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Descargar - Viento Sur

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“La adhesión de<br />

Benjamin al<br />

materialismo histórico<br />

no significa la<br />

desaparición de su<br />

interés por la teología,<br />

pero ésta toma<br />

desde entonces<br />

formas poco<br />

convencionales”<br />

92 VIENTO SUR Número 112/Octubre 2010<br />

el aspecto que más le interesa del marxismo y<br />

aclara su visión del proceso histórico: la lucha<br />

de clases. Pero el materialismo histórico no<br />

sustituye a sus intuiciones “anti-progresistas”<br />

de inspiración romántica, utópica y mesiánica:<br />

se articula con ellas, ganando así una calidad<br />

crítica que la distingue radicalmente del marxismo<br />

“oficial” dominante en la época.<br />

Una de las manifestaciones más brillantes de<br />

esta diferencia es la inquieta atención que presta<br />

Benjamin a los peligros procedentes de los<br />

progresos de la tecnología moderna, en las antípodas<br />

del optimismo ilimitado de las principales<br />

corrientes de la izquierda en cuanto a los avances<br />

científicos y técnicos. Uno de los primeros<br />

ejemplos de esta actitud de “alarma de incendio” –inspirada por el pesimismo<br />

revolucionario que proclama el ensayo sobre el surrealismo de 1929– es un pequeño<br />

artículo titulado “Las armas de mañana” (1925), con el irónico subtítulo de<br />

“Batallas de cloracetofenol, cloruro de difenilarsina y sulfuro de etilo diclorado”.<br />

Su tema es la utilización de la química moderna al servicio del “militarismo internacional”:<br />

las próximas guerras podrán hacer uso de gases mortales –como el gas<br />

mostaza o la lewisita– que no distinguen entre civiles y militares y pueden destruir<br />

toda forma de vida humana, animal o vegetal, en un vasto territorio. El “ritmo” de<br />

esas futuras guerras químicas, contra las que no cabe defensa alguna, vendrá dictado<br />

por el deseo de cada potencia “no sólo de defenderse, sino también de aventajar<br />

el pavor provocado por el adversario provocando él mismo un pavor diez<br />

veces superior”. Estas futuras catástrofes superan la imaginación humana: “la<br />

enormidad del destino que amenaza” sirve de pretexto a la pereza mental y a los<br />

discursos consoladores sobre la “imposibilidad” de semejante guerra.<br />

Sorprende ver hasta qué punto este pequeño texto, sobrio y casi “clínico”<br />

–que tiene su equivalente en el aforismo titulado “Advertencia de incendio” en<br />

Sentido Único (1928), que trata también de la guerra química–, ha previsto las<br />

dramáticas consecuencias de las innovaciones tecnológicas para las guerras<br />

modernas. Aunque ni siquiera él, el más pesimista de los pensadores revolucionarios<br />

del período entre las dos guerras, podía prever el advenimiento de una<br />

forma de tecnología infinitamente más moderna y más mortífera que los gases<br />

tóxicos –el arma atómica–, percibió sin embargo, con agudeza extraordinaria,<br />

el tipo de peligros que conllevaba el progreso técnico en el marco de la civilización<br />

(burguesa) moderna. Este modesto artículo es un ejemplo impresionante<br />

de la lucidez de este “disidente de la modernidad”, de esta Casandra del siglo<br />

XX, cuyas sobrias advertencias han encontrado aún menos eco entre sus contemporáneos<br />

que los de la propia Casandra entre los troyanos.

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