ESPECIAL –Mi esposa me ha inscrito, porque yo estaba en la casa nomás. –¿Y qué pasó cuando vino? –Me sentí bien, porque todos son como familia. ARoberto Joji Doi (83) lo he visto pedalear con entusiasmo en una bicicleta estacionaria. Luego se ha sentado a esperar su turno para acceder a uno de los sillones de masajes. También hay máquinas caminadoras, pero se nota que no son tan requeridas como las masajeadoras. No es un gimnasio, es la sala de rehabilitación del Centro Ryoichi Jinnai. Todos los que están aquí llegaron porque alguien más –un ser querido– los inscribió, o al menos los animó a hacerlo. Por qué quedarse en casa frente a la tele, si existe un lugar que rejuvenece a la tercera edad. … Abundan las caras de fiesta. Hoy rompen la rutina de quedarse esperando a los hijos o los nietos. Por el contrario, hay voluntarios en la puerta del Centro Jinnai que los esperan. La propia directora está entre ellos. Llega la primera combi. Son seis movilidades que recogen y devuelven a los ojiichan y obaachan. Siete horas estarán fuera de sus casas, compartiendo talleres, cantando o haciendo deporte. Los saludos se suceden como ecos a las nueve y cuarenta de la mañana: ohayou gozaimasu, ohayou gozaimasu, ohayou gozaimasu. Es martes. Para evitar la congestión el programa los ha agrupado de tal modo que asistan una vez por semana. Son cinco grupos distintos, así que los turnos van de lunes a viernes. Con bastón, a pie, con andador, van entrando. Hay algunos que son llevados en silla de ruedas. El promedio es ochenta personas cada día. Los que entraron primero ya están tomando ocha en el segundo piso, conversando entre ellos y dejando que las auxiliares les tomen la presión. … Hace veinte años Elena Kohatsu ideó un programa de asistencia a la tercera edad. Lo hizo pensando en los issei, aunque ahora el noventa por ciento de usuarios es nisei. “Fue una visionaria”, asegura Ysabel Yanase Morita, la única enfermera. De algún modo se siente parte de la historia: ya era jubilada cuando la crisis la obligó a buscar trabajo, así llegó a la casa de una obaachan. La encontró descuidada, como olvidada, pidió permiso para sacarla a pasear al Centro Cultural <strong>Peruano</strong> Japonés por ser un punto de reunión de la colectividad. “La señora Kohatsu, que estaba planeando eso, la vio, y lo que era un bosquejo hasta ese momento se hizo más real”. … Mary Miyashiro puede imaginar cómo se sentían sus padres al venir al Centro Jinnai cuando podían hacerlo. Tiene casi un año como voluntaria, es una de las más nuevas. Su vida de comerciante la mantuvo estresada por mucho tiempo; entre el trabajo y la casa no le quedaba tiempo para ella. Al fallecer sus padres creyó que necesitaba un cambio radical. Ese cambio lo encontró aquí. No ganará dinero, pero halló equilibrio. Me lleva a ver los talleres. Al hablar le sale un brillo en las pupilas. Cada una de las cincuenta y seis voluntarias tiene razones para ponerse la chaqueta floreada un día a la semana. Las fundadoras son incluso las más activas. Amelia Murakami y Elena Arakaki suman dos décadas en el servicio social y no se han detenido desde que llegaron. Más aún porque están en medio de los preparativos por el aniversario y deben sacarle el jugo al tiempo: ensa- Arriba: Bailar, cantar, hacer manualidades, etc., son actividades que los kooreisha disfrutan plenamente. Abajo: La hora de almuerzo. 6 SETIEMBRE <strong>2012</strong> KAIKAN
ESPECIAL “EN EL CENTRO JINNAI EL MOVIMIENTO ES CONSTANTE, CADA AULA TIENE SU PROPIA DINÁMICA: EN UNA SE EJERCITAN, EN OTRA CANTAN, EN LA DEL COSTADO HACEN MANUALIDADES, Y ABAJO EN LA CANCHA DE CÉSPED JUEGAN GATEBALL”. KAIKAN SETIEMBRE <strong>2012</strong> 7