Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
FEE <strong>Sus</strong> <strong>más</strong> <strong>hermosos</strong> <strong>escritos</strong> Amalia Domingo Soler<br />
Conocimos en Madrid a una excelente mujer, que está de portera en una gran casa,<br />
siendo una de esas mujeres de pueblo llenas de sentimiento y de amor a la humanidad.<br />
Donde hay un enfermo que velar, allí está ella; donde hay un gran apuro producido<br />
por la miseria, ella es la primera que acude y arbrita recursos, pidiendo a éste,<br />
suplicando a aquél, convirtiéndose en un verdadero agente providencial. Casada y sin<br />
hijos, todos los desgraciados son hijos suyos, pudiendo de ella decirse con sobradísima<br />
razón lo que decía el Padre Germán: que la mujer siempre es madre.<br />
Durante algún tiempo vivimos en la casa que ella guardaba, y tuvimos ocasión de<br />
admirar los bellísimos sentimientos de aquel ser de aspecto vulgar, pero que cuando<br />
hablaba nos encantaba; porque se expresaba con tan noble ardimiento, defendía con<br />
tanto calor a los pobres, y tomaba una parte tan activa en los dolores de sus vecinos,<br />
llorando con la viuda desolada, gimiendo con el niño huérfano, partiendo su escaso pan<br />
con el obrero sin trabajo, que adquirió un renombre honrosísimo entre sus conocidos,<br />
pues nadie la nombraba Ramona a secas, sino la buena Ramona.<br />
Su marido decía que se había casado con una hermana de la Caridad; reconocía la<br />
gran superioridad moral que sobre él tenía su mujer, y la miraba con cierto respeto<br />
impropio en un hombre del pueblo.<br />
Ramona no sabe leer; pero le gusta mucho escuchar la lectura de un buen libro; y<br />
muchas noches, cuando cerraba la puerta subía a nuestro cuarto para oírnos leer un rato,<br />
gustándole en extremo las obras de Kardec y de Flammarión.<br />
El último año que vivimos en su casa, nos dio una amiga nuestra cien reales para que<br />
los diéramos por la Nochebuena a una familia verdaderamente pobre, y como Ramona<br />
conocía a todos los desgraciados del barrio, la llamamos y tuvimos con ella el siguiente<br />
diálogo:<br />
-Ramona, va usted a oír una buena noticia. Disponemos de cinco duros para dárselos<br />
a una familia muy pobre, hoy por la noche, pues han de ser entregados en la misma<br />
Nochebuena, y queremos que usted nos indique un pobre realmente necesitado.<br />
-No tenemos que ir muy lejos -contestó ella con cierta tristeza-. Sobre este mismo<br />
cuarto está la buhardilla número 2, donde se están muriendo poco a poco un matrimonio<br />
y dos hijos. El padre es ciego, la mujer está tullida, la hija está tísica en el último grado,<br />
y su hermano, albañil, en camino de ello, y como le ven tan enclenque los maestros no<br />
le quieren dar trabajo, y pasan los infelices lo que no es para contarlo. ¡Ay! Si las<br />
paredes de esa buhardilla pudiesen hablar, crea usted que habría asunto para escribir<br />
muchas historias, y con las lágrimas que se han derramado dentro de esa habitación<br />
habría para formar un arroyo. Créalo usted, siempre que la alquilo se me oprime el<br />
corazón-. Y Ramona comenzó a llorar con profundo sentimiento.<br />
-¿Qué tiene usted? ¡Le sucede algo desagradable?<br />
-No, señora, sucederme no; sino que cuando llega la Nochebuena, me acuerdo de una<br />
desgracia que sucedió en esa buhardilla; desgracia que nunca olvido, pero, en fin, que la<br />
recuerdo <strong>más</strong> el día de hoy; y si no fuera porque tengo que estar entre la gente, crea<br />
usted que lloraría sin descanso. ¡Ah, señora! ¡Y cuántas penas hay en el mundo!<br />
-¿Y qué historia es esa? Cuénteme usted...<br />
-Es muy larga de contar; ya se la contaré otro día.<br />
-Esta noche suba usted cuando cierre la puerta, y ya que hoy es el aniversario...<br />
-Sí, sí; y crea usted que me alegro; porque desde que pasó aquello, que hoy hace<br />
cuatro años, ninguna Nochebuena me divierto. Mi marido se incomoda, pero yo no lo<br />
puedo remediar. Cuando oigo cantar y reír, me parece que veo a Feliciano, y me da una<br />
angustia... Nada, lo dicho; mi marido se irá a casa de su hermana, y yo me vendré con<br />
usted y le contaré esa historia, y estaré mucho <strong>más</strong> contenta que entre el barullo que<br />
tanto me entristece.<br />
Aquella noche subimos a la buhardilla, y entregamos a la pobre tullida los cinco<br />
www.espiritismo.cc<br />
34<br />
34