Scherzo 241 Mayo 2009

ACTUALIDAD
CUENCA
Experimentos y novedades
FLORES DE LA SEMANA
XLVIII Semana de Música. 4/12-IV-2009.
La auténtica inauguración
de la Semana fue la
Pasión según San Mateo
(Auditorio, sábado 4 de
abril) en un formato original,
aunque comprendemos
que algunos lo rechacen.
Por los resultados, no
los rechazaremos aquí, ni
mucho menos. Mark Padmore
dirigía a la Orquesta de la
Ilustración (The Age of
Enlightenment), y en lugar
de coro había ocho solistas
vocales que se daban una
paliza considerable, especialmente
el propio Padmore
(Evangelista), pero también
Roderick Williams (Cristo) y
Christiane Stotijn (mezzo).
Ellos tres eran las mejores
voces, pero los otros no eran
nada desdeñables, y todos
juntos hacían las partes del
coro. El resultado era muy
aceptable, aunque faltaran la
textura, el volumen y la
espectacularidad de un coro
al completo. La base era una
orquesta en plena forma,
que no necesitaba la dirección
inmediata de Padmore,
que bastante tenía con cantar
todo el tiempo. Un experimento
con excelentes resultados
cuyo alma es, sin duda,
Padmore, excelente artista,
un tenor que penetra en lo
falsetista, un lírico, un especialista;
en modo alguno un
divo del canto.
Los cinco músicos de Les
Talents Lyriques, dirigidos
por uno de ellos, Christophe
Rousset, ofrecieron el tríptico
de las Lecciones y Responsorios
de Tinieblas el Miércoles,
Jueves y Viernes Santos
en San Miguel, iglesia secularizada
cuya resonancia le iba
espléndidamente a la propuesta
sonora de estos
Talentos. No es preciso decir
que ni las dos sopranos ni el
tenor (Escribà-Astaburuaga,
Poulenard, Dahlin) necesitaban
ser grandes divos para
cantar la continuidad de sencilla
apariencia de estas tres
series. Pero había que
enfrentarlo, y lo hicieron con
pundonor, con auténtico
CUENCA
Mark Padmore y Roderick Williams (arriba) y Les Talens Lyriques
sentido artístico y con ese
rigor que en estos repertorios
sólo da el haberse especializado
en un periodo concreto.
Nos perdimos el concierto
del jueves 9, pero quedó
claro que de un miércoles
brillante y bello pasamos a
un crecimiento de las prestaciones,
que acaso llegó a su
nivel más alto el viernes 10.
La violagambista japonesa
Kaori Uemura secundó con
tanta excelencia como voluntaria
discreción el acompañamiento
de Rousset.
En este año Haendel,
nada menos que una Teodora
casi completa (Auditorio,
miércoles día 8). La excelente
orquesta del Complesso
Barocco y el coro Accentus
fueron dirigidos por Alan
Curtis con cierta parsimonia.
Pero el sonido era bello, las
voces tenían gran altura en
general y la secuencia líricodramática
transcurrió con
una continuidad aceptable y
con momentos espléndidos.
Santiago Torralba
La soprano Emanuela Galli y
la mezzo Mary-Ellen Nesi,
junto con el potente barítono-bajo
Johannes Weisser
fueron lo mejor de la noche,
a lo que hay que añadir el
hermoso sonido de la
orquesta. El contratenor
Ouatu, de escaso volumen,
luchó con buen gusto con el
papel coprotagonista. Por
desgracia, enfermó el tenor
Julian Prégardien. Lo sustituyó
uno de los miembros del
coro, el mismo que hacía el
cometido de Mensajero,
Ravoux, que cumplió sin
más. Algunas de las partes
del papel de Prégardien
(Septimus) se suprimieron.
Qué le vamos a hacer.
Christian Zacharias tocó
con su buen gusto habitual
un breve concierto Haydn-
Scarlatti (jueves, 9). No hay
quien toque Scarlatti como
él, o eso creemos. Y su
Haydn se le acerca; era el
Haydn de las Sonatas de
1773, compuestas por un
caballero de 40 años, cinco
más de los que viviría
Mozart, pero al que le quedaba
aún mucha vida. La
matización, la delicadeza del
toque, la agilidad de dedos y
pensamiento, el sentido de la
sugerencia, la elegancia clásica…
Sin embargo, el sonido
quedó empañado durante
todo el recital por la reverberación
excesiva de la Iglesia
de la Merced, en la que un
piano resuena excesivamente.
Acaso habría que pensar
en una alternativa para conciertos
así. En cualquier caso,
escuchar a Zacharias una vez
más es algo más que un placer,
es como recibir una lección
de esas que enriquecen
y exaltan.
Esa misma noche, en el
Auditorio, echamos de
menos un cambio posible:
que Biondi hubiera tocado la
Casación Hob. II:2 en La
Merced, e incluso el Divertimento
en re; y que Zacharias
hubiese venido al Auditorio.
Pero el programa Haydn de
Biondi y Europa Galante con
el Coro de la Radio de Berlín
era un programa coral al que
aquellas dos obras servían
de introducción. Lo más
importante era el Stabat
Mater, que funcionó de
maravilla. Hubo colegas que
señalaron la enorme diferencia
de dirigir del saltarín y
gimnasta Biondi frente a, por
ejemplo, la a veces cansina
batuta de Curtis un día antes.
Un conjunto de sonido hermoso,
histórico, y un cuarteto
vocal envidiable. Teníamos
nada menos que a
Nathalie Stutzmann, esa voz
de timbre y textura insólitos,
con capacidades sorprendentes
para el grave: una de
esas voces que ya no quedan.
Roberta Invernizzi sustituyó
en el último momento a
Sophie Daneman, y lo hizo
con tanta elegancia y acierto
como belleza de emisión. A
las voces femeninas correspondieron
un tenor y un
barítono de altura, Daniel
Norman y David Wilson-
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