Forward Kioto - Blog de Israel Pintor
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EDITORIAL ULTRAMARINA CARTONERA&DIGITAL<br />
Al momento contestó su madre.<br />
—Dime hijo.<br />
—¡Mamá, ven por favor! ¡Date prisa! ¡Y llama una ambulancia! Creo que<br />
estoy teniendo un infarto —le dijo mientras el móvil caía <strong>de</strong> sus manos.<br />
—¡Aguanta hijo! ¡Voy para allá! —le contestó su madre y colgó.<br />
Raimundo pensó que había hecho lo correcto. Su madre se ocuparía <strong>de</strong><br />
todo, como siempre hacía. Sólo tengo que <strong>de</strong>scansar, olvidarme <strong>de</strong>l cua<strong>de</strong>rno y<br />
esperar que mamá venga a cuidarme, se dijo mientras perdía el conocimiento.<br />
En esos momentos una llave abría la cerradura <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong>jando<br />
el paso libre a la doctora y a Francisca. Detrás iban los portadores <strong>de</strong> la camilla.<br />
Francisca lloraba silenciosamente, pero no se acercó a su hijo. No quería estorbar,<br />
tenía que <strong>de</strong>jar trabajar a los profesionales.<br />
Lloraba por su hijo y lloraba por ella misma. Se sentía culpable, lo había<br />
presionado <strong>de</strong>masiado. Esa era la prueba. Su hijo era débil, siempre lo había sido<br />
y ella <strong>de</strong>bería haberlo aceptado.<br />
Tenía que haber aceptado el diagnóstico <strong>de</strong>l doctor, un brote psicótico<br />
le dijo. Depresión, alteración <strong>de</strong> pensamientos, i<strong>de</strong>as <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nadas, <strong>de</strong>lirios,<br />
alucinaciones... Eso dijo el psiquiatra, pero ella no lo creyó. Simplemente su hijo<br />
tenía mucha imaginación. Por eso a veces hablaba solo. A<strong>de</strong>más, estaba alterado<br />
por la cocaína, pero se curaría, sólo la había tomado <strong>de</strong> vez en cuando. Eso había<br />
dicho Raimundo y él nunca le mentía. Aunque ahora ya no estaba tan segura. Tenía<br />
que haberle hecho caso al doctor y haberlo internado para el tratamiento.<br />
Raimundo notaba cómo la muerte —Alejandro, su Alejandro —seguía haciendo<br />
el trabajo para el que lo creó. El dolor <strong>de</strong> su corazón no le permitía pensar con<br />
claridad. Sin embargo, fue en esos momentos cuando en su mente apareció la<br />
respuesta a la pregunta. Esa pregunta que una noche <strong>de</strong> alcohol entre amigos los<br />
mantuvo entretenidos hasta el alba ¿Cuál era el oficio más antiguo <strong>de</strong>l mundo?<br />
Preguntó Raimundo esa noche. Paco, Javier, Aurora y Miguel se inclinaban por la<br />
prostitución, pero Raimundo <strong>de</strong>fendía que matar era el oficio más antiguo. Ahora,<br />
mientras agonizaba se daba cuenta <strong>de</strong> que tampoco eso era cierto. Había un oficio<br />
que sin duda era el más antiguo: el <strong>de</strong> narrador. Narrar, contar historias. Ese era en<br />
realidad el oficio más viejo <strong>de</strong>l mundo. Él había tenido la inmensa suerte <strong>de</strong> tener<br />
ese oficio. Por eso Alejandro y él vivirían durante años en los millones <strong>de</strong> personas<br />
que conocían sus historias. Pensó que tenía que contarlo antes <strong>de</strong> morir.<br />
Sobre la alfombra, al lado <strong>de</strong> Raimundo, estaba el cua<strong>de</strong>rno abierto por<br />
la mitad. Francisca lo cogió y vio que sólo había unas frases escritas en él: “Todos<br />
estábamos equivocados. El oficio más antiguo <strong>de</strong>l mundo es el <strong>de</strong> narrador” “Si<br />
no hubiera existido un narrador en el paraíso, nadie hubiera conocido la historia <strong>de</strong><br />
Adan y Eva. Tampoco la historia <strong>de</strong> Caín” “Estoy orgulloso <strong>de</strong> ser narrador, <strong>de</strong> tener<br />
este oficio, pero ya no puedo <strong>de</strong>dicarme a él. Ya no tengo más historias que contar”<br />
En la siguiente página sólo una frase: “Lo siento mamá”<br />
Fuera <strong>de</strong>l coche, la navidad tocaba a su fin. Era la noche <strong>de</strong> reyes. La