Tomo II.PDF - El Mundo Bíblico
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HISTORIA DEL PENSAMIENTO CRISTIANO, T_ 11<br />
su uso frecuente de distinciones sutiles, ha dado por resultado un<br />
desconocimiento general de su metafísica y su teología, así como<br />
frecuentes interpretaciones erróneas de la naturaleza y propósito de su<br />
obra. Duns Escoto mereció el título de «Doctor Sutil», por el que se le<br />
conoce comúnmente. Es cierto que sus distinciones socavaron buena<br />
parte de lo que había sido aceptado tradicionalmente. Pero su propósito<br />
no era la mera crítica con intención de destruir, sino más bien<br />
ofrecer una nueva síntesis que fuese profundamente agustiniana y<br />
franciscana y que sin embargo tomase en cuenta los problemas planteados<br />
por la crítica de los aristotélicos a la teología tradicional. Aunque<br />
Escoto logró producir tal síntesis, las dificultades de su estilo, la nitidez<br />
del pensamiento de Santo Tomás, el uso que algunos teólogos posteriores<br />
hicieron de sus críticas a opiniones tradicionales, y la decadencia<br />
general de los años que siguieron a su muerte, fueron factores que<br />
evitaron que su pensamiento lograse la aceptación general de que Santo<br />
Tomás llegó a gozar.<br />
A pesar de la sutileza de sus distinciones. Escoto es un teólogo<br />
típicamente franciscano por cuanto para él la teología es una disciplina<br />
práctica.4 Esto no quiere decir que tenga que ser directa y sencillamente<br />
aplicable a lo que hoy llamamos cuestiones «prácticas», sino más bien<br />
que el propósito de la teología es llevar al ser humano hacia el fin para<br />
el que ha sido creado.5<br />
<strong>El</strong> primer punto en el que Escoto se ve en la necesidad de ofrecer una<br />
alternativa que evite tanto los problemas del tomismo como los del<br />
agustinianismo tradicional es la cuestión del objeto propio del conocimiento<br />
humano. La doctrina de la iluminación, sostenida por el<br />
agustinismo tradicional, había llevado al maestro parisiense Enrique<br />
de Ghent a la conclusión de que Dios es el objeto propio del intelecto<br />
humano, pues si el verdadero conocimiento consiste en la presencia de<br />
ideas eternas en nuestra mente, se sigue que ese conocimieflto no es<br />
otra cosa que la presencia de Dios mismo. Por otra parte, hi posición<br />
aristotélico-tomista lleva a la conclusión de que el objeto propio del<br />
intelecto humano es la esencia de cosas materiales. Cada una de estas<br />
dos posiciones envuelve serias dificultades. La de Enrique de Ghent<br />
parecería exigir la capacidad de tener un conocimiento de Dios directo<br />
Comisión Escotista en 1950 dedica trescientas páginas a estos problemas. Más breve<br />
es la introducción de K. Ballc, «Duns Scotus werken in het licht van de tekstkritiek»,<br />
CollFranNeer, V<strong>II</strong> (1946), pp. 5-28. Balic es director de la Comisión Escotista.<br />
4 OreL, pral., pars 5, q. 1-2 (ed. Comisión Escotista, 1, 217).<br />
5 Este el tema central de la excelente introducción al pensamiento de Scoto por B.M.<br />
Bonansea, Man and His Approach lo God in John Duns Scolus (Nueva York, 1983).<br />
LA TEOLOGIA OCCIDENTAL 325<br />
e intuitivo, y que ese conocimiento fuese suficientemente claro como<br />
para que la mente pudiese contemplar en la esencia divina los objetos<br />
particulares y materiales. Contrariamente a lo que esta posición supone,<br />
nuestro conocimiento de Dios en nuestro presente estado no es<br />
directo ni primario, sino que llegamos a él a través del conocimiento de<br />
los objetos físicos. Por otra parte, la posición de Santo Tomás parecería<br />
negar la capacidad de la mente humana para el conocimiento de objetos<br />
más allá de lo material y particular. ¿Qué entonces del conocimiento<br />
de Dios? Una posibilidad sería seguir el camino de Santo Tomás, y<br />
apelar a la analogía; pero más adelante veremos que Escoto tiene<br />
razones para no aceptar la doctrina tomista de la analogía. Por lo tanto,<br />
la única alternativa que Escoto puede seguir es la de declarar que el<br />
objeto propio y primario del intelecto humano es el ser en cuanto tal.<br />
Duns Escoto evita estas dificultade!; al afirmar que el objeto<br />
primario y propio del intelecto humano no es el ser inmaterial,<br />
Dios, ni el ser material, ... sino el ser simple y sin calificativo alguno,<br />
es decir, el ser como ser (ens in quantum ens). <strong>El</strong> ser puede predicarse<br />
de todo, y nada puede ser conocido que no sea un ser. Lo<br />
que es, por el solo hecho de ser, es inteligible. Por lo menos una<br />
cosa puede predicarse de él: existe. Los límites del ser y de lo<br />
inteligible son los mismos, y sólo el no ser o la nada resulta<br />
ininteligible tanto para nosotros como para cualquier otro intelecto.6<br />
<strong>El</strong> hecho de que el ser nos es conocido sencillamente como tal, sin<br />
calificativo alguno, implica que «ser» se predica en sentido unívoco de<br />
todos los seres? Este es uno de los principafes puntos de contraste entre<br />
el escotismo y el tomismo -pues el último afirma que el ser se predica<br />
de Dios y de las criaturas por analogía- y fue por tanto motivo de<br />
largos debates entre los seguidores de ambas escuelas.8 Escoto rechazaba<br />
la teoría de la analogía porque le parecía crear más problemas de<br />
los que resolvía. La teoría de la analogía haría prácticamente imposible<br />
6 E. Bettoni, Duns Scolus: The Basíe Principies of His Philosophy (Washington D.C., 1961),<br />
pp. 32-22.<br />
7 T. Barth, «Zur 'univocatio entis' bei Johannes Duns Skotus», WuW, XXI (1958), pp.<br />
95-108; Bettoni, Duns Scotus, pp. 33-39. Sobre su metafísica, véase también: T. Barth,<br />
«Die Grundlage der Metaphysik bei Johannes Duns Scotus: Das Sein der Synthese<br />
von Gemeinsamkeit und Verschidenheib>, WuW, 27 (1964),211-28; H. Borak, «Metaphysischer<br />
Aufbau des Seinsbegriffes bei Duns Scotus», WuW, 28 (1965),39-54.<br />
8 M. Schmaus, Zur Diskussion über das Problem der Univozilat im Umkreís des Jcilannes<br />
Duns Skolus (München, 1957).