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REVISTA ALCER 151 24/12/09 10:45 Página 30<br />

30<br />

REPORTAJE<br />

Curiosamente el estudio de las<br />

endorfinas empezó a finales de los<br />

años setenta, cuando los científicos<br />

las consideraron responsables de<br />

ciertas “euforias” que experimentaban<br />

los corredores de maratón después<br />

de haber recorrido muchos<br />

kilómetros.<br />

En situaciones extremas liberamos<br />

nuestra propia morfina<br />

Un soldado herido de gravedad no<br />

siente el dolor hasta terminada la<br />

batalla. El torero corneado aguanta<br />

hasta concluir su faena. ¿Por qué en<br />

caliente no duelen las cosas? En<br />

situaciones de emergencia, la médula<br />

espinal libera unas sustancias llamadas<br />

encefalinas, muy parecidas a<br />

la morfina. Estas sustancias interrumpen<br />

en la médula la transmisión<br />

de los impulsos dolorosos,<br />

haciendo que no lleguen al cerebro.<br />

Estamos ante un sabio mecanismo<br />

natural para salir del trance.<br />

Nuestro cuerpo nos da una tregua<br />

para poder concentrar toda la energía<br />

en superar la situación de<br />

emergencia. El dolor no debe interferir<br />

con el comportamiento necesario<br />

para escapar del peligro. Se<br />

han descrito casos como el de la<br />

amputación de un brazo en el<br />

campo de batalla, según el relato<br />

de un soldado, que no se acompañó<br />

de dolor porque toda su atención<br />

estaba concentrada en cómo luchar<br />

y sobrevivir en el fragor de la batalla.<br />

A un soldado en medio de una<br />

batalla no le interesa el dolor. Le<br />

interesa salir vivo.<br />

¿Es posible acostumbrarse al dolor?<br />

Que bien vivir sin tener nunca dolor<br />

¿Sería un placer vivir sin dolor? Paradójicamente, sería una tortura. El<br />

dolor es un mal absolutamente necesario. Es nuestra alarma para saber<br />

donde tenemos el límite. Pero hay personas que nunca sienten dolor.<br />

La analgesia congénita es una rara enfermedad que fue descrita por<br />

Dearbon en 1932, en individuos que se exhibían en espectáculos callejeros<br />

circenses donde se les claveteaba repetidamente alguna parte del<br />

cuerpo. Eran capaces de aguantar lo que nadie soportaría, porque ellos<br />

no sentían dolor.<br />

Presente desde el nacimiento, esta enfermedad se caracteriza por la<br />

indiferencia ante el dolor ante estímulos extremos y eliminación de la<br />

sensibilidad al dolor (analgesia) visceral.<br />

Se cree que es debida a un exceso de producción de<br />

endorfinas, sustancias producidas por nuestro cerebro y que actúan de<br />

forma similar a la morfina.<br />

Estas personas presentan con frecuencia signos de autolesión, como<br />

grandes laceraciones, heridas, mordeduras con arrancamiento de la<br />

punta de la lengua o fracturas múltiples, todo ello provocado porque<br />

carecen de un mecanismo que les avise de donde está el límite.<br />

Todo lo contrario. Cuanto más perdura,<br />

más intenso es el dolor. Esto<br />

es debido a la llamada sustancia P<br />

(substance pain o sustancia del<br />

dolor), que se libera en la médula.<br />

Provoca el efecto opuesto a cuando<br />

nos frotamos. Según explica el Dr.<br />

Villalón, “si se libera sustancia P<br />

durante mucho tiempo, cada vez<br />

pasa mayor número de impulsos<br />

nerviosos hacia el cerebro, aumentando<br />

el dolor. Por eso el dolor crónico<br />

se hace progresivamente más<br />

difícil de soportar.”<br />

La trampa del cerebro<br />

El dolor es un mecanismo de defensa<br />

que nos alerta de que algo falla en el<br />

organismo e impide que empeore la<br />

situación. Pero una vez avisados…<br />

¿Porqué nos sigue doliendo?<br />

Una alarma activada a todas horas<br />

sin un porqué, sin que alrededor<br />

nuestro haya algo peligroso, sin que<br />

exista causa orgánica alguna para el<br />

sufrimiento. Cuando esto sucede, el<br />

dolor se ha convertido en una trampa<br />

del propio cerebro.<br />

Posiblemente se deba a un exceso de<br />

liberación de sustancia P, según del<br />

Dr Villalón. La sensibilidad de la<br />

médula aumenta demasiado, se<br />

trasmiten más impulsos eléctricos<br />

de los que deberían, y el dolor continúa<br />

en lugar de cesar. Estamos ante<br />

un fallo del mecanismo encargado<br />

de alertarnos de que algo falla en<br />

nuestro cuerpo.<br />

Dolor en diálisis<br />

A pesar del gran desarrollo de la<br />

ciencia y la medicina, el dolor sigue<br />

siendo frecuente en los pacientes<br />

que se dializan. Durante años ha sido<br />

además un gran olvidado para la<br />

comunidad científica. Ni siquiera<br />

existen instrumentos específicos<br />

para medirlo en estos pacientes. En<br />

los pocos estudios científicos publicados<br />

sobre este tema aparece un<br />

denominador común: entre el 50% y<br />

el 98% de los pacientes en diálisis<br />

padecen dolor.<br />

La Revista de la Sociedad Española<br />

de Enfermería Nefrológica ha publicado<br />

recientemente una investigación<br />

coordinada por Miguel Ángel<br />

Rodríguez de la Fundación Hospital<br />

de Manacor. Es un estudio descriptivo<br />

y transversal sobre el dolor de<br />

pacientes en hemodiálisis realizado<br />

durante más de un mes.<br />

Para medir el dolor utilizaron instrumentos<br />

como el Brief Pain Inventory<br />

(BPI) que valora la intensidad, interacción<br />

con las actividades de la vida<br />

Nº 151 - 2009

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