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leer-una-muestra-de-aevum

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AEVUM – ©Lena Blaupalabras en mi cua<strong>de</strong>rno. Lo hice en castellano, ya que eso me aseguraba un mayor anonimato sialguien <strong>de</strong>cidía espiar el contenido <strong>de</strong> lo que escribía. (Ser absolutamente bilingüe tiene muchasventajas. ¡Y a mí me encanta explotarlas según me convenga!)―¿En serio piensas comprar todo eso? ―me susurró en español aquel apuesto chico quese había sentado a mi lado.¡No me lo podía creer! Justo él tenía que hablar mi otro idioma… ¡Qué mala suerte! Ymás encima cuando mi lista <strong>de</strong> la compra incluía tampones, crema <strong>de</strong>pilatoria, y no sé cuantascosas más relativas a la higiene íntima femenina. “¡Tierra trágame!”, pensé.―No, sólo hago listas absurdas porque me aburro ―respondí conteniendo la risa―.Pues claro que voy a comprar estas cosas.Él soltó <strong>una</strong> suave risa y aquel olor que tanto me había llamado la atención volvió aro<strong>de</strong>arme. Pensé que quizá <strong>de</strong>bía preguntarle qué colonia usaba y añadirla a mi lista <strong>de</strong> la compra.Era alucinante lo bien que olía aquel tipo.―Soy Anthony ―se presentó con aquel leve acento anglosajón que convertía su españolen <strong>una</strong> serie <strong>de</strong> sonidos <strong>de</strong> lo más interesantes. A su vez, pu<strong>de</strong> distinguir un cierto <strong>de</strong>jesudamericano en su voz.―Hola, yo soy Daniela ―me presenté hablando en susurros. Entonces alcé la vista haciaél y me fijé en que era realmente guapo. Y a<strong>de</strong>más me sonreía <strong>de</strong> <strong>una</strong> forma arrebatadora.―Encantado <strong>de</strong> conocerte ―dijo esta vez en inglés.―Igualmente ―respondí en el mismo idioma.No continuamos hablando. Una cosa es pasar olímpicamente en silencio <strong>de</strong>l tostón queestaban contándonos los profesores, y otra muy distinta entablar <strong>una</strong> animada conversación con un<strong>de</strong>sconocido en medio <strong>de</strong> <strong>una</strong> reunión que se suponía era el punto <strong>de</strong> arranque <strong>de</strong> un máster queme iba a costar un riñón. Aunque parezca que no me lo tomaba en serio, lo cierto es que aquellanueva aventura académica me importaba, y mucho. Es sólo que las retóricas introductorias suelenaburrirme. Cerré el cua<strong>de</strong>rno y traté <strong>de</strong> prestar atención al resto <strong>de</strong> la charla.Una hora <strong>de</strong>spués, por fin salimos <strong>de</strong> aquella sala. Por lo menos hacia el final <strong>de</strong> lareunión nos habían dado información interesante sobre las diferentes clases que íbamos a tener esesemestre. Lo bueno <strong>de</strong> aquel programa era que, aunque había <strong>una</strong> serie <strong>de</strong> temas obligatorios paratodos, nos daba la oportunidad <strong>de</strong> elegir entre <strong>una</strong> variada selección <strong>de</strong> asignaturas optativas quenos permitirían profundizar en aquellos temas que más nos interesaran a cada uno. Yo tenía la claraintención <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r más sobre el arte oriental, algo que en mis años <strong>de</strong> carrera en España casiapenas habíamos tocado. Me alegró saber que podría apuntarme a <strong>una</strong> <strong>de</strong> las clases que ofrecía el<strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> Estudios Asiáticos <strong>de</strong> la universidad. Esa mentalidad multidisciplinar <strong>de</strong>l sistemaeducativo americano era <strong>una</strong> <strong>de</strong> las razones por las que siempre había querido estudiar allí.11

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