<strong>Los</strong> hombres, inclinados ahora, se <strong>de</strong>dican a <strong>de</strong>snudar a los que traen mejores ropas. Y con los<strong>de</strong>spojos se visten, y bromean y ríen muy divertidos.Demetrio, echando a un lado los largos mechones que le han caído sobre la frente, cubriéndole losojos, empapados en sudor, dice:¡Ahora a los curros!XVIIIDemetrio llegó con cien hombres a Fresnillo el mismo día que Pánfilo Natera iniciaba el avance <strong>de</strong>sus fuerzas sobre la plaza <strong>de</strong> Zacatecas.El jefe zacatecano lo acogió cordialmente.—¡Ya sé quién es usted y qué gente trae! ¡Ya tengo noticia <strong>de</strong> la cuereada que han dado a losfe<strong>de</strong>rales <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Tepic hasta Durango!Natera estrechó efusivamente la mano <strong>de</strong> Macías, en tanto que Luis Cervantes peroraba:—Con hombres como mi general Natera y mi coronel Macías, nuestra patria se verá llena <strong>de</strong> gloria.Demetrio entendió la intención <strong>de</strong> aquellas palabras cuando oyó repetidas veces a Natera llamarle "micoronel".Hubo vino y cervezas. Demetrio chocó muchas veces su vaso con el <strong>de</strong> Natera. Luis Cervantesbrindó "por el triunfo <strong>de</strong> nuestra causa, que es el triunfo sublime<strong>de</strong> la justicia; porque pronto veamos realizados los i<strong>de</strong>ales <strong>de</strong> re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong> este nuestro pueblosufrido y noble, y sean ahora los mismos hombres que han regado con su propia sangre la tierra losque cosechen los frutos que legítimamente les pertenecen".Natera volvió un instante su cara adusta hacia el parlanchín, y dándole luego la espalda, se puso aplaticar con Demetrio.Poco a poco, uno <strong>de</strong> los oficiales <strong>de</strong> Natera se había acercado fijándose con insistencia en LuisCervantes. Era joven, <strong>de</strong> semblante abierto y cordial.— ¿Luis Cervantes?...— ¿El señor Solís?— Des<strong>de</strong> que entraron uste<strong>de</strong>s creí conocerlo... Y, ¡vamos!, ahora lo veo y aún me parecementira.— Y no lo es...—¿De modo que...? Pero vamos a tomar una copa; venga usted...— ¡Bah! —prosiguió Solís ofreciendo asiento a Luis Cervantes—. ¿Pues <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cuándo se havuelto usted revolucionario?— Dos meses corridos.— ¡Ah, con razón habla todavía con ese entusiasmo y esa fe con que todos venimos aquí alprincipio!−¿Usted los ha perdido ya?—Mire, compañero, no le extrañen confi<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong> buenas a primeras. Da tanta gana <strong>de</strong> hablar congente <strong>de</strong> sentido común, por acá, que cuando uno suele encontrarla se le quiere con esa mismaansiedad con que se quiere un jarro <strong>de</strong> agua fría <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> caminar con la boca seca horas y máshoras bajo los rayos <strong>de</strong>l sol... Pero, francamente, necesito ante todo que usted me explique... Nocomprendo cómo el corresponsal <strong>de</strong> El País en tiempo <strong>de</strong> Ma<strong>de</strong>ro, el que escribía furibundos
artículos en El Regional, el que usaba con tanta prodigalidad <strong>de</strong>l epíteto <strong>de</strong> bandidos para nosotros,milite en nuestras propias filas ahora.—¡La verdad <strong>de</strong> la verdad, me han convencido! —repuso enfático Cervantes.— ¿Convencido?...Solís <strong>de</strong>jó escapar un suspiro; llenó los vasos y bebieron.—¿Se ha cansado, pues, <strong>de</strong> la revolución? —preguntó Luis Cervantes esquivo.— ¿Cansado?... Tengo veinticinco años y, usted lo ve, me sobra salud... ¿Desilusionado? Pue<strong>de</strong>ser.— Debe tener sus razones...— "Yo pensé una florida pra<strong>de</strong>ra al remate <strong>de</strong> un camino... Y me encontré un pantano." Amigo mío:hay hechos y hay hombres que no son sino pura hiel... Y esa hiel va cayendo gota a gota en el alma,y todo lo amarga, todo lo envenena. Entusiasmo, esperanzas, i<strong>de</strong>ales, alegrías..., ¡nada! Luego no lequeda más: o se convierte usted en un bandido igual a ellos, o <strong>de</strong>saparece <strong>de</strong> la escena,escondiéndose tras las murallas <strong>de</strong> un egoísmo impenetrable y feroz.A Luis Cervantes le torturaba la conversación; era para él un sacrificio oír frases tan fuera <strong>de</strong> lugar ytiempo. Para eximirse, pues, <strong>de</strong> tomar parte activa en ella, invitó a Solís a que menudamente refirieralos hechos que le habían conducido a tal estado <strong>de</strong> <strong>de</strong>sencanto.— ¿Hechos?... Insignificancias, na<strong>de</strong>rías: gestos inadvertidos para los más; la vida instantánea <strong>de</strong>una línea que se contrae, <strong>de</strong> unos ojos que brillan, <strong>de</strong> unos labios que se pliegan; el significado fugaz<strong>de</strong> una fiase que se pier<strong>de</strong>. Pero hechos, gestos y expresiones que, agrupados en su lógica y naturalexpresión, constituyen e integran una mueca pavorosa y grotesca a la vez <strong>de</strong> una raza... ¡De unaraza irre<strong>de</strong>ntal... —Apuró un nuevo vaso <strong>de</strong> vino, hizo una larga pausa y prosiguió—: Me preguntaráque por qué sigo entonces en la revolución. La revolución es el huracán, y el hombre que se entregaa ella no es ya el hombre, es la miserable hoja seca arrebatada por el vendaval...Interrumpió a Solís la presencia <strong>de</strong> Demetrio Macías, que se acercó.— Nos vamos, curro...Alberto Solís, con fácil palabra y acento <strong>de</strong> sinceridad profunda, lo felicitó efusivamente por sushechos <strong>de</strong> armas, por sus aventuras, que lo habían hecho famoso, siendo conocidas hasta por losmismos hombres <strong>de</strong> la po<strong>de</strong>rosa División <strong>de</strong>l Norte.Y Demetrio, encantado, oía el relato <strong>de</strong> sus hazañas, compuestas y a<strong>de</strong>rezadas <strong>de</strong> tal suerte, que élmismo no las conociera. Por lo <strong>de</strong>más, aquello tan bien sonaba a sus oídos, que acabó por contarlasmás tar<strong>de</strong> en el mismo tono y aun por creer que así habíanse realizado.— ¡Qué hombre tan simpático es el general Natera! —observó Luis Cervantes cuando regresaba almesón—. En cambio, el capitancillo Solís... ¡qué latal...Demetrio Macías, sin escucharlo, muy contento, le oprimió un brazo y le dijo en voz baja:—Ya soy coronel <strong>de</strong> veras, curro... Y usted, mi secretario...<strong>Los</strong> hombres <strong>de</strong> Macías también hicieron muchas amista<strong>de</strong>s nuevas esa noche, y "por el gusto <strong>de</strong>habernos conocido", se bebió harto mezcal y aguardiente. Como no todo el mundo congenia y aveces el alcohol es mal consejero, naturalmente hubo sus diferencias; pero todo se arregló en buenaforma y fuera <strong>de</strong> la cantina, <strong>de</strong> la fonda o <strong>de</strong>l lupanar, sin molestar a los amigos.A la mañana siguiente amanecieron algunos muertos: una vieja prostituta con un balazo en el ombligoy dos reclutas <strong>de</strong>l coronel Macías con el cráneo agujereado. Anastasio Montañés le dio cuenta a sujefe, y éste, alzando los hombros, dijo:— ¡Psch!... Pos que los entierren...XIX