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AZUELA MARIANO. Los de Abajo

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marcao el pellejo! ¡Mal ajo pa ellas! Son el enemigo malo. De veras, compadre, ¿voy que no me locree?... Por eso verá que ni... Pero yo tengo mucha experiencia en eso.— ¿Qué día vamos al ranchito, Pancracio? —insistió Demetrio, echando una bocanada <strong>de</strong> humogris.— Usté nomás dice... Ya sabe que allí <strong>de</strong>jé a mi amor...—Tuyo... y no —pronunció la Codorniz amodorrado.— Tuya... y mía también. Güeno es que seas compa<strong>de</strong>cido y nos la vayas a trair <strong>de</strong> veras —rumoreó el Manteca.— Hombre, sí, Pancracio; traite a la tuerta María Antonia, que por acá hace mucho frío —gritó a lolejos el Meco.Y muchos prorrumpieron en carcajadas, mientras el Manteca y Pancracio iniciaban su torneo <strong>de</strong>insolencias y obscenida<strong>de</strong>s.XX—¡Que viene Villa!La noticia se propagó con la velocidad <strong>de</strong>l relámpago.—¡Ah, Villal... La palabra mágica. El gran hombre que se esboza; el guerrero invicto que ejerce adistancia ya su gran fascinación <strong>de</strong> boa.— ¡Nuestro Napoleón mexicano! —exclama Luis Cervantes.— Sí, "el Aguila azteca, que ha clavado su pico <strong>de</strong> acero sobre la cabeza <strong>de</strong> la víbora VictorianoHuerta"... Así dije en un discurso en Ciudad Juárez —habló en tono un tanto irónico Alberto Solís, elayudante <strong>de</strong> Natera.<strong>Los</strong> dos, sentados en el mostrador <strong>de</strong> una cantina, apuraban sendos vasos <strong>de</strong> cerveza.Y los gorrudos <strong>de</strong> bufandas al cuello, <strong>de</strong> gruesos zapatones <strong>de</strong> vaqueta y encallecidas manos <strong>de</strong>vaquero, comiendo y bebiendo sin cesar, sólo hablaban <strong>de</strong> Villa y sus tropas.<strong>Los</strong> <strong>de</strong> Natera hacían abrir tamaña boca <strong>de</strong> admiración a los <strong>de</strong> Macías.¡Oh, Villal... ¡<strong>Los</strong> combates <strong>de</strong> Ciudad Juárez, Tierra Blanca, Chihuahua, Torreón!Pero los hechos vistos y vividos no valían nada. Había que oír la narración <strong>de</strong> sus proezasportentosas, don<strong>de</strong>, a renglón seguido <strong>de</strong> un acto <strong>de</strong> sorpren<strong>de</strong>nte magnanimidad, venía la hazañamás bestial. Villa es el indomable señor <strong>de</strong> la sierra, la eterna víctima <strong>de</strong> todos los gobiernos, que lopersiguen como una fiera; Villa es la reencarnación <strong>de</strong> la vieja leyenda: el bandido provi<strong>de</strong>ncia, quepasa por el mundo con la antorcha luminosa <strong>de</strong> un i<strong>de</strong>al: ¡robar a los ricos para hacer ricos a lospobres! Ylos pobres le forjan una leyenda que el tiempo se encargará <strong>de</strong> embellecer para que viva <strong>de</strong>generación en generación.— Pero sí sé <strong>de</strong>cirle, amigo Montañés —dijo uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong> Natera—, que si usted le cae bien a migeneral Villa, le regala una hacienda; pero si le choca..., ¡nomás lo manda fusilar!...¡Ah, las tropas <strong>de</strong> Villa! Puros hombres norteños, muy bien puestos, <strong>de</strong> sombrero tejano, traje <strong>de</strong> kakinuevecito y calzado <strong>de</strong> los Estados Unidos <strong>de</strong> a cuatro dólares.Y cuando esto <strong>de</strong>cían los hombres <strong>de</strong> Natera, se miraban entre sí <strong>de</strong>sconsolados, dándose cuentacabal <strong>de</strong> sus sombrerazos <strong>de</strong> soyate podridos por el sol y la humedad y <strong>de</strong> las garras <strong>de</strong> calzones ycamisas que medio cubrían sus cuerpos sucios y empiojados.— Porque ahí no hay hambre... Traen sus carros apretados <strong>de</strong> bueyes, carneros, vacas. Furgones<strong>de</strong> ropa; trenes enteros <strong>de</strong> parque y armamentos, y comestibles para que reviente el que quiera.

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