mujeres correspondiente

por otro orden de reglas del juego y exige otro tipo de
comportamientos.
Cuando se logra traspasar esa barrera y las mujeres
se otorgan reconocimiento y poder, recíprocamente,
es posible construir un contexto de “affidamento”, es
decir de confianza y cuidado mutuo entre mujeres.
El “affidamento”, dice Ana María Piussi, implica
atribuir autoridad a otra mujer reconociéndola como
quien puede legitimar socialmente nuestro deseo e
interés allí donde queremos hacerlos valer, significa
investirla como mediadora fiel entre nosotras y
el mundo. La socialdemócrata e integrante del PSOE,
Carmen Alborch, habla de ese tipo de mujeres que el
“affi-damento” sea posible. Ellas son mujeres que han
ejercitado su libertad y han elegido, que han optado
por decisiones que han marcado su vida entera:
decisiones y elecciones que se incorporan a sus
destinos, riesgos y compromisos, exponiéndose
y afrontando valientemente el futuro, que han
practicado el diálogo, las alianzas y la inclusión.
Ellas “son valientes y suscitan o despiertan nuestra
admiración (la admiración, al contrario que la envidia,
proporciona alegría)... Sus trayectorias son
apasionantes y configuran personalidades que pueden
provocar simpatía y sentimientos de emulación.
Son nuestras ciudadanas del mundo modelos de
mujer”. 2
La construcción de “affidamento”, la empatía y la
admiración que puede generarse entre mujeres
puede ser una herramienta potente para trastocar la
política tradicional. Porque significa que las mujeres
pueden trascender los troqueles impuestos por la
cultura dominante y ganar para sí mismas y para otras
una identidad nueva, con un capital simbólico capaz
de ayudarlas no sólo a entrar a los parlamentos sino,
también, a hacer estallar ese “techo de cristal” que
ha tenido al mundo sin poder explorar lo que la otra
mitad del cielo tiene para la humanidad.
33
2
Alborch, Carmen (2002). Malas: rivalidad y complicidad entre mujeres: Aguilar.