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<strong>ORA</strong>CIÓN<br />
Señor, oro para que tu Espíritu Santo guarde la boca de mi esposo, para que solo hable<br />
palabras que edifiquen y traigan vida. Ayúdalo a no ser refunfuñón, uno que se queja, que dice<br />
malas palabras o que destruye con sus palabras o que destruye con sus palabras, sino que sea<br />
disciplinado para mantener su conversación pura. Tu Palabra dice que el que quiera disfrutar<br />
de una vida larga tiene que refrenar su legua de hablar mal y sus labios de proferir engaños<br />
(Salmo 31: 12-13). Enséñalo cómo hacerlo. Llénalo de tu amor para que de la abundancia de<br />
su corazón salga palabras que edifiquen y no que destruyan. Obra eso en mi corazón también.<br />
Que tu Espíritu de amor reine en las palabras que hablemos para que no tengamos<br />
malentendidos ni nos lastimemos el uno al otro. Ayúdanos a respetarnos, hablar palabras que<br />
animen, compartir nuestros sentimientos abiertamente, y llegar a acuerdos mutuos sin<br />
contienda. Señor tú has dicho en tu Palabra que cuando dos se ponen de acuerdo, tú estás en<br />
medio de ellos. Oro para que lo opuesto también sea verdad; que tú estarás en medio nuestro<br />
para que nosotros dos estemos de acuerdo. “Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis<br />
pensamientos, oh Señor, roca mía y redentor mío” (Salmo 19: 14)<br />
HERRAMIENTAAS <strong>DE</strong> <strong>PO<strong>DE</strong>R</strong><br />
Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la<br />
necesidad edificación y sean de bendición para quienes escuchan. Efesios 4:29<br />
Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa<br />
que hayan pronunciado. Mateo 12:36<br />
El que quiera amar la vida y gozar de días deslices, que refrene su lengua de hablar mal y sus<br />
labios de proferir engaños. Salmo 34: 12-13<br />
Las palabras del sabio son placenteras, pero los labios del necio son su ruina. Eclesiastés<br />
10:12<br />
Pero lo que sale de la boca viene del corazón y contamina a la persona. Mateo 15:18