VII114roñas, el organismo que integran, y el medio en que éste interactúa, operan recíprocamente como selectoresde sus correspondientes cambios estructurales, y se acoplan estructuralmente entre sí: el operar<strong>del</strong> organismo, incluyendo su sistema nervioso, selecciona los cambios estructurales que le permitenseguir operando, o se desintegra.Para un observador, el organismo aparece como moviéndose adecuadamente en un medio cambiante,y él habla de aprendizaje. Para él los cambios estructurales que ocurren en el sistema nerviosoparecen corresponderse a las circunstancias de las interacciones <strong>del</strong> organismo. Para el operar <strong>del</strong> sistemanervioso, en cambio, sólo hay una deriva estructural continua que sigue el curso en que en cadainstante se conserva el acoplamiento estructural (adaptación) <strong>del</strong> organismo a su medio de interacción.Conductas innatas y conductas aprendidasHemos dicho muchas veces —para no olvidarlo— que toda conducta es un fenómeno relacionalque nosotros, como observadores, señalamos entre organismos y medio. Sin embargo, cuál es el ámbitode conductas posibles de un organismo está determinado por su estructura, ya que es ésta la queespecifica sus dominios de interacciones. Por esto, cada vez que en los organismos de una misma especiese desarrollan ciertas estructuras con independencia de las peculiaridades de sus historias de interacciones,se dice que tales estructuras están determinadas genéticamente, y que las conductas que ellashacen posibles (si se dan) son instintivas. Cuando la guagua, a las horas de nacer, presiona el pecho desu madre y chupa <strong>del</strong> pezón, lo hace con independencia de si nació de parto natural o de cesárea, osi nació en un lujoso hospital de Santiago o en el interior de Chiloé.Por el contrario, si las estructuras que hacen posible una cierta conducta en los miembros de unaespecie se desarrollan sólo si hay una historia particular de interacciones, se dice que las estructurasson ontogénicas y que las conductas son aprendidas. Nuestra niña-lobo, <strong>del</strong> capítulo anterior, no tuvolas interacciones sociales que todo niño tiene, y su conducta de correr en dos pies, por ejemplo, no sedesarrolló. Hasta en estas cosas, aparentemente tan elementales como correr, dependemos de un contextohumano que nos rodea como el aire que respiramos.Notemos bien que las conductas innatas y las aprendidas son, como conductas, indistinguibles ensu naturaleza y en su realización. La distinción está en la historia de las estructuras que las hacen po-
VII115sibles y, por lo tanto, el que podamos clasificarlas como una o como otra va a depender de que tengamosacceso o no a la historia estructural pertinente. En el presente <strong>del</strong> operar <strong>del</strong> sistema nervioso,no hay tal distinción.Es importante darse cuenta de que corrientemente tendemos a considerar el aprendizaje y la memoriacomo fenómenos de cambio de conducta que se dan al "captarse" o recibirse algo <strong>del</strong> medio.Esto implica suponer que el sistema nervioso opera con representaciones. Nosotros hemos visto yaque esta suposición oscurece y complica tremendamente el entendimiento de los procesos cognoscitivos.Todo lo que hemos dicho apunta a entender el aprendizaje como una expresión <strong>del</strong> acoplamientoestructural, que siempre va a mantener una compatibilidad entre el operar <strong>del</strong> organismo yel medio en que éste se da. Cuando nosotros como observadores miramos una secuencia de perturbaciones,que el sistema nervioso compensa de una de las muchas maneras posibles, nos pareceque internaliza algo <strong>del</strong> medio. Pero, ya sabemos, hacer esta descripción sería perder nuestra contabilidadlógica: sería tratar algo que nos es útil para nuestra comunicación entre observadores comoun elemento operacional <strong>del</strong> sistema nervioso. <strong>El</strong> describir el aprendizaje como una internalización<strong>del</strong> medio confunde las cosas al sugerir que se dan en la dinámica estructural <strong>del</strong> sistema nervioso fenómenosque sólo existen en el dominio de descripciones de algunos organismos, como nosotros, capacesde lenguaje.<strong>Conocimiento</strong> y sistema nerviosoEn el capítulo anterior hemos habladot de dominios conductuales, y en éste de la organización fundamental<strong>del</strong> sistema nervioso. Con ello nos hemos movido más y más cerca de aquellos fenómenos quecotidianamente designamos como actos de conocimiento. Estamos ahora en condiciones de afinar nuestroentendimiento acerca de qué se puede querer decir al indicar que un acto es cognoscitivo.Si pensamos por un momento qué criterio utilizamos para decir que alguien tiene conocimiento,veremos que lo que buscamos es una acción efectiva en el dominio en que se espera una respuesta.Esto es, esperamos una conducta efectiva en algún contexto que señalamos al hacer la pregunta. Así,dos observaciones <strong>del</strong> mismo sujeto, bajo las mismas condiciones, pero hechas con preguntas diferentes,pueden asignar distintos valores cognoscitivos a lo que se ve como la conducta <strong>del</strong> sujeto.CONOCIMIENTOAdmitimos conocimiento cada vez que observamosuna conducta efectiva (o adecuada) en uncontexto señalado, es decir, en un dominio quedefinimos con una pregunta (explícita o implícita)que formulamos como observadores.
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