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EL PODER DE LA ESPOSA QUE ORA

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Antes que descartes el matrimonio…<br />

¡UN MOMENTO!<br />

Les confieso que hubo un tiempo en que consideré la seriación o el divorcio. Esta es una<br />

confesión vergonzosa porque creo que ninguna de esas opciones es la mejor respuesta para<br />

un matrimonio que tiene problemas. Yo creo en la posición de Dios en cuanto al divorcio. El<br />

dice que no está bien y que le entristece. Lo último que deseo hacer es entristecer a Dios.<br />

Pero sé lo que significa sentir ese desespero que nos impide que hagamos las decisiones<br />

correctas y que causa que una persona deje de tratar de hacer lo correcto. Comprendo la<br />

tortura de la soledad que te deja con el deseo de cualquier persona mira a tu alma y te vea; he<br />

sentido un dolor tan terrible que el temor de morir por causa del mismo, me empujó a buscar el<br />

único medio previsible para sobrevivir: escapar de la fuente de agonía. Yo sé cómo se siente<br />

considerar actos de desesperación porque no ves ningún futuro. He experimentado tal<br />

acumulación de emociones negativas, día tras día, que la separación y el divorcio parecían la<br />

única promesa de un alivio placentero.<br />

El mayor problema que encaré a nuestro matrimonio fue el temperamento de mi esposo. Los<br />

únicos que fuimos objeto de su enojo fuimos mis hijos y yo. Él usaba palabras que eran como<br />

armas que me dejaban lisiada y paralizada. No estoy diciendo que yo no tenía culpa, al<br />

contrario, estaba segura de que tenía tanta culpa como él, pero no sabía qué hacer. Le rogaba<br />

a Dios con frecuencia para que hiciera a mi esposo más sensible, menos colérico, más<br />

agradable, menos irritable, pero vi pocos cambios. ¡Dios no me estaba escuchando? O<br />

¿favorecía al esposo en lugar de la esposa, como yo sospechaba?<br />

Después de algunos años, con poco cambio, un día clamé desesperada al Señor y le dije “Dios<br />

no puedo vivir más así. Yo sé lo que tú has dicho sobre el divorcio, pero no puedo vivir en la<br />

misma casa con él. Ayúdame Señor” Me senté en la cama sosteniendo mi Biblia durante<br />

horas, mientras luchaba con el deseo de tomar a mis hijos y marcharme. Yo creo que debido a<br />

que recurrí a dios con toda honestidad y le hablé sobre cómo me sentía, Él me permitió poder<br />

ver en forma exacta y clara cómo sería mi vida si me marchaba: Dónde viviría, cómo me<br />

mantendría y cuidaría de los niños, quiénes serían mis amistades y lo pero de todo, cómo la<br />

herencia del divorcio afectaría a mi hijo y a mi hija. Fue una imagen tan horrible y triste que no<br />

hay palabras para expresarlo. Yo sentía que iba a encontrar algún alivio pero al precio de todo<br />

lo que era importante y querido para mi. Supe que no era el plan de Dios para nosotros.<br />

Mientras me encontraba sentada ahí, Dios también puso en mi corazón que si yo rendía<br />

voluntariamente mi vida ante su trono, sacaba de mi corazón el deseo de irme, y le entregaba<br />

mis necesidades, Él me enseñaría cómo entregar mi vida en oración por Michael, cómo<br />

interceder de verdad por él como hijo de Dios, y en el proceso Él revitalizaría mi matrimonio y<br />

derramaría sus bendiciones sobre ambos. Estaríamos mejor juntos, si podíamos pasar esto,<br />

que lo que hubiéramos podido estar en cualquier momento separados y solos. Él me mostró<br />

que Michael estaba atrapado en una red de su pasado que le dejaba incapacitado para ser<br />

diferente de lo que era en ese momento, pero Dios me usaría como un instrumento de su<br />

liberación si yo se me lo permitía. Dolía decir que sí a esto y lloré mucho pero cuando lo hice,<br />

me sentí con esperanza por primera vez en años.<br />

Comencé a orar cada día por Michael, como nunca había orado antes. Vi cuán profundamente<br />

herida estaba y lo rencorosa que era con él. Yo no deseo orar por él ni pedirle a Dios que le<br />

bendiga. Sólo deseo que Dios golpee su corazón con un rayo y le de convicción de lo cruel<br />

que él ha sido, pensé. Tuve que decir una y otra vez “Dios confieso mi falta de perdón hacia mi<br />

esposo. Líbrame de todo esto”.<br />

Poco a poco, comencé a ver que ocurrían cambios en ambos. Cuando Michael se enojaba, en<br />

lugar de reaccionar de forma negativa, oraba por él. Le pedía a dios que me revelara qué<br />

estaba causando su enojo. Él lo hizo. Le pregunté qué podía hacer para mejorar las cosas. Él<br />

me mostró. El enojo de mi esposo se tornó menos frecuente y se calmaba más rápido. La<br />

oración de cada día edificó algo posito. Todavía no hemos llegado a la perfección, pero hemos

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