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Revista: Chispas No. 2 - Conafe

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32<br />

muy claro que ella no podría hacerse cargo de<br />

mí porque trabajaba como doméstica en una<br />

casa.<br />

También a mí me colocó como doméstica<br />

en una casa de la ciudad de México, donde<br />

había varias señoras con el mismo trabajo,<br />

entonces empecé a sentirme mal. <strong>No</strong> era posible<br />

que hubiera hecho el viaje para terminar<br />

lavando trastos, yo quería estudiar. Se lo<br />

comenté a una de las señoras del lugar y me<br />

dijo que para personas como yo no había escuelas,<br />

que yo era diferente y que no existía<br />

un lugar para mí. A pesar de todo tuve suerte,<br />

o tal vez no se trate de suerte sino que había<br />

luchado tanto por estudiar, que tenía que lograrlo.<br />

Otra señora escuchó sobre mis deseos<br />

y me sacó de aquel sitio para llevarme con<br />

una familia oaxaqueña, en el Distrito Federal.<br />

En esa nueva casa tuve la oportunidad de<br />

estudiar la secundaria y la familia me recibió<br />

como si fuera una más de sus integrantes. Les<br />

dije claramente que no quería que me pagaran<br />

ni un centavo, que les lavaría y les plancharía,<br />

pero que me dejaran estudiar.<br />

El director de la secundaria me aceptó en<br />

la escuela; me dijo que no iba a responder<br />

por lo que me pasara ahí. Me dijo que las muchachas<br />

y los muchachos se burlarían mucho<br />

de mi manera de hablar.<br />

Dicho y hecho, la secundaria fue la peor<br />

etapa de mi vida. Llegaba feliz y regresaba<br />

llorando, eso fue durante los tres años de estudio.<br />

Aunque era una de las mejores, estaba<br />

becada y con regularidad salía en el cuadro<br />

de honor, mis compañeros no estaban orgullosos<br />

de que yo fuera parte de su grupo. Me<br />

llamaban india y me decían que me regresara<br />

a mi pueblo.<br />

Yo no sabía hablar bien el español y la mayoría<br />

de las veces no sabía qué contestar. <strong>No</strong><br />

comprendo cómo podía leer en español<br />

y entender lo que me decían,<br />

sin hablarlo.<br />

Sabía decir sí y no y de esa manera avanzaba<br />

cada día, a pesar de ser insultada, de que me<br />

pegaran chicle en el cabello o me mancharan<br />

la falda.<br />

Mis maestros siempre me apoyaron. Una<br />

maestra me ayudó a hablar español, a formar<br />

oraciones, responder y a exponer mis<br />

ideas.<br />

Hay cosas de todo esto que se han quedado<br />

dentro de mí y a veces, sola, las recuerdo,<br />

cuando es de noche o hace frío, y unas me<br />

dan risa y otras ganas de llorar.<br />

La primera comida que tuve frente a mí<br />

fue un plato con huevos estrellados y un<br />

vaso de leche. A pesar de que estuve a punto<br />

de vomitar, tuve que comer. <strong>No</strong> comprendía<br />

por qué comían al pollito antes de nacer, nosotros<br />

en la comunidad los criábamos para<br />

comer después, cuando fueran carne. Tampoco<br />

entendía eso de tomar leche, si no somos<br />

becerros.<br />

La señora con la que viví y sus hijos me<br />

enseñaron los detalles de la vida en la ciudad<br />

y me apoyaron. Tuve muchísimo acompañamiento<br />

de su parte, en especial de Eva, que<br />

se quedaba hasta tarde conmigo para ayudarme<br />

con la tarea, a pronunciar bien las<br />

palabras, a escribir mejor.<br />

A veces, cuando terminaba el día con el estómago<br />

lleno, con un sitio cálido para dormir,<br />

me sentía triste y sola. Eva estaba conmigo y<br />

doña Lupita y las paredes, las cobijas, el lamento<br />

de los camiones nocturnos que es un<br />

lamento como de trenes, pero yo no estaba<br />

conmigo. <strong>No</strong> estaba conmigo. ¿Por qué no<br />

podía desvelarme para aprender a escribir<br />

en chinanteco? ¿Por qué no podía tener discusiones<br />

sobre geografía o civismo<br />

en chinante-<br />

co? Entonces recordaba aquel poema de José<br />

Emilio Pacheco, llamado "Indeseable":<br />

<strong>No</strong> me deja pasar el guardia.<br />

He traspasado el límite de edad.<br />

Provengo de un país que ya no existe.<br />

Mis papeles no están en orden.<br />

Me falta un sello.<br />

Necesito otra firma<br />

<strong>No</strong> hablo el idioma.<br />

<strong>No</strong> tengo cuenta en el banco.<br />

Reprobé el examen de admisión.<br />

Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.<br />

Me desemplearon hoy y para siempre.<br />

Carezco por completo de influencias.<br />

Y nuestros amos dicen que ya es hora<br />

de callarme y hundirme en la basura.<br />

Mejor que este poeta yo no lo puedo decir. A<br />

pesar de todo, cada vez que voy a mi pueblo<br />

le digo a mi gente que le eche ganas, que sí se<br />

puede. Ahora lo creo porque veo a los niños<br />

con los que trabajo, a los cuales les transmito<br />

mi cultura. La educación está más allá de las<br />

escuelas, la educación somos todos, pero si<br />

no hay respeto, lo único que podemos construir<br />

es ignorancia.<br />

<strong>No</strong>ta<br />

Texto creado a partir del testimonio de Alicia Gregorio<br />

Velasco, chinanteca originaria de San<br />

Antonio Analco, en la sierra norte de<br />

Oaxaca.

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