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CAPÍTULO VEINTISIETE<br />
SU OBEDIENCIA<br />
Lisa estaba preocupada porque su esposo Josué no estaba creciendo espiritualmente como<br />
ella. La relación de ella con el Señor era cada vez más profunda, mientras que la de él parecía<br />
ir disminuyendo a la misma velocidad. Ella estaba frustrada por la falta de compromiso<br />
espiritual que él tenía, ya que ella añoraba que los dos crecieran y experimentarán juntos en<br />
esta área importante de sus vidas. Ella no quería ser la que llevara la carga espiritual en la<br />
familia. Siempre que decía algo al respecto, Josué protestaba diciendo que su carrera lo<br />
mantenía demasiado ocupado para poder pasar tiempo con el Señor y leer su Palabra. Sus<br />
viajes de negocios a veces lo llevaban fuera de la ciudad los fines de semana, por lo tanto no<br />
podía asistir a la iglesia con Lisa y sus hijos.<br />
Lo que más la irritaba a ella era que nada de esto parecía molestarlo a él… hasta que su<br />
trabajo se convirtió en un desafío mayor de lo que él podía manejar de forma cómoda. Al tener<br />
más tensión, Lisa se daba cuenta de cómo él se iba agotando. Ella sabía que si él podía<br />
entender la conexión que hay entre pasar tiempo con el Señor cada día y encontrar la fuerza<br />
espiritual, su vida estaría mucho mejor. También estaba segura de que él no estaba listo para<br />
oírlo de parte de ella.<br />
Aunque Lisa sabía que Dios estaba llamando a Josué a este paso de obediencia, ella decidió<br />
no decir nada. En lugar de eso, oraba todos los días para que él tuviera el deseo de tener más<br />
de Dios en su vida. Aunque oró por meses sin ver ningún cambio físico, una mañana él<br />
anunció en voz baja: “Hoy voy a ir más temprano a la oficina porque necesito pasar tiempo a<br />
solas con el Señor antes de hacer algo”. Ella dio Gracias a Dios en silencio.<br />
Desde entonces, como unas pocas excepciones, él se va temprano todos los días de la<br />
semana para leer la Biblia y orar en su oficina. De eso ya hace dos años y ahora está<br />
disciplina espiritual ha traspasado a las áreas de disciplina física también. Hace ejercicios,<br />
come saludable y está bajando de peso, como deseaba y ganando un vigor nuevo. Solo Dios<br />
puede hacer eso.<br />
Si observas que tu esposo va por un camino equivocado, ¿debes decir algo? Si es así, ¿cuánto<br />
debes decir y cuándo es el momento adecuado de decirlo? Me he dado cuenta que la mejor<br />
forma de proceder es llevándoselo a Dios primero y pesarlo en sus balanzas. Puede que él te<br />
instruya a mantenerte callada y orar, como lo hizo con Lisa. Pero si Él te dirige a hablar con tu<br />
esposo acerca del asunto habrá una oportunidad mucho mayor para él oír la voz de Dios en<br />
algunas de tus palabras, si has orado antes de hablar. Cualquier cosa que percibas como una<br />
molestia continua resultará contraproducente y mejor es no decirlo. Orar para que sus ojos se<br />
abran a la verdad, y que su corazón tenga convicción será mucha más efectivo que si le dices<br />
qué debe hacer. Puedes exhortarlo a que haga lo que es correcto y orar para que haga lo que<br />
es correcto, pero al final es la voz de Dios. Lo que tendrá mayor impacto.<br />
Ningún hombre puede recibir lo que Dios tiene para él sino está viviendo en obediencia. Jesús,<br />
era uno que nunca andaba con rodeos, dijo: “Si quieres entrar en la vida, obedece los<br />
mandamientos” (Mateo 19:17). Él sabía que nada daría más paz y confianza a un hombre que<br />
saber que está haciendo lo que Dios quiere que él haga. La Palabra de Dios promete que al<br />
ser obediente a sus caminos, tu esposo ha de encontrar misericordia (Salmo 25:10), paz<br />
(Salmo 37:37), felicidad (Proverbios 29:18), plenitud (Proverbios 2:15), bendiciones (Lucas<br />
11:28) y vida (Proverbios 21:21). No vivir en obediencia traer consecuencias duras (Proverbios<br />
15:10), oraciones sin respuesta (Proverbios 28:9) y la incapacidad de entrar en las cosas<br />
grandes que Dios tiene para él (1 Corintios 6:9).