PORTADA ENERO 2010 - Passio Christi
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das con la voluntad y el querer de Dios, y la<br />
respuesta que le da al ángel, al conocer la misión<br />
que su Dios le confía, nos revela toda su<br />
grandeza y su amor: “Soy la esclava del Señor,<br />
hágase en mí según tu palabra”, Lc. 1, 38.<br />
La armonía existente entre el plan de Dios<br />
sobre María y su disposición de entrega total<br />
a la causa de Cristo es incondicional y sin reserva.<br />
Por eso se siente transportada de gozo<br />
indescriptible y lo expresa con su maravilloso<br />
cántico del Magnificat: “Alaba y engrandece<br />
mi alma al Señor y exulta de júbilo mi espíritu<br />
en Dios mi Salvador” Lc. 1, 46 – 47.<br />
María engendra en su seno y da a luz a un<br />
Hijo que es el Hijo de Dios y a quien se le llama<br />
“Príncipe de la Paz”, y es a quien Ella<br />
nos ofrece para que todos cuantos nos acerquemos<br />
a El, podamos participar de ella.<br />
María nos lleva como de la mano a su querido<br />
Hijo Jesús y nos señala el camino que nos<br />
lleva a gozar en plenitud de su paz: “ Id y haced<br />
lo que mi hijo os mande”, Jn. 2, 5.<br />
LA PAZ DE MARÍA CON LOS HOMBRES<br />
Nadie como María ve en nosotros a Jesús y<br />
nadie comprende mejor que Ella que cuanto<br />
hace por nosotros lo está haciendo por Jesús<br />
que busca por todos los medios nuestra salvación.<br />
Jesús mismo nos da a su Madre como<br />
madre nuestra, y lo hace así, porque sabe<br />
que nosotros la necesitamos y porque quiere<br />
que nosotros la amemos como El la ha<br />
amado y que vivamos dependientes de su<br />
amor y de sus cuidados: “Jesús, viendo a su<br />
Madre y al discípulo a quien amaba que estaba<br />
allí, dijo a su Madre: Mujer, he ahí a<br />
tu hijo. Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a<br />
tu madre”, Jn 19, 26-<br />
María es pues, nuestra Madre y nos protege<br />
y desea tenernos a su lado, con Jesús, gozando<br />
de su amor y de su paz.<br />
Quiere que, como hijos suyos, vivamos todos<br />
unidos y nos recuerda y nos enseña el mandamiento<br />
de Jesús: “Este mandamiento os doy:<br />
que os améis unos a otros como Yo os he amado”.<br />
Jn. 13, 34, y nos dice que solo amándonos<br />
mutuamente podremos presentarnos ante<br />
Ella, como discípulos de Jesús: “En esto conocerán<br />
todos que sois discípulos míos, si tenéis<br />
amor unos con otros”, Jn. 13, 35.<br />
LA PAZ DE MARÍA CONSIGO MISMA<br />
Paz a los hombres que ama el Señor.<br />
Una de las consecuencias más desconcertantes<br />
del pecado original, es la ruptura de la<br />
armonía entre el alma y el cuerpo que son los<br />
elementos constitutivos de la naturaleza humana:<br />
“Porque el apetito de la carne es muerte<br />
y solo el apetito del espíritu es vida y es<br />
paz”. Rom. 8, 6.<br />
En María, liberada del pecado original y llena<br />
de gracia, todo es armonía y es paz. Su voluntad<br />
y su vida entera está identificada con<br />
la voluntad y el querer de Dios en tal manera<br />
que tanto los apetitos de su corazón de carne<br />
como los anhelos de su espíritu, laten de consuno<br />
en una solo dirección que es Cristo, su<br />
plenitud de amor y de paz.<br />
María vive enteramente centrada en Dios y<br />
nunca encuentra motivos para el temor. Ella<br />
es el espejo en que todos debemos mirarnos y<br />
Ella es quien nos da a Jesús quien nos dice<br />
que solamente con la aceptación amorosa de<br />
nuestra cruz de cada día, podremos encontrar<br />
la paz del corazón: “Venid a mi todos los que<br />
estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.<br />
Cargad con mi yugo y aprended de mí que soy<br />
manso y humilde de corazón, y encontrareis<br />
vuestro descanso. Porque<br />
mi yugo es llevadero y mi carga<br />
es ligera”, Mt. 11, 28-30.<br />
✒ P. Eutiquio López, C.P.<br />
Revista Pasionario/15