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Preguntas que siempre suelen hacerse

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necesidad del hombre tener una patria. Nietzsche se lamentó de<br />

su falta de patria interior con estas palabras: «¡Ay del <strong>que</strong> no<br />

tenga patria!» (“Weh dem, der keine Heimat hat!”). En este<br />

mundo sólo tenemos una patria temporal; por lo cual Pablo<br />

escribe a los Filipenses: «Mas nuestra ciudadanía está en los<br />

cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo»<br />

(Fil 3:20).<br />

4. El cielo, lugar de alegría. Una fiesta de bodas es un motivo<br />

especial de alegría, aún mirándolo sólo desde el punto de vista<br />

terrenal. La Biblia nos describe el cielo como una fiesta eterna<br />

de bodas: «Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria: por<strong>que</strong><br />

han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado»<br />

(Ap 19:7). Jesucristo, el Cordero de Dios <strong>que</strong> llevó con<br />

paciencia los pecados del mundo y los expió en la cruz del Calvario,<br />

es ahora el Esposo, y la Iglesia es su novia. Jesús describe<br />

en Lucas 13:29 esta manada de redimidos de todos los pueblos,<br />

tribus y naciones: «Por<strong>que</strong> vendrán del oriente y del occidente,<br />

del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de<br />

Dios».<br />

5. El cielo, un lugar sin pecado. Nuestro mundo está impregnado<br />

de las consecuencias del pecado: aflicción, angustia,<br />

dolor, llanto, enfermedad, guerra y muerte. En el cielo, sin<br />

embargo, «no habrá más maldición» (Ap 22:3). Dios será todo<br />

en todos y Él mismo hará nuevas todas las cosas: «Enjugará<br />

Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni<br />

habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, por<strong>que</strong> las primeras cosas<br />

pasaron» (Ap 21:4). Con esto en mente Pablo podía soportar<br />

pacientemente los sufrimientos temporales: «Pues tengo por<br />

cierto <strong>que</strong> las aflicciones del tiempo presente no son comparables<br />

con la gloria venidera <strong>que</strong> en nosotros ha de manifestarse»<br />

(Ro 8:18).<br />

6. El cielo, lugar de coronación. Todo lo <strong>que</strong> en este mundo<br />

llevamos a cabo en el nombre del Señor Jesucristo tiene una<br />

dimensión eterna. Tiene carácter permanente. Esta es la razón<br />

por la cual Pablo puede escribir al final de su vida: «He pelea-<br />

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