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Manejo Integral del Fuego - Conservation Gateway

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Figura 2. Sabana de pino caribe (Pinus caribaea) dependiente <strong>del</strong> fuego en Belice, mantenida por un régimen de incendios de superficiefrecuentes de baja intensidad. (Foto de R. Myers)Ejemplos de ecosistemas dependientes <strong>del</strong> fuego abundan entodo el mundo. En Mesoamérica, hay una amplia variedad debosques y sabanas de pino dependientes <strong>del</strong> fuego. México, consus ambientes tropicales y templados, contiene la mayor diversidadde especies de pino <strong>del</strong> mundo —55 especies y variedades(Espinosa 2001).La mayoría de las especies de pino está vinculada a perturbaciones,a menudo definidas por regímenes de fuego específicos(Rodríguez-Trejo y Fulé 2003). Muchos de estos tipos debosque se extienden a América Central. Lo mismo puededecirse de la gran diversidad de especies de encino de México—110 especies (Zavala Chávez 2003), una gran parte de lascuales puede necesitar el fuego o verse favorecida por lasperturbaciones inducidas por éste. En otras partes enMesoamérica y el Caribe, las sabanas y los bosques <strong>del</strong> pinoPinus caribaea, dependientes <strong>del</strong> fuego, se extienden des<strong>del</strong>as Bahamas, más allá de Cuba, hasta Belice, Honduras yNicaragua (Myers et al. 2004a; Myers et al. 2006). LaRepública Dominicana tiene bosques y sabanas dependientes<strong>del</strong> fuego de la especie endémica Pinus occidentalis (Horn et al.2000; Myers et al. 2004b). Además <strong>del</strong> P. caribaea, Cubatiene tres especies endémicas de pino que se mantienen enambientes propensos al fuego.Las especies de pino adaptadas al fuego también formanextensos bosques abiertos en los ambientes tropicales ysubtropicales <strong>del</strong> sureste y <strong>del</strong> sur de Asia. El fuego juega unpapel clave, aunque muy poco comprendido, en el mantenimientoy en las características de los bosques de Pinus kesiyay/o P. merkusii que se extienden desde las montañas de Assamen India, a través de Myanmar, Tailandia, el sur de China,Camboya, Laos, Vietnam y las Filipinas, hasta Sumatra(Kowal 1966; Richardson y Run<strong>del</strong> 1998).Se ha hecho referencia a África como el “continente de fuego”(Komarek 1971), principalmente debido a que gran parte <strong>del</strong>África subsahariana, con la excepción de los bosques tropicales<strong>del</strong> oeste y centro de África ecuatorial, estuvo formada en elpasado por un amplio paisaje de sabanas tropicales y subtropicalespropensas al fuego y por bosques y matorrales influidospor el fuego, que han sido moldeados por la actividad humanacon el fuego (de más larga historia <strong>del</strong> mundo).Al igual que África, América <strong>del</strong> Sur es un “continente defuego”. Una importante proporción de América <strong>del</strong> Sur seubica en la misma zona bioclimática que mantiene a la sabanaen África. El Cerrado brasilero, que una vez cubría el 22% <strong>del</strong>país, o dos millones de kilómetros cuadrados, es un mosaico desabana y matorrales moldeados por una variedad de regímenesde fuego (Miranda et al. 2002). En América <strong>del</strong> Sur se encuentranotros tipos de pastizales en la Gran Sabana y en los Llanosde Venezuela, así como en Bolivia, Perú y Paraguay. La zonatemplada de América <strong>del</strong> Sur cuenta con las inmensas pampasargentinas y otros pastizales. Todavía no se comprende bien lafunción <strong>del</strong> fuego en otros ecosistemas templados sudamericanos,tales como los bosques de Araucaria.Los bosques y las sabanas de palmeras, mantenidos por elfuego, son comunes en todo el trópico (Myers 1990), juntocon una variedad de humedales costeros y de agua dulcedependientes <strong>del</strong> fuego o influidos por éste. Los científicosestán comenzando a comprender que el fuego es también unaparte integral de las áreas alpinas tropicales, tales como elpáramo en las Américas (Horn 1998) y la vegetaciónafro-alpina (Bond et al. 2004).4

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