Descargar PDF - Centro Cultural José Pío Aza
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donde no las hay, sino pobres, es medio de reprobación, porque jamás llega allí el<br />
Evangelio, como por gran experiencia se ve, que la tierra donde no hay este dote<br />
de oro y plata, ni hay soldado ni capitán que quiera ir, ni aún ministro del<br />
Evangelio". Y arremetía en contra de Bartolomé de Las Casas que venía<br />
predicando la obligación de restituir todo el territorio, dignidad, libertad y derechos<br />
de los indios peruanos, concretándolo en el reconocimiento de Tito Cusi como<br />
Inca heredero. Denunciaba a su hermano Bartolomé como "hijo del demonio, que<br />
sabe que si los españoles, llevados por la Providencia de Dios a estas tierras,<br />
devuelven los territorios a sus legítimos señores, desaparece el oro y la plata y por<br />
tanto, se condenarán, ya que se irán no solo los soldados sino también los<br />
misioneros".<br />
Personalmente me ha recordado mis años en la primera misión de la iglesia<br />
católica en Latinoamérica, fundada precisamente por Bartolomé de Las Casas en<br />
Rabinal, Baja Verapaz (Guatemala), el año 1535, de la que me cupo el honor de<br />
ser párroco y testigo del relato de los horrores acontecidos allá en los años de<br />
1980 a 1983, donde fueron asesinados 5.000 mayas, en su mayoría mujeres,<br />
niños y catequistas. Las descripciones que escuchamos de esas masacres son<br />
escalofriantes y recuerdan casi al pie de la letra las que describía Las Casas:<br />
"Item, yo afirmo que yo mesmo vi ante mis ojos a los españoles cortar manos,<br />
narices y orejas a indios e indias sin propósito, sino porque se les antojaba<br />
hacerlo, y en tantos lugares y partes que sería largo de contar. E yo vì que los<br />
españoles les echaban perros a los indios para que los hiciesen pedazos, e los vì<br />
así aperrrear a muy muchos. Asimismo vi yo quemar tantas casas e pueblos, que<br />
no sabría decir el número según eran muchos. Asimismo es verdad que tomaban<br />
niños de teta por los brazos y los echaban arrojadizos cuanto podían, e otros<br />
desafueros y crueldades sin propósito, que me ponían espanto, con otras<br />
innumerables que vi que serían largas de contar".<br />
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A R T Í C U L O