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AZUELA MARIANO. Los de Abajo

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caballos echados, caída la cabeza y cerrados los ojos.—Están muy estragadas las remudas, compadre Anastasio; es bueno que nos que<strong>de</strong>mos a<strong>de</strong>scansar un día siquiera.—¡Ay, compadre Demetrio!... ¡Qué ganas ya <strong>de</strong> la sierra! Si viera..., ¿a que no me lo cree?... peronaditita que me jallo por acá... ¡Una tristeza y una murrial... ¡Quién sabe qué le hará a uno faltal...— ¿Cuántas horas se hacen <strong>de</strong> aquí a Limón?— No es cosa <strong>de</strong> horas: son tres jornadas muy bien hechas, compadre Demetrio.—¡Si vieral... ¡Tengo ganas <strong>de</strong> ver a mi mujer!No tardó mucho la Pintada en ir a buscar a Camila:— ¡Újule, újule!... Sólo por eso que ya Demetrio te va a largar. A mí, a mí mero me lo dijo... Va atraer a su mujer <strong>de</strong> veras... Yes muy bonita, muy blanca... ¡Unos chapetes!... Pero si tú no te queresir, pue que hasta te ocupen: tienen una criatura y tú la pue<strong>de</strong>s cargar...Cuando Demetrio regresó, Camila, llorando, se lo dijo todo.— No le hagas caso a esa loca... Son mentiras, son mentiras...Y como Demetrio no fue a Limón ni se volvió a acordar <strong>de</strong> su mujer, Camila estuvo muy contenta y laPintada se volvió un alacrán.XIAntes <strong>de</strong> la madrugada salieron rumbo a Tepatitlán. Diseminados por el camino real y por losbarbechos, sus siluetas ondulaban vagamente al paso monótono y acompasado <strong>de</strong> las caballerías,esfumándose en el tono perla <strong>de</strong> la luna en menguante, que bañaba todo el valle.Se oía lejanísimo ladrar <strong>de</strong> perros.— Hoy a mediodía llegamos a Tepatitlán, mañana a Cuquío, y luego..., a la sierra —dijo Demetrio.—¿No sería bueno, mi general —observó a su oído Luis Cervantes—, llegar primero aAguascalientes?— ¿Qué vamos a hacer allá?—Se nos están agotando los fondos...— ¡Cómo!... ¿Cuarenta mil pesos en ocho días?— Sólo en esta semana hemos reclutado cerca <strong>de</strong>quinientos hombres, y en anticipos y gratificaciones senos ha ido todo —repuso muy bajo Luis Cervantes.— No; vamos <strong>de</strong>recho a la sierra... Ya veremos... —¡Sí, a la sierra! —clamaron muchos.— ¡A la sierral... ¡A la sierral... No hay como la sierra.La planicie seguía oprimiendo sus pechos; hablaron <strong>de</strong> la sierra con entusiasmo y <strong>de</strong>lirio, y pensaronen ella como en la <strong>de</strong>seada amante a quien se ha <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> ver por mucho tiempo.Clareó el día. Después, una polvareda <strong>de</strong> tierra roja se levantó hacia el oriente, en una inmensacortina <strong>de</strong> púrpura incendiada.

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