PORTADA ENERO 2010 - Passio Christi

santo”. Ni siquiera por la noche se despejaba
la Iglesia.
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También el Santo cura, en su parroquia
de Ars, recibía peregrinos de otros
lugares de Francia e incluso del extranjero
que acudían, a diario, para confesarse
y recibir de él aliento, esperanza, y hasta
la curación de sus males.
Un día, entre los asistentes, estaba una
madre con su hija ciega. El cura de Ars se
dio cuenta de su presencia y dijo: “orad,
hijos míos, orad no para obtener la luz de
los ojos, sino la luz del alma. Entonces veréis
a Dios y le amaréis”. Cuando el santo
cura regresó a su casa, la mujer con su
hija fueron allá. El cura le dijo: “Hija
mía, podrías ir donde santa Filomena y
pedirle que te cure. Creo que ella lo hará.
Pero no sé si la luz de este mundo te ayudará
a ganar el cielo. Por el contrario si
sigues ciega, irás seguramente al paraíso,
donde te garantizo un buen lugar”. La
niña permaneció, un momento, silenciosa;
después respondió cogiendo la mano del
santo: “Quiero ir a pedir a Santa Filomena
que me ayude a soportar pacientemente
mi ceguera”.
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Una vez que el Papa Benedicto –en su
Carta con motivo del Año Sacerdotal–
fundamenta el sacerdocio ministerial en
Cristo, en quien Persona y Misión coinciden,
va cotejando distintos aspectos de la
vida del Cura de Ars. Todo sacerdote puede
verse reflejado en ellos y sentirse interpelado
en su vida ministerial. El Papa
menciona la humildad del santo cura, a
la vez, su profunda conciencia y estima
del don sacerdotal, su dedicación en cuerpo
y alma a la misión, su espíritu de oración,
su vida eucarística, su obediencia al
Señor, su ascesis, etc.
Y añade el Sto. Padre: “Aunque no se
puede olvidar que la eficacia sustancial
del ministerio no depende de la santidad
del ministro, tampoco se puede dejar de
lado la extraordinaria fecundidad que se
deriva de la confluencia de la santidad
objetiva del ministerio con la subjetiva del
ministro... En la actualidad, como en los
tiempos del cura de Ars, es preciso que los
sacerdotes, con su vida y con sus obras, se
distingan por un vigoroso testimonio
evangélico... San Juan María Vianney, con
su ferviente vida de oración y su apasionado
amor a Jesús Crucificado, alimentó
su entrega cotidiana sin reservas a Dios y
a la Iglesia” (Carta, 16-VI-2009).
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Oremos por los sacerdotes que, silenciosamente,
día a día, entregan su vida
en sus parroquias. Para que, en sus cansancios,
luchas, enfermedades, cuando su
trabajo no es reconocido ni agradecido, se
sientan unidos a la Pasión del Señor. Oremos
para que sean hombres de fe y oración
entregados a su pueblo, como lo fueron
el santo cura de Ars y el P. Carlos.
Que la intercesión de estos dos santos les
ayude y acompañe.
✒ Sor Cati de la Trinidad, C.P.
Revista Pasionario/13