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FEE <strong>Sus</strong> <strong>más</strong> <strong>hermosos</strong> <strong>escritos</strong> Amalia Domingo Soler<br />
Para no cansarla le diré que durante unos veinte días, todas las noches veía al niño en el<br />
café, cada vez me gustaba <strong>más</strong>, y hacía el propósito de encargarme de él; pero este<br />
carácter mío, que es la irresolución personificada, no me dejaba decidirme de una vez.<br />
Y cuidado, que al ver marchar a aquel inocente, solo, para ir en busca de su abuela, que<br />
vendía periódicos en otro café, me daba pena; sufría, y deseaba que llegase la noche<br />
siguiente para volverle a ver. Una noche llegó al café, y nos dijo con mucha gracia:<br />
-Cómprenme entre todos, las cerillas que llevo; que cuando las vendo todas, mi<br />
abuela me da cuatro cuartos para mí; y yo quiero mis cuatro cuartos esta noche.<br />
-¿Para qué? - le preguntamos.<br />
-Para comprarme un bollo; que hace tres noches que sueño que me voy a morir; y<br />
dice mi abuela que cuando se sueña una misma cosa tres veces seguidas, aquello<br />
sucede; y por si me muero mañana, me quiero comer el bollo esta noche.<br />
-Pues no te mueras con ese sentimiento - le dijo uno de mis amigos, y le dio los<br />
cuatro cuartos. Yo pretexté que tenía que hacer, y me salí con el niño. Entré con él en<br />
una pastelería inmediata, y le dije: "Toma lo que tú quieras". Comió lo que quiso, y al<br />
salir me hice acompañar por él hasta su casa.<br />
-¿Me haréis el favor de ir mañana a mi casa con vuestro nieto? - dije a la abuela del<br />
niño. Este se sonrió, y exclamó: "Abuela, ¿cuándo crees tú que se cumple lo que sueña<br />
tres veces un niño?"<br />
-Cuando Dios quiere, muchacho -dijo la anciana-; déjame en paz. - Y volviéndose a<br />
mí, me preguntó afectuosamente a qué hora deseaba que fuera. Díjele la hora y nos<br />
despedimos. Quiso el niño acompañarme algunos pasos, y antes de separarnos, se me<br />
acercó con cierto misterio. "Oye, exclamó, ¿es verdad que sucede lo que los niños<br />
sueñan?"<br />
Yo no supe qué contestarle: pensaba en los sueños de mi hijo, y me horrorizaba.<br />
-No seas tonto -le dije por último-; no hagas caso de sueños, y hasta mañana. - Sin<br />
replicarme me cogió la mano; me la apretó, cosa que nunca había hecho, y se fue. Yo<br />
llegué a mi casa, y en toda la noche no me fue posible conciliar el sueño.<br />
Al día siguiente contaba las horas con afán. Dieron las once, que era la hora señalada,<br />
las doce, la una, y la anciana no venía con el niño. Yo que sabía donde vivían, fui a su<br />
casa, y me encontré a la pobre mujer rodeada de unas cuantas vecinas, que trataban de<br />
consolarla. Al verme, la infeliz me dijo sollozando:<br />
-Ha muerto llamándole a usted. ¡Hijo de mis entrañas! ¡No era para este mundo!<br />
Llevóme donde yacía el niño, el cual parecía estar durmiendo. Al verlo, sentí mi<br />
corazón destrozado como cuando murió mi hijo.<br />
Ordené que le hicieran un buen entierro, y que le depositasen en el panteón de mi<br />
familia, y no le puedo a usted decir lo triste que me quedé y lo preocupado que estuve<br />
durante algún tiempo.<br />
Un amigo mío espiritista me dijo que tal vez yo había visto dos veces a mi hijo sobre<br />
la tierra. Entonces leí; asistí a algunas sesiones; pregunté, y distintos médiums me<br />
dijeron que el espíritu de mi hijo tenía una historia muy triste y original. Que él era<br />
efectivamente el pequeño fosforero que supo ganarse mi simpatía; que antiguamente<br />
había poseído el don de profetizar; mas habiendo hecho mal uso de la revelación, tenía<br />
que pagar algunas deudas.<br />
Los presentimientos de sus dos últimas existencias no habían sido sino<br />
manifestaciones del espíritu profético que antes poseyera.<br />
Yo pedía que mi hijo se comunicara, y una noche me dieron una comunicación, que<br />
no sé si sería de mi hijo.<br />
-¿Pero usted es médium?<br />
-No sé si me inspiran o si escribo yo solo. Yo nunca he hecho versos, y el espíritu de<br />
mi hijo me dictó unos versos sencillos, pero llenos de sentimiento.<br />
-¿Se acuerda usted de ellos?<br />
-Unicamente de la cuarteta final, que decía:<br />
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