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FEE <strong>Sus</strong> <strong>más</strong> <strong>hermosos</strong> <strong>escritos</strong> Amalia Domingo Soler<br />
quedarse en cama, y Juan no quiso jugar. Pasaron algunos días sin que vinieran las<br />
niñas, y Juan dejó de comer.<br />
Parecía increíble que aquel infeliz pudiera vivir. Al fin, una tarde las vimos volver<br />
vestidas de blanco como de costumbre, pero llevaban bandas negras, y gasas negras en<br />
los sombreros de paja. Albertina no venía, Me dio un salto el corazón, y pregunté a una<br />
de las criadas por Albertina:<br />
-Dice mamá que se ha ido al cielo - contestó una de las pequeñuelas.<br />
-¡Ha muerto! -dijo la criada con tristeza-. ¡Qué lástima de niña?<br />
Juan que estaba cogido a mi falda, se soltó, lanzó un grito horrible y se cayó al suelo,<br />
para no levantarse <strong>más</strong>. ¡Estaba muerto!...<br />
Yo estuve enferma de sentimiento; me impresioné en gran manera. Parecía increíble<br />
que un ser, al parecer tan pequeño, pudiera tener tanto cariño y sentir tanto. ¡Pobrecito!<br />
¡Qué días pasó antes de morir! Sin tomar alimento, y de noche llamando a Albertina.<br />
A veces me parece que oigo su voz, y si vengo aquí al amanecer, creo que hasta le<br />
veo y escucho su triste canción.<br />
Mi marido dice que sí no fuera un niño, tendría celos; tan vivo está su recuerdo en mi<br />
memoria. ¡Pobre cieguito!<br />
Mucho nos conmovió el relato de nuestra joven amiga, y cuando poco después<br />
conocimos el espiritismo, tuvimos ocasión de leer las siguientes inspiradas líneas:<br />
"El niño ciego, olvidado de todos, en otra existencia había subido los escalones de un<br />
trono, y el espíritu conocido en la tierra con el nombre de Albertina, fue su esposa, el<br />
ángel de amor encargado de regenerar a aquel espíritu indomable y rebelde, que<br />
rechazaba la ternura y el sentimiento. El mendigo de hoy, monarca poderoso ayer,<br />
dueño de su libre albedrío, miró con profunda indiferencia la abnegación y la santa<br />
ternura de su compañera, que se entregó a la <strong>más</strong> austera penitencia para servir de<br />
víctima expiatoria y aplacar la cólera provocada por los grandes desaciertos de su regio<br />
consorte, y mientras éste era el terror de sus vasallos, ella murió de pena, creyendo que<br />
su adorado esposo se condenaría por toda una eternidad.<br />
"Al dejar el fiero monarca la tierra, comprendiendo cuánto valía el noble espíritu que<br />
él no había sabido amar, y que sólo viviera para él formó el propósito de amarle<br />
eternamente y buscarle en todas sus existencias para ofrecerle su amor.<br />
"Terrible es su historia y larga su cuenta.<br />
"En sus encarnaciones busca a su ángel de redención, y en todas ellas le encuentra<br />
por breves instantes. <strong>Sus</strong> corazones laten unísonos algunos segundos, y después... cada<br />
cual sigue su eterno viaje, hasta encontarse de nuevo en otra estación de la eternidad.<br />
"Amad, amad a los niños ciegos, que son tal vez los ciegos de otras edades!<br />
"¡Amad, que amando os engrandecéis!<br />
"¡Amad, que amando os regeneráis!<br />
"¡Amad, que amando purificáis la viciada atmósfera de vuestro planeta!<br />
"¡Amad, que amando saneáis el pantano de vuestras miserias, y dais nuevas<br />
condiciones de vida a vuestra triste cárcel de la tierra!<br />
"¡Amad, amad, porque el amor es el verdadero bautismo de las almas!"<br />
Es cierto; ¡el amor universal será el que un día regenerará a la humanidad!<br />
LOS NIÑOS<br />
¡Cuánto se ha escrito sobre los niños! Y no es extraño, porque ellos son la imagen de<br />
la esperanza, la realidad de la vida, la encarnación del progreso; ellos nos hacen sonreír<br />
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