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DE LA SIERRA A LA CAPITAL - La Casa de Panchita

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<strong>LA</strong> SALUD: <strong>de</strong>recho violado<strong>La</strong> hornilla <strong>de</strong> la cocina eléctrica <strong>de</strong> mi casa se malogró, y le dio un aspecto muy interesantea la cocina cuando la remplazaron por una hornilla chiquitita, <strong>de</strong> una placa lentísimacon la que <strong>de</strong>moraba más que 40 minutos para hervir agua. Eso hizo la vida un pocochistosa, pero uno se acostumbra en todo...Movilizarme en la ciudad me pareció medio raro; no había para<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> buses nihorarios para esperar tu carro. En Finlandia hay ciertos lugares don<strong>de</strong> se sube alómnibus y éstos tienen números y rutas fijas. También tienen horarios, y si noestás en el para<strong>de</strong>ro a la hora exacta, tú tienes que esperar un cuarto o mediahora, hasta que venga el próximo carro. Me enseñaron que si quería ir a <strong>La</strong> <strong>Casa</strong><strong>de</strong> <strong>Panchita</strong> <strong>de</strong>bía tomar un carro ver<strong>de</strong> y rojo pero que a veces no tenía esoscolores, pero tenía escrito «Chama», aunque podía no tener letras ni esos colores,pero habría un muchacho colgado <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> la combi que gritando«¡Chama!», para llamar a los pasajeros. También me comentaron que mejor erano hablar en la combi para que no se dieran cuenta que soy extranjera porquesino, <strong>de</strong> repente, me iban a querer robar.Con temor estaba andando en las calles: muda, con los ojos casi cerrados para escon<strong>de</strong>rque son ver<strong>de</strong>s y que revelaran que no era peruana. En mi casa estaba escondiendo miscosas importantes como pasaporte, dinero, boletos <strong>de</strong> avión y tarjeta para cajero automático,por si acaso alguien entrase para robarme. Nadie entró, o si entró no los encontró,porque los había escondido tan bien que yo misma tampoco los encontré <strong>de</strong>spués¡olvidé dón<strong>de</strong> les había escondido y mucho trabajo me costó ubicarlos cuando los necesitéotra vez!Aunque en mi país no soy alta y mi apariencia es bastante normal, en Perú me sentícomo una extraterrestre, una gigante que anda 20 centímetros arriba <strong>de</strong> toda lagente, que mi pelo rubio se podía ver hasta 3 kilómetros a la redonda. Me parecíaque toda la gente me miraba, especialmente porque los hombres me molestaban;hasta <strong>de</strong> los carros me tocaban claxon. Me sentí muy incómoda; por primera vez enmi vida me sentí extremadamente diferente, aunque para mí la apariencia <strong>de</strong> losperuanos no me parecía tan rara. Después <strong>de</strong> dos días viviendo en Lima, me aburrí<strong>de</strong> escuchar los comentarios en la calle y me pinté el pelo <strong>de</strong> color negro. Y sorpresa¡funcionó! Ya casi nadie me molesta.Rápido me acostumbré a la vida <strong>de</strong>l Perú; aprendí a hablar y enten<strong>de</strong>r lo que la gente me<strong>de</strong>cía, hasta conocer como ir sola a muchos lugares. Me encantan los peruanos, meencanta la sierra, la naturaleza y las frutas. Me encantan los cuentos y leyendas y lavariedad <strong>de</strong> las culturas, las costumbres antiguas que aún se conservan. Me encantatodo el caos y locura, todas las sorpresas que se pue<strong>de</strong> encontrar. Me enamoré <strong>de</strong>lcampo en la sierra; la vida es dura pero bonita, la comida fresca, las paisajes maravillosos,la naturaleza y la gente lindísima. Con mis compañeras <strong>de</strong> <strong>La</strong> <strong>Casa</strong> <strong>de</strong> <strong>Panchita</strong>74

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