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Autores_Humberto Maturana, Francisco Varela - El Arbol del Conocimiento

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en su dinámica estructural al requerir que el medio especifique su operar. O si, al contrario, no afirmamosla objetividad <strong>del</strong> mundo, parece como si afirmáramos que todo es pura relatividad y que todoes posible en la negación de toda legalidad. Entonces, nos encontramos con los problemas de entendercómo nuestra experiencia está acoplada a un mundo que vivimos como conteniendo regularidadesque son resultado de nuestra historia biológica y social.Otra vez tenemos que caminar en el filo de la navaja, evitando los extremos representacional (uobjetivista) y solipsista (o idealista). En esta vía media, lo que encontramos es la regularidad <strong>del</strong> mundoque experimentamos en cada momento, pero sin ningún punto de referencia independiente denosotros que nos garantice la estabilidad absoluta que le quisiéramos asignar a nuestras descripciones.En verdad, todo el mecanismo de generación de nosotros como descriptores y observadores nos garantizay explica que nuestro mundo, como el mundo que traemos a la mano en nuestro ser con otros,siempre será precisamente esa mezcla de regularidad y mutabilidad, esa combinación de solidez y arenasmovedizas que es tan típica de la experiencia humana cuando se la mira de cerca.Más todavía, es evidente que no podemos salimos de este círculo y saltar fuera de nuestro dominiocognoscitivo. Sería como, por un fíat divino, cambiar la naturaleza <strong>del</strong> cerebro, cambiar lanaturaleza <strong>del</strong> lenguaje y cambiar la naturaleza <strong>del</strong> devenir, al cambiar la naturaleza de la naturaleza.Estamos continuamente inmersos dentro de este circular de una interacción a otra, cuyos resultadosdependen de la historia. Todo hacer lleva a un nuevo hacer: es el círculo cognoscitivo quecaracteriza a nuestro ser, en un proceso cuya realización está inmersa en el modo de ser autónomo <strong>del</strong>o vivo.A través de esta continua recursividad, todo mundo traído a la mano necesariamente oculta susorígenes. Biológicamente no cabe que tengamos frente a nosotros lo que nos ocurrió en el obtenerlas regularidades en el mundo que nos parecen acostumbradas, desde los valores o las preferencias,hasta las tonalidades de los colores y los olores. <strong>El</strong> mecanismo biológico nos señala que una estabilizaciónoperacional en la dinámica <strong>del</strong> organismo no incorpora la manera como se originó. Nuestrasvisiones <strong>del</strong> mundo y de nosotros mismos no guardan registros de sus orígenes; las palabras enel lenguaje (en la reflexión lingüística) pasan a ser objetos que ocultan las coordinaciones conductualesque las constituyen operacionalmente en el dominio lingüístico. De aquí que tengamos continuamenterenovados "puntos ciegos" cognoscitivos, que no veamos que no vemos, que no nos demoscuenta de que ignoramos. Sólo cuando alguna interacción nos saca de lo obvio —por ejemplo, al serbruscamente transportados a un medio cultural diferente— y nos permitimos reflexionar, nos damoscuenta de la inmensa cantidad de relaciones que tomamos por garantidas.

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