migración, con aquel que viene a quitarnos el puesto de trabajo,a consumir y abusar de los servicios que proporciona el Estado deBienestar. A este temor se ha sumado el miedo a la inseguridadeconómica, a perder el empleo o a dejar de percibir ciertos serviciosesenciales por parte del Estado. Y luego hay una especie demiedo intuitivo a que nuestros representantes, nuestros políticos,más allá de ideologías, sean incapaces de arreglar nuestros problemasporque las posibles soluciones han de llegar desde otroscentros de decisión que no están en España. Si los ciudadanosperciben esa inseguridad económica y ese estado de incertidumbrepermanente, y no encuentran en sus políticos y gobernantesuna capacidad y autonomía real de decisión e intervención, lesentra el miedo. Eso es la economía del miedo. Y esa angustia haceque pujemos a la baja: preferimos que nos bajen el sueldo a perderel empleo; aceptar un copago en los servicios sanitaros antesque dejar de percibirlos, etc.Modos: Ahora que cita el copago, el ministro Luis de Guindosse preguntaba si el Estado tenía que proporcionar serviciosgratuitos a alguien que cobrase 100.000 euros anuales. Porotra parte, en La economía del miedo habla de los “desafiliados”y “la rebelión de las élites” como ejemplo de la fractura“La economía del miedohace que pujemos a labaja: preferimos quenos bajen el sueldo aperder el empleo,aceptar un copago enlos servicios sanitarosantes que dejar depercibirlos”21
Joaquín Estefaníatotal de la sociedad, siendo los primeros aquellos que quedanfuera del sistema, amparados por una especie de Estado de laBeneficencia, que no del Bienestar. ¿Ese es el modelo que subyaceen las palabras del ministro de Economía?Joaquín Estefanía: Me temo que sí. Vamos a ver, yo creo que eneste país, entre otros debates, tenemos que abordar uno sobre losimpuestos. Es decir, en una situación de crisis es verosímil que unapersona que gane más de 100.000 euros tenga que pagar máspor las medicinas u otro tipo de servicios. Pero ten en cuenta queesa gente, si ha pagado los impuestos, probablemente haya tenidoun 40% de disminución de su sueldo, de su renta disponible porel pago del impuesto sobre la renta. Por consiguiente ya se ha producidoun cierto desequilibro y, ahora, le exigen un esfuerzo mayor.Ese es un debate que hay que tener porque, de alguna manera,es injusto para los asalariados que pagan su impuesto sobre larenta, aunque ganen 100.000 euros anuales. El problema estaríaen todos los que se escapan, que son muchos. Pero ¿qué es loque está sucediendo en estos momentos? Que se está poniendoen cuestión, sin abrir un debate, la universalidad del Estado deBienestar. Es decir, se está empezando a hablar en términos de beneficencia,de pobres, los desfavorecidos…, y resulta que uno suponíaque ese camino ya lo habíamos recorrido y superado graciasa que nuestra sociedad tenía un Estado de Bienestar que dabauna superioridad al modelo social europeo respecto a otros paísesy a nuestra propia historia. Por tanto, cuando hablamos de copago,estamos hablando de seleccionar, de alguna manera,quiénes son los beneficiarios, a lo que habría que añadir la demagogiade por qué Emilio Botín va a pagar igual que un desempleado.Y lo cierto es que entre ambos ejemplos se escapa unacasuística infinita en las que los principales perjudicados son lasclases medias. Tú decías hace un momento que la crisis se manifestabaen un incremento del paro brutal y en un empobrecimientode las clases medias extraordinario. Estamos viendo una situaciónde mortandad empresarial inquietante, de centenares de miles deempresas. A eso hay que añadir los salarios iniciales, que sonahora menores que los de hace cinco y diez años; que se ha detenidola movilidad social en el interior de las empresas: no hay ascensosporque cuestan dinero. Hay que empezar a hablar no sólode desempleo sino de empobrecimiento. Porque la pobreza se estáhaciendo mucho más intensiva y extensiva en países como España,por no hablar de Grecia o Portugal. Y todo esto son las secuelas22