Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
- Muy bien.<br />
Brown le tendió la mano y el pistolero se la estrechó. El morador señaló hacia el sur<br />
con la cabeza.<br />
- Vaya con calma.<br />
- Ya lo sabe.<br />
Se saludaron con sendas inclinaciones de cabeza y el pistolero echó a andar,<br />
festoneado con odres de agua y pistolas. Una sola vez volvió la vista atrás. Brown<br />
escarbaba furiosamente en su pequeño maizal. El cuervo permanecía sobre el bajo<br />
techo de la vivienda, como una gárgola.<br />
El fuego estaba casi consumido y las estrellas comenzaban a palidecer. El viento se<br />
paseaba inquietamente. El pistolero, dormido, se revolvió y se aquietó de nuevo. Tuvo<br />
un sueño sediento. En la oscuridad era invisible la forma de las montañas. Se habían<br />
desvanecido los remordimientos. El calor del desierto los había resecado. En cambio,<br />
descubrió que sus pensamientos giraban cada vez más en torno a Cort, que le había<br />
enseñado a disparar. Cort sabía distinguir lo blanco de lo negro.<br />
Nuevamente se agitó y abrió los ojos. Parpadeó varias veces, contemplando el fuego<br />
muerto cuya forma se superponía a la más geométrica del fuego anterior. Era un<br />
romántico, lo sabía, pero lo guardaba celosamente para sí.<br />
Esto, desde luego, le hizo pensar otra vez en Cort. No sabía dónde se hallaba Cort.<br />
El mundo había cambiado.<br />
El pistolero se echó la bolsa al hombro y empezó a moverse.