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10. Ibídem<br />
11. Juan Hernández Rodríguez: “<strong>César</strong> <strong>Manrique</strong> expone en<br />
Madrid”. Falange. Las Palmas de Gran Canaria, 2 enero 1955.<br />
12. Catálogo exposición antológica. Las Palmas de Gran<br />
Canaria, 1957.<br />
puramente abstractas” (subrayado nuestro) 10 . También el pintor se había referido a otra obra suya —el<br />
ya citado mural en el Hotel Fénix—, como “un trabajo puramente abstracto con formas y grafismos ricos<br />
de composición y color representando a grupos de mujeres que titulo Toilette en el campo” 11 .<br />
Tanto <strong>Manrique</strong> como Castro Arines tienen como abstractas aquellas composiciones donde la<br />
realidad ha sido descompuesta, a la manera picassiana, dividida por un dibujo de líneas muy evidentes,<br />
y organizada de acuerdo con otros patrones que no sean los del realismo en su acepción más ortodoxa,<br />
preferentemente el de las armonías del color. Es un sistema heredado del cubismo, un cubismo<br />
(la precisión es obvia, pero quizás necesaria), despojado de su radicalidad especulativa, y que muchos<br />
pintores aún practican con notable eficacia. Como un ejemplo más de la persistencia de este equívoco,<br />
Ventura Doreste describe las obras presuntamente abstractas de <strong>Manrique</strong> como “paisajes submarinos,<br />
cielos desnudos, desiertos casi lunares”, y se refiere a una pintura Noche de malpaís como<br />
“el punto en que confluyen la tendencia figurativa y la abstracta (...) El tardo y magnífico rumiante, en<br />
medio de la noche libre, se transforma en animal casi celeste, en alucinante arquetipo platónico” 12 .<br />
En <strong>Manrique</strong> existe siempre lo que podríamos llamar una voluntad de representación aludiendo a<br />
objetos, cosas, hechos preexistentes; todo lo que aparece en la mayor parte de los cuadros de esa<br />
época es perfectamente reconocible, no ya como dato para que la imaginación los complete, sino como<br />
espectáculo observado y que se ofrece en fragmento, o en simultaneidad desde distintas perspectivas;<br />
una gota de agua, o un trozo de musgo, vistos con la intermediación del microscopio, puede proporcionarnos<br />
la imagen de planetas y soles encajados en sus órbitas, o de inmensidades interminables erizadas<br />
de formas arbitrarias. No obstante, en ciertas composiciones, singularmente en aquellas donde<br />
aparece un incipiente geometrismo, el propósito de conseguir una pintura abstracta es más que evidente.<br />
Probablemente, si intentáramos reconstruir las formas que allí se trazan obtendríamos imágenes<br />
muy parecidas a alguna pieza de maquinaria, o de utensilio campestre (en ocasiones me ha parecido ver<br />
el modelo de ciertas pinturas de <strong>Manrique</strong> en esculturas de Ángel Ferrant, sobre todo en su serie<br />
Partogénesis, 1951); pero también es cierto que el hecho mismo de tratar de disimular<br />
—o substanciar— la realidad atendiendo con preferencia a otro orden de exigencia plástica (composición,<br />
colorido, distribución de planos, etc.) implica la existencia por parte del pintor de un propósito<br />
de desligarse de las fuentes visuales más inmediatas del objeto a representar, en atención a conseguir<br />
unos resultados plásticos que él cree más acertados y eficaces. Esta actitud supone ya la existencia de<br />
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