Revista Cuba Internacional - Prensa Latina

LUCHADOR CONTRA DOS DICTADURAS
Luchador clandestino en las dictaduras de Gerardo
Machado y Fulgencio Batista y preso en varias ocasiones,
pasaba la mayor parte del tiempo en prisión leyendo,
tomando notas o meditando; dos veces estuvo exiliado
en México donde ocupó cátedras universitarias.
Amigo más allá de la muerte de los líderes de su
generación Julio Antonio Mella (1903-1929) y Rubén
Martínez Villena (1899 -1934), integra con ambos el
liderazgo de la juventud que rompe ansiosa los moldes
neocoloniales en la década de 1920 y brilla desde
entonces dentro de la vanguardia artística.
En 1933, trajo a Cuba desde México las cenizas de
Mella que bajo la represión del siguiente “hombre fuerte”,
Fulgencio Batista, debió proteger durante muchísimos
años.
Marinello había resuelto la contradicción entre el
intelectual y el hombre de acción, cuando en enero de
1934 despidió el duelo de Rubén, víctima de la tuberculosis,
quien por sus ideas renunció a un brillante futuro
como poeta.
La mayor parte de su prolífica y sustanciosa obra
transcurrió entre los desasosiegos de la clandestinidad,
las luchas sociales, el exilio, detenciones e incluso el
presidio político.
Ni en los momentos angustiosos tomaba un descanso
en su labor intelectual. Quizás esto explica la agudeza de su
crítica y no prodigar lisonjas inmerecidas, ética que ejerciera
desde las tertulias literarias juveniles de La Habana.
Nacido en Jicotea, Las Villas, el 2 de noviembre de
1898, murió en La Habana, el 27 de marzo de 1977,
viendo realizados sus mejores sueños.
sado judicialmente; con Martínez Villena fundó ese año la
Falange de Acción Cubana (electo primer vicepresidente).
Perteneció al ejecutivo del Movimiento de Veteranos y
Patriotas (1924), y en 1925 defendió como abogado a Mella
en su histórica huelga de hambre y a otros revolucionarios
presos por Machado.
La felicidad le sonríe cuando en 1927 contrae matrimonio
con María Josefa Vidaurreta y publica su primer libro
Liberación, poesías que dedica en su primera página al amor
de su vida (“Para Pepilla de su Juan”), como el resto de su
obra hasta el último minuto de sus casi 50 años de unión
perfecta.
Ese mismo año ingresó como socio de número en la selecta
Sociedad Económica de Amigos del País, y fue cofundador y editor
de la vanguardista Revista de Avance, la más importante de
Cuba en su momento, y miembro del Grupo Minorista (1927).
Supo también imprimirle a su propia condición de intelectual
revolucionario la amplia mirada humanista, a la
manera precisamente del Maestro, con un sello personal
que trasciende a nuestros días.
Defensor de la República Española (1936-1939) tomó parte en
el Congreso de Escritores y Artistas por la Defensa de la Cultura,
celebrado en 1937, en Valencia, Madrid, Barcelona y París.
Su voz conmovió a las multitudes en reclamo de solidaridad
hacia el pueblo español, en Cuba, países de América Latina y
Estados Unidos.
Presidió sucesivamente el Partido Unión
Revolucionaria (1937), el Partido Unión Revolucionaria
Comunista (1939-1944) y el Partido Socialista Popular
(1944-1961).
Fue delegado a la Asamblea Constituyente de 1940, representante
a la Cámara (1942), ministro sin cartera (1943), senador
(1944) y vicepresidente del Senado (1945); desde 1949 tuvo
un destacado papel en el Movimiento Mundial por la Paz.
Rector de la Universidad de La Habana, proclamó la
Reforma Universitaria (1962), fue embajador y representante
permanente de Cuba ante la Unesco e integró la
comisión que redactó la Constitución de 1976. Al morir era
miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba
y diputado.
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