Scherzo 241 Mayo 2009

AGENDA
Del Liceu al Palau
LA BURBUJA MELÓMANA
La austeridad es el único
camino sensato para la
supervivencia de la
actual oferta musical.
Tras años de abundancia,
los mismos gestores que en
los últimos años han disparado
los precios en el mercado
clásico español, pagando
sin rechistar cifras astronómicas
en la contratación
de solistas, directores y
orquestas que en otros países
aceptan honorarios más
modestos, se enfrentan ahora
a una nueva situación que
exige mucho más que apretarse
el cinturón. Hay una
crisis económica que parece
imparable, y sus efectos se
están notando ya en la disminución
de ingresos, con
subvenciones cada vez más
mermadas y un descenso en
las ventas de localidades
que dibuja una cruda realidad
que, tarde o temprano,
deberán abordar los responsables
de la política musical
a nivel estatal, autonómico y
local: cada vez acude menos
público a los conciertos.
Aunque no pocos gestores
se escudan en cifras que
maquillan la disminución en
la venta de localidades vendidas
con el reparto masivo
de invitaciones, lo cierto es
que ya rara vez se agota el
papel en el Palau de la Música
y en el Auditori. En cuanto
al Liceu, tendrán todos los
abonados que quieran, pero
el aspecto de la sala en recitales
y conciertos, con un
mar de butacas vacías, no
invita al entusiasmo.
Se impone la contención,
pero con ello no basta. Hay
que cambiar objetivos, acabar
con los conciertos planificados
a golpe de talón, sin
imaginación, recuperar el
placer de la música sin la
esclavitud del mercado y
apostar por la cantera, la
variedad en el repertorio y la
creación actual. Los festivales
más importantes del verano
musical catalán ya se han
apretado el cinturón este
año: se nota la contención en
el gasto y un sospechosamente
interesado aumento
de artistas, grupos, orquestas
y compositores catalanes en
la programación —conviene
no olvidar que los criterios
de catalanidad, de implicación
con el territorio y con la
cantera, son requisitos
imprescindibles para acceder
a las cada vez más mermadas
subvenciones que otorga la
Generalitat. Aún no se han
presentado las grandes temporadas
que en Barcelona
organizan los principales
promotores privados, Palau
100 e Ibercamera, pero la
tendencia es reducir el
número de conciertos, no
aumentar los ya de por sí
exorbitantes precios y esperar
a que pase el aguacero,
es decir, siguen sin mover
ficha en la dirección adecuada,
que pasa por contemplar
más el hecho musical y algo
menos el simple tirón mediático
de sus propuestas. Por
su parte, la Orquestra Simfònica
de Barcelona (OBC) inicia
una etapa algo convulsa;
más que los efectos de la crisis
—que se notan ya en la
reducción del número de
programas—las turbulencias
vienen por la decisión, tomada
el pasado 16 de abril, de
no renovar a Eiji Oue como
titular de conjunto, su mandato
expira la próxima temporada,
y ofrecer la dirección
del conjunto al joven director
asturiano Pablo González
por cuatro años, a partir de la
temporada 2010-2011. Los
responsables de la OBC han
optado por prescindir de
Oue a causa de la reiterada
“omisión de sus funciones
como director musical del
conjunto”, según se ha
hecho público. El anuncio
del relevo, tan precipitado
como poco claro, se ha
hecho de forma chapucera,
incluso sin haber cerrado la
negociación con González.
Javier Pérez Senz
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