las voces que hay que oirderlas, por hacerlas propias y gestionarlas con mis propiosrecursos. Por desmedicalizarlas y despatologizarlas.”¿Cómo? Seguramente ya lo estamos haciendo, dentro perotambién, cada vez más, fuera del sistema. Recogiendo lasaportaciones de autoras como Clarissa Pinkola Estés, ChristineNorthrup o Jean Sinoda Bolen y otras más cercanas comola Psicoterapia de Equidad Feminista de Soledad Muruaga yPilar Pascual. Escuchándonos sin juzgar, aceptando que cadauno de nuestros síntomas mentales y de nuestras emocionesaparentemente inadecuadas son en realidad señal de unaintuición sabia que trae un mensaje importante. Sosteniéndonosen los numerosos grupos y cada vez más florecientesCírculos de Mujeres donde celebramos nuestra naturalezacíclica y aceptamos nuestro poderío.Volviendo a la naturaleza y tomando sus herramientas comoterapia: cambiando las consultas por paseos por bosques,permitiéndonos los masajes, la biodanza, el canto carnáticoo lo que haga falta para desenredar el ovillo de nuestrasmentes. Sanándonos como nos da la gana. Relacionándonosusuarias y profesionales como lo que realmente somos: mujeres,personas, iguales, cuidadosas y necesitadas de cuidados.Como los compañeros de Batán (un centro de atencióna drogrodependientes de la Comunidad de Madrid ocupadotras su cierre y reconvertido en una comunidad gestionadapor usuarios y profesionales: Garaldea)Nosotras, todas, tendremos que buscar nuevas maneras deescuchar nuestros síntomas. Recojamos el guante que noslanza Paula Tomé cuando nos dice: “Queridas amigas feministas:si lo personal es político, se vuelve urgente la necesidadde ampliar estos pactos, generando redes de apoyomutuo, intercambio de experiencias y estrategias, y trabajocolectivo sobre estos temas”.Leonor TaboadaDirectora Mys¡OIGAN!!!!Si o si. Escuchen atentamente. Presten atención. Atiendan.Olviden lo que han aprendido. Abran sus mentes.Abran los oídos y los ojos. Escuchen estas voces, leanestos textos. Rompan con el pasado. Con sus prejuicios.Con sus temores. Olviden lo que les han inoculado ensus carreras. Comprométanse con el presente y el futuro.Escuchen las voces de quienes demuestran que hayotras formas de enfocar la salud mental. Únanse a larebelión de quienes más padecen y de quienes han decididoponerse de su lado.Desde el editorial a la última página, este dossier reúnevoces significativas de pacientes impacientes y valientesque, en distintos países y contextos, han decididoplantar cara a diagnósticos que condenan y recetasque no curan, y a profesionales que abandonaron lavía trillada de la medicalización como único recurso,de acuerdo con sus consciencias y a sabiendas del altoprecio de su elección.Por supuesto, queremos dar las gracias a todas las vocesque se expresan en este dossier, de la primera a laúltima, y, en especial, a Patricia Rey Artime por losfrutos de su trabajo que, además del de entrevistadora,ha incluído sugerir, coordinar y contactar a muchas delas autoras y autores, sin olvidar a Maria Fúnez, porsus precisas y preciosas ilustraciones del interior.Confieso que trabajar en este dossier, también haabierto mis oídos y mis ojos.Las amigas. Cuando le conté a una que yo ya no podía seguiratendiendo a la gente así, como hacíamos en la urgenciapsiquiátrica habitualmente, sonriendo me exclamó: ¡Te hascurado!Maria Fúnez,ilustradoraPatricia Rey Artime,coordinadora4 MYS 36
las voces que hay que oirEleanor LongdenDoctora en psicologíaPertenece a “Hearing Voices”LAS VOCES ENmi cabezaEl día que me fui de casa por primera vez para ir a la universidadfue un día soleado lleno de esperanza y optimismo. Lo habíahecho bien en la escuela, las expectativas sobre mí eran altas,y entré llena de alegría en la vida estudiantil de conferencias,fiestas y robo de conos de tráfico.Las apariencias, por supuesto, pueden ser engañosas, y encierta medida, esta persona luchadora, enérgica era unaapariencia, aunque una muy bien elaborada y convincente.En el fondo, era muy infeliz e insegura y fundamentalmenteasustada, de los demás, del futuro, del fracaso… y del vacíoque sentí dentro de mí. Pero era experta en ocultarlo y desdeel exterior parecía ser alguien con todo para esperar y aspirar.Esta fantasía de invulnerabilidad era tan perfecta que hastayo misma me engañé y conforme el primer semestre terminóy comenzó el segundo, no había forma de que nadie pudierahaber predicho lo que iba a suceder.Salía de un seminario cuando empezó, tarareando para mímisma, moviendo mi bolso igual que cientos de veces antes,cuando de repente oí una voz que decía con calma “ella estásaliendo de la habitación”. Miré alrededor y no había nadiepero la claridad y la firmeza del comentario era inconfundible.Agitada, dejé mis libros en las escaleras y corrí a casa, yahí estaba otra vez: “Ella está abriendo la puerta”. Ese fueel comienzo. La voz había llegado. Durante días, y luego desemanas, siguió y siguió narrando todo lo que yo hacía entercera persona. “Ella está saliendo de la biblioteca”. “Ellaestá yendo a una conferencia”. Era neutral, impasible e incluso,después de un rato, extrañamente sociable y tranquilizadora,aunque me di cuenta de que su exterior tranquilo a vecesresbalaba y reflejaba mi propia emoción inexpresada. Así, porejemplo, si yo estaba enojada y tenía que ocultarlo (lo que hacíaa menudo), siendo muy hábil para ocultar lo que realmentesentía, entonces la voz sonaba frustrada. De lo contrario, noera ni siniestra ni inquietante, aunque incluso en ese momentoestaba claro que tenía que comunicarse conmigo acerca de misemociones, especialmente las emociones que eran remotas einaccesibles.Fue entonces cuando cometí un error fatal, le hablé a unaamiga sobre la voz y se horrorizó. Empezó, así, un procesosutil de adaptación a la idea de que la gente normal no oyevoces y, por tanto, algo en mi andaba muy mal. Tal temor ydesconfianza fueron contagiosos. De repente la voz ya noparecía tan benigna, y cuando mi amiga insistió en que buscaraatención médica, obligada acepté, lo que resultó ser el errornúmero dos.Pasé algún tiempo habándole al médico de la universidad delo que creía que era el verdadero problema: ansiedad, bajaautoestima, temores acerca del futuro, pero fui escuchadacon indiferencia aburrida hasta que mencioné la voz, despuésde lo cual se le cayó su pluma y comenzó a interrogarme converdadero interés. Y para ser justos, yo estaba desesperada pordespertar interés y recibir ayuda, así que empecé a contarlesobre mi extraño comentarista. En este momento, la voz dijo,“ella está cavando su propia tumba”.Me enviaron a un psiquiatra, quien interpretó todo lo que dijea través de la lente de la locura. Por ejemplo, yo colaboraba enuna estación de televisión de estudiantes que emitía boletinesde noticias alrededor del campus, y durante una cita con él enla que se estaba haciendo muy tarde, le dije, “Lo siento, doctor,me tengo que ir. Yo leo las noticias a las seis”. El anotó enhistoria clínica “Eleanor tiene delirios de ser una locutora denoticias de televisión”.Fue en este punto en que comenzaron los eventos querápidamente me sobrepasaron. Hubo un ingreso en el hospital,el primero de muchos, después un diagnóstico de esquizofreniay, lo peor de todo, un atormentado (tóxico) sentimiento dedesesperanza, humillación y desesperación cayó sobre mí ymis posibilidades. Pero empujada a ver la voz no como unaexperiencia sino como un síntoma, mi miedo y resistenciahacia ella se intensificó, adopté una postura agresiva hacia mipropia mente. Se desencadenó en mi interior una especie deguerra civil psíquica, lo que provocó que el número de vocesaumentara y fueran progresivamente hostiles y amenazantes.MYS 365