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PORTADA ENERO 2010 - Passio Christi

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de la comunidad cristiana que<br />

al oír celebra y adora y se deja<br />

conformar por el Espíritu que<br />

permanentemente lo hace presente.<br />

Los trazos de su existencia<br />

ofrecidos en las narraciones<br />

evangélicas han brotado de la fe<br />

sostenida por la acción del Espíritu<br />

y en ellos surge como nueva<br />

semilla la nuestra fecundada<br />

por su misma acción.<br />

La contemplación creyente de<br />

la “gloria” del Señor nos permite<br />

dibujar no tanto un rostro estático<br />

extraído del pasado cuanto<br />

una presencia inabarcable y en<br />

el fondo solo imaginable en tanto<br />

que promesa fiel y seductora,<br />

nunca poseída aunque siempre<br />

donada. Es la presencia acogida<br />

en la adoración agradecida y prolongada<br />

en la respuesta a su llamada<br />

en el servicio del amor que<br />

la provoca y sustenta en nuestro<br />

corazón, en nuestra retina, en<br />

nuestra existencia pascual.<br />

Se nace a la existencia cristiana<br />

en el oír la palabra (Rm.10,17). Sin<br />

embargo el acontecer de la palabra que<br />

ha tomado carne en Cristo hace de ésta<br />

una realidad múltiple: oír, ver, actuar y<br />

ser. No anula ni agota el misterio que<br />

se nos dona la imagen que lo refleja,<br />

aunque en él “habita corporalmente la<br />

divinidad” (Col.2,9). La Pascua ha expandido<br />

su rostro marcando indeleblemente<br />

sus rasgos esenciales y abriendo<br />

el espacio a la creatividad que al representarlo<br />

hace real su infinita e inagotable<br />

encarnación y santificación.<br />

Junto con la lectura creyente de la<br />

Escritura y provocada por ella misma,<br />

se nos ofrece la presencia del Señor<br />

por su espíritu en el propio corazón. Y<br />

a esta presencia neumática se une la<br />

sacramental y la espiritual. La vida de<br />

la Iglesia nos es testigo de ella. Su<br />

“gloria” y su “rostro glorioso” toman<br />

carne en el amor servicial y entregado<br />

de los que donan la vida realizando el<br />

amor preferencial del Maestro a los<br />

pobres y desheredados, los que adoran<br />

su presencia en nombre de la humanidad,<br />

en los que se ofrecen para construir<br />

una sociedad más evangélica.<br />

Este es el itinerario que les propongo<br />

para este nuevo año. Indicar, contemplar<br />

y sugerir algunos de los infinitos<br />

destellos del Señor Crucificado.<br />

Su gloria es salvación, solidaridad y<br />

sustitución, libertad y generosidad,<br />

fuente de gracia. Nos ayudarán en<br />

esta contemplación la Escritura como<br />

fuente inagotable, la experiencia y reflexión<br />

de los Santos Padres, las palabras<br />

fecundas de los místicos, los santos<br />

y los teólogos. Este itinerario ojalános<br />

lleve a la agradecida confesión<br />

paulina: “Dios me libre de gloriarme si<br />

no es en la cruz de nuestro<br />

Señor Jesucristo” (Gál.6,14).<br />

✒ José Luis Quintero<br />

Sánchez, C.P.<br />

Revista Pasionario/6

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