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4. Eugenio Carmona, “Materias creando un paisaje.<br />
Benjamín Palencia, Alberto Sánchez y el ‘reconocimiento<br />
estético’ de la naturaleza agraria. 1930-1933”, cat. El surrealismo<br />
en España, Museo Nacional Centro de Arte Reina<br />
Sofía, Madrid, 1994.<br />
das con piedras volcánicas— recibió un modelo concreto con el que expresar los febriles sentimientos<br />
que el joven artista experimentaba ante la naturaleza.<br />
Un modelo que asemejaba a los distintos miembros de aquella Escuela —desde el más asentado<br />
teóricamente de Alberto Sánchez y Benjamín Palencia hasta sus formulaciones más delirantes en<br />
Maruja Mallo—, que entremezclaban la pasión por la residencia personal en la tierra con un oscuro<br />
disfrute escatológico y la certeza de cuanto de fósil transportamos en vida los humanos. Eugenio<br />
Carmona lo ha intitulado «una concepción estética de la naturaleza rural» 4 , otros especialistas lo califican<br />
de “surrealismo telúrico”, y de algún modo, ambas se avecinan bien con las enunciaciones que<br />
podríamos buscar para la obra de <strong>Manrique</strong> en su madurez.<br />
Acabó la carrera cinco años después, en 1950, año en que inició la que era, hasta entonces, su<br />
obra más ambiciosa y coherente, los murales para el Parador Nacional de Turismo de Arrecife, en los<br />
que los especialistas han destacado la influencia de Picasso y Matisse y, sobre todo, un entendimiento<br />
funcional y nada naturalista del color. Poco después ingresó, para una breve y poco fructífera estancia,<br />
en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas. Tras un período transitorio, cuyos<br />
resultados pueden inscribirse en lo que José María Moreno Galván dio en llamar «eclecticismo figurativo»,<br />
su trabajo se inclinaría progresivamente, como ocurría con otros jóvenes pintores vanguardistas<br />
de su época, hacia la abstracción. Le predispusieron a esa decisión tanto determinados acontecimientos<br />
que tenían lugar en España como un viaje a París —en compañía de su amigo y condiscípulo<br />
Francisco Farreras—, que fue su primera oportunidad de ver directamente la obra de los artistas<br />
clásicos de la modernidad, así como la que estaban elaborando los pintores jóvenes o la de aquellos<br />
otros ya en su madurez creativa.<br />
¿Qué panorama se le ofrecía en París? Por un lado, dominaban el horizonte las figuras clásicas de<br />
Picasso y Matisse, que habían alcanzado la categoría de maestros indiscutibles; y, por otro, emergido<br />
justamente al concluir la guerra, reinaba en la figuración la personalidad, posteriormente expandida,<br />
de Francis Bacon.<br />
En lo que a la abstracción se refiere, desde antes de la conclusión del conflicto bélico Jean Fautrier<br />
ya había experimentado con sus pastas espesas y sensuales —que tanto le servirían para cierta<br />
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