Descargar PDF - Centro Cultural José Pío Aza

verán a todos. Le replica Costa que no entiende, que eso es imposible. Le
responde Daniel: "Vos sos el que no entendéis cara blanquita". Arenga a todos los
demás que claman que tienen que ver a todos. El director tiene que dar la razón a
Daniel y decir que verá a todos. Le recomienda a la script que seleccione a Daniel
y a la niña que están muy bien.
En ese momento aparece sobre el cielo un helicóptero rojo que vuela sobre la
ciudad y lleva colgando una gran cruz. Se abrazan enardecidos productor y
director ante la visión. Salen con su carro en dirección que lleva el helicóptero.
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Secuencia con el helicóptero sobre la ceja de selva (escena que parece rodada en
Villa Tunari. Meramente parece la carretera que baja del puerto Málaga a
Quillabamba). Aparece en la carretera a toda velocidad el carro que maneja Costa
y donde va la secretaria y el director. Van comentando que están a 2.500 m. y dice
el director que Costa no sabe y cree que Colón llegó en paracaídas a lo que
responde Costa: "Costa sabe que estamos rodeados de indígenas hambrientos y
que eso significa miles de extras; nada de recurrir a esa mierda de efectos
digitales". Dice el Director que algo no cuela, que están con quechuas, con
indígenas de los Andes y qué hace Colón entrevistándose con indígenas de los
Andes. Replica Costa: "De los Andes o de donde sean, son todos iguales". La
razón, como siempre, es el dinero. "Poco dinero, en este caso", dice el Director.
Desaparece el carro en una nube de polvo.
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Secuencia levantando la gran cruz en la selva, con riesgo de vidas. Le dice el
Productor al Director, que es sensible a este problema: "¿Sabes cuánto nos
hemos ahorrado? 75.000. Así que cálmate un poquito".
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Secuencia ensayando el guión en el restaurante: Vemos los rostros sorprendidos
de varios niños Taínos ocultos entre la vegetación. Desde su punto de vista vemos
a Colón y sus hombres pisando por primera vez el nuevo mundo. Hay algunas
embarcaciones pequeñas en la orilla. Los niños perciben un olor desagradable
mientras las extrañas criaturas mojadas y sucias, unas barbudas, otros calvos, se
acercan hacia ellos dando traspiés en la arena. Los chiquillos ocultos en los
árboles sonríen y comentan sorprendidos intentando comprender quiénes son
esos seres.
Yo, Cristóbal Colón, humilde siervo del rey Fernando de Aragón y la reina Isabel
de Castilla, en nombre de Jesucristo, hijo del único Dios verdadero, tomo
posesión de estas tierras y mares y todo lo que contienen. Y con este acto
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G U I Ó N