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leer-una-muestra-de-aevum

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AEVUM – ©Lena Blaupadre, en cambio, se había evaporado sin <strong>de</strong>jar rastro ninguno. Y ésa es <strong>una</strong> sensación mucho más<strong>de</strong>soladora si cabe, porque jamás cierras el capítulo <strong>de</strong>l todo. Es un misterio que te persigue parasiempre.―Tengo que irme a la galería ―anunció mi tía levantándose <strong>de</strong> la silla.―Sí, yo también <strong>de</strong>bería ponerme en marcha. No quiero llegar tar<strong>de</strong> a la reunión <strong>de</strong>lmáster.Dicho esto, recogimos el <strong>de</strong>sayuno en un abrir y cerrar <strong>de</strong> ojos y <strong>de</strong>spués subí directa a midormitorio para darme <strong>una</strong> ducha que, sumada a la cafeína que llevaba en las venas, me terminó <strong>de</strong><strong>de</strong>spertar por completo.∼La universidad <strong>de</strong> Tulane tiene ese aire atemporal y académico que te hace sentir como sihubieras accedido a otro mundo. En cuanto te a<strong>de</strong>ntras en el viejo campus, tan ver<strong>de</strong> y arbolado,parece que hubieras viajado atrás en el tiempo.Caminé por el antiguo edificio principal (en el que se hallaba la sala don<strong>de</strong> nos habíancitado) con la sensación <strong>de</strong> estar recorriendo aquellos pasillos <strong>de</strong> piedra tan llenos <strong>de</strong> historia sinque mis pies apenas tocaran el suelo. Me sentía inmersa en <strong>una</strong> ensoñación, con mi imaginaciónconstruyendo miles <strong>de</strong> posibles anécdotas acontecidas entre aquellas pare<strong>de</strong>s. Por algo la llaman el“Harvard <strong>de</strong>l Sur”; aquel lugar me hablaba en silencio <strong>de</strong> su prestigio y <strong>de</strong> su fama.Cuando por fin encontré la sala don<strong>de</strong> en breves minutos daría comienzo la reunión paraaquellos que comenzábamos el Máster en Historia <strong>de</strong>l Arte, busqué aprisa <strong>una</strong> silla don<strong>de</strong> tomarasiento. Parecía ser <strong>una</strong> <strong>de</strong> las últimas alumnas en llegar y traté <strong>de</strong> pasar lo más <strong>de</strong>sapercibidaposible. ¡Unos minutos más y habría llegado tar<strong>de</strong>! (Y luego criticaba a Jenna…)Pero, para mi alivio, no fui la última. Un chico alto y apuesto entró en la sala unossegundos antes <strong>de</strong> que los profesores dieran comienzo a la reunión. Se acercó hasta la silla quehabía junto a mí y tomó asiento. Lo primero que percibí fue su olor; era muy penetrante. Eraagradable e intenso, pero no pu<strong>de</strong> dar con la palabra para <strong>de</strong>scribirlo. Nunca había olido algo así.Era, <strong>de</strong>finitivamente, muy masculino. Sin embargo, no se parecía a ningún perfume <strong>de</strong> hombre quehubiera olido antes.La charla dio comienzo y el director <strong>de</strong>l máster hizo su introducción. Nos explicó losobjetivos fundamentales <strong>de</strong> aquel programa <strong>de</strong> postgrado, recordándonos lo afort<strong>una</strong>dos queéramos <strong>de</strong> haber sido admitidos en un curso <strong>de</strong> tanto prestigio. (Ya se sabe, a las universida<strong>de</strong>s lesencanta vanagloriarse <strong>de</strong> sus logros, y más aún cuando se trata <strong>de</strong> <strong>una</strong> <strong>de</strong> las instituciones másvaloradas <strong>de</strong>l sur <strong>de</strong> Estados Unidos).Mientras el buen hombre adornaba nuestro espacio auditivo con innumerables elogiospara él y su equipo facultativo, yo <strong>de</strong>sconecté <strong>de</strong>l sermón y me <strong>de</strong>diqué a garabatear alg<strong>una</strong>s10

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