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Charles Baudelaire PDF - Arquitrave

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que la Muerte ya había marcado con su sello real. Sobre ese cuerpo, del que<br />

se ignoraba el nombre, no se hallaron ni papeles ni dinero, y se lo trasladó a<br />

un hospital. Es allí donde Poe murió, la noche misma del domingo 7 de<br />

octubre de 1849, a la edad de treinta y siete años, vencido por el delirium<br />

tremens, ese terrible visitante que ya había frecuentado su cerebro una o dos<br />

veces. Así desapareció de este mundo uno de los más grandes héroes literarios,<br />

el hombre de genio que había escrito en El Gato negro estas palabras<br />

fatídicas: «¿Qué enfermedad es comparable al alcohol?».<br />

Esa muerte es casi un suicidio, —un suicidio preparado desde hacía<br />

mucho tiempo. Al menos, ella causó escándalo. El clamor fue grande, y la<br />

virtud dio carrera a su canto enfático, libremente y voluptuosamente. Las<br />

oraciones fúnebres más indulgentes no pudieron no dar lugar a la inevitable<br />

moral burguesa, que no podía dejar que se le escapara una tan admirable<br />

ocasión. El Sr. Griswold difamó; el Sr. Willis, sinceramente afligido, estuvo<br />

más allá de lo conveniente. ¡Ay! aquel que había franqueado las alturas<br />

más arduas de la estética y que se había hundido en los abismos menos<br />

explorados del intelecto humano; aquel que, a través de una vida que semeja<br />

una tempestad sin calma, había encontrado medios nuevos, procedimientos<br />

desconocidos, para asombrar a la imaginación, para seducir a los espíritus<br />

sedientos de lo Bello, acababa de morir en algunas horas en un lecho de<br />

hospital, ¡qué destino! ¡Y tanta grandeza y tanta desgracia, para levantar un<br />

torbellino de fraseología burguesa, para volverse el pasto y el tema de los<br />

periodistas virtuosos!<br />

Ut declamatio fias!<br />

Esos espectáculos no son nuevos; es raro que una sepultura fresca e<br />

ilustre no se convierta en una cita de escándalos. Por otra parte, la sociedad<br />

no ama a esos rabiosos desdichados, y, sea que turben sus fiestas, sea que los<br />

considere ingenuamente como remordimientos, ella tiene incontestablemente<br />

razón. ¿Quién no recuerda las declamaciones parisienses cuando la muerte<br />

de Balzac, que sin embargo murió correctamente? Y más recientemente<br />

todavía, hace hoy, 26 de enero, justo un año, cuando un escritor de una<br />

honestidad admirable, de una alta inteligencia, y que siempre estuvo lúcido,<br />

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