Tablas de Sangre de José Rivera Indarte - Spanish
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Leila Area<br />
El tema <strong>de</strong> las fronteras, que es el <strong>de</strong> los espacios y que es el <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>ntidad,<br />
ocupó distintos niveles <strong>de</strong>l discurso letrado <strong>de</strong>l siglo XIX: <strong>de</strong>finir quiénes<br />
somos, <strong>de</strong>finiendo también quiénes no somos o no queremos ser. En este<br />
contexto, la metáfora a-tópica <strong>de</strong> la peregrinación o el exilio arman una<br />
<strong>de</strong>nsidad narrativa fuerte en los jóvenes <strong>de</strong>l 37; <strong>de</strong>nsidad que, sin embargo,<br />
no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> insistir en el vacío—extraño e inquietante—que la figura <strong>de</strong>l<br />
pater Rosas imprime y exhibe <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su escritura, <strong>de</strong>sbordándola.<br />
Recor<strong>de</strong>mos que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la perspectiva freudiana, lo extraño inquie-<br />
tante—es <strong>de</strong>cir, lo siniestro—aparece siempre que se pier<strong>de</strong> la distancia<br />
a la que, normalmente, se mantiene el objeto, porque el espacio pier<strong>de</strong> su<br />
dimensión habitual. Y en la vida cotidiana, coexisten momentos en que<br />
parece que lo siniestro se aleja, pero cada vez que resurge, anuncia una<br />
enajenación progresiva <strong>de</strong> los sujetos que intentan que su percepción permanezca<br />
fiel al objeto que otrora fuera familiar. Así, en esta alternancia, se<br />
insinúa la dinámica entremezclada <strong>de</strong>l recuerdo y <strong>de</strong>l olvido. Entonces, en<br />
medio <strong>de</strong>l hueco negro <strong>de</strong>l <strong>de</strong>salojo, inmersos en lo siniestro <strong>de</strong> lo innominado,<br />
<strong>de</strong> la amenaza <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la sombra que se materializa cotidianamente,<br />
sin dar la cara, el afuera comienza a confundirse con el a<strong>de</strong>ntro y la actividad<br />
perceptiva se mo<strong>de</strong>la cada vez más en la experiencia <strong>de</strong>l espejo, en au-<br />
sencia <strong>de</strong> otro que responda, que no se escamotee y regrese a su oscuridad<br />
pavorosa, la proyección <strong>de</strong> los sujetos intenta reconstruirse en su realidad.<br />
Pero, con una torsión más <strong>de</strong>l espiral siniestro, lo que es proyectado vuelve<br />
a su lugar <strong>de</strong> origen y lo siniestro confun<strong>de</strong>, hasta hacer dudar acerca <strong>de</strong> si<br />
lo exterior es realmente lo exterior.<br />
Entre rumores, susurros y versiones se asiste a una multiplicación <strong>de</strong> lo<br />
mismo, que a veces se manifiesta como extraño, a veces como familiar en el<br />
seno <strong>de</strong> una realidad afectiva—y afectada—don<strong>de</strong> todo se repite in<strong>de</strong>finidamente<br />
a<strong>de</strong>ntro y afuera, y don<strong>de</strong> el tiempo gira sobre sí mismo, se anula<br />
y finalmente se reduce al espacio. Un espacio <strong>de</strong>limitado por la frontera<br />
<strong>de</strong>l recuerdo y aquella <strong>de</strong>l olvido; estrategia multiplicadora <strong>de</strong> lo siniestro<br />
que se convierte en una matriz pantanosa <strong>de</strong> toda posibilidad <strong>de</strong> memoria,<br />
en este caso, <strong>de</strong> una memoria que insiste y persiste como sentimiento<br />
re-sentido. 8<br />
Dicen que dicen … que en ocasión <strong>de</strong> que Florencio Varela programara<br />
su viaje a Inglaterra para pedir a los ingleses que intervinieran con las armas<br />
en el Río <strong>de</strong> la Plata, <strong>de</strong>bía acompañar la solicitud con “argumentos” para<br />
incentivar a las potencias europeas dado que éstas necesitaban “motivaciones”<br />
para justificar (?) su intervención. Así fue como, en 1843, Varela encarga<br />
la confección <strong>de</strong> un inventario <strong>de</strong> “atrocida<strong>de</strong>s atribuibles al Restaurador”<br />
a <strong>José</strong> <strong>Rivera</strong> <strong>Indarte</strong>—quién convertido al Romanticismo y transformado<br />
en mortal enemigo <strong>de</strong> Rosas—era la pluma más indicada para llevar a cabo<br />
la tarea, ya que su escritura había adquirido la fogosidad necesaria como<br />
para poner en escena toda la escala tonal <strong>de</strong> la animadversión. 9