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Son esas las fechas en las que una generación más joven inicia el establecimiento de unos discursos<br />
y unas prácticas que se alejaban definitoria y definitivamente del código estético y de los<br />
modelos de comprensión y actuación de las generaciones precedentes. Los cambios de paradigma, las<br />
variantes en los artistas internacionales que se consideraban influyentes, la interpretación misma del<br />
papel del artista y de los acontecimientos que habían de interesarle, alejaron a esta generación de la<br />
inmediata precedente y triunfante. En esa distancia, marcada ciertamente de desafecto, quedó incluido,<br />
junto a otros, <strong>Manrique</strong>.<br />
*<br />
Si quisiéramos recapitular lo que antecede y revisar el trabajo pictórico de <strong>César</strong> <strong>Manrique</strong> desde<br />
la perspectiva del hoy, lo primero que habría que advertir es que éste, por más que en apariencia<br />
pudiese parecer contradictorio con lo que la mayoría de los analistas han expresado, puede perfectamente<br />
independizarse de las restantes actividades del artista —la escultura, la arquitectura, el diseño—<br />
y puede, también, encuadrarse singularizadamente en el conjunto de producciones y obras con<br />
las que coincide cronológicamente.<br />
Bien es cierto que, como pintor, <strong>Manrique</strong> no resulta muy amplio de registros. A un balbuceante<br />
inicio académicamente realista, le sigue una figuración decorativa e, inmediatamente después, su transformación,<br />
igualmente ornamental, en una neofiguración con apuntes tanto constructivistas como con<br />
influjos ya citados de Picasso, Matisse, Kandinsky o Klee, cuyos logros más altos se alcanzan en los<br />
murales que realizó en esa década. Su etapa más intensa y prolongada está centrada en la abstracción,<br />
que explora exclusivamente en su vertiente matérica, y aun ésta limitando sus disponibilidades materiales.<br />
A finales de los años setenta, Fernando Castro, abundaba en esta opinión: «Deduzco que toda<br />
la pintura de <strong>César</strong>, desde los años cincuenta hasta hoy, no es más que la sabia reiteración de algunos<br />
leit motiv, una condensación de la experiencia en la superficie bidimensional del cuadro» 50 .<br />
Por último —pues su obra final es, a mi entender, un fantasmático aparecer de figuras encarnadas<br />
en los mismos ingredientes que sus abstracciones—, la ejecución de collages que o bien siguen las<br />
mismas pautas compositivas que las pinturas o bien revierten, fundamentalmente por la viveza del<br />
color, al muralismo antes mencionado.<br />
50. Fernando Castro, “Aproximación a <strong>César</strong> <strong>Manrique</strong>”,<br />
cat. <strong>Manrique</strong>, Galería Leyendecker, Santa Cruz de Tenerife,<br />
1979.