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Del conflicto secular entre ambas tendencias ha resultado nuestra ortografía,
más etimológica que fonética, pero no enteramente
etimológica. Así la Academia Española, en el siglo XVIII, vaciló entre
mantener oy (que es como solía escribirse este vocablo), o reponer la h
del latín hodie; al fin triunfó este criterio, y se impuso la escritura hoy.
Pero todo el mundo escribía basura, aunque esa palabra llevaba v en
latín (versura) ; la Academia, en este caso, renunció a su punto de vista
etimologizante, y consagró la b de basura.
• Sin embargo, aunque estemos persuadidos de la arbitrariedad de
la ortografía, existen razones importantes para mantenerla,
según vamos a ver.
La convención ortográfica fomenta la unidad
El cambio de la ortografía para hacerla más o totalmente fonética,
requeriría el acuerdo de muchos países soberanos, que tienen el español
como lengua nacional. Son presumibles las disensiones ante un intento
de reforma, lo que impediría que esta se realizara de modo uniforme en
todas partes. Y ello sería gravemente dañoso para la unidad del idioma.
• Pero es que, además, una modernización radical de la ortografía
nos alejaría de nuestra inmediata tradición cultural.
Imaginemos lo que sería tener que leer a Antonio Machado de dos
maneras distintas, según que la edición fuera anterior o posterior
a la reforma:
Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
Palazio, buen amigo,
¿está la primabera
bistiendo ya las rramas de los chopos