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perdió su voz y él quedó en silencio. Así, de la noche a la<br />
mañana, no solo tuvo que lidiar con ser mudo, sino también<br />
sordo. Y fue cuando todos a su alrededor se callaron, fue<br />
cuando de verdad pudo oír algo que siempre había estado ahí<br />
pero muy pocos podían escuchar. Comenzó a oír los susurros.<br />
Incluso a distancias inverosímiles si alguien susurraba, él<br />
podía escucharlos tan nítidamente como si estuviesen a su<br />
lado. Y era eso precisamente lo que le demandaba su amigo.<br />
Quería su susurro.<br />
— ¡Joder Jesse no seas capullo y dime qué le he parecido!<br />
Henry, aunque dos años mayor que él, era alumno en<br />
la clase de lenguaje de signos que Jesse impartía. Y casi su<br />
único amigo allí. Por eso no encontraba la manera de decirle<br />
lo que quería oír sin herir sus sentimientos.<br />
— Mira, sin rodeos: te va a dar la patada.<br />
— ¿Qué? —gritó Henry mirando en dirección a las<br />
chicas sin ningún recato antes de volver para que Jesse le<br />
leyese los labios— ¿Por qué?<br />
— Al parecer no... sabes pulsar los botones adecuados<br />
en una mujer —dijeron las manos de Jesse edulcorando lo<br />
que su mente sí decía con más crueldad—. Cree que te falta<br />
coordinación ojo-mano... y resistencia. Aunque solo mental,<br />
¿eh?, porque sigue pensando que estás cachas.<br />
— ¿Sabes qué es lo que se merece esa? —Jesse negó<br />
con la cabeza ante la pregunta de su amigo—. Mira, se lo voy<br />
a decir en el lenguaje universal de los signos para que hasta tú<br />
lo entiendas. ¡Eh, Anna!<br />
Jesse se sintió casi tan abochornado como la chica<br />
cuando el dedo corazón de Henry expresó toda su frustración<br />
quedándose a la vista de todo el mundo. Al momento se desató<br />
una discusión de la que no quería ser testigo, así que se marchó<br />
justo cuando un gran número de alumnos corrían en dirección<br />
contraria hablando a voces. Ignorándolos salió a la calle donde,<br />
extrañamente, no había ni un alma. Entonces su móvil vibró.