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Revista Destiempos 38

Revista de divulgación académica y cultural

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<strong>Revista</strong> destiempos N°<strong>38</strong><br />

Estado real no podía ejercer sus funciones (mantener la paz y el orden y<br />

administrar justicia) si no establecía pactos con las fuerzas sociales que<br />

detentaban el poder económico. Los estados absolutistas conservaban así<br />

el carácter pactista y patrimonialista que había caracterizado a las<br />

monarquías medievales. A diferencia del estado administrador y burocratizado<br />

moderno, el medieval era un árbitro que intentaban armonizar<br />

posiciones antagónicas con la ayuda de un reducido número de funcionarios.<br />

Esa limitación afectaba incluso a su sistema fiscal el cual era muy<br />

precario.<br />

De hecho, al no existir una economía de mercado propiamente<br />

dicha, la posibilidad de manejar una hacienda pública eficiente era muy<br />

difícil. Hay autores que hablan de la existencia de una economía moral,<br />

marcada más por criterios religiosos que por el sentido de la ganancia con<br />

miras a multiplicar los beneficios. La economía moral convertía el bienestar<br />

económico en una obligación pues quien obtenía riqueza, lo hacía por la<br />

gracias de Dios, por lo cual debía aplicar parte de ella a obras de<br />

beneficencia, a fiestas patronales y a embellecer iglesias para el culto. Por<br />

eso la Iglesia elevó el trabajo de los mercaderes a ser una actividad<br />

necesaria y útil para la sociedad pues eran los administradores de los<br />

bienes otorgados por la divinidad en beneficio de la colectividad. Eso<br />

provocaba que un elevado porcentaje de las ganancias se destinara a la<br />

ostentación de los poderosos y a la mayor alabanza a Dios en lugar de<br />

derivarse hacia las actividades productivas. Este esquema de una<br />

economía sujeta a valores religiosos también pervivió en muchos países<br />

de Europa y América hasta el siglo XIX.<br />

Hemos insistido en que la pervivencia de valores medievales en el<br />

mundo llamado moderno se dio en diferentes grados en las distintas<br />

regiones de Europa. La ruptura protestante había generado en el<br />

continente no sólo dos grupos políticos y religiosos sino dos concepciones<br />

distintas de la cultura occidental: aquella racionalista e individualista que<br />

ponía como base del conocimiento la búsqueda de verdades demostrables<br />

por la experimentación, con lo que nacería la ciencia moderna; y otra<br />

emocionalista y populista, que centraba en la metafísica y en la retórica sus<br />

parámetros de realidad, que adornaba con un vistoso ropaje metafórico y<br />

emblemático su sentido trágico de la vida y que desplegaba un impresionante<br />

aparato visual y textual, en rituales, fiestas y espectáculos que<br />

continuaban funcionando con los valores propios de la Edad Media. Es en<br />

esta cultura en la que se insertaron los virreinatos de Nueva España y Perú<br />

y por cual podemos considerarlos en algunos aspectos como una<br />

continuación del medioevo europeo. Desde la evangelización cuyo proceso<br />

tanto en los contenidos como en los métodos (catequesis, imágenes como<br />

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Abril-Mayo 2014 ISSN: 2007-7483<br />

©2014 Derechos Reservados<br />

www.revistadestiempos.com

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