Las Cinco Villas de Aragón durante la Guerra - Asociación Cultural ...
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Ramón Guirao Larrañaga<br />
do, que aquellos al parecer inofensivos <strong>la</strong>bradores eran los temibles guerrilleros<br />
<strong>de</strong> Sarasa, los heroicos <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong> San Juan <strong>de</strong> <strong>la</strong> Peña, los audaces<br />
patriotas que habían entrado en Sos para llevar a cabo una sorpresa militar<br />
en <strong>la</strong> cual se jugaban <strong>la</strong> existencia y con el<strong>la</strong> <strong>la</strong> suerte <strong>de</strong> sus familias y el porvenir<br />
<strong>de</strong> sus hijos. Cuanto más se les hubiera examinado, menos diferencias se<br />
habrían notado entre ellos y los horte<strong>la</strong>nos y habitantes <strong>de</strong> <strong>la</strong> cercana vega.<br />
Al dar <strong>la</strong>s siete en el reloj <strong>de</strong> <strong>la</strong> torre Feliciana, todos los trabajos <strong>de</strong>l mercado<br />
quedaron suspendidos y para los imperiales que ya empezaban a cruzar<br />
por <strong>la</strong>s calles este suceso pasó <strong>de</strong>sapercibido.<br />
De repente, se oyó <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> don Miguel Sarasa que gritaba: ¡San Jorge y<br />
<strong>Aragón</strong>!, a <strong>la</strong> que inmediatamente respondieron mil otras con frenético entusiasmo:<br />
¡Sos por España y por Fernando!<br />
A estos gritos siguió el toque <strong>de</strong> rebato en <strong>la</strong>s torres <strong>de</strong> San Miguel, Santa<br />
María, San José <strong>de</strong> Ca<strong>la</strong>sanz, <strong>la</strong> Virgen <strong>de</strong> Lerín y San Miguel <strong>de</strong> Vico, al que<br />
respondieron como un eco <strong>la</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cinco ermitas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cercanías <strong>de</strong> <strong>la</strong> vil<strong>la</strong>.<br />
Cuando los franceses comprendieron su situación y quisieron ponerse en<br />
<strong>de</strong>fensa ya era tar<strong>de</strong>.<br />
Mientras algunos guerrilleros abrían <strong>la</strong>s puertas <strong>de</strong> <strong>la</strong> vil<strong>la</strong> y daban entrada<br />
a sus <strong>de</strong>más compañeros y a los habitantes <strong>de</strong> los muchos caseríos, torres,<br />
huertas y cabañas diseminados por su di<strong>la</strong>tado territorio, y que armados <strong>de</strong><br />
todas armas cayeron sobre los franceses con ímpetu avasal<strong>la</strong>dor, los que se<br />
hal<strong>la</strong>ban <strong>de</strong>ntro, posesionados <strong>de</strong> los puntos citados comenzaron un nutrido<br />
fuego sobre los imperiales, cada vez más aturdidos y más espantados.<br />
De <strong>la</strong> alta torre <strong>de</strong> <strong>la</strong> iglesia parroquial partían certeros tiros que impedían<br />
reunirse a los franceses por aquel<strong>la</strong> parte; <strong>la</strong> casa <strong>de</strong>l Ayuntamiento, situada<br />
en una gran p<strong>la</strong>za, era un baluarte firmísimo para los nuestros; el antiquísimo<br />
castillo, levantado en el centro <strong>de</strong> <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción, que domina por<br />
completo, sobre <strong>la</strong> peña Feliciana, resultaba una posición inexpugnable.<br />
El combate más terrible, se libró sin embargo en el mercado. Al mercado<br />
acudieron los imperiales con gran golpe <strong>de</strong> gente, pero los carros <strong>de</strong> trigo y<br />
centeno, los sacos <strong>de</strong> patatas y maíz, <strong>la</strong>s cargas <strong>de</strong> hortalizas, los fuertes serones,<br />
los altos haces <strong>de</strong> leñas, eran otras tantas barricadas tras <strong>de</strong> los cuales<br />
los guerrilleros enviaban a los franceses el espanto y <strong>la</strong> muerte.