico” ha<br />

enriquecido al género y lo ha convertido en polifacético> pero no ha ayudado a<br />

concretar el concepto y, ni mucho menos, a clarificar la terminología. Ya en<br />

1947, en un estudio que publica Mariano Saquero Goyanes en la Revista de la


11<br />

<strong>Universidad</strong> de Oviedo que limite y perfile donde empieza y donde acaba este género lite-<br />

rario” Andersen,<br />

Prince de Beaumont, y el cuento literario a lo Maupassant Pardo<br />

Bazán, “Clarín”> etc. (. . . )<br />

No son dos géneros totalmente distintos, hay entre el<strong>los</strong> una relación<br />

sanguínea pero las intenciones son distintas.<br />

El cuento tradicional aspiraba a divertir y educar conjuntamente.<br />

El cuento literario, fruto de unas épocas nerviosas e intensas,<br />

quiere apresar un trozo de vida y presentárselo al lector con toda<br />

su caliente y desnuda palpitaci¿n.” sino que se prolonga hasta<br />

nuestros días, como podemos detectar en <strong>los</strong> pocos estudios teóricos sobre el<br />

cuento que se han ido propagando> tanto en lengua castellana (Espafla e Hispa-<br />

noamérica) como en otros idiomas. Si bien en muchos paises se ha experimentado<br />

un extraordinario florecimiento de la forma> el descuido teórico ha sido gene-<br />

ral, aunque no se pueda tachar de total abandono. En 1945 Alfred O. Engstrom<br />

lamenta la confusión terminológica y <strong>los</strong> pocos estudios realizados en<br />

Francia. En 1976 Norman Friedman (14) muestra su descontento hacia la crítica<br />

norteamericana. En 1977 el inglés lan Reíd en su libro The Ehort Story(15> ha-<br />

bla del descuido crítico. Respecto al cuento hispanoamericano, pese a su extra-<br />

ordinaria riqueza e interesantes aportaciones> puesto que “el cuento ha sido,


12<br />

durante casi un siglo> fuerza catalítica y símbolo de perfección para varias<br />

generaciones de prosistas hispanoamericanos”, según palabras de Enrique Pupo—<br />

Walker,quien advierte en 1973 que “hay algo fundamental que la crítica todavía<br />

no ha destacado con la claridad necesaria: el lugar que corresponde al cuento<br />

en el desarrollo y apogeo de la narrativa hispanoamericana” , y publica su<br />

trabajo sobre el cuento espaflol del siglo XIX; hasta Ema Brandenterger, que en<br />

1973 nos dice que “tampoco la crítica y la historia de la literatura prestan<br />

mucha atención al cuento en España” que en<br />

1980 confirma que “el campo del relato corto está muy desatendido por la crí-<br />

tica” ,<br />

Pero a pesar de todo siempre ha existido un interés latente -y de vez en<br />

cuando> patente— de todo lo concerniente al género, aunque, como ya hemos ad-<br />

vertido, la mayoría de <strong>los</strong> estudios van dirigidos hacia una definición y deli-<br />

mitación del cuento, más que hacia la denominación. “Hay consenso en que el<br />

cuento -y otras formas literarias- experimentó una notoria transformación a<br />

mediados del siglo XIX. Los rasgos características que desde la Antig~Iedad se<br />

extendían a través de la fábula> apólogo, exiempla, ‘novellas’ (de Boccacio o<br />

Cervantes>, cuentos ‘fi<strong>los</strong>óficos’ (de Voltaire o Diderot), se habrían modifi-<br />

cado de manera sustancial por esa época. Algunos seflalan el origen de ese can-<br />

bio en <strong>los</strong> Estados Unidos con las obras de Irving, Poe y Hawthorne”, según nos<br />

comenta Gabriela Mora


13<br />

entonces, no se le había concedido importancia, por su tono popular, sin rango<br />

estético, Y así, Il. Baquero Goyanes, en su estudio que publica Cuadernos de<br />

LI±~r~.Znra, nos llega a decir que “<strong>los</strong> cuentos de ‘Clarín’, ni secos ni digre—<br />

sivos, representan el mejor ejemplo de lo que debe ser el cuento espafiol, tier-<br />

no, pasional y vibrante, pero sin excesos ni efectismos” , porque este autor<br />

decimonónico utiliza una fórmula que alcanza y atrapa a la misma esencia de<br />

esta manifestación literaria:<br />

El mapa de la vida despliégase inmenso ante el novelista, que parece<br />

encaramado sobre el espacio y el tiempo para contemplarlo todo<br />

con ojos de águila.<br />

Por el contrario> el cuentista acércase a la vida, la ausculta en<br />

sus latidos más hondos y en sus objetos más insignificantes.<br />

‘Clarín’, la Pardo Bazán> Coloma, Palacio Valdés, Blasco Ibáñez,<br />

Octavio Picón> entre tantos otros> son <strong>los</strong> cultivadores del cuento<br />

así concebido. Entre todos el<strong>los</strong> ‘Clarín’ alcanza con sus narraciones<br />

el más exacto equilibrio entre lo poético y lo psicológico,<br />

límites y esencia misma del cuento.” <br />

por lo que no es de extraflar que si <strong>los</strong> límites no están lo suficientemente<br />

demarcados, tampoco lo estén las denominaciones.<br />

Ya apuntábamos que en estos af’tos cuarenta, en esta inmediata posguerra,<br />

la confusión terminológica—conceptual era bien visible y no se mostraba cqrno<br />

una excepción en la historia de este género en Espafla. Veamos qué términos e—<br />

ran <strong>los</strong> empleados y más tarde demostraremos como paralelamente habla un acusa-<br />

do empeño en delimitar y definir el concepto de “cuento literario”, caballo de<br />

batalla de críticos y escritores desde que el género alcanza independencia es-<br />

tética en el siglo XIX.


14<br />

Y es en el siglo XIX, época clave, con el auge del periodismo, en donde<br />

se dan a conocer y a perfilar con matices definitivos algunas de las manifes-<br />

taciones en prosa que disfrutarán de popularidad; por un lado, el género que<br />

nos ocupa, el cuento> que a partir de estas fechas resultará frecuente su apa-<br />

rición en la Prensa<br />

Habrá, realmente, que llegar al siglo XIX para que se produzca la<br />

independencia estética del cuento, y resulte normal el poder leer<br />

un relato breve exento> solitario, sin necesidad del antes forzoso<br />

acompaflamiento de otras narraciones. En el siglo XIX, como consecuencia<br />

del auge alcanzado por el periodismo, resulta un hecho habitual<br />

y corriente el escribir cuentos que se publican aisladamente<br />

en las revistas de la época; es decir, rodeados del contexto heterogéneo<br />

que suponían las restantes páginas del periódico> con su muy<br />

variado contenido, pero sin necesidad ya de su integración en esas<br />

plurales estructuras cuentísticas que tanto se dieron en <strong>los</strong> sig<strong>los</strong><br />

anteriores.” (22)<br />

y por otro> el cuadro de costumbres, creación literaria muy próxima al cuento><br />

que también utiliza las páginas de las revistas o periódicos del pasado siglo<br />

para su divulgación y configuración, tal como resalta Evaristo Correa Calderón<br />

La extensión del cuadro de costumbres suele liraitarse al patrón<br />

establecido para el artículo de la revista o periódico, que entonces><br />

con ser de formatos más modestos, dedicaban más amplitud a lo<br />

puramente literario,


le<br />

Así, la Prensa, ha sido para nuestro trabajo la mejor fuente de información. A<br />

través de sus páginas hemos podido comprobar que aparecían diferentes términos<br />

localizados tanto a la hora de designar obras publicadas como en las reseñas<br />

bibliográficas y comentarios y artícu<strong>los</strong> sobre el género.<br />

No hemos olvidado, a la hora de recabar datos al respecto> <strong>los</strong> estudios<br />

y <strong>los</strong> libros de cuentos editados en estos años; y más concretamente las notas<br />

preliminares y prólogos de estos últimos, en donde también se hace eco la ma—<br />

rafia terminológica, usada por el mismo autor de <strong>los</strong> cuentos recopilados o por<br />

otra persona distinta> escritor o crítico.<br />

A la hora de referirse a este género nos hemos encontrado con distintas<br />

denominaciones, que en principio podemos agrupar en dos grandes bloques: por<br />

un lado, aquellas que están usadas en sentido muy general —relato, narración,<br />

relato breve> relato corto, narración breve, narración corta—; y por otro, las<br />

que se hacen más específicas porque suelen incluir alguna palabra que concre-<br />

tizan el concepto y hacen alusión a una determinada y conocida manifestación<br />

narrativa -desde cuento, cuento breve> cuento largo> novela corta, novelita,<br />

• . hasta leyenda> cuadro de costumbres o estampa—.<br />

Dentro del primer bloque aún distinguimos una diferencia entre <strong>los</strong> tér-<br />

minos de amplio significado que pueden ser aplicados a cualquier tipo de crea-<br />

ción épica,como “relato” o “narraci6n”>y <strong>los</strong> que añaden a estas palabras otras<br />

que se refieren a la extensión o tamaño del escrito y responden de una forma<br />

más aproximada a la idea que se tiene del género, como “relato breve”, “relato<br />

corto”, “narración breve~~ o 1’narración corta”. Todos están empleados> por nor-<br />

ma general> por <strong>los</strong> estudiosos de la materia o por <strong>los</strong> mismas escritores en<br />

artícu<strong>los</strong>, ensayos, prólogos> crítica, etc. Así -entre otros mucbos ejemp<strong>los</strong><br />

que podríamos citar-, Alfredo Marquerie nos dice en el prólogo de Nnxp~r&<br />

leer en un viaJe “Pongo en tus manos este libro -desconocido lector, ignorada


16<br />

lectora- . .., y comprende, como vas a ver> diez relatos que son otras tantas<br />

historias ...“(24); o José Simón Valdivielso que, al referirse a la obra de<br />

Enrique Jardiel Poncela en el prólogo a 13 historias contadas por un mudo<br />

comenta “Ha publicado también un tomo de aforismos: “Máximas mínimas”> y otros<br />

dos tomos de narraciones cortas: “Lecturas para analfebetos” y “El libro del<br />

convaleciente”, a <strong>los</strong> cuales pertenecen varios de <strong>los</strong> trabajos que aquí publí—<br />

camos” como ocurre en Ean±aaL&, que en<br />

su número 8, 29 de abril de 1945, nos muestra uno con las siguientes señas:<br />

“Donde menos se espera encontramos expresiones que se encargan de matizar aún más estas<br />

creaciones y dan distinta catagoría a cada una de ellas. Le alguna forma se<br />

quiere distinguir “relato” y “narración” de “cuento”, No siempre se consigue<br />

y, aunque nunca se exponga de una manera explícita, nosotros detectamos cier-<br />

tas referencias a la extensión de la obra, ya que <strong>los</strong> dos primeros términos<br />

antes citados también se pueden utilizar para designar escritos de dimensiones<br />

mucho más extensas que aquellas a las que normalmente se reduce el cuento. Pa-<br />

ra ilustrar esto podemos reconstruir algunas frases localizadas por estos años<br />

en una entrevista> en una resefla bibliográfica y en un prólogo. Se trata de la<br />

entrevista que Rienzí realiza a Concha Espina, publicada en Eutna en 1946(26>,<br />

en donde la escritora hace la siguiente apreciación : “Xis reportajes de Bil-<br />

bao habían sido lo mejor que de la gran huelga se había publicado en Buenos<br />

Aires. Y aquello me animé, y comencé a escribir cuentos cortos y relatos de<br />

imaginación”. También en 1946 Jacinto L Gorgé, en las páginas que In~nJ..L re-<br />

serva a ‘El mundo de <strong>los</strong> libros”> en una resefa a un libro de cuentos (2?) se


17<br />

expresa así: “. . es un interesante libro de cuentos. (. . . ) Cinco son <strong>los</strong> cuen-<br />

tos —relatos, más bien— que componen la obra de que nos ocupamos”. Y final-<br />

mente, “Azorín’>, en el prólogo a El reloJ parado de Agustín de Figueroa, nos<br />

ofrece unas matizaciones que nos pueden aclarar más el escalafón si pensamos<br />

en las dimensiones, tal cómo ampliaremos en el siguiente apartado: “Pero ¿qué<br />

es un cuento? ¿Se sabe lo que es un cuento? Un cuento no es una narración; una<br />

narración no es una novela, un cuento tiene ciertos límites de que no es posi-<br />

ble pasar” a la vista de todo lo anterior, sería fácil llegar a la con-<br />

clusión de que efectivamente cada uno de estos términos designan escritos de<br />

diferentes tamaf<strong>los</strong> narración e—<br />

quivale a la prosa de creación intermedia entre cuento y novela, que bien po-<br />

dría ser novela corta o cuento largo); pero la teoría no siempre coincide con<br />

la práctica y en realidad se sigue manteniendo y alimentando este confusionis-<br />

mo de sinónimos o no sinónimos> ya que son muchas <strong>los</strong> elementos y criterios<br />

que tendríamos que hacer coincidir, para que escritores y críticos se pongan<br />

de acuerdo a la hora de designar a un género, que llega a nosotras —como ya<br />

dijimos- con unos limites demasiado difusos. Por ello no nos asombramos cuan-<br />

do> en fechas algo lejanas a aquel<strong>los</strong> inmediatos días de posguerra, se deja al<br />

gusto del consumidor la elección de un término u otro y se piensa, junto con<br />

José Domingo, que “nuestros narradores siguen escribiendo cuentos o relatos o<br />

narraciones, como gusteis nombrar<strong>los</strong>” (29>; y se maneja indistintamente estas<br />

palabras también referidas a sus cultivadores, como en otra ocasión lo hace el<br />

arriba citado, notable crítico especializado en narrativa espaflola:<br />

Aunque muchos de <strong>los</strong> escritores resellados hasta el momento hayan<br />

compartido su función de novelistas con la de cuentistas o narradores<br />

breves,y ya hayan sido seflalados como tales en su momento creemos<br />

interesante subrayar aquí que no pocos han sido <strong>los</strong> que han


.13<br />

desdeñado aplicarse a la narración corta” (30><br />

Sin embargo, junto a estas manifestaciones encontramos otras que nos vienen a<br />

demostrar que aún se sigue con cierta duda al respecto y que no sabemos si “el<br />

cuento, hermano menor, o gemelo, de la narración breve, la ‘short story’ in-<br />

glesa” —como leemos en el número 150 de In~u.ln. (31>—, se puede nombrar de una<br />

manera indiferente con <strong>los</strong> términos aludidos hasta ahora en este “primer blo-<br />

que”, sin que surja el error> ya que queda demostrado como algunos sí que<br />

aprecian una diferencia de límites; lo que puede ser muy peligroso pues entra-<br />

ríamos en un terreno muy resbaladizo y subjetivo (que más tarde comentaremos>,<br />

en donde todo se reducirá a sutilezas que chocarán con muchos obstácu<strong>los</strong> para<br />

ser generalizadas.<br />

En cuanto a <strong>los</strong> términos del segundo bloque, —el que suele “incluir al-<br />

guna palabra que concretiza el concepto y hace alusión a una determinada y co-<br />

nocida manifestación narrativa”—, también podemos hacer unas subdivisiones en<br />

razón a la presencia o ausencia del vocablo “cuento”. De esta manera, en pri-<br />

mer lugar, tendríamos las denominaciones en donde sí que aparece tal término<br />

cuento breve,...); y en segundo lugar, todas aquellas en donde no se<br />

utiliza y, por lo tanto> como veremos, son las más conflictivas a la hora de<br />

identificarlas con el género en sí . Estas últimas designaciones, a su vez,<br />

presentan, por un lado, a un gran grupo que juega con la voz “novela” (nove-<br />

la, novela corta, . . . ), y por otro> el resto de las expresiones que directanaen—<br />

te aluden a otras formas de contar> emparentadas e identificadas por diversos<br />

matices en determinados momentos de la tradición literaria


19<br />

suele aparecer acompañado por algunos adjetivos calificativos, con valor de-<br />

terminativo o especificativo> como r’ cuento breve ,, y ,, cuento corto”, ya que es-<br />

tán dotando a la cualidad destacada en el nombre de una función individualiza—<br />

dora o diferenciadora respecto a otra manifestación> que podríamos llamar<br />

“cuento largo’>, expresión ya utilizada hace tiempo por Emilia Pardo Bazán al<br />

referirse a El ataque al molino, de Zola, incluido en las Veladas de Médan<br />

(32), y a Dulce y sabrosa, de Jacinto Octavio Picón (33). En cada una de estas<br />

maneras de referirse al género, de nuevo, se hace referencia a la extensión.<br />

Las que aluden a obras de límites más reducidos podemos también utilizarlas<br />

para designar a aquel<strong>los</strong> ejemplares que algunos distinguían de <strong>los</strong> “relatos”<br />

o “narraciones” propiamente dichos; mientras que “cuento largo”> denominación<br />

“tras la que hay que entender> no el cuento dilatado artificialmente, sino el<br />

que ha necesitado más páginas, por virtud del asunto, sin digresiones” (34),<br />

además de igualarse o de aproximarse a lo que se viene entendiendo por “rela-<br />

tos”, presenta problemas de identidad debido a la ya característica inestabi-<br />

lidad fronteriza con que suelen presentarse éste y otros productos narrativos<br />

mayores.<br />

Toda esta terminología, por su marcado matiz especificativo, no es muy<br />

frecuente, pero las ocasiones en que la localizamos, tanto cuando acompaña a<br />

títu<strong>los</strong> de trabajos publicados en revistas, como cuando aparece en reseñas y<br />

estudios, es muy de agradecer ya que nos prepara a enfrentarnos con unos ejem-<br />

plares que de antemano vienen catalogados y no se prestan a grandes equívocos<br />

—salvo> claro está> el “cuento largo”, por la razón antes señalada—, Así,<br />

cuando en EQt~a leemos “La renta de las se?~or1tas, cuento breve, de Concha Es-<br />

pina” (35>, sabemos que se trata de un cuento más corto de lo que normalmente<br />

suele aparecer publicado en este semanario: ocupa una sola página, cuando lo<br />

usual son dos y tres páginas. También en L~Qtir&a encontramos algunos casos:


20<br />

“La subasta del beso, cuento corto, de Alvarez Cruz” (36) y “Un hombre popti-ET1 w114<br />

lar, cuento corto> de Federico Mistral” tan matizado, y<br />

entonces llegan a identificarse estas denominaciones con “cuento”> utilizadas<br />

como sinónimas suyas. Por eso, cuando Pilar Semprún, directora de Hadin&, con-<br />

testa en La Estafeta TI teraria a la pregunta “¿Se escriben cuentos actualmen-<br />

te?”> se expresa en estos términos:<br />

Cuatrocientos sesenta y cinco cuentos hemos recibido con motivo<br />

del Concurso de ‘Medina’, (,. .> Veo, por <strong>los</strong> que llegan a mis manos,<br />

que el cuento corto es un género dificilísimo de lograr’> (38><br />

O cuando Pablo Cabañas Lace una resefla del libro El fraile menor, de Concha<br />

Espina, en Cuadernos de Literatura Contemporánea <br />

es lo que esperamos. Porque Concha Espina> que ha triunfado de líe—<br />

no en la novela, puede y debe triunfar en el cuento corto.”<br />

De la misma manera ocurre en la llamada que La Novela del Sábado Lace a <strong>los</strong><br />

escritores noveles para que se animen a escribir con la confianza de que sus<br />

trabajos serán examinados detenidamente, ya sean “novelas cortas> cuentos bre-<br />

ves, poesía, etc,” . Aquí podemos sefialar un intento de concretización,<br />

aunque no muy bien conseguido, pues si sabemos que existe el “cuento largo”,<br />

la expresión “cuentos breves” no tiene un valor individualizador y especifica-<br />

tivo, sino que vendría a referirse a la manifestación literaria “cuento”, en<br />

general> como muestra expresiva con unos rasgos peculiares en relación a la


21<br />

“novela corta” (entenderíamos entonces: “novelas cortas, cuentos poesía><br />

.“); a no ser que la confusión tenga su punto de partida en la voz “novela<br />

corta” y que se pueda interpretar en esta ocasión como “cuento largo” (enten-<br />

deríamos> pues, “cuentos largos cuentos breves, poesía, . • .“; y ahora sí que<br />

se le estaría dando un acusado matiz diferenciador dentro del mismo género>.<br />

Pero si con las voces “cuento corto” y “cuento breve” se les planteaba<br />

algún problema de identificación> esta cuestión se agudiza cuando tratan de<br />

aplicar las palabras “cuento largo”. Suelen evitarías. A lo largo de <strong>los</strong> afios<br />

cuarenta no aparecen junto a ningún título, aunque este término sí es conocido<br />

y empleado por la crítica literaria, La causa de su poco uso puede basarse en<br />

la confusión que suscita su proximidad, parentesco y paralelismo, con la “no-<br />

vela corta’, expresión mucho más difundida y utilizada, como viene a decirnos<br />

recientemente Angel Basanta:<br />

Nunca han estado claros <strong>los</strong> limites entre la novela, la novela<br />

corta y el cuento. Lo más frecuente ha sido distinguir, por la extensión,<br />

entre la narración larga y el cuento, quedando a medio camino<br />

un tipo de narración que puede ser considerada como una novela<br />

pequeña o como un cuento largo y que tradicionalmente venimos denominando<br />

novela corta.” ya que hay obras que a pesar<br />

de su acercamiento dimensional a la novela, se siguen pareciendo más al cuen-<br />

to, y se aproximan a él por el tono y significado de sus asuntos. Pero la rea-<br />

lidad nos demuestra que nos encontramos ante una expresión con poco éxito, pues<br />

transporta un significado que hace referencia a una realidad compleja: desde<br />

el punto de vista de la forma, del tarnaifo, puede ser arriesgado el que aparez-<br />

ca la palabra “cuento . . .“; y desde el punto de vista del contenido> entraría-


22<br />

nos en el complejíslino mundo temático y en las posteriores y personales apre-<br />

ciaciones sobre cuál debe ser la materia apropiada para el cuento literario, y<br />

si tal o cual ejemplo puede ser considerado cuento> precisamente por sus asun-<br />

tos.<br />

Ante esto, la mayoría opta por no emplear el término “cuento largor<br />

cuando se refieren a un relato con unas dimensiones que sobrepasan <strong>los</strong> límites<br />

habituales. Un ejemplo claro lo tenemos en nos hombres y das mujeres en merlín<br />

de Juan Antonio de Zunzunegui. Cuando lo comenta Juan Antonio Tamayo, en el<br />

estudio que precede al libro de igual titulo, elige la postura aséptica:<br />

“ Seis cuentos ha reunido el autor en la tercera serie de <strong>los</strong><br />

Cuentos y patraflas de ini ría, El primero de el<strong>los</strong>> siguiendo el e—<br />

jemplo de las series anteriores, da título al volumen: flD~hwÉr~.a<br />

y dos mujeres en medio, Nos parece muy justo que sea destacado este<br />

cuento, ya que> indudablemente, es el mejor del tomo> el más extensoy<br />

construido, más profundo y humano.” (42)<br />

Mientras que 1?. Morales, en Cuadernos de T,iteratiira Contemporánea, prefiere<br />

especificar con la denominación más aceptada:<br />

“ De <strong>los</strong> seis cuentos que recoge Zunzunegui en el tomo que estamos<br />

comentando, el primero, al que podríamos calificar de novela corta><br />

es verdaderamente muy bueno, sin decir con esto que <strong>los</strong> otros<br />

cinco no alcancen una talla de indiscutible valor,” y que obedecen más al ingenio del propio escritor<br />

que a un intento de clasificación y acomodación del escrito en cualquier par—<br />

cela de este género literario. Son casos esporádicos y aparecen acompañando al<br />

título, cuando se publican en diarios y revistas. Así> en Dg~ILga encontramos<br />

“La escasez de vivienda


23<br />

Arco” (mayo 1945), o “i~a tentación (cuento cerebral), de Car<strong>los</strong> Martínez—<br />

Barbeito” , o “Colombina. Arlequín. Mml tanto temática como técnica, en las denominaciones que<br />

acompatan a <strong>los</strong> cuentos> a modo de subtítu<strong>los</strong>, Muestran el criterio del autor<br />

o del editor, su ingeniosidad y agudeza> que decide la matización terminológi-<br />

ca; y lejos de fomentar la confusión, dejan bien patente la riqueza de tonos y<br />

claves que encierra esta manifestación narrativa. Transcribimos a continuación<br />

algunas de estas expresiones~ tal y como aparecen en la prensa de la época<br />

(44); de cada caso citaremos un solo título por razones obvias de agilidad<br />

expositiva:<br />

“El hombre que se compró una cama con un ladrón debalo (cuento<br />

humorístico), de A. Montaflana de Bruixola” , de<br />

Jaime de Vinuesa” > de Miguel de Acosta”


24<br />

Zna, 17-diciembre—1944); “El hilo predilecto (cuento de mar>, de Francisco Ca-<br />

sares” (E~±aa 24—marzo-1945); “Un Robirson en las Cibeles (cuento de mitolo-<br />

gía urbana), de Agustín Pombo”


25<br />

Así, un título bajo el que se lea la voz “cuento”> o “novela”, o “historia”, o<br />

“leyenda”> o “. , . “, no ofrecería ninguna duda de que es aquello que ahí dice<br />

ser, Sin embargo, como ya sabemos, la realidad es otra cuando se trata del<br />

cuento, y aquí es donde nos basamos para hacer ver como la confusión por aque-<br />

l<strong>los</strong> af<strong>los</strong> es grande, pues, por ejemplo, una misma obra> según y donde aparezca<br />

reflejada, es considerada como novela o como cuento> géneros distintos en mu-<br />

chos aspectos; lo que nos llevará más tarde a un estudio de la definición y<br />

delimitación del cuento en la inmediata posguerra, como una posible justifica-<br />

ción a semejante enredo> por aquello, que ya comentamos al principio, de una<br />

confusión de términos debida a la dificultad que encierra el género para defi-<br />

nir y determinar su propia esencia.<br />

En primer lugar, hablaremos de las denominaciones que dan cabida a la<br />

voz “novela”, También ahora podemos hacer una división en dos apartados, que<br />

corresponden> en primer lugar, al formado por “novela” y “novela corta”, y, en<br />

segundo lugar, al que recoge todas aquellas apreciaciones, más o menos origi-<br />

nales> como “novelita”, “novela brevísima”, “extracto de novela”> “boceto no-<br />

velesco”, stc~ Las primeras son mucho más generalizadas> en cuanto al uso, que<br />

las segundas, que de una forma concreta y esporádica surgen sin mayor trascen-<br />

dencia.<br />

De todas ellas, la que más nos asombra es la expresión “novela”> utili-<br />

zada para llamar a un cuento> pues pensamos que a estas alturas tendría que<br />

estar bien clara la diferencia entre estas dos formas de contar> aunque tam-<br />

bién sabemos, como nos dice Mariano Baquero Goyanes (45), que ‘la herencia<br />

• histórica entre ambos géneros, el hecho de su indudable parentesco y genealo-<br />

gía -el cuento como primera manifestación literaria de lo que, andando el<br />

tiempo, había de crecer hasta convertirse en novela— ha suscitado ciertas con-<br />

fusiones> no siempre fáciles de evitar”.


26<br />

Si seguimos> como hasta ahora, considerando —entre otros puntos— la ex-<br />

tensión del trabajo matiz esencial y diferenciador de formas narrativas, seria<br />

absurdo pensar que en estas ocasiones se hace alusión a la novela extensa,<br />

cuando son varios <strong>los</strong> ejemp<strong>los</strong> en que se atribuye el término “novela” a obras<br />

que llegan a presentarse en una o dos paginas de revista, como es el caso de<br />

La tentación del hermano Flácido, de José Maria Pemán, que se publica en Dos<br />

mtngn. (16 de mayo de 1948, página 3>; o El actor y <strong>los</strong> anónimos, de Alfredo<br />

Marquerie, que en dos páginas le da divulgación EDtna ; u<br />

Objetos para regalo, de Julio Angulo, que también ocupa dos páginas en Ldina.<br />

(4—abril—1943). Por ello, pensamos que en todas estas ocasiones se está ha-<br />

ciendo alusión a prosas menores> de dimensiones mucho más reducidas que todas<br />

aquellas historias recogidas en gruesos volúmenes, a lo que hasta entonces nos<br />

había acostumbrado el género novela. Sin embargo, no podemos olvidar —y ante<br />

estos ejemp<strong>los</strong>> menos— la evolución del término y, con ella> la confusión que<br />

consigo trajo al ser aclimatado a nuestra lengua~ tal como seflala Mariano Ba—<br />

quero Goyanes<br />

La traslación a nuestra lengua de ese vocablo ‘novela’ -que todavía<br />

para Juan de Valdés, en su Diálogo de la lengua, era un italianismo<br />

no del todo aclimatado en el castellano-, trajo como consecuencia<br />

una cierta confusión en lo relativo a su equivalencia con<br />

el término de’cuento’, ya que con uno y otro se aludía a relatos<br />

breves, diferenciados de las extensas ‘historias fingidas’> como el<br />

y<br />

En Espafla la palabra ‘novela’ acabó por designar la narración extensa,<br />

bien diferenciada precisamente por sus dimensiones, del<br />

‘cuento’ como término utilizado tan sólo para designar un relato<br />

breve. Pero durante <strong>los</strong> sig<strong>los</strong> XVI y XVII no debió de darse tal diferenciación,<br />

y aunque coinenzara a olvidarse la especial connotación<br />

diminutiva que comportaba la palabra ‘novela’, ésta continuaba<br />

utilizándose para designar narraciones breves.”<br />

(Qué es el cuento, páginas 12—13><br />

No obstante, hay más muestras de enredo terminológico, respecto a este


2’?<br />

punto; algunas de ellas bastante curiosas, como ocurre con el libro de José<br />

liaría Sánchez—Silva, La otra música, que bajo el título leemos “ novelas” y,<br />

luego, en el Prólogo que le hace Samuel Ros, constantemente emplea la palabra<br />

“cuento” para referirse a las obras recopiladas en dicho volumen:<br />

“Un día me dijo José María Sánchez—Silva en la Redacción:<br />

— Te voy a enviar unos cuentos para que les pongas un prólogo<br />

¿Por qué estos personajes de <strong>los</strong> cuentos de Sánchez—Silva se han<br />

apoderado de mi atención y preocupación?<br />

Creo que sé bien lo que necesita cada cuento, y en estos de<br />

Sánchez—Silva se ve la mano generosa del dolor y de la soledad y<br />

de la esperanza, para que se aprecie la experiencia,y la reflexión<br />

y el amor que <strong>los</strong> mueve.” en la resefla<br />

que hace en flnmtiign (47>; mientras que en Entoa, sección LIBROS, se específica<br />

un poco más, “un fajo de novelas cortas” y se atiade un comentario interesan-<br />

te:<br />

N FOTOS se congratula de este nuevo éxito de Alfredo Marquerie,<br />

con tanta más razón cuanto que las creaciones de este libro han<br />

visto previamente la luz en su sección de cuentos y novelas cortas.”<br />

(48)<br />

Lo que nos hace detectar, una vez más una aparente y elemental confusión al<br />

considerar “novelas” a <strong>los</strong> trabajos que pueden aparecer en la sección de cuen-


2d<br />

tos, cuando> a lo largo del tiempo> <strong>los</strong> citados géneros se han venido diferen-<br />

ciando cada vez más> entre otros puntos> por la extensión.<br />

Sin embargo, detrás de todo esto, por un lado, bajo un prisma diacróní—<br />

co> podemos vislumbrar el deseo de mantener el olvidado valor diminutivo que<br />

la palabra “novela” tenía en la lengua italiana de sig<strong>los</strong> atrás —entonces,<br />

equivaldría a “novela corta”, con un uso semejente al que le dio Cervantes,<br />

cuando tituló a su colección de escritos Novelas e1emp1ares—~ y por otro lado><br />

bajo un prisma sincrónico, adivinamos cierto intento de conseguir una mayor<br />

dignidad, categoría> en el escrito, pues, como sabemos> el género cuento goza-<br />

ba de menos prestigio ante <strong>los</strong> ojos de algunos críticos y editores. Y, como<br />

decía José Luis Cano, “quien en Espafla y en nuestros días elige voluntariamen-<br />

te un género menor como suele ser estimado el cuento, ya sabe de antemano que<br />

su obra apenas si será reconocida” . Se valoraba lo extenso, lo volumino-<br />

so, como si en <strong>los</strong> límites reducidos no pudieran existir igual o más calidad,<br />

Y ante esta realidad, que comentaremos más tarde> se prefiere el término que<br />

da prestigio; aunque, por supuesto, debemos matizar —adelantándonos a este<br />

posterior comentario-, con palabras de Medardo Fraile considerando que<br />

el tamaifo implica calidad, densidad y verdadera grandeza. Edgar Poe, al elo-<br />

giar <strong>los</strong> cuentos y novelas cortas de Nataniel Hawthorne, insistiría en lo<br />

mismo que criticaba en “El Principio Poético”: “Que la extensión de una obra<br />

poética sea, ‘ceteris paribus’. la medida de su mérito, parece una afirmación<br />

harto absurda apenas la enuciamos; se la debemos, sin embargo> a las revistas<br />

trimestrales. Nada puede haber en el mero ‘taniaflo’, considerado abstractamen-<br />

te, y nada en el mero ‘bulto’, si se refiere a un volumen; eso es> no obstan-<br />

te, lo que provoca la admiración continua de esas publicaciones plúmbeas”<br />


28<br />

Esta primera división de tas denominaciones que emplean la voz “novela”<br />

se completaría con el término “novela corta”, expresión bastante aceptada y,<br />

como vimos antes> preferida a “cuento largo”. Tiene un referente concreto y<br />

hace, normalmente, alusión a ese tipo de escritos que estaría a medio camino<br />

entre el “cuento” y la “novela”. “La novela corta —nos dice Baquero Goyanes<br />

(52)- no es, por consiguiente no debe ser, un ‘cuento dilatado’; es un cuento<br />

largo’ , cosa muy distinta, ya que el primero se refiere a aumento arbitrario<br />

—con personajes secundarios> interferencias propias de la novela extensa—,y el<br />

segundo alude a un asunto para cuyo desarrollo no son necesarias digresiones,<br />

pero sí más palabras, más páginas”.<br />

Así, no nos llama la atención, por ejemplo, cuando la revista Letr.as pu-<br />

blica en cuatro números El séptimo espíritu, novela corta de José María<br />

Pemán, con un total de dieciseis páginas cuando en Ln~fliraa aparece en cinco páginas, Dna<br />

miXeras, novela corta de Julio Angulo (56), porque todas ellas sobresalen del<br />

resto de las creaciones narrativas que suelen tener como extensión una, dos o<br />

tres páginas.<br />

Sin embargo, hay otros muchos ejemp<strong>los</strong> que se prestan a la confusión><br />

porque se presentan con la misma extensión —y, a veces, menos—, que otros es-<br />

critos catalogados como cuentos, Entonces, se puede pensar que la elección de<br />

un término u otro obedece al simple capricho> ya que se ha partido de una<br />

identificación conceptual. Claro está que, a la hora de hacer un cómputo com-<br />

parativo de páginas, siempre se debe tener presente <strong>los</strong> formatos, tipos de le-<br />

tra, ilustraciones, etc. con que llegan al lector estos trabajos, bien por me-<br />

dio de la prensa o recopilados en libros; y en no pocas ocasiones, se ha de


30<br />

recurrir al recuento de palabras utilizadas, para confrontar la suma total de<br />

varios escritos y poder con ello reafirmar o rebatir la denominación que les<br />

acompafla. Pero, esto sólo sería una orientación aproximativa, nunca definiti-<br />

va, pues si lo fuera estaríamos aceptando como única prueba identificadora la<br />

dimensión de la obra. Ya Horacio Quiroga, en su escrito “La crisis del cuento<br />

nacional”, publicado en k&1azi~L el 11 de marzo de 1928 habla específicamen-<br />

te sobre la extensión del cuento; problema que aún no se ha resuelto desde que<br />

Poe proclamó una lectura que se efectuase aproximadamente en un curioso peri o—<br />

do de media hora a dos horas> tal como lo recuerda Gabriela Mora, al referir<br />

algunas de las principales reflexiones de Poe sobre el cuento, formuladas en<br />

una resefla a T~d&tID1LIai&> de Kawthorne, en 1842, y recogidas en las Obras.<br />

omnn3.atna de Poe<br />

“Para Poe, el cuento es la pieza en prosa que mejor permite al autor<br />

mostrar su poder de creador de arte podría provocar una exaltación<br />

del alma’ que no puede sostenerse por mucho tiempo>ya que ‘<strong>los</strong><br />

momentos de alta excitación’ son necesariamente fugaces’ (p. 10?).<br />

Tanto el cuento como el poema poseerían una ‘unidad de efecto o de<br />

impresión’ que se conseguiría mejor con la lectura de ‘una sentada’<br />


31<br />

y escritas por un solo lado” con dos ilustraciones y<br />

1.323 palabras -totales que chocan con la afirmación antes reflejada de Horaio<br />

Quiroga-. Esta realidad conduce a patentes vacilaciones a la hora de emplear<br />

un término u otro, como observamos en La novia del poeta, novela corta de<br />

Nicolás González Ruíz, divulgada por Eot~a (22—marzo-2.941),en dos páginas, con<br />

dos ilustraciones y 1,699 palabras, que, sin embargo, viene anunciada en la<br />

protada de este número de la revista como cuento; o como ocurre en la revista<br />

L2~Lras que en el número 242 , al final> nos presenta un<br />

índice de colaboradores, acompaflados del título de sus colaboraciones> muchas<br />

de ellas consideradas como cuentos, aunque en el momento y número correspon-<br />

diente ponga a veces novela corta.<br />

Pero estas vacilaciones también existen al hacer referencia a <strong>los</strong> traba—


32<br />

jos recogidos en libros. Ya citamos el caso de Dos hombres y dos muieres en<br />

Ita, de Juan Antonio de Zunzunegui, cuando comentábamos el término “cuento<br />

largo”. Ahora podemos afladir algún otro> cono Esas nubes que pasan (1945), de<br />

Camilo José Cela, o Exceso de equipale (1943), de Enrique Jardiel Foncela.<br />

Respecto al primero, son muchos <strong>los</strong> argumentos que podemos aducir para demos-<br />

trar que las doce obras recopiladas bajo ese título son cuentos. En cuanto a<br />

su extensión, oscilan entre el mayor de el<strong>los</strong>, El injsterioso asesinato de la<br />

Rue Blanchard Don Homobono y <strong>los</strong><br />

grtUna (dos páginas - 544 palabras). El editor lo presenta como un “precioso<br />

libro de cuentos aparecido en 1945” en la primera página, y debajo del título> Ez~e.~2da<br />

~.qnipada,podemos leer “Xis viajes a Estados Unidos, Monólogos, Películas,<br />

Cuentos, y cinco ki<strong>los</strong> de cosas más”. Estos “Cuentos” son las novelas cortas<br />

reflejadas en el índice, ya que aquí no aparece para nada la voz “cuento”. En-<br />

tonces, ahora, lo que nos sorprende es el término usado al comienzo del libro,


~33<br />

pues, por ejemplo, el último de <strong>los</strong> catorce relatos> fliez minutos antes de la<br />

nd.Iannnh~, se imprime en diecisiete páginas, con un total de 6,794 palabras,<br />

dimensiones que superan al término medio de obras consideradas cuentos,<br />

Completaremos estas vacilaciones con un ejemplo que no deja de parecer-<br />

nos anecdótico. Se trata de la colección editada por Prensa Popular, durante<br />

aquel<strong>los</strong> altos de la primera mitad de nuestro siglo, Mis melores cuentos; co-<br />

lección que recoge obras seleccionadas por sus propios autores y precedidas de<br />

un prólogo—autógrafo de <strong>los</strong> mismos, El título puede inducir a error, ya que.<br />

sorprendentemente, no se recopilan “cuentos” sino “novelas cortas”, La edito-<br />

rial es la que se encarga de matizar esta cuestión, y a través de sus palabras<br />

propagandísticas, que valoran con cierto aire despectivo el “cuento corto”, no<br />

tan de moda como el género que nos ocupa, advertimos> de nuevo, una solapada<br />

identificación entre “cuento largo” y “novela corta”, Al emplear la denomina-<br />

ción “cuento conciso” y “novela de gran extensión”, se está aceptando, al re—<br />

ferirse a ese género intermedio, un paralelismo conceptual entre “novela cor-<br />

ta”, “cuento” —término usado en el titulo de la serie— y “cuento largo” —tér-<br />

mino omitido> pero que contrasta con “cuento breve, corto, conciso”—:<br />

En la literatura hay un género intermedio entre el cuento frívolo<br />

y conciso> y la novela secular de gran extensión: la llamada “novela<br />

corta”, El éxito de estas breves narraciones, tan hoy en bo—<br />

ga, débese a que ellas compendian, por su concisión todo el interés<br />

del cuento, y por su intensidad todo el complejo carácter de la<br />

tradicional novela, Además, la “novela corta” es el género de la<br />

literatura más en consonancia con la vida moderna> ya que su brevedad<br />

apenas embarga nuestra atención tan hondamente monopolizada.<br />

Al publicar en un tomo las mejores novelas breves de cada autor,<br />

seleccionadas escrupu<strong>los</strong>amente por el<strong>los</strong> mismos, independientemente<br />

del apostolado de divulgación literaria que ello significa, es el<br />

más rendido homenaje que hacemos al lector> dada la imposibilidad<br />

en que se encontraría de seleccionar por sí mismo, las mejores novelas<br />

cortas de cada escritor publicadas en innumerables Revistas,<br />

agotadas en su mayoría . , 2’ dentro de las denominaciones que dan cabida a


34<br />

la voz “novela”, podemos agrupar a un conjunto de variadas y> más o menos,<br />

originales expresiones> que son utilizadas de una forma esporádica y muy con—<br />

creta, sin que en ningún momento se haga extensible y generalizado su uso,<br />

Surgen sin mayor trascendencia> fruto de apreciaciones muy subjetivas por par-<br />

te del autor o del crítico, y, curiosamente, la mayoría de ellas hacen alusión<br />

al tamaflo del escrito, bien a través de superlativos, como sucede con esa se-<br />

rie de relatos que aparecen en una sección fija de £~mi.nga, llamada “La Novela<br />

Brevísima”, dentro de la página “El<strong>los</strong> y nosotras” que organiza Rosa de<br />

Arámburu; o bien> por medio de diminutivos, como Su inigualada elegancia, “no-<br />

velita” de Enrique José Alvarez Esteban, que en dos páginas publica L&n&...y..~aI<br />

(n<br />

9 58, febrero—1949>,<br />

No obstante, nos encontramos con muchas de estas denominaciones en<br />

donde, además de hacer referencia indirectamente a la extensión de la obra que<br />

en cierto modo están catalogando> se sigue y admite el criterio por el que se<br />

considera a la “novela” como una meta a la que tiene que aspirar todo narrador<br />

que se precie, mientras que el “cuento” y demás “prosas menores” resultan me-<br />

ros ejercicios de calentamiento para superar satisfactoriamente la gran prue-<br />

ba, la aventura de escribir una novela> como vemos en el rimbombante nombre<br />

“ensayo de novela sintética” con el que se designa de una forma ostentosa a<br />

Lens.ncia~, cuento —que así se lee en la portada-, de Balbina Amor, publicado en<br />

dos páginas por H~dtnm. (nQ 98, 31-enero-1943); o en otras expresiones menos<br />

llamativas, localizadas en <strong>los</strong> siguientes ejemp<strong>los</strong>: El hombre que no dudó<br />

(“Extracto de novela”) de Juan Pérez—Creus , La isla de <strong>los</strong> mudos A rivedercí (“Boceto novelesco”)<br />

de Federico de Madrid (Ia±raa, n2 17, 1—enero-1939> págs. 113—128)~ o en <strong>los</strong><br />

comentarios efectuados> en la sección “Crítica de libros” de Cuadernos de


35<br />

literatura contemporánea,de Salvador Pérez Valiente —“con cualidades más que<br />

de novela, de esbozo sencillo de un tema” (69>—, por Alonso Zamora Vicente —“si<br />

como se anuncia, la redacción de estos esbozos va de 1928 a 1942” (70>—, o por<br />

Clemencia Laborda —“pero es ahora, en estos bel<strong>los</strong> relatos> que bien podrían<br />

ser esbozos de novela, poemas o ensayos, en donde Florentina del Mar nos ex-<br />

tasía y asalta con su palabra encendida, plena de rumores líricos” —. Así,<br />

palabras como “embrión”> “boceto” o “esbozo”, refuerzan la idea de obra ma—<br />

catada> empezada, vislumbrada; escrito al que hay que añadir algo, matizar><br />

completar, para que la verdadera obra se forme, pues sólo valoran, al utilizar<br />

estas expresiones, a la novela como la auténtica y sólida vía de expresión<br />

narrativa.<br />

Sin embargo, podemos también interpretar el uso de tales expresiones,<br />

como un escape, sin más> ante el embrollo terminológico; como una manera más<br />

entre otras de llamar a un género, que, a fuerza de ser considerado como géne-<br />

ro híbrido, desde sus origenes ha ido borrando las fronteras con las manifes-<br />

taciones literarias más próximas, para terminar en la creación narrativa que<br />

resulta más difícil nombrar> porque, como dice José Hierro, “no tiene nombre<br />

propio”:<br />

Sabiamente regida la marcha del relato, interesa la exposición,<br />

intriga el nudo, sorprende el desenlace El conjunto puede llamar—<br />

se, en su sentido estricto> cuento. No es preciso bautizarlo con el<br />

nombre de prosa, boceto o esas otras mil formas que existen para<br />

designar lo que no tiene nombre propio.” que debido a la<br />

proximidad que le ha conferido la tradición literaria> se mueven en ese terre—


36<br />

no resbaladizo del “cuento sí” o “cuento no”. 1~os referimos, concretamente a<br />

la leyenda y al artículo de costumbres, cuando aparecen estas manifestaciones<br />

como breves relatos en prosa.<br />

Quizá el hecho que nos ha desviado la atención hacia el<strong>los</strong> radique, bá-<br />

sicamente, en la extensión de estas formas literarias —de una a tres páginas—,<br />

y en su presencia en publicaciones periódicas, cuando vienen impresas, dentro<br />

de las revistas, en <strong>los</strong> mismos lugares en que suelen divulgarse cuentos. Desde<br />

un punto de vista formal, no ofrecían diferencias sustanciales, aunque~ des-<br />

pués de una lectura atenta sí las podíamos detectar, en cuanto al tono y a las<br />

características de su contenido, en la mayoría de ellas. Pero, es precisamente<br />

en esa minoría restante en donde surge la confusión a la hora de denominar el<br />

escrito, pues, como sabemos, el simple rótulo de ‘cuento” junto a una narra-<br />

ción corta en prosa no nos orienta en nada sobre su temática; y si sumamos a<br />

esto el hecho de que existen cuentos legendarios> históricos> costumbristas,<br />

etc,, llegaremos a decir, junto a Mariano Baquero Goyanes,—aún a sabiendas que<br />

simplificamos mucho la cuestión> por considerar que no es momento propicio<br />

para su desarrollo—, que “en consecuencia> no parece que sea necesario esfor—<br />

zarse por establecer diferencias entre cuentos, leyendas, tradiciones, etc.<br />

ya que, en definitiva> se trata de un asunto de pura clasificación temática.<br />

Quiero decir que así como existen cuentos humorísticos,trágicos> sociales> <strong>los</strong><br />

hay también legendarios, fantásticos, etcétera.” respecto a la leyenda> nos encontramos relatos en donde expresamen-<br />

te se específica este matiz, como Hl cuervo de la Leonor, “comienzos de leyen-<br />

da”, de Angeles Villarta (D~tnga, n<br />

9 319> 2a—marzo—1943), o LAS siete hilas<br />

d.eAflaIóA, “leyenda”, de Concepción Castellá de Závala como Xoán po’reás. burlador de diab<strong>los</strong>, “leyenda


37<br />

fantástica”,de Anzelo Novo “leyenda medieval”, de Javier Montema—<br />

yor (kI~din~, n9 149> 23—enero—1944>> 0’Patrick de Iralandia, “leyenda del<br />

Pirineo”, de José Vicente Torrente de Aurora Mateos 5—no-<br />

viembre—1944). Relatos que están muy próximos a todos aquel<strong>los</strong> que bajo la<br />

etiqueta de “cuento” contienen unos hechos con notas misteriosas y fantásti-<br />

cas> como El pedregal de las calaveras> de Luis Moure—Mariffo también la observamos<br />

en las siguientes palabras> pertenecientes a la resalta que en EQ±na a lo<br />

antiguo de <strong>los</strong> tenias.Sentimos el vivir palpitante de nuestros antepasados,<br />

sin la rigidez esquemática de la Historia que sólo se con—<br />

creta en <strong>los</strong> hechos salientes> gloriosos o desgraciados, de las<br />

épocas que nos precedieron,<br />

Aquí la narración se aleja de <strong>los</strong> relatos heroicos para adentrar—<br />

se en el vivir de eso que llamamos el “estado llano”, que> pese a<br />

no hacer la grande historia> está diluida y ambientando toda ella.<br />

El cantar heroico de la gesta cede ante la virtud sencilla de<br />

hombres y <strong>temas</strong> que vivieron al lado de <strong>los</strong> renombrados por la tradición<br />

y la historia, y que sólo a través> las más de las veces,<br />

del relato hablado, llegó hasta nosotros’.<br />

Como vemos> el espíritu de leyenda, tan paralelo a la tradición hablada,<br />

se conjuga con la historia, con minúsculas; y el relato, la narración, como un<br />

cuento> se aproxima al vivir cotidiano y plasma la realidad, Entonces nos<br />

encontramos con un producto que es suma y mezcla a la vez de leyenda, cuento


36<br />

literario, historia y costumbrismo, Fusión y paralelismo que también surge en<br />

el relato A bordo del Junco—Insignia “cuentos y leyendas de la China”, de Fe-<br />

derico de Madrid, publicado en Le~±.uraa (n<br />

2 224, junio—1943)> que concluye con<br />

esta frase: “Todo esto ocurrió en el alto 1.214: el alto del Perro, si se cree a<br />

<strong>los</strong> antiguos autores chinos> en el tercer mes, cuando la luna se hallaba en su<br />

último cuarto”.<br />

Pero si resulta difícil deslindar, y en consecuencia nombrar, al cuento<br />

y a la leyenda> mucho más confuso resulta designar a un escrito como cuento o<br />

articulo de costumbres, tal como lo expusimos antes. Su proximidad y parecido<br />

es mayor, sobre todo cuando el artículo desarrolla una acción, con personajes<br />

y diálogos> y cuando el cuento se carga de colorido descriptivo.<br />

En <strong>los</strong> altos de posguerra predomina la nota realista> que hace que el<br />

cuento se meta entre las gentes a narrar unas horas, unos días, unos altos de<br />

sus vidas, con fuertes matices de reportaje costumbrista, por lo que se enma—<br />

rafia más el concepto de esta creación literaria, Y junto a <strong>los</strong> ya conocidos<br />

términos “cuento” y ‘artículo de costumbres”, aparecen por estos altos, también<br />

usadas como sus sinónimos en muchos casos> las denominaciones, “cuadro de<br />

costumbres” y “estampa”. Respecto a la primera> no son frecuentes <strong>los</strong> relatos<br />

que se aconipaflan con ella, como El día de una parisiense, “cuadro de costuni—<br />

bres”, de Juan Pedro de Luna 18-julio—1943>; sin embargo, la<br />

denominación “estampa” aparece algo más y, normalmente complementada con un<br />

adjetivo que inatiza el tema: La vida empieza ahora mismo, “estampa neorromán—<br />

tica”, de Gonzalo Martin Vivaldi (Ezn±n&La, nQ 38, 6—enero—1946), Grtxgna,<br />

“estampa uruguaya”, de Cristobal de Castro (Lentnrna, n9 255, enero—1946>, EQL<br />

qué se quedaron solteras las amigas de la tía Fuenoisla, “estampa antafiona”,<br />

de Daniel Carracedo , Nochebuena del c~nti<br />

as.rn, “estampa rural” de Cristobal de Castro (ABC, nQ 11,802> 24—diciembre—


39<br />

1943); e incluso, con suplementos que complican la terminología, como ocurre<br />

sri Aw~ena, de Raimundo Susaeta (~atna, n<br />

2 622, 1—marzo—1945’),que junto al ró-<br />

tulo “estampa gitana” se añade “novela escrita expresamente para Egtoa” (74).<br />

Si nos detenemos en el término “estampa”, descubriremos de nuevo una<br />

confluencia de géneros que matiza al escrito con notas entre el realismo, la<br />

costumbre y la historia, sin olvidar que, como obra literaria, está dentro del<br />

mundo de la ficción. Por un lado, implicará plasmación, grabación de una rea—<br />

lidad reconocible en el espacio y en el tiempo; mientras que por otro> fruto<br />

de sus connotaciones pictóricas, se cargará de descripción —“pintar con<br />

palabras”— y de detallismo ambiental que enmarca un argumento más o menos<br />

sólido. Así> con esta intención interpretamos las palabras con las que en “Es-<br />

caparate de libros” (E~tDa, n2 362> 5—febrero—1944), se comenta Aventura espa<br />

flnfl, de F. Hernández Castanedo, formada por “breves relatos (ocho estampas)<br />

arteramente escogidos de la Historia”,<br />

Terminaremos este análisis de la confusión en <strong>los</strong> términos y conceptos con<br />

un esquema de <strong>los</strong> vocab<strong>los</strong> que se han empleado en <strong>los</strong> años cuarenta -base del<br />

estudio desarrollado en las anteriores páginas—, para designar a las obras que<br />

pueden estar conceptuadas como cuentos literarios. Excluimos todas aquellas<br />

expresiones que, lejos de fomentar la confusión, matizan con dudosa fortuna<br />

aspectos temáticos y técnicos de <strong>los</strong> escritos a <strong>los</strong> que acompañan. Entre estos<br />

términos difusos y caprichosos se encuentran “apostilla”> “apostilla irónica”,<br />

“apunte”> “postal triste de guerra y amor”, “película a la americana”> “roman-<br />

ce de sangre y de fe”, “episodios”, “monólogo y duelo”, y un largo etcétera,


* en sentido general<br />

* más específica:<br />

‘Id<br />

TERMINOLOGÍA<br />

A) con amplio significado: RELATO<br />

NARRAC ION<br />

E) con referencia al tamaño: RELATO BREVE<br />

RELATO CORTO<br />

NARRACION BREVE<br />

NARRACIO2i CORTA<br />

A) presencia del vocablo “cuento”: CUENTO<br />

CUENTO BREVE<br />

CUENTO CORTO<br />

CUENTO LARGO<br />

OTRAS con o sin inintención<br />

de clasificación)<br />

E> ausencia del vocablo “cuento”<br />

se juega con la voz “novela”: 1) NOVELA<br />

NOVELA CORTA<br />

2) NOVELITA<br />

ESBOZO DE NOVELA<br />

ENERION DE NOVELA<br />

EXTRACTO DE NOVELA<br />

NOVELA EPEVISIMA<br />

ENSAYO DE NOVELA<br />

etc<br />

se alude a otras formas: 1) LEYENDA<br />

LEYENDA FANTASTICA<br />

LEYENDA MEDIEVAL<br />

LEYENDA HISTOEXCA<br />

etc.<br />

2> CUADRO DE COSTUMBRES<br />

ESTAMPA GITANA<br />

ESTAMPA RURAL<br />

ESTAMPA URUGUAYA<br />

etc,


al<br />

NOTAS<br />

(1> Mariano Saquero Goyanes, El cuento español en el siglo XIX> Madrid,<br />

C.SI,C., 1949, págs. 73-74.<br />

(2) Mariano Baquero Goyanes, obr. cit. pág. 59.<br />

(3> Enrique Anderson Imbert, Teoría y técnica del cuento, Buenos Aires><br />

Ediciones Marymar, 1979, página 1’?,<br />

Ema Brandenberger, Estudios sobre el cuento español contemporáneo<br />

Madrid> Editora Nacional, 1973, Páginas 20—21.<br />

Como complemento a esta cita, podemos afladir que con el término que<br />

más se identifica la expresión española “cuento literario” es con el<br />

inglés “short story”.<br />

(5) Ema Brandenberger, obr. cit. , página 22,<br />

enero—abril 194?, págs. 27—40<br />

(11) Mariano Saquero Goyanes, Revista de la <strong>Universidad</strong> de Oviedo, ya citada><br />

página 29.<br />

(12) Mariano Saquero Goyanes, Revista de la <strong>Universidad</strong> de Oviedo, ya citada,<br />

páginas 37-38 y 40.<br />

(13) Alfred G, Engstrom, “The Formal Short Story in France and ite Development<br />

Before 1850” Studies in Philology, XLII, 3, july, 1945, pp~ 627—639.<br />

“La prosa narrativa desde 1936” en .1. IU Díez<br />

Borque, ed., Historia de la literatura espaflola, IV, Madrid> Taurus, 1980<br />

página 306, nota 51.<br />

(20) Gabriela Mora, En torno al cuento~ De la teoría general y de su<br />

práctica en Hispanoamérica, Madrid, Ediciones José Porrúa Turanzas, SA.<br />

1986, página 12.<br />

Son muchos <strong>los</strong> estudiosos del género que ven el nacimiento de la<br />

narración breve en Norteamérica, y precisamente, en estos autores<br />

citados. Como nos relata Lesley Frost en un estudio recogido en Ia~u1.~<br />

1946), “Panorama de la novela corta en Norteamérica”, en donde<br />

matiza que “la novela corta fue descubierta por Poe> no inventada”, y que


42<br />

Irving “fue el primer escritor prominente que desgajó del cuento en<br />

prosa <strong>los</strong> elementos didácticos y morales, haciendo de su forma literaria<br />

algo únicamente destinado al entretenimiento”> y que Hawthorne “la llenó<br />

Mariano Baquero Goyanes> Qué es el cuento, Buenos Aires, Editorial<br />

Columba, 1967, p 59.<br />

(23> Evaristo Correa Calderón, “El cuadro de costumbres”, en Historia y crí ti<br />

ca de la Literatura Espaflola. Romanticismo y Realismo, Tomo ‘1, coord. Francisco<br />

Rico> Barcelona, E. Crítica, 1982, páginas 350—351 y 354.<br />

(24) Alfredo Marquerie, Novelas para leer en ‘ir viale, Madrid, 1942, p.9.<br />

(25) Enrique Jardiel Poncela, 13 historÍas contadas por un mudo, Madrid, 1943<br />

“Novelas y Cuentos”, Prólogo de José Simón Valdivielso~<br />

Respecto a <strong>los</strong> libros de cuentos, no sólo aparece esta terminología<br />

utilizada en <strong>los</strong> prólogos, sino que también se nos ofrece como subtítu<strong>los</strong>,<br />

en donde> a veces, queremos detectar cierto intento de clasificación<br />

no exenta de originalidad> cono La linterna mágica, “Narraciones”, por<br />

Mariano Jesús Tudela


43<br />

(34) Mariano Baquero Goyanes, “Sobre la novela y sus límites”> en Arbaz, Tomo<br />

XIII, junio 1949,, nQ 42, página 274,<br />

(35)<br />

(36)<br />

(3?)<br />

Eutoa, alto y, n2 223, 7—junio—1941.<br />

Lect¿rfla, año XXVII, n<br />

2 278, diciembre—1947,<br />

Le~bn&~.> alío XXVIII, n2 283, mayo—1948, p.<br />

p. 17—18<br />

46—47.<br />

(38) La Estafeta Literaria> “Cuentos> muchos cuentos”, nQ 22, 28—febrero—1945<br />

página 9.<br />

En la revista LIaddn&, lo normal es que el cuento tenga una extensión de<br />

dos páginas -<strong>los</strong> hay también de una, aunque no de tres—, pero nunca<br />

aparece la denominación “cuento corto” o “cuento breve”, Ya en las bases<br />

de la convocatoria que hizo el 29 de octubre de 1944, nos habla de la<br />

extensión de esos cuentos: “Los originales> a máquina, desde luego.<br />

Máximo de doce cuartillas a doble espacio y escritas por un solo lado.”<br />

Pablo Cabañas, “Dos obras de Concha Espina’, en Cuadernos de Literatura<br />

~ontmnpmÁnea> nQ 5-6> 1942, página 327.<br />

(40) La Novela del Sábado, n2 7, 27—marzo—1939.<br />

(41) Angel Basanta, Literatura de postguerra~ La narrativa, Madrid, Editorial<br />

Cincel, 1984 es<br />

bastante considerable. Concretamente,<br />

página 57 a la página 105.<br />

en esta edición abarca desde la<br />

R. Morales, “Dos hombres y dos mujeres en medio”, en Cuadernos de<br />

Literatura Contemporánea> n2 13—14, 1944, página 112.<br />

Ya vimos en la nota 23 como junto a <strong>los</strong> títu<strong>los</strong> de <strong>los</strong> libros se utilizaba<br />

una terminología de amplio significado -“relatos”> “narraciones”—.<br />

Lo normal es que se halle tajo el título la palabra “cuento”, aunque en<br />

otras ocasiones se matiza este término, como en “Gente rie letras, cuentos<br />

de mala uva”, de Adolfo Lizón (1944), o “roses de Xilirnbra, cuentos<br />

asturianos”, de José María Malgor (1949>.<br />


nQ 147 (octubre—1949).<br />

(56) Julio Angulo, fl~a~nute.r~,<br />

14—15 y 55—56—57.<br />

L2~±Jn~a, n<br />

2 299, septiembre de 1949, páginas<br />


45<br />

Clemencia Laborda comenta Soplo que va y no vuelve, por Florentina del<br />

Mar (1944), en el número 15 de Cuadernos de Literatura Contemporánea<br />

1944, página 301.<br />

(72) José Hierro, “El cuento, como género literario”,<br />

americanos> n<br />

2 61, Enero—1955, página 63.<br />

Después de unas observaciones generales sobre el<br />

en Cuadernos Hispano-ET1<br />

cuento> se centra en<br />

la obra de Jorge Campos El bombre y todo lo demás> editada por Edit.<br />

Castalia en su colección “Prosistas contemporáneos”> dirigida por<br />

(73)<br />

Antonio Rodríguez—Moñino,<br />

Mariano Baquero Goyanes,<br />

Valencia,<br />

Qué es<br />

1953,<br />

el cuento, Obr. cit. , página 36.<br />

Este autor repite en el citado libro muchas de las ideas que ya comenté<br />

en su estudio El cuento español en el siglo XIX etc<br />

El cuento legendario se confunde muchas veces con el histórico y<br />

el fantástico” al artículo de costumbres.” (página 102><br />

(74) Aquí esta “novela” se divulga en dos páginas; lo que no deja de llamarnos<br />

la atención, si pensamos en las dimensiones ya comentadas.


46<br />

DEFINICIÓN Y LIMITES<br />

Como hemos visto, no hay unanimidad a la hora de denominar a este género<br />

literario, o por lo menos, no hay un término que sea lo suficientemente<br />

preciso para nombrarlo. El que usamos con más frecuencia, el de “cuento<br />

literario”, muchas veces es empleado con matices conceptuales tan amplios que<br />

hasta hace referencia a otros géneros próximos a él; y, otras veces, <strong>los</strong><br />

términos con que aludimos a esos géneros próximos nos sirven también para<br />

llamar a esas manifestaciones narrativas que constituyen <strong>los</strong> verdaderos<br />

cuentos.<br />

Sabemos que este género brota con fuerza en el siglo XIX, aunque el<br />

término “cuento” no es fruto de esa época y soporta en sus espaldas una larga<br />

existencia, que de tanto rodar ha ido atrapando hacia sí diversos matices que<br />

hoy día le confieren ese amplio concepto con el que designamos a uno de <strong>los</strong><br />

géneros narrativos más diverso, complejo, difuso e híbrido, que podemos<br />

encontrar. La importante y definitiva diferenciación entre el cuento<br />

tradicional y el cuento literario, que aportó el pasado siglo, “sólo” fue una<br />

aclaración de posturas ante unas diversas formas de contar y ante una temática<br />

distinta, enfocada desde otros puntos de vista; sin embargo, quedaba ese<br />

tronco común que consistía> precisamente, en el “arte de contar”. Por ello, en<br />

el nuevo género se funden la experiencia de la larga tradición y la inquietud<br />

que todo lo nuevo, lo joven, lo reciente, conlíeva, El cuento literario> fruto<br />

de unos años intensos y próximos, surge con tal brío y su cultivo es tan<br />

frecuente que se olvida de marcar sus propias metas. La escasa perspectiva y<br />

la ausencia, muchas veces> de una intención clarificadora permiten que este<br />

género se ecuentre aún con muchos cabos por atar y arrastre consigo una confu—


sa maraña terminológica—conceptual.<br />

4V<br />

Como ya comentamos, esta confusión y falta de precisión en <strong>los</strong> términos<br />

empleados se encontraba bastante extendida en <strong>los</strong> años cuarenta, Si comproba-<br />

mos que en la actualidad aún se mantiene ese fuerte valor polisémico del<br />

término -lo que nos indica que se ha adelantado bastante poco, por no decir<br />

nada, al respecto—, no está falta de sentido la idea de que son pocos <strong>los</strong><br />

intentos para aclarar posturas y que no abundan <strong>los</strong> estudios que, desde un en—<br />

foque formal o temático diacrónico o sincrónico> permitan situar a este géne-<br />

ro en el lugar que le corresponde como género pleno y autónomo, aunque resul-<br />

te, no sin razón, bastante incómodo para <strong>los</strong> preceptistas, precisamente por su<br />

condición nada específica. Así> no es de extrañar que en la mayoría de <strong>los</strong><br />

tratados sobre literatura, el cuento apenas acapare la atención de <strong>los</strong><br />

estudiosos> y hasta podemos encontrarnos con el caso extremo y> afortunadamen-<br />

te, poco secundado de Wolfrang Kayser, que no considera a este tipo de narra-<br />

ciones como género literario pleno> cuando afirma, casi de pasada, en su Inz.<br />

terpretación y análisis de la obra literaria página 489> que el cuento<br />

“dista de constituir un género en sí como la novela”,<br />

Si eliminamos <strong>los</strong> enfoques más vanguardistas dirigidos desde la<br />

narratología, incluida como parte de la semiótica, para <strong>los</strong> estudios de la<br />

narración y del acto de narrar, en donde se manejan teorías del lenguaje y<br />

factores contextuales, no tenemos que remontarnos tampoco muchos años atrás<br />

para verificar que el material teórico con respecto al cuento literario no es<br />

muy abundante, Excepto algunos estudios de Cleanth Brooks y Robert Penn<br />

Varren, Horacio Quiroga> Mariano Baquero Goyanes, etc,


46<br />

Edelweis Serra, Enrique Anderson Imbert, Ema Brandenberger, Medardo Fraile,<br />

Juan Bosch> Eduardo Tijeras, etc. (2), sino en otra lengua, como Brander<br />

Matthews, Mark Schorer, Norman Friedman, L. Michael OToole, lan Reíd, Mary<br />

Louise Pratt, Irving Howe, Klaus Doderer, Josef Muller, Karl Moritz, etc. o bien centrándose en <strong>los</strong> rasgos más caracterizadores<br />

del género y en concretas manifestaciones de autores de determinados paises.<br />

A la vista de todo esto, podemos llegar a varias conclusiones: primero,<br />

que el interés por el estudio del género es bastante reciente y que, dada su<br />

actual consideración y práctica, puede aumentar a tenor de las muchas miradas<br />

que se vuelven hacia él con fuerte intención revitalizadora; y segundo, que,<br />

si quitamos las coincidencias en <strong>los</strong> conceptos más básicos y esenciales de<br />

<strong>los</strong> rasgos definitorios del cuento, nos enfrentamos ante estudios y análisis<br />

más o menos valiosos> que adolecen de terminología imprecisa y, a veces> de<br />

explicaciones ambiguas que pueden aplicarse en ocasiones a manifestaciones no<br />

exclusivas del género> lo que nos demuestra que, lejos de existir una unidad<br />

de criterios, <strong>los</strong> enfoques son tan dispares como diverso y inultitorme se nos<br />

presenta el cuento (4),<br />

Uno de <strong>los</strong> autores antes citados> Enrique Anderson Imbert, en su ~<br />

y técnica del cuento, entre interesantes reflexiones, dedica unas letras<br />

desgraciadanien—<br />

te, sin expresar su autoría> “para no distraer al lector con la imagen de un<br />

autor particular”> y, aunque nos aclara que la primera es de Edgar Alían Poe y<br />

nosotros sabemos por Gabriela Mora (5) que “termina por enunciar una propia en<br />

términos tentativos”, no resulta nada fácil averiguar las diversas fuentes de<br />

donde las extrae. Veámoslas —en esta ocasión las vamos a enumerar con el fin


4Sf<br />

de facilitar futuras alusiones a esta cita—:<br />

1. “El cuento se caracteriza por la unidad de impresión que produce<br />

en el lector; puede ser leído en una sola sentada; cada palabra<br />

contribuye al afecto que el narrador previamente se ha propuesto;<br />

este efecto debe prepararse ya desde la primera frase y graduarse<br />

hasta el final; cuando llega a su punto culminante, el cuento debe<br />

terminar; sólo deben aparecer personajes que sean esenciales para<br />

provocar el efecto deseado”.<br />

2. “Cuento es una idea presentada de tal manera por la acción e<br />

interacción de personajes que produce en el lector una respuesta<br />

emocional”.<br />

3. “Cuento es una narración de acontecimientos (psíquicos y físicos)<br />

interrelacionados en un conflicto y su resolución; conflicto y<br />

resolución que nos hacen meditar en un implícito mensaje sobre el<br />

modo de ser del hombre”.<br />

4, ‘Un cuento capta nuestro interés con una breve serie de eventos<br />

que tiene un principio, un medio y un fin: <strong>los</strong> ventas> aunque <strong>los</strong><br />

reconozcamos como manifestaciones de una común experiencia de la<br />

vida> son siempre imaginarios porque es la imaginación la que nos<br />

crea la ilusión de la realidad”.<br />

5. “Un cuento, mediante una secuencia de hechos relativos a la<br />

actividad de gente ordinaria que realiza cosas extraordinariaso de<br />

gente extraordinaria que realiza cosas ordinarias, invocay mantiene<br />

una ilusión de vida”.<br />

6. “Un cuento es la breve y bien construida presentación de un<br />

incidente central y fresco en la vida de dos o tres personajes<br />

nítidamente perfilados: la acción> al llegar a su punto culminante,<br />

enriquece nuestro conociemiento de la condición humana”<br />

7, “Un cuento trata de un personaje único, un único acontecimiento,<br />

una única emoción o de una serie de emociones provocadas por<br />

una situación única”.<br />

8. “El punto de partida de un cuento es un personaje interesante,<br />

claramente visto por el narrador> más una de estas dos situaciones<br />

: a) el personaje quiere algo o a<br />

alguien y según parece no lo puede conseguir; b> algo o alguien.<br />

rechazado por el personaje, según parece va a sobreponerse al personaj<br />

e”.<br />

9. “Breve composición en prosa en la que un narrador vuelca<br />

sucesos imaginarios ocurridos a personajes imaginarios al pasar por la mente del narrador se han desrealizado)”.<br />

lO,”El cuento es una ficción en prosa, breve pero con un desarro—<br />

lío tan formal que, desde el principio, consiste en satisfacer de


5(i~<br />

alguna manera un urgente sentido de finalidad”.<br />

11. “El cuento vendría a ser una narración breve en prosa que.<br />

por mucho que se apoye en un suceder real,revela siemprela imaginación<br />

de un narrador individual. La acción —cuyos agentes son<br />

hombres, animales humanizados o cosas animadas— consta de una serie<br />

de acontecimientos entretejidos en una trama donde las tensiones y<br />

distensiones, graduadas para mantener en suspenso el ánimo del<br />

lector, terminan por resolverse en un desenlace estéticamente satisfactorio”.<br />

Aunque la cita sea extensa merecía la pena reflejarla en su totalidad,<br />

pues de esta forma parece claro que tenemos ante nosotros a un género que se<br />

puede abordar desde muchos puntos de vista. Todas las definiciones anteriores<br />

las consideramos válidas y extensibles a casi la totalidad de <strong>los</strong> cuentos<br />

literarios publicados> y sin embargo ninguna de ellas la conceptuamos lo<br />

.~uficientemente aceptable para abarcar la variedad rica y casi ilimitada de<br />

este tipo de relatos. No obstante, este “mosaico de definiciones” viene a<br />

captar las más frecuentes descripciones del género. Unas están enfocadas desde<br />

el elemento “trama”> como las seftaladas con el número 3, 4 y 10. Otras nos<br />

hablan de trama y personajes, como las indicadas con el número 1, 5, 8, y 9.<br />

Y el resto resaltan la importancia de <strong>los</strong> personajes y sus acciones. Tan sólo<br />

hay tres que introducen un elemento> que si bien no entra a formar parte del<br />

intrincado mundo inmerso en el texto, si es importante y esencial en todo<br />

proceso de comunicación: el receptor> materializado en esta ocasión en el<br />

lector. Las definiciones enumeradas con el 1, el 2 y el 11> van más allá del<br />

propio escrito y valoran el posible impacto —por otro lado básico para<br />

defender el matiz de unidad— que produce el cuento en el lector. Estas tres<br />

últimas podrían ser cumplimentadas conceptualmente —por aquello de emisor—<br />

receptor— por la 9 y la 11, que nos recuerdan a otro elemento esencial que<br />

también puede ser extratextual: el narrador


51<br />

las once definiciones recapituladas por Enrique Anderson Imbert se puede<br />

desprender uno de <strong>los</strong> rasgos más caracterizadores del género, en el que todos<br />

coinciden unánimemente: su brevedad. Se le determina como “breve serie de<br />

eventos” (definición n<br />

2 4), “breve y bien construida presentación de un<br />

incidente central y fresco en la vida de dos o tres personajes bien<br />

perfilados” ( definición n9 6)> “breve composición en prosa>’ (definición n2<br />

9), “una ficción en prosa, breve . . .“ (definición n9 10>, “narración breve en<br />

prosa” (definición n2 11), • . . Característica esta de la brevedad que<br />

encontramos en su base formal, sobre la que podemos localizar unas ramificadas<br />

y diversas construcciones con un esquemático soporte distribuido en “un<br />

principio, un medio y un fin”, y adornado con esa variopinta gama temática,<br />

que enriquece y aumenta el reconocido y, a veces> intuido muestrario del que<br />

hace gala el cuento literario.<br />

Pero si de aspectos básicos hablamos, no podemos olvidar que la<br />

brevedad, tal y como nos la presentan estas definiciones, debe ir consolidada<br />

por una unidad que, por encima de su estructura, impresione al lector cono<br />

efecto deseado y proyectado previamente por el narrador; lo cual nos hace<br />

pensar en la importancia del veredicto que, en última instancia, depende del<br />

lector, elemento no incluido en la misma esencia del escrito, No basta con la<br />

intención de unidad que el narrador quiera planificar en <strong>los</strong> breves limites<br />

del cuento> sino que esa unidad real sea captada por el ánimo del lector;<br />

asunto que no siempre resulta satisfactorio y la mayoría de las veces concluye<br />

planteando la aparente contradicción que encierra la difícil sencillez de la<br />

brevedad.<br />

Esta dificultad> descubierta en casi todas las ocasiones en las que se<br />

intenta bucear en el universo del cuento, vendría a significar una de las<br />

causas fundamentales por las que el género -como ya se ha dicho- no ha sido lo


52<br />

suficientemente estudiado, Y resulta curioso comprobar que en nuestra más<br />

reciente actualidad, cuando se supone que el interés por el relato breve va en<br />

aumento, se sigue haciendo hincapié en la dificultad y en la complejidad que<br />

surge no sólo a la hora de su estudio y de su crítica, sino también en el<br />

momento de perseguir y conseguir buenos ejemplares, Así, en un reciente arti-<br />

culo de Juan José Millás leemos:<br />

“Además, el cuento —que en definitiva es una narración— se pasea<br />

desde la antigúsdad por todos <strong>los</strong> géneros, incluido el de la oratoria,<br />

de manera que no es fácil atraparlo dentro de unos límites<br />

previos y someterlo a una inmovilidad que permita describirlo en<br />

lo que serían sus rasgos específicos. Quizá también porque tales<br />

rasgos no existen o porque poseen una capacidad de mutación de la<br />

que carecen otros géneros,<br />

En definitiva, <strong>los</strong> rasgos específicos atribuibles al cuento son<br />

<strong>los</strong> mismos que se pueden atribuir a la literatura en general. Y<br />

sin embargo, todo narrador sabe que para enfrentarse a la escritura<br />

de un cuento se requieren posiciones y armas muy diferentes a las<br />

que exige la redacción de una novela.” junto a la constante presencia —más o menos afortuna-<br />

da- de la narración breve en nuestro panorama literario contemporáneo> se han<br />

ido sucediendo tímidas manifestaciones de interés por parte de escritores y<br />

estudiosos, aunque lo más frecuente —como ya se ha dicho— es que no se le haya<br />

prestado la debida atención. La crítica ha preferido hasta hace poco tiempo no<br />

profundizar en la materia, ya que se unía a la gran narafla la ausencia de<br />

perspectiva, que favorecía en muchas ocasiones el no tomar conciencia sobre la<br />

validez de cualquiera de las cuestiones concernientes a la misma esencia del<br />

género.


53<br />

Esa falta de atención, en general, por parte de la crítica, ya en 1941<br />

la resalta Samuel Ros, uno de <strong>los</strong> mejores cuentistas de nuestro siglo, en las<br />

páginas con que prologa el libro de cuentos de José María Sánchez Silva L&<br />

oitramúZc&, a la vez que desea —con ciertos tintes de utopía— un futuro en<br />

donde no sólo se valore más la creación literaria, sino que la valore quien<br />

realmente esté preparado para ello:<br />

“Es triste que la crítica en España, que tan bien cumple con <strong>los</strong><br />

muertos, se olvide tanto de <strong>los</strong> vivos, Quizás la crítica autorizada<br />

y admirable no pertenece & este tiempo que sabe de jerarquías y del<br />

valor de cada disciplina. La creación literaria merece que la<br />

presten atención quienes pueden entender de sus méritos y de sus<br />

provechos Ordenar esta creación para que cada obra y cada autor<br />

encuentre el crítico que le corresponde y para que el lector tenga<br />

responsabilidad de sus preferencias> es cosa que deseo a <strong>los</strong> escritores<br />

más jóvenes que yo —Sánchez Silva> por ejemplo— y que deseo<br />

por amor a mi país.” (Páginas 13—14)<br />

Palabras llenas de esperanza pero que no en todos <strong>los</strong> casos llegan a<br />

rematar su propósito, máxime en estos años de nuestra posguerra, todavía de<br />

confusión, en <strong>los</strong> que se intenta unas veces clarificar posicioness y otras<br />

puntualizar matices, y en donde vamos a encontrar posturas diversas e incluso<br />

contradictorias en apariencia. Sin embargo, no se trata aquí de mostrar la<br />

disparidad de opiniones> sino de unir criterios semejantes en busca de una<br />

definición global que el momento nos ofrece en relación con el cuento.<br />

Hay que partir de una situación panorámica que se nos ofrece no tan<br />

desalentadora como en un principio puederesultar, pues a pesar del recelo<br />

existente a la hora de valorar este tipo de narraciones hay rnanifestationes de<br />

la época tan confortantes como la de F. G. Sánchez—Marín, recogida en La.<br />

Estafeta Literaria> a través de la cual se reclama una necesaria presencia del<br />

cuento en cualquier literatura que precise sentirse viva y pueda asombrar al<br />

lector por sus cualidades estéticas:


54<br />

Por mucho que la civilización y el snobismo vayan esterilizando<br />

la capacidad humana de asombro —esa capacidad de la que nació la<br />

propia cultura—, aun latirá en el alma de <strong>los</strong> hombres alguna zona<br />

de doncellez para ese mundo fantástico y elemental del cuento (.<br />

Cuando el cuento falte en una literatura, tal literatura habrá dejado<br />

de tener vigencia estética, momificada en enciclopedia o biblioteca<br />

de manuales técnicos.” (8)<br />

De todo esto no queremos que se desprenda unas conclusiones erróneas y<br />

se establezca la falsa impresión de que el cuento por aquel entonces no era<br />

admitido. Otra realidad diferente es que no se le prestara la suficiente<br />

atención en cuanto a estudios críticos se refiere. Se admitía y se reconocía<br />

su existencia, por supuesto. Después del éxito del relato breve en un pasado<br />

demasiado próximo no podía suceder otra cosa. Pero hay que dejar también claro<br />

que junto a ese reconocimiento, tanto en la conciencia de <strong>los</strong> escritores como<br />

en la de <strong>los</strong> críticos de la época> aflora una coincidencia bastante generali-<br />

zada en el momento de calificar y sopesar el grado de complejidad que entraña<br />

el cuento. Por ello, desde un principio, debemos desechar la idea de que nos<br />

encontramos ante un género de fácil ejecución, y añadir —como hemos apuntado<br />

antes- a <strong>los</strong> ya señalados rasgos de la brevedad y de la unidad de contenido y<br />

forma, el de la dificultad.<br />

Aunque ya habíamos llegado a la conclusión, después de reflejar las de-<br />

finiciones recogidas por Anderson Imbert, de que el cuento literario era com-<br />

plejo en sí por las muchas posibilidades que nos ofrece y por <strong>los</strong> muchos<br />

puntos de vista —acción, estructura, extensión> temática, personajes, . . —<br />

desde <strong>los</strong> que podemos especialmente abordarlo; son varias las ocasiones, du-<br />

rante <strong>los</strong> años cuarenta, en donde se expresa de una forma patente y rotunda<br />

esta idea de dificultad. Vamos a reproducir algunas de estas declaraciones<br />

junto al nombre de su creador para demostrar como personas muy próximas al<br />

mundo de las letras> en la faceta de autor o de estudioso, confirman por dife-


entes motivos la complejidad de este género narrativo:<br />

56<br />

?tlar...Senprijn¿ “Veo por <strong>los</strong> que llegan a mis manos que el cuento corto es un<br />

género dificilísimo de lograr” (9)<br />

José Luis Cano: “Yo lo creo un género extraordinariamente difícil. Me parece<br />

tan difícil como el verso libre en poesía, en apariencia como el cuento, tal<br />

fácil” (10)<br />

JosÉ Francés: “Género difícil, de síntesis y de emoción, de concretos resortes<br />

para el interés rápido> para la promesa bien dosificada, (. , . ) ;Qué amplia,<br />

qué polifacética diversidad de motivos ofrece este arte, sutil y hondo, de<br />

contar lo que <strong>los</strong> ojos ven, la memoria recuerda y el entendimiento suefla!”<br />

enceslaoFernández Plórez: “Ji Buxó de Abaigar ofrece en sus Cu~n±~.d~<br />

Ba1n~r.La una excelente muestra de género tan difícil” (12)<br />

Fi Sáinz de Robles: “Recoge este volumen ‘2 . ) casi todos <strong>los</strong> matices del di-<br />

fícil género narrativo” <br />

Etc, etc.


55<br />

De nuevo —si nos detenemos en las palabras recogidas en la resefla de<br />

Pablo Cabañas— aparece la básica y reconocida brevedad formal del cuento.<br />

Pero, además, se inatiza una idea que no debemos pasar por alto> aunque sólo la<br />

mencionemos ahora de pasada: la dificultad unida a la calidad. Lo realmente<br />

difícil es escribir un buen cuento. Idea que también encontramos en las<br />

manifestaciones de Medardo Fraile ofrecidas en Informaciones en 1955:<br />

El cuento de verdad bueno no se rellena con sucesos. Tiene para<br />

cualquier lector una atracción irresistible y aguanta lecturas y<br />

lecturas sin apenas ajarse. El buen cuento, como el mundo, como las<br />

altas empresas surgen de la nada. Por eso es difícil y no todo el<br />

mundo lo puede hacer, y tiene por eso una larga historia en sus<br />

cuartillas.” (15)<br />

o en las que Juan Antonio Cremades, director de I&tr~.a, hizo en<br />

Literaria, unos años antes —en 1945—:<br />

Cuando <strong>los</strong> recibe uno y se percata del número de <strong>los</strong> que ha recibido,<br />

piensa que no puede ser cierto, como afirman algunos, que el<br />

cuento sea el género literario más difícil; pero cuando <strong>los</strong> lee<br />

piensa que> en verdad, si debe de ser el cuento el género literario<br />

que presenta mayores dificultades. De lo contrario> no seria tan<br />

enorme el porcentaje de cuentos ma<strong>los</strong> que llegan. Puede decirse que<br />

es el género de colaboración más abundante y el que menos se puede<br />

aprovechar.” (16)<br />

Tenemos que pensar en una preselección antes de la publicación —asunto<br />

que más tarde comentaremos—, si atendemos a las manifestaciones de Fernando de<br />

Soto, por entonces director de Lu~u..SmI. a que> según él, “lo publicado<br />

nunca puede ser sino una mínima parte de lo recibido”; y a las de José Sanz y<br />

Díaz, que nos recuerda como “<strong>los</strong> encargados de seleccionar el original para<br />

nuestras revistas —Lecflaraa y El Hogar y la Moda- se fatigan leyendo todos <strong>los</strong><br />

cuentos que llegan a nuestra Redacción” (17). Todo ello supone una copiosa<br />

abundancia de ejemplares, aunque la calidad literaria en el<strong>los</strong> dejará bastante


5?<br />

que desear; lo que nos lleva otra vez a resaltar la dificultad intrínseca del<br />

género, que camina junto a ese no preciso conocimiento del cuento literario,<br />

debido al descuido en que lo han tenido sumido <strong>los</strong> estudios teóricos, que<br />

potencia, por otro lado, la confusión.<br />

Esta confusión> que ya vimos ampliamente cómo se traducía en diversidad<br />

de vocab<strong>los</strong> y en ausencia de precisión en <strong>los</strong> términos con <strong>los</strong> que se denomina<br />

esta prosa de creación, también propiciaba en la posguerra una urgente necesi-<br />

dad de matizar las cualidades del género> en busca de una definición y una<br />

delimitación que desvelara, dentro de lo posible, cada vez más el conjunto de<br />

claves que encierra el verdadero secreto de esta manifestación narrativa. Pero<br />

la realidad nos demuestra que las voces de tal urgencia no clamaban lo sufi-<br />

cientemente alto como para despertar la inquietud en el ánimo de <strong>los</strong> que<br />

seguían más de cerca su evolución, aunque si es verdad que lo intentan con más<br />

o menos fortuna, Así, resulta curiosa, y bastante significativa, la aparición<br />

al final de la década de una investigación sobre el cuento decimonónico —El.<br />

Cuento Espaflol en el Siglo XIX, de Mariano Baquero Goyanes—, que viene a<br />

representar ese esperado estudio para dignificar y colocar en su justo lugar<br />

al cuento literario, en un momento en el que todas las miradas se posan sobre<br />

la novela> considerada como la narración por excelencia.<br />

Un género que ha adquirido personalidad e independencia, que ha<br />

sido y sigue siendo cultivado por narradores de la máxima calidad><br />

no puede continuar olvidado cono cosa ínfima, segregación de la novela<br />

o esbozo de esta> sin importancia ni valor artístico. Muchas<br />

cosas se han dicho y escrito sobre el drama, la tragedia> la poesía<br />

lírica o épica, y, especialmente en nuestros días, sobre la novela,<br />

género el más discutido> el que itAs ensayos y estudios sugiere y<br />

provoca. Y junto a esto, el cuento permanece olvidado, como si su<br />

estudio no entrañara una problemática literaria tan interesante o<br />

más que la de esos restantes géneros, con alguno de <strong>los</strong> cuales podrá<br />

guardar parentesco —es el caso de la novela, con la que está<br />

relacionado más cronológica que temáticametitet pero de <strong>los</strong> que se<br />

diferencia sin duda alguna.<br />

A nadie se le ocurriría repetir el grosero error de bulto que


se<br />

llevó a muchos preceptistas a no prestar atención al cuento literario<br />

por sus escasas dimensiones, como si en ellas no cupiese tanta<br />

o más belleza que en las de una novela extensa.” (18)<br />

Pero si hoy día se siguen cuestionando muchas de estas claves que nos<br />

descubrirían el misterio del cuento, es de suponer que en <strong>los</strong> años cuarenta<br />

encontremos bastantes lagunas por completar, máxime cuando se tiene la clara<br />

conciencia de que —como nos dice Francisco Melgar> director de ~nInga (19)—<br />

“la mayor parte de <strong>los</strong> cuentos que se escriben no son tales cuentos”.<br />

Muchas veces el error estaba en la propia denominación pues se colocaba<br />

la etiqueta de “cuento” a ejemplares que no lo son del todo> ya que se desco-<br />

nocia -y se sigue desconociendo- el concreto alcance que ofrecía el propio<br />

concepto. Se escribían cuentos y> acaso, la misma sensibilidad de escritor del<br />

género impedía la labor de formular con la suficiente objetividad qué era eso<br />

del “cuento”; aunque sí se atrevían a definir sus propios escritos y a<br />

contentar <strong>los</strong> elementos con que elaboraban sus trabajos o se confeccionaban <strong>los</strong><br />

de otros autores, pero siempre se movían en el resbaladizo terreno de lo sub-<br />

jetivo y de la intuición. No les preocupaba el cómo llamar a sus escritos; sin<br />

embargo> sí les tentaba el descubrir la definición decisiva que pudiera perfi-<br />

lar las fronteras entre algunos géneros bastante emparentados, y muchos —como<br />

Baquero Goyanes- se cuestionaban, por ejemplo, “¿dónde empieza y dónde acaba<br />

una novela? ¿Existe un canon delimitador que permita situar como géneros<br />

distintos el cuento> la novela corta y la novela?”; a lo que se terminaba aña-<br />

diendo que “<strong>los</strong> límites de la novela, considerada en sus relaciones con <strong>los</strong><br />

dos géneros próximos que son novela corta y cuento> resultan difícilmente<br />

precisables, y siempre existirá la suficiente dosis de subjetividad en <strong>los</strong><br />

críticos para juzgar narración corta lo que a otros parecerá novela auténti-<br />

ca. “(20>


59<br />

De esta manera, una de las grandes claves residirá en el no saber con<br />

exactitud cuáles son sus límites, por lo que muchas veces se van a concretizar<br />

<strong>los</strong> rasgos del cuento por un procedimiento de referencia a todos estos géneros<br />

tan emparentados por la tradición y tantas veces confundidos por desconoci-<br />

miento o por comodidad o por rutina. “Pero no es solo en nuestro país donde<br />

<strong>los</strong> escritores parecen no tener idea clara de lo que el cuento y la novela<br />

corta deben ser>’ —según leemos en In~n1& (21)- “Leslie A. Fiedíer, reseñando<br />

en el último número de Ker~tnn2~xi~ (Invierno, 1951) la publicación en<br />

Estados Unidos de varios volúmenes dedicados a narraciones breves, señala cómo<br />

la incertidumbre respecto a las fronteras del género permitió que en estos<br />

libros se incluyeran textos de muy distinto perfil, desde el ensayo ligeramen-<br />

te romanceado al fragmento de prosa lírica”. Y se añade que “esta indetermina-<br />

ción de <strong>los</strong> géneros no es en sí misma reprobable y tiene ilustres anteceden-<br />

tes. Fiedíer menciona a Poe y nosotros podríamos recordar algunas narraciones<br />

de Pereda, para no remontarnos a <strong>los</strong> insignes ejemp<strong>los</strong> de nuestra novelística<br />

del Siglo de Oro. Sin embargo, <strong>los</strong> extremos observables en el cuento han<br />

producido dañosa desorientación y confusión en <strong>los</strong> espíritus. Quien escribe un<br />

cuento -dice la doctrina— debe de considerarse obligado ante todo a contar,<br />

eludiendo las disgresiones y evitando el puro divagar poemático. Bien está que<br />

la prosa se alce en sus momentos hasta el lirismo, pero si no quiere perder<br />

eficacia narrativa tendrá que supeditar el vuelo del lenguaje a las necesida-<br />

des de la ficción”.<br />

Al hacer referencia a esos otros géneros se nos va perfilando un tipo de<br />

narración, que por la técnica de la negación sabemos lo que no es, aunque sus<br />

endebles fronteras> más teóricas que reales> tratan de recoger una materia que<br />

se escabulle y se desliza entre parcelas ajenas y terrenos de nadie en busca<br />

de unas señas de identidad demasiado difusas. Quizás una de las posturas que


60<br />

más nos han acercado a la realidad del cuento literario en estos años de<br />

posguerra sea la ofrecida por Gregorio Marañón, en la que descubrimos cierto<br />

eclecticismo, que se ajusta bastante al caracter de este género narrativo:<br />

Una razón de tiempo, de espacio, ha sido, pues, la que ha dado su<br />

auge y su caracter al cuento de hoy. Pero ahora nos preguntamos:<br />

¿Es esto justo? Yo creo que no. Yo creo que el cuento debe ser<br />

siempre un relato, breve, porque es casi exclusivamente argumento y<br />

argumento esquemático. Pero su alma no está en su brevedad, sino en<br />

que, aparte de su dimensión, debe conservar imprescindiblemente el<br />

carácter de narración divertida y un tanto fantástica, su carácter<br />

de fábula y conseja> aún cuando esté construido con materiales rigurosamente<br />

reales y humanos” (22><br />

De nuevo el matiz de brevedad, en donde se dan cita, sin embargo, denia-<br />

siadas parejas de conceptos que> a pesar de sus diferencias, son capaces de<br />

una equilibrada convivencia y de una complementariedad “imprescindible” cuando<br />

junto a la fábula surge el material humano o cuando lo fantástico se conjuga<br />

con lo real, sin olvidar ni despreciar la ensefianza que desde sus arcaicos y<br />

más remotos comienzos se desprende del cuento. Y todo es posible porque en <strong>los</strong><br />

relatos se ha sabido conservar la narración y se procura ante todo interesar<br />

por “el cuento”> por el acto de narrar, de contar. Por ello> es tan frecuente<br />

la mezcolanza con todos <strong>los</strong> otros géneros que comparten esta tarea narrativa,<br />

y son muy pocas las ocasiones en las que no se les alude cuando se está ha-<br />

blando del cuento literario. No obstante, Julián Ayesta consigue, con bastante<br />

agudeza y sensibilidad, desarrollar esta idea de relación por medio de una<br />

jerarquía establecida por el menor o mayor grado épico que encierran <strong>los</strong><br />

diferentes tipos de escritos:<br />

El cuento o narración que a mí me gusta —las de ‘Clarín’, las de<br />

J.?. Jiménez, las de James Joyce> las de Nerval> las de Soroyan, las<br />

de Dli. Lawrence, etc...— es un género intermedio entre el poema en<br />

prosa y la novela, me parece.<br />

El orden —de más a menos épico y de menos a más lírico— es:<br />

historia, novela, cuento anecdótico> narración lírica, poema en


61<br />

prosa, poesía lírica propiamente dicha. Naturalmente muchas novelas<br />

-sobre todo las modernas- tienen mucho más de poesía lírica que la<br />

mayor parte de las Lay~nd.a~. de Zorrilla Me refiero solamente a <strong>los</strong><br />

arquetipos clásicos de cada uno de estos géneros.La Historia —mejor<br />

Crónica— lo cuenta todo; la novela cuenta ya solamente lo que tiene<br />

cierta significación más universal; el cuento anecdótico cuenta ya,<br />

en resumen lo único significativo; la narración lírica extrae ya<br />

solamente de la anécdota la mínima apoyatura que es su quintaesen<br />

cia “poética”; el poema en prosa agudiza este proceso; y en la poesía<br />

propiamente dicha desaparece totalmente el soporte anecdótico,<br />

quedando> simplemente> su último eco. No pretendo establecer una<br />

jerarquía entre estos géneros literarios; simplemente una relacion.<br />

Hay menos lectores de narraciones líricas (o de poesía pura) que de<br />

novelas, porque para gozar las primeras se exige mucha mayor sensibilidad<br />

que para entretenerse con las últimas. El lector de novelas<br />

no pone nada de su cosecha; el lector de un poema lírico —ya puro<br />

esquema de una emoción- tiene que poner muchísimo si quiere gozarlo<br />

plenamente. Sólo un poeta puede gozar realmente a otro poeta. La<br />

narración lírica (. . . ) no exige un lector de sensibilidad esquisita<br />

pero sí de bastante más que la que exige una novela.” en cuanto a lo que cada género tenía cono cometido, aun-<br />

que <strong>los</strong> límites entre el<strong>los</strong> no estaban rigurosamente marcados. Con las pala-<br />

tras de Julían Ayesta se refuerza la idea de brevedad formal, junto a la ca-<br />

racterística de esencialidad respecto al plan, asunto, anécdota o como se pre-<br />

fiera llamarlo, que se nos cuenta, a la vez que se matiza -también de nuevo—<br />

la importante presencia de un lector con unas cualidades determinadas. No<br />

cualquier lector de novelas, habituado a ellas> podrá apreciar <strong>los</strong> valores<br />

inmersos en el cuento; lo cual nos parece muy interesante, ya que desde sus<br />

primeras manifestaciones la continua alusión y referencia entre estas formas<br />

de relatar —novela y cuento- predispone el ánimo para vislumbrar una identidad<br />

en donde no la hay, pues se acude al relato breve con la conciencia de leer<br />

una novela reducida> y al sentirse defraudado surge la comparación tras la<br />

cual, ante este tipo de lector> siempre tendrá las de perder el cuento, sin<br />

llegar a pensar que aún partiendo de una equivalencia básica —la disposición a


62<br />

“contar”— se desarrollan técnicas distintas.<br />

Por lo tanto> llegados a este punto, podemos destacar la poca aprecia-<br />

ción del género como otra causa fundamental para no inducir a su estudio a <strong>los</strong><br />

críticos del momento Observábamos más arriba cómo la situación un tanto<br />

caótica y poco afianzada respecto al cuento no había sido clarificada por <strong>los</strong><br />

escasos estudios dedicados a ello. Y esta poca atención, en principio, se<br />

debía a una cuestión de dificultad, cualidad intrínseca a su propia esencia.<br />

Sin embargo, la causa que ahora añadimos —una cuestión de valoración— no<br />

depende tanto del relato en sí como de otro elemento que entra en su juego: el<br />

lector, que se acerca a él con distinto grado de especialización y a veces el<br />

mismo escritor, que lo considera como mero ejercicio que da firmeza a sus<br />

primeros pasos en el arte de narrar o agiliza su técnica de mantenimiento. El<br />

cuento literario tendrá que soportar desde su aparición el ser considerado ese<br />

género que siempre está al alcance de cualquier “inspirado” que sienta la<br />

necesidad de contar. “Muchos particulares —puntualizaba ‘Clarín’ en 1893— que<br />

hasta ahora jamás se habían creído con aptitudes para inventar fábulas en<br />

prosa con el nombre de novelas, ha~....rDtn a escribir cuentos como si en la<br />

vida hubieran hecho otra cosa. Creen que es más modesto el papel de cuentista,<br />

y se atreven con él sin miedo. Es una aberración. El que no sea artista, el<br />

que no sea poeta> en el lato sentido, no hará un cuento, cono no hará una<br />

novela” en frase del Emperador, un<br />

bastón de mariscal en su mochila. Y es que el individualismo rabioso del<br />

español tiene “una mala hora”, y es, cuando se considera protagonista de una<br />

novela vivida> que más tarde va encogiéndose hasta caber en <strong>los</strong> cortos límites<br />

de . , , un cuento” (25), Pero lo cierto es quea pesar del transcurso del tienl—


53<br />

po —incluso hoy-> la lucha es constante para acabar con la idea de considerar<br />

al cuento “territorio propicio para el aprendizaje”, como manifiesta Luis Ma-<br />

teo Diez en Th~iifl, aunque no siempre se consiga <strong>los</strong> efectos deseados:<br />

Firmemente instalado en esa convinción —y escribiendo y también<br />

rompiendo siempre más cuentos de <strong>los</strong> necesarios— tuve, y mantengo,<br />

una clara animadversión a la idea -que con tanta frecuencia podía<br />

escucharse— del cuento como territorio propicio para el aprendizaje<br />

del ecritor, o como ámbito -más o menos disimulado y disculpablepara<br />

empeños de menor voltaje, más llevaderos, livianos u ocasionales<br />

y —a la postre- banco de pruebas para otras empresas narrativas<br />

de mayor cuantía y envergadura.<br />

La verdad es que no sólo no tenía conciencia de con el cuento<br />

estar ejercitando mi aprendizaje de narrador, sino que —como digo—<br />

abominaba de esa idea y de esas intenciones subsidiarias, que me<br />

parecían una auténtica falta de respeto para un género tan difícil<br />

y ambicioso” (26)<br />

No es el momento de profundizar en el cuentista y en el papel que jugaba<br />

como “verdadero” o “falso” cuentista en estos años de posguerra> pero si hemos<br />

de resaltar que, cuando se habla de género menospreciado al referirnos al<br />

cuento, no están exentos de culpa todos aquel<strong>los</strong> aficionados, pues con su<br />

presencia -demasiado abundante—, y a la vista de sus trabajos que ofrecen una<br />

calidad no muy elevada por término medio> se ha difundido la idea de género<br />

asequible y se ha desvalorizado precisamente porque, al caer en la trampa de<br />

su engañosa facilidad, se sigue la corriente de considerar más y evaluar mejor<br />

lo que ofrece dificultad. Ante todo se cotiza la novela y en un puesto de<br />

inferioridad se coloca al cuento> a ese relato que con cierto matiz de<br />

subordinación “va encogiéndose” ante la figura> y constante punto de mira, de<br />

la narración por excelencia que viene a niaterializarse en la novela.<br />

Sin embargo, no deja de asombrarnos cómo después de unos años —bastante<br />

inmediatos a <strong>los</strong> cuarenta- de floreciente éxito se sigue durante esta década<br />

con la imagen de un cuento que no ha alcanzado la mayoría de edad, y para<br />

muchos representa el papel de hermano menor. Por ello, no son pocas las


64<br />

ocasiones en las que esta postura se manifiesta, como ocurre en una entrevista<br />

efectuada en 1946 a Concha Espina, en donde nos cuenta como comenzó su<br />

“verdadero camino” de escritora:<br />

Varios de esos cuentos se <strong>los</strong> llevó un hermano del gran don Marcelino<br />

Menéndez Pelayo a éste, con el ruego de que <strong>los</strong> leyese y<br />

diera su opinión. Don Marcelino <strong>los</strong> leyó y irte envió a decir así por<br />

su propio hermano: “Dile a esa señora que se deje de cuenticos y se<br />

ponga a hacer novela”. Y el gran maestro fue el que me señaló el<br />

camino. Sus palabras fueron para mí como una orden.” (2?’)<br />

Poco a poco el cuento se irá desprendiendo de su complejo de subalterno,<br />

y aparecerán cada vez en mayor número <strong>los</strong> defensores del género que denuncia-<br />

rán el injusto trato recibido, ya no sólo por <strong>los</strong> autores o lectores sino que<br />

inculparán también a <strong>los</strong> editores, directos responsables de su divulgación,<br />

aunque surgirá inevitablemente la referencia a la novela. Si la Guerra Civil<br />

viene a significar un lamentable suceso histórico> desde el punto de vista li-<br />

terario -y sobre todo referido al cuento- representa un desconcertante parén-<br />

tesis, tras el cual se inicia una lenta revitalización e independización del<br />

género. Después de mantenerse a flote durante <strong>los</strong> años cuarenta con el entu-<br />

siasmo de aquel<strong>los</strong> —escritores> críticos y unos pocos editores—, que siempre<br />

habían confiado en <strong>los</strong> valores absolutos del cuento> su verdadera y lentn<br />

ascensión, iniciada ya en <strong>los</strong> inmediatos años de la posguerra, se hace más<br />

patente en las siguientes décadas, en donde es frecuente tropezar con posturas<br />

que de alguna manera nos lo definen y muestran la situación esperanzadora para<br />

el género, como lo demuestran estos títu<strong>los</strong> tan significativos localizados en<br />

IranIa,: “Defensa del cuento”


66<br />

arrastra desde sus primeras manifestaciones, consistente en juzgarlo “dismi-<br />

nuido en importancia”:<br />

Los jóvenes escritores empiezan por cultivar un género, aparentemente<br />

fácil, que les produce la satisfacción de ver una obra terminada<br />

de un empujón o de varios impulsos tesoneros. Unos no pasarán<br />

de este primer estadio de la narración, sin asomarse siquiera al<br />

otro, más ambicioso y de largo aliento. Otros compaginarán el cuento<br />

con la poesía, con el poema de rapto inspirado y lenta, minuciosa<br />

decantación. Mientras hay quien deseniboca en la novela, algunos,<br />

muy pocos anclarán en el género definitivamente y de el<strong>los</strong> surgiran<br />

<strong>los</strong> maestros, <strong>los</strong> que dejaran unido su nombre a un género que ha<br />

dado nombres inmarcesibles a la literatura universal. Pero el género<br />

de la narración breve, disminuido en importancia por <strong>los</strong> editores<br />

y el público, seguirá teniendo siempre una gran vitalidad. Si<br />

escarbáis bien en las gavetas de un escritor en cierne o en plena<br />

madurez encontraréis un cuento, si es que no lo ha reunido con otros<br />

en una antología.” (26)<br />

Pero también en estas palabras de José Domingo advertimos algo muy<br />

importante que nos ayudará a definir y a delimitar un poco más la propia<br />

esencia del cuento, Nos referimos concretamente a la relación que muestra con<br />

la novela> por una parte, y a la alusión que hace a la poesía por otro lado<br />

El que se conecte con la novela viene siendo un hecho tópico en cualquier<br />

estudio que al respecto se haga, y no nos extraña; no obstante, aquí nosotros,<br />

al leer entre líneas, podemos aventurarnos y encadenar además todas esas<br />

conexiones con cualesquiera de <strong>los</strong> otros géneros que nos “cuenten” cosas. La<br />

novela sería el símbolo de todas las formas narrativas en prosa que guardan un<br />

estrecho parentesco con el cuento: la leyenda, el artículo de costumbres, la<br />

novela corta>....; en fin, todas con las que hemos comprobado y demostrado<br />

que configuran la gran marafia terminológica.<br />

Sin embargo> la otra alusión nos sorprende más 1 ya que nos pone en una<br />

misma línea de actuación a dos formas básicamente distintas: cuento—prosa y<br />

poesía—verso. Aunque hay más. Entra en escena un tercer elemento —el escritor,<br />

en este caso, pues antes aludimos al lector de sensibilidad especial— que con


66<br />

unas cualidades y aptitudes determinadas puede “compaginar” el cuento con la<br />

poesía, como si se tratase de manifestaciones distintas que arrancaran de una<br />

misma fuerza interior y base común. La conexión no es nueva, y ya doña Emilia<br />

Fardo Bazán nos decía que notaba una “particular analogía entre la concepción<br />

del cuento y la de la poesía lírica: una y otra son rápidas como un chispazo y<br />

muy intensas -porque a ello obliga la brevedad, condición precisa del cuento.<br />

Cuento original que no se concibe de súbitob no cuaja nunca. ‘2 . . ) Paseando<br />

o leyendo; en el teatro o en el ferrocarril; al chisporroteo de la llama en<br />

invierno y al blando rumor del mar en verano, saltan ideas de cuentos con sus<br />

líneas y colores> como las estrofas del poeta lírico, que suele concebir de<br />

una vez el pensamiento y su forma métrica” (29>,<br />

Quizá esta concepción rápida no sea lo único que <strong>los</strong> acerca, pues algu-<br />

nas características pueden compartirlas conjuntamente> y cuando hablamos de<br />

condensación, de instantaneidad o de compactibilidad emocional y estética, se<br />

justifica mucho mejor la proximidad entre el cuento y la poesía. Si bien la<br />

forma <strong>los</strong> diferencia, siempre se podrá recurrir a la “poesía narrativa” o al<br />

“poema en prosa” o al “cuento poético”, para recordarnos con esta terminología<br />

el acercamiento entre estos dos muy distintos modos literarios, muy diferen-<br />

ciadas maneras de creación, aunque en su configuración experimenten aspectos<br />

consustanciales a ambos. La cuspa surge y se adopta la forma más adecuada,<br />

pero siempre con el riesgo de <strong>los</strong> límites> de la brevedad, que se carga de in-<br />

tensidad y concentración.<br />

De todas las creaciones poéticas posibles quizá sea el “poema en prosa”<br />

el que esté más próximo al cuento, pero existe una “fórmula simplista” -en pa-<br />

labras de Mariano Raquero Goyanes— que nos permite diferenciar<strong>los</strong> con claridad<br />

y que consiste en lo siguiente: “cuando podemos resumir el asunto, el conteni-<br />

do de un relato breve en prosa indudablemen


6?<br />

te, estamos ante un cjj,e~ntQ. Cuando no sea posible o, por lo menos, no resulte<br />

fácil tal experiencia> puede suponerse que lo que tenemos delante es un pQem&<br />

e¡mpEn5~” (30). Por lo tanto es curioso comprobar como <strong>los</strong> separa el mismo<br />

rasgo que une el cuento a la novela y a todos <strong>los</strong> demás géneros que guardan<br />

entre sus páginas la anécdota, que “cuentan” Y es que ‘el cuento —nos dirá el<br />

mismo autor en otra ocasión- es un preciso género literario que sirve para<br />

expresar un tipo especial de emoción, de signo muy semejante a la poética,peflO<br />

que no siendo apropiada para ser expuesta poéticamente, encarna en una forma<br />

narrativa próxima a la de la novela, pero diferente de ella en técnica e in-<br />

tención. Se trata, pues> de un género intermedio entre poesía y novela, apre-<br />

sador de un matiz semipoético, seminovelesco, que sólo es expresable en las<br />

dimensiones del cuento” (31)<br />

Por otro lado> debido a estos matices de intensidad y de síntesis, también<br />

se ha querido, aunque con menos frecuencia, emparentar —salvando diferencias<br />

al cuento con el teatro, género que se distancia bastante de las manifestacio-<br />

nes épicas, y que tiene a su disposición unas técnicas complementarias al<br />

propio texto, que no están al alcance de ningún otro, Sin embargo, la forma<br />

<strong>los</strong> aproxima de tal manera, que resulta muchas veces difícil diferenciar, por<br />

ejemplo, al “cuento escénico” de la “obra dramática en un acto”, a no ser que<br />

aparezca de una forma explícita al acompañar al título; y si pensamos en la<br />

clásica estructura del cuento, dividida en la exposición, el nudo y el<br />

desenlace, queda aún más patente su relación con la cotidiana dramatización de<br />

la acción, a la que el teatro nos tiene acostumbrados. Aunque sus esfuerzos<br />

van dirigidos a metas distintas (materialización viva y necesaria de la obra<br />

en un escenario, por parte del teatro, mientras que esto no es esencial en el<br />

cuento), el dramaturgo y el cuentista trabajan de una manera habitual con el<br />

esquema, con el límite, con el resumen, con la concentración. Así, Medardo


Fraile escribe al respecto:<br />

68<br />

Teatro y cuento tienen un limite en su extensión. Esto les impone<br />

un ahorro de elementos y también una selección de el<strong>los</strong>, lo que implica<br />

una tensión abarcadora y crítica más intensa en el autor.Tea—<br />

tro y cuento están más interesados en sintetizar que en analizar o><br />

más difícil aún, en la síntesis analítica. El autor de teatro y el<br />

de cuentos tienen que revisar continuamente la labor hecha a medida<br />

que van avanzando hacia el final. Lo superfluo —incluso en frases y<br />

palabras; en ‘estilo”- se paga” (32).<br />

De cualquier manera, ya hemos apuntado que no es muy frecuente este tipo<br />

de relación. En la década de <strong>los</strong> cuarenta ni siquiera Mariano Baquero Goyanes><br />

cuando estudia el cuento decimonónico, hace alusión a esta forma literaria><br />

quizá porque no se detecta en la génesis del género actitudes equivalentes<br />

Así como veíamos que el cuento se asemejaba a la poesía en su concepción, con<br />

el teatro mantiene parecidos más bien formales, al prestarse técnicas, ya que<br />

ambos luchan contra limitaciones no sólo en la extensión, sino en cuestiones<br />

de personajes, acción> etc. como luego veremos. No obstante> por estos años se<br />

publican muchos trabajos que ilustran con su presencia esta afinidad, como El<br />

corazón despierta, de José Francés (DniI.nga, 29 de agosto de 1948> o EL&mor<br />

del gato y el perro> de Enrique Jardiel Poncela (DDUIflgQ, 8 de mayo de 1949),<br />

en donde están presentes la brevedad, el diálogo, <strong>los</strong> apartes> que hacen<br />

inevitable la indecisión a la hora de una posible distribución y separación de<br />

géneros. En otros relatos el subtítulo que les acompaña nos saca de dudas><br />

pero sigue manteniendo una alusión evidente a la referida conexión, como la<br />

inesperada, esperada “Cuento escénico”> de Antonio Urbe (Eantas.L&> 5 de agosto<br />

de 1945); Le~Zr&sIi.a. “Cuento dialogado”> de Francisco Javier Nartín Abril<br />

(LeZrna, agosto de 1945); o Avería en el 28 “Cuento de amor en cuatro esce-<br />

nas”> de Pilar de Abía


Carracedo, un cuento escénico, en un prólogo y seis jornadas.<br />

68<br />

A la vista de todas estas apreciaciones no queda lugar a dudas sobre la<br />

proximidad de determinadas manifestaciones de ambos géneros, y por ello no nos<br />

sorprende Jesús Fernández Santos, cuando años más tarde, al referir algunos<br />

aspectos acerca de su “generación” y del cuento español de la posguerra> se<br />

expresa en <strong>los</strong> siguientes términos:<br />

No sé si el cuento está o no en auge; ni. si se escriben más o menos<br />

que hace un lustro; ni si es más difícil o no que hacer novela.<br />

El cuento o relato corto o narración anduvo a medio camino entre el<br />

teatro y la novela y el cine por su parte -cierta clase de cine—,<br />

nació siempre de un cuento, de una idea, con agudo desenlace que la<br />

técnica —la forma de contarlo— daba carne y vida durante la hora y<br />

media” (33).<br />

Palabras estas que nos inducen a manifestar varias consecuencias,<br />

respecto a alguno de <strong>los</strong> aspectos que venimos tratando. En primer lugar,<br />

debemos resaltar que, aún después de la inmediata posguerra, se sigue dando<br />

vueltas y cuestionándose la dificultad del género, a pesar de que “hace un<br />

lustro” sobre esto ya se manifestaba ‘Clarín’> cuando estudiaba <strong>los</strong><br />

Agi¿aL.~rtea de Palacio Valdés:<br />

No diré yo, como cierto crítico> que es más difícil escribir un<br />

cuento que una novela, porque esto es relativo, como decía D. Hermógenes<br />

1.<br />

Siempre que se habla de las dificultades de un género literario,<br />

recuerdo lo que decía Canalejas, mi querido e inolvidable maestro<br />

de literatura, a un discípulo que aseguraba, guiándose por la enseñanza<br />

de algunos preceptistas, ‘<br />

en el cual, por cierto,se han hecho célebres muchos escritores<br />

antiguos y modernos> que no hay para qué citar, pues bien conocidos<br />

son de todos”


2u<br />

En segundo lugar, se plantea una serie terminológica —cuento, relato<br />

corto, narración—, que nos demuestra cono la marafia sigue aún sin deshacer,<br />

puesto que no es una serie descendente, ni ascendente, sino que aparece una<br />

enumeración coordinante> en donde <strong>los</strong> términos se ofrecen con una carga fun-<br />

cional y conceptual idéntica. Al situar<strong>los</strong> en un mismo plano, su empleo resul-<br />

tará de una mera elección indiscriminada por parte del consumidor,<br />

Y en tercer lugar, se vuelve a considerar al cuento cono género<br />

intermedio, colocado “a medio camino” —en esta ocasión, entre el teatro y la<br />

novela—, como si, desde su posición y situación> se mantuviera entre varios<br />

puntos de referencia, a una distancia lo suficientemente moldeable para que<br />

aumente o disminuya a capricbo de la moda literaria, o según voluntad y<br />

aptitud del escritor. De cualquier manera y en cualquier momento> entre esos<br />

puntos se encontrará, casi de una forma inevitable, aquel que representa a la<br />

novela> pues bien sabemos que guardan un parentesco histórico —cuento<br />

literario y novela florecen conjuntamente en el siglo XIX> en donde <strong>los</strong> mejo-<br />

res novelistas serán también <strong>los</strong> mejores cuentistas—, además de utilizar estos<br />

géneros narrativos una misma forma expresiva> aunque presenten diferentes<br />

técnicas.<br />

No obstante, al hablar de “una misma forma expresiva” tendríamos que dar<br />

entrada a la novela corta, como elemento inmediatamente superior al cuento en<br />

el escalafón de <strong>los</strong> límites, ya que —como nos dice Gregorio Marailón— “la<br />

invención es la misma; igual la técnica; y van dirigidas a <strong>los</strong> mismos<br />

lectores, Podríamos citar cuentos de <strong>los</strong> grandes escritores nombrados (Guy de<br />

Maupassant, Blasco Ibáflez, Maurois) que con la simple adición de cosas<br />

accesorias —descripciones> divagaciones, personajes secundarios— serían<br />

novelas cortas; y, con un esfuerzo más> novelas a secas, el “ronan”, la novela<br />

larga” (35). Pero si de aumento y ampliación de límites se trata aquí, también


91<br />

el mismo crítico nos propone el caso contrario; ya no seria pasar del cuento a<br />

la novela a base de sumar elementos accesorios, sino de reducir<strong>los</strong> y llegar a<br />

<strong>los</strong> breves límites del cuento. Así, “al leer una novela larga, como esas que<br />

propugnan ahora <strong>los</strong> norteamericanos para amenizar durante varias semanas el<br />

viaje diario de la casa al trabajo> o para distraer toda una vacación sin<br />

poner más que un solo volumen en la maleta, lo primero que se nos ocurre<br />

pensar es que todo ello, que puede estar muy bien, cabría holgadamente en<br />

veinte páginas, es decir, en las dimensiones de un cuento”.<br />

Sin embargo, resulta demasiado simplista cifrar y valorar todas las<br />

diferencias existentes por un compendio o una disminución de elementos, cuando<br />

sabemos que más que alejar<strong>los</strong>, <strong>los</strong> aproxima. pues> al ahondar en las raíces<br />

genealógicas, encontramos al cuento como primera manifestación literaria de lo<br />

que, andando el tiempo, había de crecer hasta convertirse en novela. Por ello<br />

es constante su referencia, e incluso muchos de <strong>los</strong> aspectos que se le<br />

atribuyen al cuento derivan de su enfrentamiento con la novela. Cuento y<br />

novela han viajado paralelamette,y ante problemas concretos han actuado de<br />

forma diferente> en busca de soluciones distintas que se acomoden a sus<br />

respectivos márgenes, que <strong>los</strong> identifican a la vez que <strong>los</strong> independizan,<br />

puesto que “el cuento literario —en palabras de Edelweis Serra— tal como lo<br />

concebimos hoy . • es una estructura de intrínseca validez> una criatura<br />

independiente dentro del área vasta de la narrativa, donde su deslinde catego—<br />

rial es practicable precisamente por su ser y existir autónomos frente a la<br />

novela” (36).<br />

SI hemos seleccionado la opinión de esta autota es porque, precisamente<br />

ella, mantiene todos <strong>los</strong> rasgos que asigna al cuento a través de una estrecha<br />

pugna con la novela, aunque no deja de chocarnos como mantiene la teoria de la<br />

independencia de ambos géneros por medio de continuas alusiones y comparaciO’


72<br />

nes. Así, poco antes de enunciar las conclusiones arriba reflejadas, nos habla<br />

de la brevedad, <strong>los</strong> límites y la subordinación de las partes del cuento, en<br />

estos términos:<br />

El cuento es construcción y comunicación artística de una serie<br />

limitada de acontecimientos, experiencias o situaciones conforme a<br />

un orden correlativo cerrado que crea su propia percepción cono totalidad.<br />

El cuento es, pues, un limitado continuo frente al ‘ilimitado<br />

continuo’ de la novela, según Lulcács: las partes o unidades<br />

narrativas no son independientes y autónomas caen en el orden de<br />

la subordinación y no constituyen nada sino en la totalidad. La expansión<br />

así como la redundancia en la cadena comunicativa son limitadas,<br />

en tanto gozan de Ilinitación en la novela” (pág. 11).<br />

No sólo es esta autora la que sigue la táctica de la referencia para<br />

llegar a conclusiones más o menos válidas, sino que dentro de la crítica más<br />

reciente también encontramos semejantes procedimientos, como es el caso de<br />

Michael O’Toole, cuando defiende la unidad estructural del cuento, siguiendo<br />

<strong>los</strong> pasos de Poe y de su “efecto único”:<br />

El cuento, como el sueño la anécdota, el cuento de hadas y la<br />

baladase disefia para consumirlo de una sentada de modo que la unidad<br />

de su forma es crucial para su definición: esta es centrípeta.<br />

Las formas de la novela también tienen un centro —una relación> un<br />

personaje, un estado mental o una idea fi<strong>los</strong>ófica— pero la novela<br />

tiende a ser centrífuga La característica fundamental del cuento<br />

como género, es la compactibilidad. la unidad y la coherencia de su<br />

estructura” (37).<br />

O el caso del gran escritor argentino Julio Cortázar, que, para hacer<br />

más tangible <strong>los</strong> límites físicos de ambos géneros, acude a una ingeniosa con-<br />

frontación al decir que “la novela y el cuento se dejan comparar analógicamen-<br />

te con el cine y la fotografía, en la medida en que una película es en<br />

principio un ‘orden abierto’ novelesco, mientras que una fotografía lograda<br />

presupone una ceñida limitación previa, impuesta en parte por el reducido<br />

campo que abarca la cámara y por la forma en que el fotógrafo utiliza estétí—


73<br />

caniente esa limitación (. , , ) Mientras en el cine, como en la novela, la capta-<br />

ción de una realidad más amplia y multiforme se logra mediante el desarrollo<br />

de elementos parciales> acumulativos, que no excluyen, por supuesto, una sín-<br />

tesis que dé el ‘clímax’ de la obra, en una fotografía o un cuento de gran ca-<br />

lidad se procede inversamente> es decir que el fotógrafo o el cuentista se ven<br />

precisados a escoger y limitar una imagen o un acaecimiento que sean aigntLIz.<br />

~.ttSQa, que no sulamente valgan por sí mismos sino que sean capaces de actuar<br />

en el espectador o en el lector como una especie de ap~.rtuza, de fermento que<br />

proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va mucho más allá de<br />

la anécdota visual o literaria contenidas en la foto o en el cuento” como anunciamos más arribas desde sus<br />

orígenes es inevitable el contraste. Si ya en el siglo XIX, época de esplendor<br />

para el género> es frecuente en textos de ‘Clarín’ o la Pardo Bazán, el estu-<br />

dioso de <strong>los</strong> años cuarenta también hace uso de él y como resultado inmediato<br />

les llama la atención la apariencia externa, el formato, la brevedad, que adi-<br />

vinan extensible y proyectable hacia “esferas superiores”, aunque valoran (39)<br />

—sólo algunos- la independencia y madurez del género> al que consideran resul-<br />

tado de un especial cultivo de <strong>los</strong> procedimientos literarios más utilizados en<br />

la narrativa. Decía Josefina Romo:<br />

“Captar un paisaje, una personalidad, un problema en breves líneas,<br />

he ahí el secreto> la gracia breve del cuento. En todo cuento hay<br />

que valorar no lo que es, sino lo que pudo ser> tanto mejor cuanto<br />

silueta> embrión, esquema de obra de más extensas posibilidades.<br />

Pero tal vez el relato corto nuestra su auténtico valor cuando,<br />

cuajado y pleno como un fruto maduro, da la sensación de algo<br />

completo incapaz de un imposible alargamiento o de una indeseable<br />

profusión, a la manera de algunos deliciosos cuentos de Maupassant.<br />

(. , ,<br />

Estas pequeñas obras: relatos, cuentos, más aún que la novela,<br />

necesitan la perfección y la gracia del estilo, ya que el lector,<br />

reducida su atención a unas pocas páginas, se detiene más en el<br />

pormenor y en el detalle”


74<br />

Puesto que conocen el valor impreciso de <strong>los</strong> límites del cuento —de ahí<br />

uno de <strong>los</strong> puntos que justifican el estado confuso de la terminología<br />

empleada—, no pueden cifrar todos sus argumentos sobre una base no firme, por<br />

aquello de ese cuento que crece y de pronto se hace novela, Reconocen la bre-<br />

vedad como un rasgo más, no el único, que ayuda a definir al género; y en esas<br />

“exiguas proporciones —nos dirá ‘Azorín’ hacemos tres partes: la primera ha de<br />

ser para la exposición; la segunda para la demostración —tal como sucede en la<br />

oratoria— y la tercera para el desenlace. En tan breves términos ha de estar<br />

contenida la emoción, la sorpresa y el encanto o desencanto del final” (41).<br />

La forma, la limitada estructura, será el soporte de la riqueza temática<br />

que caracteriza a este tipo de relatos. Pero si bien —cono en otro lugar de<br />

nuestro trabajo prolundizareflOs se recurre para su confección a unos<br />

procedimientos técnicos, que están al alcance tanto del novelista como del<br />

cuentista, resulta que no parece haber más diferencia que la puramente cuanti-<br />

tativa en el empleo de estos recursos literarios, junto con el especial trato<br />

que dimana, lógicamente, de <strong>los</strong> márgenes físicos. Por ello, cada vez se rea-<br />

firman más en la idea de la existencia de una técnica adaptada a sus caracte-<br />

risticas, como manifestaba Samuel Sos:<br />

Pero el cuento, que al lector se le presenta sin fórmula ni técnica,<br />

también tiene su técnica y su ecuación. Los modales sencil<strong>los</strong><br />

de sus personajes> ingenuamente ma<strong>los</strong> o buenos,entratian la dificultad<br />

seria de las cosas que parecen transparentes. (. , ) El novelista<br />

reconstruye el suceso sin dictaminar sobre él. El tema se plantea<br />

o> al menos> debe plantearse sin alcanzar la etapa del fallo,<br />

mientras que en el cuento es imprescindible lo normativo. De aquí<br />

que el método más fecundo para la novela sea el analítico” (42).<br />

Una técnica, que además de basarse en la cantidad de <strong>los</strong> medios<br />

utilizados, que, al compararse con <strong>los</strong> que han necesitado otros géneros<br />

próximos, siempre aparecen en memor cantidad~ ya que “la novela corta, como


75<br />

el cuento tiene su peculiar arquitectrura” según Juan Antonio Zunzunegui,<br />

quien añade que “la novela larga requiere más, Recesita junto al personaje<br />

protagonista, paisaje, clima, sujetos accesorios, psicología, anécdota,<br />

detalle, erudición, adornos. Es un orbe cerrado, una obra orquestada, como una<br />

sinfonía. Por eso es necesaria e imprescindible la armonía total” (43). Una<br />

técnica> decíamos, que no se reduce sólo a esto, sino a la utilización de unos<br />

<strong>temas</strong>, argumentos> asuntos, de singular índole, que se enmarquen en forma de<br />

cuento y no admitan fácilmente su ampliación novelesca, pues “es la calidad de<br />

<strong>los</strong> <strong>temas</strong> -en palabras de Mariano Raquero Goyanes (44)—, más que las dimensio-<br />

nes, la que podría servir de clave con que diferenciar la novela del cuento y<br />

la novela corta. pero no cabe la menor duda que sus virtudes<br />

-como las virtudes del cuentista— radican en el enfoque característico, que<br />

proyecta una especial luz y sombra sobre la narración. El cuento es como la<br />

buena o mala sombra de una vida particular, de un personaje, de una ciudad, de<br />

un estado de ánimo . . .“, Todo se reduce a ese solo latido, a esa sola acción,<br />

que contrasta con la suma de acciones, de anécdotas, de acontecimientos y<br />

tensiones que ofrece la novela,<br />

Todo en el cuento viene a reducirse a una sola tensión, donde se<br />

compaginan muchos de <strong>los</strong> aspectos —unos propios y otros prestados—, que se le<br />

han ido atribuyendo a lo largo de su existencia> pero que juntos configuran su<br />

naturaleza> gracias a ese “enfoque característico”, que permite la mezcla y la


76<br />

diversidad, Matices que se recogen en las siguientes palabras de Ema<br />

Brandenberger, con las que, a modo de resumen, define al cuento como mixtura<br />

resultante de diversos géneros literarios:<br />

Sin embargo, creo que las conclusiones a que hemos llegado -que<br />

tanto lo lírico como lo épico, lo dramático y lo teórico forman<br />

parte de la naturaleza del cuento y que es precisamente de su mezcía<br />

de lo que nace cada cuento concreto—permitirán resolver satisfactoriamente<br />

algunos de <strong>los</strong> enigmas que hasta ahora envolvían el<br />

fenómeno denominado cuento literario, Esto explica, por ejemplo, su<br />

casi infinita variedad de formas, pues donde se mezclan cuatro distintas<br />

posibilidades de expresión literaria, las variantes resultan<br />

casi inagotables.<br />

Y la más bien resignada definición:”El cuento literario es lo que<br />

cada autor hace de él”, deja de ser una broma> y se convierte en la<br />

sencilla constatación de una realidad que se explica en parte por<br />

esta mezcla, Esto no quiere decir tampoco que el cuento alcance en<br />

el futuro la fórmula óptima,a la que se pudiera considerar clásica,<br />

Su característica estriba en que la mezcla se realiza cada vez de<br />

manera distinta y que constantemente ofrece nuevas sorpresas. Pero<br />

lo más importante es> sin duda, que ahora podemos comprender por<br />

qué fracasaban todos <strong>los</strong> intentos de determinar la naturaleza del<br />

cuento partiendo de las fronteras que lo separan de <strong>los</strong> demás géneros<br />

literarios, pues <strong>los</strong> puntos en común y las conexiones que aquél<br />

pueda tener con <strong>los</strong> otros géneros forman parte precisamente de su<br />

esencia” (46),<br />

Pero si encontramos dificultad a la hora de descubrir y delimitar la<br />

frontera con otros géneros literarios, no resulta así el apreciar que estamos<br />

ante una forma narrativa, cuya categoría literaria es independiente de<br />

cualquier referencia, aunque gracias a ella conozcamos mejor sus propias señas<br />

de identidad, marcadas por la riquísima variedad de matices, formas y <strong>temas</strong>~<br />

que hace del cuento un género sorprendente. Así Medardo Fraile, con el<br />

entusiasmo y la pasión del cuentista, dirá:<br />

“En resumen, un cuento me parece lo más fino y personal> lo menos<br />

manchado que puede hacer un escritor, Quiero decir finura literaría,<br />

y cuando hablo de manchado me refiero a manchas de conciencia.<br />

El cuento es sincero siempre, hasta resultar fantástico y descabeliado<br />

y apura la verdad tanto que resulta pueril. Es esforzado, ya<br />

antes de nacer, porque busca al niño en el hombre —por eso muchas


77<br />

veces se pierde—, y tan generoso> que sólo pretende, a veces, hacer<br />

reír a su papá. El cuento no es necesariamente risueño, pero guarda<br />

siempre algo de risa, aunque sea dentro de una lágrima. El cuento<br />

—que nos hace meditar con suavidad y nos muestra el mundo como<br />

desde una vidriera policromada— camina con soltura por el corazón y<br />

la metafísica. La realidad en el cuento, se sirve de la fantasía<br />

para ser real más hondamente. Para decirnos lo que él cree la verdad,<br />

miente todo lo posible, como el amor. El cuento es tan sorprendente><br />

que hasta puede no ser así. Pero creo de verdad que el<br />

escritor que hace un buen cuento moja su mano en agua bendita y se<br />

limpia de pecados veniales” (47),


MCI AS<br />

78<br />

(1) Entre otros estudios podemos citar:<br />

Cleanth BrooKs y Robert Fenn Varren, Understandlng Fiction, New York,<br />

Appleton Century—Crofts, 1943.<br />

Horacio Quiroga, Obras inéditas y desconocidas, Montevideo, Arca, 1967<br />

páginas 86—88, Nos referimos concretamente a su famoso<br />

“Decálogo del perfecto cuentista” que apareció el 27 de febrero de 1925.<br />

Mariano Baquero Goyanes, El cuento espa?lnl en el siglo XIX~ Nadrid,CSIC,<br />

1949.<br />

“Los imprecisos límites del cuento”> EexI&t~,da<br />

la <strong>Universidad</strong> de Oviedo> 1947.<br />

‘EI cuento popular espallol”> ArLcz, marzo-1948,<br />

en ~l último round<br />

México, Siglo XXI, i969, 44 ed, 1974, Pp. 59—82.<br />

Car<strong>los</strong> Mastrángelo El cuento argentino. Contribucián al conocimiento de<br />

~u historia. teoría y práctica, Buenos Aires, Hachette~ 1963,<br />

Mario A, Lancelotti, Le Poe a Kafka: para una teoría del cuento, Buenos<br />

Aires, RUt, Universitaria, 1965.<br />

Raúl Castagnino, Cuento-Artefacto y Artificios del Cuento> Buenos Aires,<br />

Moya, 1977.<br />

Edelweis Serra Tipolog 1967,<br />

Teoría y técnica del cuento, Buenos Aires,<br />

ltaryniar, 1979,<br />

Ema Brandenberger, Estudios sobre el cuento espa~ol contemporáneo<br />

Madrid> Editora Nacional, 1973.<br />

Medardo Fraile, “El cuento y su categoría literaria”, Informaciones<br />

Madrid, 22 de octubre de 1955.<br />

Cuento Espafol de Posguerra,


‘79<br />

Juan Bosch, Teoría del cuento> <strong>Universidad</strong> de <strong>los</strong> Andes, MéridaVenezue—<br />

la, 1967.<br />

Eduardo Tijeras, Ultimos rumbos del cuento espaflol> Buenos Aires Coluniba<br />

1969.<br />

Relato breve en Argentina, Madrid Ediciones Cultura<br />

Hispánica, 1973.<br />

Etc,<br />

The ?hi<strong>los</strong>ophy of the Short—Story”, ~h~rL.Stons<br />

fl&2ri~> Edited by Charles E. ¡lay. Ohio University Press, 1976.<br />

Mark Schorer, The Story: A Critical Antology, New York Prentice Hall,<br />

1950,<br />

Nornian Friedman, Fron and Meaning in Fiction, the tfniversity of Georgia<br />

Frese, 2975.<br />

“What MaRes a Short Story Short”, en Sbort Stnry Theories<br />

Edited by Charles E. May. Ohio University ?ress, 1976.<br />

Michael O’Toole, Structure. Style and Interpretation tu the Russian<br />

~Iflry>New Haven> Yale University Press, 1982.<br />

lan Reíd, The Short Story, London, Methuen, 1977.<br />

Mary Louise Pratt, “Ihe Short Story: The Long and The Short of it”<br />

2n~±t~a, 10, June, 1981<br />

lrving Howe, Short Shorts~ An Anthology of the Shortest Stnries New York<br />

Santan Books, 1983.<br />

Edgar Alían Poe> Tbe Complete Works of E.A.Poe, edited by James AHarrí—<br />

son, y, XI, New York, AXS Press, 1965,<br />

Qb~.eiupr~a. Traducción y notas de Julio Cortázar.<br />

Ediciones de la <strong>Universidad</strong> de Puerto Rico. Madrid, Revista<br />

de Occidente, 1956.<br />

CtÁen.tQ~, Prólogo y notas de Julio Cortázar, Madrid,<br />

Alianza Editorial, 197o.<br />

Klaus Loderer, Die Kurzgeschichte Ms Literarieche Form, Wirkendes Wort,<br />

8, 1957—58,<br />

Josef MúlIer> Movelle und Erzáhlurg> Estudes gernianiques 16, 1961.<br />

Karl Moritz, Novelle uná l{urzgeschichte. Texte zu ihrer Rntwicklun.g und<br />

Tha~riñ. Fráncfort del Meno, 1966.<br />

Etc, ...<br />

(4) No es este el momento de detenernos en profundidades de preceptiva de<br />

teoría literaria, ya que tampoco es el objeto de nuestro estudio. No obstante><br />

hacemos referencia al valioso libro de Gabriela Mora, EÁcIQnnnaI<br />

cuento~ de la teoría general y de su práctica en Hispanoamérica,


80<br />

cuento. Aunque se centra en la producción cuentística de estos paises><br />

muchas de las teorías recogidas son válidas para su aplicación al cuento<br />

en general.<br />

(5) Gabriela Mora, Obr. cit. , pág. 84.<br />

(6) No olvidemos que el narrador no siempre tiene que coincidir con el autor,<br />

y de aquí nacería la dualidad narrador—autor junto a narrador—perso<br />

naje. El narrador, al que nos referimos en esta ocasión, se identifica<br />

con el autor, que actuaría como emisor. Autor—emisor y lector-receptor<br />

formarían estos dos elementos extratextuales,<br />

será la novela el punto de referencia más<br />

frecuente en el que se van a basar muchos estudios sobre el cuento, por<br />

ser considerada aquella el género narrativo por excelencia.<br />

prosista (Notas de lectura)”, en<br />

UZ~rnZn.ra, Tomo VI, n2 16—17—18, Julio—Diciembre 1949, pág. 202. tomo II, pág. 967).<br />

(15> Medardo Fraile> “El cuento y su categoría literaria”, Informaciones<br />

Madrid, 22 de octubre de’1955.<br />

(16) Juan Antonio Cremades, en “Cuentos, muchos cuentos”, La Estafeta Lite<br />

(1’7)<br />

rnrla, nQ 22, 28—11—1945, p,§.<br />

Tanto las palabras de Fernando de Soto, como las de José Sanz y Díaz,<br />

también aparecen en las respuestas que dan a las preguntas “¿Se escriben<br />

cuentos actualmente?” “¿Se publican muchos?”> que se recogen bajo el titulo<br />

antes citado “Cuentos, muchos cuentos”.<br />

Mariano Baquero Goyanes, El cuento espaf~ol en el siglo XIX, Pp. 14-15.<br />

(19) También las declaraciones de Francisco Melgar están recogidas en<br />

“Cuentos, muchos cuentos’>,<br />

(20) Mariano Baquero Goyanes, “Sobre la novela y sus limites”, ALbDL, tomo<br />

XIII, Junio—1949, nQ 42, Pp. 14—15.<br />

p, 28 y es. Resefla efectuada por 14. BaquerO<br />

Goyanes en El cuento español en el siglo XIX, 1949, p. 120,<br />

(25) Fernando de Soto> en “Cuentos, muchos cuentos”, ya cit,


sí<br />

In~n1&, n 2 495, febrero 1988<br />

página 22.<br />

In~ifl&, n2 319 1973, p. 5.<br />

(29) Emilia Pardo Bazán, Prólogo a Cuentos de amor, pp. 9—10.<br />

(30) Mariano Baquero Goyanes, Qué es el cuento Buenos Aires> Editorial Co—<br />

lumba, 1967, pág. 41.<br />

(31) Mariano Baquero Goyanes, El cuento español en el siglo XIX, página 149.<br />

No sólo Mariano Baquero ha hecho hincapié en esta relación cuento—poesía<br />

en <strong>los</strong> años de posguerra> sino que otros autores también la han tratado<br />

y defendido, como Julio Cortázar en “Del cuento breve y sus alrededores”<br />

(1969), Charles May en “Ihe unique effect of de short story: A reconsí—<br />

deration and an example” etc. De hecho, cuando 1n~u1a, al cabo de <strong>los</strong> tres años de su<br />

aparición, decide publicar cuentos entre sus páginas, Enrique Canito en<br />

el n~ 36 (15—diciembre—1948> p. 2) hace una defensa del cuento y procla—<br />

ma el propósito de “alentar un género demasiado injustamente abandonado”<br />

y añade: “Pensamos en esa forma de cuento que concentrando el relato exterior<br />

en sus elementos esenciales, pueda sugerir mejor un ambiente o un<br />

contenido emotivo y alcanzar en ocasiones> si la pluma del escritor es<br />

feliz, las regiones de la poesía”.<br />

No obstante, no todos apoyan esta relación, y un año antes a las palabras<br />

de Enrique Canito, también en In~iL.& Camilo José<br />

Cela, al tartar de definir a la novela, llega a decir que “cuando se<br />

obstinan en hacernos ver que el cuento es un algo intermedio entre el<br />

poema en prosa y la Novela> caen en el pecado del fraude”. En carta de Medardo Fraile escrita a Ema Brandenberger, con fecha de 9<br />

de febrero de 1970. Reseñada en el libro de Ema, ~studios sobre el<br />

cuento español contemporáneo, p. 228.<br />

“un cuento de cine” por Luis<br />

López - Motos (D~1ngu, 18-diciembre—194§), El misterio del Hotel Males<br />

1±2, “película a la americana”, por Jorge María de Abreu 8—junio<br />

—1940), o Paz a <strong>los</strong> vivos> “cuento cinematográfico” por Piedad de Salas<br />

(M~d.±iw~, 8—agosto—1943),<br />

En segundo lugar hay algunos relatos que han utilizado varias de las<br />

técnicas propias del cinematógrafo, cono <strong>los</strong> saltos temporales —adelante<br />

y atrás- en la expresión narrativa, o el desarrollar pequeñas secuencias<br />

que nos ofrecen breves pinceladas impresionistas, con las que se construye<br />

el todo, como resultado de la suma de cada una de ellas,Sin ir más


62<br />

lejos Pablo Cabañas, en Cuadernos de literatura (tomo Y, n 2 13—14—15,<br />

enero—junio 1949), nos habla de la influencia del cine en la técnica de<br />

Jorge Campos, sobre todo en su narración corta En nada de tiempo<br />

Y en tercer lugar, no podemos olvidar que algunos autores de cuentos<br />

han estado en contacto con el asombroso mundo del cine, colaborando con<br />

su presencia y talento en el desarrollo y evolución de la industria<br />

cinematográfica. Resaltemos la capacidad creadora de Wenceslao Fernández<br />

Flórez, que con adaptaciones de novelas y cuentos, además de sus diálogos<br />

y guiones originales, ha dado buena muestra de ello. (En relación al<br />

contacto de Vi. Fernández Flórez con el cine> podemos encontrar abundandantes<br />

datos en <strong>los</strong> artícu<strong>los</strong> que se recogen en el sumario de la conmemoración<br />

que del primer centenario de su nacimiento —1885—1985 hizo el<br />

Ayuntamiento de la Coruña: “Una aventura de cine”> por José Lozano Ma—<br />

neiro; “Fendetestas y el cine gallego”, por Miguel Gato; o “Filmografía”<br />

por José Lozano). Podemos añadir el trabajo de Car<strong>los</strong> Fernández Cuenca,<br />

“Fernández Flórez y el cine” Cuadernos de Literatura III, 1948, pp. 39—<br />

53.<br />

(Véase sobre la concreta relación cine—literatura en nuestro entorno las<br />

contribuciones de Rafael Utrera: “Modernismo y 98 frente a cinematógrafo”<br />

Sevilla, <strong>Universidad</strong>, 1981. y “Cinematografía y literatura española:<br />

aproximación histórica en lo artístico, estético y narrativo”, S~5LL~Z~<br />

de análisis e investigaciones culturales, n9 12, pp. 43—56> Madrid, Ministerio<br />

de Cultura, julio—Septiembre, 1982).<br />

noviembre 1962-febrero 1963


83<br />

sería el artículo de costumbres, del<br />

que hablamos al comentar la confusión de términos y conceptos existente<br />

en la época.<br />

(47> MedaÑo Fraile> “El cuento y su categoría literaria”> ya cit


CARACTERISTICAS, CIRCUNSTANCIAS Y CONDICIONES<br />


85<br />

PUBLICACIÓN<br />

Tradicionalmente -y por supuesto, en estos aftas de la inmediata posgue-<br />

rra-, el cuento literario está muy ligado a la publicación periódica en pren-<br />

sa, tanto en diarios como en revistas de aparición menos frecuente conside-<br />

rada, como veremos, una de las más sólidas bases que sustentan esta manifes-<br />

tación literaria; aunque no debemos olvidar la otra posibilidad que se le o—<br />

frece a las autores de cuentos, el libro, resultado de una agrupación de va—<br />

ríos ejemplares, que presentan, en términos generales, uno o varios puntos en<br />

común, bien porque compartan el mismo personaje, o mantengan una semejanza<br />

temática, .., o simplemente porque todos pertenezcan a un mismo autor. Por ello<br />

nos centraremos en la prensa, en primer lugar, y luego hablaremos de la reco-<br />

pilación de relatos en volúmenes y de las distintas maneras de elaborar un<br />

libro de cuentos.<br />

PERIÓDICOS Y REVISTAS<br />

Desde el siglo XIX —etapa, como sabemos, de las más brillantes para este<br />

género— el cuento ha estado muy relacionado con todo tipo 4e publicaciones<br />

periódicas En el primer tercio de siglo el relato breve tiene una gran acep-<br />

tación y el entusiasmo aumenta gracias a la aparición en 1908 de HLSn&LIfl<br />

3~inauiaL’, publicación fundada y dirigida por Eduardo Zamacais, gracias a la<br />

cual renace en el gran público el amor al género narrativo.<br />

Alboreaba el siglo actual. En <strong>los</strong> círcu<strong>los</strong> literarios comenzó a<br />

hablarse de una próxima publicación hebdomadaria, que difería de las<br />

entonces en boga —SiAL 4J~gLQ y L~xnUILmd&-. Nada de actualidad<br />

gráfica ni de croniquillas y cuentos breves. Cada número contendria<br />

un solo ejemplar novelesco, suscrito por las más prestigiosas firmas,<br />

ilustrado en bicolor y en formato análogo al de aquellas revis—


86<br />

tas, Y el 19 de enero de 1907 apareció El Cuento Ser’aral profusamente<br />

anunciado en la Prensa y en artísticos affiches”. La idea,<br />

sin ser nueva, era, evidentemente, renovadora. Tratábase de aclimatar<br />

en Espafla la “nouvelle” francesa, tan difundida allende el Pirineo<br />

novela de escasas dimensiones para formar un volumen; pero<br />

bastantes para desarrollar intensamente un asunto, sin las páginas<br />

de relleno que suelen ser obligado recurso para “hinchar” un folleto<br />

hasta convertirlo en libro.<br />

El público respondió desde el primer momento, y a <strong>los</strong> autores les<br />

agradaba ponerse en contacto con la multitud. Los que empezábamos a<br />

literatear por aquel entonces sabíamos que La aparición de la firma<br />

en Pl Cuento SeTnanal era el espaldarazo de novelista, y brujuleábars<br />

hasta conseguirlo.”


8?<br />

De esta forma en la década de <strong>los</strong> cuarenta de nuevo vemos al relato bre-<br />

ve a expensas de la atención que le presten <strong>los</strong> directivos de la Prensa y de<br />

la cabida que le reserven las publicaciones. Su futuro depende en gran parte<br />

de ello, Pero, como seflalábamos arriba, el panorama había cambiado y por sa-<br />

turación la narración de escasas dimensiones atraviesa una especie de compás<br />

de espera envuelta en la desorientación propia de la época.<br />

• ) en la Prensa espaflola de hoy, salvo raras excepciones, no se<br />

concede interés al cuento, que hace unos af<strong>los</strong> era adorno indispan—<br />

sable de todo rotativo bien hecho, cono ocurre, por ejemplo, en <strong>los</strong><br />

grandes diarios de París.”


68<br />

se enfrenta tanto con la buena o mala predisposición de <strong>los</strong> editores y direc-<br />

tores de periódicos o revistas, como con la moda literaria predominante -no<br />

decantada en principio por el cuento—, que por otro lado propicia, ahora más<br />

que nunca, la continua valoración de la calidad del escrito, causa suficiente<br />

para impedir su aparición en muchas ocasiones -más de las deseadas y menos de<br />

las que en realidad se deberían haber hecho-.<br />

Como las columnas de <strong>los</strong> periódicos son <strong>los</strong> lugares más indicados<br />

para que vaya a parar a ellas toda la producción garbosa delicada,<br />

sensible de <strong>los</strong> cuentistas de vocación, estos se han retraído dedicándose<br />

a otros géneros literarios más de moda como la biografía<br />

breve, el ensayo o la crónica y el cuento ha decaído, se ha creado<br />

en torno suyo una especie de círculo vicioso del que es muy difícil<br />

que salga, a no ser que se haga precisamente lo que ahora no se hace<br />

suficientemente, que es publicar cuentos. Y sobre todo, buenos<br />

cuentos, de quienes demuestren saber lo que es escribir cuentos.’<br />

(5)<br />

Hemos hablado de dos puntos esenciales para comprender aún más la publi-<br />

cación de cuentos en esta época: la moda y la calidad. Quizás sean estos dos<br />

motivos <strong>los</strong> puntos claves para justificar por estos afios a un género litara—<br />

río que intenta una continuidad y que lucha por una dignidad. Sabemos que se<br />

escriben muchos cuentos, pero no todos se publican, y a pesar de ello algunos<br />

opinan que se debe potenciar más la calidad de lo escrito que la cantidad de<br />

lo publicado.<br />

Yo no me atrevería a decir que no se escriben cuentos. Más bien<br />

creo que se escriben muchos ... .)<br />

Respecto a la publicación, creo que se publican más de <strong>los</strong> necesarios<br />

para pasar el rato, y menos de <strong>los</strong> precisos para mantener<br />

este género con altura y dignidad.’


es<br />

que no hay buenos cuentistas, o que <strong>los</strong> que pudieran serlo prefiex-en<br />

escribir artícu<strong>los</strong> o novelas.”


SL><br />

suele mostrarse propicio al cuento”. La clave estará en desentraitar el propio<br />

concepto de “revista” y “periódico”. Si acudimos al Diccionario de la Real<br />

Academia leemos que “revista” es “publicación periódica por cuadernos, con<br />

escritos sobre varias materias, o sobre una sola especialmente’, y que “pe-<br />

riódico” es “Adjet, Dícese del impreso que se publica periódicamente. úsase<br />

más como sustantivo masculino.” De esta forma, “periódicos” pueden ser <strong>los</strong><br />

dos, pero nos inclinamos a creer que el segundo término está empleado como<br />

sinónimo de ‘diario”, rotativo bien distinto físicamente de la “revista grá-<br />

fica”, que hace un mayor alarde de presentación y cuida más <strong>los</strong> detalles de<br />

edición, en cuanto a la calidad del papel, la tipografía, el uso de tinta de<br />

diferente color, mayor profusión de fotografías y dibujos, etc. Entonces ¿hay<br />

contradicción? Pensamos que no y la realidad de la época nos lo confirma, ya<br />

que hay muy pocos periódicos, diarios, que en sus páginas inserte un relato<br />

breve —AS, Arrtb&, . , . y no siempre— Sin embargo, son muchos <strong>los</strong> ejemplares<br />

de revistas que se precian con la publicación de uno o dos cuentos. Es lógi-<br />

co. Estos dos tipos de divulgaciones aspiran a la información y al entreteni-<br />

miento de sus lectores, pero a uno acudimos en busca de la inmediatez de la<br />

noticia y a otro nos enfrentamos con un estado de ánimo receptivo de datos y<br />

de elementos con matices recreativos; es aquí y entonces cuando podemos apre-<br />

ciar y degustar determinadas manifestaciones literarias, entre ellas el cuen-<br />

to. Y es que ‘para leer cuentos hay que tener capacidad de saborear<strong>los</strong>, y<br />

tiempo. No se come un confite como se come un bisté”,nos diría Wenceslao Fer-<br />

nández Flórez


91<br />

aspectos de la narración, en cuanto a <strong>temas</strong> argumentos y personajes, estén<br />

en estrecha correspondencia con el tipo de rotativo en el que aparece y, en<br />

consecuencia, con el tipo de público lector que acude a él —pensemos en las<br />

revistas especializadas; en las revistas del hogar y de la moda, fundamental-<br />

mente leidas por mujeres; en la prensa al servicio de una ideología política;<br />

etcétera—; de ahí que debamos tener presente algunas notas informativas acer-<br />

ca de la Prensa que hemos consultado para realizar este estudio; aunque desde<br />

ahora manifestamos que no siempre hemos obtenido <strong>los</strong> resultados deseados en<br />

nuestra consulta ya que uno de <strong>los</strong> fundamentales obstácu<strong>los</strong> con el que tro-<br />

pezamos es la ausencia de determinados ejemplares, debido a las frecuentes<br />

lagunas detectadas en las Hemerotecas que se han revisado.<br />

La relación que damos a continuación es de publicaciones que, a lo largo<br />

de <strong>los</strong> afios cuarenta, divulgaron cuentos. Como se apreciará, incluimos en ella<br />

tanto diarios como revistas de más o menos frecuencia en su edición, desde<br />

las más populares a las de mayor carga intelectual, aunque, en términos gene-<br />

rales, nos ha llamado la atención un manifiesto interés por la cultura, con-<br />

cretamente por la literatura ya que en la mayoría de las revistas no espe-<br />

cializadas aparecen secciones en donde se sigue de cerca las novedades bi-<br />

bliográficas, a través de simples reseflas o de serias críticas. Hemos optado<br />

por la ordenación alfabétiga que nos evita entrar en profundidades sobre la<br />

Prensa del momento, que no es el objetivo de nuestro estudio, aunque no nos<br />

resistimos a dar una mínima información que más tarde pueda ayudarnos en o—<br />

tros aspectos. Tampoco citaremos en esta ocasión las publicaciones que, de<br />

una forma esporádica, tratan cuestiones concernientes al cuento y no incluyen<br />

ningún relato. Todas las que a continuación enUmeramOs sí lo hacen; y aunque<br />

somos conscientes que esta relación no es definitiva ni refleja el absoluto<br />

total que la realidad ofrecía, sí es lo suficientetiente importante y hetero-


92<br />

génea para proporcionarnos un elevado número de ejemplares que con su presen-<br />

cia matizarán el perfil del cuento literario en <strong>los</strong> af<strong>los</strong> cuarenta<br />

AJ~L~ Diario madriletio fundado en 1905 por D. Torcuato Luca de Tena.A lo<br />

largo de la primera década de posguerra la aparición de cuentos fué esporádi-<br />

ca. Se hace más constante su presencia desde 1945 en la sección “Cuentos de<br />

AB&”. que resaltaba por estar impreso en tinta de diferente color e ilustrado<br />

con dibujos o fotografías. Suele aparecer en ediciones dominicales. Durante<br />

la guerra tuvo su cabecera en Sevilla. La edición en esta ciudad se hizo des-<br />

de 1936 a 1944 con coloboraciones importantes de José María Alfaro. Agustín<br />

de Foxá, Victor de la Serna, José María PeinAn, Concha Espina, Azorín. Manuel<br />

Machado, Rafael Sánchez Mazas y Alvaro Cunqueiro, entre otros. Estas firmas<br />

eran también frecuentes en la edición de Madrid.<br />

AERILA. Diario nadrilefio de la mafana, Colaboran en él buenos prosistas.<br />

sobre todo en las abundosas páginas literarias de <strong>los</strong> domingos, prolongadas.<br />

a veces> en un suplemento titulado EL En Arriba, se leen cuentos de escrito-<br />

res extranjeros contemporáneos y espaifoles, como Tomás Borrás Rafael Sánchez<br />

Mazas, Edgar Neville, Samuel Ros, Miguel Mihura> José Maria Sánchez Silva,<br />

Ramón Ledesma Miranda, Miguel Villalonga. Gonzalo Torrente Ballester, Juan<br />

Antonio de Zunzunegui. Camilo José Cela, ... “La revista literaria EL surgió<br />

como suplemento semanal del periódico madrileflo Arrib& -órgano de P.EJ. y de<br />

las J.ON.S. al que acompafló a partir de la primera semana de enero de 1942<br />

hasta 1944-, dirigida por Fedro de Lorenzo y Lope Mateo. Mo era un suplemento<br />

exclusivamente literario.


93<br />

promocionar —El ahorro, La lotería, La educación tísica,. .—, u otros que eva-<br />

dieron al lector medio de la reciente tragedia nacional (Los elogios del<br />

vino, Los toros, La feria de Sevilla, etc... )“ Cii>. Sus números eran nono-<br />

gráficos y reunía, cuando el tema lo requería, a críticos de prestigio. Hl<br />

número 45, día 8 de noviembre de 1942, lo dedica a <strong>los</strong> “Cuentistas espaflo-<br />

les”.<br />

AZARBE Revista literaria murciana, 1947—1948. Bimensual. Aparecieron<br />

quince números bajo la dirección de José Manuel Píaz, Juan García Abellán,<br />

Salvador Jiménez y Jaime Cammany. Además colaboran Castillo Puche, Manuel<br />

F~rnAndez Delgado, Angel Valbuena Prat,... Secciones: prosa, verso y ensayos<br />

de teatro.<br />

CUADRRNOS HISPANOAMEFICANOS Madrid. Bimestral. Director: Pedro Lain En—<br />

traIgo. Sus comienzos están en 1948 y fue patrocinada por el Instituto de<br />

Cultura Hispánica. Mantuvo en contacto a las culturas espoflola y latinoameri<br />

cana. “Su primer editorial —según seflala Rafael Osuna C12fr mostraba su alan<br />

de diálogo con <strong>los</strong> ‘hispánicos de todas las riberas: la mediterránea, la at-<br />

lántica, la que mira al mar que llaman Pacifico’. Ese dialogo pretendía mos-<br />

trar que ‘todavía es posible vivir y dialogar en amoroso, lúcido orden cris-<br />

tiano’”. Junto a cuentos de José García Nieto, Julián Ayesta, Eulalia Galva—<br />

rriato, ... aparecen interesantes artícu<strong>los</strong> de Aldecoa, Dámaso Alonso, Mariano<br />

Baquero Goyanes, José Hierro, etc.<br />

flSSIIXQ Barcelona. Semanal. Está presente en la totalidad de loe af<strong>los</strong><br />

cuarenta. “Ya en 1937 se habla creado en Burgos la revista Deetlnfl. Política<br />

U&J¡nId&~L inspirada por Juan Ramón >tasoliver e Ignacio Agustí, con la Inten—


94<br />

ción de aglutinar a catalanes fuera de Catalufla y preparar<strong>los</strong> para el servi-<br />

cio a las letras tras la rendición militar de la zona. Desde enero de 1939 se<br />

publicará en la misma Catalufla como “Semanario de P.EJ. y de las JONS.”,<br />

editado por la Delegación de Prensa y Propaganda de la territorial de Catalii—<br />

fin. Desde entonces, con <strong>los</strong> nombres de Santiago y Eugenio Nadal, Jaime Ruiz<br />

Xanent, Juan Teixidor y José Flá, resignado al cultivo “profesional” del cas-<br />

tellano, ~~Iinc,fue el refugio —según A. Manent— de colaboradores y lectores<br />

del desaparecido semanario en catalán Xininz” (13)<br />

LDXIflQ Madrid. Semanario nacional. Director; Francisco Melgar. Publica<br />

relatos de autores extranjeros y espafloles, que suelen aparecer en las prime-<br />

ras y últimas páginas. Secciones: “El rincón de <strong>los</strong> libros”, “La novela bre—<br />

visinma”, “Consultorio literario’, “Se acaba de publicar”,.. Hemos consultado<br />

desde 1941 a 1949. El 6 de febrero de 1944 aumenta el tamaflo.<br />

E~C2RIAL Revista de cultura y letras. Madrid. Mensual. Acoge novelas<br />

cortas y cuentos, además de estudios, poesías, notas, libros, . . . Se comenzó a<br />

editar en noviembre de 1940, gracias al entusiasmo de Pedro Lain Entralgo y<br />

Dionisio Ridruejo, “Fue dirigida esta revista —comenta Rafael Osuna


95<br />

del otro bando: por ejemplo, en Un e..1~af1a, y B1nn~nsJ¡isr~, respectiva-<br />

mente. (. . . ) S~nnI~L acufló en nuestra henerografía un estilo barroco, meta-<br />

fórico y guerrero muy propio de aquel falangismo liberal que brotó inmediata-<br />

mente después de la guerra y que fue poco a poco desplazado por <strong>los</strong> monárqui-<br />

cos y el Opus Dei”. Progresivamente va perdiendo el matiz propagandístico de<br />

la doctrina falangista. “La juventud universitaria de aquel<strong>los</strong> af<strong>los</strong> —en<br />

palabras de Fanny Rubio (15)—, impregnada de un ‘totalitarismo vigoroso’, gi-<br />

raba entre dos tendencias absolutas: la religión y la política. En ~~nttfl,<br />

estas dos tendencias se desarrollarán ampliamente


96<br />

Revista muy ligada a la vida cultural, intelectual de su tiempo,como nos<br />

lo demuestran también las palabras del propio Dionisio Ridruejo:<br />

Nadie (. 44) ha negado que el llamado ‘Grupo de ESCORIAL’ se distinguió<br />

por su voluntad de salvar y recuperar todo valor anterior<br />

genuino, incluso <strong>los</strong> que no se consideraban integrables (. . ,) No se<br />

consiguió así por completo el ‘acabóse’ de la cultura liberal espa—<br />

flola


57<br />

apareció —“Va a ser necesario gritar nuestro verso actual contra las cuatro<br />

paredes o contra <strong>los</strong> catorce barrotes soneteriles”, se manifiesta como “una<br />

rebelión contra el preciosismo estilístico de algunos poetas contemporáneos<br />

suyos, que continuaban así el preciosismo formal de <strong>los</strong> af<strong>los</strong> primorriveris<br />

tas.” . “Su fundador,<br />

Juan Aparicio —comentará Fanny Rubio


98<br />

ciones biográficas poéticas, de crítica, hasta musicales, con <strong>los</strong> anecdota-<br />

rios más extravagantes y las firmas más importantes del momento en materia<br />

literaria en Espatia. Sí E £pa~.uI, la otra fundación literaria de Aparicio,<br />

fue una revista política con aproximaciones a la cultura, La Estafeta Litera<br />

uL& sería una revista cultural vinculada a una ideología política.” Vincula-<br />

ción que queda explícitamente reflejada en estas frases que aparecen en el n 2<br />

1 : “(. ..) la fan-<br />

tasía que hoy necesita Espafla ha de ser eminentemente creadora, constructora,<br />

germinativa y fecundante, y, como para cada necesidad que sentimos <strong>los</strong> sepa—<br />

ifoles de Francisco Franco se van descubriendo diariamente eficaces remedios,<br />

aquí sale a la calle FANTAStA, para todos <strong>los</strong> que, animados por una voluntad


99<br />

de creación,quieran colaborar con su parte a la grandeza y amplitud de la in-<br />

vención espaifola.”<br />

Como podemos apreciar, estas tres últimas revistas fueron fundadas por<br />

Juan Aparicio, quien manifiesta así sus propósitos y logros respecto a ellas,<br />

una vez pasada la década:<br />

En 1944 Espafla estaba cabal y propicia para la unanimidad de sus<br />

poetas, de sus novelistas y de sus comediógrafos, quienes encontraron<br />

en La Estafeta Literaria y luego en E~n±~ta.la propaganda de<br />

su trabajo y la plataforma para su labor


100<br />

ve director). Nos interesan las secciones: “Libros y autores”, “El escritor y<br />

su libro”. “Esacaparate de libros”, “Letras”. “Un cuento cada semana”,...<br />

Cuidada presentación de las narraciones,que vienen ilustradas con fotografías<br />

o didujos de firmas tan conocidas como Penagos, USA, Boyé, Allende, Sanchi<br />

drián, Teodoro Delgado, etc. Está presente durante la década de <strong>los</strong> cuarenta,<br />

aunque según avanzan estos afos, la publicación de cuentos literarios es me-<br />

nos frecuente, ya que son sustituidos por relatos infantiles y juveniles,<br />

cono <strong>los</strong> protagonizados por Celia, entraifable personaje de Elena Fortún.<br />

HAZ Semanario de la juventud SE,!). Madrid. Revista universitaria. Así<br />

aparece desde 1939; pero en 1943 ya es Revista Nacional del S,E.U. de perio-<br />

dicidad mensual. A lo largo de su existencia cambia de formato, que cada vez<br />

es más pequeflo. “Tuvo varias épocas y una muy larga duración. Interesa sólo<br />

en sus primeros af<strong>los</strong> de vida, desde 1939, en que se mueve en un ambiente de<br />

pretendida elevación cultural, incorporándose con otras revistas oficiales<br />

—entre ellas ~~nnifl— a las celebraciones nacionales,”.<br />

IISILA. Revista bibliográfica de ciencias y letras. Madrid. Mensual.<br />

“Analizar la trayectoria de In~u1a, la primera publicación de divulgación y<br />

crítica literarias verdaderamente independiente de la posguerra, es analizar<br />

de paso la historia de la posguerra cultural en nuestro país. Nació el 1<br />

de enero de 1948 de la mano de Enrique Canito, su director, y José Luis Cano,<br />

secretario. (. , . ) Desde un principio comenzó siendo revista de ciencias y<br />

letras, pero con el tiempo desaparecerían las páginas científicas para dejar<br />

paso a una concepción liberalizadora y desprejuiciada de la literatura, abar-<br />

cando todos <strong>los</strong> géneros y desde enfoques muy distintos, sin exclusivismos de<br />

ningún género” (23>. Por esto> cuando Consuelo Bergés confecciona el indice de


101<br />

<strong>los</strong> diez primeros af<strong>los</strong> de existencia de esta revista llama la atención sobre<br />

su contenido: “Más de un millar de artícu<strong>los</strong> y notas sobre <strong>temas</strong> y hechos del<br />

mundo literario, artístico y científico tratados por firmas autorizadas siem-<br />

pre. ilustres en muchos casos; numerosas muestras representativas de la obra<br />

de creación de nuestros narradores y poetas actuales; unas tres mil reseflas<br />

de libros, espaifoles y extranjeros” (24). De entre las muchas secciones inte-<br />

resantes que nos ofrece, debemos destacar la que a partir del n<br />

236, 15 de di—<br />

ciembre de 1948 , viene a titularse “El Cuento”, anunciada por Enri-<br />

que Canito -con matiz meramente cultural, sin alusiones poltticasty que des-<br />

de entonces hasta nuestro más cercano presente no ha dejado de publicarse:<br />

Poco a poco, en lucha con dificultades inherentes al momento que<br />

vivimos, íNSULA va cumpliendo su programa nunca enteramente formulado<br />

ni escrito pero que desde su primer número -tres af<strong>los</strong> hace—<br />

está presente en nuestro ánimo como una razón de vida de la revista,<br />

De tal suerte que la puntual continuidad de nuestro esfuerzo, poco<br />

corriente en nuestras hojas literarias, viene a ser la permanencia<br />

vigilante en un afán de superación, colectivo más bien que individual.<br />

No queremos dejar escapar ninguna oportunidad de subrayar esta<br />

característica de INSULA que venida al mundo de <strong>los</strong> libros como un<br />

sencillo anhelo de servir ha encontrado inmediatamente el calor y<br />

la asistencia de un grupo de amigos, cada día más amplio, entre esa<br />

gran familia de amantes del libro quizás en exceso dispersa hoy por<br />

falta de oportunidades para el contacto. Para remediar las consecuencias<br />

de esta dispersión, trabaja íNSULA, que no quiere ser un<br />

cenáculo aislado, sino más bien un instrumento útil para gentes de<br />

muy distintas profesiones y un ámbito de convivencia para cuantos<br />

en la palabra escrita encuentran solaz, enseflanza o meditación.<br />

En este mismo número comenzamos ya otra nueva sección -el cuento—<br />

paralela de la sección poética recientemente iniciada y tan bien a—<br />

cogida por nuestros lectores ... .<br />

flflLEBIQL. Semanario de Combate del SE.!). Madrid. Revista universitaria,<br />

Surge en 1942 y la dirigía Jesús Revuelta. Secciones: “Nuestra crítica” —en<br />

donde hay un apartado dedicado a cuentos—, “Las artes y las letras”, etc. Los<br />

relatos con cierto tinte humorístico son frecuentes.


102<br />

LEIXA~ Revista literaria popular Madrid, Mensual (El n<br />

918 es de enero<br />

de 1939). En 1945 aparece como Revista del hogar. Director: Juan Antonio<br />

Cremades Rojo. Su divisa aparece en el n2 22, mayo 1939: “Queremos sustituir<br />

aquella literatura pornográfica, de ideas disolventes de sentido antiespaflol,<br />

por otra literatura de características contrarias.” Cada número inserta: Una<br />

novela larga. completa; una obra teatral; varios cuentos y novelas cortas;<br />

una novela por fragmentos; crítica y noticiario de espectácu<strong>los</strong>; comentario<br />

de actualidad; Fémina; Humorismo; Pasatiempos, etc. Secciones que se modifi-<br />

can con el paso del tiempo y aparecen otras, que hablan sobre religión, his-<br />

toria patria, modas, etc.<br />

LB~IISA~ Revista de arte y literatura


103<br />

sión, aunque desde mediados de la década la periodicidad con la que <strong>los</strong> in-<br />

cluyen es más esporádica.<br />

XEDhIL~EMI& Semanario de Ceuta, Fundado el alIo 1901, por Antonio Ramos<br />

y Espinosa de <strong>los</strong> Monteros. El n<br />

2 1 de la Segunda época es de febrero de 1949.<br />

En sus páginas, además de <strong>los</strong> cuentos de “El cuento semanal’, recoge noticias<br />

literarias, cine, espectácu<strong>los</strong>, toros, teatro, poesía —en la sección “Lira”—.<br />

etc.<br />

LA. MODA EN ESPA$tA Revista de modas y para el hogar. )Iadrid.1940 y se.<br />

Quincenal a partir de julio de 1946. Director: Car<strong>los</strong> Saenz y López. Seccio-<br />

nes: modas, belleza, cine, mosaico de curiosidades, cuentos, problemas senti-<br />

mentales, decoración y cocina.<br />

kULLEE. Revista mensual de la moda y del hogar. San Sebastián. 1937-1957.<br />

Director: Roberto Martínez A. Baldrich. Secciones: modas, bellezas labores,<br />

informaciones para el hogar y la mujer, cine, cuentos y novelas. Colaboran,<br />

entre otros, Mariano Tomás, Julio Ángulo, José Francés,.<br />

~EXAIk Revista gráfica de actualidad. Madrid. Semanal, Director: Manuel<br />

Aznar Zubigaray. Publicación de caracter popular que recoge en sus páginas<br />

crónicas, descripciones, cuentos y reportajes La aparición de relatos es bas-<br />

tante irregular. Hemos revisado, fundamentalmente, <strong>los</strong> últimos af<strong>los</strong> de la dé-<br />

cada,<br />

31±EIICR Revista literaria con acusados matices propagandísticos. Ma—<br />

drid, Mensual. Director: Manuel Halcón. “Surgió ILAnU&ñ, revista nacional de


104<br />

F.E.T y de las J,O.N.S,, como empeifo de la Delegación de Prensa y Propaganda,<br />

dirigida por Yzurdiaga y Ridruejo. Apareció en Guipúzcoa el 1 — abril — 1937,<br />

continuando sus 81 números hasta el aflo 1946.


105<br />

~tNoticiade libros”, tanto espaifoles como franceses e ingleses. Colaboran Sa-<br />

muel Ros, Julia Maura, Manuel Pombo, Tomás Borrás y Eugenia Serrano, entre o—<br />

tros.<br />

Como vemos, el cuento literario está presente en la vida espaflola de la<br />

inmediata posguerra, de momento, gracias al periodismo, con quien guarda una<br />

curiosa relación de extraifa simbiosis: la prensa se convierte en uno de <strong>los</strong><br />

pilares básicos que consiguen mantener a flote a este género y a cambio el<br />

relato da cierto realce y prestigio al rotativo que lo incluye, ya que lo<br />

literario en el mundo periodístico viene a ser ese adorno que siempre coniple—<br />

tienta y a veces embellece No obstante, todo lo incluido en una edición de<br />

noticias es efímero y, por ello, las narraciones que contiene adquieren el ma-<br />

tiz de esa literatura flotante sin consistencia de lo duradero -a no ser que<br />

caigan en manos de coleccionistas o se agrupen para formar un volumen-. Sin<br />

embargo, por otro lado, se empapan de la frescura, de la agilidad y de la<br />

vitalidad que conlíeva aquello que continuamente se renueva, aquello que mue-<br />

re y renace,que aparece y desaparece en un periodo de tiempo más o menos dis-<br />

tante, De todo ello es consciente el escritor que, aún aspirando a la edición<br />

de un libro, sabe que la forma más rápida de llegar al gran público es por<br />

medio de las páginas de un periódico o de una revista, y no desaprovecha la<br />

oportunidad que con relativo interés y frecuencia se le ofrece, Así, un gran<br />

número de <strong>los</strong> cuentos que se publican son resultado, por una parte, de esas<br />

solicitudes<br />

El periodismo, cotidiano, hebdomadario o mensual, es el que sostiene<br />

el cuento, que, así, resulta algo como hecho más que por necesidad<br />

del literato, más que por empuje de la inspiración, por encargo,<br />

y como algo relacionado con la demanda del mercado, al igual


106<br />

que cualquier producto. Los directores de revistas piden cuentos<br />

-aunque no muy abundantemente- por meter algo más en su cajón de<br />

sastre, El escritor no dice: “Tengo un asunto que requiere precisamente<br />

la forma, la dimensión de un cuento”, sino que piensa: “He de<br />

idear un cuento para tal o cual revista, porque me lo ha pedido el<br />

director”, (26)<br />

. Por otra<br />

parte, un elevado porcentaje es producto de <strong>los</strong> distintos concursos litera-<br />

rios que convoca la prensa del momento~ en donde participan, la mayoría de las<br />

veces, escritores desconocidos, Y por último, nos encontramos <strong>los</strong> cuentos de<br />

autores ya desaparecidos —quizá como intento de recordar la brillantez de é—<br />

pocas pretéritas o como simple muestra de aprecio y simpatía hacia la labor<br />

de un narrador determinado— y <strong>los</strong> cuentos de autores extranjeros, aunque en<br />

un número no muy alto,<br />

CONCURSOS<br />

Sería conveniente dedicar unas lineas al concurso literario, especial-<br />

mente al concurso de cuentos literarios, que con tan abundante respuesta es<br />

acogido durante estos af<strong>los</strong>. Si nos fijamos, todo concurso de esta condición<br />

ofrece dos facetas: una altruista, por la que se potencia la creación litera-<br />

ria y se intenta descubrir nuevos valores o reafirmar <strong>los</strong> ya existentes; y o—<br />

tra, en cierto modo egoísta, que hace que se centren las miradas en el hecho<br />

en sí o en las personas o medios que promueven tal confluencia de relatos,<br />

envuelto todo ello con un acusado matiz propagandístico. Ante semejantes pre-<br />

misas comprenderemos aún más como esta época es propicia para que se desarro-<br />

llen esta clase de actividades, Como comentamos, el cuento ya no es un género<br />

muy de moda y hay que recobrar la confianza de un público, que quedó saturado


107<br />

de narraciones cortas en un pasado bastante próximo, bien demostrando que to-<br />

davía quedan cosas por decir y hacer en este campo literario, o bien ofre-<br />

ciendo nuevas firmas que alienten las esperanzas en el resurgir del género.<br />

Lo primero, como más tarde veremos, apenas se cumple, ya que poco avanzan en<br />

cuanto a <strong>temas</strong> y técnicas se refiere. Sin embargo, la convocatoria de concur-<br />

sos era una válida y casi segura medida para que aparecieran en el panorama<br />

de las letras jóvenes promesas El concurso siempre contaba con algún intere-<br />

sante aspecto que hacia más atractiva la participación en él: la satisfacción<br />

moral del premio que solía acompaifarse con la publicación del trabajo y una<br />

simbólica cantidad en metálico; además de proporcionar minutos de entreteni-<br />

miento y evasión, que tanta falta hacía en aquel<strong>los</strong> días en <strong>los</strong> que se inten-<br />

ta reconstruir una vida social e individual bajo unas directrices ya marcadas<br />

y constantemente recordadas,<br />

Son varias las revistas del momento que suscitan concursos y hacen que<br />

muchos lectores estén pendientes de sus ediciones para seguir de cerca el de-<br />

sarrollo de <strong>los</strong> mismos. Entre otras citaremos a NILIflE, Etnia±a.rr~. Dominga,<br />

!~Iia, Y., kei~, Eo±Qa . , , ; cada una con distintos matices y propósitos.<br />

Por lo general, todas intentan atraer la atención de <strong>los</strong> escritores descono-<br />

cí dos<br />

CONCURSO DE CUENTOS para autores noveles, (Y explica el término:<br />

aquel<strong>los</strong> que no han hecho públicas sus dotes en libro, periódico o<br />

revista’)’ <br />

e incluso advierten y encaminan aptitudes para conseguir futuros éxitos<br />

Esta revista mínima está dispuesta a examinar todos <strong>los</strong> trabajos<br />

-novelas cortas, cuentos breves poesia... — de escritores noveles.<br />

Mantiene correspondencia con el<strong>los</strong>, les aconseja y si alguno merece<br />

ser publicado lo será.”


108<br />

Otras persiguen la participación de prosistas, sin distinguir en princi-<br />

pio entre escritores y escritoras, dando a la convocatoria cierto aire de de-<br />

senfado y coloquialidad:<br />

“¡VENGAR CUENTOS Y MAS CUENTOS! !EUIA. ABRE UN CONCURSO”<br />

Si sois li~teratos o literatas prometedores, si teneis guardada ce<strong>los</strong>amente<br />

vuestra producción para sólo disfrutarla vosotros si aún<br />

no escribisteis ante el temor de no ver publicados vuestros trabajos,<br />

si... , etcétera, etcétera MEDINA, como siempre, acude atenta<br />

a proporcionaros la doble satisfacción de airear vuestrafirnia y de<br />

concederos unos premios estimulantes. Para ello organiza un Concurso<br />

de cuentos que se regirá escrupu<strong>los</strong>amente por estas bases:<br />

1! Los originales, a máquina, desde luego Máximo de doce<br />

cuartillas a doble espacio y escritas por un solo lado. Cuartillas<br />

de las corrientes, porque si son grandotas o “dobles”, sólo podreis<br />

llenar hasta seis, y sale la cuenta justa,<br />

2~ No devolveremos originales ni mantendremos correspondencia<br />

sobre el<strong>los</strong>, ¿Entendido?<br />

3§ Plazo de recepción: hasta fin de afio. o sea, Si de diciembre<br />

de 1944, a las veinticuatro horas<br />

U ¿Temas? ¿Estilo? ¿Final plácida o triste? No entramos<br />

en esas menudencias, aunque si preferimos, en general, el cuento<br />

difícil, o sea .. . el sencillo, el normal, el corriente y moliente,<br />

el más posiblemente actual y lógico. Eso sí: en la selección de<br />

cuentos detendremos y romperemos <strong>los</strong> que tropiecen con la moral o<br />

el más elemental buen gusto.<br />

5~ Y ahora el capítulo de premios, como feliz desenlace<br />

de vuestro trabajo:<br />

Primero, 300 pesetas.<br />

Segundo, 250 pesetas.<br />

Tercero, 200 pesetas.<br />

Y la publicación retribuida -en las condiciones que MEDI-<br />

NA aplica a sus colaboradores— de cuantos otros cuentos merezcan<br />

tal honor.<br />

De modo que ya sabéis: a pensar, a escribir, a “contar” y a esperar<br />

vuestro propio éxito personal transportado por nuestras páginas,<br />

éxito que MEDINA es la primera que celebra.<br />

Y firmad el cuento con vuestro nombre, seudónimo o lo que prefiráis,<br />

Pero en algún sitio poned vuestras seflas completas y claras.<br />

Poned en el sobre:<br />

Camarada Directora de la Revista MEDINA.


1(39<br />

(Convocatoria de la que podemos resaltar varios aspectos: dirigida a aln—<br />

tos sexos para “airear vuestra firma”; extensión del cuento —“máximo de doce<br />

cuartillas a doble espacio y escritas por un solo lado”—; tipo de cuento —“no<br />

entramos en esas menudencias”, aunque “detendremos <strong>los</strong> que tropiecen con la<br />

moralidad”—; premios en metálico y publicación retribuida.><br />

Otras revistas, mientras tanto, pretenden valorar por un lado el trabajo<br />

del escritor y por otro el trabajo de la escritora; como es el caso de Dotnz.<br />

ga que crea el Premio “Concha Espina” para ellas y, más tarde, el Premio<br />

“Concha Montalvo” para el<strong>los</strong>. Convocatorias que, además de la separación de<br />

sexos, presenta ciertas peculiaridades en sus Bases:<br />

— curiosa distribución de la cantidad monetaria de <strong>los</strong> premios <br />

— se amplia la extensión de <strong>los</strong> trabajos, que “constará de quince a<br />

veinte cuartillas corrientes, mecanografiadas a doble espacio”.


110<br />

A todo concursante por el hecho de haber sido admitido al concurso<br />

su cuento, se le reconoce buen juicio literario y adquiere el<br />

derecho a manifestar su opinión acerca de cuál de <strong>los</strong> publicados es<br />

el merecedor del Premio “CONCHA MONTALVO’¼ pero, al mismo tiempo,<br />

asume la obligación de no abstenerse en el plebiscito organizado.<br />

Es decir, que el Jurado Calificador será elegido por <strong>los</strong> mismos<br />

concursantes “ <br />

En realidad, todas estas innovaciones persiguen atraer la atención del<br />

lector y hacer más amena la participación de <strong>los</strong> concursantes, a la vez que<br />

de una forma indirecta se ganan adeptos al género. Bastante más curiosa es la<br />

invención, por parte de la revista Y., de un concurso consistente en buscar un<br />

final a un cuento, que sólo se publica parcialmente,aunque por desgracia esta<br />

divertida ocurrencia tiene lugar en contadas ocasiones; como con el relato<br />

Tragí—coniedia er dos actos<br />

Hasta aquí nosotros, queridos lectores y lectoras. Pero para resolver<br />

este conflicto de la familia González y para dar fin al<br />

cuento, contamos con vosotros.<br />

Todos <strong>los</strong> días recibimos en nuestra Redacción montones de cuentos<br />

para publicar en nuestra Revista. Por unas causas y otras, pocos de<br />

el<strong>los</strong> son aptos para la publicación. Así, pues, hemos querido dar<br />

una ocasión a todos estos colaboradores espontáneos, para ver su<br />

nombre en nuestra Revista, (. , , >“ <br />

o con el cuento de Joaquín de Entrambasaguas A + E + C<br />

“Tampoco este cuento acaba. Es decir, acababa... Pero dejamos a<br />

nuestras lectoras en libertad de darle un final. Es ésta una broma<br />

que gastamos a nuestro ilustre colaborador Joaquín de Entrambasa—<br />

guas. Si el final dado por alguna lectora es mejor... pues ése publicamos,<br />

Y que nos perdone nuestro querido colaborador”


112.<br />

Como vemos, son distintos y variados <strong>los</strong> matices con que se le ofre-<br />

ce al lector la posibilidad de acercarse al mundo de la literatura, aunque<br />

hay bastantes puntos que son enfocados de forma parecida en cada una de estas<br />

convocatorias, Nos referimos, concretamente,al respeto total a la moralidad,<br />

a la absoluta libertad de tema y de asunto (excepto claro está, el concurso de<br />

la revista ~, en donde todo esto se supedita a la parte del cuento ya publi-<br />

cada)


112<br />

das las revistas intentan de alguna forma mantener el interés por el género<br />

y les cuesta trabajo desprenderse de ese hábito adquirido hace af<strong>los</strong>, Ya se ha<br />

comentado como <strong>los</strong> mismos directivos quieren engrosar sus ediciones con rela-<br />

tos de narradores, conocidos o no, y también como en el cotidiano panorama<br />

cultural de Espaifa está presente el cuento a través de la Prensa; pero preci-<br />

saniente esta frecuente presencia, en muchas ocasiones, es gracias al relato<br />

del escritor desconocido, lo que hace que nos reafirmemos en la idea de que<br />

<strong>los</strong> gustos literarios apuntan en otras direcciones y, por ello, <strong>los</strong> escrito-<br />

res de actualidad se desentienden, por lo general, de este tipo de creaciones<br />

y se tiene que recurrir a viejas glorias o a noveles para salvar, en determi-<br />

nadas ocasiones, la edición de un número cualquiera que procura mantener esa<br />

rítmica presencia. Salvo excepciones, casi todas las revistas consultadas<br />

mantienen una constante divulgación del género, e incluso <strong>los</strong> relatos vienen<br />

a ocupar un espacio idéntico, ya que se les reserva unas páginas concretas<br />

del sumario, casi siempre las mismas, con lo que se facilita la labor de<br />

búsqueda por parte del lector aficionado. Pensemos, por ejemplo, en DaatI.na,<br />

que publica sus relatos, respectivamente, en las páginas 6 y 10 durante 1940,<br />

en la página 14 durante 1941, , . ; en flQmingfl, que lo hace en las primeras, 3—<br />

4, y en las últimas, 13—14 y 15—le; en Ean±~i&que prefiere normalmente las<br />

últimas páginas, desde la 40 en adelante; en In~ii1& que reserva las páginas 7<br />

y 8 para ello;o en Ln.n&.z~aL que desde las páginas 44—45 a lo largo de 1944,<br />

pasa a las 77—78 en 1949.<br />

Conforme avanza la década, la sociedad evoluciona en un proceso de pre-<br />

tendida normalidad y estabilidad, que poco a poco regulariza cualquier tipo<br />

de manifestación. La Prensa vuelve a fijar sus secciones habituales y, al<br />

tiempo que se amolda a la nueva situación, unas veces por continuar una labor<br />

ya comenzada y otras por perseguir un espíritu renovador y dignificador de lo


113<br />

publicado, se reservan esas páginas a la narración literaria, que lucha inú-<br />

tilmente frente al ensayo, la crónica, el reportaje,... por mantener su ante-<br />

rior situación de privilegio<br />

Todo, pues, autoriza a sospechar que la Literatura durante 1944<br />

continuará siendo definida por las mismas características que viene<br />

mostrando desde hace ocho o diez aifos y que a la hora presente logra<br />

su más acusada fase. Lo cual quiere decir que se mantendrá, si<br />

es que no aumenta, la inclinación del público letrado hacia las<br />

biografias, memorias y análogos testimonios históricoliterariOS, por<br />

citar concretamente un signo más de <strong>los</strong> gustos dominantes.”


114<br />

Así, entre <strong>los</strong> rotativos que siempre han estado en contacto con el cuen-<br />

to literario nos encontramos con Dnmingu, que desde <strong>los</strong> primeros af<strong>los</strong> de la<br />

posguerra ha manifestado un especial entusiasmo por todo tipo de relatos, es—<br />

pafloles o extranjeros, extensos o breves, y dedica a el<strong>los</strong> varias secciones,<br />

que suelen ocupar desde 1946, como anunciábamos antes, las páginas 3-4 y 15—<br />

16; aunque también publica relatos breves de categoría bastante inferior, mu-<br />

chas veces sin firmar, en secciones que llevan títu<strong>los</strong> como ‘ humoristas”<br />

y “La novela brevísima” o E~nZ~ia~, I&flL4 saI, XeliIn~, Y., en donde aparecen<br />

varios cuentos por ejemplar; o JJ~a, ~ tLteL> que comienzan la<br />

década reservando unas páginas a este género, como algo habitual en ellas.<br />

Junto a éstos se encuentran todos aquel<strong>los</strong> que, con el paso de <strong>los</strong> afios,<br />

dejan engrosar su sumario con <strong>los</strong> argumentos de esta prosa literaria, a la<br />

vez que se va forjando secciones dedicadas exclusivamente a ella. Es el caso<br />

de AN, a partir de 1945; de Cuadernos Hispanoamericanos, en 1949; de EILiaz<br />

tanta, desde 1948, ya editada en Madrid; de li~z., que regulariza y aumenta su<br />

publicación en 1943; o de In~n.La, que después de tres alíes en contacto con<br />

<strong>los</strong> lectores, en el número 36, su director Enrique Canito, tal como refleja-<br />

mos antes, intenta promocionar el género con palabras alentadoras, entre las<br />

que resaltamos: ‘


115<br />

sección “Cuentos de DESTINO”, que según avanza la década se va difuminando ya<br />

que alterna el autor nacional con el extranjero, que desde 1944 se convierte<br />

en lo más usual, mientras que el relato espaifol, en franco retroceso de apa-<br />

riclón y localizado en las últimas páginas, acaba en af<strong>los</strong> posteriores por de<br />

jarse ver en una o en dos ocasiones a lo largo de un mes, periodicidad bas-<br />

tante relajada si tenemos en cuenta que la revista es semanal.<br />

Tanto en estos casos como en otros, la frecuencia de la divulgación es-<br />

tará íntimamente relacionada con la propia regularidad del periódico o de la<br />

revista que mantienen interés por el cuento. También hemos de resaltar la<br />

presencia del suplemento, sobre todo del suplemento dominical, en el que se<br />

apoyan <strong>los</strong> diarios para complementar la información con el entretenimiento,<br />

ya que es precisamente en estos suplementos en donde se recogen con frecuen-<br />

cia relatos, mientras que las revistas <strong>los</strong> llevan inmersos en sus propias ]Já—<br />

ginas; esta circunstancia no impide que ciertos diarios, en fechas tan con-<br />

cretas como Navidad o Semana Santa, sí que cuenten, entre <strong>los</strong> puntos de su<br />

sumario, con la colaboración de narraciones cuyos <strong>temas</strong> están muy ligados a<br />

la época en que aparecen; o simplemente, sin que sea necesario la existencia<br />

de un suplemento, se elige el domingo como día más propicio para editar cuen-<br />

tos.<br />

No podemos acabar este apartado sobre la frecuencia de la publicación en<br />

la prensa sin aludir a un curioso fenómeno, que no surge en estos affos por<br />

primera vez y que, en fechas no demasiado alejadas, proliferó de tal manera<br />

que viene a considerarse como una de las causas básicas por las que el cuento<br />

literario dejara de ser un género predilecto. Nos referimos, concretamente, a<br />

la existencia de “refritos”, que tanto cansó al lector de la anteguerra,<br />

El público llegó a cansarse de novelas cortas. Yo creo que las<br />

mató un empacho de “refritos”. El mismo original se publicaba ocho


116<br />

o diez veces con diferente título y casi al mismo tiempo en distintos<br />

periódicos. Los compradores huían ante el tufillo del aceite<br />

quemado. Las tiradas bajaron de alarmente manera. Y al barquinazo<br />

de una Novela, seguía otro, y otro . . U’ (36><br />

aunque, en honor a la verdad, no sería justo decir que durante la década de<br />

<strong>los</strong> cuarenta se abusa de ello, pero tampoco está ausente. El hecho es fácil-<br />

mente detectable en las dos épocas, sin embargo se manifiesta bajo distintos<br />

enfoques, según nuestro criterio. En el primer tercio del siglo XX hay que<br />

justificar su presencia gracias a la gran demanda del relato breve, que re-<br />

quiere una continua creación, a veces no tan abundante, con lo que se plantea<br />

un desajuste entre el requerimiento por parte del lector y del director de<br />

periódicos, y la elaboración de nuevos trabajos por parte del autor, lo que<br />

ocasiona al fin la edición de lo ya editado; no obstante, en la inmediata<br />

posguerra no se da esa circunstancia y el panorama no se presenta tan alenta-<br />

dor, por lo que podemos pensar, de nuevo, en la ausencia de relatos de cali-<br />

dad y en la difícil situación del género, que cede la primacía a otros más de<br />

moda, objetivo inmediato y tentador para <strong>los</strong> escritores consagrados e, inclu-<br />

so, para <strong>los</strong> que comienzan su carrera literaria.<br />

A lo largo de estos af<strong>los</strong> cuarenta, hemos podido localizar algunos ejem-<br />

p<strong>los</strong> que pueden confirmar lo antes expuesto, aunque mostraremos una referen-<br />

cia más reducida de lo que en realidad acontece, si bien hemos aclarado ya<br />

que no es un suceso demasiado extendido Se produce con diversos matices y,<br />

a modo de anécdota, diremos que <strong>los</strong> relatos de más éxito, o por lo menos <strong>los</strong><br />

más “repetidos”, pertenecen a Tomás BorrAs, pero no son <strong>los</strong> únicos, lógica-<br />

mente. Lo usual es que se muestren con el mismo titulo, cono<br />

— El secreto d&1 lago de José Sanz y Díaz, publicado en I&Lr~.a, febrero<br />

de 1939, y en Dominga, mayo de 1942.<br />

— las tres hermanas grises de Josefina de la Kaza, publicado en


117<br />

marzo de 1942, y en kdfra, marzo de 1943,<br />

— El perro con ideas propias de Tomás Borrás, publicado en Xl, julio de<br />

1944, y en Dmni..n.ga, julio de 1945.<br />

— El cuentista del zoco del pan de Tomás Borrás, publicado en ABQ, sep-<br />

tiembre de 1945, y en DDmi.Lgn 4 Junio 1946,<br />

— Balo la máscara de Tomás Borrás,publicado en Dgxtnga,diciembre de 1944<br />

y en L~z±i¡n~, ener9 de 1949.<br />

— Elizabide el vagabundo de Pío Baroja, publicado en La~ta.rua, diciembre<br />

de 1948, y en flmn±.nga, Julio de 1949.<br />

pero, también pueden ofrecer ligeras variantes en la denominación o un cambio<br />

total de epígrafe, como<br />

— ZLma..i~da1. de José Sanz y Díaz, publicado en Latnca. junio de 1939, y<br />

luego en Lan±iarn.~,dicleibr.e da 1Q42~ con e]. nuevo. título IL.r~¡a1n4ñ<br />

<strong>los</strong> Lgos<br />

— Donde comienza el más allá de Eugenio Mediano Flores, publicado en Ka-<br />

dina, julio de 1942, y luego en Eniga, enero de 1944, con el nuevo ti-<br />

tulo Como llega la noche<br />

— Con baZo y todA la pesca de Miguel Villalonga, publicado en Haz~, octu-<br />

bre de 1944, y luego en HAninata, diciembre de 1945,con el nuevo titu—<br />

lo Ei2~±ALynr.<br />

— Siete bolitas de solimán de Luis Antonio de Vega, publicado en L&zti—<br />

rna, febrero de 1944, y luego en Dgm±.ngn4 marzo de 1948, con el nuevo<br />

titulo Siete guifios verdes. siete bolitas de solimán<br />

Hasta ahora> como se puede observar, sólo hemos citado <strong>los</strong> que se repi-<br />

ten en revistas y en afios diferentes, aunque también se da el caso en el que


118<br />

cambian de revista pero no de atio, como<br />

— El que no volvió de Alberto Francés, publicado en Ke~In~, abril de 1944<br />

y en Dmttngn, julio de 1944.<br />

— Madrigal a Venus de Tomás Borrás, publicado en Eatns, marzo de 1945, y<br />

en DnnlThgfl. octubre de 1945.<br />

En otras ocasiones, detectamos ejemp<strong>los</strong> más curiosos y menos frecuentes,<br />

que presentan cierta continuidad en la nueva publicación, si bien hay algunas<br />

modificaciones fácilmente localizables, como En el país de Creí de Alvaro<br />

Cunqueiro, que fue editado en D~ntngQ, julio de 1942 y septiembre de 1943, y<br />

más tarde en Entn~, diciembre de 1946. En todas las fechas utiliza el mismo<br />

título, pero mientras que <strong>los</strong> dos relatos aparecidos en Dofln~n. son práctica-<br />

mente idénticos —el de 1943 es más amplio—, se produce un cambio casi comple-<br />

to en el ejemplar de Eatna, no sólo en el argumento sino en <strong>los</strong> personajes,<br />

aunque el contexto en donde se desarrolla la acción viene a ser el mismo: el<br />

país de Creí,<br />

Por último, sefialaremos un hecho interesante, al que merece dedicar unas<br />

líneas, no por su originalidad aunque sí por lo asombroso, Me refiero al gran<br />

paralelismo detectado entre dos cuentos: uno, espaifol, Las mariposas blancas<br />

firmado por Julio Romano y publicado en EQIQa, julio de 1940; otro, una tra-<br />

ducción, Venid a nuestra casa en primavera de Gabriela Preissova, aparecido<br />

en N~dina, abril de 1942. La semejanza entre el<strong>los</strong> es completa y, aunque el<br />

espafiol aparece antes, sospechamos que no es el original No se trata de una<br />

simple traducción, como la de 1942, sino de una libre adaptación en la que<br />

Julio Romano se ha permitido ciertas licencias; entre ellas, cambiar el nombre<br />

de <strong>los</strong> personajes castellanizándo<strong>los</strong> (Fruda Pogaénikova por María Teresa,,..><br />

o trasladar la acción desde Gosejov a La Alpujarra. Este caso, en concreto, no


119<br />

ofrece mayor comentario, pero si nos da pie para que pensemos en todos aque-<br />

líos “pequefios” fraudes que se han podido producir a lo largo de estos af<strong>los</strong> y<br />

no se han descubierto; fraudes realizados, sobre todo, por autores que, a<br />

falta de una mayor imaginación, han tenido que inspirarse en relatos de es-<br />

critores lejanos o próximos no sólo en el tiempo sino en el espacio.<br />

PRESENTACIÓN E ILUSTRACIÓN<br />

Seria injusto concluir este apartado sin hacer referencia a la relación<br />

existente entre el relato en sí y todo lo que de una forma adicional puede a—<br />

compaifarlo en el mismo momento de la publicación, pues debido a la capacidad<br />

retentiva y “memoria fotográfica”, más o menos desarrollada en nuestras men-<br />

tes, siempre asociaremos el relato con el medio y con la forma que ha llegado<br />

basta nosotros. Sin olvidar, por otro lado, que la presentación y la ilustra-<br />

ción, en cierto modo, están condicionando nuestra lectura, al reducir, a un<br />

dibujo o a una fotografía en concreto, todo o parte del mundo que promueve y<br />

crea nuestra imaginación a lo largo de la lectura de un relato deteminado.<br />

Así, una vez recibido el trabajo, una vez que ya se encuentra en manos del e—<br />

ditor o director de un periódico o revista, si dejamos a un lado <strong>los</strong> puntos<br />

más técnicos y especializados de la impresión y de la publicación, hay una<br />

serie de pasos por <strong>los</strong> que, de una forma casi mecánica, tiene que atravesar<br />

antes de aparecer impreso. El más importante y básico es el de la propia se-<br />

lección,<br />

A nuestras manos llegan todos <strong>los</strong> días un sinfín de cuentos


120<br />

concurso de cuentos, y en el plazo de un mes se nos presentaron<br />

trescientos sesenta. Puedo asegurar que la labor del Jurado fue a—<br />

brumadora,<br />

De <strong>los</strong> trescientos sesenta publicamos cinco de una calidad apreciable,”<br />

<br />

A juzgar por <strong>los</strong> que constantemente llueven sobre mi mesa, se escriben<br />

muchos, muchísimos cuentos ti. , 9<br />

(41)<br />

Cuatrocientos sesenta y cinco cuentos hemos recibido con motivo<br />

del Concurso de Cuentos de MEDINA, y lo que es peor, <strong>los</strong> he leído<br />

todos, todos, hasta llegar a tener <strong>los</strong> ojos ma<strong>los</strong>.”<br />

(Pilar Semprun, directora de Medina>


121<br />

Cntncidir en la misma onda de inspiración,que les haga manifestar un tema<br />

común, aún con distinta técnica y distintos medios, sin olvidar que cada<br />

“artista” posee su propio estilo y que, en cualquiera de sus obras hay una<br />

gran dosis de subjetividad, que permite identificar <strong>los</strong> resultados con el ar—<br />

ti fice.<br />

Por otro lado, una buena ilustración, bien por la técnica empleada o<br />

bien por lo llamativo que resulte su taniaflo y distribución en la página o pá-<br />

ginas que ocupan el cuento, viene a ser un punto básico y, a veces fundamen-<br />

tal, para captar la atención de un posible lector, que acude a esa deternina—<br />

da publicación.<br />

A lo largo de <strong>los</strong> afios que comprende nuestro estudio, la mayoría de <strong>los</strong><br />

relatos se ilustran con dibujos, aunque la fotografía se presente como otra<br />

alternativa


122<br />

lato, aunque, en contadas ocasiones durante este periodo, coincide la doble<br />

faceta de dibujante y escritor en un mismo autor; entre otros casos citaremos<br />

el de Aurora l4ateos con ~rn~útaL aparecido en ~j~a en febrero de 1942, o el<br />

de Muntaflola con Los tiempos cambian... pero no cambian, publicado en [a~tllz<br />

rn& en diciembre de 1946


123<br />

actividad desarrollada en <strong>los</strong> monasterios, según nos cuenta Arnold Hauser en<br />

su Historia social de la Literatura y el Arte y unos<br />

alíes después del de la televisión de Nipkow el periódico es un elemento básico<br />

de divulgación, c) su capacidad narrativa, y d) queda demostrado que <strong>los</strong> au-<br />

tores de muchas de las ilustraciones que acoinpaifan al cuento literario son<br />

<strong>los</strong> mismos que confeccionan caricaturas y chistes


124<br />

la revista o periódico dedique normalmente a esta sección; y así podemos ha-<br />

Mar del taznaflo del dibujo o dibujos, que a su vez está en directa correspon-<br />

dencia con las medidas de la propia revista o periódico. Por ejemplo, en el<br />

semanario Domingo, siempre suele aparecer una ilustración bastante reducida,<br />

ya que el relato ocupa, por lo general, una o dos páginas con unos caracteres<br />

de escasas dimensiones,<br />

Luego, se podría hacer otra clasificación entre <strong>los</strong> relatos que se acom-<br />

pafian de dibujos al principio y/o al final, frente a <strong>los</strong> que suelen estar<br />

salpicados por el<strong>los</strong> en el transcurso de su edición, alternando con su propio<br />

texto.<br />

Y por fin, aquel<strong>los</strong> que la ilustración nada tiene que ver con el propio<br />

argumento del cuento —tipo filigrana,. .,—, o, por el contrario, está muy re-<br />

lacionada con él. Dentro de estos últimos, o bien <strong>los</strong> dibujos son lo sufi-<br />

cientemente genéricos como para actuar de una for simbólica y, en parte o<br />

en su totalidad, puedan recordarnos cualquier aspecto que se trate a lo largo<br />

de la narración; o bien estos dibujos vienen a representar de una manera grá-<br />

fica alguna de las escenas que se desarrollan en el texto —en esta ocasión, al<br />

igual que en <strong>los</strong> “chistes” y en <strong>los</strong> coitos, la imagen aparece acompafiada de<br />

la palabra escrita, y <strong>los</strong> dibujos se refuerzan con un breve fragmento, sacado<br />

del relato y reproducido literall2unte—.<br />

La anterior clasificación la Lemas elaborado a través de una observación<br />

minuciosa de lo que en aquella época se bacía al respecto. Por ello, también,<br />

reconocemos que si en teoría puede resultar demasiado rigida, en la práctica<br />

no lo es, puse en realidad hay bastantes ejemp<strong>los</strong> en <strong>los</strong> que apreciamos una<br />

confluencia de varios de <strong>los</strong> apartados arriba expuestos. AsI,podemos llegar a<br />

la conclusión de que la ilustración de grandes dimensiones resulta, por lo<br />

tanto, la te llamativa, y aunque le resta protagonismo al relato en si, cap-


125<br />

ta de una forma más rápida y directa la atención del lector, a la vez que le<br />

predispone a su lectura, que puede, en principio, resultar más amena si sur-<br />

gen ilustraciones intercaladas en el desarrollo de la narración; cuanto mejor<br />

si la historia no es de una elevada calidad, Respecto a esto, en general, po-<br />

demos hablar de una ilustración bastante aceptable, mientras que, como queda<br />

referido, la calidad en muchas de <strong>los</strong> cuentos publicados es escasa,<br />

En contrapartida, la atención del lector se reparte entre el texto y la<br />

ilustración, y se siente fuertemente condicionado por esta última, tal coma<br />

declamas al comenzar este apartado. El lector, al convertirse en coautor, es-<br />

tá dando forma concreta al contenido del texto en su imaginación. Pons que,<br />

por otra parte, se la muestran ya materializada por medio de la ilustración.<br />

De ahí que muchos opten por divulgar el relato sin que le acompase grabado<br />

alguno.<br />

De todas maneras, hemos de resaltar que <strong>los</strong> cuentos agrupados en libros<br />

apenas si acogen ilustraciones en sus páginas; circunstancia que vaNa en<br />

grado ascendente cuando nos referimos a la prensa y, mucho más, cuando el re-<br />

lato aparece en semanarios gráficos, frente a la sobriedad de ciertas revis-<br />

tas más especializadas, más intelectuales. Así, por ejemplo, mientras que en<br />

LnLa.4S~l. o L~~tnraa es difícil encontrar un relato que no se complemente<br />

con uno o varios dibujos, en Cuadernos 1{ispanoainericsnos no es nada frecuen-<br />

te. No obstante, tanto en libro coma en prensa, el relato que presenta acusa-<br />

dos tintes humorísticos es más propenso a la ilustración por medio de figuras<br />

que resaltan aún más estos matices.<br />

En las siguientes páginas incluiremos algunas reproducciones para reite-<br />

rar, de una forma visible, lo ya comentado.


Li<br />

‘ti’<br />

T<br />

L<br />

a<br />

• ... —--.,,<br />

128<br />

LL CAÑAVERAL<br />

¡‘OH<br />

JOSE GAliCIA NIETO<br />

Yo tenía apenasnueve años cuando me llevaron allí. Recuerdo<br />

ahora que era muy frío el día y que un tapabocas que me<br />

prestaron, grande, ancho, con ¡¿,,as destacadas rayas verdes,<br />

cubría mi cuello y casi mi cabeza. Enire das de sus vueltas, yo rrata.<br />

ha de asomar <strong>los</strong> ojos; istiraba con dificultad, observándolo todo, que<br />

taW nuevo y miedoso me parecía, .Los días de la ciudad se habían<br />

quedado muy atrás; <strong>los</strong> ellas del colegio de frailes, con el ¿rlatisimo,<br />

pero tentplado rezo ele las tardes, con <strong>los</strong> nuufíanas de sol en el patio<br />

ruidoso, con la hora de la merienda comiendo junto a una verja el pan<br />

ti¿nw Lieja untado de mantequilla. Ahora .todo era disduto. Aquella<br />

uhisina tarde’ me Itabitan o/retido una rebanada de hogaza apretada,<br />

con una sola lineo de coriata, que sosten!a un trozo turbio dc socíno,<br />

No conseguí clavarle el dienta, Además ye> todavía tenía su! ¡>ena a<br />

euesMs. Porque es meatara <br />

853<br />

-<br />

j


o<br />

e<br />

4<br />

O<br />

127<br />

-a<br />

~“r..<br />

-‘<br />

¿1 5/’<br />

‘e —<br />

~<br />

- ~j 4-<br />

$4<br />

•/‘<br />

4 tft<br />

4t.2<br />

A<br />

* ‘1~~


1...<br />

»end¡ qa’


a~.cb,lc,.aa3etia.s¿au~u,s. a.aa a,,,usa<br />

129<br />

EL CáLN<br />

22P MEO<br />

LAVO RIZL—.<br />

- ILUSTRACIONES DÉ FRANCISCO.-COLL<br />

lӒ nnconwado te.,<br />

do, dt,col&do. ,eon la<br />

- ca,tínots. iii caNo... 1’..<br />

rch nwr.ti~ un ‘oír si, s&c en diez aho,.<br />

etc reí h vid. de la ciudad, ~ tanto<br />

tít”. .e.lírI.do tít., un rra~bIe ‘*.~,‘e •lj.<br />

ttLttllrnloi quííí - . . Aq.iI ‘e irrwínl,’’. Vel.<br />

rin .lcvc.. bruj ~ la ¡re». Mi., íd..<br />

¡jite, ciatodo él


f857-1949)<br />

eateulrltkra aln ea:pal’aoi. tíleifení,<br />

Ceo vi.. Tosí teetu,t, arol’m aje maniría’<br />

a la,, iicarrnt¿a ates i (aoi. líos<br />

nro. rcetmca.rvaneK. huaca a,i tamul’Inc nieta. ecívanacan tas n tonto reaíicí sic cate<br />

isecisas lo nisle inemifitalpa lradiaa.<br />

rocían., a.; 1. 0. liavóíi, iAl<br />

a flíova¡aii it,: cría. lía asaaiaal<br />

ny., eec.<br />

tttalatai.ia atlait.<br />

aíri.fa’eaear cm tíiaia’a’tri a’, es<br />

it tice. tu taincí- tute, atair aai~ Cama.—<br />

4 san La uds atan rtetí iii’ atatail.<br />

‘.ini sos- iii’ así ata a<br />

att. tacia ¡“iii s eaaaií.—rv-atiaa-ia<br />

tiaSiciaa,aa ricai,aa’rai 5 el at~r-nttaiti<br />

teee.- Tau. ate cae nic’itL-i ír—laacin-:cnn.<br />

l.a’e.. híaní. ca, tutu It ‘tino<br />

anac iniai:adlvii ti, ,c$i.i itt ata huy<br />

caí toatína ciii tstsíli.-eaiiíaíaa sanar ti<br />

ciliiniMnt


s a-Allá Itauncla la taluorrma vn<br />

‘ata rlnnáia sIal Allaaiclui,<br />

Lajas la soimaisra sIc nona Iran<br />

Tr e mo, uaelsea eíuo sostouala<br />

lito cssjtoiIiSuí alegro 3 íuiíctnghiai’ec<br />

a, clin anula roe-ca. sim lin-<br />

ce’ ~ íalodeascaíiuvnitedul.<br />

oración, y íorsafundamente re-<br />

1 Ilglsanca y lelafíldero a la hora<br />

sic AnImas. 1k-no la taberna nro<br />

se dnñnba ele taetsiell, mecíndeal,<br />

Oil el eleltailínlea icurecla encontrar<br />

osmeilicla en sal enungaefila,<br />

La, olerlo rs cliii vn el ponía-<br />

11 lIsa eaaJoílí•raíaíící se reunían,<br />

junto el acraega-ido íomostrasltnr.<br />

tío coros ele tecínhía y elejos bobocínicos<br />

ni ue tía tosido se liecorlalía—<br />

loan vid eonm-i,uuto qsae elsa-lp el<br />

mm,engaa anlo ce! eccaccis,”Eroupcí’aor<br />

—lo cd ¿ locro eloela un le<br />

quiere ¿li-cia- un bonamhare cabal<br />

sin noanielas cmi premairícasíón 1 eSbocio<br />

eímtensliia siorocelare <strong>los</strong> ería<br />

tísnuas por sin rey, y ini hoanlir<br />

asín....<br />

1íuneslo mor sIc olieioí..<br />

‘cina atar a tillutuiigClOiOS por Caía<br />

sitie eso no cmiccae~<br />

Hablaba aleajíacio el •‘Einp.<br />

negras, ¿a nitos tútt porque no catar”, con uno mano en la e.<br />

eneas que os oreo to Ita siito re—


.1’<br />

132<br />

CUS NTOpoa FERNANDO DE SOTO ORIOL<br />

ij¿O)O ti pelaje, húmedos <strong>los</strong><br />

-grandes o/os iaoespres/vos,<br />

¡etaco y suave el rosado bel-<br />

U. aqaeclia teraoea-jlla ja¿geaeoonl<br />

era una bendición de Dios.<br />

Cuando cora-e meaba en rededor<br />

de las ubres de la madre, o<br />

cuando relazaba jubi<strong>los</strong>a en el<br />

gesa c-orraljn cuajada de sol,<br />

destacaban ¡ a a extremidades<br />

biaíicas de sus patas. que piredan,<br />

sobre las pequsea,as petania,,<br />

lasos caricia tierna, coasia<br />

sai, ojos redondos y haimed.os,<br />

ta gaaS retozos ji juegos tesola<br />

la teraaes-illa cina compaReii-a,<br />


¡<br />

I<br />

sil, canalla. Estarás contento con tu<br />

acción, ¿verdad? Creerás que has hecho<br />

tieso gracia haciéndome malgastar<br />

E<br />

1qviraientas pesetas en un troje que no<br />

podrá usar.., porque aún me quedo oigo<br />

-de vengUenza, IQuinientas pesetas! ¿la<br />

fijos bien? ¡El suelda de un mes! Ahora<br />

debiera yo romperte lo barbo de un<br />

puliolazo: pero no puedo entretenerme<br />

Cori UflO porquería COmo tú.<br />

o te mandé a Sarcia porque me<br />

dijeron que es buenoo-.. ¿Qué culpa tengo<br />

yo site lo sacó mal?<br />

—¡CáIl<br />

0t0l Si osas hablar uno palabra<br />

más te piso ci pescasezo Como o tina<br />

rata vil.<br />

—¡No Insultes! -<br />

—¿Qué digo roto? Ni eso siquiera.<br />

Eres un gusonapa. -<br />

—¡Cóllote!<br />

Dió otros des posos hacia mí: mi<br />

garganta quedó al alcance de sus gorras.<br />

Fausto me escudé,<br />

L<br />

133<br />

—¿Sobos lo que le digo? —le chi-<br />

¡16—. Que loas sen-ido de conejillo de<br />

indias... SI. eso mismo! i Me has Servido<br />

de conejo de indios! Nunca me hablo<br />

hecho un traje Sarcia y fe mandé<br />

con idea de, si te la sacoba bien. vestirme<br />

yo allí... ¿Comprendes ahora?<br />

¿Eh? ¿Has comprendido yo?<br />

Se hizo un silencio que Peribáñez<br />

aprovechó paro pecísor. Y pensó le peor<br />

poro mt. -<br />

—¿Habéis oído eso? —apreté el<br />

puño miranda en derredor.<br />

—íQué animal!<br />

—íQué mala ideo! -<br />

—~Qué ¡ugaditol<br />

—Sois testigos de todo. Esto larde<br />

le denuncioré. Maldito canalla!<br />

Y me volvió la espalda. Ero una espalda<br />

con muchas arrugas.<br />

El pánico se apoderé de-mf. Si Peribáñez<br />

cumplía su amenazo tal vez yo<br />

iría a la cárcel... í La cáncel! Casi nodo,<br />

—¡Déigme flue ohoatie a aso como-ET1 w216 537 m211 537 lSBT<br />

dre¡9j ¡Quita! —le empu¡ó.<br />

•4e<br />

me subió la sangre o la cabeza.<br />

Había aguantado yo bastante. ¿no?<br />

El juez me condenó al pago de quinientas<br />

pesetas Con las que la victimo<br />

—‘ - a<br />

se hacia un nuevo trole, y otras 9u1•<br />

nientas de multo por doñas y perlulcias<br />

causados en la persona de Pepe<br />

Peribá5ez. n -<br />

Prof esté. Alagué mis razones.<br />

—Señor, ¿qué cuípa tengo yo de que<br />

el señor García aquí pnesenle. se hoya<br />

metido a sastra? El delincuente es él,<br />

no yo. El debiera estar sentado en el<br />

banquillo de <strong>los</strong> acusados, no como testigo<br />

de uno causa que debiera seguirse<br />

contra él.<br />

Se oyó un campanillazo.<br />

—í Silencio!<br />

—A él debiena mandársele o le’ cár-<br />

- col por ejercer licitan-rente una prof.- -<br />

sión... Eso SOrIO máA ¡usto. -<br />

~ Yo mi contribución! —chi-<br />

García. - - -<br />

y cédula —pataleé.<br />

—¡Silencio! —Y nuevo campanillazo—.<br />

A usted e guiaron mo<strong>los</strong> intenciones<br />

el mandarle a ese sastrer usted<br />

coniesá que el demandante fué flora<br />

usted un conejil!Pde indias, ¿no?<br />

‘—Eso es verdad, Pera si el señor Garcío<br />

fqese violinista, o acróbata o cualquiera<br />

otro cosa en vez de sastre... Ya<br />

pude ser el inductora pero sí asesino<br />

lité sí señor García.<br />

SIleciclol -<br />

—Sl me callo petderé el luido.<br />

—1Y si no Se COIIO lo etwiaréa presidíal<br />

Ea no. -<br />

—¡No!<br />

—í Pues mil pesetas de multe!<br />

Pué coma sí un tren, de mercancías<br />

por lo pesado y exprés por lo veloz.,<br />

- recorriera mi espIna dorsal reduclendó<br />

a fósforo cada una de sus v~rtebras.<br />

• Quedé doblado como una gamba.<br />

- Nol Eso tampoco —gemí.<br />

—Entonces, ¿qué quiere usted?<br />

—Ser absuelta. Que condenen o! se-<br />

- Sarcia. - . -<br />

flOr —No hay tu tía,<br />

—Entonces hago una proposición:<br />

pagaré <strong>los</strong> quinientas peletas parda-’<br />

Ros causados al demandante, pero el<br />

trole que se la hago gratis, el señor<br />

Gas-do, . -<br />

—¡Ma no! 1Eso no! —gimió Perbá-<br />

Mci, preso de terror. - - -<br />

—Ent~nces~ ¿toda la culpa va e recaer<br />

en mi? —sollocé<br />

—Usted lo ha dicha. --<br />

Y el juez, satisfecho de su veredicto.<br />

se froté las manos callandito y levanté,<br />

lo sesión. - - - -<br />

-He pensado, he pensado mucha, ¿De-<br />

be levantarme la tapo de <strong>los</strong> sesos?<br />

Creo que no: mi conciencie está tran-<br />

quila.... Tal vez el juez no pueda decir<br />

lo mismo: en adelante-algo como un<br />

adoquín pesará sobre su cerebro hasta<br />

despachurrarlo reduciéndolo a lo nada.<br />

Entonces ini henar habrá quedado o<br />

salvo. Pero, en tanta, estoy de muy<br />

mal humor.,. -<br />

lluaírsacloííts ,l, Farras<br />

(54)


134<br />

EL LIBRO DE CUENTOS<br />

En las líneas anteriores hemos resaltado la importancia que tiene la<br />

publicación periódica para el cuento y como gracias a <strong>los</strong> rotativos se man-<br />

tiene este género en continuo contacto con el lector. No obstante, y a pesar<br />

del elevado número de revistas que potencian de una u otra manera la existen-<br />

cta del relato breve, no son las suficientes<br />

Lo que sí me consta es que se siguen escribiendo cuentos; y no<br />

pocos; y muchos más se escribirían si hubiera dónde publicar<strong>los</strong>.”<br />


136<br />

remos—, hace que se ofrezca un compendio de narraciones, que, por otra lado<br />

deja pronto descartado al escritor principiante hasta que su obra no se haya<br />

consolidado, Pero, desgraciadamente, no sólo es la técnica burocrática la que<br />

impide la edición de un libro de cuentos durante <strong>los</strong> afos cuarenta, sino la<br />

peculiar situación que está atrave~ando este género literario<br />

¿Qué ocurre con el cuento en Espafia? ¿Está el género en decadencia?<br />

¿Se ha perdido el gusto por el cuento, en beneficio de la novela-rio<br />

de mil páginas? Lo cierto es que se publican en nuestro<br />

país muy pocos libros de cuentos, y que las jóvenes escritores que<br />

aspiran a triunfar en la literatura se lanzan muy pronto, y audazmente,<br />

a escribir novelas, desdeifando un tanto el género menor que<br />

parece ser el cuento.’ (57)<br />

Aparecen muy pocos libros de cuentos; tan pocos que son, por su<br />

número, excepcionales. Y aun estas recopilaciones no suelen hacerse<br />

con trabajos inéditos,escritos precisamente para otrecerse par prí—<br />

zuera vez a la atención del lector en un volumen, sino que constituyen<br />

la reunión de <strong>los</strong> que, en un plazo más o menos largo, vino publicando<br />

el autor en diarios y revistas. c.,. > Cuando ha publicado<br />

veinte o treinta, trata de encerrar<strong>los</strong> en un libro, y visita a un<br />

editor. El editor frunce el cefio: “¿Cuentos? - . - No se venden, . a<br />

El público no gusta de <strong>los</strong> cuentos.<br />

t’ ¿ES esto verdad?,,. Pues.. .pa—<br />

rece que, en efecto, hay algo de exacto. - -<br />

La tendencia más acusada en estos af<strong>los</strong> es la de la novela voluminosa;<br />

páginas y páginas, millares y centenas de millares de palabras,<br />

volúmenes ingentes, como bloques, a - - “ aunque no dejan de existir las honro-<br />

sas excepciones, gracias a las cuales podemos hablar del buen cuentista y del<br />

buen libro de cuentos. Por ello nos sorprenden gratamente algunas declaracio-<br />

nes que sirven de estímulo y reconfortan dentro de este panorama, que aparen—


138<br />

temente se muestra tan hostil para el género> como la realizada en enero de<br />

1943 por it Fernández Almagro, en un número extraordinario de ABC en donde se<br />

comentan <strong>los</strong> acontecimientos acaecidos en 1942:<br />

Se han publicado en tesis general mejores libros de cuentos que<br />

novelas largas, pero entre todos contribuyen a enriquecer el género<br />

narrativo, tan genuinamente espafiol;. - .“ (-59><br />

o las palabras destinadas a prologar cualquiera de estos libros, como las de<br />

Wenceslao Fernández Flórez:<br />

J. Buxó de Abaigar ofrece en sus Cuentos de Balneario una excelente<br />

muestra de género tan difícil fi - . ) Yo, que -por mi mal— soy<br />

“de la casa”no tengo en estas páginas iniciales otra misión que la<br />

de separar la cortina —la puerta la abrió él mismo— y presentarle:<br />

—Un cuentista. Léanle. Vale la pena. “ (60)<br />

o las muchas frases de alabanza, aparecidas en resefias bibliográficas con las<br />

que <strong>los</strong> críticos acogen determinadas nuevas ediciones y reconocen valores te-<br />

máticos y formales que se han concretizado en <strong>los</strong> trabajos reunidos, como:<br />

Con seis cuentos ha formado Juan Antonio de Zunzunegui un buen<br />

libro que acabamos de leer con verdadero placer. Van precedidas dichas<br />

narraciones de un admirable estudio, original de Juan Antonio<br />

Tamayo, ilustre catedrático y excelente crítico al que nada tenemos<br />

que afiadir ni quitar. En este extenso estudio,de cerca de cincuenta<br />

páginas, analiza el inteligente profesor universitario toda la trayectoria<br />

literaria de Zunzunegui (a> deteniéndose especialmente<br />

en el lenguaje zunzuneguiano, pleno muchas veces de aciertos indiscutibles.<br />

(. - 9 Saludamos, por tanto, con verdadero regocijo este<br />

-último libro de Zunzunegui, con el que nos muestra una vez más su<br />

alta calidad de narrador, su indiscutible altura literaria.” (61)<br />

“Locura la vida es.. • volumen III de la Colección Europa -esa sugestiva<br />

serie de obras de mujeres que tan acertadamente dirige Fío—<br />

rentina del Mar—a es un interesante libro de cuentos.Su autora nunca<br />

tuvo prisa para publicar libros; nos da ahora el primero —según<br />

se indica al frente del volumen— tras una dilatada vida literaria<br />

en diarios y revistas. No se trata, por lo tanto, de un libro de<br />

novel; (. -9<br />

Cinco son <strong>los</strong> cuentos fi..). En todos el<strong>los</strong> encontramos una delí—


13’?<br />

cada y honda ternura que con poder irresistible nos cautiva.’ (62><br />

Corno vernos el cuento, el libro de cuentos, tiene su lugar en el panorama<br />

literario español de <strong>los</strong> años cuarenta, aunque no sea un lugar privilegiado.<br />

Pero si efectivamente, tenemos que reconocer que no es abundante la apari-<br />

ción de volúmenes de este género, no debemos calificar, en cuanto a este pun-<br />

to, de desatrosa la época de posguerra, pues en todos <strong>los</strong> años que comprende<br />

el periodo de nuestro estudio nunca ha faltado la gratificante presencia de<br />

una nueva publicación, aumentando su número en 1943 y 1948 (63>. Hecho este<br />

que, par un lado, nos molina a considerar constante, que nocopiosa, la edi-<br />

ción de libros de cuentos, y por otro lado, nos permite observar la jubi<strong>los</strong>a<br />

acogida que siempre se le ofrece, por parte de la crítica, aunque no deja de<br />

chocarnos este casi ilógico planteamiento: no se publican más porque no hay<br />

mucha demanda, sin embargo cuando aparecen son bien recibidos, con esa satis-<br />

facción que produce el reencuentro con algo que escasea. Y, nuevamente, vol-<br />

vemos a enfrentarnos con la confluencia de varias circunstancias> que consi-<br />

deramos la causa de todo ello, como la moda literaria, el cansancio que ha<br />

producido en otro momento el propio género y la escasa calidad que en muchas<br />

ocasiones, no en todas, predomina. No obstante, este último punto —la escasa<br />

calidad—, si bien sobresale en el cuento publicada en diarios y revistas, no<br />

es tan generalizado en el libro de cuentos, debido a lo que apuntábamos más<br />

arriba sobre la configuración de dicho libro y sobre su autor. Es muy raro —nc<br />

imposible, claro— que un autor de nombre desconocido en el ambiente litera-<br />

río publique un volumen de estos, a no ser que su trabajo forne parte del su-<br />

mario que se completa con el de otros escritores. Por lo tanto, es más selec-<br />

tivo en cuanto a la autoría y en cuanto a la obra> y en consecuencia, gana en<br />

calidad lo que pierde en cantidad, ya que nos encontramos muchos más cuentos


138<br />

recogidos en la prensa que agrupados en volúnenes~ así, junto a unos dos mil<br />

relatos breves, aproximadamente, localizados en la prensa de entonces, hemos<br />

sumado unos mil, reunidos en distintos libros.<br />

La forma de presentar un volumen de cuentos es muy diferente y en el<br />

proceso de elaboración, si olvidarnos las notas esencialmente técnicas, pueden<br />

intervenir diversos factores,desde la propia decisión del autor hasta las di-<br />

versas imposiciones del editor. Así , <strong>los</strong> libros de estas características que<br />

aparecieron por aquellas fechas fueron confeccionados siguiendo varios cami-<br />

nos, que nos ayudan a considerar algunos puntos básicos, como el valorar el<br />

matiz de lo inédito en <strong>los</strong> relatos ofrecidos: o el matiz de unidad que pueda<br />

aportar el tema o la autoría.<br />

Según Gonzalo Sobejano, “podría decirse que para formar un libro de re-<br />

latos hay tres procedimientos, como en la sintaxis: yuxtaposición, coordina-<br />

ción y subordinación. O se colocan <strong>los</strong> relatos, sin más uno tras otro; a se<br />

ordenan con arreglo a algún principio de armonía o concentración (tonala te-<br />

mática, social, ambiental, temporal>; o se disponen de manera que integren un<br />

conjunto con principio, centro y fin- Este última método, en rigor, no da por<br />

resultado una colección de cuentos, sino ciertas formas de novela en que las<br />

unidades narrativas integrantes, por numerosaS o notorias, suscitan la ilu-<br />

sión de que podrían subsistir por sí solas. Dejando a un lado, pues, esta co-<br />

lección potencial, serían dos <strong>los</strong> procedimientos normales: yuxtaposición y<br />

coordinación” (64). Así,también en <strong>los</strong> af<strong>los</strong> cuarenta, con mucha frecuencia el<br />

cuento llega al lector, en primer lugar,a través de las revistas o en diarios<br />

y. luego, pasa a formar parte de un volumen que reune diversos trabajos, bajo<br />

un título que suele ser el de uno de <strong>los</strong> relatos que recoge, que como vemos<br />

no siempre es inédito. Estas recopilaciones, basadas en la “yuxtaposición”,<br />

fundamentalmente, las suele efectuar el propio autor, como II ~ de Julio<br />

4


139<br />

Angulo , ELbnnIZ~<br />

crImen del carabinero de Camilo José Cela (1945), La ciudad se aleja de José<br />

María Sánchez Silva (1946),.., o incluso el mismo editor, comm 55 cuentos de<br />

iacaIIa de José María Malgor -aunque aquí. Xilinbra, personaje constante en<br />

estos cuentos de Maigor, consigue aportar una unidad superior a la sesera “yux—<br />

taposician”—:<br />

Nos complacemos en poner en tus manos, lector amigo, este libro<br />

delicioso por sus cuentos y sus dibujos.<br />

La brillante pluma de José Maria Malgor y el lápiz magnífico de<br />

Armando Cueto, han condensado en idéntica profundidad, ironía y sen—<br />

tiniento, todos <strong>los</strong> matices del alma popular asturiana.<br />

En “Región”, publica Malgor —uno de <strong>los</strong> primeros valores literaríos<br />

de nuestra provincia— sus CUENTOS DE LA CALLE- Tal ha sido el<br />

éxito obtenido queaa requerimientos de innumerables lectores de toda<br />

Asturias, <strong>los</strong> hemos recogido en el presente volumen.” (66><br />

O bien, aunque menos frecuente, otra persona reune cuentos de distintos auto-<br />

res, como Cisantistas espaflolas contemporáneas


140<br />

Va a salir el libro más popular del alio, CUENTOS DE LA PISTA.<br />

Constituye la primera antología del Circo que se escribe en el mundo.<br />

Junto a firmas prestigiosas en la literatura y el periodismo,<br />

colaboran adRámperal, “Alady”, Antonio Casal, el adivinador Karby, <strong>los</strong><br />

hermanos Cape y un núcleo de técnicos del Circo<br />

El libro está ilustrado por <strong>los</strong> más populares dibujantes espaflo—<br />

les-<br />

Lógico es suponer que en treinta y cuatro cuentos de la pista se<br />

den todos <strong>los</strong> matices del superespectáculo: <strong>los</strong> cuentos, en auténtico,<br />

ágil, gracioso y dinámico “flin—flan” circense, saltan de la<br />

risa al llanto. Volteándose previamente en <strong>los</strong> trapecios del humorismo,<br />

de lo melodramático, de lo realista y legendario.<br />

De tal forma están resueltos <strong>los</strong> <strong>temas</strong> narrativos, que en ningún<br />

momento la obra puede pecar de monótona.” <br />

o varios cuentos de un solo autor, como ~uentos de Balneario de Joaquín Buxó<br />

de Abaigar,<br />

... en el que se ha utilizado un ardid de sabrosa tradición en la<br />

literatura: el de prestar un nexo a todos <strong>los</strong> relatos, conservando<br />

una especie de sutil unidad en su variedad esencial y necesaria.<br />

Como en <strong>los</strong> Cuentos de Cantorbery, como en tantos y tantos. - - ;como,<br />

en fin, en esa maravilla de “Las mil y una noches”... Un pretexto<br />

que viene a ser como el hilo sin el que no existe el collar.” (68><br />

o Vidas humildes. cuentos humildes de Vicente Soto, en donde el protagonista<br />

es el elemento aglutinador y unificador de <strong>los</strong> relatos que lo fornan:<br />

Su libro tiene la particularidad de que las diversas ficciones<br />

están centradas en el mismo personaje, es decir, forman en su conjunto<br />

una materia novelesca incipiente. Los nueve cuentos del volumen<br />

están referidos a un protagonista único, Evaristo Lillo, que da<br />

cohesión psicológica a la obra. Pero el autor no ha querido construir<br />

una novela a base de cuentos encadenados; sí refundir en Evaristo<br />

rasgos psicológicos de almas muy emparentadas. Le hubiera sido<br />

fácil cambiar el nombre del protagonista en cada cuento y suprimir<br />

las aisladas notas de referencia a la esposa y a la hija de E—<br />

varisto; entonces su libro perdería el carácter que le es peculiar.<br />

Sin embargo, lo que hace que cada una de estas narraciones tenga<br />

vida independiente es que están concebidas como obras acabadas 1 válidas<br />

por sí mismas, sin que necesiten de antecedentes o preparativos<br />

para su vida individual,” (69)<br />

De todas formas, sea cual sea el camino elegido, tenemos como resultado


142.<br />

al libro de cuentos que más que valorarlo como obra redonda, acabada, comple—<br />

ta, siempre se considerará como el resultado cte una suma, por mucha unión que<br />

le pueda transferir el tema, el personaje o el autor. Vendrá a ser una “obra<br />

de obras de estructura abierta hacia un límite que la mayoría de las veces<br />

está, impuesto por circunstancias externas a la propia obra: en un volumen se<br />

recogen seis relatos con el mismo criterio con el que se podían haber recogi-<br />

do diez, por ejemplo, siempre y cuando estuvieran preparados para ser recopi-<br />

lados.<br />

Las narraciones que siguen, agrupadas bajo el título de Ln~Jtnrna<br />

dalbari&, vinieron a mi imaginación un domingo por la tarde, mientras<br />

asistía a la corrida. (,, ,> Precisamente aquel domingo por la<br />

mañana me publicó Atrita. dos pequeñas narraciones de toros. Pensé<br />

que agavillar un grupo del mismo tipo podría resultar interesante.<br />

En estos meses de febrero, marzo y abril me puse a trabajar el tema;<br />

luego me he cansado, Este libro es como la denuncia de una mina.<br />

Eso es, nada más,” (70)<br />

El relato, sin exnbargo,si se nuestra siempre como un todo no perderá sus<br />

señas de identidad a pesar de formar parte de un sumario; aunque por estas<br />

fechas tropezamos con el caso interesante de cuentos ya publicados que se<br />

transforman en capítu<strong>los</strong> de novelas, como Helena o sí mar del verano de Ju-<br />

líAn Ayesta, editada por Th~n2Á en 1952,en donde varias de sus páginas fueron<br />

difundidas en <strong>los</strong> años cuarenta como cuentos, aunque con distintos títu<strong>los</strong> de<br />

<strong>los</strong> que ahora presentan como capítu<strong>los</strong> (71); entonces estaríamos, posiblemen-<br />

te, ante lo que Gonzalo Sobejano llamaba procedimiento de “subordinación”.<br />

No podemos concluir este apartado del libro de cuentos sin hacer una<br />

breve referencia a sus ilustraciones, con las que también suelen editarse es-<br />

tos volúmenes con una intención idéntica a la perseguida por la prensa: la de<br />

hacer más agradable su lectura; aunque observamos, por un lado, que su pre-<br />

sencia, tal como ya comentarnos, es mucho menos frecuente en <strong>los</strong> libros —entre


142<br />

otros que incluyen ilustraciones tememos, Cuentos ele la pista 020—<br />

A<br />

y<br />

02<br />

>02<br />

-4<br />

402<br />

>202<br />

$0>02><br />

0>t


143<br />

NOTAS<br />

(1) Augusto Martínez Olmedilla, en En±na, Madrid, nQ 357, 1—enero-1944.<br />

,que se editaba<br />

en San Sebastián, ya habían aparecido siete trabajos: Agi¿~Lm~iZ~.<br />

knrb~rQ, de Juan Pujol; Ta carpeta gris, de Concha Espina; Ta opinión de<br />

LQaliaÉs, de Luca de Tena; Madrina de guerra, de Rosa de Aramburu; fl<br />

naufragio del Mistinguett, de Enrique Jardiel Poncela; Tra~xunda,de Tomás<br />

(3)<br />

BorrAs; y Tierra del diablo, de Luis Antonio de<br />

Declaraciones de Francisco Melgar, director de<br />

Vega.<br />

Dmntnga, en La Estafeta<br />

LLt~mria, Madrid, nQ 22, 28—febrero—1945, página 9. Aquí bajo el<br />

“Cuentos, muchos cuentos”, se reunen las diferentes respuestas que<br />

título<br />

manifiestan<br />

directores de revistas de actualidad, ante estas dos preguntas: 1)<br />

“¿Se escriben cuentos actualmente?”; 2> “¿Se publican muchos?”.<br />

<br />

22 de La Estafeta Literaria, ya cit.<br />

Declaraciones de Juan Antonio Cremades, director de L2±raa en el número<br />

22 de La Estafeta Literaria, ya oit.<br />

(9> Declaraciones de Fernando GastAn Palomar, director de Entna,en el número<br />

22 de la Estafeta Literaria,<br />

(10> Wenceslao Fernández Flórez,<br />

ya cit,<br />

página 5 del Prólogo que hizo a Cnentna2a<br />

BaIn~anin, de<br />

(11> Fanny Rubio,<br />

Joaquín Buxó de Abaigar (1946),<br />

La revistas poéticas españolas (1939—1975), Madrid, Ediciones<br />

Turner, 1976, págs. 52-53.<br />

(12> Rafael Osuna> Tas revistas españolas entre dos dictaduras: 1931—1939<br />

Valencia, PRE—TEXTOS, 1986, pág 189.<br />

(13> Fanny Rubio, ops. cit., página 181.<br />


144<br />

(23> Fanny Rubio, ops cit. , págs. 77—78,<br />

(24) Cansuelo Bergés, Indice de artícu<strong>los</strong> y traba<strong>los</strong> aparecidos en “ínsula”<br />

fl4L1255<br />

4 Madrid, 1958.<br />

Fanny Rubio, ope. cit. , págs. 46—47-48.<br />

, página 3.<br />

EiLiat~xirñ, Revista de Galicia, agosto de 1944, año ha n2 12.<br />

pág, 30. En el nQ 77, junio—1944, página 15, viene<br />

la solución de Joaquín de Entrambasaguas y de la ganadora, que la firma<br />

María del Carmen de Guzmán. Curiosamente, una de las soluciones seleccionadas,<br />

aunque no premiada, es de Jesús Fernández Santos.<br />

Estos concursos promovidos por 1, observamos que van dirigidos a sus<br />

“queridas lectoras”; sin embargo, no excluye, como vemos, la posibilidad<br />

de participar cualquier firma masculina,<br />


14-5<br />

de la caricatura, como Pepe Picó, Teodoro Delgado, Orbegozo, Enrique Herreros,<br />

E. Hernández Casarrubios, “USA”, “K—Hito”, Ugalde, Mihura, Tono,<br />

Córdoba, Cronos, Bellón, Galindo> etc. ; y son importantes colaboradores<br />

de revistas de humor, como La Austral ladora o La.Loimalz.<br />

’,<br />

en Historia social de la literatura y el arte, Tomo 1, Madrid,Gua—<br />

darranm, 1947, págs. 223—232.<br />

Román Gubern, El lenguaje de <strong>los</strong> comlcs, Barcelona, Ediciones Península,<br />

1974, pág. 15.<br />

(4’?) Cuadernos Hispanoamericanos, marzo-abril de 1949, páginas 353—362. Ejem-<br />

pío de no ilustración.<br />

(48) Lectnrna, alio XXIX, nQ 297, julio—1949, págs. 12—13 y 14. Ejemplo de ú—<br />

nica y gran ilustración —ocupa dos páginas—, al principio del<br />

(49> Visiones del IT’i,s allÁ, de Luis Guadalmedina, en Egtn~, alio X,<br />

relato.<br />

nQ 540, 5—<br />

julio—1947, Ejemplo de gran ilustración en el interior del relato. Junto<br />

al titulo, al principio, presenta otro dibujo, aunque de dimensiones más<br />

reducidas.<br />

(50) Daatjnn, alio XII, Segunda Epoca, nQ 580, 18—septiembre—1948, páginas 20-<br />

21. Ejemplo de pequeña ilustración.<br />

(51) ínsula, año IV, nQ 43, 15—julio—1949, página 7. Ejemplo de pequefla ilustración<br />

sólo al principio


146<br />

lnUna, de José Bernabé Oliva; - a,<br />

Y en 1948 aparecen Cuentacuentos y Azul contra gr1s~ de Tomás Borrás;<br />

Cuentos del dolor de vivir, de Luis de Castresana; Cuan±na,deManuel Halcón;<br />

Novelas y Cuentos, de José Maria FemAn; Antología 1923—1944, de Samuel<br />

Ros; Vidas humildes. cuentos hunilides, de Vicente Soto;...<br />

(64) Gonzalo Sobejano, páginas 13—14 de la Introducción a L&mQrtda, de Miguel<br />

Delibes, Madrid, Cátedra. 1984.<br />

(65) Nota de “Los editores” “Al lector”, página 7. 25 cuentos


147<br />

LOS AUTORES<br />

Cuando acabamos de comentar la constante presencia de <strong>los</strong> cuentos lite-<br />

rarios en diferentes publicaciones de <strong>los</strong> años cuarenta, tanto en la Prensa<br />

aonio reunidos en volúmenes, hemos de resaltar que tras el<strong>los</strong> y frente a otras<br />

manifestaciones de igual nombre y de más antigUedad está siempre la figura del autor, personalidad individual y con--<br />

creta que ha elegido esta forma literaria para demostrar su capacidad creativa<br />

y, a la vez, con su trabajo configurar, consciente o inconscientemente la<br />

evolución del género.<br />

Ifo siempre resulta fácil dibujar la semblanza de un autor, y mucho menos<br />

cuando se pretende dar una visión panorámica de un período, relativamente ex-<br />

tenso, cono el caso que nos acupa. Período, por otra parte, no especialmente<br />

relevante para este tipo de prosa, que cuenta en estos años de postguerra con<br />

toda una serie de obstácu<strong>los</strong> que podemos resumir, tal como ya comentamos en<br />

páginas anteriores, en una escasa atención y valoración del propio género, por<br />

un lado, y por otro una saturación, tras el esplendor de <strong>los</strong> años que an-<br />

tecedieron a nuestra guerra civil, etapa de ruptura cultural y social. No obs-<br />

tante, según nos dirá Santos Sanz Villanueva, uno de <strong>los</strong> pocos estudiosos que<br />

han dedicado unas páginas al relato breve en historias de nuestra literatura<br />

actual,<br />

“las formas narrativas breves han tenido un extraordinario relieve<br />

en toda la postguerra, a pesar de habérseles negado constantemente<br />

<strong>los</strong> principales apoyos para un desarrollo normal: han faltado<br />

editores resueltos a mantener colecciones de cuentos, <strong>los</strong> críticos<br />

casi nunca les han prestado atención, <strong>los</strong> lectores las han relegado<br />

en beneficio de la novela


146<br />

<strong>los</strong> más destacados novelistas tanto de la primera promoción como de<br />

la generación del medio siglo” (1).<br />

Afirmaciones que podemos encontrar en otros autores, tanto a la hora de<br />

reforzar la valoración positiva de <strong>los</strong> escritores de turno, como en especifi-<br />

car que el autor de cuentos “puro”, dedicado por entero a esta labor, es<br />

escaso<br />

En general, puede decirse que en la postguerra sí ha habido nota—<br />

bles escritores dedicados al cuento como quehacer literario —también<br />

cultivado por otros dedicados además a la novela—, <br />

“-¿Tenemos de verdad cuentistas? Más bien tenemos cuentos,


149<br />

mos sino esporádicas salidas al cuento, el que se hace para la colaboración<br />

de periodicos y revistas, o cuanto más el libro que se<br />

compone con todos aquel<strong>los</strong> relatos breves que hemos ido guardando<br />

publicados o no— en una carpeta. En otras latitudes viene a ocurrir<br />

lo mismo, (,<br />

a a Nuestros escritores, desde <strong>los</strong> que empezaron a publicar poco<br />

antes de la guerra de 1936—39, y luego de ésta, vemos cómo, en su<br />

mayoría, son autores de novelas, periodistas, ensayistas, poetas,<br />

que se aproximan de vez en cuando al cuento y a la novela cortaar -<br />

(Rodrigo Rubio, Narrativa española. 1940—1970, Madrid, EPESA, 1970,<br />

páginas 148, 150 y 151)<br />

Por lo tanto, una vez más, importancia de revistas y periódicos para la<br />

publicación y divulgación del género, puesto que es muy escasa la atención<br />

prestada por <strong>los</strong> editores del momento, y se insiste en la presencia de autores<br />

no dedicados expresamente al cuento. Así encontramos, por ejemplo, en <strong>los</strong> años<br />

cuarenta, cuentos firmados por Rafael García Serrano, periodista, autor de<br />

innumerables artícu<strong>los</strong> y reportajes, subdirector y director de importantes<br />

peri odicos españoles, como Antb&E~fla, de Pamplona, Haz., Arriba, Eriman<br />

Ebnn~ etc. corresponsal de prensa en Roma e Hispanoamérica, como enviado es-<br />

pecial; autor de numerosos guiones para el cine, algunas novelas suyas se han<br />

llevado a la pantalla (La fiel Infantería, - . .); recibe entre otros galardones<br />

el Premio Nacional de Literatura José Antonio en 1943, el Francisco Franco de<br />

Periodismo en 1950, - a - Por Julio Angulo Fernández, periodista, narrador y<br />

autor dramático, desde 1930 colabora en diarios y revistas de toda España y en<br />

1958 obtuvo uno de <strong>los</strong> Premios Nacionales de Literatura por su novela de humor<br />

Del balcón a la calle. Por Sebastián Juan Arbó, novelista y biógrafo, que<br />

además de obtener el Premio Fastenrath de la Academia Española por la versión<br />

definitiva, en castellano, de Tierras del Ebro(1940>, también consigue en 1948<br />

el Premio Nadal, por su novela Sobre las piedras grises; en 1964 e). Premio<br />

Racional de Literatura,por su biografía Don Pío Baroja y su tiempo; y en 1966<br />

el Premio Blasco Ibáñez, por su novela Entre la tierra y el mar, Por Nana


15 U<br />

Dolores Boixados, novelista, que llegó a ser finalista en la primera convoca-<br />

toria del Premio Nadal (1944) con su novela Agi¿~aJ4uertns, en 1966 obtiene el<br />

Premio Don Quijote, de México, con su novela ELI2ton~. Por Camilo José Cela,<br />

nuestro último Premio Nobel de Literatura


1.531<br />

novelista, redactor—jefe de un gran semanario de humor titulado La Ametralla<br />

dnra, y también de k&C~czniz., desde su fundación en 1941 (a partir de 1944<br />

fué su director). Por Alfredo Marquerie poeta, novelista y crítico teatral,<br />

actividad esta última que ejerció, por lo que respecta a la década de <strong>los</strong><br />

cuarenta, en el diario Informaciones y en ABQ; tiene en su poder, entre otros<br />

galardones, el Premio Rodríguez Santamaría de crítica teatral 1943 y el Premio<br />

del Ayuntamiento de Madrid 1944, Por José Antonio Muñoz Rojas, poeta, narrador<br />

y ensayista, forma parte del grupo neorrenacentista de poesía surgido en la<br />

postguerra: Sonetos de amor por un autor indiferente (1942), Abril del alna<br />

(1943), etc. Por Manuel Pombo Angulo, periodista y novelista, que permaneció<br />

en Alemania durante <strong>los</strong> años 1942—1944 como corresponsal de X~. y L&i~ngnc~z.<br />

dIaj fue finalista del Premio Nadal 1947 con su novela Hospital General, y en<br />

1969 recibe el premio Ateneo de Sevilla por La sombra de las banderas. Por<br />

José Vicente Puente, periodista, novelista y autor dramático, fue corresponsal<br />

en Buenos Aires de <strong>los</strong> diarios kdxl y AB&, redactor—jefe de la revista E~tna<br />

y colaboró en ~e~n&, Yárfl~ñ, Arriba, y Xa- Por Felix Ros, escritor que ha<br />

obtenido múltiples premios literarios, entre <strong>los</strong> cuales resaltamos el Francis-<br />

co Franco de periodismo (compartido) en 1939, el Verdaguer (1945), el Cisneros<br />

(1949), dos especiales en <strong>los</strong> concursos Lope de Vega de Teatro , el Nacional de Literatura (1965>, el Ausias March de poesía (1966),<br />

etc. Por José Luis Sampedro, novelista y dramaturgo, que consiguió el Premio<br />

Internacional de Primera Novela, por La. sombra de <strong>los</strong> días (1947). Por Julio<br />

Trenas, periodista, ensayista y autor dramático, fue redactor de la Delegación<br />

de Prensa de Madrid y colaboró en la Agencia Logos, en Letza5, en L&~iaI~ta<br />

literaria. y en <strong>los</strong> diarios Arriba., Eañbflt y ABQ- Por Juan Antonio de<br />

Zunzunegui, gran novelista que acumula también un buen número de premios, como


152<br />

el Fastenrath de la Real Academia Española 1943, por tAy. - a estos hi<strong>los</strong>!<br />

Premio Nacional de Literatura 1948, por La.úIseza; Premio del Instituto de<br />

Cultura Hispánica y Premio Hermanos Quintero de la Real Academia Espaflola,<br />

1951, por El supremo bien; Premio Círculo de Bellas Artes de Madrid 1952, por<br />

Esta oscura desbandada; o el Premio Larragoiti 11=57, por la vida como es. Etc.<br />

etc.<br />

Larga lista de nombres de escritores que como vemos comparten sus<br />

aficiones con otros géneros. Sin embargo, algunos otros autores, aún sin<br />

mostrar tampoco una dedicación total al género, tienen y tendrán una mayor<br />

vinculación con la historia y evolución del relato breve, gracias a sus obras<br />

recogidas en volúmenes o en las páginas de la Prensa, tal como Tomás Borrás,<br />

redactor, colaborador y critico teatral de EigarQ, L&.Iribinia, Ruñ~¿aAunlin, La.<br />

EaLe.ca, ELBaL, L&Jtnz~ ABQ. Blanco y Negro, flflsjiflnt, Arriba, Hun~n<br />

Bi~j2Áni~n, entre otras importantes publicaciones, que a lo largo de <strong>los</strong> años<br />

cuarenta publica siete libros de relatos —Unos. otros y fantasmas (1940), Us.z.<br />

risas y mli sonrisas (1941), Cuentos con cielo (1943), Buenhumorismo


153<br />

, El fraile menor (1942) Naves en el mar (1947), La ronda de <strong>los</strong><br />

galanes. Naves en el mar (1944>—. 0 el humorista Enrique Jardiel Poncela con<br />

El naufragio del “l4istinguet” (1941), Exceso de equipale. Xis viales a LISA<br />

Monólogos. Películas, cuentos y 5 kg de cosas más , Para leer mientras sube el ascensor , 0<br />

José María Sánchez Silva, con <strong>los</strong> premios Nacional de Literatura 1943, Nacio-<br />

nal de Periodismo 1945, Mariano de Cavia 1947 y el Internacional Andersen, que<br />

galardona las mejores creaciones de la literatura juvenil; conocido por el<br />

gran público por su Marcelino. pan y vino (1952), pero antes demuestra su<br />

maestría en el género y habilidad narrativa con La otra música (1941>, Nnea<br />

tan fácil, Narraciones de la vida próxima (1943>, La ciudad se alela . 0<br />

el valenciano Samuel Ros, que deja plasmado su fino humorismo en sus libros<br />

Cuentos de humor (1940>, Cuentas y cuentos. Antología 1928—1942 (1942>, y<br />

Antología 1923—1944 (1946>. 0 a.<br />

En definitiva un amplio panorama de nombres que, conscientemente, hemos<br />

escogido entre <strong>los</strong> muchos que firman relatos breves en aquel<strong>los</strong> años de post-<br />

guerra; y ha sido intencionada nuestra referencia, pues en ella presentamos<br />

autores, como veremos, que no sólo muestran diferencias de edad~ sino que<br />

también han resistido de desigual manera el paso del tiempo, en cuanto a la<br />

consideración y valoración de su obra —la inmensa mayoría de el<strong>los</strong> apenas se<br />

recuerdan en la actualidad, mientras que otros pocos con <strong>los</strong> años fueron<br />

afianzando su nombre y su obra en el panorama literario español—. Pero, sin<br />

embargo, todos, en mayor o en menor medida y con mayor o menor fortuna y<br />

calidad, han contribuido a que el género se mantuviese a flote en espera de<br />

unos años más propicios. José Francés lamenta que en el siglo XX -hasta 1940,<br />

que es cuando hace estas declaraciones (2>— no ha existido una consolidada<br />

gloria para el género:


154<br />

“la unión simpática de dos cuentistas cuando se cumple el contrasentido<br />

de faltar cultivadores del cuento en una tierra en que<br />

la fantasía novelesca, la imaginación narrativa tienen arraigada<br />

alcurnia.<br />

España fue siempre país de cuentistas, de contadores de sucesos<br />

verídicos o inventados para ejemplo o simple deleite de la inuche—<br />

dumbre a<br />

El cuentista era gallardo brote literario que no escasas veces se<br />

hacía rama fuerte del recio tronco de nuestro clasicismo de la novela<br />

en el siglo áureo,<br />

Sin embargo, no es al XX propicio el arte del cuento. Los mejores<br />

cuentistas españoles modernos ha de retrocederse a las postrimerías<br />

del siglo XIX para hallarles: un Valera, un Octavio Picón, sobre todo<br />

un ‘Clarín’ o una Pardo Bazán.<br />

No significa la prolija, la profusa generación de escritores de<br />

novelas breves hebdomadarias, cuyos fascícu<strong>los</strong> divulgaron, tal vez<br />

con exceso, hasta hace pocos años un esplendor sólido del cuento.”<br />

No obstante, según avanza la década de <strong>los</strong> años cuarenta estas afirma-<br />

ciones tan radicales van adquiriendo otros matices más optimistas; y es en<br />

1944, cuando ante preguntas lanzadas en Ls Estafeta Literaria (nQ 2, 20—marzo,<br />

“Colorín, colorado, el cuento no se ha acabado”, página 9> —“¿Cómo se te o—<br />

trece el panorama actual del cuento español: en auge o decadencia? ¿Cómo ves<br />

el porvenir de nuestro cuento?”- dos escritores galardonados con el Premio<br />

Nacional de Literatura, José Maria Sánchez Silva y Samuel Ros, contestan ask<br />

Creo sinceramente en un auge de este género literario. Prescindiendo<br />

de valores ya muy hechos, <strong>los</strong> nombres de Samuel Ros, Alfredo<br />

Marqueríe, Juan Antonio Zunzunegui y Emiliano Aguado forman la vanguardia<br />

joven de una veintena de escritores que auguran un próximo<br />

porvenir de excepcionales cualidades en el género a<br />

(Sánchez Silva)<br />

“-En plena decadencia. La causa es la misma que desplazó la atención<br />

y la laboriosidad de <strong>los</strong> escritores hacia el ‘ensayo’, con el consiguiente<br />

abandono de la literatura imaginativa. Las luchas sociales<br />

y políticas imponían <strong>los</strong> asuntos y <strong>los</strong> géneros. Hoy, rebasado<br />

este período, vuelve a sentirse una mayor inclinación por la novela<br />

y el cuento, (.4<br />

—No se puede perder de vista que no es un género comercial y de<br />

<strong>los</strong> que no dominan la gran masa de lectores. Por lo mismo, su futuro<br />

depende,en gran parte,de la atención que le presten <strong>los</strong> directí—


165<br />

vos de la Prensa y de la cabida que le reserven las publicaciones?’<br />

(Samuel Ros)<br />

Ya vimos cómo, efectivamente, algunos directivos prestaron apoyo, pero<br />

no era suficiente para conseguir una calidad aceptable, aunque la cantidad era<br />

más que suficiente. Se escribieron muchos cuentos a lo largo de <strong>los</strong> primeros<br />

años de la postguerra; sus autores buscaban una continuidad, tras el parénte-<br />

sis trágico de una guerra, y muestra de ello es que> junto a narradores Jóve—<br />

nos, encontramos un alto porcentaje de escritores que ya habían publicado en<br />

al primer tercio del siglo. Son muchas las ocasiones en que diversos testimo—<br />

2105 y manifestaciones de la época nos permiten situar autores en su contexto<br />

hacer una aproximada nómina de autores de cuentos, ya que no “cuentistas<br />

Juros” —tanto “nuevos” como escritores consumados—:<br />

Se suele esgrimir olvido y simular desdén hacia la generación siguiente<br />

a la llamada del 98 (..<br />

Sin embargo, precisamente después de aquel grupo del 98,donde sólo<br />

hay un novelista, sugió una generación fuerte, amplia, constructiva,<br />

plena de capacidades intelectuales, y en la que, sobre todo,<br />

predominan <strong>los</strong> creacionistas: <strong>los</strong> que han dado a la novela,al cuen—<br />

to, al poema, una importancia y un significado plural, producto de<br />

no escasas ni restrefidas personalidades (. - - )<br />

Alguna vez y por alguien —rencorosillo subconsciente de sí propio<br />

de su impotencia imaginativa— se nombró a esa generación inmediata<br />

y superior en novelistas, cuentistas y poetas a la del ga: la del<br />

‘Cuento Semanal’ -<br />

¡Naturalniente~ La del ‘Cuento Semanal’ y la de ‘Los Contemporáneos’<br />

y la de la ‘Novela Cort&, y la de ‘La Novela Semanal’, y la<br />

de la ‘Novela de Hoy’, y la del ‘Libro Popular’.<br />

La de tantas y tantas revistas hebdon¡adarias, en las que sugieron,<br />

se formaron y consolidaron escritores capaces de hacer eso que pa—<br />

rece tan sencillo y que consiste ni más ni menos que el supremo género<br />

literario: la novela y el cuento.”<br />

(En este artículo, José Francés hace un recuento de <strong>los</strong> colaborado—<br />

res en El Cuento Sernal. Entre <strong>los</strong> desaparecidos cita a: Jacinto<br />

Octavio Picón, Pardo Bazán, Ricardo León, Felipe Trigo, Eugenio Noel,<br />

Amado Nervo, López Pinil<strong>los</strong>, José María Salaverría, Alfonso ]-ler—<br />

nández Catá, Joaquín Dicenta, Alejandro Sawa, Manuel Bueno, Andrés<br />

González Blanco, Emiliano Ramírez, López Silva, Antonio de Hoyos y<br />

Vlnet, Luis Antón del Ohnet, Javier Valcárcel, Enrique Amado, Pru—<br />

dencio Canitrot, Francisco Villaespesa, Isaac Muñoz, Rafael Leyda y


156<br />

Gabriel Miró.<br />

Aún quedan algunos: Eduardo Marquina, Emilio Carrére, Federico<br />

García Sanchiz, Felipe Sassone, Rafael Cansinos Assens, Alberto In—<br />

súa, Rafael López de Haro, Gregorio Martínez Sierra, Ramón Pérez de<br />

Ayala y el propio José Francés.<br />

(José Francés, “Aquel ‘Cuento Semanal’”,<br />

noviembre de 1944, página 7)<br />

en flmninga, n<br />

9 405, 19 de<br />

En El Cuento Semanal —1907— y en <strong>los</strong> Contemporáneos, inolvidables<br />

publicaciones semanales se dió a conocer la generación que podría—<br />

mos llamar del 908,en la que granaron admirablemente <strong>los</strong> novelistas<br />

Zanacois, Pérez de Ayala, Hernández Catá, Ramírez Angel,Hayos y Vi—<br />

nent, Insúa, Matá, López de Haro, Ricardo León, Concha Espina, Ga—<br />

briel Miró, José Francés.”<br />

(Francisco Sainz de Robles, en el Prólogo a Cuentos de la vida. de<br />

la muerte y del ensueño (1944>, de José Francés)<br />

Entre el<strong>los</strong> figuran: tomas BorrAs, reman, Cela, marquene, —- nana—<br />

no Rodríguez de Rivas, Ros,... De ellas: Julia Maura, Xarichu de la<br />

Mora, Concha Espina, Eugenia Serrano, y otras destacadas figuras de<br />

las letras,”<br />

<br />

Los que escribimos novelas y leyendas, y biografías, y tradicio—<br />

nes. y cuentos, no sabemos, por lo regular, gracias a Dios, una palabra<br />

de Literatura, pero escribimos novelas.<br />

(a. a) A mi generación, Foxá, Marquerle, Alfaro, Meares, González<br />

Ruano, Castán Palomar, Zunzunegui, Centeno, etc., etc.”<br />

(Francisco Bonmatí de Codecido, “La novela y el novelista”, en £jj—<br />

xwntn~, 24—enero—1945, página 6><br />

Además de otros testimonios, como la compilación de Pedro Bohigas en LnaJn2ioz<br />

res Cuentistas españoles (1946) (3>; o la antología Cuentistas españolas con<br />

tmapwjnaasa (1946>


15’?<br />

Castro. María Cordero Palet~ María Bollán, Cristina Martín Berlanga, María<br />

Jesús de Godoy, Dolores Medio Estrada, Catalina Menéndez, Hilaría de la<br />

Fuente, Gisel Dara, Maravillas Flores Mijíler, Jacinta Pascual Díaz, María<br />

Thresa Loscos-; o la relación de autoras que Eugenia Serrano muestra en la<br />

revista Elniaterra (nQ 35, marzo-1948, página 284), cuando al presentar un<br />

“Panorama de la literatura femenina actual”, cita <strong>los</strong> siguientes nombres en el<br />

apartado de “Novela, narración, cuentos...”: Concha Espina, Rosa Chacel (en<br />

América>, Carmen Laforet, Eulalia Galvarriato, Elena Fortún, Elisabeth Mulder,<br />

Isabel de Ambia, Mercedes Formica—Corsí de Llorén y Lilí Alvarez.<br />

Pero esto es sólo una muestra del panorama real, que superaba con creces<br />

cualquiera de estas enumeraciones —nosotros henos podido reunir alrededor de<br />

unos setecientos sesenta nombres, entre escritores que firman cuentos tanto en<br />

publicaciones periódicas como recogidos en volúmenes—; pues, a todos estos<br />

autores antes citados, hemos de añadir una larga lista de nombres que<br />

entrarían a engrosar las filas de <strong>los</strong> que intentaron probar fortuna en la Li—<br />

teratura, y engañados por la aparente facilidad del género se lanzaron a la<br />

aventura de escribir un cuento. No es éste un mal exclusivo de la época, pues<br />

si miramos hacia aquel<strong>los</strong> años de esplendor para el género, observamos como<br />

también hacen acto de presencia este tipa cte “entusiastas”, tal y como lo<br />

resalta ‘Clarín’ en Qfli=~ua(Madrid, 1893, pág. 28>:<br />

Muchos particulares que hasta ahora jamás se habían creído con<br />

aptitudes para inventar fábulas en prosa con el nombre de novelas,<br />

han roto a escribir cuentos, como si en la vida hubieran hecho otra<br />

cosa. Creen que es más modesto el papel de cuentista, y se atreven<br />

con él sin miedo. Es una aberración.” (5)<br />

Wtores noveles y autores de publicación escasa, que dejarían pronto a un lado<br />

La fiebre momentánea, incentivada en ocasiones, como vimos, por la atracción<br />

le <strong>los</strong> concursos literarios, y que en cierta manera ayudan a configurar un


158<br />

ficticio y superficial esplendor del género con la aludida “cantidad, si”,<br />

aunque “calidad, no”; y que a la larga viene a reafirmar las palabras de<br />

Samuel Ros: “sólo existe una fórmula para que no sean políticos o escritores o<br />

riticos todos y cualesquiera de <strong>los</strong> ciudadanos de una naci&n: la presencia de<br />

inos pocos que lo sean de verdad”


159<br />

ve, en donde nos encontramos, lógicamente, con autores que publican en la In—<br />

mediata posguerra- En esta línea resaltamos las interesantes aportaciones de<br />

Luis Ponce de León, quien recoge ejemplares de más de cien autores en “Ultinma<br />

Promoción”, revista Alenen. (números 73-74—75—76, Madrid. 1955); E. Rada, con<br />

su “Antología y nómina del cuento joven español”, en L&JI~r& unto imposible, tanto si consideramos el material informativo, en ocasiones<br />

Lesaparecido y no recogido en hemerotecas, como si pensamos en toda la larga e<br />

nútil lista de <strong>los</strong> que cultivaron poco el género yjpor lo tanto,su aportación<br />

ue escasa-, en donde se recojan nombres de <strong>los</strong> escritores más conocidos<br />

ntonces. Cuando Gonzalo Sobejano en Novela espaflolá de nuestro tiempo (1975),<br />

grupa a narradores de la inmediata posguerra, lo hace, en primer lugar.<br />

ensando en el grado de preocupación que estos novelistas han mostrado por la


1&u<br />

contienda; cuestión que, según él, relaciona de esta manera & <strong>los</strong> siguientes<br />

nombres (9):<br />

1.- Los desorientados:<br />

1) De edad madura: Baroja, ‘Azorín’ -<br />

2) Retrasados en visión o técnica: Ramón Ledesma Miranda, Sebastián<br />

Juan Arbó, Juan Antonio de Zunzunegui.<br />

3) Distraídos: Miguel Villalonga, Darlo Fernández Flórez, Fedro Al—<br />

varez.<br />

II. - Los preocupados por la guerra:<br />

1) Observadores: Concha Espina, Wenceslao Fernández Flórez, Francisco<br />

Canta, Ricardo León, Salvador González Anaya, Agustín de Foxá, To—<br />

más Borrás.<br />

2) Participantes (militantes): Rafael García Serrano, Cecilio Benítez<br />

de Castro, José María Alfaro, José Vicente Torrente, Ricardo Fer—<br />

nández de la Reguera.<br />

3) Intérpretes: Arturo Barea, Max Aub, Paulino Masip, Ramón J.Sender.<br />

Francisco Ayala, Eugenio F. Granelí, José Maria Gironella,Luis Ro—<br />

mero.<br />

Pero si en esta ocasión es un hecho histórico que, convertido en tema,<br />

reune a diferentes escritores, no podemos seguir esta pauta, pues, como vere—<br />

mcc, el terna cte la guerra, aún siendo importante y frecuente, no es lo más<br />

significativo en la temática del cuento de <strong>los</strong> cuarenta. Por ello, hemos pre—<br />

ferido acudir a la agrupación generacional, según fechas de nacimiento; pero<br />

en vez de marcar dos grandes grupos, “generaciones de la preguerra” y “gene—<br />

raciones de la postguerra”, con sus respectivas subagrupaciones —generación


162.<br />

del 98, generación del 14, generación del 27, generación del 36, generación<br />

deI 50,.. .-, tal y como lo hace Angel Basanta al hablar de la narrativa de la<br />

postguerra (10>, o las agrupaciones generacionales que distinguen Eugenio de<br />

Nora o Antonio Iglesias Laguna, recordadas por Santos Sanz Villanueva (11>,<br />

hemos optado por presentar tres grupos. semejante a lo que en 1959 hizó Enrí—<br />

que Anderson Imbert (12>, por considerar, en primer lugar, que muchos de <strong>los</strong><br />

nombres localizados guardan escasa o nula relación ideológica, de convivencia,<br />

- -a con el talante de estas generaciones de tan renombrado sabor; y en segundo<br />

lugar, porque, al comprender nuestro estudio un período de diez años, se puede<br />

observar mejor la madurez del escritor si la agrupación, que no clasificación,<br />

la elaboramos al considerar cortos períodos de tiempo, que nos demostrarán, no<br />

sólo, como junto a escritores consumados aparecen Jovencísimas figuras, sino<br />

también la edad media más generalizada entre estos autores:<br />

1.- NacIdos antes de 1900 , José María Salaverria (1873>, Fede—<br />

rico Oliver , Pedro de Répide (1982>, José Francés<br />

(1883), Francisco Camba (1884), José Más (1835), Wenceslao Fernández Flórez<br />


2.- Nacidos entre 1900 y 1915<br />

162<br />

Luis Antonio de Vega , Al—<br />

Eredo Narquerie (1907>, José Sanz y Díaz (1907>, Francisco Javier Martín A—<br />

~ril (1908>, Ronán Escobotado , Darío<br />

‘ernández Plórez , José Antonio Mufloz Rojas , José Felix Tapia , Manuel A. García<br />

‘ifiolas (1911>, José María Sánchez Silva (1911), Juan Antonio Giménez Arnau<br />

1912), Eugenio Mediano Flores (1912>, Alvaro Cunqueiro (1912), Dolores Medio<br />

1912), Manuel Pombo Angulo , Rafael García Serrano


162<br />

lío Coil (1919>, José Corrales Egea (1919>, Juan Fernández Figueroa (1919),<br />

Francisco García Pavón (1919>, Adolfo Lizón (1919>, Julio Trenas (1919), J.<br />

Eduardo Zúfliga , Vicente Soto (1919>, Miguel Delibes (1920>, Rosa Maria<br />

Cajal , Carmen Nonelí (1920), José Vicente Torrente , Luis de Castresana (1925), Ma—<br />

riano Jesús Tudela (1925), Juan Car<strong>los</strong> Villacorta (1926>, Ana María Matute<br />

, etc.<br />

Ante esto podemos decir que el cuento literario de <strong>los</strong> afios cuarenta,<br />

por lo que respecta a <strong>los</strong> autores, puede caracterizarse por la pervivencia de<br />

narradores que aseguran su presencia y la no ruptura con tradiciones litera—<br />

rías —concretamente, la realista-, aún después de <strong>los</strong> duros af<strong>los</strong> de nuestra<br />

guerra civil, y por la constante llegada de jóvenes promesas, que intentarán<br />

amoldar el género a las nuevas formas, dentro de las tendencias narrativas del<br />

Medio Siglo; aunque bien es verdad que, por el predominio de <strong>los</strong> primeros, la<br />

narración breve -y tras ella sus autores—, poco, o casi nada, puede aportar<br />

además de su propia existencia, pues desde Pío Baroja hasta Ana María Matute<br />

-por citar principio y fin de nuestra lista— dan muestra, por lo general, de<br />

un realismo suave y costumbrista de profundo sabor tradicional, aunque en<br />

novela surja y triunfe el otro aspecto más duro de la realidad, el tremendis—<br />

mo.<br />

Jo obstante, de la presencia de tantos autores observamos con curiosidad<br />

que un elevado porcentaje de “cuentistas” resultan ser mujeres. Hemos recopí—


164<br />

lado unos doscientos veintitrés nombres de escritoras, número que sobrepasa<br />

con creces a las veintidós reunidas en Cuentistas espafiolas contemporáneas<br />

(1946) por Federico Sainz de Robles, y que en principio podría ser una nota<br />

discordante y chocante en unos aftos no especialmente significativos para las<br />

reivindicaciones sociales de la mujer. Pero este éxito, también, es aparente<br />

pues a la hora de la verdad son muy pocas las que consiguen un resultado a—<br />

ceptable en el terreno de la narrativa; de hecho son escasas la mujeres que<br />

publican libros de relatos, y junto a <strong>los</strong> ya citados de Concha Espina, afladí—<br />

mcc el de Gisel Lara, ¡Mtster1o~ Narraciones alucinantes ; de Susana March<br />

Jarra~Inn2a (1946); de M~ Luz Martínez Valderrama, Entre el vivir y el soNar<br />

(1947); de Julia Maura Herrera, LOIA (1941), E y.A~zili~.


155<br />

do de la mujer, y considera que el hecto de forjar, dirigirla capacidad cre-<br />

adora aportaría cierto aire de “modernidad”, a la vez que de ejemplaridad —por<br />

difundir, itAs o menos solapadamente, comportamientos acordes con la ideología<br />

predominante-. Por todo ello no nos extraila que, por ejemplo, en Radian, re—<br />

vIsta femenina de acusado matiz falangista, un 5’1% de <strong>los</strong> relatos localizados<br />

estén firmados por nuj eres (con un total de 145 narraciones, 84 son de es—<br />

crttoras>, que posiblemente no vuelvan a publicar en otras revistas —o por lo<br />

menos, en las consultadas por nosotros, al considerarlas las itAs representa—<br />

tlvas-, como es el caso de Balbina Amor, Angeles. Luisa Maria de Aramburu,<br />

María Amalia Bisbal, Isabel Braco, Isabel de Buendía, Dolores Carmen, Xn Paz<br />

Carraceja, Maria Costa, Josefa María Chaume Aguilar, María Luisa Durán, María<br />

Nieves O. Echevarría, Margarita González Figueroa> Lola Guadix, Elena Guzmán<br />

Francisca Imbert, Aurora Lezcano, Encarna Marcos Bustamante Amparo Martínez<br />

Ruiz, Sofía Morales, Sara Morales Gil, Luisa Mufiaz Pedrera, Maria Olga, María<br />

Dolores Pérez Camarero, Teche Pérez Serrano, Piedad de Salas, Rosa Pilar San—<br />

tos Molero, Micaela de Seco, Matilde Serao, María Luisa Ullán, Mercedes Wer-<br />

ner, - -a Frente a otras tantas que sí aparecen> además, en las páginas de otros<br />

rotativos, como Mercedes Ballesteros de la Torre, que publica no sólo en Ha—<br />

dina, sino en X. E~itt~sia y ihz.; Rosa María Cajal, en 7., Da~±Inny LeQiuLaa;<br />

Isabel Cajide Moure. en 7.; Leticia, en EaLoa, e 7.; Carmen Martel, en Letraa;<br />

M4 Luz Martínez Valderrama, en DmningQ e Xi Aurora Mateas, en Entna; Josefina<br />

de la Maza. en fleinn EaniÉ-a y EWna; María Luisa Ortega, en Llm&4.BnL;<br />

Concepción Pérez Baturone, en UQmingn.; Josefina Rivas> en Dmntnga y Lacl&raa;<br />

María Antonia Sanz Cuadrado, en ~j~; Eugenia Serrano~ en DeaLtnn e 7.;<br />

María Settier, en DQminga. aLa y EQIDa; etc.<br />

Por otro lado, en revistas no tan centradas en asuntos del hogar cambia<br />

por completo el panorama; así en ~n±na,por ejemplo, que fue un semanario grá—


168<br />

fico de información y reportajes, disminuye considerablemente el número de<br />

relatos firmados por autoras, al alcanzar sólo un 23’5% (de un total de 311<br />

narraciones, 73 son de escritoras). Algunas de ellas son María Victoria Amor,<br />

Emilia Cotarelo. Concha Espina, Mercedes Formica—Corsí. ‘Elena Fortún’ , Pau—<br />

la José, Julia Maura, María Pilar Nillán Astray, Marichu de la Mora, Carmen<br />

Ruíz Castillo, María Pilar Sainz Bravo, Maria Pilar de Sandoval, Dora Sedano<br />

de Bedriflana, María Isabel Suarez de Deza, Angeles Villarta, etc.<br />

Ya en un plano más englobador, sin diferenciar entre hombres y mujeres,<br />

puesto que estamos hablando de la asiduidad y presencia de nuestros autores de<br />

cuentos en determinadas publicaciones, resaltamos como nota significativa que<br />

no es precisamente en un tipo de prensa más especializada, en unas revistas de<br />

interés literario o cultural superior al término medio, tales como £s.~nriaI,<br />

&ribc=r~ Cuadernos de Literatura Contemporánea, £spadaffa, Insula, . . . en las que<br />

La narración breve tiene mejor acogida —en cuanto a número, no en cuanto a<br />

~ntusiasmo-, pues prefieren la crítica de libros, el ensayo, las noticias<br />

Literarias en general, a la prosa de creación, que sin ser descuidada no es<br />

~bundante.Así, en E~nrJ..aI, que “ya desde su mismo nombre —ha afirmado Juan<br />

ar<strong>los</strong> Mainer (13)—, E~oni~1. contribuía a la elaboración de la idea imperial<br />

Le la cultura”(. . a) “El género narrativo mereció muy poca atención en<br />

-annrd.al. Son escasas las muestras de cuentos y novelas —de Sánchez Silva,<br />

(ercedes Formica, 1?. Fernández Flórez, P. Baroja— publicadas en las páginas de<br />

•a revista; por el contrario, abundan <strong>los</strong> ensayos teóricos. Es tena común la<br />

~ovelainglesa, poco conocida antes de la guerra civil (a a >“, Frente a esto,<br />

?wal.ngii, como ya vimos, se convierte en el semanario nacional que más cuentos<br />

~ublicaen esta década, pues en él se dan cita, además de <strong>los</strong> relatos publica—<br />

Los en secciones concretas, <strong>los</strong> salardonados y finalistas de <strong>los</strong> dos intere—


167<br />

santes Premios convocados por él, el “Concha Espina” y el “Concha Montalvo”<br />

para ellas y para el<strong>los</strong> respectivamente. con lo cual se produce una conviven-<br />

cia, que llegará a ser habitual, entre autores consumados y noveles, fiel<br />

reflejo de la situación general; de esta manera D~mtnga acogerá relatos de tan<br />

importantes firmas entonces como Pío Baroja —t=lizabide el vagabundo , A la alta escuela (7—dicienbre—1947)Los_sacrificados(8—febrero—1948>,<br />

La ruina de la casa de <strong>los</strong> Baena , Historia de un ventorrillo (13—marzo—1949), La caía de ¡nflsica (5<br />

Junio-1949>,<br />

Tos espectros del castillo , la muerte del<br />

general Cabaflas , L~<br />

yaLd~tinn (20—febrero-1944), No hay más que dos hombres en realidad (12—<br />

noviembre-1944>, etc.-: ‘El Caballero Audaz’ , La nielar receta del maestro El frío de la muerte<br />

(21—noviembre-1948), Cuando el corazón afirma (26-junio—1949>~ Un hombre con<br />

dI.nana (25-septiembre—1949), etc.—; Francisco Gamba —la novela del capitán<br />

Knnrn¿ , La miliciana Judlth , etc.—;Fernando Cas—<br />

tán Palomar -La seflorita que ha cumplido treinta atlas


168<br />

Cristobal de Castro -Los emboscados , El conspirador y la<br />

iCnInra , T.a sirena de Qaldár (17—mayo—1942>, Puerto Eal’imbF’ (1—<br />

marzo-1942), ~Ia.rga.rItÁ (29-marzo-1942), etc.-; Juan de Diego —El caso de la<br />

sruchaoha estrangulada


169<br />

1947>, La extraña parela (21—diciembre-1947), kara~ana. (30—mayo—1948), Lúa.<br />

largo de <strong>los</strong> caminos (3—octubre—1948>, Una partida de tresilloCl3—abril—1948<br />

Maté a la muerte (4—julio-1948), La besana y la estrella (19—diciemnbre--1948),<br />

Al margen del plató (30—enero—1942), La devoradora (27—marzo—1949), Qtr&.yez<br />

ti.. , ¡dna<br />

marineros y sus amigas (19-septiembre—1948). E~ntna!l1—julio—1948), Ironta.


170<br />

1946), El caso de Silvia (30—junio—1946), Accidente de autonovil (18—agosto—<br />

1946>. Fútbol... Jazz Eand , El secreto de Hortensia (4—abril—1946>,SI.<br />

cuerpo de tina muier (27—junio—1948>, Se ignora cuAl de las dos(6—marzo—1949><br />

Coincidencia extraña Doble crimen (29—mayo—1949>, etc.—; Al-<br />

fredo Marquerie —Una vida de perro(19—septiembre—1943), Una broma en la piza<br />

rr~. ,<br />

Un hermoso sueño . etc.—; Ubaldo Pazos —El prior que no llegaS a<br />

~exJn.(5—octubre—1941), lmpresiones de viaje? , etc.—;<br />

José Maria FemAn —Un milagro en Villachica (3—febrero—1946), Un intento revo<br />

1ILUnLALIQ (7—julio—1946), Vieja historia de un buen caballo (22—diciembre—<br />

1946), El horror a lo cursi , Historia edificante del lego hor<br />

Lalann. (11-mayo-1947), El caso de Currinchí , La pierna cortada<br />

(23—noviembre—1947), El puerto sereno (28—diciembre—1947), L&.a5peranza. —Esi~~ia


122.<br />

d~g~ra (21-diciembre-1941>, Un cuento de amor (22—noviembre—1942), Cna~Za.<br />

arrIb~Ál1—julio—1943) etc.—; Federico Romero —Espí rit’is en conserva(30—abril<br />

1944>, Memorias de un pedestal (21—mayo—1944>, Mi pobre amigo Aaron Zuzutí<br />

(20—agosto—1944>, E3uIaCRn (1O—septiembre—1944¿’,etc.—; José Sanz y Diaz ~<br />

ojos de la estampa (18—enero—1942>, Valor espafiol , El rapto de la<br />

LnhtflQra. (17-enero—1943>, El organillero de Lavaplés (4—abril—1948), etc.—;<br />

¿Sanz Rubio —Alta traición , La trición del espelo (26—marzo—<br />

1944>, La vuelta del hilo actor , Rosalind. la Sefardín (14—<br />

octubre-1945). Rl muerto reclama su ropa C13—agosto—1944),etc.—; Mariano Tomás<br />

—Luz de tarde , El pescador de estrellas (11—agosto—1946>, El<br />

______________________________________________<br />

cortilo de las palomas , L&sasa.<br />

encantada. (27—julio—1947), Enimasara. , Cuatro halas de<br />

WLAItá-abLflI (26-septiembre—1948), Yarda (14—noviembre—1948), jLtaLeZn.


172<br />

sortila de la nuerta(29—abril—1945>, Un hombre y una mirler , Es melar no saber taquigrafía (11—<br />

septiembre—1949), En <strong>los</strong> lasos de luz de las plazas (2—octubre—1949), Tendráa<br />

siempre violetas frescas (23—octubre-1949), Por la sombra de cruces se arras-ET1 w3<br />

traba “Canelo” (4-diciembre—1949>, etcétera—.<br />

lo obstante, aún después del interés que mostró este semanario, fl~n¡IngQ,<br />

por el género, quedan ciertos autores de gran renombre sin aparecer en sus<br />

páginas, lo que nos demuestra, por un lado, que no todos publican en las re-<br />

vistas más de moda o de mayor tirada y acogida —que no siempre son las de más<br />

calidad-, y por otro lado, que existen autores que si bien publican libros de<br />

relatos, su presencia en periódicos y revistas es escasa; aunque cuantitatí—<br />

vamente estos últimos son menos numerosos que <strong>los</strong> primeros, y entre el<strong>los</strong> po-<br />

demos citar a “Jorge Campos”, Luis de Castresana, Gisel Dara, It. E. Delgado<br />

>tarfn-Baldo, Ramón Gómez de la Serna, Ramón Goy de Silva, Pablo Herrera, José<br />

María Malgor, Elisabeth Mulder, Jacinto Itiquelarena, Sofía Pérez Casanova,<br />

‘Concha de Salamanca”, Vicente Soto, Mariano Jesús Tudela, Huberto Pérez de la<br />

Ossa, Rafael Dieste, Joaquín Buxó de Abaigar,... todos con libros aparecidos a<br />

la largo de la década, pero en <strong>los</strong> rotativos de esta época consultados por no—<br />

sotros no aparece ningún cuento suyo, lo que no niega la posibilidad de ha—<br />

llarse en otras revistas o en las mismas, pero en otros atlas. Asi,por ejemplo,<br />

nos consta que Jorge Campos colabora en Lm~et (Valencia>, ____________________________________<br />

Planas de Poesía<br />

, In~n1& etc; que José María 1,<br />

obtuvo el Primer Premio en el concurso de cuentos de Navidad celebrado por el<br />

diario madrileño EL.jibflrai, el día 24 de diciembre de 1917; o que Joaquín


173<br />

Buxó de Abaigar, debido a sus actividades ajenas a la literatura, no publica<br />

nada hasta su primer libro, Cuentos de balneario (1946),<br />

Pero si volvemos a <strong>los</strong> primeros, a <strong>los</strong> que suelen estar presentes con<br />

más asiduidad y a veces en varios medios, libros y Prensa, y dentro de ésta en<br />

varios ejemplares, de mayor o menor calidad, obtenemos la siguiente relación<br />

que nos da también muestra de aquel<strong>los</strong> autores —<strong>los</strong> más populares— que acuden<br />

a revistas reconocidas y, en cierto modo, acaban identificándose con esa<br />

sección ideológica determinada que alguna de ellas representa


194<br />

-Victoriano Crémer Alonso: ~spad~a., Eninmia, . -a<br />

-Alvaro Cunqueiro: Dmni-anga, Eantasta, EnZn~.,.<br />

-Juan de Diego: Dmntaga, Llin&4SnI, Y, - a a<br />

-Concha Espina: Libroz varios volúmenes ya mencionados. Prensa= Entaa,<br />

-Wenceslao Fernández Flórez: Libro Tragedias de la vida vulgar. Cuentes<br />

trflte.a (1942), La nube eninulada. Relatos de tumor


176<br />

las páginas se ocupan con relatos de estos otros narradores, quizá, a veces<br />

<strong>los</strong> únicos de calidad y que pueden indirectamente elevar la categoría de la<br />

edición, y en consecuencia sirvan como punto de contraste—comparación en la<br />

mente del posible lector.<br />

Ya sabemos que el aislamiento cultural de la inmediata posguerra mantie-<br />

ne a la prosa española al margen de una renovación llevada a cabo en Europa y<br />

América por grandes figuras de la narrativa mundial como It. Proust. A. Gide,<br />

F. Kafka, T. Mann, A. Huxley, W. Woolf, J. Joyce. etc. —al final de la década<br />

se van conociendo más-; y que tendrán que pasar <strong>los</strong> años —hasta <strong>los</strong> 50— para<br />

que, como seftala Santos Sanz Villanueva (14), se descubra la novela extran-<br />

jera, sobre todo la neorrealista italiana —C. Pavese, E. Vittorini, A. Mora-<br />

vía, Y. Pratoliní, C. Leví,. - .-, y la novela norteamericana de la “Generación<br />

Perdida” -J. Steinbeck. J. Dos Paseos, W. Faulkner, E. ]-[eminway,. - -— No obs-<br />

tante, no todos <strong>los</strong> autores extranjeros quedan en el olvido pues se aceptan<br />

aquel<strong>los</strong>, más o menos próximos, que consigan mantener una ideología similar a<br />

la permitida por la fuerte censura; la renovacién fonnal, por el momento, in-<br />

teresa menos<br />

Ante esto, no es de extrañar que una serie de manifestaciones de aque-<br />

l<strong>los</strong> años confluyan en este fenómeno, y demuestren con sus referencias la<br />

existencia de un amplio grupo de escritores que, aún fuera de nuestras<br />

fronteras y lejanos también, a veces, en el tiempo, estén en e). punto de mira<br />

de nuestros prosistas:<br />

“-¿Qué influencias autóctonas o extranjeras adviertes?<br />

-Es muy digno de ser destacado el hecho de que ahora como en <strong>los</strong><br />

grandes períodos literarios de Espafta, estamos en esto como en todo<br />

ante un movimiento de caracter puramente nacional. Por lo demás,<br />

creo que las últimas influencias francesas han desaparecido, particularmente<br />

en este terreno acotado, para dar paso a otras italianas<br />

—tradicionales- e inglesas, preferentemente.”<br />

(José María Sánchez Silva contesta en “Color! u, colorado, el cuento


177<br />

no se ha acabado’<br />

t, Ya Estafeta Literaria, n2 2, 20—marzo—1944, p.9)<br />

‘-¿Qué influencia extranjera juzgas la más fuerte en el cuento espa<br />

ñol?<br />

-La influencia de Firandello fué antes viva y eficaz. Hoy es fácil<br />

registrar la de Huxley y Joice.<br />

-¿El mejor cuentista, a tu juicio?<br />

-Además de <strong>los</strong> anteriores merecen devota atención Poe y Mark Twain<br />

Illtimainente me ha impresionado un libro de Saroyan,por la potencialidad<br />

creadora que se revela en sus páginas.”<br />

-¿Y de <strong>los</strong> espafloles contemporáneos?<br />

-Zunzunegui y Marquerie presentan facetas interesantes.Y entre <strong>los</strong><br />

que se han consagrado al género después de nuestra guerra creo que<br />

Sánchez Silva es el que trae más volumen, aliento y preparación para<br />

el cuento.”<br />

(Samuel Ros contesta en “Colorín, colorado, e]. cuento no se ha acabado”,<br />

La Estafeta Literaria, ji9 2, 20—narzo—i944, p. 9)<br />

“-¿Qué tendencias y características cree usted que imperarán en la<br />

literatura de la postguerra?<br />

-Independientemente del espíritu -entre temeroso y pesimista- de<br />

todas las postguerras creo que la literatura del momento derivará<br />

hacia lo que ya viene derivando desde hace algún tiempo en el mundo:<br />

hacia las fuentes -nuevamente descubiertas— de <strong>los</strong> maestros rusos<br />

del XIX; la última gran Novela, la Novela de Lawrence, de Mal—<br />

raux, de Huxley -la Novela, con criterio contemporáneo, nacida de<br />

<strong>los</strong> Chejov, <strong>los</strong> Turguinev,<strong>los</strong> Dostoievslci— se reafirmará con nuevas<br />

aportaciones y nuevas fuerzas.”<br />


178<br />

Desde <strong>los</strong> comienzos de 1915, Bdward J. WBrin ha sacado un valuen<br />

anual de las que él considera las mejores 20 narraciones breves<br />

del año. En 1919 comenzó otra publicación similar anual,’The O’Hen—<br />

rí Memorial Price Sbort Stories’. Cada aflo estas recopilaciones o<br />

antologías anuales crecen en número. Y <strong>los</strong> escritores de esta última<br />

escuela que llenan <strong>los</strong> magazines y las antologías de <strong>los</strong> últimos<br />

veinte años, son en gran número y excelentes. No será fuera de propósito<br />

nombrar <strong>los</strong> quince o veinte más importantes: John Steinbeck,<br />

Dorothy Camfield, Ring Lardner, Bdna Ferber, Thomas Volfe, Joseph<br />

Hergesheimer, Ruth Suckow, John dos Passos, Mary Roberts Rinehart,<br />

Marjorie Kinemam Rawlings, Sinclair Lewis, Sherwood Anderson,Ernest<br />

Hemingway, Villa Cather, Vilbur Daniel Steele, Dorothy Parker,Tbeo—<br />

dore Dreiser, Erskine Caldwell, William Saroyan.Y esto es sólo ‘espumar<br />

como suele decirse. Hace treinta años Mary Colun nos decía:<br />

‘Aquel<strong>los</strong> de nosotros que se interesan en la historia literaria recordarán<br />

cómo las formas literarias en cada época dominan en un<br />

país; en la Inglaterra isabelina fué el drama en verso~ en el siglo<br />

XVIIel ensayo. a -En la América de hoy está en boga la novela corta;<br />

está tan en boga, que además de <strong>los</strong> escritores de importancia, casi<br />

toda la población literaria las escribe o está a punto de escribirlas’<br />

Si esto era verdad hace veinte años, todavía es más verdad hoy”<br />


2.99<br />

Gullón estudios sobre Maurice Baring (Cuad. 15>, Charles Morgan<br />

—uno de <strong>los</strong> predilectos y Virginia Wo].± (Cuad. 40. 1944);<br />

Marichalar, que antes de la con tienda había dado a conocer a Vi<br />

Wolf, James Joyce y ‘4. Faulkner, publica un excelente estudio de<br />

conjunto (Cuad. 49); al joven Joaquín González Muela se debe un<br />

approach’ a Joyce. La disidencia más llamativa es indudablemente<br />

la de Darío Fernández Flórez, que, bajo el título ‘De eso, nada’<br />

, suscribe un destemplado ataque contra D. H.<br />

Lawrence y el ‘romanticismo freudiano’, mezcla disparatada de machismo<br />

carpetovetónico e improcedentes afirmaciones políticas, joya<br />

impagable de la literatura exconibatiente. Que no todos pensaban así<br />

lo demuestra el elogio encendido tributado a Lawrence por José Luía<br />

Cano en un lugar tan inusitado cono en el número 1 de ELlspaffal<br />

(1942)”<br />


180<br />

Con estas premisas, veamos algunos nombres de <strong>los</strong> autores extranjeros<br />

que con más asiduidad son acogidos por la prensa de entonces, que, según nos<br />

acercamos al Medio Siglo, modifica favorablemente sus planteamientos respecto<br />

a estos escritores, tal como cambiar de las últimas páginas de las revistas a<br />

las primeras —el semanario ~mingn desde 1949-, con el fin de proporcionarles<br />

un lugar preferente; dedicarles más atención en alguno de sus números de una<br />

forma monográfica -St, en el número 109, 6-febrero-1944, en “Seis cuentos<br />

extranjeros” publica <strong>los</strong> trabajos de un portugués (Raúl Germano Brandao>, un<br />

esloveno (Josip Kozorac>, un francés CAlberto Samain>, un austrohúngaro


Garppi, Jack London, a a a<br />

181<br />

En EiMnZ~rra, Stefan Zemoroski con <strong>los</strong> ecos del bosque


182<br />

,Valíp la pena? ; Máximo Bontempellí, <strong>los</strong> buenos vientos ; Rudyard Kipling. Los amigos de nuestros amigos (13-noviembre—<br />

1943>; Lajos Zilahy. L~gabardina > ELn.miguitn ; Juan Bokay, Publicidad eficaz (22—julio—<br />

1944): Paul Morand, kiixJI (29—julio—1944); R. Y. Joyce, ELguan±.e.


daJ.&iwn& (16—mayo—1944);...<br />

lea<br />

En Ianijana. Alberto Moravia, Un baile en el palacio (junio—1942); Seln¡a<br />

Lagerlbf, La marcha nupcial (octubre—1947), EaIusIILa. (junio—1948), SIgritb.<br />

aoberbl.n. (junio-1949), El nido de Aguzanieres


184<br />

NOTAS<br />

(1> Santos Sanz Villanueva, Historia de la<br />

~ Barcelona, Ariel, 1984, páginas<br />

literatura<br />

144—145.<br />

española, literatura<br />

.<br />

2> Nacidos entre 1905 y 1920.<br />

3) Nacidos desde, aproximadamente, 1922.<br />

Por su parte, y con un desmedido aXAn de cuadriculaci6n, Antonio Iglesias<br />

Laguna establece (.. )para <strong>los</strong> escritores que publican a partir de 1936. - .<br />

1) Nacidos entre 1877—190?.<br />

2> Nacidos entre 1910-1920.<br />

3) Nacidos entre 1923—1930.<br />

4> Nacidos entre 1931—1935.<br />

5) Nacidos después de 1935 y centrada en el trienio 1942—1945.”<br />

Enrique Anderson Imbert, El cuento español, Buenos Aires, Columba, 1959.<br />

En las páginas 24-25 habla de dos generaciones de cuentistas españoles:<br />

<strong>los</strong> nacidos de 1900 a 1915 y <strong>los</strong> de 1915 a 1930. Por lo tanto, olvida la<br />

presencia de todos <strong>los</strong> nacidos aNos antes de 1900.<br />

(13) José Car<strong>los</strong> >tainer,”La revista E5nnnI~i en la vida literaria de su tiempo<br />


ASPECTOS Y RBCIJRSOS NARRATIVOS


186<br />

ASPECTOS Y RECURSOS NARRATIVOS<br />

LOS TEMAS<br />

No consideramos oportuno ni necesario, por ser evidente, comentar en<br />

profundidad lo que significa para un país sufrir en sus propias entrañas una<br />

guerra civil y por muy poca imaginación que se tenga siempre se descubrirá la<br />

miseria y la indignación que todo acto bélico lleva consigo, junto a una pro—<br />

funda y lamentable ruptura de relaciones y acciones cotidianas, que convierten<br />

la existencia en una sucesión de lo extraordinario, aunque termine con el paso<br />

del tiempo transformado en resignado hábito, nunca admitido ni totalmente<br />

asumido. No obstante, es inevitable su alusión, cuando su trágica existencia<br />

es tan próxima a <strong>los</strong> años de nuestro estudio y sus huellas están recientes y<br />

frescas en el cuerpo y en el alma cte <strong>los</strong> españoles del segundo tercio del casi<br />

recien estrenado siglo XX.<br />

El 1 de abril de 1939 supuso el final de la guerra y el comienzo de la<br />

posguerra. “En la posguerra no había zonas -nos dirá Josefina Rodríguez—. Al<br />

menos no había zonas visibles. Estaba la única de <strong>los</strong> vencedores, que extendía<br />

su manto plomizo sobre España y una zona negra, subterránea, de calabozos y<br />

escondites, en la que habitaban <strong>los</strong> vencidos. Para nosotros, niños, la guerra<br />

habla sido excitante, terrible, anárquica. La posguerra fue el comienza de una<br />

sórdida y larga represión. Los reajustes familiares fueron duros. El<br />

reencuentro de las familias separadas, la reestructuración de la vida<br />

doméstica se iban asumiendo con lentitud. Muchos hablan perdido sus trabajos,<br />

sus casas, sus enseres en una u otra zona, Habla pueb<strong>los</strong> arrasados, poca<br />

comida, racionamientos, mercado negro 1 tristeza, preocupación por el futuro<br />

del mundo’


182<br />

ra, que lucha, mermadas sus fuerzas a causa del exilio


188<br />

go, se define perfectamente en dos grupos de escritores con unas característi-<br />

cas bien definidas, “Uno de el<strong>los</strong> vuelve a <strong>los</strong> procedimientos realistas con un<br />

criterio simplemente estético; el otro ve en el realismo el único medio eficaz<br />

para infundir a su novela un marcado carácter social” (5), DIstintos tonos que<br />

se iban a identificar con posturas conservadoras en el aspecto ideológico, por<br />

un lado, frente a actitudes más comprometidas y extremistas, por otra. Se<br />

estaba preludiando el estallido, casi inminente, de la guerra civil.<br />

Una vez pasada la contienda, en la que no cesó la actividad literaria,<br />

aunque lógicamente bastante mermada (6>, nos encontramos ante unos años cua-<br />

renta, en donde la abundantisima producción narrativa no consiguió resultados<br />

parale<strong>los</strong> en calidad, al surgir grandes desajustes entre la cantidad y el<br />

valor literario, Sin embargo, no debemos marginar alegremente estos años de la<br />

trayectoria de nuestra narrativa, pues, como dice José María Martínez Cachero,<br />

respecto a la novela, “hubo en Espafla, en la década de <strong>los</strong> difíciles y oscuros<br />

40, un cultivo de la novela cuantitativamente no poco superior al de épocas<br />

anteriores, lo cual, si no contituye criterio de valoración estética, me<br />

parece un fenómeno digno de ser tenido en cuenta”, a lo que aflade~<br />

Pese a la guerra y al exilio,pese a la incomunicación y a la cen—<br />

sura, pese a la escasez de papel y a la sobra de traducciones, pese<br />

a la falta de maestros-mode<strong>los</strong> y de críticos orientadores, pese al<br />

desprestigio de lo estético y a la contusionaría apología de valores<br />

y actitudes extraliterarias (cuando no antí—literarias>, el gé—<br />

nero echó a andar y de su práctica salieron novelas y novelistas<br />

destinados a conocer varia fortuna, y se lograron lectores y editores<br />

y premios—estimulo, y se debatió larga y apuestamente sobre excelencias<br />

y defectos, con lo que al cabo de no muchos afios<br />

-pongamos 1951 como jalón inicial de una segunda etapa— el estado<br />

de cosas era muy otro y <strong>los</strong> jóvenes que por entonces, o poco después,<br />

llegaban —la generación de <strong>los</strong> niños de la guerra o del. medio<br />

siglo- no partían ya del cero absoluto, sino de algunas positivas<br />

realidades”


189<br />

muestran tan positivos a la hora de enjuiciar estos años, como es el caso de<br />

Santos Sanz Villanueva que opina que “la mayor parte de las novelas que por<br />

entonces se escriben y publican no poseen hoy ningún interés, y han quedado<br />

reducidas a curiosidad de investigadores;la historia les ha hecho justicia”.<br />

Palabras duras, que, sin embargo, se matizan a renglón seguido:<br />

El que se puedan extraer -con mucha dificultad— basta media docena<br />

de libros de alguna significación (varios de <strong>los</strong> cuales se recuerdan,<br />

sobre todo, como testimonios históricos: La fAmilia cia<br />

Fascual Duarte, kiC, el que sea posible mencionar otra media docena<br />

de narradores valiosos (pero algunos de <strong>los</strong> cuales no lo son<br />

precisamente por lo que escriben en aquellas fechas: Delibes o<br />

Torrente Ballester, por ejemplo) no resultan elementos suficientes<br />

para expresarse en términos muy favorables” .<br />

Y debemos admitir que ambas posturas son lógicas. Una, admira el hecho<br />

da que exista esta narrativa, a pesar de todos <strong>los</strong> obstácu<strong>los</strong> contra <strong>los</strong> que<br />

tiene que luchar, y en bastantes ocasiones no puede dominar. Otra, no cuestio—<br />

na su existencia sino que valora <strong>los</strong> resultados obtenidos, que obviamente dis-<br />

tan mucho de <strong>los</strong> frutos de <strong>los</strong> años venideros, aunque no podemos ignorar que<br />

gracias a el<strong>los</strong> se ha ido trazando con la ayuda del desconcierto, de la insi-<br />

nuación, de la obsesión, de la falsa estima momentánea y del autodidactismo<br />

dirigido, un camino, en donde se afianza el realismo, ya tradicional en el<br />

mundo de nuestras letras, que avanzará bajo formas y matices diversos.<br />

Pero si hasta ahora nos hemos referido, casi exclusivamente,a la novela,<br />

es porque se le ha considerado, a lo largo de todos estos años, género “gula”<br />

y espejo en donde se terminarán reflejando la mayor parte de las<br />

manifestaciones narrativas, y, de una forma especial, el relato corto. Así,<br />

puesto que la novela, según vemos, no atraviesa una de sus mejores etapas, en<br />

situaciones muy parecidas se encuentra el. cuento literario; aunque, respecto a<br />

este i~ltimo, podemos defender una situación no tan trágica como la que nos


190<br />

muestra una visión superficial, pues no obstante cantabilizanEs también un<br />

copiosísimo número de ejemplares, ya que por su característica y singular<br />

brevedad no sólo lo encontramos recopilado en libros —medio no muy utilizado<br />

debido a que las preferencias de <strong>los</strong> editores del momento son otras-, sino que<br />

también se divulga a través de la Prensa —verdadera columna sustentadora del<br />

género-, que le permite en términos generales llegar de una forma más directa<br />

e inmediata al gran público lector, circunstancia que favorece su pronta<br />

popularidad (9).<br />

Si para muchos la guerra supuso una trágica y lamentable ruptura de la<br />

vida cotidiana, no significa esto que, una vez terminada, todo sea un partir<br />

de cero, sino más bien un “reestructurar” de nuevo, un retomar <strong>los</strong> caminos<br />

andados, aunque bajo un enfoque unidimensional, que no permite a las aguas<br />

salir de un cauce marcado y controlado. Por ello pensamos que el relato corto<br />

de posguerra es más una continuaci6n —lógica, si atendemos al momento histórí—<br />

ce que se vive-, que no un volver a empezar de la nada, y, al igual que otras<br />

manisfestaciones literarias, intentan mantenerse a flote, a la vez que buscan,<br />

al alejarse de <strong>los</strong> años de la contienda, su verdadera identidad, mas acorde<br />

con las grandes líneas culturales. Este reconducir direcciones y posturas ya<br />

marcadas -aunque no todas, ni con el mismo matiz- no sólo lo demostrará la<br />

presencia de autores ya conocidos antes de 1936, sino también la elección de<br />

una serie de procedimientos literarios, que aportarán poca materia novedosa a<br />

la narrativa española, como iremos descubriendo al analizar<strong>los</strong> más tarde en<br />

<strong>los</strong> próxios apartados.<br />

Estos procedimientos nos permitirán pasar paulatinamente de un extremo a<br />

otro de la unión fondo/forma, englobadora de toda obra literaria, aunque en el<br />

cuento de esta época> poco dada a la renovaci6n técnica, se incline la balanza<br />

más hacia el fondo que hacia la forma.


‘En.<br />

Cuando antes comentábamos que la prosa de posguerra era una continuación<br />

y no un partir de cero, nos referíamos concretamente al hecho de que esa lite-<br />

ratura se manifiesta, después de tres af<strong>los</strong>, como resultado de una evolución<br />

selectiva por eliminación, que permite volver sólo a algunas de las posturas<br />

anteriores, ya que otras se consideran inviables en la nueva situaci6n sociopo—<br />

lítica,<br />

Si ya al filo de la guerra habíamos visto una marcada preferencia e<br />

inclinación hacia el realismo desde dos puntos de vista —uno tradicional y<br />

otro más comprometido, tal como lo plantea José Domingo—,<br />

“La reacción contra el arte evasivo o deshumanizado se manifiesta<br />

con toda claridad en dos grupos de escritores que preludian el<br />

estallido de la guerra civil. En una decidida inclinación hacia un<br />

nuevo realismo, se delimitan ambos grupos con unas características<br />

bien definidas. Uno de el<strong>los</strong> vuelve a <strong>los</strong> procedimientos realistas<br />

con un criterio simplemente estético; el otro ve en el realismo el<br />

único medio eficaz para infundir a su novela un marcado caracter<br />

social”


192<br />

novela lírica e impresionista de Gabriel Miró, ni la novela experimental de<br />

Gómez de la Serna ofrecían el cauce del realismo adecuado a la posguerra. Sólo<br />

la novela humorística seguirla siendo cultivada, y ahora como medio de<br />

evasión” (12). Por lo tanto el realismo de larga permanencia en nuestras le-<br />

tras se convierte, por esta nueva circunstancia, en la postura aglutinadora de<br />

<strong>los</strong> relatos de posguerra, aunque, inspirada por el realismo más inmediato, el<br />

de <strong>los</strong> grandes del XIX, pues, como dice Camilo José Cela en 1945, “indepen-<br />

dientemente del espíritu —entre temeroso y pesimista— de todas las postguerras<br />

creo que la literatura del momento derivará bacía lo que ya viene derivando<br />

desde hace algún tiempo en el mundo~ hacia las fuentes —nuevamente descubier-<br />

tas- de <strong>los</strong> maestros rusos del XIX; la última gran Novela, la Novela de<br />

Lawrence, de Malraux, de Huxley —la Novela, con criterio contemporáneo, nacida<br />

de <strong>los</strong> Chejov, <strong>los</strong> Turguinev, <strong>los</strong> Dostoievski— se reafirmará con nuevas<br />

aportaciones y nuevas fornas”


193<br />

compartim~ntos estancos y por lo tanto es frecuente el préstamo de matices e<br />

incluso su presencia amalgamada, máxime cuando estamos en unos momentos de<br />

turbia decisión y la prosa narrativa “se mueve —en palabras de Santos Sanz— en<br />

un fuerte adanismo”. Pero a pesar de ser conscientes de que no hay <strong>temas</strong><br />

puros, acudimos a unos amplios —y poco excluyentes— grupos temáticos, que<br />

analizamos a continuación,<br />

0<br />

e<br />

U<br />

5<br />

~<br />

5<br />

o


184<br />

LA GUERRA<br />

Desde el 18 de Julio de 1936 al 1 de abril de 1939 España vive unos años<br />

de angustiosa experiencia, impuesta por el amargo y duro enfrentamiento que<br />

conileva una guerra civil. Antes, unos preparativos para la contienda; des—<br />

pués, una larga posguerra, que abre una etapa de silencio para la España libe-<br />

ral -no exiliada-, mientras que la conservadora pasa a ser “la verdadera”, “la<br />

auténtica”; es más “la única”, puesto que muy en la línea de Menéndez Pelayo<br />

—al que por razones obvias se revaloriza, junto a Donoso Cortés y al segundo<br />

Maeztu— sólo existe una España, la ortodoxa; la otra, en caso de haberla,<br />

queda no sólo muy al margen, sino que es tachada de “antinacional”. Es la<br />

antí—Espatia enemiga “de <strong>los</strong> que nos sublevamos —dirá Rafael García Serrano— un<br />

18 de Julio contra la democracia, de <strong>los</strong> que un primero de abril creímos haber<br />

derribado a patadas un mundo soez, injusto, mentiroso y escasamente cristiano”<br />

(15). Palabras que connotan, a la vez, el sabor de la victoria, junto a la<br />

cruda idea de un enfrentamiento, que, desde el punto de vista de la inquitud<br />

literaria, es enfocado así por Fernández—Cañedo:<br />

Desde 1930 a 1939 <strong>los</strong> españoles sienten la guerra como primordial<br />

deber y concurren a ella con todas las energías. Ninguna actividad<br />

al margen de las encaminadas a la consecuci6n de la victoria era<br />

moralmente lícita. Aquella guerra admite el calificativo de épica~<br />

heroísmo y esfuerzo colectivo; no se puede olvidar que fue popular<br />

para ambos bandos contendientes, “Del dolor de las trincheras, de<br />

<strong>los</strong> sacrificios de la retaguardia ha de surgir alga magnífico”, era<br />

esperanza generalizada aquel<strong>los</strong> días y es clave para interpretar el<br />

afán de muchos combatientes en recoger literariamente —p2rp~tuar—<br />

sus inquietudes”


195<br />

ella, sino a <strong>los</strong> que más tarde intentan reconstruir escenas imaginadas, ya que<br />

nunca participaron en las otras reales, aunque sí conocieron sus efectos,<br />

próximos o lejanos según el caso. Y decimos “asiduo compañero”, porque en<br />

estos Míos cuarenta nuestro país, recten salido de su propia e íntima<br />

destrucción, vuelve a otra nueva angustiosa experiencia, a otro nuevo<br />

enfrentamiento con la incertidumbre, pues el 1 de septiembre de 1939 habla<br />

comenzado otra nueva Guerra Mundial, que viene a refrescar el inmediato pasado<br />

y hace que nuestra guerra continúe gravitando aún sobre la inspiración<br />

literaria. Pero, además, se vuelve otra vez, y ahora más que nunca, al<br />

aislamiento, a un distanciamiento, que según 1!. Fernández Almagro, presenta<br />

una doble cara:<br />

Una de las consecuencias más graves de tipo espiritual que toda<br />

guerra ocasiona, por el mero hecho de producirse, no valiendo para<br />

quedar a salvo en ese sentido ninguna especie de neutralidad, es el<br />

aislamiento en que quedan las naciones y <strong>los</strong> hombres. No sólo pe—<br />

lean las tropas. Los pueb<strong>los</strong> todos, de añadidura, se incomunican y<br />

acaban por desconocerse. Es notoria la dificultad, por causas que<br />

no precisa puntualizar, con que llegan a España, no obstante su prí—<br />

vilegiado equilibrio, libros y revistas de <strong>los</strong> paises beligerantes.<br />

Los aficionados a las Letras no pueden conocer las del extranjero<br />

tan expeditivamente como en <strong>los</strong> días normales de pacUico intercam—<br />

bio. A ese mal, evidente y positivo, no le falta alguna compensa—<br />

ción. A saber: tales circunstancias estimulan la producción litera—<br />

ría nacional, haciéndola, en la medida de lo posible, más original<br />

y hasta diríamos que autárquica. Las influencias pueden ser saluda—<br />

bles o perniciosas. Cuando no es posible ejercerlas, o se ejercen<br />

débilmente, las Musas se nacionalizan y, entre riesgos que no cabe<br />

desconocer, obtienen esta ventaja: el escritor se busca a si mismo<br />

y al corazón de su patria”


196<br />

en la literatura, Después de la paz <strong>los</strong> hombres volverán su cabeza al pasado,<br />

revisando <strong>los</strong> sis<strong>temas</strong> e ideologías que provocaron el conflicto. Difícilmente<br />

la literatura podrá substraerse a esa impregnación inevitable” (18>, Da igual<br />

que se centren en la gran contienda a nivel mundial, que en la gran contienda<br />

a nivel intimo, familiar, civil, pues tanto una como otra buscará y plasmará<br />

la relación y el protagonismo del pueblo español, ya que “es inevitable —augu—<br />

ra Tomás Horrás— un momento literario cuajado de relatos y novelas con el tema<br />

de la contienda que desarrollen la parte humana, minuciosa y personal de la<br />

lucha. Lo grandioso y extenso de <strong>los</strong> escenarios, lo decisivo de la pugna y su<br />

co<strong>los</strong>al proporción, hacen que la materia para escribir sea, como jamás lo fue,<br />

abundante y diversa”


197<br />

esperaban, confiados en una producción más intensa, aunque, por otro lado,<br />

debemos resaltar la persistencia de esta temática, palpable a través de una<br />

prolongada vida literaria, que llega, incluso, hasta nuestros días. En <strong>los</strong><br />

años más próximos a <strong>los</strong> sucesos reales es casi inevitable su presencia, aunque<br />

muchas veces se pretenda difuminar este cercano pasado por medio de otros<br />

tenas y matices, que de alguna forma ayuden a cicatrizar tan recientes<br />

heridas, consideradas, sin embargo, resultado de una actuación necesaria<br />

digna de ser recordada con bastante aire de triunfalismo, en donde <strong>los</strong><br />

vencedores representan la fuerza positiva y buena de la contienda. De esta<br />

manera, no son pocos <strong>los</strong> que, orgul<strong>los</strong>os del resultado, lamentan que este tema<br />

no haya sido más aprovechado por <strong>los</strong> escritores del momento y se alegran, por<br />

tanto, al ver que con el paso del tiempo, ya lejos de la pasión de <strong>los</strong> Míos<br />

inmediatos, sobreviene su resurgimiento. Así, Rafael García Serrano comentará<br />

en 1955, con cierto matiz de resentimiento burlesco y crítica, que se ha<br />

desdeflado el gran tena de la experiencia espaflola “por pura y simple<br />

cursilería. Tuve ocasión de decirlo en un libro y no me importa repetirlo<br />

ahora: El gran tema de nuestro tiempo ha sido desdefiosamente calificado de<br />

“provinciano” por la lista oficial de nuestra literatura. Bntretanto~ claro,<br />

la plantilla de vanguardia de la literatura universal daba una pequeña lección<br />

a nuestros maestros para el consumo interior. Quizá a el<strong>los</strong> se deba, y no a la<br />

voluntad pionera de <strong>los</strong> que tratamos de avisar sobre la existencia de un<br />

inagotable manantial, ese renacieniento del tema de nuestra revolución y<br />

nuestra guerra”


196<br />

en la literatura. Después de la paz <strong>los</strong> hombres volverán su cabeza al pasado,<br />

revisando <strong>los</strong> sis<strong>temas</strong> e ideologías que provocaron el conflicto. Difícilmente<br />

la literatura podrá substraerse a esa impregnación inevitable” (18>, Da igual<br />

iue se centren en la gran contienda a nivel mundial, que en la gran contienda<br />

nivel íntimo, familiar, civil, pues tanto una como otra buscará y plasmará<br />

La relación y el protagonismo del pueblo español, ya que “es inevitable —augu—<br />

‘a Tomás Borrás— un momento literario cuajado de relatos y novelas con el tema<br />

Le la contienda que desarrollen la parte humana, minuciosa y personal de la<br />

ucha. Lo grandioso y extenso de <strong>los</strong> escenarios, lo decisivo de la pugna y su<br />

o<strong>los</strong>al proporción, hacen que la materia para escribir sea, como jamás lo fue,<br />

bundante y diversa” (19>.<br />

Efectivamente son bastantes mas <strong>los</strong> implicados de alguna forma en la<br />

iteratura del momento,<strong>los</strong> que coinciden en que unos acontecimientos bélicos<br />

a esta índole ofrecen materia temática suficiente para inspirar un abundante<br />

¡nero de relatos, aunque bien es verdad que en la esencia literaria influyen<br />

~lo parcialmente, ya que la guerra no fue capaz de cambiar hábitos técnicos,<br />

pesar de lo extraordinario de <strong>los</strong> hechos. Por ello, consideramos interesante<br />

¡ postura de Andrés Revesz, cuando afirma: “No creo en la influencia de las<br />

Lerras sobre la literatura. No veo, por ejemplo, hasta que punto ha cambiado<br />

orientación literaria de Francia con las novelas de Barbusse o Dorgelés. No<br />

y que confundir el tena con el arte. Es natural que un acontecimiento como<br />

a guerra o una revolución, suministren asuntos, pero si el modo de escribir<br />

concebir no varia estarnos donde estábamos, El populismo francés no radica en<br />

primera guerra mundial, sino en Charles—Louis Philipe. Y Proust, anterior<br />

14 es el padre de todos <strong>los</strong> escritores modernos~


tados.<br />

199<br />

En primer lugar, debemos resaltar que todos <strong>los</strong> relatos publicados en<br />

estos años cuarenta, que incluyen el tema bélico en sus páginas, lo enfocan<br />

siempre desde el punto de vista del vencedor, y así transcurrirá bastante<br />

tiempo hasta que la figura del vencido no se arrope de cierta dignidad y, de<br />

alguna forma, terminen por cumplirse aquellas palabras, que Federico Muelas<br />

emite en la mitad de esa década: “cuando se hayan agotado <strong>los</strong> <strong>temas</strong> de varia<br />

índole fecundados por la lucha, sobrevendrá —ya lejos de la pasión de <strong>los</strong> af~os<br />

inmediatos- una época interesantísima de revalorización de las grandes figuras<br />

vencIdas” ; época que aún no ha cerrado sus puertas, como lo demuestra <strong>los</strong><br />

quince títu<strong>los</strong> recopilados recientemente en Cuentos sobre Alicante y Albatera<br />

en donde Jorge Campos transforma sus vivencias en materia literaria por medio<br />

de estos relatos, que adquieren forma definitiva a una distancia considerable<br />

de <strong>los</strong> hechos reales pues “un embrión de el<strong>los</strong> —dirá Ricardo Blasco en el<br />

Prólogo


200<br />

realidad la que impida que el relato se convierta en fiel reflejo de lo<br />

sucedido, sino que la propia conciencia política permite justificar todo acto<br />

y consecuencia que se desprenda de la contienda, que, por otro lado, siempre<br />

se entenderá como una acción necesaria, por muy desolador que sea el panorama<br />

que presente.<br />

Pero esta especial intención se manifiesta de muy diversas formas, que<br />

van desde la más abierta de las proclamaciones de victoria gracias a nombres<br />

concretos, a una postura más generalizada, difuminada, menos directa,<br />

englobadora del relato, en donde este punto de vista de propaganda del ideario<br />

de <strong>los</strong> vencedores estaría en un segundo plano, o por lo menos encubierto por<br />

otros matices. Así, esa primera postura de concretizar en personajes determí—<br />

nados la encontramos en algunos ejemp<strong>los</strong>, en <strong>los</strong> que a la vez se propagan pos-<br />

tulados falangistas, como leemos en estos casos:<br />

Un gran desfile<br />

Soldaditos españoles, héroes de la Cruzada,desfilaban ante Ricar—<br />

dito y abuelita Rosario, confundidos entre la muchedumbre delirante,<br />

ebria de orgullo, renca de tanto gritar.<br />

El huerfanito viste con orgullo el uniforme: luce la camisa azul<br />

y toca su cabeza la pincelada roja de la boina de la tradición,<br />

El júbilo que le rodea no basta para ahuyentar de sus ojos el ve—<br />

lo triste que siempre <strong>los</strong> exapafa.<br />

Cierto que le place lucir el uniforme por el que se padre luchara<br />

y fuera sacrificada su madre, Pero sus compañeros, que también son<br />

como él de la Falange Infantil, tienen además la gloria de poseer<br />

padres. En cambio él . , ,<br />

La anciana siente que corroe su alma aquel dolor constante del<br />

niño adorado.<br />

De pronto el ronco griterío de las miles de gargantas se torna a—<br />

guido, cual clarín gigantesco, formando voces incontables, Es algo<br />

inenarrable, que electriza~ es el frenesí de un pueblo resurgido.<br />

Es el homenaje al Caudillo que pasa con la escolta de su guardia<br />

mora.<br />

Y la abuela, que se siente jubi<strong>los</strong>a y ansia que también lo esté<br />

el hijo de su hijo, al ver a Ricardito extática, anhelante ante el<br />

hombre que tanto hizo por la Patria, exclama, ronca, entusiasta:<br />

-¡Ya tienes padre, hijo miol ¡Nírale! ¡Es Franco! ¡Franco! Fran—<br />

col ¿Le quieres?<br />

El niño la mira. En sus ojos hay asombro. ¿Su padre aquel? Vuelve<br />

luego <strong>los</strong> ojos al héroe de cien batallas. Y justamente entonces el


201<br />

Caudillo sonríe, mirando hacia donde el chiquillo se encuentra. Es<br />

aquella sonrisa de hombre bueno, confiado, grande ...<br />

Ricardito asiente, feliz:<br />

-Si, abuelita.,. Le quiero! Pero enseguida pregunta:<br />

-¿Y madre? ¿No tengo otra madre?<br />

• . )<br />

Y ve a la madre que le da su abuela.<br />

Es la Bandera. lina enseña vieja, llena de agujeros, emblema glo—<br />

rioso y triunfante de todas las campañas. ¡Qué hermosa!<br />

Y con <strong>los</strong> otros, alza su brazo con reverenda hacia la enseña de<br />

la Patria.<br />

Gritan las gargantas enronquecidas; siguen desfilando soldados y<br />

máquinas guerreras; vuelan docenas de aviones. . . El cielo es azul;<br />

el sol de oro: cielo y sol de la España Imperial.”<br />


202<br />

o en donde, simplemente, se presenta a este personaje determinado como el<br />

causante de un nuevo y esperado cambio que les permite salir de un estado de<br />

cosas, desagradable para el<strong>los</strong>, y dar un giro esperanzador para sus vidas,<br />

corno vernos en <strong>los</strong> siguientes ejemp<strong>los</strong>:<br />

Entonces empezó a morderle, al fin, la nostalgia de su España; la<br />

nostalgia del café de su Madrid, donde peroraba entre <strong>los</strong> literatos<br />

sin discutir con nadie, sin escuchar a nadie, atento a escucharse a<br />

sí mismo, que eso era “vivir su vida”;nostalgia también del colmado<br />

andaluz


203<br />

• , )<br />

-Por fin. .. por fin,.. Ya dicen que han entrado.<br />

-Hay que esperar aún... Es prudente<br />

Les llegaban de la calle ruidos nuevos. Después de estos años de<br />

lúgubre silencio, interrumpido por siniestras detonaciones en la no—<br />

che, o por ayes lejanos en <strong>los</strong> que se iban vidas humanas, ahora rumor<br />

de voces claras y alegres que gritaban entusiasmadas; vivas, a—<br />

plausos, cantos de victoria.<br />

(. , . )<br />

Volvieron a casa cuando ya oscurecía. Hablan reído, llorado,acla—<br />

mado a <strong>los</strong> soldados, bendecido a Franco..<br />


204<br />

O todos aquel<strong>los</strong> relatos que, a la hora de dar una mayor coherencia a su<br />

argumento, remiten casi de pasada a la guerra con una alusión más o menos<br />

escueta, pero necesaria para una mayor comprensión y justificación de <strong>los</strong><br />

hechos, como ocurre en La voz misteriosa, de M~ Pilar Vellutí <br />

en donde uno de sus personajes femeninos se perf lía con detalles como “es una<br />

hermana encantadora. Es viuda de guerra, la pobre. Estuvo casada sólo dos<br />

meses”; o en La vida olvidada, de Mercedes Ballesteros de la Torre ,<br />

en donde Elisa sufre un fuerte choque cuando “un día le dijeron que


205<br />

y más o menos extensas o fugaces— son necesarias para definir a <strong>los</strong> personajes<br />

resultantes de la mezcla de ficción y realidad documental —que, por otro lados<br />

no terminan nunca de estar debidamente delimitados—, a <strong>los</strong> ambientes en <strong>los</strong><br />

que se desenvuelven, y a las acciones que se puedan desencadenar, mucho más<br />

llamativas son todas aquellas menciones que se efectúan en cuanto aparece en<br />

el relato la figura del enemigo, del derrotado en esta ocasión,en las que el<br />

aire de triunfalismo —otra vez, con fuertes tintes de propaganda— les permite<br />

cargar bien las tintas, para que tales personajes desempeifen bien el papel de<br />

“contrario”, de “no compatible”, y, por lo tanto, se manifiesten siempre en la<br />

I!nea del indeseable, capaz de cualquier hazafla cobarde y ‘brutal”, como hemos<br />

visto antes calificada por Darío Valcárcel la acción del miliciano de su<br />

relato.<br />

Ya dijo Santos Sanz Villanueva, respecto a la. novela de la guerra, que<br />

en todas ellas “predomina un gran apasionamiento político. Aparte detalles<br />

truculentos y situaciones folletinescas, carecen de la i~nor veracidad<br />

literaria por el extremado maniqueísmo de las anécdotas y de <strong>los</strong> personajes.<br />

Éstos encarnan de nodo absoluto la bondad o la maldad, sin ninguna clase de<br />

perfiles ni matices. El enemigo siempre es un ser sanguinario, cerril, que<br />

venga ancestrales odios de clase. Además, la descalificación no procede sólo<br />

de <strong>los</strong> personajes sino que el mismo autor interviene para vejar al contrario,<br />

para adoctrinar con desenvoltura, para poner en boca del narrador toda clase<br />

de Injurias”


206<br />

novelas emplean un léxico castrense elogioso para el valor y la cambatividad<br />

de ‘<strong>los</strong> otros españoles’” (26>,<br />

En el relato breve, por sus propias características, no se profundiza<br />

extensamente en ambientes y personajes, pero siempre está la nota ágil,<br />

suficiente para que se de a entender mucho con pocas palabras; de esta forma<br />

no sólo conocemos al enemigo por simples referencias, expuestas en ocasiones<br />

por el narrador, sino por sus particulares actuaciones, El narrador, entonces,<br />

buscará con asiduidad el contraste que potencie aún más la figura del<br />

vencedor, como sucede en el relato de José Sanz y ¡Maz, El ¿~vtón “X—4”, cuando<br />

iban a bombardear el Cuartel de la canalla roja, instalado en el antiguo<br />

convento de las Ursulinas, y seguramente tendrían que medir sus alas con <strong>los</strong><br />

“ratas” enemigos”:<br />

Estaban ya endina de <strong>los</strong> tejados seguntinos, chillaban amedrentadas<br />

las sirenas rojas y escupían metralla sin cesar <strong>los</strong> cafiones<br />

antiaéreos y las ametralladoras.<br />

La escuadrilla nacional, grave, pausada, serena, sin alterar un<br />

solo instante su posición correcta de vuelo, avanzaba heroica, entre<br />

una lluvia invertida de proyectiles, en busca de <strong>los</strong> objetivos” (27)<br />

Contraste que también es intenso en Como cayó de bruces el seflor García<br />

por José María Sánchez Silva (Eatg.s, 1941>, cuando al principio sitúa la<br />

acción en un hospital cerca de la costa levantina que “no tiene ventanas. Ni<br />

agua. En él se carece de alimentos, de medicinas, de aparatos, de ropas,.. Sin<br />

embargo, ¿es inaudito que exista un médico-director, un administrador, dos<br />

chóferes, un cocinero, un contable, varias enferrieras? No: es la adninistra—<br />

ción narxista”.<br />

Ineficacia propia de personajes adustos e incultos, que incluso son asi<br />

caracterizados por la utilización de un determinado registro idiomático, como<br />

VGILDS en l.n canpan~ maravil<strong>los</strong>a, de Cristobal de Castro:


207<br />

Este santo varón de Dios, que dormía el suefio del Justo, sintió de<br />

pronto que le sacudían con violencia. Y cuando abrió <strong>los</strong> ojos, por<br />

entre una bóveda de pistolas amartilladas, vió unos rostros tiznados,<br />

contraídos en horribles grimas y oyó voces aguardentosas escarnecién<br />

dole, amenazándol e.<br />

—Arriba, gandul. Te ha tocao el gordo, ¿no lo sabes?<br />

—Sí, hombre... El gordo.., Y lo vas a cobrar ahora. Vaya suerte!<br />

-¿No me conoces, Sotanilla? Pues yo a ti sí te conozco, ladrón. .<br />

—¿Ladrón na más? Vaya, dejarse de arrodeos, . . ¡A despeNarlo! Pa eso<br />

es cura..” (28)<br />

Acciones despiadadas y calificativos vejatorios para quienes iban<br />

sembrando la destrucción, culpables de crímenes, del terror 1 de la tragedia, y<br />

de “todo el fragor de aquella lucha espantosa y de la horrible situación<br />

creada por el incendio rojo en las ciudades que hablan logrado dominar” —según<br />

leemos en un relato de Roberto Molina (29)—, así como en las aldeas más apar-<br />

tadas y aisladas, según plantea José Sanz y Liaz en Los cias de la estaEpa<br />

Cerca del pueblo que nos ocupa,en las márgenes pintorescas del río<br />

Tajo y en plena montaña forestal, babia una importante fábrica de a—<br />

serrar, nido de fanáticos revolucionarios, sin escrúpu<strong>los</strong> y sin Dios~<br />

más que perversos, una manada de ignorantes envenenados por <strong>los</strong> vi—<br />

vidorzue<strong>los</strong> de la agitación social. Fueron éstos <strong>los</strong> que concibieron<br />

asaltar el lugarejo una noche y proclamar en él el comunismo líber—<br />

tana. Intento fácil y sin riesgos, dada su escasa población —que<br />

atacarían por sorpresa- y su aislamiento total” (30)<br />

Ante esto se van creando situaciones extremas, que poco a poco minan las<br />

conciencias de <strong>los</strong> lectores y les adoctrinan en un estado de aversión y de<br />

odio hacia el enemigo, objeto de todas las posibles maldiciones semejantes a<br />

la que Mary Luz, personaje de Recuerdo de aquellas horas, emite ante la<br />

presencia de una pareja de milicianos: “¡Que Dios les maldiga, murmuraba mi<br />

imiga con voz entrecortada, que Dios les maldiga a el<strong>los</strong> y a todos sus hijos,<br />

íe generación en generación, que no encuentren, aunque la busquen, ni un<br />

nomento de paz sobre la tierra!”


208<br />

tienen la oportunidad de reconocer su error y volver al buen camino por medio<br />

del arrepentimiento; aunque claro está, también aquí hay una intencionalidad<br />

de fondo con acusados tintes religiosos. La fe católica, la fe de <strong>los</strong> vencedo-<br />

res, no puede defender y apoyar el rencor y la venganza —que por otro lado<br />

tanto ha atribuido al enemigo—, sino que en contrapartida tiene que predicar<br />

la buena acción, el perdón, para contrastar una vez más con la actuación del<br />

contrario. Y entonces dan paso a la Iglesia para que predique con el ejemplo,<br />

bien a través de sus representantes, como es el caso de don Jerónimo, el<br />

anciano y enfermo sacerdote de La (Utina misn<br />

Y entre las filas apretadas se hizo paso Bernardo, el comunista de<br />

mono azul y cara desafeitada y torva, que aquella antevíspera de Santiago<br />

Labia arrastrado a don Jerónimo a la checa con intención de<br />

“darle el paseo”. Cuando el buen cura le vió delante de si, le preguntó<br />

paternal:<br />

-Nardo, ¿me perdonas?<br />

-¡Qué cosas tiene usté, don Jerónimo?- respondió Nardo.<br />

Y adivinando la segunda intención recatada en las palabras del sacerdote,<br />

añadió:<br />

-Si ya estaba yo en confesarme,<br />

Al mismo tiempo doblaba inverosímilmente una rodilla y apoyaba el<br />

codo en el sillón del enfermo.<br />

-Pero... ¿ahora? ¿conmigo?<br />

-Si, señor; con usté, que ya lo sabe todo...<br />

La emoción de la concurrencia llegó al ápice cuando vió la rano<br />

sarmentosa de su párroco trazar en <strong>los</strong> aíres la señal de la cruz,que<br />

cta cono una bendición sobre el que habla querido asesinarle: Ego te<br />

absolvo. . .“ .<br />

o de Madre Misericordia, monja que socorre con sus cuidados a la mujer que<br />

años atrás la había arrastrado por las calles, hasta quedarse con el cuero<br />

cabelludo entre <strong>los</strong> dedos:<br />

-Luego, ¿me perdona usted y no me guarda nada de rencor por aquelío,<br />

por eso que tiene usted ahí para toda la Vida?<br />

-La perdono con toda mi alma, que no sabe lo que es rencor.<br />

Una lágrimas silenciosas rodaron por el rostro tarado de la miliciana,<br />

y tratando de coger las manos de la monja para besarías, profirió<br />

entre sollozos ahogados y profundos


209<br />

-¡Madre Misericordia! ¡Madre Misericordia?”


210<br />

todas las acciones brutales de sus camaradas, y como a el<strong>los</strong> también se les<br />

presenta de una forma casi esperpéntica:<br />

—¡Un alférez de Regulares sin madrina —gritó una de las jóvenes—.<br />

No puede ser, Esto va contigo, Carmifla.. . ; todas tenemos ahijado de<br />

guerra, menos tú: hasta Marisol, que es una rapacifía. . . A escribir<br />

luego a Francisco Tenorio. ... .)<br />

Carmiña Cabeyro, aunque no muy convencida de que el alférez Teno—<br />

río carace de madrina de guerra, se ofrece con mucho gusto a serlo,<br />

;Tan buena como hermosa? decían en Pontevedra y sus contornos<br />

cuantos nombraban a la señorita de Cabeyro.<br />

Lo era ciertamente; su rostro, de perfección estatuaria, estaba<br />

animado por unos hermosísimos ojos celestes. “Ojos claros,serenos”,<br />

como <strong>los</strong> del madrigal de Gutiérrez de Cetina;su figura tenía la esbeltez<br />

y hermosura, la armonía de lineas de una estatua griega,y su<br />

voz musical sólo expresaba pensamientos de amorosa compasión para<br />

<strong>los</strong> caídos, de dulce consuelo para <strong>los</strong> desgraciados y de inagotable<br />

caridad para <strong>los</strong> pobres.”<br />


211<br />

con cuarenta y tantos altos de castidad forzada, Llevaba una flamante<br />

pistola en bandolera:<br />

-¡Salud, camarada!- habló la discípula de la Nelken.<br />

-¡Salud; ¡No hay que dejar un burgués vivo!<br />

—Me parece bien... —aventuró él.<br />

-¿Dónde vas ahora? —preguntó de pronto variando en redondo de tema<br />

y acercándose al falso miliciano que a ella le parecía arrogante<br />

y apatecible, mimosa y provocativa.<br />

Campos la vió tan ridícula, que estuvo a punto se soltar una carcajada;<br />

pero se contuvo:<br />

-Ro llevo rumbo cierto; conviene vigilar y estar alerta.<br />

-Es verdad, ¡Cochinos fascistas!<br />

-Bueno, abur. , . —dijo Alberto, iniciando la retirada.<br />

—No te vayas, escucha.<br />

—¿Qué quieres de ni?<br />

-Rada, que debemos descansar un rato, hasta que sea de día. A esa<br />

hora iremos a ver fusilar unos cuantos ‘~carcas” a la Casa de Campo. -<br />

Ahora, qué vigilen otros. Vamos a mi casa, ven, anda. • Y las sucias<br />

y mustias obesidades de la miliciana palpitaban de impaciencia”.<br />


212<br />

que estarían todos lo cuentos que nos muestran las consecuencias que se des-<br />

prenden de estas actuaciones, de la guerra, terminada o no ésta,<br />

En cuanto a la guerra más allá de nuestras fronteras, también podemos<br />

hablar de subdivisiones, dependiendo de la presencia y de la participación de<br />

<strong>los</strong> españoles en tales combates; circunstancia que le toca vivir muy de cerca<br />

al pueblo espaflol, sobre todo por su intervención en el sector de Leningrado<br />

como parte del ejercito alemán, constituyendo lo que se llamó la División Azul<br />

(35). Esta particularidad permite que aquel<strong>los</strong> hombres de <strong>los</strong> altos cuarenta<br />

saboreen las victorias y sientan las derrotas como parte interasada en ellas,<br />

y en definitiva sigan padeciendo por lo que en un principio tendría que ser<br />

recibido con esa emoción amortiguada que todo lo ajeno y extraño provoca. Por<br />

lo tanto, en este tipo de relatos surge de igual manera la exaltación y el<br />

entusiasmo por defender “su” causa, a la vez que se resalta aún más el valor,<br />

tanto material como espiritual, de todos <strong>los</strong> que, después de “ganar’ una<br />

guerra, quieren colaborar en otra.<br />

En lo concerniente a nuestra guerra civil, respecto a ese primer<br />

apartado, son muchos menos <strong>los</strong> relatos que se centran en esos momentos de<br />

lucha en primera línea, en el frente, en el fragor de la batalla, y cuando<br />

surge viene a significar un hecho más de las partes en las que se puede<br />

estructurar el relato, aunque decisivo para demostrar cualquier cualidad que<br />

c~onfigure el valor de <strong>los</strong> personajes. Así, nos encontramos relatos que<br />

puntualizan el lugar de estos enfrentamientos en las distintas zonas<br />

geográficas que recuerdan <strong>los</strong> hechos reales, como el frente de Siguenza en Rl.<br />

iz1ún2..LAL, de José Sanz y Diaz; el de Bilbao en Por ti. capitana!, de<br />

Eugenio Nadal; el de Badajoz en El de la flor de loto, de Franciscc Quintanar;<br />

j el del Ebro en c~aga...a1niñ, de Pedro García Suárez 1 Mientras otros<br />

pretenden dar una mayor universalidad a <strong>los</strong> hechos al no concretar en lugares


213<br />

de fácil localización y situar la acción en trincheras anónimas, pues poco<br />

importa el lugar, si lo que se pretende es resaltar la angustia del momento<br />

junto al arrojo con que se desarrollan <strong>los</strong> acontecimientos, sin tener un<br />

especial significado un desenlace —tras la victoria, por supuesto—, más o<br />

menos trágico: mejor si se vuelve sano, aunque si está presente la muerte<br />

siempre será justificada en pro de la causa. Por ello la estancia en estas<br />

trincheras a menudo se presentará como decorado momentáneo para una acción que<br />

siempre tiene un antes y un después:<br />

Luego venía la Brigada móvil a recuperar <strong>los</strong> cadáveres y la posición.<br />

Hacía falta un gran espíritu, porque la vida en la posición<br />

era muy dura. Teníamos el espacio justo para movernos. La máxima comodidad<br />

la tenía yo,que me había hecho un agujero en el fondo de una<br />

trinchera, donde me acostaba y donde guardaba <strong>los</strong> papeles míos y de<br />

la sección. Los días de calma eran enervantes. Se pensaba en el relevo<br />

o en el combate, únicos medios de salir de aquel<strong>los</strong> agujeros de<br />

topos.”<br />


214<br />

otro soldado.<br />

Desde la derecha, dentro de la misma trinchera,contestaron Inesperadamente<br />

con fuego violento. Allí se bacía fuerte el enemigo.<br />

-¡A por el<strong>los</strong>, muchachos! —clanió el capitán, y se lanzó, sin vacilar,<br />

por la oscura y tenebrosa trinchera, que a Rafael se le antojó<br />

como una gigantesca interrogación,donde la muerte acechaba desde cada<br />

recodo, desde cada nicho.


215<br />

ron el uno hacia el otro.<br />

De las trincheras rojas,puestas en miedosa alarma por la exp<strong>los</strong>ión<br />

de las bombas de mano y el cohete explorador de <strong>los</strong> blancos, partieron<br />

<strong>los</strong> primeros disparos, a ciegas, vagamente, sobre la trinchera<br />

enemiga y la estrecha zona intermedia Los blancos respondieron inmediatamente<br />

con igual ambiguedad. Las ametralladoras de ambos campos<br />

entraron en funcionamiento, barriendo repetidamente toda la cinta que<br />

mediaba entre una y otra línea.<br />

Duró el tiroteo quince o veinte minutos.Nada se habla movido en el<br />

terreno azotado por la lluvia de proyectiles. Ni en uno ni en otro<br />

campo se observaron <strong>los</strong> síntomas que preceden a un ataque.Los disparos<br />

se hicieron menos seguidos y fueron cesando paulatinamente. tina<br />

hora más tarde, la paz y la calma volvían a imperar, y <strong>los</strong> ateridos<br />

guerreros, maldiciendo a sus desconsiderados adversarios, volvían a<br />

arrebujarse con placer en sus mantas y capotes para reanudar el interrumpido<br />

suelto,”<br />

Estos momentos de lucha hacen valorar no sólo la actuación del hombre,<br />

sino también la actitud de la mujer ante la contienda, dispuesta a colaborar<br />

en el frente con su presencia directa y activa. Unas veces es la enfermera que<br />

deja el hospital para socorrer, en primera línea, a <strong>los</strong> heridos, aún con el<br />

riesgo de perder su vida, como sucede en Camarada buena, de Juan de Diego , que además deja tras de sí un compromiso de matrimonio y no le importa<br />

ser “la primera en salir a la lucha, al peligrO”, cuando “en media de una<br />

horrorosa tormenta llegaron varias ambulancias con órdenes precisas de recoger<br />

un cierto número de enfermeras y llevarlas con toda urgencia al frente, donde<br />

a la sazón se libraba un encarnizado combate, sin que por falta de manos,<br />

pudieran ser atendidos <strong>los</strong> heridos”, Circunstancia parecida a la que tiene que<br />

enfrentarse Clara, la pastora de La sangre enamorada (3?), que, una vez<br />

alcanzada la trinchera de <strong>los</strong> nacionales, “vive entre las enferrieras,<br />

sirviéndoles en todos <strong>los</strong> menesteres que son precisos”. Pero otras veces, esos<br />

menesteres son insuficientes para el entusiasmo y la exaltación con que<br />

algunas heroínas se ofrecen, como es el caso de la joven protagonista de Pilar.<br />

(38), “que corría de un lado a otro y enjugaba la frente de <strong>los</strong> caldos y<br />

animaba a <strong>los</strong> inválidos y cargaba las armas de <strong>los</strong> vivos.. .“,y consiguió volar


216<br />

el polvorín -comportamiento heroico que recuerda abiertamnte la hazafla de la<br />

famosa aragonesa-, tras lo cual “el enemigo no se atrevió a continuar el ata-<br />

que.”<br />

Todas estas actuaciones belicosas, que se desarrollan en el frente, nos<br />

ofrecen a la guerra en su vertiente de pugna y choque más directo entre las<br />

dos partes de la contienda; sin embargo, no siempre se plantea así, sino que<br />

en un número más elevado de relatos nos dan & conocer otra cara, en donde el<br />

enfrentamiento se matiza y concreta en la retaguardia. Aquí también se siente<br />

y se padece la guerra, y muchas veces con más violencia y crudeza que en<br />

primera línea, ya que las circunstancias en que se desarrollan las acciones no<br />

colocan a estas dos partes en igualdad de condiciones, cuerpo a cuerpo; y<br />

mientras que en el frente se potencia el valor en la lucha, ahora se destacará<br />

el valor en la espera, en la inestabilidad, en la impotencia, en la víspera de<br />

un futuro incierto, en el sacrificio,en la angustia de la pasividad forzada...<br />

Por ello, en la retaguardia la guerra se manifiesta a través de todos aquel<strong>los</strong><br />

actos bandálicos y destructivos, antes aludidas, que desacreditan la figura<br />

del enemigo: incendio de iglesias


217<br />

directamente implicadas en la actividad belicosa de la retaguardia, en donde<br />

vemos que no se está al margen de la evolución de <strong>los</strong> acontecimientos más o<br />

menos relevantes del enfrentamiento en ambas zonas!<br />

1) Ambientes inquietantes y situaciones de inestabilidad, producidos<br />

por <strong>los</strong> bombardeos y las alarmas, por la continua vigilancia, por las<br />

evacuaciones, por las necesidades y el racionamiento,...<br />

Alarma a media noche. Sirenas lacerantes, oscuridad,tumulto en la<br />

escalera, rezos, quejas de <strong>los</strong> vecinos apretujándose en <strong>los</strong> sótanos<br />

de la planchadora.<br />


218<br />

llevaban, iban haciendo pequeños paquetes con todo lo que caía al<br />

alcance de su mano.<br />

mente,<br />

Nunca se ha hecho una mudanza más vertiginosa-<br />

El mobiliario quedaba para el día siguiente. Se iban satisfechos<br />

de la primera parte. Para estar improvisado el saqueo, no había estado<br />

mal del todo, Se había hecho lo posible.”<br />

(El muerto reclama su ropa, de José Sanzrubio,<br />

13 de agosto de 1944, páginas 10—li)<br />

en Dsamingn, n<br />

9 391,<br />

pero tuve la suerte de yerme incluido en la expedición primera<br />

de evacuados y esto me salvó.Fuimos a Alicante y de aquí a Argelia.<br />

Nos disponíamos ahora para encaminarnos a la zona nacional”...<br />

Ibamos a bordo de un pequeño buque de cabotaje, huyendo de la vigilancia<br />

de <strong>los</strong> navíos rojos. Las noches eran particularmente inquietantes<br />

en aquel barquito sin luces, que surcaba el mar con una<br />

prisa angustiosa.<br />


219<br />

3) Tensas situaciones de espionaje, que permiten mucha movilidad de<br />

acción y cambio de escenarios, con protagonistas de doble personalidad,<br />

admirados y perseguidos, que viven alrededor de secretos mensajes y claves<br />

documentos, para cuya transmisión o consecución, arriesgan sus vidas.<br />

Subió a su cuarto como loca.ÉÍ se habla dormido:sería difícil que<br />

la echara de menos.<br />

Abrió el cajón temblando y sacó el sobre. (...)<br />

Myrta•. ¡La espial ¡La falsa cantante de ópera! ¡Y se hallaba delante<br />

de sus ojos?... Levaba un alto buscándola.


220<br />

4) Situaciones de “compás de espera”, que pretenden vivir unas horas<br />

de normalidad dentro de la anormalidad que supone la existencia de una guerra,<br />

a la que es difícil eludir e ignorar. Con estas situaciones va implícita la<br />

idea de “tregua en la batalla” que hace aflorar lo cotidiano y valorarlo, bien<br />

porque ya no se puede disfrutar o bien porque se disfruta poco y en<br />

situaciones adversas, como la comida familiar celebrada con la ausencia del<br />

padre, muerto en la línea, en Un día después, de Martin Abizanda , “en torno a una mesa de roble, con una mantelería policroina y aromada<br />

de esencias blandas de arca antigua”; o como las comuniones realizadas en el<br />

cuarto de Encarna, en Pecuerdos de aquellas horas, de Ana Maria Tollastres


221<br />

Es la única angustia de la separación pensar, imaginar que nuestro<br />

encuentro no podrá ser el siempre jovial regreso de unas vacaclones<br />

... .<br />

~0h, perdónane! Hablo sin parar de mí,de las pequefias bobadas que<br />

atormentan a una mujercita que se encuentra delante de su escritorio<br />

con las manos en la nuca para soflar,


222<br />

aún así, consideramos -respaldados por el alto número de cuentos en donde<br />

surge este matiz- que era importante resaltar la huella, más o menos profunda<br />

y más o menos inmediata, que han provocado a su paso tres años de lucha.<br />

En este tipo de relatos es donde mejor se aprecia aquella exaltación<br />

propagandística, dirigida ahora a justificar la realidad, sea cual sea, como<br />

algo necesario para evitar míes mayores. Desde luego la tragedia, el temor, la<br />

angustia, la muerte, no eran deseadas, pero como en realidad su existencia<br />

era palpable, se debían siempre cubrir con el velo del sacrificio y de la<br />

heroicidad, siempre encaminado a propagar la parte positiva de la cruel<br />

verdad, que se dejaba notar tanto física como espiritualmente. Ante todo y por<br />

encima de todo está “la causa’~, la causa santa”, “la causa justa”; y de esta<br />

forma “la guerra puede ser basta bella..


223<br />

de guerra, la figura del herido; y con ella la ambientación propicia: el<br />

hospital —contexto, por otro lado, en donde se desencadenarán no pocos<br />

romances entre herido y enfermera—. Así, el hospital se convertirá en otro<br />

segundo campo de batalla, aunque ahora la lucha estará establecida entre la<br />

vida y la muerte, de la que muchos saldrán victoriosos, como en EL.xuZIInda,<br />

de Luis Manuel Suárez


224<br />

nes en declive. Estas se reducían últimamente a la emoción fácil de<br />

un vestido nuevo, a una buena película, o a una tarde de charla y<br />

merienda en el café, con las amigas, aprovechando el día semanal de<br />

asueto.”<br />

Son “vidas truncadas”, presentadas con un antes y un después, en donde<br />

la guerra es el elemento divisorio, que con su fuerza imprime un especial<br />

carácter a ese “después”, cono el escultor que pierde sus brazos en EL.Criatn.<br />

~flL.ibrazna, firmado por C. B.


225<br />

Por último, cono ya indicamos antes, el tema de la guerra no sólo se<br />

materializa cuando surge cualquier aspecto de nuestra guerra civil, sino que<br />

también aparece reflejado en <strong>los</strong> relatos que, durante <strong>los</strong> años cuarenta,<br />

quieren hacerse eco de la lucha mantenida por otros ejércitos en el extranje-<br />

ro, máxime cuando muchos de nuestros soldados participaron en ella. Por lo<br />

tanto,una vez más surgirá la mezcla de ficción y realidad documental, que dará<br />

un tinte de mayor verismo a las historias contadas.<br />

Todo lo que basta ahora hemos podido comentar sobre el tema, también se<br />

puede aplicar en este tipo de relatos, en donde la exaltación bélica,<br />

propagandística e intencionada, adquiere tintes internacionales por tratarse<br />

de ambientes internacionales, no porque se cambie de postura ideológica. Hay<br />

un traslado de nacionalidad, de contexto geográfico, pero el enemigo, aunque<br />

con otros nombres, vienen a ser <strong>los</strong> mismos “comunistas”, “marxistas”<br />

“enemigos de la cristiandad”... Hay un cambio de escenario, pero “la causa” es<br />

la misma.<br />

Comprobamos que bay un elevado número de relatos que nos hablan de la<br />

presencia y participación de soldados españoles en esta contienda mundial.<br />

Unas veces, la acción se desarrolla en Italia, como en Vísperas del adiós, de<br />

José Vicente Puente


226<br />

Navarro (EQ±na, 1943), o en Las cosas de Car<strong>los</strong>, de Gracián Quijano


227<br />

sus submarinos y sus aviones son viejos-. Circunstancia que permite en algún<br />

momento del. relato acusar coma culpable del trágico final a “¡La maldita<br />

guerra!


228<br />

NOTAS<br />

(1) Josefina Rodríguez de Aldecoa, Los nitos de la guerra, Madrid, Ediciones<br />

Generales Anaya, SA., 1983 , página 16,<br />

IARRA LÓPEZ, Narrativa espaftola fuera de Espa<br />

fla (1931—1961), Madrid, Guadarrama, 1963; del mismo autor, ‘0 Díez Borque), Tomo IV,<br />

Madrid, Taurus, 1980, Pp. 307-519; del mismo autor, “La narrativa en el<br />

exilio”, en Historia de la literatura espafiola Bí siglo XX, Literatura<br />

actual, Barcelona, Ariel, 1984, Pp. 179—199; también del mismo autor,<br />

“Problemas para la clasificación de la narrativa del exilio”,en lljatnfl.a.<br />

y Crítica de la Literatura Espaflola, Tomo VIII, Época contemporánea: 1939<br />

-1980, Barcelona, Editorial Crítica, 1980, Pp. 522—526. JOSÉ DOMINGO,<br />

“Los narradores exiliados”, en La novela espaflola del siglo XX. Tomo 2:<br />

de la postguerra a nuestros días, Barcelona, Labor, 1973, Pp. 69—91.<br />

GERALD G. BROWN, “La novela en el exilio”, en Historia de la literatura<br />

25paZfl1k. El siglo XX. Barcelona, Ariel, 1974, pp. 20’—217.<br />

Junto a estos estudios, que podríamos llamar “englobadores”.aparecerán<br />

otros trabajos más concretos sobre obras y autores particulares; referencia<br />

que supriminos por no ensanchar más esta relación.<br />

(3) Tomás Yerro, Aspectos técnicos y estructurales de la novela espaflola<br />

aninal, Pamplona, HUNSA, 1977, pág. 21.<br />

Las alusiones hacen referencia a la obra de Martínez Cachero, L&.nnza—<br />

la espaflola entr~ 1939 y 1969. Historia de una aventura, Madrid, Casta—<br />

lía, 1973, p. 74; y al articulo de Soldevilla Durante, “La novela espa—<br />

flola actual ”, Pevtsta 1{tspAnica Moderna<br />

XXXIII, 1967, p. 100.<br />

(4) Ro son pocos <strong>los</strong> autores que, ante el pronóstico de decadencia de la<br />

novela que Ortega habla divulgado en “Deshumanización del arte” e “Ideas<br />

sobre la novela”, en ELBgI, durante 1942 y principios de 1925, habían<br />

acudido en su defensa, Tales como Alberto Insúa, en varios artícu<strong>los</strong> pu—


229<br />

plicados en Ln2L~z.


230<br />


231<br />

segunda guerra mundial. Estaba formada por voluntarios, y empezó a orga—<br />

nizarse inmediatamente después de comenzada la guerra entre Alemania y<br />

la UPSS


232<br />

EL AMOR<br />

Otra línea temática bastante acusada, dentro de <strong>los</strong> procedimientos<br />

literarios que se emplean en <strong>los</strong> afios cuarenta, viene a estar representada por<br />

una amplia gama de matices con que se nos ofrece el sentimiento amoroso;<br />

aunque, al igual que el tema de la guerra, escasamente aparece con toda su<br />

pureza, como iremos descubriendo con nuestras próximas palabras.<br />

Ya habíamos advertido como en la inmediata preguerra se va planteando un<br />

mirar de nuevo hacia lo humano, en el más amplio sentido del término, y se<br />

deja a un lado la deshumanización de Ortega; postura que se materializa de una<br />

forma más ostensible después de padecer tres af<strong>los</strong> de contienda, cuando se<br />

agudiza la vena sensible y se intenta desarrollar unos sentimientos determina-<br />

dos, al potenciar el patriotismo, la hermandad, la camaradería, la victoria, la<br />

acción ejemplar, la tradición,... y, entre todos y con todos, el amor.<br />

Un amor que no adquiere una forma nueva, ni un tratamiento excesivamente<br />

especial, sino que toma —a la vez que se reviste de un valor testimonial, pues<br />

en <strong>los</strong> relatos se refleja la realidad de entonces— una significativa relevan-<br />

cia por el momento y las circunstanias en que se manifiesta: la posguerra, la<br />

posguerra espaifola, en donde ~como una reacción quizá desesperada —dirá J 0<br />

sefina Rodríguez


233<br />

Y aflade: “La coeducación estaba prohibida. El amor antes de <strong>los</strong> veinte af<strong>los</strong> y<br />

que no fuera con fines matrimoniales, también estaba prohibido (. . .3 Se hacían<br />

escapatorias emocionantes a las calles prohibidas donde vivían las mujeres<br />

malas, siempre en el círculo exterior de la ciudad. Calles que la rodeaban<br />

como una amenaza, mujeres que no entraban en ella para no contaminaría


234<br />

la idea que Valentí Puig puntualiza cuando advierte que “una errática teoría<br />

reduce a simple suma o resta todos <strong>los</strong> secretos del relato”:<br />

Dice Foster Harris en un curioso manual que un cuento es la ilustración<br />

resuelta de un problema de aritmética moral, una parábola<br />

que manifiesta principios morales aplicados, como sucede en la Biblia,<br />

Su esquema básico es la simple operación aritmética.Como ocurre<br />

en la aritmética elemental, esta ecuación nunca va más allá del<br />

1 + 1 = 2, ó 1 — 1 = 0. La suma —siempre según el autor de esta<br />

teoría- seria más comercial y popular: la resta pertenece al relato<br />

de calidad. Así tenemos amor + honor, gratitud + odio, amor — espe....<br />

ranza, egoísmo + amor, deseo — honor, amor sagrado + amor profano.<br />

Las sumas tienen final feliz, es decir, satisfacción final,éxtasis,<br />

justicia. Las restas concluyen en predestinación o castigo. En este<br />

1 + 1 = 2, el Seflor, Abraham e Isaac suman piedad y amor paterno. En<br />

el Paraíso, Eva cumple con la fórmula 1 - 1 = O,restando amor divino<br />

y amor humano. Resulta singular percatarse de que nos empeñábamos<br />

en escribir un cuento y en realidad estábamos acatando aquella<br />

aritmética perenne que suma o resta amor y odio, coraje y miedo” (3)<br />

Y entre estas sumas y restas contamos con el amor, en un momento en el<br />

que el país trata de reponerse de la fuerte conmoción producida por la guerra<br />

civil. Hay una “toma de conciencia —según Tomás Yerro Villanueva (4)- del<br />

horror del suceso y de la penosa realidad de sus secuelas”, y por tanto, el<br />

escritor, como elemento de una generación, se da cuenta de que ha quemado una<br />

etapa de su vida reducido y manejado a i~rced de <strong>los</strong> impulsos de <strong>los</strong> más<br />

primarios sentimientos: afán de supervivencia —que lo pone en la lamentable<br />

tesitura de anteponer el “yo” ante un #tu~ enemigo—, odio —suscitado por las<br />

mismas circunstancias y matizado muchas veces por el miedo y la impotencia—,<br />

y, por supuesto, amor —planteado en situaciones desacordadas, a destiempo,<br />

propicias incluso—. Frente a ello, y como prolongaci6n, una realidad que<br />

contrasta “con la forzosa libertad de <strong>los</strong> años de la guerra”, una realidad<br />

compartida por una sociedad dirigida que impone costumbres “timoratas”, en<br />

donde se ofrece un amor ineludible, de constante vital.<br />

De esta manera, si nos encontramos en la posguerra española con el tema


235<br />

amoroso es debido fundamentalmente a dos causas. Por un lado, por la propia e<br />

intrínseca necesidad de este sentimiento: tras sufrir momentos de angustia y<br />

desasosiego en <strong>los</strong> que se ha descargado ira y rabia, es lógico que renazca y<br />

se potencie el afecto como una vía más de escape, como un canino de evasión y<br />

ensofacián, que ayude en ese proceso de ‘reconstrucción” a cifrar y a<br />

sustentar de nuevo la esperanza, tal y como leemos en uno de <strong>los</strong> cuentos de<br />

Samuel Ros:<br />

Intentó trabajar, continuar formando el montón sin medida de sus<br />

cuartillas. Pero...<br />

Por la ventana se entra una música singular, como si del arca del<br />

aire se salisen todas las armonías almacenadas desde el principio<br />

del mundo. Algo extraordinario le llamaba. Sintió miedo y gozo, ini—<br />

paciencia y pereza. Una síntesis de toda la naturaleza y todo el<br />

tiempo se presentía detrás de la ventana. Algo así como... Se asomó<br />

a la ventana..<br />

Allí, en la plaza, estaba la gran promesa aguardándole.. .¿.Qué era?<br />

El mismo ocupando el mundo entero y todo el mundo metido en su persona.<br />

El desequilibrio equilibrado.., y la unión de todo lo contrapuesto.<br />

La belleza sin afioranza de lo diametralmente distinto. Juntos<br />

el sol y la luna; el frío y el calor; la noche y el día; la tormenta<br />

y la bonanza; el mar y el bosque; lo masculino y lo femenino.<br />

EL AMOR.<br />

Corrió en busca de lo que no tenía más sentido que esperarle, con<br />

la prisa de quien ha esperado sig<strong>los</strong> un instante. Corrió en busca<br />

del mundo entero, en busca de st mismo.. .“


238<br />

“Que la censura exista es hecho inevitable en una situación de guerra<br />

civil y de postguerra inmediata -afirma José María Martínez Cachero -,<br />

mientras cunde una sicosis de medroso recelo y existe el deseo de mantener con<br />

energía determinada ortodoxia; a lo que tácitamente queda prohibido, se aflade<br />

lo prohibido expresamente que, junto a lo merecedor de exaltación oficial,<br />

configuran la ideología del momento. Los peligros a que debe hacer frente por<br />

entonces la censura no son <strong>los</strong> derivados de una inexistente oposición<br />

política; raramente, <strong>los</strong> de una ostensible discrepancia en las propias filas;<br />

más bien, en nuestro caso, son peligras atañentes a la fe y buenas costumbres.<br />

Se entiende así, perfectamente, lo advertido por Dionisio Ridruejo acerca de<br />

la ‘inspiración predominanteniente eclesiástica’ de la censura en estos af<strong>los</strong><br />

40”. Rígida censura que en af<strong>los</strong> sucesivos irá haciéndose más permisiva y se<br />

convertirá en un permanente reto para el escritor, quien llegará a<br />

considerarla algo tan consustancial a su quehacer que hasta descubre matices<br />

positivos en ella, como le ocurre a Juan Goytisolo:<br />

Si algún mérito hay que reconocer a la censura es el de haber<br />

estimulado la búsqueda de las técnicas necesarias al escritor para<br />

burlaría e introducir de contrabando en su obra la ideología o temática<br />

‘prohibidas’” .


237<br />

Un Ideal de buen gusto demasiado subjetivo, bajo un prisma eclesiástico, con<br />

el que tropieza abiertamente todo lo concerniente a ratería amorosa en<br />

situación prematrimonial y matrimonial.<br />

Por esto, es impensable que se divulgara una literatura en donde el tema<br />

del amor fuera expuesto desde su ángulo más tangible y físico. Atrás, no muy<br />

lejos, había quedado lo que José Domingo 11am “la novela erótica” .<br />

“Abarca el auge de esta escuela o tendencia desde <strong>los</strong> últimos af<strong>los</strong> del siglo<br />

XIX basta, bien adentrada en el XX, la década de <strong>los</strong> 20, en que el género<br />

decae, a causa probablemente de la censura de la época dictatorial y de la<br />

reacción política que conducirla a la novela social. Novela galante, como se<br />

la llamó en su tiempo, por tratarse en general (.. . ) de una novela amorosa de<br />

índole superficial, muy lejos de ahondar en la problemática del erotismo, tal<br />

como ha sido planteada en nuestros días’ estuvo “casi en las<br />

lindes de lo pornográfico”. La mayoría de <strong>los</strong> narradores de esta corriente<br />

recoge, nos dirá también José Domingo en otra ocasión


las que más tarde nos centraremos.<br />

¿38<br />

De esta manera nos encontramos en <strong>los</strong> 40 con un sentimiento amoroso que<br />

no tiene que ser sólo noble, moral y de buen gusto, sino que además tiene que<br />

parecerlo, para que a su vez sea escuela y modelo. Sin embargo, no todo es tan<br />

sencillo, puesto que la realidad no lo es; y así, no nos extrafla, cuando en<br />

muchos relatos del momento, sin perder el tono apagado y de moralina, <strong>los</strong><br />

autores modifican o, simplemente, se niegan al clásico final feliz, propio de<br />

estas narraciones de color rosa, al igual que ocurre en la novela femenina del<br />

momento, como bien detecta Carmen Martín Gaite cuando dice que “Carmen<br />

Laforet, la autora de NadÁ, era una muchachita de veintitrés años de la que<br />

nadie había oído hablar, y que se descolgaba con una historia cuyos conflictos<br />

contrastaban de forma estridente con <strong>los</strong> esquemas de la novela rosa<br />

habitualmente leída y cultivada por mujeres”, a lo que agrega:<br />

En aquel mismo año de 1944, Azorin se habla atrevido a mostrar<br />

cierta deferencia por este género al ponerle el subtítulo de “nove—<br />

la rosa” a su libro M~.La...EonthL. Pero lo cierto es que aquellas<br />

historias de amor que hacían la apología de la mujer dependiente y<br />

en busca de cobijo, exaltando la boda como final feliz, empezaban a<br />

ser descalificadas incluso por algunas de sus más asiduas cultiva—<br />

doras. En una encuesta realizada por T,a Estafeta literaria, el 5 de<br />

marzo de 1944, Julia Maura declaró que la novela rosa era “un porto<br />

de veneno en manos femeninas” y que “acababa siempre donde comienza<br />

la vida: en el matrimonio”. Por su parte, Carmen de Icaza y Concha<br />

Linares Becerra, dos de las autoras españolas más destacadas en este<br />

género, protestaban del sambenito de tal atribución, declarando<br />

sus preferencias por un color más aséptico y que comprometiera menos<br />

la definición de sus historias, Ambas dijeron que su novela no<br />

era rosa sino blanca y moderna. C..<br />

Es precisamente la puesta en cuestión de las historias de final<br />

feliz otra de las características comunes a muchas novelas escritas<br />

por mujeres a partir de 1944, que proponen una relación nueva, dolorosa<br />

y dinámica de la mujer con el medio en que se desarrolla su<br />

formación como individuo” (11)<br />

Pero con final feliz o sin él, con boda o sin boda, y con todo el conato


23v<br />

de modernidad que algunas de estas historias amorosas presentan, no perderá<br />

ninguna de ellas su contextura moral y ejemplificadora, sin aparecer el riesgo<br />

de cuestionar algún principio esencial; sobre todo en <strong>los</strong> relatos que se<br />

publican en periódicos y revistas —más que en <strong>los</strong> libros—, por una sencilla<br />

cuestión de sociología: la mayoría de esta prensa, en donde aparecen relatos<br />

con asiduidad, ofrecía secciones dirigidas a la mujer, atractivas para ella, a<br />

la que no había que descuidar en <strong>temas</strong> morales de conducta y de familia -no<br />

olvidemos la continua publicidad del ideario de la F,E.T. y de la misma<br />

Sección Femenina de Falange


24u<br />

como particularidad de un determinado trayecto de la existencia, y estas<br />

circunstancias matizan a su vez a esa afectividad.<br />

Lo que en un principio nos 11am la atención es el porcentaje tan<br />

elevado de títu<strong>los</strong> de cuentos en donde comparece el término “arr’ u otra<br />

palabra o expresión que, por asociación o connotación, nos predispone a<br />

considerar como amoroso el contenido de la historia: Inmortal anrir, de Adolfo<br />

de Sandoval


241<br />

Heredero


aspectos:<br />

242<br />

De esta manera el citado estudio lo desarrollamos según <strong>los</strong> siguientes<br />

En primer lugar atendemos la presencia o ausencia del amor y su<br />

valoración, lo que nos descubre, por un lado, que el amor se icientifica con la<br />

felicidad y, por otro lado, que el no-amor equivale a tristeza y desgracia.<br />

En segundo lugar tratamos el sentimiento amoroso en Si. con sus<br />

distintas matizaciones que agrupamos en dos grandes bloques: uno, cuando se<br />

trata de “amor-cariño”, con la presencia de un afecto sin pasi6n amorosa que<br />

se manifiesta fundamentalmente en un sentimiento cariñoso por algún miembro de<br />

la familia; en un sentimiento de amistad; en un sentimiento carifiaso bacía <strong>los</strong><br />

animales; o en un especial sentimiento de amor por Dios. Y otro, cuando se<br />

trata de “amor—pasión”, de “afecto—atracción”, entre personas de diferente<br />

sexo, en el que se puede diferenciar el verdadero amor y el simple interés; el<br />

sentimiento amoroso propiamente dicho con distintas tonalidades~ amor juvenil,<br />

amor romántico-platónico, amor matrimonial, pasión amorosa...; o el sentinijen—<br />

to penoso de <strong>los</strong> ce<strong>los</strong> y el dolor producido por el desengaño, que siempre<br />

dejará huella en la existencia de <strong>los</strong> personajes que lo padecen.<br />

Y en tercer lugar, nos centrarnos en las principales circunstancias que<br />

envuelven, condicionan y matizan el sentimiento amoroso, tales como la guerra,<br />

tan presente en la mente de todos, especialmente sensibilizados por su proxí—<br />

irddad; la separación, la ausencia, la reconciliación y el reencuentro de la<br />

pareja, tanto novios como matrimonias; el noviazgo (desde el “flechazo” o el<br />

noviazgo en sí, hasta las relaciones que terminan o no en matrimonio..,); O<br />

la desigualdad y diferencia de edad, cultura y clase social, que siempre ha<br />

sido un reto del propio sentimiento en cualquier momento de la historia<br />

protagonizada por el ser humano,


243<br />

Así, en primer lugar, observamos que de la mayoría de este tipo de<br />

relatos se desprende una valoración positiva que depende, simplemente, de la<br />

presencia o de la ausencia del sentimiento amoroso dentro del ancho o estrecho<br />

mundo que supone la experiencia cotidiana de <strong>los</strong> protagonistas de la historia.<br />

Hay una fuerte inclinación a identificar el amor con la felicidad y el no—amor<br />

con la tristeza y la desgracia, con lo que se va marcando de alguna manera el<br />

ambiente y la existencia de <strong>los</strong> personajes que lo disfrutan o lo desean o lo<br />

añoran. De esta manera el hombre de La ventana y el espelo, de Samuel Ros (12,<br />

1939), muestra una euforia especial cuando siente el amor y renace en él una<br />

nueva visión del mundo y de sí mismo: “En el espejo se encontró transformado;<br />

tan distinto que tuvo que sonreír satisfecho ante su nueva imagen. Sintió las<br />

gratas cosquillas de una vanidad desconocida. Era un hombre guapo y fuerte; el<br />

mismo que hasta entonces sólo había visto <strong>los</strong> ojos de su madre; franca su<br />

boca, grandes e inteligentes sus ojos, noble su matiz, y su pelo negro y<br />

undoso. ¡¿Qué ocurría?!”. Sensación extraña que le quita la calma en una Noche<br />

Vieja a la mujer de Augusta y su alio nuevo, de María Dolores Boixadós (13),<br />

que en “su soledad”, en “su vida entre sus libros”, “no ha dormido nunca el<br />

sueño misterioso de un amor presentido”; sin embargo, en esa noche “Augusta<br />

piensa que amor no debe ser soledad. Se aparta de <strong>los</strong> cristales y de la luna<br />

solitaria como ella. En lenta flexión ha dejado caer su cuerpo en el lecho. El<br />

cansancio de su espíritu tensado le da un dulce sopor”j sueña, y al despertar<br />

“Augusta se siente feliz. Está segura que en su Alio Nuevo ya sabrá del amor”.<br />

Pero esta sensación de alegría y esperanza en un nuevo giro en sus vidas, se<br />

transforma en angustia y desolación cuando advierten que “ese giro” no se va a<br />

producir, como le sucede a Lisa, una de las dos hermanas de La rei~ta de las<br />

~gAonjSns.,de Concha Espina


244<br />

“sonriente, se miraba al espejo, encontrándose todavía muy bella para<br />

gentilear delante de César ‘el de la Torre’”, y un golpe de mala suerte, al<br />

morir la única persona que les suministraba dinero, hace que se esfumen todas<br />

sus ilusiones:<br />

Han llegado las señoritas al umbral de su casa;aun vuelve Lisa el<br />

corazón a cuantos gritos la llaman de todos <strong>los</strong> confines del paisaje.<br />

Y allí se queda el campo echado en la noche; el mar, solo,deba—<br />

jo del cielo; las ilusiones de la moza volando en el ala encendida<br />

de las estrellas...<br />

(. . . )<br />

Y se está Lisa despidiendo mentalmente de César ‘el de la Torre’:<br />

algo muy vivo y placentero se derrumba en su corazón.<br />

Tristeza y desolación en las situaciones de desamor, en las que se encuentran<br />

muchos de estos protagonistas, bien porque han perdido el amor, al perder a<br />

las personas queridas y ahora ya no lo tienen, como el caso de tía Casilda en<br />

La cala de l~ca, de Isabel Braco


246<br />

manos, ni un hijo, ni esposos, ¡nadie! Esa es la pena de hoy...”<br />

O bien, esta desolación, es debido a un dejar pasar las oportunidades amorosas<br />

que ofrece la vida, Carmenchu Flores, la protagonista del relato de Eliseo<br />

Bermudo-Soriano


246<br />

por otro, cuando se trata del afecto sin pasión, cuando “amar” es sustituido<br />

por “querer”, y “amor’ es sustituido por “cariño”.<br />

Si empezamos por este último caso, tendremos que adelantar que son <strong>los</strong><br />

memos <strong>los</strong> relatos que recogen este tipo de afectos, pues se pueden considerar,<br />

dentro del marco amoroso, como la excepcit5n, como la otra opción, como la otra<br />

forma de escape de la afectividad, que ha elegido diferentes direcciones con<br />

matices especiales. Entonces, podemos agrupar algunos de estos caminos de la<br />

siguiente forma:<br />

1) Sentimiento cariñoso por algún miembro de la familia, Casi siempre<br />

suele darse este matiz entremezclado con otros muchos, y por ello nos llama<br />

más la atención el relato en primera persona de José Zahonero, Memorias de un<br />

recién nacido


247<br />

padre ante una niña que, sin tener perfectamente asumida la muerte real del<br />

suyo, lo confunde por su gran parecido con el auténtico; confusión que<br />

demuestra la necesidad de la presencia física de la figura del padre, para<br />

recobrar el equilibrio familiar perdido; por lo cual, ante las penosas<br />

palabras de la niña —“Papá, bésame; mamá llora mucho porque te marchaste.<br />

Siempre te está nombrando, y yo también lloro. . “—, Luis Antonio “se hacia<br />

cargo de la situación en que se encontraba y de que la niña no podía soportar<br />

tan cruel desengaño, pues ella creía encontrarse ante su verdadero papá, y<br />

querer demostrarle lo contrario sería inútil”, O también como ocurre en Nanz<br />

Sal., de María Victoria Amor , que con un tono menos trágico y mucho más<br />

dulzón y empalagoso, nos muestra el sentimiento de ternura de la protagonista<br />

hacia sus hermanos pequeños, al quedar huérfanos, pues “ella habla prometido a<br />

su madre que sería para el<strong>los</strong> una segunda madrecita y que procurarla siempre<br />

guiarles por el buen camino; y ya que no se habían dado cuenta de la terrible<br />

tragedia, baría por todos <strong>los</strong> medios que nunca llegasen a comprenderla.<br />

Trabajarla siempre con gusto; olvidarla todos <strong>los</strong> lujos y comodidades que<br />

habla tenido; pero sus hermanitos serian felices”; y su novio, el conde de<br />

Roel, conocedor de sus sentimientos, no quiso ser un obstáculo y “le prometió<br />

que nunca la separaría de el<strong>los</strong>, que vivirían siempre a su lado y que, al<br />

igual que ella, sería para el<strong>los</strong> un segundo padre y les querría siempre”.<br />

2) Sentimiento de amistad, Pero esta amistad a la que nos referimos no<br />

es la amistad de la camaradería, no es la del compañero, la del vecino, la del<br />

conocido, sino el afecto que se queda en puertas, por muy distintas causas,<br />

para convertirse en amor~ es el escalón anterior en el que se instala y<br />

permanece la indecisión, la buena o mala fortuna que no empuja lo suficiente-<br />

mente fuerte para que nazca la pasión; todo queda en amistad, en una buena


248<br />

amistad, “Para mí, después de la muerte del pobre Alberto —le dirá Laura a<br />

Felix en 2ri~ita~, de Antonio Mas Guindal


249<br />

M -No —dijo al fin ma—. lib es esa belleza la que te digo. Yo veo en<br />

ti una hermosura superior.<br />

-¡ ma,. , 1 —reprochó alagada la joven.<br />

-Sí, ¡Adía... -y con sus manecitas de nácar oprimió <strong>los</strong> brazos<br />

ambarinos de su amiga- Yo veo en ti algo más que tus ojos verdes y<br />

tu boca bonita. Es más; algunas veces no veo ni tus ojos, ni tu<br />

boca, ni el óvalo correctisimo de tu cara; pero en su lugar veo una<br />

plácida hermosura que sale de ti, de tu voz, de tus ademanes, de tus<br />

pensamientos, que parecen que traslucen a través de tu frente; veo<br />

en tus ojos, no su hermosura, sino algo inefable que transmite como<br />

si dijéramos tu alma, que se asomara a el<strong>los</strong> para mostrar en una<br />

mirada toda tu belleza..<br />

-¡Vamos, locuela!,,. -atajó riéndose Lidia.<br />

-¡Te quiero mucho, Lidiah,.<br />

-¿Acaso no te quiero yo más a ti?<br />

-¡No; tú nunca me querrás tanto como yo..!”<br />

Sin embargo, estos planteamientos sobre amar—amistad, que en el marco de<br />

la juventud pueden resultar incómodos, e incluso dolorosos, para alguna de las<br />

personas implicadas, no llega a ser del todo así cuando surgen entre persona-<br />

jes de edad madura, cuya experiencia -aunque no necesariamente en cuestiones<br />

amorosas- les ayuda a ver las cosas con mucha mas claridad, como si <strong>los</strong> afios<br />

tuvieran ahora una función demarcadora y englobasen todos sus quehaceres en<br />

una sólida sensatez, que impidiera cualquier amago de riesgo y aventura. Es el<br />

caso, entre otros, de Carmen Rey, protagonista de la homónima narración de<br />

Florencia Grau


250<br />

el amor a tu vera sin detenerse nunca! Pienso a veces> Fernando, que mi hada<br />

madrina debió de ser bruja y debió dejar a la cabecera de mi cama esta<br />

maldición: “Huirá de ti el amor, Carmen Rey; huirá siempre”. Pero la realidad<br />

es que ese miedo tiene un firme sustento: “A nuestra edad —dirá Carmen- no se<br />

puede ya vivir de esperanzas”; y prefiere que todo quede en una buena amistad.<br />

3) Sentimiento carif<strong>los</strong>o hacia <strong>los</strong> animales, Desde antiguo se ha venido<br />

comprobando una y otra vez la gran capacidad de adaptación y de convivencia<br />

entre el hombre y <strong>los</strong> animales, sobre todo <strong>los</strong> llamados domésticos, Esta<br />

relación establece y pone de manifiesto unos lazos de afectividad entre el<strong>los</strong><br />

difíciles de calibrar, aunque nunca dejaremos de asombrarnos hasta que límites<br />

se puede ensanchar esta correspondencia sentimental.<br />

No obstante, a lo que ahora concretamente aludimos, no es a la presencia<br />

de animales en <strong>los</strong> relatos de posguerra —que por otro lado es escasa—, sino a<br />

la importancia de la relación hombre—animal por las características especiales<br />

de descarga emotiva que presentan en la historia y que hacen de ese vinculo<br />

algo llamativo y fuera de lo común. Una atracción basada muchas veces en la<br />

fidelidad que proporciona alegría mientras dura y entristece al desaparecer,<br />

como en el relato de Sebastián Juan Arbá, bm le descubrió por el vestido, que se<br />

dejaba ver a través de <strong>los</strong> hombres y salió disparado en su dirección.<br />

Él había abandonado ya su escondite y le contuvo suavemente<br />

en las vivas demostraciones de alegría en que se le echaba encima<br />

gimoteando, y dando saltos y buscándole el rostro con el hocico y<br />

con la lengua. Acaricióle el dueño, llamándole en voz baja, y, en<br />

aquel momento en que el reflejo débil de un farol le daba en el<br />

rostro, hubiese jurado que lloraba. Esa escena tan sencilla me conmovió.<br />

Adiviné el drama de aquel hombre, que no sabia como despren—<br />

derse de su perro al que quería y al que no podía mantener,y por el<br />

que tal vez habrían pasado ya hambre él y sus hijos,”


262.<br />

Una fidelidad con tintes lógicos de dependencia, que lejos de ser un<br />

impedimento favorece las relaciones y las hace más estrechas, semejante a la<br />

planteada en la insólita pareja formada por un anciano y un toro en ELxIeJn.<br />

“conocedó” y el toro Bondadoso, de José Mas


252<br />

sentimiento se ve tan clara esta relación caprichosa y admirable, Entre todas<br />

hemos tropezado con una historia corta, que lleva por titulo Br~xiÉan&<br />

h.tEtnnin. (29), La novedad que nos presenta Irene de la Vega, su autora,<br />

radica, por un lado, en <strong>los</strong> protagonistas —Anita, “Joven, bella y rubia’<br />

4, y un<br />

jilguero, “Ilusión”—, y por otro, en el tono dramático y fantástico que<br />

envuelve el final del relato. “Anita quería a Ilusión’ con la ternura suave<br />

que las jóvenes soñadoras sienten hacia <strong>los</strong> pajaril<strong>los</strong> cantores, un cariño<br />

casi innato en ellas cono producto natural de un alma verdaderamente femenina.<br />

Ella dejaba al pajarillo en libertad durante el día, pero al anochecer él<br />

volvía voluntariamente a su jaula y dormía en ella feliz”. Pero si esta<br />

circunstancia no deja de ser curiosa y anecdótica, mucho más sorprendente —y<br />

con ello cambia el rumbo del relato— es el sentimiento del pájaro hacia la<br />

chica, pues “‘Ilusión’ adoraba a Anita con ciega pasión de enamorado, como se<br />

puede amar a una mujer hermosa y buena”. Con esta identificación del<br />

sentimiento animal con el sentimiento humano nos prepara para el insólito<br />

final en el día de la boda de Anita: la chica deja en libertad al jilguero,<br />

que “se acercó a ella y, por un momento, en un extraño impulso, la ternura<br />

fría de su pico se pos6 en <strong>los</strong> labios ardientes de la Joven”; más tarde, en la<br />

iglesia, durante la ceremonia, “‘Ilusión’ se picoteaba con furia el corazón”.<br />

La decepción y el desengaño de un amor imposible, o no correspondido con<br />

igual intensidad, le conduce a la autodestrucci6n, tal y como pudiera suceder<br />

a cualquier persona de especial sensibilidad, si seguimos con el paralelismo y<br />

la equivalencia, lo que sobrepasa <strong>los</strong> cálcu<strong>los</strong> de nuestro enfoque -no hablamos<br />

ahora de pasión amorosa, sino de afecto y cariño—.


252<br />

4) Sentimiento de amor por Dios. Otra de las posibles direcciones por<br />

las que se puede encauzar <strong>los</strong> esfuerzos entusiastas del afecto es aquella que<br />

conduce bacía la figura de Dios. El momento no puede ser más propicio para<br />

ello, si consideramos <strong>los</strong> afos de horror y tragedia palpable que acaba de<br />

sufrir el pueblo español. El hombre de <strong>los</strong> cuarenta vive en una sociedad<br />

fundamentalmente católica, que impone una forma bastante determinada de<br />

espiritualidad, que, aparte de ser medida de comportamiento según esté o no en<br />

conflicto con ella y pueda ajustarse o no a unos principios morales<br />

prefijados, ofrece una tabla de salvación, ya que la realidad tangible no es<br />

muy atractiva y entonces se ensaya esta otra vía espiritual.<br />

A través de <strong>los</strong> relatos de posguerra han desfilado diversos personajes<br />

que de alguna forma dedican su vida y sus esfuerzos a Dios. Son todo ese<br />

conjunto de religiosos, formado por monjas y sacerdotes que en <strong>los</strong> relatos de<br />

guerra, como vimos, muestran su resignación y ejemplaridad. Pero no es en<br />

el<strong>los</strong>, en cuanto figura, en quienes queremos detenernos ahora, sino en el<br />

sentimiento surgido de la necesidad de creer en algo más, en el amor inefable<br />

con carga de adhesión, de admiración, de adoración.<br />

Dios, en estos momentos, connota ejemplaridad, oración, caridad; y en<br />

<strong>los</strong> relatos de fuerte carga propagandística no se desaprovecha la ocasión de<br />

seflalar el camino más directo para conseguirlo. La narración fantástica de<br />

Gabriel Fuster, AguiulÁ , ofrece un trasfondo moral bastante relaciona-<br />

do con la idea que exponemos: la felicidad reside en el amor a Dios.<br />

Nunca la materia se convertirLa en espíritu manejada por <strong>los</strong> mortales.<br />

Se llegaría a conocer toda combinación de <strong>los</strong> elementos, todo<br />

artificio químico, todas las leyes con que la naturaleza se pone<br />

a nuestro alcance, pero el ideal de un elixir de felicidad y la<br />

quimera de una piedra fi<strong>los</strong>ofal no debía buscarse en <strong>los</strong> laboratoríos,<br />

sino en las elucubraciones del espíritu.. , Buscando en ellas<br />

Sabían ya deducido <strong>los</strong> filósofos que no existe felicidad fuera de<br />

Dios ni hay otra piedra fi<strong>los</strong>ofal que amarle y amar en Él hasta a


254<br />

<strong>los</strong> enemigos. Era en la alquimia del espíritu,en la oración y en la<br />

caridad donde habLa que buscar <strong>los</strong> ingredientes de las ansiadas<br />

fórmulas. . . “<br />

Amor a Dios, a Dios ejemplo de buenas acciones y a Dios refugio> a donde<br />

recurrir en busca de esa esperanza necesaria. “Acaso no lejos de aquel<br />

convento —leemos en el relato de Agustina Crespo, AnQrt.dfl¿inQ—, un hombre<br />

todavía joven buscaba el consuelo a su pasada desventura en algún hábito que<br />

le acercase al Señor, para darle a conocer más de cerca la llaga de sus<br />

dolores y consolarse ante el dolor sublime del Redentor.. .“ No obstante, sean<br />

cuales sean las causas o <strong>los</strong> motivos por <strong>los</strong> que se elige y busca este<br />

sentimiento elevado, siempre se manifestará por aquel entonces con una<br />

valoración positiva, pues son muchos <strong>los</strong> que alimentan una fe indiscutida, sin<br />

tener muy en cuenta la corriente “existencialista” del momento, y aceptan de<br />

buen grado a <strong>los</strong> que como ma, también en flIDr....dilinD, quieren consagrarse al<br />

Señor, “porque sólo Él podía despertar en su alma ese amor inmaterial y divino<br />

que sólo se alimenta de <strong>los</strong> goces del espíritu, elevando el alma hasta <strong>los</strong><br />

confines del amor sagrado donde sólo vive para el Santo sacrificio”.<br />

Basta ahora nos estamos refiriendo al sentimiento amor—cariño y a las<br />

distintas formas de escape de esta afectividad; sin embargo también<br />

matizábamos antes que, en el momento de aludir al sentimiento amoroso en sí,<br />

debíamos resaltar en primer lugar al afecto-atracción, al amor—pasión.<br />

Asimismo, como acabamos de exponer con el amor-cariño, en este amor—pasión<br />

hemos detectado una amplia serie de matizaciones, gracias a las cuales podemos<br />

agrupar a bastantes relatos, si no olvidamos la esencia del propio sentimiento<br />

y la reacción negativa al surgir <strong>los</strong> ce<strong>los</strong> y el desengaño. Por ello vamos a


255<br />

presentar tres grandes bloques: a) donde se cuestione el verdadero amor y el<br />

simple interés; b) el sentimiento amoroso propiamente dicho con distintas<br />

tonalidades: pasional, juvenil, romántico, etc. ,; y c) donde se plantee el<br />

sentimiento penoso de <strong>los</strong> ce<strong>los</strong> y el dolor producido par el desengaño.<br />

A) Verdadero amor o siwple interés. Es la primera disyuntiva que se nos<br />

plantea a la hora de abordar el tema en profundidad. Con ella queremos<br />

discernir <strong>los</strong> relatos que proclaman la importancia de la pasión amorosa, de<br />

aquel<strong>los</strong> otros que relegan a un segundo lugar este sentimiento. En el fondo<br />

existe, por un lado, una difusión y propaganda de la virtud en el amor,y por<br />

otro, un reflejo, con matices costumbristas, de la existencia real de la<br />

preponderancia del materialismo en cuestiones sentimentales, “He comprendido<br />

en este momento —dirá un joven ingeniero en La carta jamás escrita, de Angel<br />

Marrero


256<br />

Así, en varias narraciones del momento se recogen mensajes, que en clave<br />

de moraleja proclaman una defensa y reivindican una potenciación del<br />

sentimiento amoroso nacido por la calidad de lo que se encuentra más allá de<br />

la fachada y del aspecto seductor y hasta ficticio de sus personajes;<br />

apariencia embaucadora pero insostenible en unas largas o cortas relaciones,<br />

en donde se demostrará su insustancialidad -la belleza será un adorno<br />

secundario y, a veces, el complemento ideal, pero nunca esencial—.<br />

En algunas ocasiones encontró sola en la casa a Luz.<br />

Entonces, retenido por un encanto indefinido Junto a aquella mujer,<br />

que vista de pasada en la calle no se hubiera detenido a mirar,<br />

se prolongaba más la visita; charlaban de insulseces, pues el retraimiento<br />

de Luz le impedía estar al tanto de las actualidades, que al<br />

ser comentadas esmaltan una conversación y la hacen interesante.<br />

Sin embargo, el diálogo con aquella mujercita sencilla, que ignoraba<br />

el arte tan femenino de seducir, ofrecía el poderoso aliciente<br />

de la novedad al que estaba saturado de las sabias coqueterías de<br />

otras.<br />


259<br />

una elegancia anodina, siempre fiel a la moda, pero con cierta mez—<br />

quindadG,. )En tanto que... don Roberto era todo lo contrario (.<br />

-Un hombre comprensivo, amable, de exquisita sensibilidad, es un<br />

tesoro para la mujer. ¡Son tan raros!<br />

-Con un marido así -terció la seflora de edad provecta, suspirando<br />

leva- el amor no muere nunca; es una eterna luna de miel.”<br />


2~E3<br />

virtud del amor velaría con sutileza tales defectos. No recordaremos al<br />

personaje por sus deficiencias, sino por <strong>los</strong> sentimientos que se despiertan en<br />

él, o que él ha conseguido despertar en otro. Pensemos, por ejemplo, en la<br />

forma tan poco repugnante con que 14. Estrada narra el beso de la secreta<br />

enamorada al cadáver del ciego protagonista de Ldañflor , cuando “trajeron<br />

a la villa su cuerpo exánime sobre unas angarillas. Y las mozas, como último<br />

homenaje, vertieron flores sobre el. cadáver del ya mudo cantor. Y una de<br />

ellas, ¡aid, una de ellas (yo lo he visto), con <strong>los</strong> ojos velados por las<br />

lágrimas, posó sus labios frescos sobre <strong>los</strong> marchitos labios de ‘Ruiseñor’”;<br />

se significa el hecho, pero de pasada, porque no es esto tan llamativo como<br />

descubrir el desconocido amor: “yo guardaré tu secreto”, “no les diré tu amor,<br />

que no sabrían comprender. Para las gentes serás sólo el cantor de <strong>los</strong> caminos<br />

que en <strong>los</strong> caminos dejó la vida, El pobre diablo ciego que para ganarse el<br />

pan de cada día, iba de puerta en puerta vendiendo sus canciones. .<br />

De igual manera, con la presencia del amor, se suavizan situaciones tan<br />

extremas como la del matrimonio de leprosos en Una sombra entre ños rimas, de<br />

Adolfo Lizón


258<br />

enferma, y muere tísica. O la situación planteada en La niña sentada y precio<br />

s&, de “Tristán Yuste” (36), entre Jesús que pretende declararse a Esperanza,<br />

“sentada invariablemente en una silla baja cerca de su balcón”, porque era<br />

paralítica. O como la pasión despertada en el protagonista del relato de María<br />

Pilar Vellutí, La belleza boba, por Maruja, a quien “lo mozos la huyen porque<br />

dicen que está endiablada, Pero son cosas de <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong>, es tonta, pero buena<br />

chica, la pobre. Nunca hizo mal a nadie”. O como en Víspera de la ausencia, de<br />

Mercedes Ballesteros de la Torre (37), en donde Natalia, aún sabiendo que le<br />

quedaban sólo tres meses de vida, tiene una aventura en Bayreuth con<br />

Alejandro, a quien le hubiese gustado ocultar “su punzante secreto, compartir<br />

su amor durante aquel<strong>los</strong> únicos tres meses, y, luego, en noviembre, marcharse<br />

sin decir adiós, marcharse definitivamente, para no volver a pisar tierra del<br />

mundo, para no volver a padecer ni a gozar amor”.<br />

Todo esto hace más factible el pensar que en el amor, en el verdadero<br />

amor, se valora la virtud y la pureza del sentimiento; no valen <strong>los</strong> engaf<strong>los</strong>, y<br />

son muchas y variadas las soluciones con que acaban historias complicadas,<br />

para quitar el velo de <strong>los</strong> ojos a personajes que a última hora descubren y<br />

aprecian el único y definitivo amor. En La gortila de esponsales, de Matilde<br />

Nufloz , Ernestina, pocos días antes de su boda, conoce a Andrés, quien le<br />

cuenta la verdad sobre su prometido Ramiro; rompe con él y poco a poco se<br />

enanora de aquel otro por su honradez. En El hombre de Eva, de Luisa María<br />

Linares (3g), Juan Ignacio y Genoveva coinciden en un refugio de montaña,<br />

guiados por el destino, al huir respectivamente de Carlota Giner, actriz<br />

posesiva, y de Lorenzo, tonto y rico; “las miradas volvieron a encontrarse, y<br />

ambos leyeron en <strong>los</strong> ojos del otro multitud de cosas que no sabían decirse”;<br />

nace el sincero amor, “nunca me había enamorado —confiesa Juan Ignacio- y<br />

ahora comprendo el motivo. Nunca encontré a nadie coma usted”. En Uf&~ida


260<br />

~I1aL, de Vicente Vega (40), Fernando Armengol. pintor de éxito, termina por<br />

apreciar <strong>los</strong> valores de Matilde, su modelo, después de descubrir la doble vida<br />

de su prometida liarían, En Alma de mufeca, de Bienvenida García Pab<strong>los</strong>


261<br />

&fl~, de Ana María Ullastres (47)—, está constante una apreciación del tiempo,<br />

del tiempo perdido, del tiempo recordado, del tiempo presente, que va unido al<br />

personaje, en su mente o en su aspecto, pero que no impide renacer, recobrar<br />

la ilusión, la pasión amorosa en un momento en que “las palabras son distintas<br />

a las de otros días bajo <strong>los</strong> rayos del sol, y, de pronto, tienen la sensación<br />

maravil<strong>los</strong>a de ‘haberse encontrado’ , después de mucho tiempo de buscar en<br />

vano” (48),<br />

Sin embargo, la otra opción de la disyuntiva presentada más arriba nos<br />

demuestra que no siempre hay desinterés en materias amorosas, y la pasión, en<br />

no pocas ocasiones, es una máscara encubridora de unas intenciones menos<br />

nobles que cualquiera de las que acabamos de comentar. Así, expresiones como<br />

la recogida en el relato de Julián Reizábal, romedia


262<br />

partido”, papel que representa el hijo de <strong>los</strong> seflores de Alvarez en Enin.<br />

~ de Antonio Walls


263<br />

jos pasan el sarampión del romanticismo y a <strong>los</strong> padres nos toca<br />

cuidar <strong>los</strong> días de fiebre con sentido práctico.”<br />


254<br />

E) El sentirilento amoroso propiamente dicho, Con este bloque vamos a ir<br />

descubriendo <strong>los</strong> matices más relevantes con que el escritor de <strong>los</strong> cuarenta<br />

nos plantea el tema del amor. En <strong>los</strong> relatos —a <strong>los</strong> importantes en este senti-<br />

do haremos mención en las próximas líneas- ya no se valorará si es decisiva la<br />

presencia del amor en las vidas de <strong>los</strong> personajes, ni tampoco si se trata de<br />

un amor puro o con intereses, verdadero o falso sino que en todos el<strong>los</strong>,<br />

como fuerza aglutinante y englobadora, quedará constancia del amor con sus<br />

distintas tonalidades y grados, desde el más ingenuo amor platónico hasta la<br />

descarada aventura pasajera con situaciones de erotismo entrevelado.<br />

Quizá sea en estas narraciones en donde se nos va a ofrecer las conside—<br />

raciones y apreciaciones más cuestionadas y resbaladizas del tema, cuando el<br />

sentimiento deja de ser dominado para convertirse en dominador y sea la fuerza<br />

que arrastre, que condicione, que construya o derrumbe, la existencia de <strong>los</strong><br />

personajes que lo sienten, disfrutan o padecen. Por ello, comenzaremos nuestra<br />

escala por el inocente amor juvenil para concluir en la pasión oscura del<br />

deseo.<br />

Dentro de la fuerte inclinación de la época a las historias de color<br />

rosa, con finales felices y protagonistas de aspecto saludable e intachable<br />

conducta, encontramos un grupo de ellas dedicadas a resaltar la ilusión del<br />

“amor Juvenil”. Se trata de planteamientos esperanzados en el descubrimiento<br />

de <strong>los</strong> primeros amores, que en ambientes desenfadados, entre bromas y superfí—<br />

cialidad, matizan una de las mejores etapas vividas por <strong>los</strong> personajes; ms—<br />

tantes especiales que recordarán siempre, como Elisa, la protagonista del<br />

cuento de Mercedes Ballesteros de la Torre, La vida olvidada


265<br />

de La ascensión a la fuente, relato de Jorge Santa Marina


266<br />

vez que descubren la personalidad del “otro”, Estrenan una nueva existencia,<br />

en donde todo gira alrededor de la pareja y todo está en función de ella. La<br />

protagonista del relato de Adolfo Prego de Oliver, Msr{a. Mio de 1902,


26’?<br />

Pero si estos amores juveniles se acompañan la mayaría de las veces por<br />

la euforia propia que produce todo nuevo descubrimiento, no es de extrañar que<br />

muy próximo a el<strong>los</strong> y bastante enlazado con la juventud se encuentre el “amor<br />

romántico-platónico” con todas las ensoñaciones y todos <strong>los</strong> lirismos que<br />

arrastra semejante sentimiento.<br />

Se trata de una emoción más individualizada que compartida, ya que la<br />

persona que la siente encuentra bastantes dificultades para poder exteriorí—<br />

zarla y, en muchas ocasiones, termina convirtiéndose en el secreto íntimo,<br />

jamás revelado, mucho más cuando las circunstancias no son propicias para<br />

manifestarlo. Son <strong>los</strong> típicos enamoramientos del profesor de turno, como<br />

sucede en Las mariposas blancas, de Julio Romano


268<br />

das por sus obras, deseen conocerlo; en Su obra preferida, de Eugenio Mediano<br />

Flores ; con el eterno sollar con el deseado y esperado amor<br />

ideal, en Pan en el bosque, de Blanca Espinar


269<br />

de la propia existencia. De nuevo vuelve la moralina y nos recuerda, según el<br />

absurdo tópico que con el transcurso de <strong>los</strong> años “vamos tomando tierra y<br />

perdiendo altura”, nos aferramos más a la realidad vulgar, que llega a redu—<br />

oírse a una lucha diaria por mantener y conservar el amor y las buenas<br />

relaciones, las tangibles, las inmediatas; aunque nos encontremos con<br />

historias del tipo de Inmortal amor, de Adolfo de Sandoval (LeZna, 1039), que<br />

defienden, haciendo honor al titulo, un amor que perdura aún después de la<br />

muerte de un miembro de la pareja, en este caso la de él:<br />

SI, no hay duda —insistió la señora—; es el alma, es el corazón<br />

de Federico el que vibra ahí y el que de ese modo hace sonar las<br />

teclas del piano. ¡Qué prodigio, SeforW,Y prodigio de amor es és—<br />

te; del cual nunca he oído en mi vida. -, hasta la más angustiosa duda de infidelidad, como la sufrida


270<br />

por Eduardo, durante dos aHos, y que no se atreve a disiparla ante su esposa<br />

moribunda en el relato de Pelix Ros L~nQ~~án ~ 1941); sin olvidar la<br />

consabida lucha diaria por llegar a fin de mes:<br />

Paco y Adela, asu regreso de un corto viaje nupcial, establecié—<br />

ronse en su pisito, muy coquetón y muy flamante, decorado y fúlgido<br />

como una tacita de plata... Adela, completamente feliz, se dispuso<br />

a debutar como señora de su casa,”documentándose” en <strong>los</strong> domésticos<br />

quehaceres y en el difícil arte de manejar un duro con el máximo de<br />

economía y de aprovechamiento. .. Del fondo de un baúl empolvado<br />

Adela sacó un día cierto libraco del colegio, que repasó y volvió a<br />

estudiar con ahinco,., Eran formularios de “la compra”, menús, contabilidad<br />

detalladísima sobre la base de un presupuesto fijo; aprovechamiento<br />

de cosas: toda la teoría de la administración casera,en<br />

una palabra.<br />

(La QThQi~n, de Curro Vargas, en LeZraa, rayo 1942)<br />

No obstante, observamos que en varios cuentos que desarrollan ésta<br />

temática se ofrece también la solución para evitar el problema planteado.<br />

Surge, entonces, una nueva muestra de relación sociedad—literatura: por un<br />

lado, la realidad ofrece unos hechos que son tomados y plasmados en el relato;<br />

y por otro, la literatura, tan fuertemente “dirigida” en estos años de<br />

posguerra, “aconseja y educa” a sus lectores, siempre en defensa de la moral y<br />

del buen gusto. Así, entre otras resoluciones, se favorece y potencia la<br />

maternidad como una alternativa más, suficientemente poderosa y capaz de<br />

solventar unas criticas relaciones<br />

-No tiene nada contra ti. ¿Por qué lo iba a tener? Reconoce que<br />

eres carif<strong>los</strong>ísimo con ella, Pero... Elena se aburre.., Le falta al—<br />

go en la vida. ¿No adivinas el qué?<br />

-Pero, mamá, ya sabes que Elena no puede...<br />

-Sl, eso creemos, Pero precisamente he oído hablar estos días de<br />

un médico que hace maravillas, Llévala a verle. ¿Por qué no? Otros<br />

casos más difíciles se han visto,<br />

Elena levanta la cabeza. Marta busca en sus ojos y encuentra con<br />

asombro una mirada profunda de agradecimiento, de esperanza. Ha<br />

acertado. Ha dado a su nuera una razón de vivir y hasta de olvidar,<br />

Eduardo corre a su mujer y la abraza. Con entusiasmo, con cariflo.<br />

-¡Elena!... Si fuera posible. Un hijo..


271<br />

Y Marta ve que, por fin, Elena sonríe.<br />

- Sí, Eduardo. Es lo único que nos falta...”<br />

(Cnmprensi~óix, de Julia Maura, en EQZn~, 14—junio—1941><br />

Pero un día <strong>los</strong> criados notaron algo desusado en la casa.<br />

-¿No os dais cuenta? —se preguntaban unos a otros—. Llevan <strong>los</strong><br />

señores ocho días sin regañar.<br />

-Pero él no come a gusto.<br />

-Bien, pero come, y hasta dice chistes durante la sopa.<br />

-¡Qué rarro! Aquí hay gato encerrado.<br />

¡Y claro que lo hablal Juan llevaba una temporada que llegaba<br />

tarde a la oficina, y que desde ella llamaba frecuentemente al teléfono<br />

para hablar con Juana. No salían apenas de casa, y cuando lo<br />

hacían él la llevaba muy apretada del brazo, ayudándola a bajar la<br />

acera, sosteniéndola casi en vilo al subir las escaleras del “Metro”<br />

Fueron nueve meses de angustia e inquietudes soportadas por ambos<br />

con jubi<strong>los</strong>a resignación. De tal manera que su tío Manuel lo advirtió<br />

satisfecho:<br />

-Veo con gusto que ya pasaron <strong>los</strong> disgustil<strong>los</strong>. Por fin os habéis<br />

puesto de acuerdo,<br />


272<br />

lo que no encuentra a tu lado?<br />

-No sé. . . Me haces dudar.. . Pero, aceptando tus razonamientos,<br />

¿quieres decirme, en mi caso, dónde está la espiritualidad del trabajo<br />

de ml. marido? ¿En el trato con aparceros y gañanes, que es su<br />

labor corriente?<br />

—Sea la que sea, la mujer puede y debe participar en ella: orientando,<br />

aconsejando, interesándose por lo que haga su marido. Mo te<br />

importe halagarle cuando haya oportunidad. Un elogio tuyo, lo sé por<br />

experiencia le hará más feliz que el aplauso de las multitudes.<br />

-Probaré a la primera ocasión. “Has estada genial en la venta del<br />

trigo. . .“ ¿No te parece un ridículo que le diga esto?<br />

—¡Qué ha de ser!<br />

-Por otra parte.,. es posible que tengas razón, Mi deseo de instalarme<br />

en Madrid, obedece también a <strong>los</strong> muchos viajes que hacía<br />

Remigio. Viajes de negocios, decía él¿ pero tengo motivos para sospechar,.<br />

¡Cuando yo te digo!.. Alguna “negocianta” que le halagará,ya que<br />

tu no lo haces.”<br />

(Además de eso, de A. Martínez Olmedilla, en L~iurna, octubre—1943)<br />

Esto nos lleva a tratar ahora, por último, el matiz más escabroso de<br />

cuantos se nos afrece del tema en este tipo de relatos. Bajo la denhoninación<br />

de “pasión amorosa” hemos querido recopilar a todas aquellas historias que<br />

tratan el sentimiento del amor como fuerza impetuosa y arrabatadora, con todo<br />

lo agridulce, lo trágico y lo cómico, lo oscuro y lo luminoso, que pueda<br />

llevar consigo esta emoción, que ya s~ roza en el campo de lo físico, de lo<br />

sensual, de lo concreto, de la nera atracción; aunque sin salirse de la mora-<br />

lisiad dominante, pues no obstante se vivían años de fuerte censura, que según<br />

Manuel L. Abellán mantenía unos criterios fijos, entre <strong>los</strong> que se encontraba<br />

la moral sexual,<br />

‘Moral sexual’ entendida como prohibición de la libertad de<br />

expresión que implicara, de alguna manera, un atentado al pudor y a<br />

las buenas costumbres en todo lo relacionado con el sexto<br />

mandamiento y, en estrecha uni6n con dicha moral, abstención de<br />

referencias al aborto, homosexualidad y divorcio”


273<br />

al que con matices más existencialistas arroja a sus protagonistas, a veces,<br />

hasta la muerte, incluso hasta la muerte sublime por arr.<br />

Por otro lado, surgirá lo más inquietante y chispeante, desde la figura<br />

del conquistador-mujeriego y el sentido de la aventura annrosa hasta el goce<br />

erótico de notas tremendistas, sin olvidar la lucha interna que supone la<br />

elección entre dos personas o, al contrario, cuando dos están enamorados de la<br />

misma.<br />

En cuanto a <strong>los</strong> primeros, a <strong>los</strong> de “la cara más oscura y trágica”, la<br />

pasión imposible o no correspondida consigue marcar una existencia atormenta-<br />

da, problemática, que el autor intenta solucionar con un destino diferente.<br />

Normalmente son personajes desorientados, que al no tener una esperanza en el<br />

presente ni en el futuro se hunden en la desesperación; “ahora mi existencia<br />

no tiene objeto”, nos dirá Maria en ~nniIianci&de Concepción Pérez Baturone<br />


274<br />

Muerte que no siempre se nos ofrece con <strong>los</strong> mismos matices, a pesar de<br />

ensombrecer el relato con acusadas pinceladas de tragedia. A veces se llega a<br />

ella gracias al suicidio y, entonces, se transforma en el acto sublime, como<br />

la última muestra de la pasión una vez que ha muerto la persona amada, Sería<br />

“morir de amor por ausencia del amor”, acción que en cierto modo adjudica<br />

aspectos de nobleza, valor y autenticidad, a la pasión amorosa, aunque tras de<br />

sí sugiera una tortuosa existencia<br />

-Al día siguiente la arrojaron al mar. Rl cuerpo de Maria Carmela<br />

se hundió para siempre en las aguas tenebrosas del océano,y yo creí<br />

enloquecer de dolor. Pero debfa vivir para el culto de su recuerdo,<br />

Todos <strong>los</strong> af<strong>los</strong>, al llegar la primavera,hago el viaje de Vigo a Buenos<br />

aires. Voy a la casa de las tías y evocamos su memoria mclvidableAl<br />

regresar hago solo el viaje que hice con ella hasta el medio<br />

del océano. Y allí , donde se hundió su mortaja con toda mi esperanza,<br />

con toda mi ilusión, con toda mi vida, arrojo las más bellas<br />

flores que mando buscar al Brasil,.,<br />

)<br />

-Porque esta maflana el camarero no lo encontró en su cabina. No<br />

estaba a bordo, Debió haberse arrojado al mar antes del amanecer, El<br />

capitán y yo revisamos sus papeles. Dejó una carta diciendo que iba<br />

a reunirse con una persona que él llamaba María Carmela,”<br />


275<br />

(... ) La puerta estaba abierta y junto al caballete que soportaba<br />

el retrato de la mujer yacía un montón de ropas: era el traje de<br />

Vicente. ¿Había salido disfrazado ya de casa?Entonces se me ocurrió<br />

buscar a <strong>los</strong> constructores de la filía, ir al Juzgado,correr al Depósito;<br />

preguntar, enterarme,, . Pero me horrorizó saber la verdad y<br />

no hice nada sino quedarme allí sentado como un imbécil, mirando a<br />

la mujer del retrato mientras estrujaba entre mis dedos la chalina<br />

de Vicente. Pero mi imaginación corrían imágenes dislocadas en las<br />

que yo reunía a Mlle. Henriot, abrasada entre las vigas de su camarin<br />

de la Comedia Francesa, y al pobre amigo nuestro muriendo sin<br />

fe en medio de las llamas sin dejar de contemplar hasta el último<br />

Instante el mufleco de cartón pintado.”<br />

<br />

Pero otras veces la muerte no tiene una misión tan vivificadora —dar<br />

sentido y prolongar el amor más allá de la propia muerte-, sino que viene a<br />

convertirse en el castigo por el “loco amor”, por la infidelidad, por lo<br />

ilícito y prohibido de las relaciones, Es entonces cuando de nuevo surge la<br />

carga moralizante del momento, que ante semejante falta no puede permanecer<br />

impasible, y recordando la defensa de la honra, al estilo del teatro de<br />

nuestro Siglo de Oro, se convierte en verdugo el marido, como en Xa....LiL..e,L<br />

~ de Leonardo Villa


226<br />

la condesa Ch.C,P., de Camilo José Cela (Haz., 1943); mientras que otras veces,<br />

o bien no permite siquiera consumar la infidelidad porque la sensatez domina<br />

al deseo -La flor natural, de Federico de Mendizabal (DQmIUgQ, 1942);Lw~iún.<br />

de un recuerdo..., de José Miguel Chellí (Eantasia., 1945); L&..balada<br />

iniñrrunpida, de Luis Castillo (E~n±nzia, 1945); etc.— o bien, si hay<br />

infidelidad, no deja de estar mal considerada y en el mismo relato, de una<br />

forma explícita, aparece la repulsa:<br />

“ -¡No me diga? Cuesta trabajo dejar las Islas cuando algo le retiene<br />

a uno allá. La primera vez que yo visité las Islas descubrí<br />

una muchacha, .. Ahora voy y vengo con mucha frecuencia, No crea que<br />

regreso hoy, desde aquel día que hicimos juntos el viaje de ida.<br />

¡Por desgracia sólo puedo estar allí unos días? Mi mujer —vivimos<br />

aquí en Barcelona— acabaría por inquietarse. Y, sin embargo, ¡qué<br />

remedio, amigo miol hay que inventar algún pretexto. ¿Acaso podemos<br />

mandar en el corazón? ¡El amor en las Islas es algo tan delicioso?.<br />

Oyendo toda aquella palabrería, Julio sintió asco, El hombre era<br />

joven, de aire simpático. ¡Con qué frívola ligereza hablaba de aquel<br />

juego cínico y repugnante?”<br />

(Amor en las Islas, de Fernando Gómez, en X., marzo-1942, pp. 14—15><br />

Sentido de aventura, con el que pasamos al otro grupo de cuentos, que<br />

anuncíabamos antes, que nos muestra lo “inquietante y chispeante” de la pasión<br />

amorosa, desde la superficialidad y ligereza de una aventura hasta la<br />

intensidad en la fugacidad de la relación íntima.<br />

En estos relatos el amor proporciona situaciones no estables que tarde o<br />

temprano terminarán por desaparecer o trans±ormarse, sobre todo cuando se<br />

“juega entre dos fuegos” y se ha de decidir por uno —Triní Pella entre Alvaro y<br />

Perico Ojeda en El hombre roto, de Manuel Prados y López (LPS.±.í¿r.DA, 1942>;<br />

Rosita entre Rafael y Marcos en Ast..~, de “TristAn Yuste” (Eatua, 1942), o<br />

Maria Fernanda entre el pretendiente de la ciudad y el provinciano en XinI~.4a<br />

Ida, de Eugenia Serrano


27’?<br />

Abascal, en Odio africano de María Settier (~gja~, 1944), o Emilio Nusteiro y<br />

el pintor Alcudia de Maria Teresa Fallarés, en Entr~..ami.gna de 3. García Pérez<br />


298<br />

Querido León: Me hacen gracia tus moralejas, y, sobre todo,el tono<br />

grave con que las escribes. Quieres que desista de ver esa aldea—<br />

nita, que no la persiga, que la deje en paz... ¡Y cuándo me lo dices?<br />


278<br />

Alvaro de Laiglesia (Y., 1940>, deja partir el tren en el que pensaba huir con<br />

Car<strong>los</strong>, “con el muchacho rico de <strong>los</strong> dientes grandes y la americana a<br />

cuadros,.. y el olor a tabaco rubio., . y aquellas palabras inglesas mezcladas<br />

en la conversación sin venir a cuento”, pues, sin saber porqué pensó en su<br />

casa, en su alcoba, en su familia y en Ramón el empleado del Banco Argentino<br />

con quien su padre quería casarla.<br />

Reflexión que alerta de una realidad Inquietante, bastante cruda a<br />

veces, que es la que nos hace desechar la imagen de fantasía en estos relatos.<br />

Se trata de una realidad propuesta a base de ligeras pinceladas en personajes<br />

y ambientes, que manifiesta la más pura atracción física, en donde la pasión<br />

amorosa se recubre de notas insinuantes y eróticas, que conllevan cierto aire<br />

de complicidad, como <strong>los</strong> amores con una mujer casada en rruel coincidencia, de<br />

Tomás Mira Carbonelí


280<br />

brazos morenos y nervudos, con una fuerza de titán herido, en la que<br />

vibraba un asco y una repulsión inhumanos me arrojaron lejos, y caí<br />

en el musgo verde y húmedo; pero no como una pobrecilla paloma desangrada,<br />

sino como una mujer llena de sangre hirviente. Ahí mismo,<br />

bajo el pino, me escupió a la cara una carcajada de diablo, una carcajada<br />

cruel, que me hirió con sus salpicaduras lenas de repugnancia,<br />

de asco, de repulsión infinita.”<br />

Narración que choca por la fuerza y el desgarro con el que está tratada<br />

esta “furiosa pasión”, ya que lo usual es envolverla, con el mayor tacto<br />

posible -no siempre bien conseguido-, en el mejor de <strong>los</strong> ropajes líricos,<br />

aunque es difícil olvidar que se trata de una pasión humana que sin ciertos<br />

detalles, digamos más desgarrados, pierde poder expositivo si bien gana en<br />

belleza y sutilidad, muy en la tónica del “buen gusto” aconsejado.<br />

No siempre estos esfuerzos por “aludir eludiendo” consiguen alcanzar sus<br />

objetivos; ni mucho menos, lograr la óptima dosis de lirismo, ya que la<br />

mayoría de las ocasiones proporcionan valiosos ejemp<strong>los</strong> de cursilería<br />

timorata, No obstante, debemos tasar en su justo trito, dentro del marco<br />

social en el que aparecieron, tadas aquellas narraciones que con más o menos<br />

acierto consiguen incluir escenas de amor, tal y como leemDs en <strong>los</strong> siguientes<br />

ejemp<strong>los</strong>:<br />

Lalo vela <strong>los</strong> brazos y el escote de la mujer oscuros del sol y<br />

del aire libre de <strong>los</strong> últimos días, pero sabía que bajo <strong>los</strong> vestidos<br />

tenía las carnes tan blancas que se le contaban las venas; lo<br />

decía la gente, lo adivinaba él.<br />

Ella le bajaba <strong>los</strong> párpados con la suavidad rosa de sus dedos y<br />

luego le ponía encina el dulce sello de sus labios.


281<br />

Pero como ella tenía dos lunas endiabladas en <strong>los</strong> ojos, él no podía<br />

dejarla y Clara sentía una dulce lluvia de besos en la cara. Al<br />

fin, <strong>los</strong> labios de él se aquietaron go<strong>los</strong>os sobre su cuello, allí<br />

donde la piel era más tibia y suave.<br />

(Alnl&Átp&jAr2, de María Osorio, en Lamlnga, 27—febrero—i944,p. 11)<br />

Allí, a la entrada de la salvaje lendera,bay un molino medio ruifoso,<br />

con su historia de escándalo y de amar. Tiene las puertas<br />

francas para refugio de aventuras malignas, las paredes abiertas a<br />

las aves codiciosas de abrigado nidal.<br />

Isabel y Jesús pasaron, sin mirarle, junto al peligroso rincón, y<br />

anduvieron de prisa por el borde de la presa, mudos en tanto que<br />

clamaba la corriente bravía del socaz.Cuando la voz del agua se fue<br />

amansando en la espesura, <strong>los</strong> novios se detuvieron a escuchar otras<br />

voces indecisas, latentes y silenciosas como la sangre que fluye en<br />

las entrafias y las horas que fluyen en el tiempo 4 (.<br />

El viento volvió a gemir; cargado de rumores insinuantes, levantó<br />

la cortina de la selva: por la cándida hendedura asomó el cielo un<br />

ojo azul, y vieron <strong>los</strong> amantes dos luceros que se deslizaban juntos<br />

por la noche, con el ascua muy encendida, fuerte y misterioso el<br />

temblor,,.”<br />


282<br />

de amor, El corazón me llenaba todo el pecho> me hinchaba todo el<br />

cuerpo de sangre caliente, me llenaba la boca de sal, llenaba el<br />

mundo de alegría rabiosa, de ardor, de colores afilados como cuchil<strong>los</strong><br />

y a la vez blandos como la hojas de una amapola, como la miel,<br />

como la leche recién ordeflada. Temblando con voz ronca, con una voz<br />

que no era la mía, que no se sabía de donde había salido, le dije:<br />

“Helena,.,, te quiero”. Y Helena, serena,sin dejar de mirarme a <strong>los</strong><br />

ojos, grave y hermosa, se fue dejando atraer, y cuando tuvimos <strong>los</strong><br />

labios muy cerca, me dijo: “Y yo a ti más”. Y yo bebí el aliento de<br />

aquellas palabras; las bebí, las respiré, no las oL”<br />

(63)<br />

en Cuadernos flispanosmericanos<br />

O) El sentimiento penoso de <strong>los</strong> ce<strong>los</strong> y el dolor producido por el desen<br />

taflQ. Este viene a constituir el tercer y último de <strong>los</strong> apartados en que hemos<br />

fragmentado el sentimiento amoroso en lo que tiene de atracción física y no de<br />

afecto carif<strong>los</strong>o simplemente.<br />

Alguno de <strong>los</strong> relatos que incluimos aquí, puede recordarnos a <strong>los</strong> que<br />

hemos referido antes al hablar en la pasión amorosa de su cara oscura y<br />

trágica. Allí comentábamos, al centrarnos en la citada pasión, aspectos<br />

negativos que marcaban la existencia de sus protagonistas; punto éste que<br />

enlaza —y he aquí el parentesco— con la apesadumbrada, sombría e intranquila<br />

cotidianidad, planteada por <strong>los</strong> ce<strong>los</strong> y el desengaflo. Pero, allí, además de<br />

que las causas de esta trágica existencia eran bien diferentes —infidelidad,<br />

amor ilícito, amor imposible, ausencia,. ..—, no siempre se suponía, como aquí,<br />

un amor en principio correspondido, con momentos de amor mutuo, sino deseos,<br />

en general, de que existieran estos momentos. Antes nos referíamos a la<br />

angustia producida por todo tipo de problemas y obstácu<strong>los</strong> para conseguir una<br />

situación amorosa que se presenta como imposible, inaccesible o improlongable;<br />

ahora son situaciones que arrancan de un amor “ya conseguido” pero que en un<br />

determinado momento engafia.<br />

Ce<strong>los</strong> y desengallo han sido agrupados en este apartado, aCm contando con


283<br />

sus diferencias, precisamente por el punto básico que <strong>los</strong> une: la confianza<br />

frustrada, sobre todo a la hora de hablar del desengaifo, por un amor sentido y<br />

defraudado.<br />

Por lo que se refiere a <strong>los</strong> ce<strong>los</strong>, en estos relatos, se presentan en el<br />

marco de unas relaciones normalmente estables, del tipo de las relaciones<br />

matrimoniales, y son experimentados por una persona por ver, con fundamento o<br />

sin él, que otra cuyo carifio o amor desearía para sí sola lo comparte con una<br />

tercera; así en La verdad increíble, de Agustín de Figueroa (DomInga, 1942>,<br />

Elvira sospecha de su marido, al enterarse que Car<strong>los</strong> había alquilado un piso.<br />

La verdad era más sencilla y trágica: Car<strong>los</strong>, escritor, se sentía incomprendi-<br />

do y se refugia en el piso para poder leer y escribir, pero le sigue el juego<br />

a Elvira; en Los anteo<strong>los</strong>, de Mauricio Dekobra (llomliiga, 1942), la mujer de<br />

Atanasio, antipática y gruifona, sospecha de él cuando éste llega tarde por<br />

“estar con <strong>los</strong> amigos”; en Un disgusto para cuatro, de Antonio Mas—Guindal<br />

(N2jiJ1a~ 1942), Miguel y Belén, después de seis meses de casados, y por una<br />

serie de confusas circunstancias, creen que son engaftados respectivamente con<br />

sus amigos Mónica y Roberto; en Las dos sefloras de Xontero~ de Josefina María<br />

Rivas


284<br />

estables, por ver que otra persona es preferida a ella misma por alguien, Así,<br />

entre otros ejemp<strong>los</strong>, hateo siente ce<strong>los</strong> de Benito, al ser éste preferido por<br />

htarta, en ELmaladaI, de José Sanz flíaz ; Carmela por su ahijada<br />

Fuensantica cuando Cosme decide casarse con ella en La moza viela, de Concha<br />

Quiñones (DomInga, 1942); y Ethel por la mujer a la que besaba Fred —que<br />

resultó ser su hermana- en Mise Ethel tuvo un amor en Galicia, cuento de<br />

Lorenzo Garza (Hotos., 1942).<br />

En cuanto al desengaflo —que también puede estar unido a <strong>los</strong> ce<strong>los</strong> en<br />

estos últimos ejemp<strong>los</strong>—, surge en relatos que de nuevo muestran la nota<br />

existencialista, ya que sus personajes se sienten verdaderamente engallados y,<br />

por medio de unas tristes experiencias, nace en el<strong>los</strong> la frustración y la<br />

desconfianza en el amor. Desconfianza que les empuja a escoger posturas<br />

extremas, que curiosamente son el punto opuesto de la pasión, bien a través de<br />

la continua crítica hacia el amor o hacia quién lo representa —hacia la mujer,<br />

en el caso de Javier en Cualquier cosa, de “Tristán Yuste”


225<br />

Al llegar a mi casa no té que me faltaba la cartera, La busqué en<br />

vano por una razón sencilla~porque me lo había robado mi amor gris.<br />

Desapareció de mi vida y mi vida perdió encanto. Nunca volvi a<br />

verla. Quizá por eso profesé.”<br />

Todas estas desagradables experiencias marcan de una forma definitiva la<br />

existencia de sus protagonistas, que sumidos en un fuerte estado de tristeza<br />

no esperan nada más de la vida en la que habían cifrado sus esperanzas<br />

amorosas -o por lo menos no quieren intentarlo por si de nuevo son engaflados—,<br />

y con su situación angustiada y rece<strong>los</strong>a demuestran y advierten de una<br />

realidad palpable> a la vez que corroboran de nuevo otra faceta más del amor:<br />

su falta de autenticidad.<br />

No autenticidad en <strong>los</strong> sentimientos, que hace en don Pepito —Don..hpttn.<br />

y el firmamento, de Manuel Camacho Marín


268<br />

azor-oso, aunque para ello sea necesario un empezar de nuevo en todos <strong>los</strong><br />

aspectos, con todo lo que acarren semejante empresa, como sucede en Einxzda<br />

jluaLán, cuento de Curro Vargas (Lelraa, 1943>: Luisa, mujer de veinticinco<br />

af<strong>los</strong>, tras un amor frustrado, que “por desgracia, fue aquello tan sólo una<br />

apariencia, una burla impía de la realidad”, busca refugio en su autor<br />

preferido, Arturo Cardona, conocedor del alma femenina, para que le conceda su<br />

última ilusión antes de partir a América , a la República Argentina, de donde<br />

no sabe si volverá:<br />

Voy a ‘otro mundo’ y este viaje es para ml un anticipo de la<br />

muerte.,, ¡Aquí queda mi pasado entero, es decir, lo mejor de mt<br />

juventud y el tesoro de mis ya muertas esperanzas! Antes de abandotiar<br />

el patrio suelo, ¿quiere usted dejarme la última y la sola Ilusión<br />

de mi vida? ¡Déjenie usted que grabe su imagen en mi recuerdo;<br />

déjeme usted que me la lleve en el relicario de ni corazón!...<br />

Por fin, en tercer lugar, si atendemos al esquema que expusimos más<br />

arriba, trataremos ahora de mostrar las principales circunstancias que<br />

envuelven, condicionan y matizan al sentimiento amoroso en estos relatos de<br />

<strong>los</strong> aftos cuarenta, una vez que se ha valorado la presencia o la ausencia del<br />

amor y se ha analizado al propio sentimiento y <strong>los</strong> más significativos aspectos<br />

reflejados en dichas narraciones.<br />

Ya anunciábamos la existencia de una mutua correspondencia entre las<br />

diferentes etapas de la vida y la presencia en ellas del amor: en cada trayec-<br />

te de nuestra existencia surge un tipo de amor, y ese amor, a su vez, por sus<br />

especiales cualidades, caracteriza a esta etapa. Así, por ejemplo, <strong>los</strong> at%os<br />

de nuestra juventud son propicios para un amor ilusionado, desenfadado, , . . que<br />

viene a seflalar y caracterizar estas cualidades tan peculiares y propias de<br />

aquel<strong>los</strong> momentos. Sin embargo, lo que ahora referiremos son esas otras dr—


287<br />

cunstancias que aparecen en las distintas historias y que de alguna manera dan<br />

pie o conforman la presencia en ellas del sentimiento amoroso; circunstancias<br />

que se van a convertir en el punto de relación de varios relatos, independien-<br />

temente de que en el<strong>los</strong> el amor se presente en sus distintas facetas, bien<br />

como pasional, o Juvenil, o falso, o desengallado,<br />

Así, una de las más significativas circunstancias —quizá por el momento<br />

histórico en el que se encuentran estos relatos— viene a ser la guerra tema<br />

ya tratado y particularidad que envuelve a una serie de cuentos, en donde el<br />

amar adquiere una especial valoración por surgir en momentos tan adversos.<br />

Amor-guerra, guerra-amor, dualidad presente en historias como Lrixeierni, La.<br />

madrina de guerra, No hubo fugar para el<strong>los</strong>, Las cias adelfas, La doble de si<br />

miuza., Nota de sociedad, La sangre enamorada, Un amor que no llegó a serlo, flj<br />

misnwnd±na, Un aviador y una falangista, Camarada buena, El desconocido<br />

&fl..&, L&.esasáiii, etc. etc. (todas ellas ya citadas).<br />

Otras circunstancias vendrían a ser, por un lado la ausencia y la<br />

separación, que configuran el amor en relatos del tipa En aquel<strong>los</strong> pliegos en<br />

hinco, de María Pilar de Sandoval , Eterna primavera, de ilatalia<br />

Miranda Rivas


288<br />

de Antonio Casas Bricio


289<br />

1940), o en Las tres muchachas y el violinista, de Alfredo Xarqueríe


290<br />

Relaciones de la pareja que no siempre terminan en la unión matrimonial<br />

-OnlUtes, de V.R.Xontesinos ; Un amor que no llegó a serlo, de V. Pazos Vidal Cflamtngn.,<br />

1941); Amores parasitarios, de Alfredo Itarquerie CHoZna, 1942>; Sari, de Manuel<br />

Lizcano : Enxzam<br />

w~apwaa, de Pilar de Abadía


291<br />

La edad condiciona en gran medida unas relaciones (69>, y en ocasiones<br />

<strong>los</strong> af<strong>los</strong> pesan demasiado para poder llevarlas adelante, como sucede en Cnn.Ima<br />

hnJ.~..~caa de Eugenia Serrano ; en Call&iz.la.<br />

verdad.., disimulando, de Xarichu de la Mora


292<br />

a una lucha por conseguir la igualdad, aunque cuando la consigue se tenga que<br />

enfrentar a otros nuevos problemas para iniciar aquel antiguo amor —TxJat&<br />

rttnrna, de José Sanz y Díaz ; Demasiado tarde, de P. Onades<br />

~ i943>; o La vuelta del Indiano, de Pajares Pindado —.


293<br />

NOTAS<br />

Josefina Rodríguez de Aldecca, Los ni~os de la guerra, (ya oit. > p. 17<br />

(2) JA. Fernández—Caifedo, “La guerra en la novela espafiola (lgSO — 194?>”,<br />

en Arbnr, (ya citA, p• 61<br />

(3) Valentí Puig, “¡It encuentro sobre la nueva literatura. Sobre el cuente”,<br />

en lusnia, nQ 495, febrero 1988, p.24


294<br />

de Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Además de otras publicaciones<br />

que presentaban secciones y noticias propias de mujer, como<br />

LeIr~a (Revista Literaria Popular con la sección “Femina”, que habla de<br />

modas), LJ±rÁRevista mensual de la moda y del bogar), La Moda en España<br />

(Revista de modas y para el hogar), Lect 1nrañ Maria Dolores Boixados, Augusta y su nuevo año, en haxmrti¿Á, número 3’?,<br />

(14)<br />

31—diciembre—1942, p. 8


295<br />


256<br />

(62)<br />

página 11


292<br />

EL HUMOR<br />

Otro conjunto temático, que por su peso específico debemos resaltar en<br />

nuestro estudio del cuento literario en la primera década de posguerra, está<br />

constituido por el humor, lo humorístico y todos <strong>los</strong> matices que ayudan a pro-<br />

votar la risa en el lector,<br />

Si hasta ahora nos hemos referido, fundamentalmente, al “cuento de gue-<br />

rra” y al “cuento de amor”, debemos unir a el<strong>los</strong> un tercer tipo, el “cuento de<br />

humor”, que por su constancia y significación representa otra de las tenden-<br />

cias temáticas más relevantes de aquel<strong>los</strong> años, Circunstancia que no nos ex—<br />

tralia al observar que la presencia del humor en esta parcela del mundo litera-<br />

río de entonces puede estar justificada por dos razones básicas y diferentes:<br />

una, el contexto; la otra, el propio género literario.<br />

La posguerra española, por un lado, coloca al escritor ante una realidad<br />

que le obliga a adoptar una postura, entre otros caminos de evasi6n, marcada<br />

por la clave del humor, puesto que “en la risa -según Henrí Bergson recoge en<br />

<strong>los</strong> ensayos que agrupa bajo el título Lasaa.


iendo.<br />

298<br />

Por otro lado, es la misma idiosincrasia del género la que nos justifica<br />

la presencia del humor en <strong>los</strong> relatos, como bien nos lo confirmam las palabras<br />

con que Gregorio Marañón prologa <strong>los</strong> cuentos de Osvaldo Orico (1), al decir<br />

que el alma del cuento “no está en su brevedad, sino en que, aparte de su di—<br />

mensión, debe conservar imprescindiblemente el caracter de narración divertida<br />

y un tanto fantástica, su caracter de fábula y conseja, aún cuando esté cons—<br />

truido con materiales rigurosamente reales y humanos”. Así, encontramos en su<br />

esencia unas notas que por ahora nos interesa resaltar: si tomanos en sentido<br />

estricto y literal tal afirmación, nos induce a considerar y tener muy presen—<br />

te que es elemental el caracter alegre, jocoso, del relato, con ciertas dosis<br />

de fantasía, aunque la realidad y lo verosímil sean tangibles; pero cuando<br />

detectamos, tras una somera observaci6n, que no siempre sucede esto, debemos<br />

ampliar nuestras miras y no ser tan ajustados en la interpretación, ya que las<br />

anteriores palabras permiten otra lectura en donde “divertida” pueda ser con—<br />

siderada como “entretenida”, y entonces, coma sabemos, tal término no implica<br />

necesariamente al humor —aunque la risa o la sonrisa, muestra o efecto del Su-<br />

mor, si que van en proporción directa con la distracción y el esparcimiento—,<br />

y en donde “fantástica” no equivalga a “no realidad” sino a “ficticio”, nota<br />

esencial en la creación literaria, si pensamos como Enrique Andersen Imbert,<br />

cuando afirma que “toda la literatura es ficción”:<br />

Sin duda no podemos escaparnos del sistema solar en que vivimos<br />

ni dejar de ser hombres ni prescindir de <strong>los</strong> datos que recibimos<br />

por <strong>los</strong> órganos sensoriales, pero si podemos coastruir un mundo<br />

propio. En el instante de la creación literaria la realidad pierde<br />

su imperio sobre nosotros. El contenido de nuestra conciencia no se<br />

ajusta a objetos externos, sino que concuerda consigo mismo! es de—<br />

dr, nuestra verdad es estética, no lógica. No es que digamos mentiras,<br />

porque la mentira causa dafto y nosotros, en cambio, enrique—<br />

cems el mundo añadiendo un nuevo bien a lo existente. Nos despega—<br />

mes de <strong>los</strong> hechos y nos apegamos a las metáforas. Apoyados en un


299<br />

mínimo de realidad, operamos con un máximo de fantasía. Con elementos<br />

reales inventamos un mundo irreal y, al revés, con elementos<br />

fantásticos inventamos un mundo verosímil, Y cuando no recurrimos a<br />

la invención para emanciparnos de la realidad sino que, en nombre<br />

del realismo más extremo, resolvemos reproducir las cosas tal como<br />

son, nuestro sometimiento no es absoluto: seguimos selecciomando<br />

con criterio estético, En el fondo la intención es fantasear, imaginar,<br />

crear. Fingimos. Los sucesos que evocamos son ficticios. La<br />

literatura, pues, es ficción, Ortega y Gasset, al recordarnos que<br />

por mucho que nos esforcemos en conocer objetivamente la realidad<br />

sólo conseguimos imaginarla, habla dicho que el hombre “inventa el<br />

mundo o un pedazo de él. Ni más ni menos que un novelista por lo<br />

que respecta al carácter imaginario de su creación. Un plano topográfico<br />

no es más o menos fantástico que el paisaje de un pintor...<br />

El hombre está condenado a ser novelista”


3(40<br />

espíritu selecto


3(41<br />

Clotilde y el bigote ; La.<br />

tragedia de la novelista (cuento de humor), de Angel Santacruz Canora


3U2<br />

de Julio Trenas


303<br />

Es indiscutible que en determinados casos algunas deformidades<br />

tienen sobre las demás el privilegio de poder provocar la risa. Es<br />

inútil entrar en detalles. Pidámosle solamente al lector que pase<br />

revista a las diversas deformidades, que las reúna en dos grupos; a<br />

un lado las que la naturaleza ha orientado hacia lo risible, y a o—<br />

tro las que se apartan de ese caracter de un modo absoluto. Creemos<br />

que llegará a deducir la ley siguiente: Puede resultar cómica toda<br />

deformidad que podría ser remedada por una persona que careciera de<br />

toda deformidad’. (. .4<br />

.... )Atenuando la deformidad risible, deberemos obtener la fealdad<br />

cómica. Una expresión risible del rostro será aquella que nos baga<br />

pensar en algo rígido, Lijo, por decirlo así, en la ordinaria movilidad<br />

de la fisonomía Por eso es por lo que un rostro resulta<br />

tanto más cómico cuanto mejor nos sugiere la idea de alguna acción<br />

simple, mecánica, en la que la personalidad quedara absorbida para<br />

siempre, Hay rostros que parecen ocupados en llorar de un modo incesante;<br />

otros, en reír o en silbar; otros


alo se pone el cosco. ya no puede andar. Le hocemos<br />

empro en ascensor, por rrn&i de su estado. Le qn.<br />

J.c pulm&t tan 6lo,<br />

~IPUTADO (Frunciendo el cefloj—He leído hace dro,<br />

Icvlo de un concejal, que asegura’ que la mayoría<br />

bomberos de Madrid son gordos. o osm¿flccs. o ls.<br />

>505. ¿h.pos ltqutseo¡menI. seo así?<br />

IOMBffiQ GOROO.—¿Oufi:qsflero usted q~e le con’<br />

Yo soy gordo. ¿Y qué? St iuese delgado, y ¿gil. y<br />

~f lo aseguro o qst.d—, no me dedicarlo<br />

escaleras. Seria torero. SI .syfr..escakew,..~.,~eque<br />

304<br />

Y—<br />

...... de •r#.F..;p~ *fiS ••ftk*C.<br />

~~1~~~<br />

:4 —<br />

~ iii<br />

(4)<br />

‘-Y.. ,2~,<br />

. .1<br />

EL COMERCIANTE.—¿Éntoncet..?<br />

(Se oye un ruido sí, el polio y gtiloí <br />

EL BOMBERO GORDO.—Ha sido uno Valso alo,mo. Más<br />

vol. así. -<br />

rs cnUflrIAN’yg jfl&.-¿n,¿~k todo, no, Él Aí.4. e


.~Á. -.<br />

..<br />

4.<br />

305<br />

- (4><br />

EL DIPUTACO.....<br />

10u6 obsurdol EL BOMBERO ASMATICO


líAn Stoclcfeld, llena de medallas y de bigotes, sca.<br />

t.aba de hacer su aparición en la plata.<br />

Después de saludar cafl arrogancia de domador, el<br />

domador penetró resueltamente en la jaula. y el aire<br />

2as costillas de <strong>los</strong> leones se llenaron de lat¡gazos.•<br />

Fnnindez, desde su rfnc¿n, le miraba con displl~<br />

iencia.<br />

Sinesio raurmuró a su oído:<br />

—Ya tenemos ahí a esa ¡Lera.,. Te asegurd que en<br />

le veo. se me<br />

pone le carnt.de ga.<br />

~nt,<br />

—¡Eahl..~ Es un ¡a.<br />

~eliz.Ayer vino abustaime<br />

y me llev6 al<br />

lespaeho del dlrectot.<br />

para pidir un aumefl•<br />

~ode sueldo.<br />

El Capitán Stock•<br />

¡cid seguía evolucio-<br />

jiando, atareadislmo,<br />

jambianda constantemerite<br />

<strong>los</strong> taburetes de<br />

julo, como aquellas<br />

kmas de casa que no<br />

estén nunca satisfe.<br />

chas de la forma en<br />

¡ue tienen distribuido<br />

pl mobIliario, y todo<br />

ámenindo con con.<br />

tintes latigazos y ,vo-<br />

CCI Ininteliglblea.<br />

—1 Porsu¿ no se<br />

rará qule,todeunavez?<br />

mus-mur6 Ernesto—. Este tía me pone nerviosa. Y me.<br />

nos mal que todavía no ha empezado con <strong>los</strong> tiros,<br />

—Son inofensivos, sin pr~ycctil.<br />

—Ya lo sí, pero me crispan <strong>los</strong> nervios.<br />

Los ¿os leones hicieron una pausa. El Capítén Stock~<br />

’ que bramar un poco, Ernesto... SI no, van a<br />

escaniarse... Son capaces* tomarnos por hombres disfrazadas<br />

de león..<br />

—Malditas las ganas que tengo de bramar. Con lo<br />

bien que estaría yo echando una siestecita. allí, en ml<br />

querida Africa salva>e;~<br />

—Ahora tengo quq encaramarme sobre eLtaburete<br />

núNera 2. ¡QuE se le va a haced Paciencia... —Fernin.<br />

des lanzó un zarpazo distraído al Capitán Stockfeld,<br />

y prosigu’S—: A mt,<br />

lo que más me fastidia<br />

es lo que viene luego.<br />

cuando me hace’ pasar<br />

por. el aro. A mi, que<br />

todo el mundo dice<br />

que tengo un rey en el<br />

cuerpo 1<br />

—Como que es vez.<br />

dad, ¿Te acuerdas,<br />

aquel día que te comiste<br />

al rey n~,grp Kalalcil


(La esct.a rtpre.enta una saiga sc<br />

la s.acluo.s rc~idrnela del sr4sLToja—<br />

k4.,.yit~jtanIe sparet. mu>’ ten lo<br />

TioUo.ntriflle la piesa. 1i un hombrecillo<br />

pulcro, erflrtelo y regordl íd,<br />

esa la papaila afelladhslm. y el charol<br />

de sus z.3paLos ~Je,lwnbrsdor.Pasea<br />

sobre la silombra, y. por fin, se sienta<br />

ea u,s sofá; al senlarse, hace eco las<br />

r.:’ ~ ed pantalón un mohín tese-.<br />

nc charro. Luego, permanece sentado<br />

en rl borde ¡tEl asiento, <br />

loe»—<br />

To.sIcd&— ($onrtcnala.> buenas Sn—<br />

IItfileSL.. 1 Ile estade<br />

6 — q~ su nombro nle, y oso paroce<br />

nc me es Vesraesí<br />

¡ si es algo puesto servirle...<br />

¡ Vhltsntt— (RápIdo, pero attettioseJ<br />

Desmo robar,<br />

3 Torti~r(r.on visible sobresalto.><br />

E ¡‘«,t4n... ¿lía ilícito usted robert<br />

Wi5It5Ot%~


309<br />

a’<br />

•<br />

-~<br />

=~ •~~g’<br />

fl~r- ;-<br />

—~ -e-<br />

~~~~6 —<br />

—<br />

0 ,.—.——. —


ased, que yo ¿catre. -<br />

Iea~ l,s.eo.<br />

It esuetjI,<br />

sena psde.<br />

i.<br />

su a.ig.<br />

frs it sCtae<br />

e liasasdo si<br />

4 e,tI st Ya~<br />

la. • —<br />

• ci ¡


El pecho


krf.MÁJI í~ rs la. tijilin ¿e •~¡¿<br />

1, ,>.dM. .ktnl¡, ¡fi it asta rwi,ilui de<br />

U .noti. $.e’.-. Y yu aa4.<br />

~ M.bsnre cd. de sea plan ella<br />

hM., rae. San... •% 4, lata letir que iii U, -. aiiM. flc.r.ir,e,,<br />

La ei,aauls tui la (ai~5,i r fiist a~t¡a 1W le tal.<br />

u’,<br />

t-..i., cual se tn


OU¡ ¡¡empro las mujeres en triíñvlaa y<br />

,oon la velocí ad, suelen sentirse súbita-<br />

do ¡aquella muchacha toe amprosianaran.<br />

bella, rubia, ~ atulencas, impecable<br />

alad&; BTVÉ a &. No podía ser otra.<br />

Lera al do la misma qíse yo habla sedado.<br />

nhazniento. parecidos), Alá presentimien.<br />

oro sato, que, -si pardee, comienza a tener<br />

capitulo aparte¿ - a<br />

— nI:fldo¡ mi corazón :1 mpa que olla<br />

a nosotros mo<br />

tro la balumba de qíte iíísaltas<br />

del aMetro,? Ntn~,ja persíl. Si par<br />

perdido estabas resuelto a ¡lflfltieiar su ex.<br />

lune<strong>los</strong> 4 tos rriódieos y de luí italia que<br />

~sea dímponcí u de quien justifique sor su<br />

a de ajote pisos, un nlfto que viste jersey<br />

idas do automóvil y un librillo do papel do<br />

ada. Pud¿o-ieotoearmtnnLaato¡tií;a do la<br />

alo—aunque confieso ¿pto soy Lhnido—ora<br />

ella. Ceu6. <strong>los</strong> ojos y en un momento de<br />

taloldo: . . -<br />

E<br />

idi con mu mirada no exenta de serna y<br />

uk de su examen visual, rompió a reír os-<br />

iQué dual ¿Vitamina: A o Vitamina: ¡32<br />

e - contesté lleno da confusión. No ma haza<br />

do ylt.’ptlldo quq es tan serio como<br />

lá’cUchuflatas-Ao dije—, porque yo lo hablo<br />

oramionio, debieron de conmover ala gentil<br />

set-la, mir&iídomo otra ve: eon ateneiónme~<br />

y dijo:<br />

1~ es elbojubre<br />

nunca he sido<br />

mutanto, cuando<br />

no brotaban de<br />

aja? Pare la fe’<br />

a que el dolor.<br />

pajen’tí.ré, por-<br />

ala<br />

tíoten?<br />

—~eií~ienLas peaeCaa al. ¡250$, sin descontarme el impuesto de<br />

lidades, - -<br />

—Es ¡meo. Usted debe ganar ints, . . -<br />

—Lo misma pienid yo. pero la, flnpresas.¿ Ya - me comprene<br />

Sin embaí~goa yo -buscaré traibaijo para que en nuestro hogar no<br />

la utás leve sombra de ¡niser¡a,~, Porque es ustod adorable... ¡Miaras<br />

he ¿ucontracla la £uiicidad...l ¿Su nombre? -<br />

—Araceli Vilck EornAndez~ hija de padro inglés y madre espafi<br />

Bey un pavo íoníántióe y le conto.ité, lleno da senitimemitalis<br />

—¡Cuánta poesía enejerraeso nombre! Quiero decir arado asíLtir, a<br />

del cielo,.. fArneolil . -<br />

Quiso coger una de sus m~mnos, Araceli la retiró bruscainente.<br />

—No, Vítaitífaez. No es OdOa Algo más inter;satde nos unirá.<br />

otra cosa. -<br />

cosal -<br />

- . observado bien Yquior¿ decirle que me maufaface<br />

completo. Es usted al tipo perlácuo.. ER’uclíimiy.ado. un poco tu<br />

nariz grande y gatíclítídaca. ltoúns usted fisica,í¡e¡mto’ las caracterí<br />

cas procEsas para interjírelar el personaje que cl direeLor do cF’nnt,<br />

Zilin~ 6. Ai,do quiet~ soy secretaria, necesita para su nueva pelJe,<br />

—FeioZ<br />

—‘~uince mil pesetas y mes y medio de trabajo. No lo dude.<br />

Sufrí un efeavaíseciínicnto, ¡~Ó ¡¿si por la Im~resibn que me procla<br />

- la ofertas do aquella cautidítal, paras ml astronómiont> o por el rudo go<br />

asestado a ¡ni iltísii5n amorosa reeiónnaeidL -<br />

Sólo recuerdo vagallíente que al recobrar el . escaso conochnieí<br />

de que oras poseedor, me eneosítré en -uíí lugar extraño, rodeado<br />

fltasatftviA


¡ prJnclpal. e con la meMore del segundo.<br />

115n borran -<br />

D. JBAIÁS.—PIICS... ¿y~uiaarL ¿QuE<br />

1 ~e -dice tacted?<br />

OERARDO~—1Qtte no llene It menor<br />

1 ¿ea da lo que es la cocinal<br />

D. ISAIAS.—lDCgameIo • »-i


13<br />

-1<br />

315<br />

la al aulaeto da pecad. tuco tocar do enmedar lo meIrle,.<br />

En pos do la beldad.<br />

el tía Mel¡Ión —bostonle<br />

meconcihodo ya cera<br />

el v?aje— corrió calles.<br />

olrovesó plazos. dabl<br />

tS<br />

esquinas... Pero.., ¿dórode<br />

se encontraba en al<br />

instante en que lo dama<br />

se molió era vn portal?<br />

El estómago y el reíd.<br />

de común acuerdo, le<br />

decían que la tiara de<br />

comer hablo posado con<br />

exceso. Mas, ¿dónde estaba<br />

s~1fondo? ¿En qu~<br />

calle? ¿Qu6 safas. quá<br />

nombre tania? Nin~vna<br />

de oiles detallas conocío<br />

el tío Malilón. lío<br />

pensó era que podían lic-<br />

Corlo folio. Trató d, adaga.,<br />

pozo inútilmonle.<br />

Das ironse~e,<strong>los</strong> o quio.<br />

nos pregunló por ‘qn~<br />

COSO tsltjy alta COn muches<br />

balcones y el portal<br />

do mórmal’ so limitare,,<br />

o sonreír sin poder<br />

orioniorle. Comprendió<br />

airada que su situación y decicflóera huirdes- re•<br />

•<br />

Suadoroso y malhumorado se de¡sS caer el tfo MeliIóa ea <strong>los</strong><br />

Fablas del asiento. ¡Con razón le seducfon tan poco les viojetÉ<br />

Menos mal que lo peor yo hablo posado.<br />

nunciando a <strong>los</strong> restos de su oquipaje y o lodo con Ial do<br />

no seguir mostrando su ¡cnprevisióci de paleto.<br />

Podio haber comido en cualquier parle. poro ya no terafa<br />

ganas. Lo que anhelaba oliera —recuperado su onle.<br />

Pero tao hablo pasado lo peor. Cuando el tío Melil&i. yo rior irritación— era llegar o su caso. fi’ ay de quien le So.<br />

i~,6s tronquiloE¿~bo~’~Kii~arro enireverando esto toreo talare de vbajesl<br />


e, cres iii rri¡ett,e-mnc,k alo toe ~~ 1~¡11~)3‘É, 1 ranalro<br />

er tiatis mu síaitelre n.lsici,s que trices cl ecu-lía, ‘it’aca<br />

belk’xas dejaba testarían .<br />

si-<br />

001.<br />

<strong>los</strong><br />

ni, -<br />

r al<br />

.aarmlor<br />

e ata<br />

5-tal-<br />

¡fi s<br />

•¡Rr<br />

lucí<br />

lóla<br />

ra-la<br />

a Ser<br />

isla.<br />

alaer<br />

jacas<br />

f RIO<br />

rs-<br />

3~.6<br />

-- (15)<br />

1 ¡~‘;?í~;;e eloatnávesrelstltirarnsrehedumbte, MIl lanhis dala<br />

e uo aMmtr<br />

¿143. elauns,seiolca~s. Yeguas. bearna, eta~.J en lite, toda freían farrienlna d<br />

gflnore ele <strong>los</strong> cqulcse>s, a -<br />

Al pns¡em se letacleató une, voreleseicra tompeatárl do rebuznes, talios d<br />

a,lt,airar¡hta y otra,. ele eusvkliaa, Ellas paraba sfra volver la cabo,., dAdos<br />

hnsísanatras-in ríe grasas pelotes. VopmraLp..yal¡6ojm~ho~lno, y dándola pe<br />

maselitM esa el loesra y oea las nalgas, lo condujo nl apawota donde del,<br />

e-sa¡aa,rasrle cM ¡NI Ns-O,<br />

Eietneoe,ee Fe Usó e,tee,Jalft cíes tutía la megnitaucí de ríe tregotíla. El!.5 ti<br />

dócil Ita-asta aqsael mainuonie, se rebeló tosatrn la injtistkih. i” se ¡bit a o<br />

moler y rara,eanó a ciar paladas y mereilra,eu it diestro y sítileatra,, y vio<br />

dei que era ltae~tiI lada rotaial~nrla, con la sart¿~w agolpada e lacaban, It<br />

~ un grata re%o1alirfe, ele cloaesperncMta y terror y so sumió ea><br />

Jal qusona> laaiUe.dtyolver.jawAs. —- - UD <br />

lA ¡‘obro Jegs’a


a’<br />

317<br />

lerorse nl do su e<br />

pondrá do oficio<br />

Ray Aridorsor,<br />

Ellen O. Lawford<br />

tantas otros: porq<br />

su sueldo y porqu<br />

para Comer,<br />

Ef era el prImer<br />

leda culpabilidad -<br />

rae, sabia que toch<br />

cuando hubo dora<br />

tal convicción ~<br />

minablor durante<br />

bullir en su caraba<br />

Impresas quo taabti<br />

el<strong>los</strong>—.. Citó en pon:<br />


-I<br />

3.<br />

318<br />

boa. I5~34~*t,9I4 docasosloeio [oil. 11012¿O tesídiaa tIfiOa odas. ,naly p~aCot<br />

ea Arr.l ¡1i~. dandi a’j~iCUC~Csorsaa el ¿i1~CU~T%adbao—tcqa6 oiraouol<br />

ua sos-Itarshl.. balatas. coeaslderebls. Al volvor a ata dudad rtateal. Muelra—on<br />

tealielod. el rIale ele do. Mondo «ka llenos que deecubetó Cdda, l’Oso cualqiular<br />

Indiana cpus se eatie4., puedo decirse qtao 504 da Ido y Jlaaaal,a—. anconeed<br />

• racisMo, mesa rs-elda: de quSeca se eraaasaoró como “a loco. Loa con~H~is<br />

dijeron qais come U~l3ilOa poeqabo les laliaorka de,lpctacajojp cnpcfan cal dedIllo:<br />

poco floto tlafie.,jdo ?mteneae ej campe ei• l&?elqul¿<br />

SM. y oslo al o~oijun ¿¡1 IeOi Ite b >tajtOi>eWOS bocera SI COjO 05


a-<br />

alas<br />

IDIEZ<br />

o<br />

JAIME Dk ¡41¿OLM<br />

¡‘os-ra raedair continuar sabosearode cocía<br />

vciaslicua’tro bocas ese pedacila ele vas-,<br />

POCO,<br />

o que ‘ales raje roten. ina vida cad,, día<br />

¡e qn. rs-a- es poequ* no tottgaesjos<br />

raM difícil, las subsisteaclas par las nu-<br />

rabiosas ganas de pagar esa patente,<br />

bes —dejes-nos a las amas de case que<br />

~verded,amables lectores? En tasi Iba<br />

coe,tlt,óora la iotarslo—a, la obligaban a<br />

Can,’, yo—coma ustedes, des veces oes-sa—<br />

$Or uno especia da V-1 cera son-abs-ero fío-<br />

bIes torios-es—, cuando a atga~n amigo se<br />

ailflc- ygobos-diesa de corta Inglés. A. tas<br />

le santo~eba des1srcdis-s, de este mus’do y<br />

ocito y media da it mac~ana tocata esteta<br />

morís-se. Acampanaba al difunto doble-.<br />

r%lísr rial ¿a oficina, perrtaonociordo ls-nito mente compungido —canso yo. Canso us-<br />

la netas de allí o ama popolecla pomo pott’rlas,<br />

tres veces amaitinas lectoras—-.. por.<br />

raer on es-den une cantabitidad cayo pro- gua ¿a Le fAcha-sa que produce siempre al<br />

citaba de todo ‘el Coreglo dos ¡Mares<br />

sepelio cíe un sers-,.jante se asno esa oir.<br />

Meetranliles para resistir síes wboe la mi-.<br />

congoje que engendran <strong>los</strong> salios periófl<br />

URO que, es-ibuera. lógica poda-lan todas da un Inspector de Utilidades cuya dicos de <strong>los</strong> narnaenltos del toacínsetro al<br />

enarcar<br />

habsesa exigida rasponsobilidades visita se preveía, Le qaindaba media has-a<br />

el zascorrtdo¿y que son toes-jo po-a a<br />

llizgui<strong>los</strong> dadosa La cas-le,., o lo que es<br />

• la Cotaspaa%eo del Nletropolilano para corajes-, teosas- café y marchar de<br />

pee oqaicíla sas-en desgs-ocia qase nuevo a 1-a oficina, de la cual salía a<br />

lo mímica, si corazain.<br />

Paebla desplaersodo sobre ml arraigo¡ les siete media, repa’lierad, val real’,<br />

No viajaba, pues, rl en ea. coche por-<br />

te ti ley no dotes-mine. ni siquiera da la las- e entre des confoblifdades a<br />

que para ello La faltaba el nasa, iii sri<br />

¡nl, Velase obligado a tras~adersa sss<br />

sv¿, ¿st. caso qu. a tI le ocus-s-e, y donsicillo y una clase partlcu~ar en la ~ue arajetros — desgracia.<br />

<strong>los</strong> vocab<strong>los</strong> graja conCaar,dentes y ex- Economía a Cálculo. Los ingresas así ob- $6 ejus- <strong>los</strong> lectores dirán que elkas jaro-<br />

.aive. de sa,


?áo¿Irte d¿a pal-usas —ose espeló un día ma<br />

iba ya como mi madre—. Eso tacita que nasirlá<br />

cesas se ha lavado le llave dc 1. despensa y,<br />

garlo l~ SOcajos pobres-.<br />

inteersocido que mao tese fraportaba<br />

~le que a ti, eso; pero a real, sr. Antes podíamos<br />

alktja de tener ir esparponlo en case mos—<br />

todo el cswrado por nada, pero estos sen otros<br />

lo e5 taj cjo’M rajAs ascatoírlante que Boris Karalees,<br />

el qaje qaJiaM lieqoms, que lo’ pague: raso<br />

II. a ¡lottywood, donde este bara prometida ura<br />

ontrat~<br />

na<br />

rogSJtc mo arrastré. Todo en vano, Se fue—<br />

rnudsu veces par dic durante mesas y<br />

reno oispaba la wlgarldad de mIs amigos y comp.rsst&s.<br />

Todos, corno al so Isubiason puesto do<br />

spetlas-a ~s voz de clrcunstancias:<br />

a.~ chlco~ rae es • para poraers así! Escaestros-da<br />

tjetesi<br />

aces yo vuelta a explicar que esto ya la sabía<br />

que asee acongojaba oca pensar si te erseoratrarla<br />

Y lo enersOs, Igual. -<br />

Ea, ese caso, valor, valor. No va a resailtartq<br />

asrolsaban rdpídatnesste.<br />

ae e ser sacsclllol Tuve que coratontarmo a <strong>los</strong> ocho<br />

casia esovia que aso le llegaba cii cora ttocho a la<br />

a — —<br />

320<br />

<strong>los</strong> mozo’ caecgw<strong>los</strong> do rasalolas. Ya no volverle a alOjass-srt de<br />

ml Descalco du cinco dl4s seria mi mujer y, adara,65 ¡ca—<br />

rombal, un ,alraso de tres horas saca de quicio al rs-sAs<br />

ler,aplacía.<br />

Po. lira, el pito, eí huera’,, al clíecachá de le ra-Jqarina, la<br />

carasparase <strong>los</strong> at¡Señoros viajeros, al trenta, las padoza>el&5<br />

que a. ebten y.. Poro, ¿qué era aqusilol ¿Culén era aquella<br />

vonspis-osa qamo sato ilansaba pocho]¡lol ¿Ella? IEIIsí jOlsí<br />

Cuando volví era mí, no lograba carraseererido’ ciada- ¿Guión<br />

te habla peestado aquella naricilla respingona? ¡DA-nado hablo<br />

~Jojadosus loboroiliosí ¿Cud cinla>rlta era aquélla? ¿Ptcos Que—<br />

s-rdes ustedes creer que habla pagado diraero y hable sufrida<br />

terribles moríllicedoraes pato llagar a aquella hero-.<br />

lía? No las digo ratAs que el salir de la estacIón urs Insisto<br />

le raluranumé bohío: ¡¿CIA-le. jMi novfa jateada? Comprenderán<br />

oc» rs’, quise sabor risAs y raewpl poca sienlpreae Si¿a<br />

tmporlortate que tvayan cocalado por ahí que .sIay gilí. ~Aigo<br />

hablando docorí-..<br />

Luego, vajotía a llorar y a aurris-, vuelta a no doetatir, vuelta<br />

a da¡ns-eno <strong>los</strong> fideos y <strong>los</strong> groabarazos <strong>los</strong> UntOsa mostos 5<br />

miés-cotosa vioresos y sibados. y el acror <strong>los</strong> ¡yoyos y do.ñsirs~5:t~4<br />

o estar Ion esaaCilOiitO quia ca~i llago taza ctarnpotefl—<br />

cta al bollo Narciso. Mo costaba ls-abajo eso .reamoramao de<br />

tael ra-sismo al ves-casa en al espejo.<br />

Paro rio hay avado eterno en la videa nl el dolor, como<br />

dIjo eso gran poola; eso al de la aLoe a irte feas; Ddcquer.<br />

Cl.,


taaor-irsetrambqutio,iaabaaL.as~?<br />

la-rama, la ti. Asamos atén y la prtisaa<br />

Cahtota—-.-.olíea-eosm vIlalicla has..<br />

l• que Sa viajante de comercio<br />

p.ngd ceo ella—se encargaran de<br />

zocas el a-eyaeio de au fIsonomía.<br />


322<br />

• a,,.. -—------— — 6 la Caere mt eIa~pta.<br />

cbi’aeatteeido Lía ¡alta, coustoaI un preaniesros rl Casarepelacaso’<br />

alio, ug¡e e~Li; ele la<br />

eqsaltacióss, it-a hastA tea, cealcr,er,c ea. rl caballo,. y<br />

as-a, quise hsefi el flaclaillerato. El ele loa rís-porte-. de nieve, íesaeial,cier ca en cuasaro<br />

u ¿¿; t~c’lo~íae dc aolac4fl1~neeo y otagan naaa.rjaa-Oc tea JO. cequia la aadicieaaor para5<br />

al llorar al Uctivaeduasla, ematososeca alas ls-ancles t5tta50. llegas- al dloatrí del cltah.leída<br />

ea Ciacacisa y -teca- a$; jaaasio loasailiames y ataslíra. la alaban nauta tan ecca pci’<br />

Y lea libros ar atasnesuonaron aclare dades; raen era tan asiotio y ponía oes toato. cl ru-rasen -<br />

larcilcesado piano- ItaLia inas-astoalo zar. tan bcje-raa ~ótaostad- qas. ce la po,lja 1artabn se.<br />

~najes- unj.sjs-JetItiSOaaaa pero, a Al1uieaaJrn llamó arí etano a]onraaalasa y,ces decía<br />

;a5Lstrrcaytc atajaba,<br />

I~e 5 fiO 00 OjatOS negreo. Vivaces y drapire,<br />

toas con la boce pequalita, laica alilsoajoata y son<br />

a hacer ceadnt ~ se olataaatra a cas v,atua5aasn.~arra.a,<br />

ea a rl t.aón esacairo o io,alraart,ett lila síus- lic,<br />

ceta,- lanCe nrt e que rl vrra no la atarp renallrae<br />

pr. con rilas costee estamos- Y, clase, Jo, caías-.<br />

aseeralolael doa hacerse tlla rs-alcoa,, un a5J, a<br />

sana, o aje a,uilq,airr tasto as-la aleros y o.<br />

le lasría es elcjsalo a un tasio. Ps-ro. lame-ge. clv<br />

a. crisolas encima ajan,. ~ ps 1a& mis-eta cicas e<br />

jet llevarlo a cato ele la toce ureas. Aa: citat’t


323<br />

Sin embargo, no sólo el título de <strong>los</strong> relatos publicados en la prensa y<br />

sus ilustraciones son <strong>los</strong> que procuran introducirnos en el cuento de humor, a<br />

la vez que ambientarlo, sino que además contamos con varios aspectos concer--.<br />

Mentes a la edición de un libro, un libro de cuentos.<br />

Por un lado 5 en cuanto a su presentación, también encontramos títu<strong>los</strong><br />

significativos al respecto, como <strong>los</strong> que ofrecen <strong>los</strong> libros de Tomás BorrAs,<br />

Diez risas y mil sonrisas ; o <strong>los</strong> de Juan Antonio<br />

de Zunzunegui, El hombre que Iba para estatua


324<br />

literarios tan genialmente interpretados como esta vez por el lápiz<br />

envidiable de este otro gran humorista y pintor que es Armando<br />

Cueto.<br />

La pluma de Malgor y el pincel de Cueto, dos artistas avilesinos 0<br />

ofrecen a todas <strong>los</strong> asturianos de Espafla y América, una visión de<br />

nuestra tierra que les barA felices.<br />

La difusión de este libro va a ser extraordinaria. Porque el éxito<br />

pleno va a sonreír a estos dos artistas asturianos, ‘que han puesto<br />

a compás cabeza y corazón, en la amorosa interpretación del alma<br />

popular de Asturias. mt<br />

~<br />

‘-a,


325<br />

Pero si la ilustración de un libro de cuentos se convierte en una grata<br />

noticia, no deja de serlo mucho más el hecha en sí de la publicación de libros<br />

de estas características. La aparición en aquel panorama literario de volúme-<br />

nes de relatos de humor viene a representar un logro a favor del género, si<br />

tenemos en cuenta el resto de la producción cuentística 9 ya que, como ha re—<br />

saltado José María Martínez Cachero, <strong>los</strong> años cuarenta tafueron, en suma, unos<br />

diez años de actividad creadora en <strong>los</strong> que (por lo que al cuento atañe) se sa-<br />

le a una media de cinco libros anuales publicados5 en un ambiente poco propí—<br />

cío, más bien raquítico si lo comparamos a lo que sería más tardeac (23><br />

Por lo tanto, algo tan implícitamente unido a la edición de un nuevo<br />

libro, como la “resefla bibliográficatea o las canotas de lecturaet o el caescapa.<br />

rate de libroscí, o las “gulas del lectorat, o las unoticias de librosta apare—<br />

cidas en <strong>los</strong> distintos ejemplares de la prensa periódica, junto a las palabras<br />

Introductorias de comentario que se recogen en<br />

t<<br />

<strong>los</strong> “prólogos<br />

de estos libros~<br />

significa otra de las formas importantes de ambientamos, de introducirnos y<br />

atraer nuestra atención hacia el relato de humor,<br />

De todos <strong>los</strong> aspectos formales externos y próximos a la narración en sí<br />


325<br />

ciaciones de <strong>los</strong> críticos y estudiosos de entonces, las claves del humor de<br />

posguerra; un humor que a pesar de la ficción que acompaña a toda manifesta—<br />

ción literaria —como vimos antes—, está envuelto por una nueva capa del rea—<br />

lisme, que brota con fuerza en estos años. •csefalábamos ya —dirá Eugenio O. de<br />

Nora (24>—, al caracterizar el grupo de humoristas que surgieron entre 1920 y<br />

1930 aproximadamente, más o menos en la estela de Gómez de la Serna, el cambio<br />

de orientación estética que empieza a seflalarse hacia 1930 y es ya general y<br />

completo al acabar la guerra española; cambio consistente, para <strong>los</strong> narradores<br />

de humor como para <strong>los</strong> otros novelistas, en un resurgimiento del realismo, en<br />

que el escritor tiende a reflejar de nuevo sus contenidos de conciencia tefnte.<br />

gros”, reponiendo la función- crítica respecto a su mundo y aspirando a una u<br />

otra forma de trascendencia artística t,<br />

Sin embargo, este realismo imperante oculta bajo su capa una variopinta<br />

oferta de matices respecto al humor, xMdiante <strong>los</strong> cuales se plantea y observa<br />

la Vida con amor y con angustia, con emoción e ironía, con ternura y fantasía;<br />

matices que desde la pena y la alegría plantean un humarisma sentimental que<br />

llega a alcanzar en términos generales esa visión positiva y optimista tan ile—<br />

cesaría en un momento donde <strong>los</strong> replanteaxnientos sociales modulan una aomenta.<br />

lidad conformista favorecida, y aun exigida por la situación española de pos—<br />

guerra”, según expresión de Eugenio O. de Nora, quien affade que asía resultante<br />

de una doble y equívoca tensión entre la atracción de la verdad, de <strong>los</strong> he—<br />

chos y la elusión de la respuesta que esos hechos y la formulación de esa<br />

verdad requieren, caracteriza la literatura en general, y la narración de hu—<br />

mor en concreto, en España, durante estos últimos affostc (25> - Pero esta ten—<br />

dencia evasiva, si bien se inhibe del momento presente, no se aleja de la rea—<br />

lidad, y sin llegar al fondo de las cuestiones las plasma con tintes costum—<br />

bristas, como después veremos, Por ello, el humor suave, fino, diluido, sin


227<br />

demasiada carga punzante e hiriente 9 llega a demostrar incluso9 el sentido<br />

poético del humorismo. Matices todos el<strong>los</strong> que quedan registrados y detectados<br />

ya entonces si observamos algunos de <strong>los</strong> testimonios del momento,<br />

siguientes:<br />

De esta forma leemos en semanarios y revistas apreciaciones como las<br />

ca Con este litro reciente Diez risas y mil sonrisas, donde ha agrupado<br />

unos cuentos suyos, Tomás BorrAs —poeta, dramaturgo5novelista,<br />

erudito como pocos de nuestra dramaturgia histórica— se reencarna<br />

de nuevo, inagotable en su humorismo peculiar, tan distinto del de<br />

<strong>los</strong> demás escritores al uso por su casticismo hispano.<br />

En t este de imitación libro, como inglesa, en otros comodel <strong>los</strong> mismo patiosautor, de Tarrasa,ni no aparece tampoco ese ‘hu— esa<br />

mor amarga ironía malhumorada. Buen humor, humor sano, de visión posi-<br />

tiva y optimista de la vida —que le arrastra ingeniosamente hasta<br />

a suponer un virus negativo en el aQuijotea ,tal vez can mirada algo<br />

superficial—, sin sombra alguna de resentimiento y can una gracia<br />

armónica que llena la boca de alegres risas y mantiene una inquieta<br />

e impaciente sonrisa imperturbable en el. lector,entreteniéndole con<br />

agilísima imaginación y dejándole como sedimento perviviente una<br />

serie de originales ideas sobre la vida y la humanidad, medio en<br />

broma, medio en serio, a la manera cervantina precisamente.<br />

(a.) He aquí, someramente, el interés absorvente de este nuevo<br />

libro de Borrás, muestra exquisita de su humorismo al tono que necesitamos:<br />

nobleza y elegancia, 50<br />

(Joaquín de Entrambasaguas, ~El humorismo de Tomás BorrAs”, Cadaxr<br />

nos de Literatura Conten~poránea, n2 1, 1942, p. 48).<br />

a A enriquecer su colección de fluentos y patrañas de ml rfa viene<br />

este nuevo volumen de siete cuentos cuyo título responde tan solo<br />

al del primero C. Ñ Cuenta con un humar limpio de exageraciones,<br />

abierto a todas las excentricidades 1 cuajado de picardías... ,aunque<br />

si con un realismo que a veces se fuga con el candor0 Esta es sobre<br />

todas la característica esenciala”<br />

,<br />

Se ha publicado en tesis general mejores libros de cuentos que<br />

novelas largas, pero entre todos contribuyen a enriquecer el género<br />

narrativo, tan genuinamente espaflol; sostenido en la actualidad,<br />

merced a fuerzas creadoras de fantasía y de humor, en lucha con esa<br />

tremenda competencia de las traducciones, cuyo doble filo es, en<br />

cada cosa, saludable y mortífero”.<br />


228<br />

cidos en 1942, en un número extraordinario de Afl~, n<br />

2 11497, enero<br />

1943><br />

Ha congregado varios relatos de humor; pequeflas crónicas, jugosas<br />

y divertidas, -<br />

<br />

El segundo cuentoa La vida y sus sorpresas, es de humor, pero de<br />

un humor que duele, porque Zunzunegui pone casi siempre un amargo<br />

fondo dramático.


329<br />

Ese humor viene vinculado a un profundo sentido critico, No es el<br />

humor por el humor, como tanto se ha llevado últimamente. G.,) En<br />

la ironía de su sonrisa hay un último sedimento amargo, en el tono<br />

aparentemente ligero de sus críticas existe un fondo que actúa como<br />

revulsivo. Y es que a Fernández Flórez el espectáculo de la vida no<br />

le deja indiferente. Es, en última instancia un reformador que<br />

tampoco quiere reformar nada-. Demostrar tan solo de qué manera imperfecta<br />

conjuga el hombre sus afanes sociales de convivencia. (a - -<br />

El novelista expone sin otros ambages que <strong>los</strong> del humor, cuanto a<br />

un observador muy sutil le saltara a la vista. La escasa lógica de<br />

las costumbres, sus tareas y defectos son captados al vuelo por el<br />

escritor, G, 9 El humor de Fernández Flórez no está tarado, por<br />

fortuna, por ningún resentimiento. Ese humor, vivo, centelleante,ba<br />

hecho el milagro de llevar al campo de la literatura a miles de<br />

lectoresca -<br />

(Angel Zúñiga: ttFernández JUárez, en Barcelonaca, fl~jfl~, alio XII,<br />

nQ 591, 4 de diciembre de 1948, p-14><br />

Con las escapadas hacia una angustiada visión de la vida por <strong>los</strong><br />

protagonistas o en destel<strong>los</strong> de humorismo, a veces puro juego, quedan<br />

consignadas las características de estos cuentos, que,por estar<br />

relatados en primera persona, nos ligan directamente a sus personajes,<br />

especialmente a la figura central de Evaristot<br />

(Jorge Campos: Vidas humildes. cuentos humildes, de Vicente Soto,en<br />

Cuadernos de Titeratura, n2 10—11—12, Julio—Diciembre 1948, p321)<br />

tapemán se conserva en la línea de <strong>los</strong> grandes humoristas españoles.<br />

Se ha tacahado a la literatura espaflola de carecer de ‘humor”, tal<br />

vez con excesiva ligereza. Esta línea, que tendría su excelente momento<br />

culminanteen la obra de síntesis de la humanidad, en el Qni—<br />

Jntñ, ha llegado hasta <strong>los</strong> escritores contemporáneos, El humor de<br />

Fernán es el cahumortt tradicional hispánico. No olvidemos que,litera—<br />

riamente —y esto no empequefiece en nada su innegable originalidad—,<br />

Fernán es un escritor tradicionalista,<br />

No caeré en la tentaci6n de establecer <strong>los</strong> limites diferenciales<br />

entre el fihumorca de Fernán y el otro gran escritor contemporáneo,<br />

Wenceslao Fernández Fl6rez. Pero sí quiero afirmar que es radicalmente<br />

distinto, Fernán es andaluz y Fernández Flórez gallego. Ambos<br />

se acercan a la realidad quizás con paralelas actitudes humanas;<br />

pero en éste pesa la saudade gallega de la humedad; en aquél, la<br />

melancolía andaluza de la luz, ¿Será por esto por lo que el humorismo<br />

de Fernán nos resulta menos amargo?<br />

No podríamos, a pesar de lo dicho, calificar a Fernán como un escritor<br />

“humorista” en la totalidad de su obra en prosa. El humor<br />

invade totalmente una de sus novelas, la brevemente comentada D~<br />

Madrid a Oviedo pasando por las A2ores; en el resto de sus novelas<br />

y cuentos aparece sólo en ocasiones, dosificado, bien para servir<br />

de contrapunto a escenas realistas, bien para acentuar, para reforzar<br />

<strong>los</strong> efectos del «clinlaxca.


33u<br />

Si PenAn sabe dosificar el humor, también conoce magistralmente<br />

el secreto específico de la ironía, Pero Fernán ama a sus criaturas<br />

novelísticas, y cuando ironiza sobre ellas no traspasa jamás <strong>los</strong><br />

linderos de la sonrisa. El mismo<br />

nía que no llega a desprecioct.<br />

nos lo ha dicho: tun poco de ira—<br />

(Pablo Cabaflas: “Fernán, prosistaca<br />

de Titeratura, n<br />

2 16—17—18, Julio<br />

Lo importante es que en el<strong>los</strong> se<br />

contiene un escritor que ve la vida con esos dos sentimientos de<br />

poeta de <strong>los</strong> cuales tanto se abusa de palabra y tan poco se usa de<br />

verdad: con amor y con angustia’t.<br />


331<br />

6 mentiras en novela, porque están al margen de las evocaciones<br />

post-bélicas y de las reiteraciones demasiado uniformes de lo inmediato-.<br />

Ignoro también si aquí, donde todavía el resabio de la literatura<br />

llamada afestivata pretende sobrevivir al logro plural del humorismo<br />

se concederá a Una brula y su amante o a El triunfo de la estatua<br />

la alta categoría literaria que merecen.<br />

Pero yo las tengo -y retengo— entre las mejores del género,no como<br />

promesa de futura reputación, sino fruto maduro de una realidad<br />

indudable t,<br />

(José Francés, páginas 8 y 10 del Prólogo a 8 mentiras en novela<br />

de Manuel de Heredia y Jorge Campos, Valencia, 3d. Jesús Bernés,<br />

1940)<br />

El mundo literario y la técnica de escritor de Juan Antonio de<br />

Zunzunegui surgieron con su obra como una reacción poética en sus<br />

comienzos y una afirmación humorística después. (a - a<br />

Bien se ve la actitud quijotesca de Zunzunegui. No es extralio que<br />

su humorismo tenga una tónica semejante al de Cervantes aunque su<br />

juventud sin desengaifos, no alcance la finura de temple del autor<br />

del QuijnZ~ y en cambio saque a relucir, a menudo, la tajante ironía<br />

de la sátira, y hiera con mSs fuerte indelicadeza-.<br />

Pero en muchas actitudes de su humorismos en las diversas calidades<br />

de éste, fuera ya de lo literario —como simple valor vital—, el<br />

recuerdo cervantino es tan inevitable como impropio sería traer, a<br />

las mientes, a Quevedo.<br />

Zunzunegui defiende su sentimentalismo, que deja libre correr<br />

cuando el cauce es seguro, abroquelándole previamente con el humor<br />

—muy espafiol, por cierto, sin filiación de estatismo británico o<br />

picardía francesa, tan frecuentes en nuestros autores—; y deien—<br />

diéndole, sin piedad, cuando lo ve en peligro, con ironía fina que<br />

se hace áspera, en ocasiones, inevitablemente, hasta convertirse en<br />

sátira cuyos fi<strong>los</strong> de acero se embotan rara vez en el privitivismo<br />

contundente, más que cortante, del hacha de piedra. La causa, a no<br />

dudar, es, quizá, ese hondo vasquismo de Zunzunegui —por lo hondo<br />

con profundas y absorbentes raíces en lo hispánico— que, aun libre<br />

de t


332<br />

cío, entre <strong>los</strong> humoristas. Y digo que con un poco de ligereza, primero,<br />

porque la personalidad de Jardiel es de las que repugnan el<br />

encasillamlento, de las que necesitan una “casilla” aparte,y segundo,<br />

porque el fondo y la forma, el pensamiento y el estilo de Jar—<br />

diel no se acomodan exactamente a las “dimensiones” clásicas del<br />

humor, El ~humorct es una forma literaria peculiar del Norte y, más<br />

concretamente, sajona, y Jardiel Poncela es un latino integral- El<br />

cthumor<br />

9a lleva siempre un fondo amargo bajo la superficie divertida,<br />

y en Jardiel con frecuencia se descubre, tras las graciosa anécdota,<br />

la categoría de un pensamiento denso, original y sólido, pero amargura<br />

nunca. El humor es sonrisa irónica,y Jardiel es más bien risa,<br />

risa buena, sin trampa ni cartón, risa fi-anca, que nace y brota a<br />

borbotones de un claro manantial de ingenio Yo le encuentro a Jar—<br />

diel mejor entronque con nuestros clásicos alegres y si acaso, si<br />

acaso, en alguna ocasión, cierta afinidad de estilo con el grotesco<br />

italiano. Desde luego es -a mi entender— entre <strong>los</strong> escritores contemporáneos<br />

de<br />

nalta -<br />

su cuerda, el de estilo más capersonalla y más aanacio..<br />


333<br />

siempre— media hora de retraso, - . Y que cuenta cualquiera. - .<br />

Por eso me atreví a escribirte<strong>los</strong> yo<br />

No tienen otra pretensión que hacerte sonreír. --.--<br />

Yo recogí, con un truel o tamiz humorístico, las quisquillas de<br />

estos cuentos, que vivían en <strong>los</strong> “charcos” de las calles asturianas.<br />

(Editores y Autor: páginas 7 y 12—lS del comienzo de 25 cuentas de<br />

~ de José Maria Malgor, Oviedo, 1946><br />

Los <strong>temas</strong> literarios están vistos a través de un cendal de ironía<br />

y ternura características de su tierra natal, que suavizan la dure—<br />

za del dibujo y esfuman la rudeza de las pasiones como una neblina<br />

sentimental”.<br />

<br />

Se forma una antagónica dualidad que llega a complenkentarse en realidad~ pena<br />

y alegría, amargura y humor, Ahora aflora el humor, con más o menos intensidad<br />

según su peso en la balanza, sin olvidar que de contrapeso en el otro platillo<br />

se encuentra un elemento, fácilmente detéctable, que representa otra existen—<br />

cial y cotidiana experiencia vital. El humor es una postura, es una especial


334<br />

visión de las cosas; el dolor, la pena 1 es una sensación que se desprende, co-<br />

mo consecuencia, de la propia existencia.<br />

E. - Preponderancia de un humor fino, muy diluido, que induce a la prác-<br />

tica y presencia de la ironía con notas de ternura y sentimentalismo, más que<br />

a la hiriente sátira “de fi<strong>los</strong> de acero”


336<br />

la crítica de las supervivencias inertes del pasado en la vida actual, mucho<br />

más que por la crítica de la vida actual en sí mtsrna”.<br />

D«— El humor existente se enraíza en nuestra más pura tradición litera-<br />

ría y pregona como maestro indiscutible a Cervantes (“humor peculiar por su<br />

casticismo hispano”, tamedio en broma, medio en serio, a la manera cervantina”,<br />

“e]. recuerdo cervantino es tan inevitablett, tahumor tradicional hispánico t’,”thu—<br />

morisma semejante al de Cervantest’, tabunlor muy espaflol’, “entronca con <strong>los</strong><br />

clásicos” -, .) Pero si defienden y puntualizan la variante hispánica del humor<br />

es porque son conscientes de una diferenciación con el origen extranjero del<br />

humor en cuanto manifestación literaria (“el humor es una forma literaria pe-<br />

culiar del Norte, y, más concretamente, sajonat que, aun libre de tchochole—<br />

ces’, en absoluto, es muy difícil de conectar con la meseta”—, el nacimiento<br />

asturiano de José Maria Malgor que le permite una aguda interpretación del al—<br />

n~ popular de Asturias, o <strong>los</strong> orígenes gallegos de Wenceslao Fernández Flórez<br />

—“su clima húmedo y lejano de Galicia le ha dejada la melancolía y blandura<br />

del ataque, junto a la punzada viva de su ironía”, “en éste


336<br />

literarios están vistos a través de un cendal de ironía y ternura caracterís-<br />

ticas de su tierra natal”- Peso e influencia del ambiente y del contexto que<br />

permiten, atoe más tarde, a Eugenio G. de Nora manifestarse al respecto, cuan-<br />

do habla de Camilo José Cela, con las siguientes palabras:<br />

Originario de Galicia, donde parece dominar el elemento céltico,<br />

y que acaso por ello, y por otras causas de orden social y de<br />

ambiente físico, se ha caracterizado siempre por una propensión<br />

ensoñadora, lírica, y por el frecuente sometimiento de esta espontánea<br />

sentimentalidad a una autocrítica despiadada, a una reelabo—<br />

ración llena de agudeza y malicia que da como resultado el<br />

humorismo (Canta, Fernández Flórez, etcÑ, no es aventurado decir<br />

que Cela (como su gran abuelo literario Valle Inclán> responde,<br />

íntimamente, a esa doble posibilidad: es un lírico disfrazado,<br />

enmascarado frecuentemente de humorista” (28).<br />

Pero si por medio de todas las anteriores referencias hemos podido<br />

elaborar estas cuatro importantes y esenciales matizaciones del humorismo en<br />

la posguerra, no debemos, llegado a este punto, silenciar la imprescindible<br />

presencia y aportación al tema, por encima de cualquier otro autor de la épo<br />

ca que supone la figura de Wenceslao Fernández Flórez en estos afios cuarenta.<br />

Y es doblemente indispensable su alusión, no sólo por ser uno de <strong>los</strong> más re-<br />

presentativos escritores del tema -como ya queda reflejado más arriba—, sino<br />

por cDnvertirse, a mediados de la década, en un lúcido teorizante sobre el hu-<br />

mor -<br />

Hasta ahora hemos barajado unos cuantos términos para concretar la<br />

práctica del humorismo en estos afios de nuestro estudio; términos y conceptos<br />

que quedarán aún más determinados a partir del día 14 de mayo de 1945, después<br />

del discurso Pl humor en la Literatura ~spaflola,queste autor gallego leyó en<br />

su recepción en la Real Academia Espafiola, con contestación de Julio Casares,<br />

Secretario Perpetuo por aquel tiempo. En este discurso Wenceslao Fernández Fló—<br />

rez trató el tema, tan difícil de determinar y definir, con bastante agudeza,


337<br />

dando contorno al humorismo en general y a su humorismo propio, con varios<br />

rasgos concretos, de tan acertada argumentación que hoy en día podemos decir,<br />

junto a Mariano Tudela , que “nos encontramos por una vez, y sin que en el<br />

autor sirva de precedente, con profundas disquisiciones sobre el tema<br />

t~ aunque<br />

ya en 1948 Carlo Consiglio hizo notar que t5su mérito principal está en que el<br />

abstruso problema que la definición del humorismo planteaba ha encontrado, por<br />

fin, solución, si no definitiva y total, sí, al menos, una solución que por<br />

fuerza habrá de ser base imprescindible de cualquier perfeccionamiento ulte—<br />

flor” (30),<br />

Sin embargo, aspocos autores —apunta Rafael Conte .<br />

Así, quizá, para paliar esta confusión se propuso -y lo consiguió— teo—


338<br />

rizar sobre lo que tantas veces había practicado en busca de tael verdadero bu—<br />

~ris~ca, “su verdadero humorismo’; tema arduo sobre el que proyecta desde<br />

distintos ángu<strong>los</strong> una reflexión seria, de la que resaltamos algunos aspectos:<br />

1) El humor es una posición ante la vida (página 10 del Diacursa (33))<br />

2) La literatura está siempre inspirada por el descontento:<br />

Los hombres que utilizan su imaginación en crear la fábula de un<br />

poema o de una novela son, antes que nada, descontentos, Buscan con<br />

su fantasía lo que la realidad les niega, y se forjan un mundo a su<br />

antojo, abstrayéndose en él de tal manera que les parace más verdadero<br />

que el real. Crean seres tristes para vengarse de sus propias<br />

tristezas; suponen amores dichosos para indemnizarse de <strong>los</strong> que no<br />

tienen, (El descontento es) fuente de <strong>los</strong> mayores vienes, porque no<br />

hubo progreso humano que no se derivase precisamente de una disconformidad,<br />

de un malestar, de una incomprensión, ya que hasta en la<br />

simple busca de las verdades más puras, más alejadas de nuestras<br />

necesidades físicas, hay el disgusto que causa la ignorancia”.<br />

(Página 11 del U&cnrs.a><br />

3) El descontento puede producir tres reacciones: dos primarias e ins-<br />

tintivas, la de la cólera, que se exterioriz.a en imprecaciones, y la de la<br />

tristeza, expresada por el llanto; y otra reacción inteligente, la burla.<br />

tI En la burla hay varios matices, como en el arco iris. Hay el sar-<br />

casmo, de color más sombrío, cuya risa es amarga y sale entre <strong>los</strong><br />

dientes apretados; cólera tan fuerte, que aun trae sabor a tal después<br />

del quimismo con que la transformó el pensamiento. Hay la irania,<br />

que tiene un ojo en serlo y otro en gulifos, mientras espolea<br />

el enjambre de sus avispas de oro. Y hay el humor. El tono más suave<br />

del iris. Siempre un poco bondadoso, siempre un poco paternal.<br />

Sin acritud, porque comprende. Sin crueldad, porque uno de sus componentes<br />

es la ternura. Y si no es tierno ni es comprensivo, no es<br />

humor”.<br />


sas<br />

cavo o convexo, en el que las más solemnes actitudes se deforman<br />

hasta un limite que no pueden conservar su seriedad. El humor no<br />

ignora que la seriedad es el único puntal que sostiene muchas nien—<br />

tiras, Y juega a ser travieso. Mira y hace mirar más allá de la superficie,<br />

rompe las cáscaras magníficas, que sabe huecas; da un tirón<br />

a la buena capa que encubre el traje malo. Nos representa lo<br />

que hay de desaforado y de incongruente en nuestras acciones. A veces<br />

lleva su fantasía tan lejos que nos parece que sus personajes<br />

no son humanos, sino muñecos creados por él para una farsa arbitraria;<br />

pero es porque -como el caricaturista prescinde en sus líneas<br />

de <strong>los</strong> rasgos más vulgares de una persona— él desdeifa también lo<br />

que puede entorpecer o desdibujar sus fines, y como el tema que más<br />

le preocupa no es precisamente eso que se llama t pintar un carác—<br />

tera o demenuzar una psicología’, sino abarcar lo más posible de<br />

la Humanidad, apela frecuentemente a fábulas de apariencia inverosímil,<br />

en las que —como Swift en <strong>los</strong> Via1e~ ‘-te Gulliver— se pueden<br />

condensar referencias a nuestros actos erróneos, sin mezclarlas con<br />

el fárrago insignificante de una vida contada a la manera, muy meticu<strong>los</strong>a<br />

y muy pasada, de Paul Bourgetc,<br />

<br />

5) El dolor se oculta tras el humor. El humor es algo serlo que requiere<br />

experiencia y madurez,<br />

~ El humor tiene la elegancia de no gritar nunca, y también la de<br />

no prorrumpir en ayes, Pone siempre un velo ante su dolor. Miráis<br />

sus ojos, y están húmedos, pero mientras, sonríen sus labiosca -<br />

En el fondo, no hay nada más serio que el humor, porque puede decirse<br />

de él que está ya de vuelta de la violencia y de la tristeza;<br />

y hasta tal punto es esto verdad, que st bien se necesita para producirlo<br />

un temperamento especial, este temperamento no fructifica<br />

en la mayoría de <strong>los</strong> casos basta que le ayudan una experiencia y<br />

una madurez. El poeta lírico, el dramaturgo, el simple narrador literario,<br />

el escritor festivo pueden ser precoces. E]. humorista, Lot<br />

Obsérvese que este punto de madurez que el humorismo requiere se<br />

relaciona no sólo con <strong>los</strong> escritores que lo producen, sino con <strong>los</strong><br />

pueb<strong>los</strong> y con la literatura de esos pueb<strong>los</strong>. Es decir, que un pueblo<br />

joven o una literatura joven no dan frutos de humor. El humor<br />

aparece cuando las naciones ya han vivido mucho y cuando en su literatura<br />

hay muchos dramas, muchas tragedias y mucho lirismo; cuando<br />

el descontento ya se exteriorizó con genialidad en cólera y en<br />

lágrimas, en sátiras y en reproches”<br />

(Páginas 15—16 del Diaznrsa><br />

6) El humorismo está al alcance de muy pocos 1


340<br />

El número de escritores humoristas con que cuenta la humanidad es<br />

asombrosamente pequeño si se compara con el de cualquier otra modalidad<br />

literaria, y quizá influya considerablemente en ello el que<br />

es casi imposible imitarla, ya que consiste no en un estilo, sino<br />

en una visión de <strong>los</strong> fenómenos, tan peculiar, que, como ya sabemos,<br />

hace que algunos se crean autorizados a explicarla por una lesión o<br />

una anormalidad fisiológica. La gracia es un don del que no se puede<br />

hacer injertos, y menos cuando es sustanciosa y digna. Hacer<br />

llorar será siempre más fácil que hacer sonreír. El don de ponerse<br />

grave lo tiene cualquiera”<br />

(Página 17 del flI~zur5a><br />

Y se reduce aún más el campo de <strong>los</strong> escritores humoristas si aceptamos<br />

su enfoque racial, que tiene una base céltica, pues “Castilla —dirá Wenceslao<br />

Fernández Plórez (34)— es seria, trágica. La piedrael cerro, no están envuel-<br />

tos en verdura: es Calderón de la Barca. Los celtas, en cambio, tenemos pro-<br />

pensión a esta otra postura de la sonrisa triste, de la burla risueña, que ca-<br />

ía más profundamente; no somos el goterón que resalta su eficacia con retumbar<br />

de truenos y llamear de relámpagos; somos la lluvia fina, silenciosa, que pe-<br />

netra con mayor seguridad y llega a las raíces. Celtas son Bernard Shaw Ches—<br />

terton y Oscar Wilde, y entre nosotros, aparte de Cervantes, con su magistral<br />

DonQutIn±fl Luis de Taboada, que no logró el puesto que merecía por lo men-<br />

guado de su empeño; <strong>los</strong> Gamba...”<br />

7) En el Qniiotn. ha de buscarse, según su elogio, tan apasionado como ab-<br />

soluto la máxima creación del humorismo español.<br />

“ Jamás el humor fue llevado a semejante altura> ni abarcó tantas y<br />

tan trascendentales cuestiones ni tampoco sacudió con tan prolongada<br />

risa el pecho de <strong>los</strong> humanos,”<br />

tt El Quflota no tiene precedentes y no tiene consecuentes: es una<br />

obra sin padres con <strong>los</strong> que buscarle parecido, y sin hijos en <strong>los</strong><br />

que confirme su fisonomía especial. En la literatura española—desde<br />

el punto de vista del humor— es un inmenso obelisco en una llanura.<br />

Y en la misma producción de Cervantes es asimismo una excepción. Ni<br />

antes ni después volvió a tallar una obra entera en el bloque de<br />

gracia del humorisiflfl’


341<br />

Por todo ello, vemos como Wenceslao Fernández Flórez se encuentra en<br />

estos afios muy en la tónica general del bumorismo de posguerra, y podemos per—<br />

ferctamente conectarlo y encuadrarlo con las cuatro conclusiones a las que<br />

llegamos antes. Se respeta la maestría de Cervantes. Se matiza la presencia<br />

del humor español, de un humorismo literario español, distinto de la burla, de<br />

la ironía, del sarcasmo, y aun de la gracia, que es diferente 1 en general, del<br />

inglés —a inglaterra es frecuente atribuir la paternidad del cahumour•t.,<br />

secamente deshumanizado casi siempre, de lento movimiento las más de las<br />

veces.<br />

Hasta hace poco tiempo conservé la lista de cuantos fueron citados<br />

como númenes míos, y era tan abundante, que llenaría varías páginas.<br />

Comenzaba con ciertos epigramáticos latinos que nunca he<br />

leído y terminaba con algunos novelistas británicos modernos a<br />

quienes no conozco,,)’ “La mayoría de <strong>los</strong> críticos se inclinaron, no<br />

obstante, a dogmatizar que mi humorismo era perfectamente inglés;<br />

pero cuando algún libro mio fue traducido al inglés, <strong>los</strong> críticos<br />

ingleses afirmaron que el tal humorismo era típicamente espa5ol.’<br />

(Va Fernández Flórez en el Prólogo de Obras Completas, t. 1, página<br />

XVII) (35)<br />

Y se proclama un humor, suma de ternura e ironía.<br />

ca -El humor —me dice Fernández Flórez— es una actitud ante la vida,y<br />

una actitud trascendental.<br />

—Lo que significa que es una postura de personas serias.<br />

—Por lo menos, elegantes; mucho más que la gravedad barbuda y,des—<br />

de luego, más eficaz en su acción sobre <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> y sobre <strong>los</strong> individuos.<br />

No concibo el humor sin la ternura. Cuando el humor no se<br />

alía con la ternura no es humor, sino ironía. La sorpresa de algunos<br />

críticos y de bastantes lectores ante ini reciente novela £Lk~sgiaa<br />

ui~da obedece a que no se han detenido a pensar precisamente eso:<br />

que un humorista ha de sentir la ternura y manejarla.” <br />

Uumor con calor humano que se aleja de la frialdad, e incluso indiferencia1que<br />

Henrí Bergson también descubre en el cíhumourta cuando matiza las desigualdades<br />

entre él y la ironía:


342<br />

La más general de las oposiciones seria quizá la oposición entre<br />

lo real y lo ideal, entre lo que es y lo que debería ser. La transposición<br />

también puede hacerse aquí en dos direcciones inversas. 1>—<br />

nas veces se enunciará lo que deberla ser, fingiendo creer que es<br />

precisamente lo que es; en esto consiste la aironlaa. Otras veces,<br />

por el contrario, se describirá minuciosa y meticu<strong>los</strong>amente lo que<br />

es, fingiendo creer que es eso lo que las cosas deberían ser; así<br />

procede a menudo el ahumourc - Así definido,el bumour’ es lo inverso<br />

de la ironía. Uno y otra son formas de la sátira, pero la ironía<br />

es de naturaleza oratoria, mientras que el ‘bumour’ tiene algo más<br />

de científico. Se acentúa la ironía dejándose elevar cada vez más<br />

por la idea del bien que deberla ser; por lo cual la ironía puede<br />

caldearse interiormente hasta convertirse en cierto modo en elocuen<br />

cta tajo presión. Por el contrario, el ‘humour’ se acentúa descendiendo<br />

cada vez más en el interior del mal que es, para destacar sus<br />

particularidades con mayor frialdad e indiferencia.<br />

(L&.risa, Pa 106—10?><br />

Pero la ironía, según la perspectiva de Y, Fernández Fkrez, reconducirá cami-<br />

nos ya labrados por autores de reconocido éxito en <strong>los</strong> años del primer tercio<br />

de nuestro siglo, como Ramón Gómez de la Serna, Samuel Ros, ...<br />

Samuel se sentía feliz: amaba, era bohemio, era escritor. a Ramón<br />

Gómez de la Serna, profesor y gran sacerdote en el cenáculo de Pom—<br />

bo, captó a Samuel,que comulgó con la religión ramoniana y la practicó,<br />

pero con un modo tan personal, que más parecía secta o herejía.<br />

Ramón supo la valía de Samuel, y éste tuvo para el genial autor<br />

de ~ennareverencia y gratitud- Aparecen sus primeras obras.. -<br />

En todos sus libros y escritos campean ironía y seriedad. La ironía<br />

nace, a nuestro juicio, del contraste entre el mundo del poeta y el<br />

mundo de la realidad; entre cuanto quería decir y no podia~ entre<br />

sus afanes y la limitación que la naturaleza material le imponía.Su<br />

espíritu no cabía dentro de su cuerpo, y la ironía era la condescendencia<br />

de su alma al tener que morar en recinto tan estrecho.”<br />


343<br />

de cada una de sus piezas.<br />

Decir de Jorge Campos que es un humorista.., no equivale a decir<br />

que sus cuentos son siempre de humor en sus resultados, sino que lo<br />

son en su anatomía, aunque ésta aparezca recubierta por una carne<br />

disimuladora, El humorismo, cuando llega a la superficie, aparece<br />

bajo tres aspectos desemejantes: el aspecto de la ironía,que provoca<br />

la sonrisa; el de la crueldad y el del sentimentalismo. El humorista,<br />

en el primero de <strong>los</strong> casos, Lace reír a <strong>los</strong> demás; en el segundo,<br />

se ríe de <strong>los</strong> demás; en el tercero, se ríe de si mismo. Son<br />

las formas de humor de Cervantes,QuevedO y Charlot,respectivaflflnte<br />

Pues bien: bajo estas tres apariencias se nos muestra el humor de<br />

Jorge Caniposaca<br />

(José Hierro, 1955> <br />

It He aquí una difícil experiencia para todo escritor: el humor. ¿Y<br />

para un escritor cono José María Sánchez Silva? Nos ha parecido<br />

siempre que la continuidad con escritores anteriores se expresa<br />

claramente en la línea Fernández Flórez (el Fernández Flórez de<br />

Tragedias de la vida vulgar, de y~flwr~zLa, de linos pasos cte muler<br />

y Sánchez Silva. Los dos tienen una forma común de abordar lo humorístico<br />

a través de la ternura, de la comprensión por la caridad de<br />

lo ridículamente emotivo, No busquéis en estos cuentos humorísticos<br />

de Sánchez Silva la crueldad del sarcasmo, la carcajada ir6nica;<br />

sino la sonrisa de la comprensión, la mueca afectuosa de la caridad.<br />

Si alguna vez reis, será con bondad y simpatía.’ t<br />

(Manuel Orgaz, 1962) (39)<br />

Continuidad en el humor, con distintas matizaciones según sea el momento<br />

y el autor, aunque “por lo pronto, todavía en <strong>los</strong> primeros Míos de la postgue-<br />

rra —tal y como manifiesta Eugenio G. de Nora (40>—, el magisterio de Ramón<br />

Gómez de la Serna parece seguir siendo indiscutidoa pero su vigencia es mayor<br />

o menor según la orientación adoptada: mayor, en <strong>los</strong> que continúan bajo fornas<br />

relativamente renovadas la línea trazada por el maestro ; menor,<br />

en <strong>los</strong> que se orientan, siguiendo una vía más o menos decididamente realista,<br />

hacia la “crítica de la vidala (junto a la persistencia de Canta y Fernández<br />

Plórez, esta tendencia afloraba ya... en Jardiel Poncela, y en menor grado, en<br />

algunos libros de Antonio Robles, Neville y López Rubio, para continuar, las-<br />

trada a interva<strong>los</strong> por una “técnica” y una expresión formalista, pero cada vez


344<br />

con rAs fuerza, en “Tono” y Mihura, Laiglesia, 1!. Ballesteros y <strong>los</strong> más jóve-<br />

nes).<br />

Con estas premisas, aún a sabiendas de lo difícil que es encontrar en<br />

esta década del 40—50 el “humorismo puroca, tanto en autores como en <strong>los</strong> rela-<br />

tos de humar, que se incorporarán con bastante lentitud al resurgimiento de la<br />

narrativa en la segunda mitad del siglo, hemos confeccionado, a la vista de<br />

<strong>los</strong> ejemplares analizados, una clasificación en la que se atiende, por un la-<br />

do, la dosis más o renos fuerte de humorismo contenida en el relato, lo que le<br />

permitirá entrar a formar parte de un variado conjunto temático 1 con el que va<br />

a compartir el microcosmos de la narración, etiquetada por el matiz predomi—<br />

nante, y que en esta ocasión no será el humor, ya que se muestra de una forma<br />

esporádica a través de refrescantes y no pródigas ráfagas; y por otro lado,<br />

también se tiene en consideración, en estos otros cuentos que han sido englo-’<br />

bados en general por el humorismo, la adjetivación que adquiere en cada uno de<br />

el<strong>los</strong> el término humor porque ahora si que es la nota predominante.<br />

De esta manera, podemos esquematizar esta clasificación en dos grandes<br />

bloques: 1) el humor mezclado con otros matices —fundamentalmente. arr1<br />

misterio, fantasía, aventura y política—, que vienen a ser <strong>los</strong> que marquen la<br />

pauta para una posible catalogación.<br />

2) el humor que, como elemento sustancial del relato, viene a ser<br />

susceptible de unas mayores concreciones, que nos permiten hablar de “humor<br />

absurdo”, “humor negro”, “humor irónico”,...<br />

En el pnimr, grupo nos encontramos un elevado número de ejemplares, ya<br />

que no es difícil tropezarse con un cuento en el que aparezca, a modo de pía—<br />

celada, una nota humorística, bien en el argumento bien en la presentación de<br />

un personaje; sin embargo, para que no resulte excesivamente farragosa nuestra<br />

exposici6n, nos hemos ceflido a <strong>los</strong> más frecuentes y representativos tipos de


345<br />

relatos que suelen ser acompañados por estas notas humorísticas. Así, surge en<br />

a) el cuento de amor. Ya hemos vista en páginas anteriores como<br />

este tena aparecía con bastante asiduidad en <strong>los</strong> relatos de entonces, y si con<br />

él ahora está presente la nota de humor no es con un fin burlesco ni sarcásti-<br />

co, sino para suavizar y desdramátizar el sentimiento amoroso, que a veces<br />

llega a marcar hondamente, tal como se observó, la existencia de <strong>los</strong> protago-<br />

nistas; es ver la cara alegre, intrascendental y hasta inutil -dentro de la<br />

“seriedad” que el asunto requiere— de <strong>los</strong> hábitos amOrOSOS, lo cual permite<br />

una serie de licencias que se manifiestan no sólo en ocurrentes expresiones,<br />

cono la utilizada en el diálogo que mantienen Julián y su desconocida interlo-<br />

cutora en kilo, alío? Aquí el innor, de Agustín Ysern


346<br />

nro —por una desastrosa sirvienta ha de “escapar” el dueño<br />

de su propia casa—; en Ta gran aventura de Pablo, de R de <strong>los</strong> Reyes


347<br />

o a través de lo que conocemos; lo desconocido siempre impone un temor, un<br />

respeto, aunque bien mirado desarrolle y potencie en nosotros una inquietud.<br />

Por lo tanto, partimos de la realidad y nos alejamos de ella -también en el<br />

ensuefio hay evasión-, a la vez que entramos en el juego de lo cómico, como se—<br />

t~ala Henrí Bergson:<br />

- - )El ensueño es una evasión. Permanecer en contacto con las cosas<br />

y con las personas, no ver más que lo que hay y no pensar más<br />

que en lo que sucede es algo que exige un esfuerzo ininterrumpido<br />

de tensión intelectual. El buen sentido consiste en ese mismo esfuerzo.<br />

Es trabajo. Mas despegarse de las cosas y sin embargo seguir<br />

percibiendo aún imágenes, romper con la lógica y no obstante unir<br />

aún ideas, es sencillamente un juego o, si se prefiere, es pereza.<br />

El absurdo cómico nos causa primeramente la impresión de un juego<br />

de ideas. Nuestro primer impulso es asociarnos a ese juego- Es algo<br />

que nos descansa de la fatiga de pensar.<br />

Pero lo mismo podría decirse de las demás formas de lo risible-<br />

Decíamos que en el fondo de lo cómico hay siempre la tendencia a<br />

dejarse ir por una pendiente fácil, que las más de las veces es la<br />

pendiente del hábito, No pretendemos ya adapatarnOs y readapatari<strong>los</strong><br />

continuamente a la sociedad de la cual somos miembros. Se desprende<br />

uno de la atención que debería prestar a la vida. Uno se parece más<br />

o menos a un distraído. Distracción de la voluntad tanto o más que<br />

de la inteligencia. Pero distracción también,y por lo tanto pereza.<br />

Rompemos con la conveniencia como hace un momento rompíamos con la<br />

lógica. Adoptamos, en suma, el parecido con alguien que está jugan—<br />

dotambién aquí nuestro primer movimiento es aceptar la invitación<br />

a la pereza. Al menos durante un instante participamOs en el juego.<br />

Eso nos descansa de la fatiga de vivir”<br />

Es curioso observar como <strong>los</strong> escasos ejemplares que nos encontramos en<br />

estos Míos —pensemos que la fantasía es más propicia para el cuento infantil o<br />

juvenil, sin olvidar la cienciaficción, muy poco fomentada entonces—, suelen<br />

acudir en general al mundo mitológico, como mundo maravil<strong>los</strong>o por excelencia,<br />

a a la personificación de animales u objetos, coino vía más rápida de alcanzar<br />

La irrealidad.<br />

Así, en Atronos s4n tijeras Azorirh nos narra una historia<br />

en la que las tres parcas, doto, Laquesis y AtropOs, manejan la rueca y el


348<br />

hilo, “el hilo de la vida, se entiende”. Atropos pierde las tijeras y por lo<br />

tanto nadie se muere. La acción transcurre en Selinhurgo, capital de un país<br />

imaginarlo, Neolandia, en donde <strong>los</strong> sepultureros comienzan a extrafiarse de que<br />

no lleguen cadáveres, Los accionistas de<br />

tEl atavio postrero SA-” comienzan<br />

también a desazonarse; e incluso cuando está agonizando un opulentisimO ancia-<br />

no, ante el asombro de sus familiares que esperan parte de la vastísiina ha-<br />

cienda, sufre un cambio y vuelve, en una escena no exenta de humor, a su ruti-<br />

na ‘No sucede nada. No sucede más que esto: el preagonizante se ha levantado<br />

del lecho, se ha puesto tranquilamente un pijama, se ha dirigido al comedor y,<br />

como tenía apetito, se halla devorando, con perfecta tranquilidad también, u—<br />

nos fiambres”... ~~Lossiete pecados capitales triunfan en Neolandia. Nadie se<br />

muere. Como nadie se muere haga lo que haga, todos se entregan a <strong>los</strong> más es-<br />

canda<strong>los</strong>os excesos”. Hasta que en un día de viento una teja mata a un pobre<br />

hombre que pasaba por la calle. Atropos habla encontrado las tijeras. Y es que<br />

—he aquí la moraleja— “la muerte es la reguladora de la vida”. También en EL<br />

fauno del Tibidabo, de Enrique de Juan


349<br />

-¿Al clne?Pero si no hay dios que resista las peliculas de ahora.<br />

-Conforme; pero como usted no es un diosa..<br />

—Lo soy; soy el dios Pan, nombre que en griego quiere decir todo<br />

—dijo con enfático acento el ladrón de bicicletas— - Soy el dios de<br />

<strong>los</strong> campos, de las selvas y de <strong>los</strong> ganados. Sin mi., - ¿Pero qué puedo<br />

yo hacer en estos tiempos de incubadoras y abonos minerales? —conclu<br />

yó con la expresión de un presidente de Consejo de ministros que se<br />

ha visto obligado a presentar su dimisión.”<br />

Por otro lado, está la personificación, por medio de la cual no sáb se<br />

lleva a la categoría de protagonistas a animales u objetos, sino que se puede<br />

materializar lo intangible, como fantasmas y “fuerzas del más allácía De esta<br />

manera, Ana María de Foronda en Una tarde de espera Domingn, 1942) coloca en<br />

animada conversación a un chico que,al acudir a una cita, descubre el diálogo<br />

de dos aceras que se quejaban de su mala vida, “siempre pisoteadas, siempre<br />

arrastradas por <strong>los</strong> sue<strong>los</strong>, pagando el mal humor de <strong>los</strong> enamorados impacien-<br />

tes, - .. Plática que recoge en un fresco y natural estilo lade la calle” anec-<br />

dáticas y graciosas situaciones, como la de ese matrimonio que regresaba a ca-<br />

sa en pleno enfado: ttQue tu miraste”, taQue no miré, mujer” “Que yo te vi” aaque<br />

mal pudiste yerme, porque estabas mirando aquel sombrero de ala torcida” “¡Ah,<br />

claro, entonces te aprovechaste para mirarla a tu gusto, ¿eh?, mientras yo,<br />

como una tonta, miraba el sombrero del ala torcida!” “Pero, ¡si te digo que no<br />

la viEt<br />

1 ‘¡Embustero, sinvergúenza!”, “Mira, no empujes, porque entonces” atnn..<br />

tonces, ¿qué?’ Y así, ¡dos horas! que si sí, que si no ¡ El cuento de nunca<br />

acabar! ,‘<br />

Sin embargo, la fantasía se une a lo inexplicable y a lo legendario en<br />

otros relatos, como en La victoria de Ambrosio Logos, de J. L. Gandau (Haz,<br />

1944>, en donde la extrafia fuerza de <strong>los</strong> poetas inmortales, ante la fama de<br />

este personaje novelista, permite que suceda al escritor lo mismo que narra en<br />

sus libros, hasta que Ambrosio decide escribir una descabellada obra, “Deseos<br />

327” , y claro, “¿cómo convertir a tan eximio poeta en un huevo crudo o en


350<br />

cualquiera de <strong>los</strong> otros 326 deseos restantes?” “Comprendieron que prestaban su<br />

apoyo a un mortal que no se lo merecía,” “Que habían sido engañados, cono tan-<br />

tos otros, por Ambrosio Logos, y decidieron retirarle para siempre el soplo de<br />

su inspiración.’<br />

Pero no existen <strong>temas</strong> que estén tan ligados al mundo de lo legendario y<br />

se pierdan en las profundidades del tiempo, cono el que nos relata asuntos de<br />

brujerías y fantasmas. En Las brulas del Buen Aíre, de Jorge Fedrefla , Lamberto Cienfuegos sufre un sueño aterrador en el que cuatro brujas lo<br />

maldecían por vender el castillo en donde moraban: “pagarás tu bellaquería a—<br />

sándote en las cien llanas de tu apellido<br />

t, “puesto que vendes el castillo pa-<br />

ra que en él instale mister Brown una fábrica de relojes, te convertiré en<br />

péndulo y tu vida será un constante ir y venir, sin punto de partida ni de<br />

llegada”., y claro, al despertar rompió el trato; hoy se dedica a vender<br />

corbatas por las terrazas de <strong>los</strong> cafés “y si queréis oírle contar cóir se sal—<br />

vó de ser péndulo, acudid a la taberna que hay en la plaza de San Miguel,<br />

donde come todos <strong>los</strong> días. a ,“ De nuevo el humor, en este contexto, viene a<br />

ser la nota que nos ayuda a identificamos más con todo lo irreal, ya que nos<br />

la sitúa en el marco de lo cotidiano, como en La aventura de un fantasma, de<br />

Berta del Lago


351<br />

pasar el fantasma ante el mayor de <strong>los</strong> espejos, viendo su silueta y su sábana<br />

y olvidado por un momento de su propia figura actual, hubo de sofocar un grito<br />

de espanto.” Asimismo, con igual campechanía, nos relata Manuel de Heredia la<br />

salida nocturna de Margarita, la bruja protagonista de Una brula y su amante<br />

. Este cuento está impregnado, quizá más que <strong>los</strong> citados<br />

hasta ahora, por una mayor dosis de humorismo, de ironía que intenta desmiti-<br />

ficar el oculto y misterioso mundo de lo mágico, al colocar en escena a una<br />

bruja que no es capaz de amedrentar a nadie,aunque bien se lo proponía cuando<br />

elige lugares apartados “En el centro era inútil trabajar. La luz eléctrica lo<br />

fastidiaba todo. No era cosa de aparecer metiendo miedo entre <strong>los</strong> letreros lu-<br />

minosos de la calle de Alcalá o de la Puerta del Sol. A lo mejor tomaban a una<br />

bruja por el anuncio de una película extravagante. O se exponía a que le vie-<br />

sen cualquier defecto posible y luego sirviese de chunga a <strong>los</strong> escritores hu-<br />

maristas. Claro que, bien pensado, este era un miedo pueril porque afortunada-<br />

mente escritores humoristas hay pocos, y estos pocos son personas muy conside-<br />

radas.” Pero su objetivo no lo consigue. En vez de asustar es burlada por dos<br />

ancianos que en uno de <strong>los</strong> momentos más simpáticos de la narración intentan<br />

mostrar e). atraso y desfase del atuendo de Margarita:<br />

“ Su confusión iba en aumento. Chupé una pastilla por recurso- El<br />

vejete la contemplaba con cariño.<br />

-¿Por qué no se quita esa sábana, maijer?<br />

-Es mi uniforme.<br />

,Bah, bah!... Ya no lo lleva nadie Póngase este pijama Es monísimo.<br />

Adelaida ya no lo lleva. Se le ha quedado estrecho. Anda,<br />

mujer; ayúdale a ponerse el pijama. —Se dejó quitar la sábana sin<br />

protestar. Sin protestar también se puso e). pijama. Resultaba una<br />

figura extraña con la escoba en la mano y la palmatoria debajo del<br />

brazo— ¿También usa usted escoba?<br />

-Claro,<br />

-¡Qué atraso, pobre chica?... Una escoba... ¿Qué te parece, Adelaida?<br />

lUna escoba? ¡Si aún fuese un aparato electroluxl.-. Pero,<br />

fíjate, Adelaida; fíjate. Al demonio se le ocurre:hasta con su palmatoria<br />

y todo!<br />

‘Bs lógico, señor-


352<br />

-¿A estas alturas?.. - ¡De ningún modo! Para algo se San inventado<br />

las linternas.<br />

-¡Hombre, le diré! - - - —contestó algo flamenca la bruja—No preten—<br />

derá usted que haga la competencia a Nick Carter o algún héroe de<br />

Edgar Vallace. Esto está más en carácter.<br />

-¡Pobrecita! —La miró con cara de lástima- Estoy seguro que hasta<br />

usa buho y todo, ¿no?<br />

—Naturalmente; tengo una lechuza monísima.<br />

-la, ta, .... . Chapada a la antigua. Completamente a la antigua.<br />

Usted no asusta ya a nadie ni inspira a nadie. ¿Dónde se deja <strong>los</strong><br />

perros lulús o <strong>los</strong> foxterrier? Me parece que son de mejor gusto que<br />

cualquier pajarraco de esos.<br />

—Pero, ¿y el misterio?<br />

—¡Oh!.. - ¡El misterio! - . Si viese usted <strong>los</strong> secretos que encierra<br />

un lulú.<br />

La bruj a no sabia ya qué responder...”<br />

en el cuento de misterio y de aventura, Ya no es el misterio que<br />

nace de la irrealidad, de lo imaginado, de la fantasía, sino el misterio que<br />

nace de lo enigmático, en donde la intriga surge en el planteamiento y confor-<br />

me avanza el relato se disipan todas las dudas. Es el tipo de cuento apropiado<br />

para que <strong>los</strong> <strong>temas</strong> policiacos den rienda suelta a sus “lógicas” deducciones<br />

que nos llevarán a unos finales insólitos y sorprendentes. Y es entonces cuan-<br />

do, por lo general, la nota de humor está presente, cuando se quiere celebrar<br />

el final esclarecedor con una sonrisa. Así, el reportero “Equis” de un gran<br />

diario de la maflana, protagonista de El reporter de sucesos, de Francisco<br />

Casares (Hntoa, 1944), tendrá que soportar “las cuchufletas y bromas de sus<br />

compaiferos, que duraron varios años”, después de ser detenido cono autor del<br />

asalto a un tren con robo y asesinato- “Y ¿cuál no sería su sorpresa y lo es-<br />

tentáreo de su unánime carcajada, cuando vieron aparecer al compañero, que se-<br />

gui a tratando de exteriorizar su protesta y demostrar su verdadera personali-<br />

dad?”. Confusión similar entre el verdadero y el falso ladrón a la que se co—<br />

miete en Xi desconocida esposa, de Manuel de Pedrolo CEan±.naIA,i945), basada en<br />

el gran parecido fisico entre ambos, que nos lleva a una suplantación de per—


353<br />

sonalidad a partir del encuentro de <strong>los</strong> dos protagonistas masculinos, recorda-<br />

da al final por uno de el<strong>los</strong> —“recordé aquella noche, hacía mucho tiempo ya,<br />

en la que sorprendí a un ladrón en todo igual a mi, un ladrón que estaba con-<br />

templando el retrato de mi prometida”—; suplantación que a su vez establece<br />

situaciones sorprendentes y no menos chocantes: “Naturalmente, nos encontramos<br />

con que hablamos estado durmiendo en la misma cama, secándonos con la misma<br />

toalla, sentándonos en la misma silla y leyendo <strong>los</strong> mismos libros, sin Saber-<br />

nos visto nunca”.<br />

Pero todas estas intrigas tienen un trasfondo de aventura que no sólo<br />

surge en <strong>los</strong> relatos policíacos, sino también en aquel<strong>los</strong> en donde lo sorpren-<br />

dente, lo inesperado, lo no estable, el suceso extraordinario, el ir sorteando<br />

las circunstancias adversas, el final inclertoa .., está. presente en las vidas<br />

de sus protagonistas, que con intención o sin ella se hallan en la vorágine de<br />

<strong>los</strong> acontecimientos, tal como sucede en De como <strong>los</strong> náufragos del “Leviatba<br />

nia” celebraron la Navidad el 3 ,<br />

relato que ridiculiza a <strong>los</strong> yanquis millonarios, caprichosos y frívo<strong>los</strong>, que<br />

hacen encallar en una isla desierta del Pacífico a un barco magnf fico de<br />

40- 000 toneladas, Hasta el momento del rescate la encargada de contabilizar<br />

<strong>los</strong> días era la singular Margaret Pontiacsix, ‘<br />

tuna mujer encantadora, y que se<br />

parecía a Greta Garbo como a una hermana gemela; un poquito más baja y más<br />

rechoncha, sí; como que a distancia más que una mujer era una mesa; pero, por<br />

lo demás, igual. Salvo <strong>los</strong> ojos, naturalmente, que no eran tan bel<strong>los</strong> como <strong>los</strong><br />

de la Garbo y bizcaban un poco bastante, demasiado. ¡Ah! Y <strong>los</strong> andares, que en<br />

Greta son elásticos y ágiles, y, en cambio, Margaret Pontiacsix anda como un<br />

pato. Pero por lo demás, igual, igual que Greta Garbo.” Singular mujer que<br />

también disponía de un singular sistema de contabilidad a base de rayitas en<br />

un árbol, apero el cuarto día se levantó un poco más tarde, y como hacia mucho


354<br />

sol y el árbol estaba en la otra esquina, le dió pereza y lo dejó para el ano-<br />

checer. Y se olvidó. Claro que al otro día hizo dos rayitas y todo arreglado.<br />

Pero el domingo, como era domingo y no se debe trabajar, dejó lo de la rayita<br />

para el lunes; el lunes se le olvidó, pero el martes hizo cuatro rayas: una<br />

por el domingo, otra por el lunes otra por el martes, y otra por si se había<br />

olvidado algún día de la semana anterior.” ~ esto fue lo malo, que Margaret<br />

hacía las marcas cuando buenamente pasaba por cerca del árbol, y muchas veces<br />

ni siquiera iba porque mandaba a su doncella- Y solía ocurrir que después de<br />

la doncella iba Margaret y sin acordarse hací a de nuevo las marcas.<br />

d> en el cuento pnl


355<br />

se ve obligado a causa de un calendario, que les dejó un viajante despistado,<br />

a crear un ejército para salvaguardar la paz que empezaba aresquebrajarse por<br />

<strong>los</strong> enfrentamientos entre <strong>los</strong> tradicionalistas, que querían seguir sin calen-<br />

dario y mantener las fiestas de antes, y <strong>los</strong> revolucionarios, que lo prefe-<br />

rían. Un buen día el viento llevó consigo al calendario y todos se reconcilia-<br />

ron. Final feliz que no se consigue en La botadura del ‘Conservas flon’(nguez’<br />

de Francisco Loredo Vilaseca


356<br />

niversidad Científica, el director de un periódico de provincias, el director<br />

de la Academia de Moral y el Rector de la <strong>Universidad</strong> de Letras, por este<br />

arden, dieron su opinión, pero en la secreta votación venció la estatua. Fue<br />

e>ctraida y expuesta al público. Discursos, felicitaciones, .. y un “Cuando<br />

esto acabe, podremos revelar el accidente. Dará aun más valor al acontecimien-<br />

to” Los estudiantes de la Escuela Superior de Escultura revelan la falsedad de<br />

la •tvenustaa y entonces, “bueno que no bagan ya lo de la lápida a <strong>los</strong> obreros.”<br />

En el ~gunlinbloque hemos agrupado a todos aquel<strong>los</strong> relatos en donde,<br />

como decíamos, el humor no aparece como una nota más, sino que es el elemento<br />

sustancial. De esta manera, resaltamos por medio de el<strong>los</strong> las tonalidades y<br />

<strong>los</strong> aspectos más sobresalientes del humor de entonces, que en términos genera-<br />

les podemos resumir en tres: humor absurdo humor negro y humor irónico.<br />

1) HUXOR ABSURDO. Con este calificativo queremos destacar la faceta<br />

menos lógica del humor; lo más asombroso y, a la vez, lo más disparatado que<br />

se pueda encerrar en él. Este humor en si traspasa e infringe las barreras de<br />

lo lágico, de lo normal, precisamente porque se sigue de cerca una observación<br />

directa de la realidad, en donde muchas veces la normalidad puede llegar a ser<br />

demasiado absurda, demasiado increíble, demasiado extravagante, y por medio de<br />

este humor se capta lo descabellado, lo “sin pies ni cabeza” de esa realidad.<br />

Teófilo Gautier dijo de lo cómico extravagante que es la lógica<br />

del absurdo, Muchos filósofos de la risa gravitan en torno a una<br />

idea análoga. Todo efecto cómico implicaría en cierto aspecto contradicción.<br />

Lo que nos causa risa vendría a ser el absurdo realizado<br />

en una forma concreta, un ‘absurdo visible’ —o también una a—<br />

pariencia de absurdo primeramente admitida y corregida luego-, o<br />

mejor aún, aquello que es absurdo por un lado, pero que por otro<br />

se explica naturalmente, etcétera. (.., ) El absurdo, cuando lo encontramos<br />

en lo c6mico, no es un absurdo cualquiera. Es un absurdo<br />

determinado, Yo es un absurdo que crea lo cómico, sino que más bien


357<br />

se deriva de él. No es la causa, sino el efecto, un efecto muy especial,<br />

en el cual se refleja la naturaleza especial de la causa<br />

que lo produce.”<br />

(Henrí Bergson, L&ui~a, p. 147—148)<br />

Y si es el “efecto”, es el humor que nos deja esperando la oportunidad de una<br />

risa franca y sólo consigue iniciar una mueca, porque reconocemos lo extrava-<br />

gante, la falsedad de <strong>los</strong> planteamientos de sus bistortas o de sus personajes,<br />

con actuaciones desatinadas que proclaman la irracionalidad en lo cotidiano y<br />

presentan como lógico también lo contrario de lo que estamos habituados Es la<br />

justificación a frases como estas: “era... fuerte como el trigo y rubio como<br />

un toro” (Un hombre perverso, de Manuel Carncho Marín, Haz, 1941); “todos es-<br />

tamos un poco más o un poco menos


358<br />

Francisco toredo Vilaseca ; Donde puede verse que si todo está<br />

wt~l. - . todo está bien, de Wenceslao Fernández Flórez (Lanflar~, 1942); lln....±85z<br />

tamento en favor de la luna, de Juana Duaso (Dnmlngn. 1942); El conquistador de<br />

hicTh1~±as, de )!ihura (SI, 1943); La originalidad cte Don Acisclo, de Juan<br />

Pablo Salinas CEDIDa, l943)~ Un..a~aina±2 de Venceslao Fernández Flórez (LB~z<br />

turia, 1943); Don Termómetro sale de paseo, de José María del Valle


359<br />

no se le veían.” “¿Dónde estará mi ojo izquierdo?” “Entonces fue cuando di un<br />

grito de terror; a la luz agonizante del mechero vi moverse dentro del vaso<br />

una pupila azul<br />

En El.grait~spec±hniaIa


360<br />

tras una vida insana en el suelo del “Metro”; deja sus ahorros al protagonista<br />

masculino, quien, ya con el<strong>los</strong> en su poder, defrauda la confianza depositada<br />

en él y, aún conociendo la decisión del ladrillo de no suicidarse e ingresar<br />

en una Institución para aquel<strong>los</strong> que ‘cerezcan del calor de un bogar y del<br />

consuelo de una familia”, lo arrojó —“dominado por un instinto cruel y egoís-<br />

ta, y alarmado con la idea de perder aquel despreciable montón de billestes,<br />

que desde entonces habla de arder eternamente en mi conciencia”— a las ruedas<br />

de un enorme camión y allí quedó transformado en un amorfo montón de arena.<br />

En el segundo cuento, Lij,ita, se juega con la muerte ante la que se a—<br />

dopta una postura frívola y hasta irreverente, Una nifla,la que da el nombre al<br />

relato, viene al mundo tras un precipitado y malograda alumbramiento, y para<br />

que pudiera verla su padre “hubo necesidad de recurrir a la medida extrema de<br />

sustituir <strong>los</strong> polvorones de las Madres Benitas, conservados en amplio frasco<br />

de cristal, por el cuerpecillo de Martita tras haber llenado de alcohol el re-<br />

cipiente”. Allí permaneció durante varios meses con “la cabecita ladeada bacía<br />

la izquierda, como su padre. ¡Ay, no podía negar pertenecer a una generación<br />

de violinistas!” Pero habla que dar sepultura a <strong>los</strong> restos de Martita; el no-<br />

tario eclesiástico lo creyó necesario y la nula comenzaba a fosforecer; pero,<br />

ante la excesiva complicación de <strong>los</strong> trámites forales y papeleos jurídicos<br />

que lo único que conseguían era retrasar la conclusión del proyecto, pensaron<br />

que sería conveniente que Martita ocupara un rinconcito del féretro de algún<br />

reciente difunto, para que así estuviera “acampafada durante la eternidad”.<br />

Las negativas de <strong>los</strong> familiares se fueron sucediendo, hasta que no tuvieron<br />

más remedio, Nartita y su familia, que trasladarse a otra pueblo. “SI padre,<br />

la madre y la tía se instalaron en el rincón más oscuro de un vagón de segun-<br />

da- C...> Pera, ¿se habrán llevado a Martita con el<strong>los</strong>? El jefe de la estación<br />

tranquilizó <strong>los</strong> ánimos: ¡Habían sacado cuatro billetesl”


36).<br />

3) HUMOR IRÓNICO. Como ya queda dicho, es el tipo de humor predominante<br />

en estos diez primeros aftas de posguerra. No vamos de nuevo a hondar en lo que<br />

ya sabemos en cuanto a la ausencia de la sátira feroz y del, sarcasmo hiriente,<br />

de la ternura en su intención de la poca agresividad en el gesto caricatu-<br />

resco que, en términos generales, nunca será excesivo, y del candor y basta<br />

del lirismo que en él encontramos- Sólo vamos a resaltar dos direcciones ini—<br />

portantes de la literatura del momento que también han sido adoptadas por este<br />

tipo de humar: la costumbrista y la existencialista- Ambas nacen del empeflo<br />

realista con que se quiere matizar la literatura, el cuento literario, de <strong>los</strong><br />

cuarenta; y a ambas también se llega tras una observación directa de la vida.<br />

Sin embargo, hemos querido diferenciarlas: en la “costumbrista” se refleja,<br />

bajo el toque del humorismo, la realidad total o parcialmente por medio de<br />

personajes, hechos, lugares, descripciones,., a y en el<strong>los</strong> vemos recogido lo<br />

cotidiano, -no necesariamente lo típico, ni lo folklórico—, las costumbres,<br />

<strong>los</strong> hábitos de las personas y, en definitiva, de la clase social a la que per-<br />

tenece; en la “existencialista” se potencia mucbo más, bajo el especial enfo—<br />

que del humor, al personaje y su paso por la vida, lo que hace, lo que piensa,<br />

lo que dice,.., pero por él mismo, con su sicología, con sus preocupaciones y<br />

sus ilusiones, no como representante de una escala o de un nivel social<br />

determinado, aunque nosotros sepamos que todo ello está de trasfondo.<br />

Así, en la dirección ~costumbristau podemos destacar:EI huerto del fran<br />

cha, de J F. Nufloz y Pabón ;<br />

La mentira de la gloria, de Leopoldo López Fucbet ; Dos ratones cte Tetuán, de Luis Antonio de Vega (Enz


362<br />

tos, 1942¾la delgadez de It Isidoro, de Miguel Rodenas (Hotos, 1942); EmLtaz.<br />

np. la tranquila, de Eugenio Serrano CX2jin~, 1942); El vivo retrato, de “Gra-<br />

ciAn Quijano’


363<br />

xen±a¿4, 1942); EL4nnxnLzIL de Agustín de Figueroa (Dgmingn, 1942); Lat..da<br />

Cobal de Vargas, de Fernando Castán Palomar (Hotos, 1942>; E1..sri±..±.nkn,de Al-<br />

fredo Marquerle (Eatna, 1942) Las tribulaciones de un paraguas, de José Vi-<br />

cente Puente (Egjna, 1942); dnjuz.aa5DL, de Tirso Medina (Letras, 1943); KL<br />

navegante casi solitario, de Agustín Pombo ; La nariz de Anto-ET1 w393<br />

ala, de Car<strong>los</strong> Alcaraz (Hn.tna, 1943); El botones automovilista, de Miguel Ro-<br />

denas


364<br />

NOTAS<br />

(1) Gregorio Marañón, Los cuentos <br />


365<br />

Comenta la antología que ha preparado Medardo Fraile sobre el cuento de<br />

postguerra


366<br />

OTROS TEXAS<br />

Si <strong>los</strong> <strong>temas</strong> hasta ahora tratados -la guerra, el amor y el bumor(1>— <strong>los</strong><br />

hemos considerado como <strong>los</strong> más significativos y representativos de <strong>los</strong> años de<br />

posguerra, de la inmediata posguerra, existen otros tantos que también, aunque<br />

en menor frecuencia, se encuentran en <strong>los</strong> relatos del momento. Entre ellas nos<br />

centraremos en la religión, la historia, la fantasía y el tema policíaco.<br />

LA RELIGIÓN<br />

Desde que había sido promulgada la Ley de Prensa de 1936 y creada la<br />

Vicesecretaría de Educación Popular por la ley de 20 de iiayo de 194i, se<br />

pretendía infundir en todos <strong>los</strong> lugares de España, por muy recónditos que<br />

éstos fueran, <strong>los</strong> principios y valores del nuevo régimen, tal como señala<br />

Manuel L. Abellán:<br />

“ El control debí a practicarse y extenderse hasta un nivel comarcal<br />

y local inclusive, último eslabón, éste, donde la verdad entendida<br />

como visión totalitaria tenía que surtir sus mayores efectos. Era<br />

preciso difundir la cultura promulgada por el nuevo régimen al<br />

pueblo por medio de la difusión de las buenas costumbres y propagar,<br />

al mismo tiempo, la tradicional cultura española inspirada en<br />

supuestos ideológicos respaldados por la doctrina católica.<br />


267<br />

no ofrece una amplia gama de matices y ni mucho menos una profundización en<br />

<strong>los</strong> aspectos inefables que su propia esencia conlíeva. La peculiar circunstan-<br />

cia social y política por la que atraviesa España hace que la creación<br />

literaria, el cuento literario, pueda sentir el eco de este tena —englobador,<br />

como vemos, de todo el panorama cultural—, que si llega a ser conflictivo en<br />

otro lugar y momento, no deja ahora de estar presentado con superficialidad y<br />

con acusado enfoque timorato y nada novedoso, confiado en su posición de<br />

privilegio. Por ello, Manuel L. Abellán, cuando habla de censura y creación<br />

literaria, reconoce en ocasiones “el cariz ñoño y eclesiástico de la censura”<br />

—por ejemplo, al referirse a la novela de Jardiel Poncela ~Pero. -. hubo alguna<br />

vez once ¡ni) vírgenes? (Pa 21)—; censura que entre sus cuatro criterios<br />

constantes destaca la religión<br />

Por último, la religión como institución y jerarquía, depositaria<br />

de todos <strong>los</strong> valores divinos y humanos e inspiradora de la conducta<br />

humana arquetípica” (3)<br />

Así pues, se viven unos años de fuerte censura de “inspiración<br />

eclesiástica”, según opinión de Dionisio Ridruejo(4>, que siente como peligros<br />

más próximos e inmediatos <strong>los</strong> “atañentes a la fe y buenas costumbres”, en<br />

palabras de José María Martínez Cachero, quien valora a continuación con <strong>los</strong><br />

siguientes términos la mente predominante de aquel<strong>los</strong> hombres de iglesia que<br />

quieren en cierta manera dirigir la vida intelectual de entonces:<br />

“Si de eclesiásticos tratamos, entre <strong>los</strong> que de algún modo<br />

pertenecen o hacen por pertenecer a la vida intelectual del país<br />

diriase que son abundantes, o más visibles, las mentes alicortas y<br />

cerradas”


368<br />

facilitaran un enfoque tradicionalista de las cuestiones espirituales, que se<br />

muestran en extraña alianza con asuntos de gobierno y de convivencia. Si en<br />

páginas anteriores hablábamos de la parcial visión de la realidad difundida<br />

por <strong>los</strong> vencedores, no es difícil sospechar que la Iglesia se siente de alguna<br />

manera también vencedora —no olvidemos el tono bélico—religioso con que se<br />

emprende nuestra contienda que permite el calificativo de “cruzada”> con todas<br />

sus connotaciones de defensa y transmisión de <strong>los</strong> valores eternos—; y también<br />

ella se encuentra inmersa en el amplio programa propagandístico del ideario<br />

del victorioso, Por ello no es de extrañar que la religión, por un lado, junto<br />

a <strong>los</strong> más elementales postulados de la fe católica, proclame por entonces<br />

normas y criterios para regular la relación social, sin diferenciar claramente<br />

<strong>los</strong> planteamientos éticos de <strong>los</strong> religiosos, y difunda mode<strong>los</strong> de conducta con<br />

aíres de heroísmo y santidad; al igual que el estado, por otra lado, busca en<br />

la Le —mejor, en la Iglesia—, el lado complementario del nuevo comportamiento,<br />

las más de las veces teórico y superficial, que pretende servir mejor a Dios y<br />

a la Patria.<br />

De todo ello dará rendida cuenta un considerable número de relatos que<br />

ofrece, fundamentalmente, protagonistas de moral intachable y argumentos que<br />

premian la virtud y la honradez, como visible materialización, a la vez que<br />

rápida y asequible, de esta propaganda ideológica que ha elegido —en esta<br />

ocasión y entre otros medios disponibles—, a la literatura, para llegar y<br />

captar a un mayor número de receptores. Hecho fácilmente comprobable con un<br />

ligero sondeo en unos cuantos ejemp<strong>los</strong> -no importa si son del comienzo, de<br />

mediados o del final de la década de <strong>los</strong> cuarenta—, que nos demostrarán, sin<br />

mucha complicación, como esta idea de la defensa de la virtud y de la moral<br />

católica se convierte en aquel panorama litarario en una idea casi obsesiva y<br />

nonocolor, que con el tiempo se transformará, por un lado, en el elemento


389<br />

predominante y aglutinante de todas estas creaciones, y por otro, en la causa<br />

más sobresaliente para juzgar esta constante en una temática machacona que<br />

veía cerradas otras posibilidades, tal y como lo advierte Jorge Campos cuando<br />

nos dice que<br />

“la limitación temática -o siquiera epis6dica— que inipedía, por<br />

criterios ajenos al autor, la inclusión de relaciones pasionales<br />

—adulterios, suicidios— condenadas por presuntos ataques a la moral,<br />

las ideas religiosas, etc. ..... recortaba el mundo imaginativo y<br />

concentrado que el cuento exige.” (6><br />

Si profundizamos en este aspecto moralizante—doctrinal que nos ofrece el<br />

tema religioso en las narraciones cortas de <strong>los</strong> años cuarenta, no podemos<br />

evitar el remontarnos a <strong>los</strong> más lejanos origenes de <strong>los</strong> géneros épico—<br />

narrativos y aludir a esas “formas simples” que pueden englobarse quizá en un<br />

estudio que analice la cuentística medieval y las relacione con un término<br />

específico, el “cuento”, que sirva para designar a este género básico. Ros<br />

referimos concretamente al “exemplum’ ,al “apólogo”,,. a que ya Mariano Baquero<br />

Goyanes indica que “no significan géneros distintos, sino más bien matices<br />

dentro de uno mismo” (7>. Idea que se reafirma con las palabras de Francisco<br />

López Estrada cuando de nuevo identifica “cuento” y ~~EjeIflplO#<br />

“Los llamados libros de cuentos (en sentido estricto, de<br />

‘ejemp<strong>los</strong>’) fueron las primeras formas de esta prosa de ficción,<br />

en relación muy directa con sus fuentes. Los ‘cuentos’ son<br />

relatos breves en que, por medio de un argumento sencillo, sin<br />

apenas uso del diálogo, se muestra alguna enseñanza consejo<br />

moral o, más simplemente, utilitario. El ‘cuento’ por<br />

naturaleza culmina en una moraleja con la consecuencia ejemplar<br />

, de manera que existe un doble<br />

sentido: el literal y el moralizador.”


220<br />

predicación, destinada a hacer ésta más amena y soportable para su recepción:<br />

Puesto que gran parte de la literatura nEdieval se debe a la<br />

pluma de <strong>los</strong> clérigos, el influjo de la técnica sermonistica fue<br />

acaso tan poderosa como el de la misma retórica, it..) El<br />

predicador popular, en efecto, se veía obligado a presentar su<br />

mensaje de forma animada si quería que su auditorio lo captase,<br />

y, una vez ganada la atencigon de su público, era necesaria la<br />

habilidad suficiente para seguir cautivándola.


37).<br />

Relatos con grandes dosis alegóricas que a su vez nos recuerdan a otro<br />

tipo de narración del que se desprende una enseifanza moral o un consejo<br />

práctico, el apLWgn., que también ocupa su lugar en estos años, como, por<br />

ejemplo, lo demuestra el relato que José Maria Penán publica en Damtnga (29 de<br />

febrero de 1948), Apólogo de San Francisco y la gárgola, en donde gracias a la<br />

personificación de una estatuilla de San Francisco de Asís y una gárgola de<br />

piedra con forma de dragón imaginario, que se encontraban “en las alturas de<br />

una vieja catedral gótica”, trata de transmitir una norma de actuación con el<br />

triunfo del amor y de la vida cuando al final del relato el santo<br />

abendijo al Sol, y al aire, y al cielo, dádivas generosas del Seflor<br />

que <strong>los</strong> hambres no saben agradecer; y dijo que el que ana estas<br />

cosas se le hace el espíritu claro y luminoso, y está más pronto<br />

para perdonar que para maldecir, y añadió, mirando a la gárgola, que<br />

no son <strong>los</strong> tiempos ni las cosas buenas ni malas, sino que es el<br />

espíritu del hombre el que las hace bellas o feas a <strong>los</strong> ojos del<br />

Señor; que todo el mundo -ayer como hoy—, trabajo, afán, negocio o<br />

lo que sea, todo puede convertirse en oración y cántico con sólo<br />

mezcíarle una partecilla de amor, que es la sal y la levadura de las<br />

cosas todas” (12)<br />

Mensaje moralizante-religioso que sin ser tan directo otras veces, ni<br />

encontrarse bajo títu<strong>los</strong> tan explícitos, no deja de estar presente en este<br />

tipo de cuentos, que, tal como exponíamos más arriba, recordaban y valoraban<br />

algunos aspectos esenciales de la moral católica y propagaban claves para un<br />

comportamiento modélico según rígidas y estrechas normas prefijadas: el<br />

verdadero oro es Dios, en La moneda del otro mundo de Adolfo Clavarana<br />

CLatras, 1939>; lo importante es la salvación del alma, en iL14&pnxzsid& de<br />

Julia García Herreros (Latraa, 1939); por encima del amor material está el<br />

amor de Dios, en h1q411118. de Gabriel Puster ; la figura de un Cristo salvador, en Paro en la noche de


372<br />

Josefina Solsona y Querol (kenLwna, 1942); la misión evangelizadora, en<br />

Renawsna de Manuel Lizcano (hdin&, 1942); no hay que perder nunca la fe y la<br />

confianza en Dios, en ELmiJ~¡na de Pilar Millan Astray


373<br />

cristianos; en ‘cuentos fantásticos”, cono en Sólo tres ateos de Tomás BorrAs<br />


274<br />

del sacrificio y del sufrimiento”


325<br />

con la proximidad real de un presente, la mayoría nuestra la especial forma de<br />

vida en fechas tan señaladas. Así, mientras en ~l astrólogo dormido (D~5ttnn,<br />

20—diciembre—1941) ‘Azorín’ nos sitúa en Belén a un anciano y sencillo<br />

astrólogo que se queda dormido precisamente en la noche “que hoy llamamos<br />

Nochebuena”, cuando apareció “una maravil<strong>los</strong>a estrella”, en A la sombra de la<br />

~n1agiai& (cuento de Navidad) de Camilo José Cela (J n±MÁ, 28—diciembre—<br />

1943> <strong>los</strong> días de Navidad son el marco temporal que envuelve la vida de un<br />

pueblo, con el típico trazado urbanístico que agrupa alrededor de la colegiata<br />

a sus casas, a sus habitantes, y en especial a Don Sebastián, catedrático de<br />

Historia de Instituto, que en compaflía de sus nietos, ante “el belén”, no<br />

olvida la figura de Dofla Julia, su esposa, fallecida en vísperas de<br />

Nochebuena.<br />

Notas costumbristas que en cierto modo nos hacen de nuevo pensar en la<br />

poca fuerza de <strong>los</strong> perfiles del cuento literario como género, cuando<br />

observamos el gran parentesco que guarda con otra forma de escrito, el<br />

artículo de costumbres; proximidad que ya advirtió Mariano Baquero —“Cuando el<br />

cuento se carga de elementos descriptivos, de notas satíricas, suele acercarse<br />

a la forma propia del artículo de costumbres” (15)— y que nosotros ahora<br />

constatamos en algunos relatos, como en Dolor del df a Santa en un puebla<br />

~pa1ot de Manuel Mufoz Cortés , o la ternura intermitente<br />


376<br />

dtÁng,211.naa de Victor Espinós (Iazrna, julio—1943), Camparas de Clarín de E.<br />

Fuster Rabés (Lila, 25—marzo-1945), L&ma.n±IU.n.de Pilar de Cuadra CLuna.glL<br />

EaI, mayo-1947), Otra vez Adán y Eva


377<br />

Tomás Borrás (djn&nlud., 1944,&Q Extraordinario de Fin de Afto), ¿IdngarhLJ.na<br />

de F. Fernández Clinient


376<br />

tan <strong>los</strong> dos.Es un pacto que hace todo para que suceda lo milagroso.<br />

La eterna resurrección del Z~ifto que es su nacimiento y que por lo<br />

tanto es algo más que una resurrección, sucede en nuestro aflo como<br />

si fuese el primer alio de la era cristiana. (., . -<br />

La noche de Nochebuena es noche sin confines porque sale del tiem<br />

- po legendario y hay en ella una ráfaga de eternidad que es la que<br />

permitió abrir la única puerta de lo eterno que fue practicable sólo<br />

para que naciese el redimidor y esa sóla ráfaga escapada por el<br />

portillo del entreabrimiento persiste viva y se la nota sobre todo<br />

cuando estamos otra vez en el perímetro de la noche navideña.<br />

Aprovechamos esa noche de fraternidad para juramentar mayor y más<br />

paciente comprensión entre unos y otros. “


379<br />

LA HISTORIA<br />

Otro de <strong>los</strong> <strong>temas</strong> no constantes que localizamos por aquel<strong>los</strong> aftos de<br />

posguerra en el cuento literario es el histórico, que surge en un intento de<br />

resurrección e interpretación de épocas pretéritas.<br />

Si, como hemos comentado en más de una ocasión, la tendencia predominante<br />

que envuelve la creación literaria de entonces es el realismo costumbrista, no<br />

es extraflo que se recurra a la historia para dar mayor veroaiwilitud a lo<br />

contado, aunque bien se sabe que, desde el punto de vista de la literatura,<br />

todo ello es pura y simple ficción; ficción que trata de reconstruir, a veces<br />

con el mayor rigor y con la más minuciosa de las exactitudes, acontecimientos<br />

y personajes del pasado. Así surge este tipo de narración inventada, apoyada<br />

en la realidad no actual.<br />

Si hay algo que en esencia nos defina mejor el concepto de lo histórico<br />

no es otra cosa que el concepto del paso del tiempo tan indisolublelmnte unido<br />

a aquel otro. Con la historia, y en definitiva con el relato histórico, se<br />

intenta taer al presente un pasado más o menos lejano; y así la Historia<br />

“equivale —según Darío Villanueva (18)— a un exotisnn temporal’. por decirlo<br />

de algún modo, complementario del exotismo geográfico o cosmovision&riot un<br />

recobrar otro tiempo pasado, protagonizado por unos personales concretos,<br />

reconstruir otros espacios y valorar la diferencia de af<strong>los</strong> que representa lo<br />

narrado para aprovechar la proyección trascendente del pasado sobre nosotros.<br />

Por ello, ya que “la historia —dirá tambléir es el verdadero origen del relato<br />

en general y de la novela en particular”. “la presencia de este componente en<br />

un discurso novelesco equivale a una garantía de que eJ. lector no saldrá<br />

defraudado en aquella su exigencia


280<br />

sea interesante) tan claramente formulada por Henry James”.<br />

Como sabemos el siglo XIX. que tan decisivo fue para El cuento literario<br />

y que tan abiertamente declaró su interés por la Historia y el desarrollo del<br />

Nacionalismo, vino a representar además un importante paso para la evolución<br />

de las formas narrativas. Entonces la novela, y con ella el relato corto, se<br />

enriquece con asuntos que hasta esta fecha no le eran propios, y así surge la<br />

novela psicológica, la novela poética, la novela de crítica de la realidad<br />

social contemporánea, . y sobre todo, por lo que ahora nos afecta, la novela<br />

histórica. Con ella, y gracias a la aportación de Walter Scott a este tipo de<br />

relatos, nuestros románticos, Larra, Espronceda, Gil y Carrasco, .. pretenden<br />

contrastar el pasado con el presente para extraer de ello una lección; así, en<br />

palabras de Ricardo Navas—Ruiz, “se reconstruye el pasado, no por buir del<br />

presente, sino para interpretarlo como enseflanza de hoy: en el pasado interesa<br />

lo que se parece a lo actual”


381<br />

En repetidas ocasiones hemos comentado que <strong>los</strong> afios 40 no significan el<br />

período de más esplendor para el cuento literaria, e incluso acudíamos para<br />

constatarlo a las observaciones que It Fernández Almagro exponía en SL respecto a las preferencias literarias del momento~ “se<br />

mantendrá, si es que no aumenta, la inclinación del público letrado hacia las<br />

biografias, memorias y análogos testimonios históricoliterariOs, par citar<br />

concretamente un signo más de <strong>los</strong> gustos dominantes”. Sin embargo, la<br />

narración corta de acusado y claro matiz histórico no es demasiado pródiga en<br />

esta época, aunque, eso si cuando aparece, muestra más un corte realista que<br />

romántico y se hace eco de nuestra larga tradición realista, que ahora, unida<br />

a una pretendida autenticidad y veracidad histórica intenta una vez más<br />

convertirse en certificado de una época ya pasada o de la trascendencia de <strong>los</strong><br />

hechos de determinados personajes. Y es que, como vemos, para captar y<br />

transmitir la realidad tal cual, anterior o coetánea, el escritor de entonces,<br />

con el cuento en decadencia —y por lo tanto el cuento histórico—, tiene a su<br />

alcance otras posibilidades más en consonancia con el común uso imperante, por<br />

lo cual <strong>los</strong> cuentistas de vocación, según manifiesta Francisco Nelgar en 1945<br />


382<br />

el siglo XIX: una de ellas, la propia historia, y la otra, la tradición<br />

popular. Las dos suponen una intencionalidad selectiva por parte del escritor<br />

de turno, no sólo al elegir el hecho o el personaje, sino al recrear el<br />

argumento y desarrollar la acción de esa determinada manera tal y como quiere<br />

que llegue hasta nosotros; sin embargo, según se trate de una u otra, el<br />

cuenta se va a enriquecer, en mayor o en menor grado, de credibilidad: el<br />

suceso real, aunque después sea manipulado, se encuentra enraizado en el<br />

puntual y concreto instante del devenir histórico, mientras que la tradición<br />

popular, a fuerza de tiempo, ha perdido su origen y sus raíces se envuelven de<br />

turbia niebla, lo que nos acerca estrechamente, por su caracter difuso, a la<br />

leyenda, convertida en narración de sucesos fabu<strong>los</strong>os que se transmiten por<br />

tradición como si fuesen históricos. Así, a partir de ahora, haremos das<br />

grandes y generales bloques en donde, por un lado, el término historia<br />

connotará <strong>los</strong> conceptos de precisión y certidumbre, y por otro, la tradición y<br />

lo legendario se cargará de imprecisión y hasta de irrealismo, próximo al<br />

mundo de la fantasía,<br />

A> La historia propiamente dicha. Aquí entrarían tanto las narraciones<br />

que recurren a una fecha o a un nombre, a modo de nota erudita e ilustrativa,<br />

para localizar su acción en un determinado momento y ambiente, como aquellas<br />

otras en donde esos personales reales participan total o parcialmente en el<br />

desarrollo de una elaborada trama argumentaJ. y cobran vida de nuevo en estas<br />

ficticias versiones de la historia.<br />

Conjunción de ambas posibilidades que podemos localizar en <strong>los</strong> quince<br />

relatos recogidos en el volumen de Concha Zardoya, Cuentos del Antiguo NUlO<br />

, en cuyas primeras páginas leemos:


383<br />

El viejo Egipto atrae como un misterio, Una piedra grabada, recogide<br />

al borde del Nilo, es suficiente para iniciarnos, con sus inscripciones<br />

extrafias, en la curiosidad de lo que nos es indescifrable.<br />

Y surge un pasado fascinador que, al desvelarse a través de<br />

<strong>los</strong> sig<strong>los</strong>, hace sentir un inmenso goce inteletual, ¡Lo muerto resucita!<br />

Y ahora sabemos que en aquella piedra puede leerse: “El belb<br />

hijo de Anión.” Por último, la realidad de unas seres vivos toma<br />

cuerpo Ptahnior,Hekit,la reina Hatshepsut,Nikakerit,Pt&lrHOtep...<br />

La fantasía hace palpitar vidas, exhala alientos, descubre pasionec,<br />

corporiza <strong>los</strong> suef<strong>los</strong>, en estas Dos Tierras que fertiliza Hapí,<br />

el muy benéfico. Ha salido la luna, redonda y brillante. En las casitas<br />

de cieno de la orilla duermen seres de carne y hueso, como en<br />

<strong>los</strong> grandes palacios faraónicos, hasta que aparezca el sol. Mas, en<br />

las tumbas, las momias eternas sueflan con Osiris, el dios de <strong>los</strong><br />

muertos,<br />

Del alma colectiva surge lo Individual, que se pierde en la muerte.<br />

Y <strong>los</strong> himnos a la divinidad quedan en <strong>los</strong> papiros, en las estelas<br />

funerarias de las mansiones eternas.<br />

Y la Esfinge —el dios Harniahis— nos mira fijamente a través de<br />

<strong>los</strong> tiempos, mientras el viento y la arena la desgastan y azotan.<br />

La Pirámides apuntan al cielo e inscriben sobre el desierto su e—<br />

norne lección de geometría.”<br />

(Páginas 9—10)<br />

No obstante, de las primeras,qUE llamaremos “aiiibientaJ.e5” o “situaciona—<br />

les”, podemos citar entre otras a Las buellas perdiirable~, de Alberto Francés<br />

(Haz., 1941), en donde, tras la visita a El Escorial, un espaifol y un holandés<br />

comentan la relación histórica entre estas dos naciones; o La luz de la selva<br />

de José Sanz y ¡Maz


384<br />

por Car<strong>los</strong> Manuel de Céspedes, en lo que a Cuba se refiere.A la sazón,<br />

metrópoli y colonia acupábanse en preparar esos insignes episodios.<br />

La Corte, remedo de la de María Luisa, litografía vulgar de una<br />

pintura de Goya, y emperifollada a la moda del Segundo Imperio, cuyas<br />

novedades llegaban por el ferrocarrtl,rectéri introducido en Es—<br />

pafla, como el telégrafo, era la sal de la villa de su residencia,<br />

que a su vez era un gran cocido en el que simulaban <strong>los</strong> garbanzos:<br />

diputados, masones, ateneístas, conspiradores, esbirros, chu<strong>los</strong>,ce”<br />

santes y tahures, y <strong>los</strong> componentes sustanciosos, jamón,chorizo,ga<br />

lUna y carne de vaca, las personalidades en boga: Esparteros Narváez,<br />

Mendizábal, sor Patrocinio, o’Donnell, CastelarSerrano y don<br />

Juan Prim. La olla se improvisaba con pardas capas y estameifas<br />

frailunas, y prestaba su lumbre el sol de la celebérrima Puerta,.<br />

En tanta, luchábase en la Isla por la libertad. Por la suya, <strong>los</strong><br />

esclavos, y <strong>los</strong> patriotas por la del territorio. (.. .)“<br />

<br />

Ejemp<strong>los</strong> a <strong>los</strong> que se les suma un curioso volumen de Jorge Campos, !Ida.<br />

y trabajos cje un libro vielo contados por 41 mismo (Valencia, 1949>, al que<br />

con no pocas dificultades calificaríamos de conjunto de cuentos, pues a pesar<br />

de mantener cierta indepemdencia cada uno de sus siete pasajes, al estilo del<br />

LazartIl.a


365<br />

tan del gusto de la época, como también lo representa Aventuras de un español<br />

~n...iLÁanÁxx.(Madrid, Colección “Cuentos históricos’, 1942’?), en donde )anuel<br />

Ballesteros recrea la historia de don Rodrigo de Vivero y Aberruza, Gober—<br />

nador de Filipinas en tiempos de Felipe III, pues<br />

“<strong>los</strong> hechos que han sucedido realmente superan en muchas ocasiones,<br />

en atractivo y en grandiosidad, misterio y emoción, a <strong>los</strong> que pueda<br />

inventar la novela y el cuento. Una prueba de esta verdad nos la dan<br />

las estupendas aventuras de un español en tierras del Japón.”<br />

, el enfrentamiento de<br />

españoles e italianos contra franceses, capitaneados respectivamente por<br />

Gonzálo> el Gran Capitán, y el Duque de Nemours, Luis de Arxnafac; Una.<br />

verdadera princesa, de María Luz , la figura de Simón Bolívar; S.l.<br />

aguila y la rosa


386<br />

munbnr~ha, de José de las Cuevas (1, 1944) la juventud de Isabel de Castilla:<br />

El primer beso, de Torcuato Luca de Tena Victor Hugo,<br />

Alfredo Musset y el señor Fould, ministro de Hacienda en el gobierno de<br />

Napoleón; Una noche en blanco, de Ana Maria de Foronda , Don Lope cte Fierro, capitán de <strong>los</strong><br />

tercios de Flandes; 81 conspirador y la delatora, de Cristobal de Castro<br />


38V?<br />

E) La tradición y lo legendario. Quizá más próximo al mundo ficticio de<br />

la creación literaria, y hasta más propio de esta labor artística podemos<br />

encontrar todo acontecimiento cuyo principal encanto radica en la imprecisión<br />

de su origen y en el no delimitar con claridad <strong>los</strong> campos de la realidad y de<br />

la no realidad; características que se desprenden en esencia de cualquiera de<br />

las manifestaciones tanto tradicionales como legendarias.<br />

Si bien <strong>los</strong> dos tipos nos remontan a un pasado uno, el primero, nos<br />

acerca más a la “realidad”, mientras que el segundo, el legendario, da más<br />

cabida a la “no realidad”, aunque se pretenda transmitir con matices seiidohis<br />

tóricos.<br />

Por ello, no nos extraifa que un conjunto de relatos, en <strong>los</strong> que el autor<br />

plasma la mayoría de las veces lo que oye o le cuentan, presente historias<br />

enraizadas en el saber popular, como EL..gsp~in, “leyenda japonesa” de Arcadio<br />

Learn


288<br />

ingenuos de matiz legendario “En el campamento de ¡sinaí, en corro, of a un<br />

hombre de Itzapula cinco historias de <strong>los</strong> jinetes de la llanura. En verso las<br />

dijo. Yo era el único extranjero, Oigamos al hombre de ttzapula.”; EL.niwryn<br />

da...Lennnr, de Angeles Villarta (Do~in¡a 1943>, “comienzos de leyenda”; A.<br />

bordo del Junco-Insignia (cuentos y leyendas> de Federico de Madrid (Lectm~a<br />

1943); tas trenzas de Ysha, leyenda veneciana de Aurora Mateos


368<br />

heroínas a un grupo de mujeres que se vistieron de guerreros cuando vieron<br />

perdido el combate de don Aznar contra <strong>los</strong> árabes; La copa de honor, “Leyendas<br />

históricas”, de María Luisa Ullán ~ 1945>, que sitúa la acción en época<br />

del Conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV; ¡a dama del Castellar (Leyenda<br />

medieval) de Javier Montemayor


aso<br />

de la Alhambra, y su esposa dofia Menda de Sanabria, que a pesar del interés<br />

del autor por dar un aire de autenticidad —“esta tradición está sacada de <strong>los</strong><br />

papeles de una antigua casa de. .. donde se conserva la historia de la causa<br />

seguida por <strong>los</strong> tribunales”-, no está exenta de ligeras pinceladas de fantasía<br />

que descubren en cierto modo el origen de la leyenda:<br />

silbaba a sus perros el toque de acometida.y salían como centellas<br />

ladrando y persiguiendo al extraviado transeúnte, que miedoso<br />

como todo el vulgo de aquella época, creía ver en <strong>los</strong> perros espíritus<br />

del mal en figura de canes,y corría despavorido a encerrar—<br />

se en su choza, donde pálida, jadeante y con el cabello erizado refería<br />

a su familia el espantoso peligro a que habla estado expuesto.<br />

Estos sucesos fueron corriendo de boca en boca; y al poco tiempo<br />

toda Granada creía, sin la menor duda, que de <strong>los</strong> Siete Sue<strong>los</strong><br />

salían cabal<strong>los</strong> ‘descabezados’ y enormes perros ‘lanudos’, que perseguían<br />

y acosaban al insensato que tuviera la osadí a o la desgracia<br />

de pasar cerca de aquel medroso sitio a medianoche; dando esto<br />

lugar a inverosímiles anécdotas de cerebros vacíos, que aún se conservan<br />

entre algunas personas de <strong>los</strong> tiempos que<br />


381<br />

LA FANTASÍA<br />

huy relacionado con uno de <strong>los</strong> aspectos temáticos que acabamos de tratar<br />

—lo legendario— y con una de las formas en que se manifiesta también el género<br />

—el cuento infantil—, se encuentra la fantasía, en el sentido de imaginación<br />

creadora de ensueño e ilusión, de realidad alterada y de no realidad, aunque<br />

ahora, en el cuento literario de <strong>los</strong> años cuarenta, su presencia requiere una<br />

valoración particular.<br />

que<br />

Somos partidarios de la postura de Mariano Baquero Goyanes cuando afirma<br />

“en consecuencia, no parece que sea necesario esforzarse por<br />

establecer diferencias entre cuentos leyendas, tradiciones, etc.<br />

ya que, en definitiva, se trata de un asunto de pura clasificación<br />

temática. Quiero decir que así como existen cuentos humorísticos,<br />

trágicos, sociales, <strong>los</strong> hay también legendarios, fantásticos,<br />

etcétera,” (23).<br />

Por ello, una vez reconocida la existencia de cuentos fantásticos,<br />

comentaremos las narraciones que, entendidas así ya desde el Romanticismo,<br />

inventan seres y sucesos, creados por la imaginación sin fundamento real; así<br />

para Enrique Anderson lmbert, “el narrador de lo sobrenatural prescinde de las<br />

leyes de la lógica y del mundo físico y sin darnos más explicaciones que la de<br />

su propio capricho cuenta una acción absurda, imposible”, y afecte:<br />

“Permite que en la acción que narra irrumpe de pronto un prodigio.<br />

Se regocije renunciando a <strong>los</strong> principios de la lógica y simulando<br />

milagros que trastornan las leyes de la naturaleza. Gracias a su<br />

libertad imaginativa lo imposible en el orden físico se hace posible<br />

en el orden fantástico. No hay más exílcación que la de su capricho 4<br />

Ese narrador finge, como explicación de lo inexplicable, la<br />

intervención de agentes misteriosos. A veces lo sobrenatural<br />

aparece, no personificado en agentes sino en un vuelco cósmico que,<br />

sin que nadie sepa cómo, obliga a <strong>los</strong> hombres a posturas grotescas.


392<br />

En las narraciones sobrenaturales el mundo queda patas arriba. La<br />

realidad se desvanece en <strong>los</strong> meandros del fantasear. Es -cono la<br />

magia— una violenta fuga a la Rada” (24><br />

De esta forma, el cuento fantástico por la “no realidad”, lejos de toda<br />

comprobación, entraría en contacto con la leyenda, a la vez que la gran carga<br />

imaginativa las coloca en un camino paralelo —aunque en distinto plano— al<br />

relato infantil y al relato maravil<strong>los</strong>o popular, que tan acertadamente han<br />

estudiado autores como Víadimir Fropp, Antonio Rodríguez Almodóvar, Carmen<br />

Bravo—Villasante, etc. (25)<br />

Cuando Santos Sanz Villanueva, al referirse a unas determinadas obras de<br />

Alvaro Cunqueiro, observa que en ellas<br />

“la realidad tangible está deliberadamente ausente y sobre unos<br />

escenarios estilizados da rienda suelta a una libertad anecdótica<br />

absoluta en la que se transgreden o desaparecen las coordenadas<br />

espacio—temporales y en la que lo insólito puede tener lugar al<br />

saltar por encima de las barreras de la lógica” (26)<br />

está en definitiva caracterizando a un tipo de escritos que nos transporte<br />

por obra de la fantasía, a un mundo mágico. ensoñado y metamorfoseado. La<br />

imaginaci6n se desborde y nos aparta de la realidad cotidiana, lo que permite<br />

soñar sin fronteras ni cortapisas aparentes —aunque bien conocemos la<br />

existencia de la censura—.<br />

Sin embargo, en estos años de posguerra eran otros <strong>los</strong> gustos, como<br />

sabemos, y dentro de la constante tradición realista 1 tan asumida entonces<br />

apenas tiene repercusión este enfoque temático, que al igual que el tema<br />

humorístico funciornaba como punto de evasián y de escape de la cotidiana<br />

existencia a la que férrea y rutinariamente estaban apegados; además, por otro<br />

lado, este tema se iba acomodando en el cuento j~fantil—jIJV5tIil, en el que se<br />

encontraba como pez en el agua.


393<br />

Si en otras latitudes, caracterizadas por importantes manifestaciones<br />

del cuento literario, estos años cuarenta son el inicio de interesantes<br />

evoluciones, en las que el relato fantástico ocupa su correspondiente lugar.<br />

tal como recuerda Enrique Pupo—Valicer al referir el potencial imaginativo de<br />

la ficción hispanoamericana contemporánea:<br />

A partir de <strong>los</strong> años cuarenta, sin embargo, el cuento explora posibilidades<br />

muy diversas. Decae cada vez más el regionalismo crío—<br />

llista que agotaba sus exiguas posibilidades. Por razones que no<br />

puedo esbozar en estas notas, surgían otras tendencias y otros públicos.<br />

Podría incluso hablarse del relato fantástico> de realismo<br />

mágico, del cuento psicológico y demás. Pero con rótu<strong>los</strong> más o menos<br />

sugestivos no se aclarará lo que verdaderamente ocurría por a—<br />

quella época. En <strong>los</strong> años de postguerra, el cuento se verá cada vez<br />

más dominado por la obra de grandes creadores.Bn la década compreir<br />

dida entre 1944 y 1954 aparecen libros capitales: EJ&nJ.nn~a (1944><br />

de Jorge Luis Borges


354<br />

Interés social e interés por lo inmediato, por lo vivido y no imaginado,<br />

que va en aumento con el paso del tiempo según nos acercamos al medio siglo, y<br />

que Medardo Fraile comenta con estos términos en su Introducción a Cuanta<br />

~~nafln1 rip nn~QIIprra (Madrid, 1986):<br />

Los cuentos fabulísticos, recreativos o ideáticos -con excepciones<br />

antes y después, como siempre—, dejan de ser la tónica de la narra-<br />

Uva breve, Se estrelló el cántaro de la lechera y muchos no esperan<br />

otra cosa que un presente precario. Si Poe vio que “con frecuencia<br />

y en alto grado el objetivo del cuento es la verdad”


395<br />

que tiene de más revolucionario,frente al cuento ‘fabulfstico’ anterior.<br />

A El cuento literario moderno (no el tradicional,fundado en la<br />

‘adniiratio’, en la maravilla> es la sinécdoque de la novela: la parte<br />

por el todo. Escoge una parte, un aspecto,un punto,a través del cual<br />

remite a la totalidad.” <br />

No obstante, a pesar del interés por la propia vida, por lo tangible,<br />

aún quedan —y ahora más que nunca, tras una guerra civil- esas ansias de<br />

transformar la realidad circundante, aunque constantemente este deseo de<br />

transfiguración sea vencido por unas fuerzas testimoniales más arraigadas en<br />

nuestra tradición literaria. Y es que resulta difícil buscar un equilibrio<br />

entre la realidad y la fantasía, aunque, a la hora de la verdad, la clave de<br />

nuestra existencia esté precisamente en saber compaginar ambas fuerzas, pues<br />

nosotros —dirá María Luz Martínez Valderrama


356<br />

hablaremos de la fantasía en sí, y por otro, de la fantasía cargada de<br />

misterio, en donde lo sobrenatural tiene una presencia casi constante y<br />

habitual.<br />

La “fantasía en sí”, como imaginación creadora de personajes, ambientes,<br />

mundos y escenas inexistentes, utiliza distintos elementos para confeccionar<br />

unas historias en donde se sobrepasa <strong>los</strong> limites de la realidad; entre estos<br />

elementos podemos destacar:<br />

A) Lo mítico.<br />

Narraciones que nos acercan a <strong>los</strong> extraordinarios días que vivieron las<br />

antiguas culturas de Grecia o Roma, fundamentalmente, como sucede en kan.<br />

verdes muros, de Alvaro Cunqueiro , que nos sitúa en Corinto a Titn, el hoplita de Kíos, que ha profanado<br />

el templo de Afrodita Pandemos, para robar el collar sagrado; o en otros<br />

relatos en donde la antiguedad clásica se manifiesta próxima y cercana a<br />

nuestros tiempos, como en Cupido busca piso, de Lola Guadix


357<br />

“A la mañana <strong>los</strong> dioses que habían bajado, raudos, de las cumbres,<br />

otra vez se asomaban acodados en el borde de la montaña de plata a<br />

la para el<strong>los</strong> árida tierra. Despertados del sueño que el astuto<br />

Mercurio les diera a beber, mezclado con olvido, <strong>los</strong> títeres<br />

disponían su camino a otra aldea


B) La personificación.<br />

388<br />

Gracias a ella no sólo se da vida a seres inanimados y se crean otros<br />

mundos parale<strong>los</strong> a la propia realidad, sino que por medio de la fábula y de la<br />

alegoría se atribuyen comportamientos humanos a animales de fácil<br />

reconocimiento —no fabu<strong>los</strong>os ni maravil<strong>los</strong>os— y se materializan ideas<br />

abstractas,<br />

Así, en Yo soy un monóculo fino..,, de Luis Iglesias de Souza que se negaba a admitir la verdad, con<br />

el auxilio de la fantasía, que todo lo hace posible, al ver que,<br />

levantándose trabajosas entre las líneas, cuatro letras 56<br />

arrancaban al papel, se alineaban, acicalándose y, a saltos sobre<br />

<strong>los</strong> renglones> como sobre vallas> llegábanse a la orilla impoluta de<br />

<strong>los</strong> márgenes y me rendían saludo y reverenda”<br />

en El orgullo cte la rosa de María Moreno Becerra una margarita<br />

y una rosa muestran sus sentimientos; o en <strong>los</strong> relatos de José Maria PeinAn que<br />

son protagonistas tanto unos zapatos, en Historia romántica de un par de<br />

~&pat~a (fl~ntngu 1948), como una pequeña y delicada flor> en Vida y medita


399<br />

clanes de una campanilla azul (D2mTh¡a, 1949>.<br />

De igual manera determinados animales, pertenecientes a nuestro más<br />

asequible y conocido entorno, se convierten en verdaderos responsables del<br />

desarrollo de la acción en otras tantas narraciones, como unos cabal<strong>los</strong> en<br />

Cuento de cabal<strong>los</strong> para hombres de Juan Fernández Pedrosa (Eotoa 1944); una<br />

cigarra, en El trompetero del rey de Guillermo Escrigas ; unos<br />

leones que dialogan cuando uno de el<strong>los</strong> se dirige con entusiasmo al circo y el<br />

otro con ojos mortecinos se ha escapado del circo con ansias de espacio y<br />

libertad, en Lna2..nnnaa de Tomás Borrás .<br />

Pero si en este último relato el águila protagoniza una historia junto<br />

con el viento, no es el único caso, por supuesto en donde algo inmaterial, no<br />

tangible, abstracto quizá pase al mundo de la existencia concreta y se<br />

presente en situaciones y en actos que muestren con naturalidad lo que en<br />

nuestro vivir se considera cotidiano y habitual; por ello el Tiempo se muestra<br />

cansado, en el breve relato Heredero del Tiempo de Aiiiaya de Bchenique<br />

; en Allá, en <strong>los</strong> tiemj~os de entonces de Tomás Borrás (Dmiiin¡a,<br />

1942> <strong>los</strong> dos bermanos, Bien y Mal, salen de casa de su padre a recorrer<br />

mundos y tienen muchas experiencias; en El verano en conserva de Tomás Borrás<br />

el Invierno es vencido por <strong>los</strong> adelantos del hambre; en El.<br />

árbol muerto de Tomás Borrás


4a0<br />

Calendario de <strong>los</strong> meses espaftoles. o rueda del Mio, tal como se ve en ciuda-ET1 w22<br />

des. aldeas y riberas, de Tomás Borrás (La cauta de asombros, Madrid, 1946)<br />

van apareciendo en escena <strong>los</strong> distintos personajes: Febrerillo el Loco, la<br />

seflara Marza, el seflorito Abril, ¡(aya, Don Junio, Julia, la tía Agosta,<br />

Septiembre y Octubre, S.L., el sellar Noviembre y Diciembre, conocido por<br />

Enero; o cuando la Muerte viene a cobrar su amargo tributo en Tas cuitas de la<br />

ma~rZñ de Tomás Borrás (~±aa, 1944>, o en L&..miaik.n. de Ermerinda Ferrari<br />

CXadin&, 1943>, o en Extrafla historia de O.K de José Maria Sánchez Silva<br />

<br />

Hace apenas diez minutos que ha estado aq¡~. Ha venido como lo o—<br />

tra vez,sin que sus pasos ni su respiración delataran su presencia.<br />

Xi fiebre me ha impedido, seguramente, reconocerle al principio.Eir<br />

tonces él se ha sentado también a <strong>los</strong> pies de mi cama y ha dicho<br />

simplemente:<br />

—¿Me recuerda usted?


401<br />

Es la eterna lucha entre el ser y el no—ser, la realidad y la no—realidad<br />

lo real vivido y lo real imaginado, lo que podemos localizar en <strong>los</strong> relatos<br />

que agrupamos en este apartado, que van desde la proclamación de la necesidad<br />

de ilusión, enfocada desde un prisma realista en Balo la máscara de Tomás<br />

BorrAs (DomtngQ, 1944>, hasta la defensa de la ilusión 1 de la fantasía.<br />

envuelta en lo maravil<strong>los</strong>o, en donde cobra forma lo inexplicable dentro de las<br />

leyes naturales, como en El dragón de <strong>los</strong> siete cerebros <br />

de Leccadio Mejías


402<br />

lanza su mirada a una ventana de vidrios de colores; no es tan claro el<br />

planteamiento otras veces, cuando de verdad se cuestiona si todo o parte de lo<br />

narrado —y> en definitiva, vivido por <strong>los</strong> personajes— es fruto de la fantasía<br />

como sucede en Donde comienza el inÉs allá de Eugenio Mediano <br />

(30>, en El abanico. la figura y yo de Rogelio Villalonga .<br />

Si forjamos mundos reales o ficticios a través de nuestra mente, no<br />

podemos olvidar aquellas otras narraciones que plantean vivencias surgidas de<br />

una mente trastornada. La locura será, por tanto, la llave que nos de entrada<br />

también a cosas hechos, mundos inexistentes, representados de una forma<br />

especial y muy significativa por una fuerza de la imaginación de cualidades<br />

sensiblemente acusadas. En La mirada taladrante de José Mart a Salaverria<br />

(LaD.tu.ra~, 1943>, gracias a las investigaciones del doctor Bernardo la mirada<br />

“entraba en el interior de las personas descubriendo un nuevo ser”, claro que<br />

el doctor acabó internado; y en La ciudad de ensueflo de Pablo Santamaría


403<br />

rente libertad.”<br />

uaiy..SoI, n<br />

2 68, diciembre-1949, págs. 128—129><br />

Sin embargo, si hasta ahora hemos aludido, según la pureza del tema, a<br />

a “fantasía en sí”, por otro lado, como se comentó más arriba, encontramos<br />

un conjunto de relatos de no muy sencilla clasificación> pero que tienen un<br />

denominador común: la fantasía matizada por el misterio, por lo enigmático,<br />

por lo oculto, que aporta además a las narraciones un conjunto de elementos<br />

que no siempre se pueden comprender o explicar. La gama de matices es<br />

vartadísima, y mientras unas veces se aproxima a la leyenda, como en EL.<br />

secreto del lago de José Sanz y Diaz


404<br />

-Las sefloras son ustedes muy impresionables y en todo ven lo sobrenatural:<br />

sin embargo, todo cuanto ocurre en la vida tiene una<br />

explicación naturalísí~; C.<br />

Los jugadores dejaron su partida y se aporoximaron al círculo de<br />

las sel~oras.<br />

-He oído —dijo uno de el<strong>los</strong>- hablar a este excéptico sobre la ausencia<br />

de lo sobrenatural en nuestra Vida y no estoy conforme con<br />

él; al contrarío, creo que el misterio nos acompafa a lo largo de<br />

nuestra existencia y, de cerca o de lejos, en nosotros mismos o en<br />

<strong>los</strong> que nos rodean, hemos sentido el roce de sus alas.”


405<br />

—Puede retirarse, sefior Valls.<br />

Sonrió y su sonrisa pareció iluminar la habitación ensombrecida<br />

en la que, vanamente esperándole, había dos mujeres abrazadas llorando<br />

silenciosamente, presas de un misterioso pavor. . . El seflor<br />

Valls comprendió que babia muerto.”<br />


406<br />

EL TEMA POLICiACO<br />

Huy relacionado con el último aspecto que acabamos de tratar dentro del<br />

tania fantástico, el misterio, se encuentra ahora este nuevo tema, aunque<br />

tenemos que advertir que es muy escasa su presencia en <strong>los</strong> primeros af<strong>los</strong> de la<br />

posguerra.<br />

Por un lado, el tema, propio de un género novelesco que desarrolla una<br />

trama en la que predominan la intriga o la acción, en sus orígenes se<br />

encuentra emparentado con la “novela de aventuras”, género que en el siglo XIX<br />

adquiere un gran impulso. Y así del protagonista romántico de aventuras se<br />

pasa al detective, personaje clave para desenmascarar el mal y a <strong>los</strong> que lo<br />

personifican, desvelar el misterio y la intriga ... pues representa la<br />

justicia y la ley en un contexto en el que otros personajes actúan al margen<br />

de ella, ya que la novela policiaca según sefiala Andrés Amorós “obedece<br />

a uno de <strong>los</strong> pocos prejuicios que son aceptados universal~nte: el malhechor<br />

es antisocial, debe ser hallado y castigado”.<br />

También en varios aspectos intrínsecos a la cualidad del tema, como<br />

veremos, se aproxinia a una de las manifestaciones de la prosa narrativa de<br />

mejor acogida por el público lector decomoflóflico de escasa cultura literaria,<br />

“la llamda ‘novela negra’ o ‘de terror’, repleta de escenas tétricas y<br />

melodramáticas —como sefiala Victor Manuel de Agujal’ e silva


409<br />

exenta de truculencias, se convertirán en <strong>los</strong> componentes esenciales de este<br />

tipo de relatos que tienen su nacimiento en el siglo pasado; y desde Edgar<br />

Alían Poe hasta nuestros días, diferentes autores han utilizado, en mayor o<br />

menor dosis, estos componentes para demostrar su maestría en el género, como<br />

Conan Doyle, ID, Hammett, G. Greene, 3. Le Garré.. . . o <strong>los</strong> espaoles Francisco<br />

García Pavón, Manuel Vázquez Montalbán y Eduardo Mendoza.<br />

Sin embargo, por lo que respecta a <strong>los</strong> abs en <strong>los</strong> que centramos nuestro<br />

trabajo, el número de ejemplares que consiguen reunir <strong>los</strong> ingredientes del<br />

relato policiaco son escasos. De nuevo tendremos que hacer referencia a<br />

nuestra peculiar censura, ya que esta literatura negra, de espionaje, de<br />

aventuras, mezcla el dinamismo y la intriga con no escasas cantidades de<br />

erotismo y perversiones, lo en que en muchos momentos puede chocar de una<br />

manera frontal con la moral que se pretende divulgar: aunque por entonces, si<br />

el erotismo estaba excesivamente difuminado dentro del tema amoroso de fuertes<br />

tonalidades rosas —como ya bemos visto—, si se podía encontrar postulados rAs<br />

o irnos sórdidos en una tendencia extendida en nuestras letras, el<br />

trernendismo, que levantó tal polémica, que mientras unos —según citas<br />

reflejadas en la obra de José Maria Martínez Cachero — lanzaban un “basta<br />

ya de novelas con monstruos, prostitutas~ pervertidos y náuseas. Basta,<br />

porque una sola quizá fuera paréntesis de gracia; pero tantas, casi todas, es<br />

un pecado y una injuria”: otros, <strong>los</strong> cultivadores, la defenderán, y entre<br />

el<strong>los</strong>, Cela, ha sebalado que “es curioso lo espantadi2a que es la gente que,<br />

después de asistir a la representación de una tragedia que duró tres abos y<br />

costó ríos de sangre, encuentra tremendo lo que se aparta un ápice de lo<br />

socialmente convenido ”. Desmesura,<br />

violencia y realismo llevado a sus últimas ccnsecuencibS que queda patente en<br />

la narración del doble asesinato llevado a cabo en El bonito crimen del


406<br />

~at.aam E~n±nfla, 1945), relato breve próximo a la ‘serie negra’, pues <strong>los</strong><br />

elementos brutales y sórdidos suelen cobrar tanta o más importancia que <strong>los</strong> de<br />

~ Intriga, aunque en esta ocasión todo anda envuelto en el especial tono<br />

humorístico de Camilo José Cela:<br />

Serafín subió; iba en silencio, al lado del portugués, y <strong>los</strong> pasos<br />

de ambos sonaron como martillazos en sus sienes. Daifa Digna preguntó:<br />

—¿Quién era?<br />

Nadie le contestó. Se miraron <strong>los</strong> dos hombres; no hizo falta más.<br />

Caga n’a tenda miraba como debieron mirar <strong>los</strong> navegantes de la época<br />

de <strong>los</strong> descubrimientos; en el fondo era un caballero. Serafín<br />

Ortiz,..<br />

Caga n’a tenda llevaba un martillo en la mano; Serafín cogió un<br />

paraguas al pasar por el recibidor.<br />

Doña Digna volvió a preguntar:<br />

-¿Quién era?<br />

Caga n’a tenda entró en el comedor y empezó un discurso que pare—<br />

cf a que Iba a ser largo.<br />

—Soy yo, sefiora; no se mueva, que no le quiero hacer dallo;no grite.<br />

Yo sólo quiero las peluconas.<br />

Doña Digna y doifa Perfecta rompieron a gritar como condenadas. Ca—<br />

ga n’a tenda le arreé un martillazo en la cabeza a do5a Digna y la<br />

tiró al suelo: después le dió cinco o seis martillazos más. Cuando<br />

se levantó le relucían sus colmil<strong>los</strong> de oro en una sonrisa siniestra;<br />

tenía la camisa salpicada de sangre...<br />

Serafín maté a doña Perfecta; más por verguenza que por cosa alguna.<br />

La mató a paraguazos, pegándole pa<strong>los</strong> en la cabeza, pinchándole<br />

con el regatón en la barriga... Perdió <strong>los</strong> estribos y se ensa—<br />

ff6: siempre le parecía que estaba viva todavía. La pobrecita no dijo<br />

ni esta boca es mia...<br />

Saquearon, no todo lo que esperaban, y salieron escapando.<br />

Serafín fue a aparecer en el Monte Moya, con la cabeza machacada<br />

a martillazos. De Caga n’a tenda no volvió a saberse ni palabra.<br />

El revuelo que en el pueblo se armé con el doble asesinato de las<br />

señoritas de Moreno Ardá, no es para descrito,”


409<br />

intriga, de la justificación de cada uno de <strong>los</strong> elementos de la acción que nos<br />

lleva a un final cuanto más sorprendente mejor. Por ello la calidad de estas<br />

historias guardará una relación directa con el ensamblaje de sus elementos,<br />

que a modo de rompecabezas, serán piezas claves para la completa construcción.<br />

En <strong>los</strong> relatos breves del momento destacamos dos direcciones diferentes<br />

del tema, que a su vez vienen a materializar dos de <strong>los</strong> delitos perseguidos<br />

por la ley que se consideran básicos e imprescindibles en cualquier historia<br />

policial, el hurto y el asesinato; y tras ello, la figura del ladrón y del<br />

asesino, la nota marginal y turbulenta frente al orden social, que está<br />

representado por el detective investigador, la policía o la guardia civil.<br />

Desde que Edgar Alían Poe introdujo al investigador O. Auguste Dupin, se<br />

han sucedido una serie de nombres que traspasan su propio mundo de ficción<br />

para ponerse a la altura del nombre de su creador, cuando no lo superan en<br />

popularidad, tanto en <strong>los</strong> personajes que defienden la ley —así tras el nombre<br />

del detective privado Sherlock Holmes está e). británico sir A. Conan Doyle; su<br />

compatriota G. 1


410<br />

medianoche” se publican en DDmingn y dan vida a una curiosa pareja, un<br />

periodista —el que cuenta en primera persona- y el comisario Camargo, que<br />

siempre solucionan distintos casos de asesinato —El caso de la muchacha<br />

~5trAngui&dn. , la nuerte de don Juan (5—noviembre--1944>,etc—,<br />

aunque si está presente la policía, encarnada por protagonistas fugaces, en<br />

otras narraciones, bien con aire internacional como el detective Bob Preston,<br />

el sabueso más caracterizado de la policía norteamericana”, en RL.25pantnb1~<br />

akz±az de Cecilio Benítez de Castro y en El<br />

terror de <strong>los</strong> Klerpsis


411<br />

habitual comida donde acuden escritores, policías, etc. , relacionados con el<br />

mundo del crimen, resulta ser el asesino; en El caso “Murlaler” de Jaime de<br />

Brexa


412<br />

<strong>los</strong> flanados y <strong>los</strong> elegidos (Enina, 1941) Pío Baroja nos presenta una histo-<br />

ría en la que Juan, joven exseminarista, a <strong>los</strong> seis meses de encarcelamiento<br />

por asesinato es absuelto al presentar claras muestras de esquizofrenia; en<br />

Juan de Vargas de F. J. Oyarzun


413<br />

resultó ser un policía que se había confundido de cuarto.<br />

Por último, debemos resaltar otro de <strong>los</strong> aspectos que van muy ligados al<br />

tena policíaco y que mejor demuestran la línea que une estos relatos a las<br />

narraciones de aventuras. Se trata de todo lo concerniente al mundo del<br />

espionaje. “Hoy, la novela policíaca linda con la de espionaje y la de<br />

ciencia—ficción —nos dirá Andrés Amorós


414<br />

—Conoce tu mano y tenía oculta,<br />

La bailarina suspiró,<br />

Conversación que surge en Asesinato en Las fleflas Cairotas , relato de Luis Antonio de Vega, autor que por <strong>los</strong> a<strong>los</strong> cuarenta<br />

publica historias de espionaje, narradas en primera persona, con personajes<br />

comunes (Coronel Lawrence, 1, 1


415<br />

de otros <strong>temas</strong> de creación, a pesar de la tradicionalidad literaria del<br />

momento, en donde no exista la violencia, la acción brutal y la ansiedad en la<br />

intriga, ya que estaba demasiado próxima y presente la guerra, y con ella una<br />

realidad que supera cualquier tipo de ficción.


416<br />

NOTAS<br />

(1) Como matización, tengamos presente que el humor puede llegar a conver—<br />

tirse en tema en el instante mismo que podemos decir “cuento de humor”;<br />

pero no podemos olvidar, como ya henos comentado que el humor, básicamente,<br />

es una actitud ante la vida, y que, por ello, se puede compaginar<br />

con cualquier otro tema. Por ejemplo, un cuento de amor e incluso un<br />

cuento de guerra, puede estar presentado y tratado, perfectamente, en<br />

clave de humor. Por todo ello, será muy conveniente que calibremos la do—<br />

sis de humor que transporta cada relato y entonces se hablará de “cuento<br />

humorístico” y de “cuento. , con notas de humar”.<br />


417<br />

celona, Ariel, 1978, p414—115.<br />

Derek ‘i. Loniax, “Reforma de la Iglesia y literatura didáctica: sermones,<br />

ejemp<strong>los</strong> y sentencias”, en Historia y crítica de la literatura española


418<br />

Venturas y desventuras de <strong>los</strong> cuatro condes (Alarcos, Olmos,<br />


419<br />

1974 (34 edición, revisada y aumentada>, p. 126.<br />

(33) Victor Manuel de Aguiar e Silva, Teoría de la Literatura, Madrid, Gredos<br />

1972, p. 204.<br />

Respecto a este tipo de novela Ricardo Navas—Ruiz (El Poinanticisnio Espa<br />

f!ol. Historia y crítica, Salamanca, Anaya, 1973) habla del escaso número<br />

de seguidores con que cuenta en España -un tal Agustín Pérez Zaragoza—,<br />

aunque gozó de mucha popularidad posiblemente por sus ingredientes “de<br />

violencia, amoríos y casualidades”


ABRIR "LOS PERSONAJES"

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!