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Palacio Quilpué hacia mediados del siglo XX. Esta fastuosa hacienda cultivaba el cáñamo en cantidades industriales.<br />
Hacienda Quilpué a principios del siglo XX.<br />
Así luce actualmente el Palacio Quilpué, en el completo abandono.<br />
vadas a algunas de estas categorías.<br />
Las muestras de semillas utilizadas<br />
históricamente por los campesinos del<br />
Valle Central de Chile se perdieron, y<br />
ese mismo asunto nos lleva a pensar<br />
en una patrimonialización de la Cultura<br />
Cañamera/Cannábica Nacional.<br />
El patrimonio cultural material es una<br />
herencia de nuestros antepasados<br />
muy interesante de apreciar. Hubo una<br />
época brillante para el cáñamo en los<br />
Valles Centrales de Chile, todas aquellas<br />
fábricas establecidas por leyes<br />
que beneficiaban el cultivo y beneficio<br />
de cáñamo y lino en nuestro país.<br />
Aquellas levantadas por la aparición<br />
del “Contrato del Cáñamo” de O´Higgins<br />
(1822) el que si bien apuntaba a aumentar<br />
las alicaídas arcas fiscales (luego<br />
del proceso independentista finalizado<br />
en 1818) les quitaba la obligación<br />
de pagar impuestos para comprar y<br />
comerciar, ya que lo que interesaba era<br />
dinamizar el mercado interno.<br />
También se fomentó la introducción de<br />
máquinas, instrumentos y utensilios<br />
con derecho a internación a todo el<br />
país de forma libre, al igual que todos<br />
aquellos labradores y artesanos que<br />
quisieran asentarse sin ser molestados<br />
en sus respectivas ocupaciones,<br />
lo que llevó a la creación de fábricas<br />
menores y un renacido sector agrícola<br />
que si bien no fue suficiente para mantener<br />
óptima la extracción de materia<br />
prima, si fue fundamental para dar pie<br />
a las siguientes formas de reactivación<br />
económica, como las de 1833 con el<br />
“Manual de Cultivo y Beneficio del Lino y<br />
el Cáñamo en Chile”, con el que se vieron<br />
aumentadas las regalías para aquellos<br />
que ingresaran al mercado desde el<br />
punto de vista agrícola e industrial.<br />
Se contaba con una política de estímulos<br />
económicos que contribuyó a mantener<br />
el legado colonial del cultivo cañamero<br />
para las generaciones venideras. De<br />
este ejercicio aparecieron industrias<br />
como la de “Parry Hermanos”, que se<br />
mantuvo por décadas fabricando cordelajes<br />
y paños. Con la Industrial de<br />
Los Andes, fueron las más grandes<br />
compradoras de materia prima. En esta<br />
época podemos ver en palacios como<br />
el de la Hacienda Quilpué de San Felipe,<br />
réplica del Palacio de Versalles que fue<br />
residencia de terratenientes que veían<br />
en el cáñamo (y no solo en este cultivo)<br />
una fuente de bonanza económica que<br />
hoy lamentablemente se representan<br />
en las ruinas de lo que alguna vez fue<br />
una gran hacienda.<br />
El legado material de nuestra industria<br />
se ve en ejemplos con el de la “Hacienda<br />
Quilpué” que junto con una bonanza efímera<br />
fueron decayendo incluso frente<br />
a las últimas oleadas de protección<br />
gubernamental de este cultivo tradicional<br />
en el siglo XX. Lentamente fueron<br />
reemplazadas por el material sintético<br />
y la prohibición. Aunque si bien el<br />
patrimonio cultural material aún es<br />
rescatable y es nuestro deber hacer lo<br />
imposible por valorizarlo.<br />
“El patrimonio cultural no se limita a<br />
monumentos y colecciones de objetos,<br />
sino que comprende también tradiciones<br />
o expresiones vivas heredadas de<br />
nuestros antepasados y transmitidas<br />
a nuestros descendientes, como tradiciones<br />
orales, artes del espectáculo,<br />
usos sociales, rituales, actos festivos,<br />
conocimientos y prácticas relativos a<br />
la naturaleza y el universo, y saberes<br />
y técnicas vinculados a la artesanía<br />
tradicional”, define la UNESCO.<br />
A la hora de rescatar y valorizar la<br />
vasta cultura cañamera, con una historia<br />
de 471 años es una de las más<br />
antiguas y tradicionales de nuestro<br />
país. Justamente, como parte de una<br />
reivindicación histórica debemos comprender<br />
que sin la influencia y existencia<br />
de los productos cañameros, por<br />
ejemplo no podrían concebirse juegos<br />
típicos como “Tirar la Cuerda” o jugar<br />
al “Trompo”, al “Emboque”, ni tampoco<br />
actividades como las “Carreras de<br />
Ensacados”, que son clásicos de nuestras<br />
festividades practicados por personas<br />
de todas las edades. En este<br />
contexto podemos ver una pequeña<br />
parte de la influencia del cáñamo en la<br />
sociedad chilena. Desde la perspectiva<br />
de las tradiciones y expresiones heredadas,<br />
podemos considerar el oficio de<br />
los artesanos de las cuerdas que hoy<br />
en día se confeccionan con materiales<br />
sintéticos o importados (como el yute).<br />
Actualmente también podemos hablar<br />
de una cultura cannábica (vista desde<br />
lo lúdico hasta lo medicinal) que paso<br />
a paso y a punta de esfuerzo han ido<br />
ganando un espacio dentro de la sociedad<br />
chilena, contribuyendo a ser el<br />
motor del conocimiento de un pasado<br />
glorioso que incluye el ir conociendo<br />
y transmitiendo la historia cañamera<br />
nacional, junto con los usos y prácticas<br />
tradicionales que hubo para con el<br />
cáñamo y a su vez la gran vinculación<br />
que tuvo, tiene y tendrá mientras continuemos<br />
tomando conciencia de lo que<br />
la planta de cannabis significa no solo<br />
para un grupo que busca en ella diversas<br />
reivindicaciones que se relacionan<br />
con los derechos personales, medicina<br />
y usos sacramentales, sino que también<br />
buscar recuperarla para las presentes<br />
y futuras generaciones, quienes<br />
están llamadas a reincorporarla en los<br />
campos chilenos para así continuar el<br />
trabajo realizado por miles de personas<br />
a lo largo de estos casi cinco siglos, un<br />
trabajo borrado a la fuerza por el brazo<br />
infame del prohibicionismo.<br />
La tarea a seguir realizando en el ámbito<br />
del Patrimonio Cultural Inmaterial es<br />
mantener sus principios: que sea integrador,<br />
representativo y que se base en<br />
la comunidad, esto es lo más importante<br />
ya que la postura actual no debe<br />
enfocarse en los derechos de una parte<br />
del movimiento, sino apuntar específicamente<br />
a la unidad de los usuarios<br />
ya que esta reivindicación debe ser<br />
reconocida por la integridad de las<br />
comunidades, grupos o individuos que<br />
mantienen, transmiten y crean, ya que<br />
son ellos los que le dan validez a los<br />
usos determinados del patrimonio que<br />
manejamos, sobre todo una tradición<br />
que acompaña cada una de las formas<br />
patrimoniales establecidas.