Al_Trote_07

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36 Pluma y pelota Jugar de dos Por Leo Gabino / Ilustración: MEM te condiciona Pasá pibe, pasá tranquilo, no te intimidés, adelante ponete cómodo, sentate ahí, mirá. Ahora preparo unos… ¿Tomás mate, no pibe? Te pido disculpas por las condiciones, sé que no son las mejores, pero bueno, es lo que hay. A propósito, ¿No te hicieron problemas para…? Bueno, mejor, menos mal. Lo que pasa es que estos se ponen en putos a veces ¿viste?, más cuando se trata de algo como esto…¡Claaaro!, no todos los días lo vienen a entrevistar a uno, ¿entendés?, y … No les gusta mucho. Pablo era tu nombre ¿no?, Pablo sí. ¿Para donde era me dijiste…? Ah, sí, sí, cierto. Bueno Pablo, no sé, vos decime; vos querías saber lo del partido, ¿no?, ¿querés que arranque directamente por ahí, o...?, como quieras, pregunta nomás, no hay drama. Bueno decime, dale… ¿Empezamos?, ¿Ya está encendido el bicho ese? Una presentación…Y, no hay mucho que contar. Me llamo José Braulio Petruzzi, nací hace cuarenta años en Veinticinco de Mayo, provincia de Buenos Aires, soltero, sin hijos, y bueno…ex futbolista. Zaguero central… sí, siempre jugué de dos, por desgracia. Y… un puesto jodido, una mierda bah. Te condiciona mucho; ya sabés, todas esas boludeces que siempre se hablan: que sos el tipo rudo, el que hace el trabajo sucio atrás, el patadura. En sí, el malo de la película, ¿Por qué pensás que me dicen “El Hacha”? No… no fue por ese partido. Siempre me llamaron así; una injusticia… ¡Jugás de dos y resulta que sos un despiadado loco asesino! Encima perro. Y la verdad es que yo siempre fui un jugador correcto, en serio. Sí, es cierto que muchas veces me expulsaron, pero ¡Qué querés!, con eso de que el “hacha” de aquí, que el “hacha” de allá, los árbitros es como que se amilanaban, y toda esa perorata siempre terminaba jugándome en contra. Además los jugadores… ¡Actores de primera, eh! Por eso te digo Pablo, mira como te condiciona… Bueno, arranqué en Plaza España, de pibe. De infantiles a primera. Cuando tenía veintidós, creo, me fui a Tandil, a Independiente, dos o tres años más o menos. Me fue muy bien ahí, tanto que me llamaron los del Deportivo Maipú, de Mendoza, claro. Fue el año en el que participó del viejo Nacional “B”. Como ese mismo campeonato descendimos, me tuvieron parado un par de meses hasta que logré desligarme y pasé a Armenio, luego jugué un tiempo en Flandria, y después bueno, volví al “Dragón”… Plaza España quiero decir, donde se acabó mi carrera… mi vida, bah… Y… doce años pasaron ya de aquel último partido, de aquel incidente. Accidente mejor dicho. Porque en verdad eso es lo que fue, un accidente. Lo que pasa es que se volvió relevante porque fue trágico, catastrófico, por eso nadie lo entiende como tal. ¡Claro!, total el que se jode es uno. Comprendo el dolor de todos, obviamente, no me hago el pelotudo, la estoy pagando como ves, pero a mi… ¿Quién me entiende?, ¿Nadie sabe que esas cosas pueden pasar?, ¿Nadie me cree que fue un acto involuntario?... Lo que pasó además, parece mentira, fue que el partido tuvo más condimentos que una ensalada, porque toda la historieta había empezado días antes. No fue sólo
eso, ya te digo pibe, Pablo, porque, te repito, el hecho en sí fue accidental, pero hubo unos cuantos sucesos previos que hicieron la situación mucho más engorrosa… Todo comenzó el viernes previo al partido. Ambos planteles nos habíamos cruzado en “Zoom”, una discoteca de ahí de Veinticinco, en una movida que habían organizado para repudiar la violencia, porque en los últimos choques contra los de Juventud, el protagonismo se lo había llevado siempre el quilombo. Como sabrás, todo resultó una utopía. ¿Supiste de todo ese desastre vos, no?, claaaro, yo me la veía venir, te soy franco. Y justamente él fue quien empezó con las chicanas, viste como era de cargador el petiso. Cargada va, cargada viene… Sí, quizá me equivoqué en írmele al humo, pero lo agarré del cogote y no sé qué le dije, nada más, no fue para tanto. Pero al otro día me mató el petiso… todavía tengo grabada la tapa del diario, primera plana encima: “Noche de furia y destrozos en boliche céntrico. Declaraciones exclusivas del delantero de Juventud, Gino Anselmi: “Petruzzi me golpeó, temí por mi vida””. Imaginate, eso me puso loco porque nada que ver, para colmo, todos los medios, la gente, todo el mundo quería mi descarga, todos vinieron a buscarme, y yo en caliente dije cualquier cosa. Igual te digo… un poco que jugaron con mis palabras, porque no fue tan así, “ahora sí que le voy a arrancar la cabeza” habían publicado. A vos te parece pibe, Pablo ¡Me hicieron mierda los hijos de puta!, y eso salió el domingo, el mismo día del partido. Me dio por las pelotas, dije algo así, cierto, pero así como al pasar ¿te das cuenta? Nada del otro mundo. ¡Mirá que voy a matar a un tipo por semejante estupidez! Y todo esto que te cuento, todo eso que te conté, es para que entiendas por qué luego me condenaron de esa manera, si no hubiese existido semejante previa, las cosas hubieran resultado muy distintas… El partido era fundamental para ambos, ya que además de ser el clásico, quedaban dos fechas para finalizar el torneo. Ellos iban punteros, Sportivo segundo a dos puntos, y nosotros terceros a cuatro. Teníamos que ganar y esperar el milagro en la última fecha. Nunca vi, te lo juro pibe, nunca vi tanta gente en un encuentro disputado en Veinticinco, y creo que nunca habrá otro con tanta concurrencia. Desbordaba de gente. Pero poco importaba el encuentro. Anselmi versus Petruzzi, era lo único que interesaba, el principal atractivo: el ágil y frágil delantero, ante el duro y áspero defensor. El inofensivo ante el despiadado. La víctima frente a su asesino… Y empezamos para la mierda, porque a los veinte ya nos ganaban dos a cero, con uno del petiso… estaba imparable el hijo de puta. Me tiró un caño, me dejó mal parado en dos ocasiones. Pero yo nada… un señorito. El segundo tiempo fue otra cosa, se lo empatamos en ocho minutos. De ahí, fue un constante ida y vuelta, cada avance se transformaba en una acción peligrosa en ambas áreas ¡No sabés qué partidazo, querido! Tiros en los palos, salvadas milagrosas, encontronazos, pero yo con Anselmi igual, nada de nada. Hasta que llegó ese minuto… Ese minuto fatídico, el de la desgracia. Iban cuarenta y tres. En un córner a nuestro favor, fueron todos a buscar el gol del triunfo, menos yo que me quedé de último. ¡Mirá vos como es a veces el fútbol, eh! El petiso se había tirado hacia la derecha, esperando el rechazo para la contra, y así fue. El despeje defensivo le quedó servido a él. Ahí me le fui como una tromba, pero el maldito me la tocó larga por un costado dejándome tirado en la mitad de la cancha, y encaró mano a mano. Corrí, corrí y corrí, desesperado, pero no lo alcancé. Cuando enfrentó al arquero se la picó, era gol. Pero la pelota dio en el travesaño, tomó altura y volvió hacia el área chica. Era mi oportunidad de mandarla al carajo. Y ahí fue pibe, ahí fue cuando rechace. Tan ciego estaba por mandar la pelota a la concha de su madre, que te juro que no lo vi, por Dios que no lo vi venir, y eso es lo que nadie puede creerme. No vi como se arrojaba contra el balón de palomita, porque cerré los ojos, y le di con bronca, con furia, con todas mis fuerzas. Y luego el silencio total. Fue un instante, un segundo, hasta que abrí los ojos… Y ahí lo vi al petiso, a su cuerpo vacilando en el pasto. Y a su cabeza, que se iba por encima del travesaño… Caliento la pava, tomamos dos o tres más ¿Querés pibe?... Y bueno, de ahí en más ya sabés. Llevo doce años acá adentro, me quedan más de treinta todavía. Cuarenta y cinco me dieron, toda una vida… ¡Y todo porque! Porque te condicionan, jugar de dos te condiciona pibe, ¡Es así!, porque si hubiese sido al revés, seguro que el petiso zafaba, ¡Jugate que zafaba! Y a mí… Mira que condena… Nada de homicidio culposo, nada accidental, nada de eso. Asesinato. Así nomás, a sangre fría… Así es la cosa pibe, Pablo, no hay vuelta que darle… <strong>Al</strong> menos si la cabeza hubiese entrado en el arco, habrían ganado tres a dos, y quizá la condena hubiera sido menor. Pero no, hasta eso, la muy puta se tuvo que ir por arriba del travesaño… 37
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