Consenso, hegemonÃa e identidad - Estudios â Revista de ...

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nacional. Por un lado, comienza a predominar una representación que coloca al sujetonacional en el espacio urbano, aunque preserve parte de su herencia rural comomemoria activa. Por otro lado, ese mismo desplazamiento espacial del sujeto nacionalque ahora sí se concibe cerca, delante de la puerta-comohemos visto en eltexto de Anáiz- es percibido como una amenaza con mucha más frecuencia de loque es visto como un avance o una ventaja. Del lado de los sectores intelectuales másconservadores, esta amenaza se focaliza en el hecho de que ese pueblo que efectivamenteestá intentando ejercer sus derechos puede elegir a los líderes "equivocados".Desde el sector liberal ,la amenaza consiste en la eventualidad de que en última instanciaese pueblo puede tomar un camino propio, impredecible, que no ha sido trazadopor la élite intelectual. El tránsito de estos sujetos urbanos por los nuevos territoriosde la participación política está representado por constantes signos de cambio, demovimiento y mudanza que, en no pocos casos, se vuelven signos de amenaza.Las masas que participaron históricamente en motines, saqueos, marchas y huelgasconstituían una fuerza difícil de dominar, pero -sobretodo- difícil de comprendery de ubicar en el molde de las ideas prestablecidas. El intento de aprehendery representar este proceso de participación masiva resultó una tarea contradictoriatanto para el sector letrado tradicional, habituado al orden de lo escrito y a la racionalidadacadémica, como para el sector de intelectuales emergentes que aprendían almismo tiempo a luchar en el terreno político -lamayoría de ellos eran dirigentesestudiantiles de clase media- y a ingresar al campo letrado.En muchos sentidos, los debates ventilados en la prensa proporcionan la imagende un espacio social en proceso de cambio que, sin embargo, intenta analizarse yrepresentarse desde nociones ya conocidas, residuales o hegemónicas. Esta tensanegociación entre los moldes habituales a partir de los cuales se comprendía el procesosocial en un pasado inmediato y los cambios efectivos que estaban en procesoprodujo sus contradicciones. Tensiones que fueron resueltas en el espacio de larepresentación a partir de las imágenes unitarias, tranquilizadoras y estabilizadorasde sentidos que hemos apuntado.Pero, más allá de las tensiones y pliegues discursivos del momento, lo que puederegistrarse con claridad en estos discursos publicados en la prensa es el modo comofueron utilizados ciertos recursos retóricos para producir un efecto consensual en larepresentación. El recurso más reiterado fue sin duda el uso de la primera persona delplural. La construcción de un nosotros, que proporcionara el efecto de unidad a lainstancia enunciativa, daba a cada discurso una base consensual producida en el actomismo de la enunciación, es decir, en la performatividad del acto de habla eiecutado.Este mismo efecto era producido al momento de elaborar discursos totalizantes encabezadospor frases como "nadie puede negar...", "no es posible aceptar...". que conteníanen su propia enunciación un principio de exclusión, al construir dircursivamenteun acuerdo que no necesariamente podía verificarse en la práctica. El acuerdo supuestot24
que se construía con la primera persona del plural y las formulaciones totalizantesera reforzado con la elaboración de consignas que se repetían insistentemente entodos los discursos, como la reiterada petición de orden, calma y cordura que circulóen todos los medios. Igualmente se lograba este efecto consensual en el procesodiscursivo de describir y delimitar los problemas. definir y conceptualizar los términosen disputa, así como en el diseño de las tareas específicas que había que llevar a cabo.Por otro lado, este discurso que produce ef-ectos consensuales debe necesariamentedefinir cu/iles son sus aliados y cuáles sus adversarios. La noción de pueblo-como hemos visto- fue usada aquí para delimitar estos campos. Nombrar al puebloy calificarlo siempre de manera positiva o al menos halagadora-"noble","sufrido"."heroico"- implicaba colocarlo automáticamente del lado de la perspectiva de enunciación.Este movimiento de prestidigitación simbólica venía acompañado siemprepor su complemento: el recurso a hablar siempre de los adversarios como de una"minoría", sin arraigo popr-rlar y a la que ese "pueblo" no debía escuchar ni seguir.Todos estos recursos eran coloc¡dr)s en un contexto en el cual la meta a alcanzat erasiempre "el progreso de la patria", "el bienestar de la nación", "el correcto ejerciciode los derechos ciudadanos"... concepciones esencialistas que podían ser usadas enmuy distintos argumentos para producir efectos consensuales en el campo letrado.IJI irnaginario consensual construido a partir de estos ef'ectr>s definirá -como hemosvisto- qué sujetos sociales entraÍr en esta contienda, quiénes tienen voz para combatiren la disputa, con qué annas pueden combatir estos sujetos y en qué terrenos simbólicospueden desplazarse. Asimismo, las redes simbólicas claboradas en los discursosque circularon por los medios masivos de comunicación establecerán un m¿rrco pararegular el modo en que deben ser cclnstruidos los relatos legitirnadores que combatenpor la hegemonía, cómo se naffa la perlenencia a esos espacios del sentido y cuáles sonlos límites del relato de la identidad. Muchos de estos elementos estarán presentes enlas elaboraciones argumentales de la novela regionalista, cuando la narrativa de ficciónacuse recibo de las transfbrmaciclnes que en este momento de cambio se han producidoen el relato identitario nacional.BIBLIOGRAFíAArrdelson, Benedict ( l99l). ('ontuttidct¿les'innginadu.s. Reflexiones sobre el origen y laditusión del nacionalisrno. México: Fondo de Cultura Económica.Congreso de la República ( l9li6). (]obierno ¡, época del Presídente Eleazar LópezContreras, Lo versión dt ltt ¡trrtt.su (1936-194 I). Caracas: Congreso de la República,Col. El Pensarnicnto l)olítico Venezolano del Siglo XX, Tomo VIII, Vols.IX-X. Nos. 25,26,21.t25
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